jueves, 16 de octubre de 2014

PEQUEÑAS COSAS QUE MERECEN LA PENA (1ª PARTE)




Advertencia: Es muy probable que al leer el post de hoy, crean que me he comido a Paulo Coelho, Spencer Johnson y a Wayne Dyer en una posible cena de auto ayuda, auto afirmación y auto papanatismo, o que me he dispuesto a transformar este bitácora en el anti “La realidad estupefaciente”. Nada más lejos de mi intención, pero todos tenemos nuestros momentos de ilusionarnos de manera absurda... y lo mejor es que el mes que viene habrá otro.

Otros mundos, pero están en este.

Por si se lo preguntan (y si no se lo preguntan, mala suerte, ya se lo digo yo): el concierto que anuncie en la entrada anterior fue musicalmente muy bien, y de público... digamos que aún queda UN POCO (pero muy poco, eh) para llenar Wembley, todo se andará...





Pero ahora vamos a la parte del artículo que les va a provocar arcadas.

Bien, cuando el gran Pat Metheny estaba en los últimos compases de su concierto, haciéndonos volar, él solito, con su manejo de las seis cuerdas, me vino la siguiente reflexión: “Ahí fuera existe un mundo lleno de desahucios, paro, enfermedades y dramas en la vidas de cada uno, pero ahora mismo, en este momento, ese mundo se ha detenido”.


Esa es la magia – a falta de una palabra menos “etérea” - de la música, no elimina las desgracias del mundo, pero las hace un poco más llevaderas. O, tal y como se decía Robert Wyatt a sí mismo en sus momentos más bajos, “al menos existe el jazz”.

Como ya hemos explicado aquí en alguna que otra ocasión, aunque a veces nos parezca que la música ofrece una vida mejor que la vida real (una afirmación muy de Robert Fripp), a última hora, la vida no imita tanto al arte como para ser sustituida por este. En otras palabras, la música es genial, pero no se puede vivir sólo de ella, es como esa gente que dice que les gustaría vivir sin responsabilidades, obviando el hecho de que las responsabilidades suelen evitar que nos transformemos en capullos integrales.

Y en el mundo de la música, sobre todo cuando has conquistado el éxito, es muy fácil transformarse en un capullo integral.

Afortunadamente, no me he encontrado ninguno.

A lo que ustedes podrían responder: “Bueno Fran, la mayor parte de los músicos que sueles entrevistar no los conoce nadie, así que tampoco tiene tanto mérito”. Bueno, vale, pero todo es relativo, y el éxito aún más. Puede que Tony Banks no sea una supermegaestrella pero ha formado parte esencial de uno de los grupos – obviamente, para mí el más – destacables de la historia de la música.

Dicho esto, ni Mike Oldfield – de quien creo que muy poca gente podrá discutir que es una supermegaestrella, o al menos lo ha sido, si bien una no muy convencional - ni Ian Anderson (idem de idem), resultaron capullos integrales. Aunque tampoco puedo fardar de que fuesen entrevistas en las que todo fue como la seda. Una cosa es no ser imbécil y otra muy distinta es pretender que tu interlocutor se vuelva tu mejor amigo durante el transcurso de la entrevista.

Pero hay ocasiones en las que consigues una extraña conexión, en la que te permites el lujo de descubrir que la gente a la que admiras, a su vez admira a otra gente que tú también consideras genios, que comparte tu punto de vista sobre algunas cosas y que, para colmo, se permiten el lujo de contarte chistes o de decirte al final de la conversación que les ha encantado hablar contigo. Lo cual nos lleva a...



Jackson Browne

A veces la gente me salta con cosas como “anda mira, pues qué raro que no conozcas a este grupo, tú que sabes tanto de música”. Entonces, tengo que explicarles que la parcela de la que me suelo ocupar en This is Rock – progresivo y aledaños -, es una fracción mínima del mundillo. Que hay tal cantidad de géneros y subgéneros que es imposible seguir la pista a tantas corrientes.


Ahora bien, hay ciertos nombres que, creo yo, todo el mundo debería conocer, y Jackson Browne es uno de ellos. Vale, no todo el mundo tiene por qué fliparlo con los cantautores surgidos de la escena californiana de los 70, por mucho que James Taylor o Carole King hayan dado algunas de las canciones que más se tararean en el mundo. Pero hablamos de un señor que tuvo mucha mano en componer algunos de los temas más conocidos de The Eagles, y por ahí sí que deberían entrar en situación muchos aficionados a la música.







Browne no es sólo un gran cantante y compositor, un perfeccionista como sólo alguien de su talla puede serlo, sino una persona con quien se puede discutir de lo divino y lo humano (como se suele decir), y durante nuestra conversación tratamos de muchos temas que han acabado en la entrevista publicada en el This is Rock de este mes: tocar con Nico en Nueva York a finales de los 60, el control de armas en los Estados Unidos, ser producido por Jon Landau...y Woody Guthrie. Y este último tema es particularmente importante para la entrada de hoy.

Algunos de ustedes conocerán a Guthrie por su famosa pegatina “esta maquina mata fascistas” que solía lucir su guitarra, o por ser uno de los primeros cantautores protesta estadounidenses – coetáneo del quizás más conocido ahora, Pete Seeger -, o por servir de inspiración a un Bob Dylan primerizo.

Pero además de todo eso, Guthrie escribió una novela, “House of earth”, publicada finalmente en este 2014, con edición y prólogo a cargo del historiador Douglas Brinkley y Johnny Depp. Sí, ESE Johnny Depp, recordemos que vuestro pirata favorito antes de actor quería ser músico y que su apoyo a músicos con una fuerte carga política queda patente, por ejemplo, en sus apariciones del documental sobre Joe Strummer.

El tema de Guthrie surgió durante la charla con Browne porque este ha puesto música a uno de los textos del cantautor para su último disco, el tema en particular se llama “You know the night” y deberían ustedes escucharlo porque es una preciosidad. Pero no sólo eso, sino que existe una versión de 15 minutos (!!!) que de hecho mencionamos en la entrevista y que se puede encontrar en un disco tributo a Woody.

Browne quedó tan contento con la conversación - telefónica debo especificar, aunque llamó el propio músico...¡la primera vez una hora antes de lo previsto! - que me pidió mi correo para mandarme un mp3 de la toma larga de “You know the night”, y no sólo eso, sino que incluso me preguntó también mi dirección postal para mandarme un copia de “House of earth” a casa, porque “creo que con tu nivel de inglés no tendrás problemas para entender el texto”. Sí, a estas alturas, el pecho de Fran estaba muy muy hinchado.

Lástima que el filtro anti-spam de cierto servidor de correo decidiera que tanto los mensajes de Browne como de su asistente merecían estar en la carpeta de “No deseado”... Una vez más, gracias Microsoft, después os preguntaréis por qué la gente os tiene manía.

Os podéis imaginar los estados por los que pasé durante esos días: primero ilusión por lo bien que había ido la entrevista, después decepción porque el correo de Browne no llegaba – sí, comportándome como una groupie despechada -, y después impresionado porque no sólo Jackson (mi nuevo supercolega Jackson, ya saben) había escrito, sino que encima le pidió a su asistente personal que repitiese la operación de pedirme mis señas.

Tres semanas después llegó un paquete de California, conteniendo el libro, una copia de la reseña en el New York Review (que, curiosamente, no termina de dejar bien del todo al libro) y una tarjeta de esas, que, aparentemente tiene el señor Browne para cuando manda un regalo. Fran era un conejito muy feliz.



Lo más gracioso es que, durante las tres semanas que tardó en llegar el paquete, recordé que el libro, de hecho, estaba editado en España y que, para colmo, ya había leído una reseña en un periódico. No se puede estar en todo ¿Saben? Como el ejemplar que me envió Browne lo pienso tener como oro en paño, y a pesar de que, efectivamente, yo leo bastantes cosas en inglés, pues me he hecho con la edición de Anagrama.

Pero toda esta perorata es para decir que, de vez en cuando, en mundos como el “real” o “el de la música”, existen muchos obstáculos, muchas tonterías. Te tienes que enfrentar a excusas, malentendidos, o las desgracias que mencioné anteriormente, pero también sucedes pequeñas cosas que ayudan a que lo que uno hace, por poco impacto que tengan en el Gran Esquema de Las Cosas, merezcan la pena. No es que una leyenda de la música (algo que para mí Browne sin duda era antes de la entrevista) te regale un libro, bueno, sí, pero no es el regalo, es el gesto. Por supuesto, en la vida pasan muchas más cosas buenas y positivas, pero ésta se sale UN POCO de lo normal. Y me encanta. Por cierto, no dejen de pegarle una escucha al “Standing in the breach”, porque es un discazo.



Empyrium

Me encantaría quedar como un incansable investigador de músicas, pero me temo que en ocasiones los discos llegan a mí, primero, porque la discográfica los manda a la revista, el director hace una criba por géneros y lo distribuye entre los distintos “especialistas”. Eso no quiere decir que reseñe todo lo que cae en mis manos, más que nada porque entonces no haría otra cosa y porque hay casos en los que hay disqueras que se centran en un estilo en particular del que no soy especial conocedor ni fan.


Pero a veces te llevas sorpresas y alegrías, “The turn of the tides”, lo nuevo de los alemanes Empyrium es una de ellas, una obra a la que la etiqueta "folk metal épico" no le va

a la zaga, que ya reseñé en el ejemplar del mes pasado y no puedo dejar de recomendarla. Por si fuera poco, su lider, Markus Stock, es un germano con la cabeza en su sitio, como espero que quede patente en la entrevista. En otras palabras ¡Compren! ¡Compren! ¡Compren!

The sixxis


A veces uno escucha a un grupo por primera vez y se dice “esto va a se grande”. A mí me ha ocurrido – y he acertado – en un par de ocasiones, una fue con Porcupine Tree y la otra al ver el video de “Sugar” de System of a Down en el Friday Night Rock Show de Vh1, presentado por el inigualable Tommy Vance.

The Sixxis el año pasado en la Joy Eslava


No sé si a The Sixxis les sucederá lo mismo, pero sin duda fue emocionante verlos telonear a The Winery Dogs en la Joy Eslava el año pasado y sentir cómo se iban ganando al público tema a tema. Aunque su vocalista, Vladdy Iskhavov, resultó ser un poco más serio de lo que yo esperaba, tuvimos oportunidad de analizar su corta pero intensa carrera.

Neal Morse

Más coincidencias. Cuando hablé por última vez con Morse – de cara a la promoción de “Kaleidoscope” de Transatlantic -, le comenté que me gustaría que hiciese otro disco como sus dos primeros álbumes en solitario - “Neal Morse” (1999) e “It's not too late” (2002) -, esto es, grabaciones en las que se concentraba en canciones cortas de buen pop.


Y justamente, a eso se había dedicó durante el mes en el que se concentraron las entrevistas, por eso ahora tenemos “Songs from November”, repleto de temas que dejan atrás (al menos momentáneamente), el progresivo épico. Aunque, tal y como explico en la entrevista, Morse a veces hace las cosas un poco difíciles – por el hecho de ser demasiado bueno, imagínense -, creo que habrá algunas cosas que les agradará saber sobre uno de mis compositores favoritos.

Pues por ahora fin de la primera parte, mientras llega la segunda, yo voy a dedicarme a leer el libro que me ha recomendado Jackson Browne. Ya lo sé, queréis ser tan guays como yo, y si os esforzáis, puede que algún día lo logréis... ¡Que no hombre, que no, que es broma! Bueno, casi. Ah, y todos los enlaces que jalonan esta entrada, (que no están en el texto, quiero decir, bueno, salvo Morse que ya se reseñó el mes pasado) son una vez más, adelantos de las cosas que reseño en la sección de criticas del ejemplar de este mes. Por si acaso...

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