miércoles, 14 de marzo de 2018

Y EN EL CAPITULO DE HOY…. ¡¡¡COSAS!!!



Fui al Be Prog y me hice una foto con Ian Mosley...

Sólo hay una cosa peor que un blog muerto por falta de actualizaciones… un blog que no se actualiza porque su responsable / autor va desechando artículos enormes de los que ya llevaba cerca de 10 páginas escritas. En Arial 14, que es la fuente y tamaño que utilizo por aquello de que la edad no perdona o más bien porque de siempre he visto de lejos tan bien como un gato de escayola, lo cual no me ha impedido renovarme el carné de conducir al menos para unos cuantos años más. Veremos para la próxima…

... y otra con Steve Rothery


En todo caso, si son ustedes algunos de los 12 (¡Doce nada más y nada menos!) de los suscriptores al bitácora, habrán percibido que, efectivamente, sí que he actualizado en alguna ocasión estas páginas virtuales, si bien sólo con pequeños enlaces a actuaciones que he realizado por mi cuenta o en compañía de otros.

Vamos a explicar un poco de todo.

¿QUÉ HAS ESTADO HACIENDO?

Pues, para variar, muchas cosas, ninguna de las cuales con la bastante importancia como para convencerme de que lo mejor era cerrar el blog, las cuentas en las redes sociales, reventar el móvil con un martillo y llevar la vida de ermitaño que he ansiado durante tanto tiempo.

Fran, deja de exagerar, por favor”.

Vaaaaale.



Empecemos por los vídeos que colgué en el blog: por un lado me subí a un escenario con los amigos de Sweet Hole. Estos me llamaron porque querían rendir un pequeño tributo a distintas bandas del Progresivo durante el concierto que iba a servir de presentación de su nuevo álbum “The first of the last days”. Una de esas bandas era Genesis, y pensaron en mí para cubrir la plaza de vocalista para ese segmento. Como se pueden imaginar, no hubo que torcerme el brazo ni ponerme una cabeza de podenco en la cama para que dijera “¡Sí, sí, voto a tal que sí!”



Aunque en la cuenta de YouTube del grupo sólo se ha colgado una canción de las dos que yo canté – capturada además con sonido de mesa y realización multicámara -, en la mía particular podéis ver con calidad de móvil cómo fue la cosa. Como diría John Lennon “espero que hayamos pasado la audición”.



¿Qué puedo decir? Me lo pasé genial tanto en la presentación del disco como en el siguiente concierto de la banda compartiendo escenario con los también amigos Malabriega. Del segundo bolo hay también documentación audiovisual registrada profesionalmente, si bien sólo la gente de Malabriega han usado parte de ese material para su nuevo EPK en el que servidor también tuvo algo que ver… ¿Endogamia? No sé que significa ese vocablo, pero quizás os gustaría ver la entrevista que les hice a los Sweet Hole y que apareció en la This is Rock, guiño, guiño, codazo, codazo…



En breve hablamos de la revista, pero hablemos antes de mi pequeño tributo a Dolores O’Riordan.



He ido acudiendo a las noches de “micro abierto” de La Sala – dónde, por cierto, empezó mi periplo como artista en solitario cuando aún se llamaba El Faro -, con la excusa de no oxidarme musicalmente, de no perder la costumbre de actuar delante del público y como campo de pruebas para nuevas canciones. Que diga que es una excusa no quiere decir que no sea verdad, o que al menos la intención inicial no fuera esa, pero al final a uno le asalta la sensación de que en realidad va a ver si cosecha unos aplausos fáciles porque tanto los amigos como el resto de la gente que acude son todos demasiado educados para no aplaudir y así darte una figurada palmada en el hombro.

En uno de esos extraños intercambios tácitos que se dan entre el que actúa y el público, he entendido que a lo mejor es más fácil tocar algunas versiones que ver si los temas nuevos se hunden o nadan ante un respetable que nunca los ha escuchado. Me he prometido cambiar eso, pero también es cierto que la misma noche que toqué los dos temas de Cranberries lo que tenía pensado tocar eran otras dos versiones de artistas un tanto distintos.



No me gusta ser oportunista, pero ya había tocado “Zombie” en otra ocasión y, en mi habitual mezcla de vagancia con algo de dejadez, pensé - después de ensayar un par de veces “Linger” - aquello tan mío de “eso bastará...” Lo cual explica la cagada en los primeros compases del tema. La primera vez que toqué delante de un público ocurrió algo parecido, por eso soy tan pesado con el tema de ensayar.

Ahora que se ha popularizado la “muerte en Facebook”, esto es, el hacerse fan irredento de un artista justo cuando acaba de fallecer - “Pantomima Full” tiene un vídeo al respecto, aunque bien pensado ¿Sobre qué gilipollez del mundo moderno no han hecho un vídeo? - para mí sería muy fácil usar la auto justificación de “joder, es que era uno de los grupos de mi juventud”. Pero para qué mentir.

Para empezar, AÚN soy joven – claro que sí guapi, pero los 30 ya no los cumples -, para continuar, nunca compré un disco de Dolores, con o sin The Cranberries, y eso que en la Tipo su segundo álbum en solitario te lo dejaban tirado de precio al año de salir al mercado. Para terminar… mierda, iba a decir que “para terminar, nunca he ido a un concierto de Dolores O’Riordan ni de los Cranberries”. Pero resulta que sí que he ido, y en cierta forma resulta inevitable aquí hacer un alto en el camino.



The Cranberries irrumpieron en mi mundo, como en el de muchos otros españoles, en 1994 con su “Zombie” sencillo del segundo álbum de la banda, “No need to argue”. Con 15 años y siendo toda una drama queen de la adolescencia que, para colmo de males, se estaba enganchando al Progresivo, que surgiera una canción tan universal pero que al mismo tiempo me llamase la atención era algo inaudito.

Nunca me transformé en un devoto de los irlandeses, pero eran un grupo que me caía bien. Estoy bastante seguro de que escuché su versión del “Go your own way” antes que el original de Fleetwood Mac, y todos los sucesivos singles que iban apareciendo me gustaban. Además, fui testigo, como muchos otros, de cómo la pobre Dolores cambiaba de aspecto en los sucesivos vídeos, de su notoria (no le quedó más remedio) lucha contra la anorexia, de cómo se reían en la prensa española de sus “aspavientos de pato” sobre las tablas y de cómo la crítica inglesa se cebaba con las letras de sus canciones.

Teniendo en cuenta que a la hora de escribir estas líneas aún se desconocen las causas del fallecimiento – y, aunque les sorprenda, me partiría el corazón que se tratara un suicidio, creo que el de Keith Emerson ya fue lo bastante horrible -, se podría pensar que observo a Dolores con algo de pena. Nada más lejos de la verdad, no podría sentir lástima por alguien que ha conseguido conectar con tanta gente y tan diversa con sus canciones.

Además, insisto, atesoro muchos recuerdos relacionados con ella. Por ejemplo, cuando el tenor Luciano Pavarotti organizaba sus “Pavarotti & Friends”, uno de los conciertos tuvo el extraño honor de unir a Dolores con Simon Le Bon para cantar “Linger”. Digo “extraño” porque no creo que nadie pudiera conectar a una muchacha irlandesa que de joven tenía prohibido maquillarse para salir, con el líder de Duran Duran – que nunca han concebido si quiera ir a comprar el pan sin maquillarse -, para cantar una de las canciones de la primera. Le Bon, que no parece que tuviese bastante con su famoso gallo en el Live Aid cantó su parte de “Linger” de tal forma que mi hermana – estábamos viéndolo y grabándolo en glorioso VHS, sobre todo porque mi sister se había alucinado con el “Wedding album” de los Duran, su gran disco para los 90 – se giró para decirme “¿Por qué desafina tanto?”



Seguramente ese día, Simon no se sintió muy “Charlie” (y ese es un comentario que sólo los fans más locos de Duran Duran saben lo que quiere decir).

Aparte, también he conocido muchos fans locos de Cranberries, incluyendo un amigo de la infancia. Y sobre lo de verla en directo, servidor se puso el chalequillo de trabajador de la Fnac cuando abrió en Sevilla y entre los fastos de apertura se incluyó un concierto de Ariel Rot, amén de otro de Dolores O’Riordan.



Saber de su fallecimiento fue triste, y tal y como dije cuando canté los dos temas en La Sala, uno se va dando cuenta de que se está haciendo mayor cuando se mueren ídolos de tu quinta. Quiero decir, saber de la muerte de David Bowie o Greg Lake era en sí un suceso luctuoso, pero parte de ti es consciente de que es hasta cierto punto irremediable. Aunque aún no sabemos de qué se ha muerto Dolores, era cruelmente joven y además tenía una joven familia de la cuidar.

Por supuesto, cuando digo “ídolo de mi quinta” me refiero a cómo la podían ver algunos de mis coetáneos. Me da cosa admitirlo, pero algunas de las críticas contra Dolores eran, en cierto modo, adecuadas. A ver, en cuanto le quitaban la guitarra de las manos, O’Riordan se quedaba un poco desnuda en el escenario, nunca desarrolló una personalidad que ocultase su aparente falta de ritmo corporal. No todos los cantantes tienen que saber bailar, pero al menos se ocupan de dar el pego de alguna forma, Dolores no parecía querer ni intentar darle una vuelta a su forma de moverse, quizás para algunos formara parte de su misterio.

Y las letras. Ya sé que el 90% de la gente (y estoy siendo generoso) que escucha música no presta gran atención a lo que se canta, sobre todo cuando se canta en un idioma que no es el suyo. Además, teniendo en cuenta que el 98% de las letras son románticas – o si no lo son, se disfrazan de tales y el público nunca reflexiona sobre qué le están cantando/contando -, pues para qué se va uno a molestar en dedicarle algo más de unos segundos a pensar en ello. Y por supuesto, los Beatles no son considerados la mejor banda del mundo por escribir unos textos impenetrables… hasta “Revolver” al menos, claro.

Tal y como he dicho antes, parte de la magia de los Cranberries residía en su sencillez. Se les comparaba a veces con The Smiths, pero en ese caso uno podía hablar más bien de “engañosa sencillez”, el grupo comandado por Morrisey tenía bastante más enjundia tanto en lo lírico como en lo instrumental. Obviamente, eso no tiene nada que ver con la cantidad de gente a la que la música de los irlandeses emocionó – estoy seguro de que mucho mayor que los Smiths – y las veces que he visto un vídeo en directo de Cranberries, podía notar que eran una banda enérgica, muy bien cohesionada, que es más de lo que se puede decir de, por ejemplo, Blondie, que después de 40 años siguen sonando como una banda punk a la que tocar en polideportivos les viene grande.



Eso no quita para que algunas de las letras pareciesen escritas por un chaval que lleva sólo unos pocos años estudiando inglés y está escribiendo sus primeras canciones. Para mí, que tengo un nivel de inglés decente – y lo dicen mis entrevistados – eso es mas que conveniente cuando me lanzo a aprenderme cualquiera de sus composiciones (todo es más fácil de memorizar). Aún así, reconozco que la saña con la que se atacaban las estrofas de Dolores iba más allá de la crueldad. Pero claro, tal y como le conté en cierta ocasión a Tim Bowness, una de mis citas favoritas de Lou Reed es “tienes que entender que la prensa británica primero quiere joderte y después mearse encima tuya”.

No hace mucho leí un artículo en The Guardian sobre el trasfondo de “Linger”. Básicamente, es una canción sobre cómo un tipo en el que Dolores tenía un cierto interés acabó pasando de ella por otra tía. No es una gran historia, y tampoco está expresada con el vocabulario más brillante, pero cojones, dudo mucho que hecha por otra persona, una canción tan sencilla pudiese evocar tantos sentimientos entre tanta gente.

Puede ser que ver al personaje público de Dolores O’Riordan provocase un poco de incomodidad, porque era obvio que fuera de su música, le costaba horrores aparentar algo de normalidad con los medios, puede que no fuera una virtuosa a la guitarra o a la pluma pero su genialidad residía en cómo era capaz de conectar con el público.

Descanse en Paz.

OK, PERO AHORA EN SERIO ¿QUÉ HAS ESTADO HACIENDO?

La respuesta simple sería “cuidar de unos padres mayores que siguen siendo bastante autónomos pero que requieren de algo de ayuda de cuando en cuando, trabajar y conciliar algo de vida personal con dicho trabajo”. Pero ¿Desde cuándo he sido capaz de dar respuestas simples?

Otro de los motivos que han provocado que el blog se quedara un poco estancado es que quería dedicarme a un par de cosas de las que aún no quiero hablar porque total, si no han salido o lo mismo no salen ¿Para qué malgastar líneas? Pero como el día sigue teniendo 24 horas, pues he tenido ver qué reparto de éstas era el más efectivo, y eso significaba que el bitácora iba a tener que entrar en boxes.

Bye, bye...


En última instancia, eso también ha provocado que dijera adiós a “Discos Locos”, ya saben: (o deberían saber), mi programa radiofónico / podcast sobre álbumes que yo considero auténticos clásicos pero que por alguna razón no han calado hondo entre el Gran Público. Me lo pasaba muy bien escribiendo los guiones e investigando sobre los artistas en cuestión, pero teniendo en cuenta que no había un contrato millonario de por medio (más bien al contrario), pues pensé que después de 12 episodios ya había cubierto buena parte de los discos que quería.

Aunque me hacía ilusión eso de decir un lunes al mes lo de “me voy a la radio”, aún me reservo el derecho a hacer un podcast desde casa con otra clase de contenidos, o dedicándole algo más de tiempo a álbumes para los que una hora no era suficiente. Hay gente que no está de acuerdo, pero estoy muy decepcionado con cómo salió el programa de “The lamb lies down on Broadway”, algo de lo que nadie más que yo tiene la culpa. Sobre todo por mi política de “un programa, un disco”. Podría haberle dedicado un par de programas, pero eso hubiera significado prolongar dos meses el hablar de un sólo álbum. En fin, ya nos ponemos con los “podría, podría, podría...”



Por supuesto, en estos meses también he tenido mi buena ración de colaboraciones con la This is Rock. Por una vez, soy algo reacio a contarlas todas de una forma ordenada, y creo que en cierta forma es lógico. Por un lado, desde la última actualización se me han acumulado tantas cosas que, francamente, no sé por dónde empezar. Algunos colegas de la revista van un paso más allá y cuelgan en sus perfiles de las redes sociales las fotos de todo lo que publican. No lo veo mal, muy al contrario, pero al mismo tiempo me da un poco de cosa porque mis textos las más de las veces se ven recortados.

No se trata, obviamente, de ningún tipo de censura – de hecho, el dire suele pedirme que endurezca algunas críticas -, sino de que tenemos el pacto de “yo te mando todo lo que tengo y después tú te las arreglas con la maquetación”. Por eso esta entrada lleva ya 6 páginas en el LibreOffice.



Total, que he acumulado tantas reseñas y entrevistas en los últimos meses que acabaríamos con una entrada que resulta inaguantable incluso para mí, sobre todo teniendo en cuenta que a la hora de escribir estas líneas, he enviado suficiente material como para dedicarle otra entrada independiente, y como no sé si va a salir todo en el número de Abril… pues pa qué.

Aparte, los lectores de la This is Rock no son muy activos en las redes sociales – imagino que si lo fueran, lo mismo no seguirían comprando una revista en papel -, así que tampoco tiene mucho sentido compartir un material que ya tienen. Por supuesto, podría ponerme lo bastante pesado (y universal) como para traducir – o más bien destraducir – mis entrevistas al inglés para, a renglón seguido, compartirlas por aquí. Pero para eso me reservo el derecho a publicar un libro con todas las entrevistas a músicos, incluyendo las inéditas, que también se me empiezan a acumular.

También me tocó entrevistar a Paz Padilla, obviamente, no para la This is Rock...


Antes de pasar a la última parte de esta entrada, sí que me gustaría señalar un aspecto un tanto frustrante del periodismo musical y que me ha hecho prometerme bajar el ritmo de las colaboraciones de aquí en adelante.

Llevo casi 10 años colaborando con This is Rock, la cual lleva publicándose unos cuantos añitos más. He entrevistado a casi toda la gente que alguna vez he querido entrevistar – y, lo reconozco, también a músicos que no me atraían especialmente -, entre los que se encuentran algunos de los artistas más importantes del Rock. Paul Weller, Ian Anderson (en dos ocasiones, aunque por algún motivo siempre pienso que ha sido sólo una), Mike Oldfield ¡El puto Mike Oldfield! Steven Wilson (también un par de veces), Tony Levin, Steve Gadd… me gustaría tener “una audiencia” con Bruce Springsteen, pero Little Steven me ha llamado por teléfono. No es moco de pavo, joder.

Aún así, cuando viene un artista de una cierta talla a nuestro país, todo son problemas, incluso cuando la entrevista es idea de los propios promotores / mánagers / representante español de la discográfica. Parece mentira, pero mientras más tecnificado está el mundo, más parece que se agarran algunas personas a las viejas costumbres. Supongo que está relacionado con que no se demuestre lo prescindible de algunos trabajos si se eliminaran ciertos filtros. Es simplemente ridícula la cantidad de maniobras que hay que hacer para que a un músico al otro lado del atlántico le encaje una conversación con un redactor. En fin…

Pero ya con los conciertos es cuando la cosa es de traca, como la música en directo se ha revalorizado en los últimos años – por culpa de las descargas, el streaming y blablabla… , da la impresión de que hacer fotos o cubrir un show en particular fuese un favor que te hacen los promotores. Ya es bastante malo que te hagan dejar la cámara en el coche o en el guardarropa, cosas que lo único que consiguen es que a uno se le quiten las ganas de cubrir nada. Pero aún es peor cuando el trato antes de empezar el concierto intenta dar la impresión de que todo es una maniobra militar en la que una paso en falso supondría la expulsión del recinto. Es un puto concierto, si me citan a una hora en la puerta estaré allí, y si no estoy, si tan importante es todo, que dejen a alguien en la puerta con un pinganillo y ya mandará al rezagado por dónde haga falta. No creo que “por error” nadie se vaya a meter en el camerino de Bono.

En fin. Esa es la pataleta con espuma en la boca. Pasemos a algo más divertido.

COSAS QUE ME HAN GUSTADO ÚLTIMAMENTE

He llamado a esta entrada “¡Cosas!” porque era el nombre de una de mis (lamentablemente desaparecidas) secciones más amadas de El Corte Inglés. “Cosas” era una forma amable de decir “chuminadas”, ya saben, latas de Coca-cola que se movían con la música, lápices con una cabeza – melena incluida – de león en dónde tendría que haber estado una goma de borrar, cuadernos con páginas perfumadas. Vamos, el relevo que parece haber tomado el Tiger.



Pero la primera cosa que quiero destacar tiene una relevancia y una profundidad mucho mayor que esos artículos. Hablo de “Lejos de aquí”, 800 páginas – 18.000 para mi móvil con Kindle, ya saben, ojos de gato de escayola -, sobre Jose Luis Manzano, Eloy de la Iglesia, el cine español, la transición…

Supe del volumen a través de la entrevista que se le hizo al autor, Eduardo Fuembuena, en el podcast de “Aqui vale todo”, y tuve claro que era un libro que HABÍA que leer. Después de adquirir la versión electrónica – aún no se había lanzado la segunda edición en papel -, me reafirmo en esa opinión. No obstante, y por decirlo de alguna forma, no es “una historia bonita”, sino que se parece a una de esas bebidas que deja un regusto amargo en la boca, ah, el juego metarreferencial…

El autor define “Lejos de aquí” como un “Libro Total” y no le falta razón. No es solamente una narración de la trayectoria vital y cinematográfica de un director, de su actor fetiche y de algunas de las personas que pasaron por sus vidas. Fuembuena, con una precisión casi quirúrgica, hace un corte en nuestra visión de la España que murió con Franco al tiempo que narra la cara B de este, nuestro país, antes de que llegaran los fastos del 92.

Ahora bien, como buen “Libro Total” que intenta englobar aspectos vitales, sociales, que se transforma en trabajo de ficción a la hora de rellenar los diálogos internos de algunos de los protagonistas de la historia, “Lejos de aquí” tiene momentos que no interesarán a todos los lectores, que incomodarán a otros o – como en mi caso – puede que les saque totalmente de la narración. Pero aún así, recomiendo encarecidamente su lectura.

De hecho, uno de los artículos que iba a escribir para el blog era una reseña de “Lejos de aquí”, pero se me estaba haciendo tan larga como el libro y, en el fondo, estaba haciendo más un resumen que una crítica de la obra. Al final se volvió tan absurdo que decidí que fuera absorbida en esta entrada, porque total, he contado más o menos lo mismo.

Pasamos ahora a… ¡Blogs! Como todo el mundo ya sabe a estas alturas, uno de mis blogs de cabecera es “Vicisitud y Sordidez” que me sigue dando buenos ratos… cuando lo actualizan. Tampoco hace falta ser un “palmero de Paco Fox” - ah, Curious Cat, qué buenos ratos nos das -, para saber que VyS no sigue su ritmo anterior porque… pues por motivos muy parecidos a los que provocan los diversos frenazos de “El coche perfecto”. Esto es, LA VIDA. Eso sí, al menos ellos tienen unos colaboradores de los que echar mano cuando los autores principales no pueden hacerse cargo.

Aunque claro, yo tampoco voy a dejar que ningún manazas se acerca a mi bitácora, a saber qué iban a escribir, y además, tampoco he tenido aquí una línea tan clara como para que la pudiera continuar otra persona. Eso engarza con otro blog de descubrimiento más reciente que hace que me descojone cada vez que lo leo.

Con el autor de “Eltipo de la brocha” comparto varias filias y fóbias, la más alarmante, como se pueden imaginar, es la necesidad de adquirir todo aquello que se publique sobre “Los Masters del Universo”. Sí, eso incluyen los cómics del crossover entre He-man y los suyos con personajes del universo DC. Al menos, El tipo de la Brocha es más divertido a la hora de explicar dicha fijación, es muy divertido, sobre todo porque consigue muy bien esa captar esa sensación que sólo es equiparable a la culpabilidad que le recorre a un católico después de masturbarse: “¿Por qué lo he hecho? ¿Por qué tenía que comprar otro tebeo absurdo sólo porque sale Skeletor?” O algo así.

So sexy...


Hablemos de música. Como era de esperar, uno de mis álbumes favoritos del año pasado fue “To the bone”, de Steven Wilson. El disco levantó no pocas protestas por parte de los fans de Porcupine Tree porque pensaban que el pope del Progresivo se había vuelto comercial. Entiendo que haya gente para la cual Wilson y su ex-banda llegaron al mundo con “In absentia”, (2002), pero el pobre Steven lleva revindicando su pasión por la canción pop desde ese gran duplo que fueron “Stupid Dream” (1999) y “Lightbulb Sun” (2000). Qué le vamos a hacer.

Fui al concierto de Madrid en el Palacio de Deportes / Wizink Center / Comocoñosevayaallamar y mi reseña (con foto) se puede encontrar en la This is Rock de Marzo. Aunque se vio ligeramente recortada en su publicación final, podéis pillar la idea de me pareció un gran concierto, si bien no tuvo la magia de otras veces. Definitivamente, Wilson merece recintos mejores que La Riviera – algo que también se podría decir de Bryan Ferry, Paul Weller, Yes, King Crimson, Transatlantic o de buena parte de los artistas que he visto en esa “sala” - pero las cavernosas dimensiones del Palacio hacen que su show parezca demasiado pequeño.



Una cosa que también me pareció un poco absurda fue el discurso de “auto justifiación” antes de tocar “Permanating”. Esto es, la canción más descaradamente inspirada en los suecos Abba de su último disco, vamos, que podéis cantar “Mamma mía” sobre el estribillo y quedaría de puta madre. Me pareció totalmente innecesario esto de poner “la venda antes que la herida”, hablando de las bondades del pop, pero supongo que Steven querría romper el tono un tanto frío de una noche que, estoy bastante seguro, no pasará a la historia de su carrera.



Una cosa que me encantó fue que durante “Song of I” - la canción con los arreglos más zeppelianos de la noche – el guitarrista Alex Hutchings se encargó de tocar su instrumento de un arco de violín al más puro estilo Jimmy Page, ese tipo de detalles chorras siempre están bien.

Podría hablar de más discos pero, quizás para otra entrada, del mismo modo que podría meterme a fondo en polémicas sobre “Los ultimos jedis”, sobre por qué las películas del Universo Cinematográfico de Marvel funcionan y las de DC no. O sobre por qué el cine de autor aún no se ha muerto, sobre las películas o series que he visto en Amazon Prime (porque Netflix y HBO son para el vulgo) y etc, etc... Todo ha su debido tiempo.

De mientras, sólo decir que en este episodio del podcast "Tiempo de Culto se dice" – y de una forma mucho más elocuente de lo que yo podría -, todo lo que se me ocurre decir sobre el tema Star Wars.

Ahora bien, compré – sí, han leído correctamente, “comprar” - “Batman V (¿versus?) Superman” para vérmela durante mi trayecto en el AVE y… joder, me sigue pareciendo totalmente defendible ¿Qué me pasa doctor?

En breve – para los promedios de este blog – más y mejor. Demonios, empezaré con mi experiencia con Amazon Prime.


Avisados quedan.