sábado, 15 de septiembre de 2012

CULTURA BARATA: CHANGELING DE MIKE OLDFIELD (2007)


PRECIO; 11,68 eurodracmas (uff, al límite)
LUGAR: PLAY.COM

Esta es la pinta que tiene, sin la absenta, los teclados o los dvds de fondo, claro.


Muchos podrían suponer que no deja de ser un tanto “pijo” analizar un libro en su versión original – en inglés -, pero me parece que, teniendo en cuenta que una traducción a nuestro idioma no está en el horizonte (a pesar de la buena voluntad de algunos) y además, para algo tenían que servir los dineros gastados por mis progenitores en clases particulares, por no hablar de las tardes ocupadas por las mismas. Seguro que lo mismo le ha pasado a algún lector de este blog. Espero.

Así que hoy, nos toca la autobiografía de Miguel Campoviejo, que seguro que es superdivertida...o no.

Indefendible

Con los años, Mike Oldfield se ha vuelto más y más indefendible, ya sea frente aquellos que le profesan a su obra amor, odio, indiferencia o les produce cualquier otro tipo de sensación. Los motivos para esta situación podrían ser:

A) Sus cambiantes estilos musicales: del rock progresivo instrumental de sus inicios – “Tubular Bells,” “Ommadawn” - a los regateos pop, - “Earth Moving”,- pasando por el New Age contemplativo, - “Songs from a distant earth” -, sin olvidar el Eurotrash – la canción “Island” o el tema “Shine” - o su breve reconversión en DJ Oldfield – “Light and Shade”, -.

B) Por su tendencia a reciclar el riff de Tubular Bells (y dicha obra casi en su totalidad) de formas cada vez más avergonzantes: Tubular Bells II, III, 2003, el principio de “Music of the spheres” y “Crises”, o el cachondo mash-up con la sintonía de “Expediente X” . O ni siquiera la música, sino solo el nombre, como es “The Millenium Bell”. Incluso “Songs of distant earth” tenía un tema llamado “Tubular World”.

C) Por no temer al autoplagio en sus canciones: “Moonlight Shadow” pesa mucho y el binomio “voz femenina / medio tiempo acústico” lo repitió con “Blue Night” y “Man in the Rain”, por no decir que en “Crime of Passion” casi parece calcar el solo de la canción originalmente cantada por Maggie Reilly.

D) Por preferir un teclado y una miríada de plug-ins a instrumentos de verdad durante bastantes años.

Esta foto la nombra en el libro, pero no la incluye en la escueta y poco sorprendente sección de fotos, tranquilos que no se le ve ni el tubo ni las campanas.


Dicho todo esto, uno podría pensar no solo que Oldfield es indefendible, sino que es un mentecato que se merece ser colgado por los tobillos desde el anillo mayor de Saturno, mientras que alguien le obliga a visionar una y otra vez “Reposeida”. Nada mas lejos de la realidad, el amor tan profundo que profeso por la música de este hombre, solo es equiparable al odio sarraceno que me hacen sentir algunas de sus maniobras. Pero ahora todo tiene una explicación.

Pasar por caja

En los últimos años, más y más músicos han decidido publicar su autobiografía. Si nos atenemos a la teoría Manrique, esto se debe a que tras las caídas en las ventas por las pérfidas descargas ilegales (hasta Nicolas Cage te avisa contra ellas en la segunda parte del Motorista Fantasma, ¡qué malas son!), y que con la crisis, la gente tampoco se puede permitir las carísimas entradas a los conciertos, y aún menos con la subida del Impuesto sobre el Valor Añadido. Digo yo.

También se podría añadir que el motivo para esta avalancha de relatos vitales se debe a que muchos de los músicos que pertenecen a la quinta de los años cincuenta – ergo, se hicieron famosos la mayoría en la década de los setenta - han llegado a una edad lo bastante avanzada para considerar una vista atrás, aunque tal y como argumenta el ex-locutor de Radio 3, muchas veces el prefijo “auto” (que debería expresar la autoría del volumen) da lugar a algunos errores de percepción que no se ajustan del todo a la realidad. En el caso del libro que nos ocupa, ha sido Jon Collins, el autor de la entretenida biografía de Marillion “Separated out”, quién se ha ocupado de “editar” los pensamientos del de Reading para que quepan convenientemente en tapa blanda, o dura. Un día hablaremos de lo poco contento que se quedó Fish ante la forma que tuvo Collins de retratarlo en su opúsculo...

Me gustan mucho las biografías musicales, pero no por los detalles escabrosos, sino porque muchas veces son una buena guía para descubrir colaboraciones y temas raros que de otra forma uno no sabría de su existencia. Y, qué demonios, dos de las cosas que más me gustan en este vida son leer y escuchar música, así que imagínense leer sobre música, aunque, por otro lado, tengo que admitir que un volumen sobre contrapunto y armonía lo mismo ya no resulta tan apetecible... Por supuesto, cosas como “El martillo de los dioses” - sobre Led Zeppelin – no dejan de tener su gracia, pero más porque se leen casi como una novela en la que se usan nombres de personas reales, que por la veracidad de los textos, ahora, creerse lo que cuentan es mejor dejarlo al juicio individual. Como con cualquier película “basada en hechos reales”, o como con cualquier periódico, ya puestos.

Como es comprensible, cada uno cuenta la feria según le haya ido, y eso da lugar a múltiples interpretaciones de los hechos, a veces con resultados poco favorables para algunos de los involucrados – parece ser que a Mick Jagger no le hizo mucha gracia el “Vida” de Keith Richards -, aunque hay gente como Sting que sorprendió a propios y a extraños con su “Broken Music”, “no tuvo una mala palabra contra nadie”, afirmó un impresionado y veterano colega del ex-cantante de Police.

También los hay quienes usan sus libros para disertar sobre el estado del negocio musical, que en casos como en el de Bill Bruford es de agradecer – sobre todo porque está muy bien escrito -, o les da por darle apariencias de relatos cortos de desesperante interpretación (Bob Dylan) pero las mas de las veces, suelen tener una estructura muy similar con algunas variaciones. Este no es un problema de quienes escriben – sean ghostwriters o no – sino porque la trayectoria de un artista musical suele ser la misma: duros principios, éxito, indigestión del éxito, experiencia cercana a la muerte, resurgir, ahora estoy mucho mejor. Si el autor no es el propio músico, esto último se puede cambiar por muerte, o zusto. O por muerte de nuevo.

Puntos de inflexión y reflexiones

Yo soy de los que opinan que Mike Oldfield se merece un tochaco de esos que se publican sobre Miles Davis o John Coltrane, en los que un profundo análisis musicológico le sigue un desglose detallando las sesiones de grabación, los instrumentos utilizados y declaraciones con los colaboradores se conjugan con elementos de la vida personal del artista, tanto en cuanto impacten en su obra.

Un libro de una colección que nos ha dado muchas alegrías que al menos trae una discografía bastante completa


Lamentablemente, “Changeling” no es ese libro.

Eso es algo que se podría adivinar por su extensión (no llega a las 300 páginas), o por su estructura. En lugar de una narración ordenada estrictamente desde un punto de vista cronológico, Mike arranca con un punto de inflexión – cual variante de una terapia psicoanalista -, que no es otro que su visita a unos seminarios de Exegesis, uno de los métodos de auto descubrimiento personal que prosperaron en los 70, como el “Primal Scream” (grito primario, del que fue firme defensor John Lennon durante una época) o el EST. Allí Oldfield se enfrentó a los miedos que tantas angustias y ataques de pánico le habían producido durante buena parte de su vida, momento que aprovecha para echar la vista atrás y comienza a hablarnos de su infancia.

Ahora bien, de vez en cuando esa narración mas organizada se ve interrumpida por reflexiones personales sobre diversos asuntos más o menos filosóficos y metafísicos, tales como la fama, el renacer, etc... No es que resulten especialmente molestas, ya que leer “The Changeling” es una experiencia bastante frustrante de por sí, sino que, sorprendentemente, van muy bien con la estructura de la obra.

No es que lo que cuenta Oldfield no sea interesante, pero el estilo utilizado no encaja del todo. A fin de cuentas, se nos hablan de algunas experiencias bastante traumáticas, como el progresivo deterioro psíquico de su madre tras dar a luz a un niño con síndrome de Down (al cual, ni Mike ni sus dos hermanos conocerían nunca, ya que sus padres les explicaron que había muerto al poco de nacer, cuando en realidad fallecería en una institución tras pasar un año de su nacimiento) o del aislamiento que el músico siempre ha sentido con respecto a la gente que le rodeaba.

Pero no es narración brillante, va un poco a trompicones y no se detiene en detalles que nos hicieran apreciar mas detenidamente las sensaciones que nos quiere transmitir. Esta bien redactado, como quien dice, pero poco más. A eso se debería añadir que cuando Oldfield intenta ser irónico o divertido, no le sale demasiado bien. Por ejemplo, habla de su primera entrevista para Melody Maker con un periodista llamado Karl Dallas. Cuando lo recuerda, dice que “no tenía cara de Karl, ni era de Dallas, sino que resultó ser un tipo calvo, bajito, con un acento mas bien normal. Mas tarde descubrí que Karl Dallas era un nombre falso, un nom de plume.” Er... gracias por exprimir la anécdota, Miguel.

Eso no quiere decir que no haya momentos realmente divertidos, como un viaje en globo con el magnate Richard Branson que casi termina en tragedia o como éste mismo le “amenazó” para que firmara el contrato de adhesión a Virgin con un cuchillo de los de untar la mantequilla. Pero estos momentos quedan descompensados con respecto a los relatos de su juventud, sus experiencias con las drogas, las continuas depresiones o la difícil relación familiar.

Fuerza para vivir

En las entrevistas promocionales, Oldfield expresó que uno de sus deseos a cumplir con este libro era desmitificar el tabú que suele unir “psicoterapia” con “enfermedad mental”. Como ex-estudiante de psicología, no puedo mas que aplaudir la idea. Pero que nadie se piense que esto es un libro de autoayuda, cierto es que Campoviejo usa bastantes párrafos para contar todo el bien que le ha hecho el acudir a profesionales de la salud mental. Pero en realidad, buena parte del relato se centra en las angustias previas, en las sensaciones que provocaban los ataques de pánico y en cómo el sorpresivo éxito de “Tubular Bells” no hizo más que rematar esa desorientación. Si yo fuera un pérfido, le respondería que cuando yo tenga un disco que venda 20 millones de copias y que prácticamente sirva de fundación para un género musical, yo sabré perfectamente cómo reaccionar. Pero... ¿afortunadamente?, no se ha dado el caso y probablemente tampoco sabría qué hacer.



De hecho, cuando uno se da cuenta de las alturas a las que Oldfield habla de su primer álbum, (página 109), queda claro que éste no es un volumen en el que vaya a entrar en detalle sobre su corpus artístico. No es que las anécdotas sobre la grabación del álbum de las campanas tubulares no se agradezcan, pero obras tan respetables como “Crises”o “Five Miles Out” se quedan un poco apartadas. De hecho, da la impresión de que Mike solo ha querido centrarse en las obras de mayor éxito, de ahí que también tengamos algunos detalles sobre Hergest Ridge, Ommadawn (“el disco para el que Mike Oldfield fue puesto sobre la tierra” según la “Rough guide to Rock'n'Roll” y no soy quién para discutirlo) o incluso “Incantations”. Pero después de esto, Oldfield explica muy poquito, apenas nombra a sus colaboradores – hubiera sido muy cruel hablar de Phil Collins y no de Simon Phillips, auténtico pilar de buena parte de la música de Oldfield en los 80 – y algunos de sus argumentos resultas descorazonadores.

Si alguien tenía la ilusión de que las letras de “Moonlight shadow” tuviesen algún trasfondo profundo, que se vaya olvidando. Resulta que todo es un batiburrillo de ideas – principalmente, una película sobre Houdini protagonizada por Tony Curtis -, salidas de una noche con un una botella de Whisky y un diccionario de rimas, con Oldfield ya cansado de no saber qué hacer con una pista de acompañamiento tan buena, a la que no conseguía encontrarle palabras. Ergo, la máxima de que la interpretación de uno mismo sobre una obra de arte es tan valida como la del creador, se cumple aquí con creces.

Igualmente, si alguien se imaginaba a Campoviejo como una persona espiritual y estable que componía su música como parte del interés por las filosofías de corte alternativo de finales de los 60 y principios de los 70, que se lo replantee. Oldfield explica que intentaba componer material que creara un mundo musical apartado de las tensiones que sufría diariamente, ya que considera que el lenguaje hablado no es una forma de comunicación especialmente elegante. Es como decir que los Rolling componen música agresiva y gritona porque se sienten muy bien con ellos mismos, y la música relajante es para aquellos que están todo el tiempo angustiados. ¿Y qué hacemos a los que nos gustan ambas?



Hay momentos en los que uno sospecha que a Mike se le va la pinza que da gusto, y otros que, sinceramente, no son muy recomendables para la sana juventud española que desconoce por completo los peligros de la drogaína (si, estoy siendo sarcástico). Me explico: aunque Oldfield reconoce que uno de sus “malos viajes” con el LSD tuvo unas consecuencias terriblemente negativas para su estabilidad psíquica, no teme en decir que la fuerza y el empaque de música era mucho mayor cuando estaba “neurótico y paranoico”. Aquí tengo que discrepar con el autor, creo que buena parte de su música en los 80, e incluso de los 90 – cuando se supone que estaba mas “estable” - sigue siendo de una gran calidad y puede mantener el tipo frente a sus cuatro obras épicas iniciales.

Igualmente, resulta muy triste que te cuenten que en los primeros envites de la grabación de su Puta Obra Maestra “Ommadawn”, Oldfield estaba prácticamente nadando en alcohol, hasta el punto que su estómago terminaba rechazando todo sólido que entraba por su boca. De aquí podemos afirmar que aunque Miguel es bastante cruel en algunas de sus afirmaciones - “a causa de la fama tienes que despedirte de cualquier tipo de amistad auténtica” - tampoco intenta dar una imagen maqueada de si mismo, no siempre, al menos. Al igual que en el caso de Syd Barret, resulta increíble la ceguera de buena parte de su entorno sobre sus trastornos mentales, lo cual pone de manifiesto el desconocimiento generalizado de la sociedad sobre el tema durante aquellos años. Probablemente, Campoviejo tenga razón cuando argumenta que mientras él estaba intentando cubrir el teléfono con almohadas para no oírlo sonar – su manager intentaba convencerlo de hacer promoción y giras -, para Branson, el músico se dedicaba a pasear su perro por las colinas de Hergest Ridge, “haciéndose el difícil”.

Ya sé qué le falta a mi estudio casero: un buen reposabrazos para controlar como Dios manda el ratón


Resulta divertido, no obstante, que Oldfield se adhiera a la eterna historia de “músico de éxito que siempre anda corto de pasta”. Ya sea porque Virgin le hizo un contrato en el que no le pedían su primogénito porque esa era del todo ilegal, o porque sus fobias le impedían salir del Reino Unido y evadir impuestos como todo músico / deportista / actor de fama que se precie. Mike pasa por una serie de viviendas desastrosas hasta que consigue establecerse en un cierto lujo, que normalmente se traduce en tener su propio estudio para crear música siempre que quiera.

Contradicciones

En lo que se refiere a su versión de los acontecimientos sobre las corrientes musicales de la época de mayor éxito, Oldfield tiene una visión un tanto sesgada, o quizás demasiado íntima; tras sus inicios con la banda de Kevin Ayers, deja claro un cierto respeto hacia Soft Machine o Henry Cow, pero no duda en ignorar – a sabiendas o no, eso es más difícil de saber – a otros adalides de la música instrumental como Tangerine Dream (que durante una época también fueron fichados por Virgin), Vangelis o Jean Michel Jarre. Nunca sabremos si por puro desconocimiento o porque pensaba en ellos como pobres imitadores, pero la cuestión es que Mike considera, en toda su humildad (sarcasmo again), que “Tubular Bells” y “The Darkside of the moon” de Pink Floyd tenían que marcar el rumbo de la música en el futuro. Esto abriría un largo debate sobre la evolución – o involución – de la música pop que es mejor dejar para otro post.

Ergo, la revolución punk le pilla desprevenido, y le sienta muy mal la desmedida atención de su discográfica hacia los Sex Pistols, los cuales ya habían pasado por dos disqueras antes de firmar con Branson. Tengo que decir una cosa sobre el magnate: cualquiera que pueda granjearse el odio de TODOS los miembros de la banda punk por excelencia (incluido su manager), tiene que, por fuerza, estar haciendo algo bien. Bravo, Richard, bravo.



Aunque ahora Oldfield entiende que Virgin tenía que buscar el máximo beneficio y que estaban en el negocio para ganar dinero, admite que el “nuevo estilo rey” (al menos para la prensa musical de los 70) nunca fue especialmente de su agrado. La cosa llega tan lejos como que Mike afirma que “no importa lo mucho que inspeccione al equipo para las giras, siempre hay alguien que es fan de los Sex Pistols que intenta armar bronca”. No sé que resulta mas ridículo, que Oldfield le tenga que preguntar a los pipas qué tipo de música escuchan (si es que es eso a lo que se refiere) como si fuera un Simon Cowell / Risto Mejide de la vida, o que un trabajador arriesgue su sueldo soltándole a su jefe “esta música tuya es una mierda pinchada en un palo, los Sex Pistols si que molan”, si es que es eso a lo que se refiere.

Siguiendo con el tema de las giras, Miguel tuvo que ser prácticamente arrastrado a los ensayos y bolos de presentación de su primer disco, no fue hasta que salió del seminario de Exegesis cuando reunió las fuerzas para montar una banda. Y como era de esperar, como alguien que sale de un régimen y se prepara una opípara cena, se pasó tres pueblos, llevándose una banda monstruosa que casi no cabía en el escenario, lo cual se tradujo en un déficit económico monumental. Aunque el de Reading culpa a las “circunstancias” y una pobre gestión de los recursos, lo cierto es que gracias al libro uno puede deducir que la economía doméstica – o de cualquier tipo – no es el fuerte del músico. Curiosamente, Oldfield olvida que Branson tuvo que pararle los pies cuando solicitó un coro de 80 personas y se tuvo que “conformar” con 12.

Sobre su vida personal, resulta extraño que a veces de muchos detalles sobre los problemas de su madre pero en lo que se refiere a sus parejas mantenga tanta discreción que ni siquiera da nombres, y hablamos de, por ejemplo, Anita Hegerland, que además cantaba en sus discos y salía en los videoclips con él, ¿algún acuerdo de privacidad? Vaya usted a saber. Tampoco da el nombre del músico rockero que compró la casa en Ibiza de la que Oldfield se quiso deshacer en cuanto salió de la isla balear, que por cierto, fue Noel Gallagher. Lo de su etapa ibicenca, según algunos titulares, da para algunos de los momentos mas incómodos de la biografía de Oldfield, que aquí, obviamente el músico ignora: como cuando se supone que estrelló su coche contra el muro de su vivienda con algunas centésimas de alcohol en la sangre, o cuando (de nuevo, supuestamente), su hermana Sally puso un anuncio en la sección de contactos, buscándole pareja a Mike. Asunto este que provocó un momento muy incómodo en una entrevista para un suplemento dominical. Ya digo que Campoviejo prefiere dejarlo en que tuvo algunos de los mejores y peores momentos de su vida en el lugar.

Otra contradicción es el tema de los vídeos musicales: Mike dice que nunca le hicieron especial ilusión, pero bien que se le ve hacer el panoli en algunos, por supuesto, del capitulo “sordido-musical” de “Don Alfonso” no dice ni mu. Ni del “videoálbum” “The Wind Chimes”, que se supone fruto de su obsesión por la tecnología de vídeo de la época. Ah, y por supuesto pasa de puntillas por el breve tiempo que fue fichado por la sucursal española de WEA tras los desiguales resultados en lo comercial que fueron sus discos con Warner, fuera de España y Alemania, al menos. Admite sin tapujos, eso si, que su corazón no estaba en álbumes como “Earh Moving” (el único de su obra en el que todo son canciones, sin ninguna pieza instrumental), y que la tercera parte de Tubular Bells fue una exigencia de su discográfica.



En este respecto, Oldfield no entiende (o se esfuerza por no entender) que la gente siga prefiriendo el primer disco de las campanas tubulares frente a sus técnicamente perfectos remakes. Mike no ve que el momento en el que publicó su primera obra era propicio para sorprender y que parte del encanto eran las imperfecciones. Puede que la guitarra estuviera sin afinar, pero esa es la versión de la que se enamoró el público.

Ah, tampoco hay ni una mención sobre el supuesto mensaje en código morse en “Amarok” que debería traducirse como “jódete, Richard Branson”.

Finalmente, me cuesta mucho recomendar “Changeling” a alguien que no sea un completísta de Oldfield, no consigue mantener el interés como libro más allá de por de quién lo ha escrito. Pero resulta sorprendente que no haya versión en castellano, si hay un mercado fiel a este hombre es el español, mientras que gente menos famosa como Andy Summers sí que han tenido traducciones de sus biografías. Hablando del guitarrista de Police, al igual que Oldfield estuvo en la banda de Kevin Ayers, y, curiosidades de la vida, también le toco interpretar las partes de Mike en la versión orquestal de Tubular Bells – el autor no tenía nada que ver con algo que era básicamente un invento de David Bedford y de Branson para poder sacar el disco a la carretera -, aunque las palabras que le dedica en “One train later” (traducido en España como “El tren que no perdí”) no son especialmente amables.

El título, por cierto, alude a las maniobras de los seres imaginarios como trolls, trasgos o hadas, - según Oldfield, Jon Anderson cree en la existencia de alguno de esos seres, lo cual tampoco acaba de ser una sorpresa - de cambiar un niño humano por uno de los suyos. Quizás como forma de expresar cómo de excluido se siente con respecto al mundo, quizás Sally deseó como la protagonista de “Dentro del laberinto” que los goblins se llevaran a su hermano y después no lo pudo recuperar, vaya usted a saber.

1 comentario:

  1. Mike Olfield ha compuesto de las mas hermosas canciones que hemos crecido escuchando, que jamas pasan ni pasaran de moda, ni dejeran de provocar en nosotros admiracion, emocion , amor e inspiracion.LO considero de los mas grandes musicos dificiles de categorizar tal vez en un estilo, y si eso fue ademas su salida de una niñez o juventud solitaria y complicada, mejor aun...lo hace todavia mas valioso.
    Y si su libro muestra esos aspectos de su vida, puede ademas ser inspiracion para jovenes similares...
    Grande MIke Olfield , no debemos criticar a alguien que hace lo que jamas podriamos hacer!!!!!Cecilia Nicoletti

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