Advertencia:
Es muy probable que al leer el
post de hoy, crean que me he comido a Paulo Coelho, Spencer Johnson y
a Wayne Dyer en una posible cena de auto ayuda, auto afirmación y
auto papanatismo, o que me he dispuesto a transformar este bitácora
en el anti “La realidad estupefaciente”. Nada más lejos de mi
intención, pero todos tenemos nuestros momentos de ilusionarnos de
manera absurda... y lo mejor es que el mes que viene habrá otro.
Otros
mundos, pero están en este.
Por
si se lo preguntan (y si no se lo preguntan, mala suerte, ya se lo
digo yo): el concierto que anuncie en la entrada anterior fue
musicalmente muy bien, y de público... digamos que aún queda UN
POCO (pero muy poco, eh) para llenar Wembley, todo se andará...
Pero
ahora vamos a la parte del artículo que les va a provocar arcadas.
Bien,
cuando el gran Pat Metheny estaba en los últimos compases de su
concierto, haciéndonos volar, él solito, con su manejo de las seis
cuerdas, me vino la siguiente reflexión: “Ahí fuera existe un
mundo lleno de desahucios, paro, enfermedades y dramas en la vidas de
cada uno, pero ahora mismo, en este momento, ese mundo se ha
detenido”.
Esa
es la magia – a falta de una palabra menos “etérea” - de la
música, no elimina las desgracias del mundo, pero las hace un poco
más llevaderas. O, tal y como se decía Robert Wyatt a sí mismo en
sus momentos más bajos, “al menos existe el jazz”.
Como
ya hemos explicado aquí en alguna que otra ocasión, aunque a veces
nos parezca que la música ofrece una vida mejor que la vida real
(una afirmación muy de Robert Fripp), a última hora, la vida no
imita tanto al arte como para ser sustituida por este. En otras
palabras, la música es genial, pero no se puede vivir sólo de ella,
es como esa gente que dice que les gustaría vivir sin
responsabilidades, obviando el hecho de que las responsabilidades
suelen evitar que nos transformemos en capullos integrales.
Y
en el mundo de la música, sobre todo cuando has conquistado el
éxito, es muy fácil transformarse en un capullo integral.
Afortunadamente,
no me he encontrado ninguno.
A
lo que ustedes podrían responder: “Bueno Fran, la mayor parte de
los músicos que sueles entrevistar no los conoce nadie, así que
tampoco tiene tanto mérito”. Bueno, vale, pero todo es
relativo, y el éxito aún más. Puede que Tony Banks no sea una
supermegaestrella pero ha formado parte esencial de uno de los grupos
– obviamente, para mí el más – destacables de la historia de la
música.
Dicho
esto, ni Mike Oldfield – de quien creo que muy poca gente podrá
discutir que es una supermegaestrella, o al menos lo ha sido, si bien
una no muy convencional - ni Ian Anderson (idem de idem), resultaron
capullos integrales. Aunque tampoco puedo fardar de que fuesen
entrevistas en las que todo fue como la seda. Una cosa es no ser
imbécil y otra muy distinta es pretender que tu interlocutor se
vuelva tu mejor amigo durante el transcurso de la entrevista.
Pero
hay ocasiones en las que consigues una extraña conexión, en la que
te permites el lujo de descubrir que la gente a la que admiras, a su
vez admira a otra gente que tú también consideras genios, que
comparte tu punto de vista sobre algunas cosas y que, para colmo, se
permiten el lujo de contarte chistes o de decirte al final de la
conversación que les ha encantado hablar contigo. Lo cual nos lleva
a...
Jackson
Browne
A
veces la gente me salta con cosas como “anda mira, pues qué raro
que no conozcas a este grupo, tú que sabes tanto de música”.
Entonces, tengo que explicarles que la parcela de la que me suelo
ocupar en This is Rock – progresivo y aledaños -, es una fracción
mínima del mundillo. Que hay tal cantidad de géneros y subgéneros
que es imposible seguir la pista a tantas corrientes.
Ahora
bien, hay ciertos nombres que, creo yo, todo el mundo debería
conocer, y Jackson Browne es uno de ellos. Vale, no todo el mundo
tiene por qué fliparlo con los cantautores surgidos de la escena
californiana de los 70, por mucho que James Taylor o Carole King
hayan dado algunas de las canciones que más se tararean en el mundo.
Pero hablamos de un señor que tuvo mucha mano en componer algunos de
los temas más conocidos de The Eagles, y por ahí sí que deberían
entrar en situación muchos aficionados a la música.
Browne
no es sólo un gran cantante y compositor, un perfeccionista como
sólo alguien de su talla puede serlo, sino una persona con quien se
puede discutir de lo divino y lo humano (como se suele decir), y
durante nuestra conversación tratamos de muchos temas que han
acabado en la entrevista publicada en el This is Rock de este mes:
tocar con Nico en Nueva York a finales de los 60, el control de armas
en los Estados Unidos, ser producido por Jon Landau...y Woody
Guthrie. Y este último tema es particularmente importante para la
entrada de hoy.
Algunos
de ustedes conocerán a Guthrie por su famosa pegatina “esta
maquina mata fascistas” que solía lucir su guitarra, o por ser uno
de los primeros cantautores protesta estadounidenses – coetáneo
del quizás más conocido ahora, Pete Seeger -, o por servir de
inspiración a un Bob Dylan primerizo.
Pero
además de todo eso, Guthrie escribió una novela, “House of
earth”, publicada finalmente en este 2014, con edición y prólogo
a cargo del historiador Douglas Brinkley y Johnny Depp. Sí, ESE
Johnny Depp, recordemos que vuestro pirata favorito antes de actor
quería ser músico y que su apoyo a músicos con una fuerte carga
política queda patente, por ejemplo, en sus apariciones del
documental sobre Joe Strummer.
El
tema de Guthrie surgió durante la charla con Browne porque este ha
puesto música a uno de los textos del cantautor para su último
disco, el tema en particular se llama “You know the night” y
deberían ustedes escucharlo porque es una preciosidad. Pero no sólo
eso, sino que existe una versión de 15 minutos (!!!) que de hecho
mencionamos en la entrevista y que se puede encontrar en un disco tributo a Woody.
Browne
quedó tan contento con la conversación - telefónica debo especificar, aunque llamó el propio músico...¡la primera vez una hora antes de lo previsto! - que me pidió mi correo para
mandarme un mp3 de la toma larga de “You know the night”, y no
sólo eso, sino que incluso me preguntó también mi dirección
postal para mandarme un copia de “House of earth” a casa, porque
“creo que con tu nivel de inglés no tendrás problemas para
entender el texto”. Sí, a estas alturas, el pecho de Fran estaba
muy muy hinchado.
Lástima
que el filtro anti-spam de cierto servidor de correo decidiera que
tanto los mensajes de Browne como de su asistente merecían estar en
la carpeta de “No deseado”... Una vez más, gracias Microsoft,
después os preguntaréis por qué la gente os tiene manía.
Os
podéis imaginar los estados por los que pasé durante esos días:
primero ilusión por lo bien que había ido la entrevista, después
decepción porque el correo de Browne no llegaba – sí,
comportándome como una groupie despechada -, y después impresionado
porque no sólo Jackson (mi nuevo supercolega Jackson, ya saben)
había escrito, sino que encima le pidió a su asistente personal que
repitiese la operación de pedirme mis señas.
Tres
semanas después llegó un paquete de California, conteniendo el
libro, una copia de la reseña en el New York Review (que, curiosamente, no termina de dejar bien del todo al libro) y una tarjeta de
esas, que, aparentemente tiene el señor Browne para cuando manda un
regalo. Fran era un conejito muy feliz.
Lo
más gracioso es que, durante las tres semanas que tardó en llegar
el paquete, recordé que el libro, de hecho, estaba editado en España
y que, para colmo, ya había leído una reseña en un periódico. No
se puede estar en todo ¿Saben? Como el ejemplar que me envió
Browne lo pienso tener como oro en paño, y a pesar de que,
efectivamente, yo leo bastantes cosas en inglés, pues me he hecho
con la edición de Anagrama.
Pero
toda esta perorata es para decir que, de vez en cuando, en mundos
como el “real” o “el de la música”, existen muchos
obstáculos, muchas tonterías. Te tienes que enfrentar a excusas,
malentendidos, o las desgracias que mencioné anteriormente, pero
también sucedes pequeñas cosas que ayudan a que lo que uno
hace, por poco impacto que tengan en el Gran Esquema de Las Cosas,
merezcan la pena. No es que una leyenda de la música (algo que para
mí Browne sin duda era antes de la entrevista) te regale un libro,
bueno, sí, pero no es el regalo, es el gesto. Por supuesto, en la
vida pasan muchas más cosas buenas y positivas, pero ésta se sale UN
POCO de lo normal. Y me encanta. Por cierto, no dejen de pegarle una
escucha al “Standing in the breach”, porque es un discazo.
Empyrium
Me
encantaría quedar como un incansable investigador de músicas, pero
me temo que en ocasiones los discos llegan a mí, primero, porque la
discográfica los manda a la revista, el director hace una criba por
géneros y lo distribuye entre los distintos “especialistas”. Eso
no quiere decir que reseñe todo lo que cae en mis manos, más que
nada porque entonces no haría otra cosa y porque hay casos en los
que hay disqueras que se centran en un estilo en particular del que
no soy especial conocedor ni fan.
Pero
a veces te llevas sorpresas y alegrías, “The turn of the tides”,
lo nuevo de los alemanes Empyrium es una de ellas, una obra a la que la etiqueta "folk metal épico" no le va
The
sixxis
A
veces uno escucha a un grupo por primera vez y se dice “esto va a
se grande”. A mí me ha ocurrido – y he acertado – en un par de
ocasiones, una fue con Porcupine Tree y la otra al ver el video de
“Sugar” de System of a Down en el Friday Night Rock Show de
Vh1, presentado por el inigualable Tommy Vance.
The Sixxis el año pasado en la Joy Eslava |
No
sé si a The Sixxis les sucederá lo mismo, pero sin duda fue
emocionante verlos telonear a The Winery Dogs en la Joy Eslava el año
pasado y sentir cómo se iban ganando al público tema a tema. Aunque
su vocalista, Vladdy Iskhavov, resultó ser un poco más serio de lo
que yo esperaba, tuvimos oportunidad de analizar su corta pero
intensa carrera.
Neal
Morse
Más
coincidencias. Cuando hablé por última vez con Morse – de cara a
la promoción de “Kaleidoscope” de Transatlantic -, le comenté
que me gustaría que hiciese otro disco como sus dos primeros álbumes
en solitario - “Neal Morse” (1999) e “It's not too late” (2002) -, esto es,
grabaciones en las que se concentraba en canciones cortas de buen
pop.
Y
justamente, a eso se había dedicó durante el mes en el que se
concentraron las entrevistas, por eso ahora tenemos “Songs from
November”, repleto de temas que dejan atrás (al menos
momentáneamente), el progresivo épico. Aunque, tal y como explico
en la entrevista, Morse a veces hace las cosas un poco difíciles –
por el hecho de ser demasiado bueno, imagínense -, creo que habrá
algunas cosas que les agradará saber sobre uno de mis compositores
favoritos.
Pues
por ahora fin de la primera parte, mientras llega la segunda, yo voy
a dedicarme a leer el libro que me ha recomendado Jackson Browne. Ya
lo sé, queréis ser tan guays como yo, y si os esforzáis, puede que
algún día lo logréis... ¡Que no hombre, que no, que es broma!
Bueno, casi. Ah, y todos los enlaces que jalonan esta entrada, (que no están en el texto, quiero decir, bueno, salvo Morse que ya se reseñó el mes pasado) son una vez más, adelantos de las cosas que reseño en la sección de criticas del ejemplar de este mes. Por si acaso...
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