miércoles, 3 de octubre de 2012

LOS LUGARTENIENTES MALVADOS EN LAS SERIES DE ANIMACIÓN BASADAS EN FIGURAS ARTICULADAS DE LOS OCHENTA: DESTRO, STARSCREAM O EVIL -LYNN: UN ARTÍCULO FREAK

De lo que estamos hablando...


Hoy el blog se pliega sobre su propio friquismo en una pirueta sin red sobre las estalactitas de la vergüenza, propia y ajena. Orgullosamente.

Tengan en cuenta una cosa: la base de esta entrada es un comentario que me realizó un amigo sobre este mismo tema en otro blog, pero como no he sido capaz de encontrar dicho articulo, he decidido realizar mi propia versión de los hechos, porque yo lo valgo. Aunque si el hecho de plagiar otro bitácora no fuera lo bastante malo, encima se centra en uno de los temas mas queridos por los foreros, bloggers y post-humoristas: ¡los ochenta! Sí amigos, la década del Equipo A, McGyver y V. Dentro de nada me pondré a hacer chistes privados sobre lo difícil que es programar un vídeo. VHS o Betamax, quiero decir.

Por supuesto, como suele ser habitual, el punto de partida / central, no es más que una excusa para desarrollar otro montón de temas paralelos, así que mientras se retrotraen lentamente a los bocatas de Nocilla, los Phoskitos, o a Barrio Sésamo, déjenme explicarles los orígenes de los seres malvados cuyos nombres encabezan esta entrada.

Muñequitos violentos

Hoy en día, y desde hace muchos años, existe un debate mas bien vacuo sobre la violencia y los menores. Mas concretamente, de la violencia y los videojuegos, o los videojuegos y los menores, o el cine y la violencia, o el batir de las alas de una mariposa en Taiwan que provocan la muerte de una oruga en Plutón.

Por algún extraño motivo, la exposición de los menores al lenguaje soez, la sangre, y otros elementos de la vida real ha sido siempre un elemento de preocupación para padres o tutores con demasiado tiempo para sumar dos y dos, pero también con la capacidad de obtener casi siempre cinco coma tres periódico. Cuidado, no es que aquí aboguemos porque los niños se pongan a ver tetas y disparos a quemarropa desde la cuna, sino que se respeten las edades recomendadas para según qué obra, que para algo pedagogos y otros expertos se devanan las neuronas para ajustar sus clasificaciones.

De igual forma, estamos de acuerdo con la “tolerancia cero” a que los niños se pongan delante de una pantalla durante sus dos primeros años de vida, aunque eso les quite dos años de leer las glorias de este blog al que probablemente quedarán enganchados de por vida... o no. Y no me importa que no sepan leer, que por lo menos en este artículo hay fotos de muñecos... necesito público desesperadamente.

Como es normal, lo que los padres y tutores desean es que los niños vivan libres de traumas y problemas: sin acoso escolar, cicatrices por hacer el gorila en el patio de la escuela o depresión post-vacacional. Hasta donde yo llego a entender, probablemente los niños quieran lo mismo, aunque su terminología sea un poco mas cruda a la hora de describir lo que les sucede. Y supongo que a los adultos nos gustaría vivir sin mobbing, accidentes de tráfico o hipotecas estranguladoras.

Ergo, todos queremos cosas que son muy difíciles de conseguir, pero lo que parece quitar una piedra en el camino para los padres es prohibir el acceso de los menores a todo contenido violento, erótico-festivo o incluso pagano. Esto no me parece mal, cada padre tiene derecho a criar a sus hijos como desee, y evitar exponerlos a imágenes que los puedan traumatizar es una opción tan buena como cualquier otra. Un ejemplo de lo que se puede conseguir con esta actitud es que en grandes cadenas de comercio como Media-Markt, las películas clasificadas X tengan la portada cubierta, avisando únicamente de que, quien compre esa caja, se está llevando contenido para adultos. Teniendo en cuenta el diseño gráfico de algunos DVDs del género,es una medida que beneficia no solo a los menores, sino a buena parte de la humanidad.

Pero, como con casi todas las formas de censura (sin utilizarla como término peyorativo): ¿donde se pone el límite? ¿Qué pasa con las también escabrosas fotos que a veces adornan los films de terror? ¿Y los peligrosos escotes que anuncian mucha mas picardía (parezco sacado de un NO-DO) en largometrajes de corte “loca comedia juvenil americana”? Pues lo dicho, clasificación por edades y rezar porque los niños no se fijen.

Y ustedes dirán: "no es el padrino, pero...."


El problema con lo pornográfico y lo violento es que si está ahí fuera, alguien encontrará la forma de conseguirlo. Como muestra un botón: en la papelería cercana a mi instituto, - les hablo e mediados de los 90 - se vendían también revistas pornográficas. ¿Las podíamos comprar? No, pero tampoco era tan difícil que un día cualquiera, mientras los demás comprábamos chucherías, alguien robara un ejemplar de esas publicaciones. Y después fuera pasando entre los que habían ayudado en este peligroso crimen, merecedor de pena capital.

Igualmente, con Internet la cosa se ha complicado exponencialmente para los padres, ya que con una búsqueda en Google, cualquiera puede acceder a una buena cantidad de contenido para adultos. Y una buena cantidad de virus que se manifiestan como ventanas-anuncio imposibles de cerrar en las que te explican las bondades del Viagra (¿¿¿¿¿?????)

Estampa habitual


Finalmente, al igual que el alcohol, las drogas o el juego (por incluir una tercera posibilidad), los contenidos para mayores de 18 años están ahí fuera y eliminarlos no tiene mucho sentido porque hay gente que los demanda, muchos mayores de 18 años, por ejemplo. Tampoco podemos estar todo el día viendo “Sonrisas y Lagrimas”. Y ni siquiera eso tiene mucho sentido, porque hay nazis, monjas de moral raruna y un señor viudo.

Ahora bien, y a esto es a lo que quería llegar con esta parte: ¿Qué sucede con el material que se supone es para niños?

Hasbro y Mattel, dos compañías jugueteras estadounidenses, entendieron que al público infantil se les podía vender otra cosa, aparte de sets de química o juegos de mesa. Se les podían vender muñecos para que lucharan entre si. ¿Qué gracia tiene esto? Pues mucha, otra cosa no, pero ver violencia puede tener un efecto catártico sobre la gente, de la edad que sea. Pero la cuestión que se plantean no pocos es si ese efecto catártico no impulsa también su uso en la vida real.

La de casas que han explotado por hacer el tonto con esto... o no


Esto tiene sentido si nos atenemos al “aprendizaje vicario”, es decir, imitar una rutina o adoptar un hábito tras contemplarlo repetidamente. Siguiendo esa lógica, si vemos mucha violencia en la televisión, leemos cómics en los que la gente se dispara y golpea, o jugamos con figuras articuladas de soldados, lo mas probable es que acabemos siendo aspirantes a expresar nuestra desidia cual miembro de “El Club de la Lucha” (“Fight club”, David Fincher, 1999).

No le falta validez a este argumento, pero se desinfla en cuanto vemos que, teniendo en cuenta la clase de sociedad en la que vivimos, la gente no sale a la calle con un hacha entre las manos para dirimir sus diferencias. Igual que alguien fuma una vez y se pone tan malo que jura no probar el tabaco nunca mas, algunas personas no sienten ningún placer en meterse en tremebundas peleas de bar. Aunque también hay gente que se emborracha, se caga y mea encima, tras lo cual decide que tiene que hacerlo otra vez lo antes posible. Si, hablamos de Eric Clapton.

Si quieren mi opinión (y se la voy a dar de todas formas, puesto que este es mi bitácora), creo que lo mejor que puede hacer es observar a sus chavalines y advertirles de que las cosas no son así en la vida real, que los problemas no se solucionan con disparos (bueno, salvo aquellos que tienen que ver con zombies u otra gente de mal vivir) y que muchas de las cosas que ven en las películas de terror son ocurrencias de algún guionista flojo. Salvo cuando un grupo de amiguetes se va de camping y alguien se ausenta, no se sabe nada de él durante un tiempo y cuando vuelve, no parece el mismo. Eso pasa con bastante frecuencia.

Tanto Hasbro como Mattel terminaron con diseños en sus figuras que provocan un arqueamiento de cejas bastante pronunciado, visto con la perspectiva de los años. Aunque buena parte de la información que vamos a dar está diseminada en muchos artículos de blogs nostálgico-freak-ochenteros y en la wikipedia, vamos a intentar dar un repaso somero a las tres líneas que nos ocupan y cuya filosofía, una vez trasladada a las series de animación – y también en sus cómics, pero ya hablaremos de eso mas adelante – han sido el germen de esta entrada.

G.I. JOE

Con lo militar es muy fácil tener una relación ambivalente. Cuando somos pequeños nos impresiona la disciplina, el manejo de las armas y la decisión con la que acometen sus misiones. Cuando crecemos un poco y vemos cosas como “La chaqueta metálica”, nos asquea el lavado de cerebro por el que tienen que pasar los reclutas, las humillaciones y la robotización de la consciencia que los transforman en poco más que cáscaras de gran fortaleza física que cumplen las mas horrendas de las órdenes. Y nos gusta escribir en nuestras carpetas cosas como “¿Te imaginas que hay una guerra y no va nadie?”

Crecemos un poco más y vemos que también existen las misiones de paz, y que, al igual que los romanos en “La vida de Brian”, los militares son los únicos que pueden ir a algún lugar recóndito y abastecerlos de agua, comida y herramientas para crear infraestructuras, sin morir en el intento. O muriendo.

En otras palabras, entendemos que deben existir los ejércitos, pero desearíamos que no fueran necesarios.

En el caso de los Joe, pertenecen a la clase de fuerza militar que mas mola: un comando ultrasecreto , con una base aún más ultrasecreta que combate a un enemigo...¡si! ¡ultrasecreto! ¡Y cuyo principal apoyo es la ciudad de Springfield!

Como el Joker de “El caballero oscuro” (“The Dark Knight”, Cristopher Nolan, 2008), los buenos existen, prácticamente como contrapartida de sus contrarios, ya que su enfrentamiento habitual consiste en derrocar los planes para dominar el mundo de el Comando Cobra. No nos vamos a detener mucho en los buenos, porque, tal y como reza el título de esta entrada, queremos hablar de los “lugartenientes malvados”. Así que expliquemos un par de cosas, que, además se pueden aplicar a las otras series de figuras que vamos a nombrar mas adelante.

El hecho de elegir una serpiente como símbolo del mal es un recurso muy conveniente, ya que hunde sus raíces en la educación cristiana de buena parte de la población mundial. Por si esto no fuera suficiente, las cobras inoculan veneno en la victima cuando la muerden, entonces ¿Cómo de chungo debe ser un comando con ese nombre?

Pues very, very, pero que very chungo. Ahora bien, casi todos los datos que tenemos, tanto de los Joe como de los Cobra vienen de las interesantes fichas que se situaban en el reverso de la caja de cada figura. Por si esto no fuera suficiente, tanto Hasbro como Mattel entendían el concepto de marketing “360 grados”, mucho antes que los popes de la web 2.0. Las figuras no solo se venderían a través de dinámicos anuncios de televisión, sino también a través de series animadas, comics, e incluso...¡largometrajes de estreno en cines!

Del dramatis personae, y por gusto propio, me gustaría destacar a los siguientes:

Ojos de serpiente: El pistolero solitario, el Hogun, el torvo, el Lobezno, el Batman, ¡el ninja! El típico personaje silencioso del que no se sabe casi nada, con la graduación de comandante y capacidad de hacerlo casi todo por su cuenta. Sobra decir que era el favorito de muchos de nosotros cuando eramos pequeños.

Este muñeco mola más que tú, y lo sabes


Sombra: Ojos de serpiente era de los Joe y vestía de negro, Sombra iba de blanco y servia a Cobra. Toma ya contradicción para dejar a los chavales locuelos. El otro ninja de esta historia compartió adiestramiento con Ojos de Serpiente y guardan una serie de enfrentamientos personales del cual nadie tiene demasiada idea salvo el...

Permanente enfadado


Comandante Cobra: El jefe de los malos, resguardado detrás de una capucha o un casco con máscara traslúcida – o suponemos que hecha del mismo material que los ojos del traje de Spiderman, sino uno no comprende que no esté dándose de ostias cada dos por tres cuando se lo pone -, un hombre hecho a si mismo. El responsable de que la ciudad de Springfield haya recobrado la prosperidad – la línea político comercial que utiliza nunca se explica, lástima porque nos vendría muy bien en estos tiempos, o no -, y cuyo principal objetivo es dominar el mundo.

Así se las gasta


Doctor Comecocos: (no creo que hubiese mejores formas de traducir “Doctor Mindbender”, pero es que la adaptación española da a entender que el nombre original podría haber sido “Doctor Pacman”). Palabras mayores, atención, aquí el diseño de la figura tiene mas recursos que un juicio por desfalco: monóculo, bigotón y gabán recortado para dejar ver la musculatura (¿¿¿¿¿???) del personaje. Dentista que ha perdido la cabeza (¿¿¿???x2), vende sus conocimientos para el triunfo de Cobra y es...UN LUGARTENIENTE MALVADO.

Un científico loco prolífico y dentrífico


Destro: El hombre de la mascara de hierro (otro), el auténtico LUGARTENIENTE MALVADO por excelencia. Oculta su rostro por una tradición de la familia, la otra tradición de su clan ha sido siempre vender armas al mejor postor. Profundizarémos en su actitud mas adelante, al igual que con la...

En pose digna


Baronesa Cobra: Mantiene un tenso triángulo amoroso (o algo así) con el Comandante y Destro. Es, obviamente, otra LUGARTENIENTE MALVADA.

¿Siena Miller? No, no me suena...¿debería preocuparme? No, yo tampoco lo creo....


Crimson Guard: Ahh, permitame explayarme porque esta serie de soldados son de traca. Si los Joe molan por su secretismo (aunque en sus operaciones tengan la misma discreción que un globo aeroestático haciendo un aterrizaje forzoso en el Bernabeu), la “Guardía Carmesi” molan, no solo por tener un color tan progresivo. Sino porque su misión principal es la de instalarse en un vecindario normal, mientras se preparan para el día en que Cobra los reclame y hacer alguna de las suyas.

Si el uso de la cobra como imagen del mal era un recurso con fundamentos casi religiosos, el hecho de que cualquier vecino pueda ser miembro de una “guardia de color casi rojo” podría describirse como herencia de la paranoia anti-comunista de los años 50. Si a esto le sumamos el miedo – justificado, según algunas noticias – de que nuestro vecino pueda ser un monstruo sanguinario, entonces tenemos todos los ingredientes para crear al conspirador por excelencia.

Tu colega podría ser uno de ellos


Eso es, precisamente, lo que mas gracia me ha hecho siempre de la ficha de los Crimson, en la cual se afirmaba que, cualquier día, uno se podía encontrar con un uniforme carmesí en el armario de ese tipo tan simpático que vive en el chalé de enfrente. Por qué ibas a mirar en su armario es una cosa que prefiero dejar en el aire. ¿Alguien ha visto “Arlington Road”?

Uno de los capítulos mas – involuntariamente – graciosos a este respecto sucede en la adaptación al cómic de G.I. Joe, en la cual un Crimson Guard muere durante una misión y es sustituido por otro guardia, sustituido de la forma mas literal posible, ya que se instala en la misma casa, con la misma mujer y el mismo hijo del soldado muerto. Aquí es donde nos damos cuenta de que Cobra es una organización realmente terrible y que su departamento de Recursos Humanos es una especie de cruce entre el partido nazi y un comité stalinista. Lo que resulta aún mas epatante es que el “nuevo” padre de familia tiene la misma cara que su predecesor, pero su familia se da cuenta del engaño nada mas verlo, pero en la última viñeta de ese número, el guardia carmesí los introduce en la vivienda, en plan “no os preocupéis, no va a pasar nada, vamos a ser muy felices...”

Miedito.

Finalizando con los Joe, conviene recordar otro capítulo de capital importancia, a pesar de lo ridículo de la propuesta: Comecocos decide que hay que buscar los ADN de algunos de los mejores soldados-estrategas de la historia para crear al ejemplar Cobra definitivo, ¿quizás hubiera sido mejor clonar a alguna figuríta de “Imperio Cobra”? Si su plan no tuviera bastante con dejar “Parque Jurásico” a la altura de un experimento de colegio, la lista de “estrategas” es para mear y no echar gota, ya que se elijen personalidades lo bastante alejadas en el tiempo para no causar preguntas incómodas en los niños, a saber: Atila el Huno, Napoleón Bonaparte y Julio Cesar. Imagínense que hubieran buscado el ADN de Hitler, Franco y Vlad Tepes.

Al blog le queda muy poco para reventar de puro ochenterismo


El resultado final se llama “Serpentor” y, como es de esperar, está como una regadera, lucha a brazo partido con el Comandante Cobra por la supremacía dentro de la organización, como un político durante las primarias de su partido. Dando lugar a que, en cierto punto, el propio Comandante se transforma en un... LUGARTENIENTE MALVADO.

Sí, lo sé, podría haber escogido una imagen mas seria y amenazante, pero...


Transformers

Los robots gigantes molan, sobre todo porque le pueden plantar cara a Godzilla, King Kong o Gamera. En Japón lo saben muy bien, pero cuando se trata de vendérselos a los americanos – y por ende, al resto del mundo – combinarlos con la posible transformación en vehículos con ruedas es ya una solución infalible. Como ustedes ya sabrán, nuestros robots favoritos vienen del planeta Cybertron – donde, nos imaginamos, la gente se saluda con un buenrollista “¿Qué pasa tron”? -, el cual, arrasado por la guerra de los Autobots (los buenos) contra los Decepticons (los malos) es abandonado por ambas fuerzas, las cuales acaban recalando en nuestra tercera roca, contando desde el Sol.

Para pasar desapercibidos (¡¡¡jajajajajajajajaj!!!!!), los Transformers deciden transformarse en objetos propios de nuestro planeta... o eso dicen en la película de Michael Bay, porque ya me dirán ustedes lo discreto que es el caza en el que se transforma nuestro inefable Starscream... Realmente, la motivación por la cual estos mechas cambian su forma a la de un trailer, un escarabajo - ¿ven? ¡el blog sigue justificando su nombre! - o a un radiocassette importa poco, lo que hay que destacar es con los muñecos, los niños podían jugar a que los robots se daban hasta en el cielo de la boca, pero que a los cinco segundos (o lo que se tardase en “transformarlos”) podrían estar haciendo carreras de coches.

En el caso de los robots solo me voy a detener en tres personajes principales para explicar la dinámica de lo que viene después:

Optimus Prime: No confundir con “primus inter pares”, porque Optimus no tiene nada de “primero entre los iguales”, sino que es el jefe supremo de los Autobots, sus colores son el blanco, azul y rojo – bandera USA – y es el que se transforma, como ya hemos dejado caer antes, en un camión de esos que podría haber trasladado a Kit en cualquier capitulo de “El coche fantástico” - y ahora cruzo referencias ochenteras ¡qué virtuosismo! - una de las máximas señales del americano trabajador medio que transporta mercancías vitales a través de los desiertos de Colorado. O algo así. Es bueno, justo y nunca se equivoca. Es decir, cero carisma.

"¡Yo también tengo un lado oscuro"! Parece querer decír


Megatron: El tron que parte la pana entre los Decepticons, que para algo es Mega, como la consola de Sonic. Al igual que el Comandante Cobra, su misión en la vida es dominar el mundo. Ahora bien: ¿Qué mundo? ¿Cybertron? ¿La Tierra? ¿Krypton? Dependiendo de la fuente consultada – film, comic, serie animada – uno puede sacar sus propias conclusiones. Puede que quiera aprovechar los recursos de la tierra para volver a Cybertron, o puede que Cybertron ya no exista y quiera dominarnos a nosotros y así aprovechar los recursos de la tierra. O puede que a base de utilizar los recursos de Kryton, éste reventara, y por eso ahora quiere gastar los nuestros. Esto último probablemente no se corresponda con ninguna versión de la historia Transfomer.

Loser, pero digno


Starscream: El segundo de a bordo de los Decepticons, cuya principal misión es... dar por saco a Megatron. Ya ampliaremos su vida y obra en los párrafos referidos a la actitud general de los LUGARTENIENTES MALVADOS.

Encantado de apuñalarte por la espalda


Interludio: ROM

Antes de proseguir con la siguiente linea de muñecos, no puedo dejar de mencionar a un personaje que sirvió como complemento del comic, en su versión española, de los Transformers. Un “complemento” era una serie que no se consideraba con suficiente tirón individual como para lanzarla por su cuenta, y como los tebeos que se editaban aquí tenían 36 páginas – en contraste de las 24 que tenían en su edición americana original – servía como “relleno” en otra serie con mas ventas, o puede que para impulsar las mismas. Caso paradigmatico fue el de “La Masa / El increible Hulk” que durante una época sirvió de complemento para los superhéroes de Canadá, Alpha Flight.

Asimismo, Rom también era originalmente un muñeco, pero la línea argumental que se desarrolló para el mundo viñeteado era más trágica que la suma de Candy Candy, Love Story y el final de David el gnomo: La raza de “Los fantasmas”, ataca el planeta Galador – donde suponemos, manda Jose Luís Moreno – y diezma la población. Se les derrota pero huyen por un error de Rom, nuestro protagonista decide pasar su consciencia a un cuerpo Cyborg, dejando su “cascara humana” en animación suspendida hasta que regrese y poder ser humano (galardoniano) de nuevo, una vez que haya librado al universo de la amenaza de estas impías criaturas.

Sí, el dibujo es muy dramático, heroico y tal, pero en el fondo es un pupas y un llorica


Rom acaba, como no podía ser de otra manera, en suelo terráqueo, donde la lía parda nada mas llegar, ya que los fantasmas se han camuflado en nuestro planeta como seres humanos. El héroe cyborg hace pasar a muchas familias por el trauma de descubrir que algunos de sus miembros han sido suplantados por fantasmas espaciales, aunque no todo el mundo se le convence con la misma seguridad y ven en Rom un asesino. Al igual que los “Crimson guard”, el miedo a que cualquiera pueda ser un monstruo camuflado se podría ver como un resquemor de la paranoia anti-comunista, aunque teniendo en cuenta el rollo extraterrestre se podría enlazar aquí con el del argumento de la clásica “La invasión de los ultracuerpos”. (“Invasion of body snatchers”, Don Siegel, 1956)

La concatenación de catastróficas desdichas no se hace esperar, Rom ve cómo la gente es raptada por sus enemigos, los cuales eligen cada vez a víctimas más y más grimosas. Entre ellas un pobre niño cuyo secuestro y desaparición provoca tal ira en el héroe que en vez de mandarlos a la dimensión del Limbo – como solía hacer con su arma “El neutralizador” - decide matar a sus contrincantes... ¡a menos desnudas!

No solo eso, la que era su chica en Galador y que también optó por transformarse en cyborg justiciero, “Starshine”, muere en la tierra tras seguir la pista de su amado. Brandy Clark, humana que ha caído ante los encantos del caballero espacial (¿¿¿¿¿¿?????x10), se fusiona con el espiritu de “Starshine” tras visitar su tumba (dejen de reírse, coño, que esto es trágico) y se transforma en otro cyborg peleón.

Desconocemos si los guionistas de la serie disfrutaban de estos giros a lo Corín Tellado, o si la madre de Rom decidió pasar por debajo de una escalera mientras rompía un espejo con el tacón y con la otra pierna le pisaba la cola a un gato negro. La cuestión es que el Galardoniano pasa de penuria en penuria hasta su victoria final, volviendo a su planeta y dejando a Brandy a su suerte en el nuestro. Mediante ese deus ex machina que fue el personaje del Todopoderoso (nunca mejor dicho), la ex-guerrera consigue ir a Galador, suponemos que coge un rodillo de cocina, le canta las cuarenta a su... ¿ex? Y viven felices... mas o menos.

No podía dejar de mencionar a Rom porque su colección era el típico serial desesperante, ya que si Spiderman o el Capitán América podían en cualquier momento enfrentarse a cualquier cosa y sus aventuras impresas solo podían verse detenidas por escasas ventas, el de Galador solo debía – y podía – enfrentarse a sus fantasmas, aunque de vez en cuando aparecieran algunos personajes del universo Marvel – que prácticamente monopolizó las adaptaciones comiqueras de muñecos -, su objetivo final era el que era. Y uno no podía más que rezar porque fuera pronto, porque la cuenta de cadáveres, tristezas y melancolía agotaba la paciencia de cualquier aficionado.

Fin del interludio

He-man y los Masters del Universo

Famosa es la anécdota de que, originalmente, “He-man and the masters of the universe” iba a ser una línea de figuras basada en el universo de “Conan el bárbaro”, pero que en cierto punto, los de Mattel se dieron cuenta de que el cimmeriano era un poco putero y un poco asesino sin escrúpulos, así que se decidieron por un registro un poco más aseado. Aunque Roger Sweet - máximo responsable del diseño de estas figuras - dejó esa historia como una mera leyenda urbana, sobre todo después del éxito de la adaptación cinematográfica de John Milius, lo cierto es que tuvo que admitir que las imágenes del gigantesco Frank Franzetta sobre las historias de Ron E. Howard habían sido una fuerte influencia para crear al héroe de Greyskull.

Esto resulta aún mas interesante si tenemos en cuenta que el film dirigido por Ralph Bakshi, “Tigra, hielo y fuego” (Fire and Ice, 1983), a mayor gloria de los diseños de Franzetta, presentaba a un héroe principal cuyo aspecto no distaba mucho del creado por Mattel.



De todos los muñecos de los que aquí hablo, la línea de los Masters era la que me tenía mas encandilado, de la que poseía mas ejemplares (sobre todo teniendo en cuenta que nunca tuve un Transformer) e incluso me apunté al club, con carnet y todo, que organizaba su distribuidora. Ahora resulta un poco triste recordar que con mis 875 pesetas se pagase el sueldo del pobre maquetador de la revista y la impresión de un plastiquito rectangular con mi nombre, con el logo de los Masters encima, claro.

No es mi formulario, pero yo también rellené uno de estos...


Y todavía tengo los comics editados por Zinco, qué dolor.



En fin, el argumento de “Los amos/maestros del universo” es un poco raro: Estamos en el planeta Eternia – nombre también de una discoteca en Isla Cristina de aciago recuerdo, cualquier día les explico... -, en el que la más alta tecnología, los hechizos y la lucha a espada conviven alegremente. El rey tiene un hijo, llamado Adam, al cual todos tienen por un mentecato cobarde, lo cual no deja de ser irónico porque tiene toda la cara del aguerrido campeón del reino, yes, He-man, el-hombre. O los Eternios tienen mas problemas de vista que el habitante medio de Metropolis – Clark Kent por lo menos tenía gafas cuando no era Superman – o algo pasa cuando, ya se habrán supuesto, el apocado Adam coge su espada, dice aquello de “¡Por el poder de Greyskull, yo tengo el podeeeeeer!” y se transforma en He-man. Lo mismo es que la magia produce algún tipo de cambio a los ojos de sus compatriotas, imperceptible para nuestra visión humana. No sé, ¿He-man es un poco mas moreno de piel y no lleva unas ajustadisimas mallas?

El modernizado y aún completamente heterosexual Príncipe Adam


La misión principal de nuestro héroe es defender los secretos del castillo de Greyskull frente los envites de Skeletor, el malo de la historia. Que el malo tenga una calavera por rostro mientras el resto del cuerpo está musculado produce interrogantes, pero aún más produce el hecho de que el castillo del cual extrae su fuerza el héroe tenga una canina monstruosa en toda la puerta. Ahora bien, el malo también tiene su propio castillo, con, sí amigos, una serpiente incluida. Así es él.

Insisto, el trasfondo de esta historia se puede hallar fácilmente en la wikipedia, y como ya hemos hablado de dos protagonistas, hablemos ahora de un par de secundarios:

Evil-Lyn: La mujer con el mal dentro (¿¿¿energía negativa???), la LUGARTENIENTE MALVADA de Skeletor, con quien, de nuevo, mantiene una relación que no se acaba de entender. El de la canina parece mantener una actitud de “¡ay! ¡el día que te pille, jamona!”, con ella, mientras que nuestra bruja particular parece la típica empleada que le ríe sus gracias al jefe hasta que llega el momento de pegarle un codazo y ocupar ella el sillón.

¿A punto de echar a volar?


Hordak: Skeletor no se lo debía de creer mucho, cuando, después de diversos enfrentamientos con He-man, se añadió a la ecuación su antiguo maestro. Porque al señor de la calavera, cuando le crecen los enanos, lo hacen a base de bien, y el caballero que le enseñó todo lo que sabe, acompañado de su horda – unas criaturas de aspecto aún mas bestial que los enemigos habituales de Eternia – decide que ya está bien de que el monopolio del mal lo ocupe el antiguo empollón de la clase. Como tener un LUGARTENIENTE MALVADO, pero que encima no pertenece a tu organización y se puede permitir ínfulas de jefecíllo.

¿Así que los apuntes se los comió tu pantera?


Comics, series de TV y películas... ¡el mundo es nuestro!

Todo el trasfondo de estos muñecos viene, no solo de las descripciones impresas en el reverso de sus propias cajas, sino de los mini-comics que acompañaban, por ejemplo, a las figuras de los “Masters del Universo”. Pero como esto no parecía saciar las ansias de dominación de Hasbro y Mattel, se decidieron a expandir sus universos por todos los medios a su alcance.

Como dijimos antes, en los ochenta no existían ni Facebooks, ni vídeos virales para youtube ni listas de correo – si, si, incluso hubo una época en la que los móviles solo existían en los coches de altos ejecutivos -, así que la industria juguetera tenía que recurrir a medios mas caros para completar la promoción de sus productos. Como recordarán del nombre de este articulo - ¿se acuerdan? -, es de hecho la actitud de los LUGARTENIENTES MALVADOS en la versión televisiva, lo que motivó esta entrada en el blog. A ello pasaremos en breve, pero antes, unas pequeñas aclaraciones.



Sin olvidar que el espíritu de todo esto era publicitar muñecos, la ficción creada alrededor de estos productos consiguió – en ocasiones contadas, eso sí – alcanzar unas interesantes cotas de mérito artístico. Empezando por lo peor, yo diría que los cómics editados por Zinco (pero creados en la factoría Marvel), aprovechando la licencia de los Masters, eran un poco horribles. Rara vez unos guiones se han afanado tan poco en ocultar que su motivación era presentar nuevas figuras, aunque de vez en cuando se permitían el lujo de meter personajes que no tenían equivalente en las jugueterías, y es ahí dónde la cosa ganaba enteros.

El dibujo tampoco rayaba un gran nivel, y la sensación de ser un catálogo se confirmaba con la oscura foto de los nuevos muñecos lanzados que decoraba la contraportada de la edición española. La serie de animación, por otro lado, a mi me tenía loco cuando era pequeño, más por la calidad de los movimientos que por las tramas. Éstas, no nos engañemos, giraban en torno a los típicos consejos para la vida que algún personaje de la serie te transmitía al final de cada capítulo, cargándose la cuarta pared en el proceso. Ya saben: “Niños, no mintáis, robar está mal y manteneos alejados de las malas compañías”. Como muy bien apuntan en viruete.com, el doblaje de las cintas que se podían adquirir en videoclubs con los capítulos (dos por cinta), era castellano español, pero cuando las cadenas privadas decidieron adquirir los derechos de emisión optaron por el doblaje “neutro” que aparece en toda su gloria en muchas producciones clásicas de Disney. Éste se realizaba con un acento entre el argentino y el dominicano, lo que permitía abaratar los costes, ya que se consideraba lo bastante comprensible como para exportarlo a todos los países de habla hispana. Por eso La bella Durmiente siempre cantaba tan raro aquello del príncipe azul...



La serie de He-man pertenecía al tandem Mattel-Filmation, que también produjo la serie dedicada a la prima del héroe eternio: “She-ra, princess of power”. Lo de crear una heroína pariente de un personaje masculino fuerte ha sido una ocurrencia muy habitual en esto del imaginario freak: Hulka era la prima de Bruce Banner, al igual que Supergirl lo era de Kal-el. En fin, a She-ra le caería el marrón de tener a Hordak como archienemigo (por lo menos en la versión animada) mientras que Filmation se descolgaría con otra serie de factura musical pero sin la base de una línea juguetera: “Jem y los hologramas”, con la intención de embaucar a la emergente audiencia juvenil de la MTV. Cuando la MTV emitía música, ¿se acuerdan?



Al igual que con el resto de las series, (y con esto incluyo G.I. Joe y Transformers) yo esto me lo tragaba religiosamente.



Terminando con las aventuras fílmicas de He-man, fueron los únicos muñecos cuya primera aventura en el largometraje no era animada, sino que se rodó una película de verdad... por decirlo de algún modo.

No me voy a detener mucho en la producción de Cannon, más que nada porque en Internet hay una ingente cantidad de literatura, videocomentarios y parodias que explotan lo absurdo de la trama, los múltiples agujeros en el guión y la cutrez generalizada. Y sí, la protagoniza Dolph Lundgren, y también sale Courteney Cox. Solo puedo decir que cuando la vi en su día, me emocioné con el final y me sigue haciendo gracia el plano sorpresa de Skeletor diciendo “¡volveré!” Solo comparable con el de otra producción masivamente catastrófica: “Flash Gordon”. El equivalente actual es que salga Nick Furia y reclute a un personaje para Los Vengadores.

Desde luego, esta NO es "El padrino"


Tanto Transformers como G.I Joe corrieron una suerte un poco mejor con los tebeos, ya que Marvel decidió asimilarlos – tangencialmente, al menos – dentro de su continuidad y universo. Eso provocó algunas apariciones estelares de gente como Spiderman, pero la verdad es que el nivel de los argumentos era irregular. A veces parecía que los personajes evolucionaban, pero era difícil que Optimus Prime dejara de ser el líder inmaculado o que Megatron olvidase su modus operandi habitual de “¡estoy muy loco!”

Los Joe, quizás por tratarse de “humanos”, y no robots extraterrestres, se permitieron un trasfondo mas elaborado, con motivaciones explicadas de forma mas detenida. En este sentido era chocante el primer ejemplar, en el que una pacifista que prácticamente deseaba erradicar los comandos como el propio G.I., era rescatada de las garras de Cobra por los buenos, pero aún así no cambiaba una coma de su discurso.



En el caso de los films, los de Cybertron tuvieron la suerte de ver su largometraje animado en las pantallas de los cines. Esta primera incursión de los Transformers en el celuloide es famosa por varios motivos, por un lado Optimus Prime muere en los primeros compases de la trama (¿he oido un “¡por fin!” al fondo del aula?), por otro Eric Idle de los Monty Python presta su voz, al igual que Leonard “Spock” Nimoy y Orson Welles, en su última participación cinematográfica, como el devorador de planteas Galactus, digooooo Unicron.

La escasa repercusión en taquilla de este film devino en que los Joe tuvieron que conformarse con que su aventura en el cine se redujera a una cosa “directa a vídeo/TV”. Sin llegar a las cotas de dramatismo de los Transformers, había suficientes momentos de tensión para entretener al fan medio.

Por supuesto, Michael Bay y Stephen Sommers, han dirigido sendas adaptaciones al lenguaje superproducción de estas franquicias, con dispares resultados. Bay consiguió inocular un bienvenido espíritu “spielbergeniano” a la primera película, por mucho que eso implicase infrautilizar a John Turturro. Lamentablemente, el director – o la huelga de guionistas – decidió que para la secuela, todo se volviera terriblemente estúpido, con lo que a servidor se le quitaron las ganas de ver la tercera y la cuarta (si se llega a estrenar).

En lo referente a la obra de Sommers, no fueron pocos los que alzaron su voz en protesta por masacrar la “mitología G.I. Joe”. Ésta es una actitud muy habitual cuando se adapta algo – libro, cómic, serie de televisión – con un fandom radicalmente acerrimo. Es decir, cualquier cosa, porque hoy en día todo es reivindicable en aras de los kistch y lo vintage. Por regla general, ni las historias de los Joe, los Masters o los Transformers eran de una elaboración exquisita, de lo que se trata es de echar de menos las sensaciones asociadas con leer/ver aquellas tramas cuando eras un moco que no levantaba un palmo del suelo. Por esta razón, por mucho que las superproducciones de Hollywood consiguiesen respetar el “espíritu original” de las series, siempre perderían por comparación. Así que aunque la nueva de los Joe – con Bruce Willis – resulte una cosa monumental como “El caballero oscuro” de Nolan (poco probable), seguirá habiendo gente protestando porque “se han cargado mi infancia”.

Y ahora sí...

LUGARTENIENTES MALVADOS ( y ahora voy y lo despacho en cinco líneas)

En el post del que me habló mi amigo, al cual hay que echarle la culpa de esta entrada ÉPICA, la gracia residía en que tanto los Decepticons, como Cobra y la pandilla de Skeletor eran organizaciones en las cuales todo el mundo se dedicaba a ponerse zancadillas de forma interna, con lo cual, todo esquema, todo plan diseñado para vencer a los buenos acababa en completo desastre.

La dinámica habitual era la siguiente: el jefe de los malos propone un plan, el cual avanza hasta poner en aprietos a sus contrarios, a veces incluyendo algún tipo de dilema moral para alguno de ellos – el caso de Orko en los Masters es de manual – porque la estratagema funciona en base a algún error (desconfianza, confiar demasiado, torpeza...) de los buenos. Cuando parece que la victoria del mal es ineludible, la ambición o la estupidez del número dos consigue fastidiar el plan a última hora, y los buenos vencen. De nuevo.

- Tengo un hechizo para que por una vez le puedas partir la cara a Skeletor en cámara
- Mmm. mejor déjalo...


Salvo en el caso de los Transformers, en las series animadas todo esto se conseguía sin que nadie se golpeara de una forma especialmente violenta, solucionándose casi todo con forcegeos un tanto ridículos, rayos que salían de las espadas y vehículos que explotan cuando todo el mundo ya ha saltado de ellos. Todo esto producía una sensación muy extraña, como de una violencia que no acababa de explotar, por eso no es extraño que cuando vimos algunos animes en los cuales los puñetazos, patadas y sangre se podían mostrar sin tapujos, nos quedamos embelesados, tal fue el caso de “Bola de Dragón”.

Aquí hay mas sangre que en todas las series generadas por Mattel y Hasbro juntas


La cuestión básica de este artículo (aunque no lo parezca) es preguntarse, ¿por qué los segundos de a bordo de los malos eran tan ineptos para la victoria o tan eficaces a la hora de aguarle la fiesta a sus superiores? ¿Habría un mensaje detrás de todo esto?

Ni siquiera una industria a la que se le supone cierta inocencia como la dedicada a los juguetes se libra de cuidar mucho cada paso que da. Tanto Hasbro como Mattel eran ya grandes corporaciones en los 80 y no se podían permitir el lujo de equivocarse, ni siquiera cuando ya estaban cabalgando en la cresta del éxito. A fin de cuentas, Mattel poseía los derechos de Barbie, con la cual habían conseguido traumatizar a niñas de todo el mundo con la figura imposible de una rubia delgada con grandes pechos, así que sus personajes tenían que trazar unas líneas de conducta que pudieran ser imitables... hasta cierto punto.

He-Man, por ejemplo, es un paradigma del estilo, rubio de cejas oscuras y musculado, un fiel reflejo del héroe de acción muy de moda en la época, como Stallone o Chuache. Pero sin ninguna de las fisuras morales de los personajes que interpretaban, el hecho de que el principe Adam oculte su poderoso alter ego nos dice que todos podemos ser un héroe, y cuando Orko mete la pata pero a última hora consigue colaborar en la derrota de Skeletor, se nos dice que incluso el más poderoso necesita ayuda de unas manos pequeñas de vez en cuando.

Skeletor y Evil-Lyn, por su parte, muestran una relación en la cual se reconocen su objetivo común: el poder. Aunque nunca tenemos especialmente claro qué significa eso. La escasa vestimenta de Skeletor nos permite observar una musculatura tan exultante como la de campeón eternio – el por qué se dejaba ver tanta carne de los personajes masculinos es para pensárselo -, pero en lugar de una “noble” espada, el hombre del rostro cadavérico utiliza un báculo con la cabeza de un macho cabrio en un extremo. Si, damas y caballeros ¡satanismo en los Masters del Universo!



Tanto Evil-Lyn como Teela – su equivalente femenino en el bando de los buenos, y supuesto objetivo amoroso del héroe - son mujeres diseñadas en base al estereotipo de una “Barbie guerrera”, si bien en el caso de Lyn, el referente principal de su diseño parece ser la madrastra de Blancanieves: hermosa pero cruel y mortífera. Nunca se fía demasiado de Skeletor y más de una vez parece que tiene planes secundarios para derrocarlo en cuanto obtenga la victoria, que obviamente nunca llega. En la adaptación de imagen real, la relación extrañamente sádica de Skeletor – inconmensurable el histrionismo de Frank Langella – con su subordinada queda un poco más expuesta, mientras se dedica a burlarse de la hechicera de Greyskull, quien, por cierto, se supone es la madre de Teela, cuyo progenitor es el fiel escudero de He-Man/Adam, Man-at-arms. Ah, el dulce aroma de culebrón... por mucho que me pongan la excusa del "clon".

Referente


El “caso Evil-lyn” se refleja en el de la Baronesa Cobra en G.I. Joe. Que dos lugartenientes malvados con planes propios para triunfar sobre sus jefes sean mujer produce otras interrogantes. Por mucho que estas series quisieran tener un mensaje conciliador e igualitario, las mujeres casi siempre son meros comparsas de los fuertes personajes masculinos. En el caso del bando de los buenos, estos preferían en muchas ocasiones fiarse de sus propios segundos de abordo, los cuales casi nunca fallaban, porque los buenos SI se cubren las espaldas mutuamente. En los comics, la manipulación y tonteo de la Baronesa con Destro y el Comandante Cobra tienen resultados desiguales, dependiendo del guionista: a veces parecen tontos enamorados, otras, desprecian las obvias tácticas de la mujer con gafas para obtener sus objetivos.

Ya le gustaría al Comandante...


En los Transformers, la aparición de personajes femeninos fue una adición tardía, una especie de maniobra de cara a la galería. En su lugar, Megatron tenía al sidekick con la voz mas molesta y estridente que uno se podía echar a la cara, no en vano su nombre es “grito estelar”. Starscream es el epítome del lugarteniente malvado que quiere destacar sobre su superior cueste lo que cueste. En el largometraje animado no pestañea en librarse de su jefe, una vez que la batalla con Optimus lo ha dejado para el arrastre. Por supuesto, Megatron vuelve tras ser tuneado por un mal aún mayor y su primera decisión electoral es cargarse a su recalcitrante subordinado.

Uno de los mejores aciertos, a mi parecer, de la primera adaptación de Bay es realizar un pequeño guiño a esta relación casi al final del film, la clase de detalle que tanto gusta a los fans y que los deja tranquilos en lo referente al “respeto por la franquicia”. Megatron se limita a decir algo en plan de “siempre eres igual de inepto, Starscream”, pero decide no ahondar mas en esa vertiente, es su film a fin de cuentas y el sabrá lo que se hace. O eso pensábamos.

El mensaje que nos dan las tres series – y muchas otras para el público infantil -, es que el mal solo sabe destruirse a si mismo y que el bien siempre acaba triunfando. El problema, por supuesto, es que en la calle y en la vida real de adulto, las cosas son muy diferentes, no solo porque el mal a veces triunfa, sino que la definición del “mal” se vuelve cada vez mas difusa. En este sentido, la identificación de los malos era muy sencilla: Skeletor es una calavera, es decir, muerte, y cualquiera cosa relacionada con la parca tiene que ser, por fuerza, negativa. Ya hemos hablado de la simbología que esconde el estandarte Cobra, y en el caso de los Transformers es aún mas sencillo: los malos son Decepticons, en inglés, “To deceive” es un sinónimo de “mentir”, así que los Autobots – robots autónomos, ¿querrá eso decir que nunca enferman? - tiene que ser los buenos por eliminación.

En el caso concreto de Starscream, su frustración parece venir, no solo de los continuos fracasos de su líder. Sino también de que la mayor parte de los planes de Megatron consisten, mas tarde o mas temprano, en una pelea frontal con Optimus y los suyos. Uno no puede abandonar la sensación de que Starscream no busca la eliminación de los Autobots y que estaría mucho mas contento con que su gente tuvieran una parcelíta en Cybertron en la que no molestar ni ser molestados.

Lamentablemente, eso se refuta en una de las líneas argumentales de los tebeos, en la cual Starscream absorbe parcialmente las energías de “La base” (o “el arca”, dependiendo de la traducción) - una estructura que concentra una gran cantidad de...¿poder? -, con lo que planea mandar sobre todo y todos. De hecho, mientras se dedica a hacerle mucha pupita tanto a los Autobots como a sus, ya ex-compañeros, una de sus frases es “voy a liquidar Tokyo”, así, alegremente. Pero cuando absorbe la totalidad de “La base”, Starscream se ve sobrepasado y sobrecargado, reventando en el proceso.

No deja de ser interesante otro aspecto que hemos apuntado anteriormente: en un momento dado, todos los personajes malignos principales ven su autoridad socavada por la aparición de alguien aún más terrible. En los Masters, Hordak se nos presenta como el maestro de Skeletor y tanto su apariencia como su modelo de organización nos dicen que su antiguo padawan no prestaba toda la atención posible.

Mientras que Skeletor debería llevar ojos en el cogote para que alguno de sus soldados no le apuñale por la espalda o derroque sus planes por plena ineptitud, su maestro no solo tiene una “Horda” de guerreros fieles con pintas aún mas aterradoras que lo que venía siendo habitual en Eternia, sino que tiene un pequeño ejercito de robots armados con el conveniente logotipo del murciélago deforme en sus pechos. Por organización e imagen corporativa, Hordak gana por un amplio y cómodo margen.

No eres un malo de verdad hasta que no tienes tu imagen definida


Tres cuartos de lo mismo se podría decir de Serpentor en el caso de Cobra. Lo mas interesante en el caso de los G.I. Joe es que la mayor parte de los malos cubren su rostro de una mera u otra. Aparte del Comandante, Destro y Sombra, el maestro de los disfraces Zartan también oculta sus facciones detrás de una especie de maquillaje camuflado. En otras palabras: el mal es cobarde y siempre que puede se oculta.

Pero todo esto... ¿para qué?

La victoria será mía

Siempre que un personaje dice “voy a dominar el mundo” y no tiene un compañero llamado Pinky, me acuerdo del cómic “Emperador Muerte” (“Emperor Doom” en el original). “Muerte” es, por supuesto, el Doctor Victor Von Doom, archienemigo de los cuatro Fantásticos y esta historia de Marvel es uno de esos especiales estivales que servidor compró cuando era pequeño y cuya lectura me dejo el culo bastante torcido. Tengan en cuenta que durante los ochenta se publicaron obras que prácticamente finiquitaban el género superheroico, como ustedes ya están suponiendo me refiero a los Watchmen de Moore/Gibbons y al “Regreso del Caballero Oscuro” de Frank Miller.



De mientras, uno intentaba consumir los tebeos de toda la vida con los tópicos de siempre: que si Lois Lane no se cosca de nada, la Tia May a punto de morirse de un disgusto y La Visión perdiendo los tornillos por la Bruja Escarlata. Si ha entendido todas las referencias de la frase anterior, les aconsejo que dejen de leer este blog, cierren su cuenta en Facebook y salgan a la calle a conocer gente de verdad. Ya mismo.

Emperador Muerte” no planteaba dilemas tan quejumbrosos como una pelea a brazo partido y con mucha mala leche entre Batman y Superman. Pero sí presentaba una idea muy interesante, ¿qué ocurriría si el jefe de los malos por antonomasia consiguiera su objetivo? Pues en realidad... que todo iría de puta madre, bajo el mandato de Muerte (“Doom” se podría haber traducido como “Maldición”, pero ya es muy tarde para cambiar algunas cosas, como “Estela Plateada”), se consigue la paz mundial y todo el mundo es relativamente feliz. Lo mas interesante es que no consigue su objetivo tras una destrucción masiva ni nada por el estilo, sino que utilizando una maquina que amplifica los poderes del Hombre Purpura – personaje cuya principal habilidad es hacer que la gente haga lo que dice, como si fuera un canciller alemán -, consigue imponer su voluntad.

Irremediablemente, la cosa se tuerce, pero cuando el buen doctor de Latveria ve cómo un pequeño grupo de héroes le echa cojones, en lugar de maldecir, siente un cierto alivio ante la tensión de la batalla. Así es libre de hacer lo que mas le gustaba en el fondo: partirse la cara con otros, porque (¡oh! ¡sorpresa!), le cansa dirigir entre tanto rollo ejecutivo y parlamentario. Al final de la historia, los buenos echan la vista atrás y se preguntan si derrotar a Muerte ha sido tan buena idea. Lo dicho, para mear y no echar gota.

En el caso de las series que nos ocupan, los objetivos del Mal no están nada claros y como nunca vencen, tampoco se sabe cual sería el siguiente paso tras matar a sus oponentes. A mucha gente le disgusta el supuesto prestigio conseguido por Nolan con las historias de Batman, pero uno de sus aciertos es poner en boca del Joker que en realidad no quiere matar el hombre murciélago, ya que “le completa”. Igualmente, Megatron tampoco sabe qué hacer una vez que ha asesinado a Optimus y se ve ofuscado entre pesadillas paranoicas.

Por si esto no fuera suficiente, Megatron y su versión mejorada, Galvatron, solo pueden transformarse en armas de asalto, mientras que buena parte de sus subordinados y oponentes se pueden convertir en objetos hasta cierto punto útiles. El drama del malvado es que solo está hecho para la guerra. Obviamente, podríamos decir, llegados a este punto “¡pero si son solo muñecos!” Bueno, si usted opina que la industria juguetera la llevan unas damas mayores que se dedican a hacer pastelitos entre diseño de personaje y diseño de castillo, entonces el inocente no soy yo...

El aspecto más y más agresivo de los muñecos “de acción”, causó no pocas preocupaciones en muchos padres, sobre todo, obviamente, en EEUU, donde el manejo de armas de fuego, el sistema sanitario clasista y la preocupación por el lenguaje soez en la música se dan la mano. Cosas de la vida.

Pero probablemente nadie se preguntó qué es lo que impulsaba a Cobra, los Decepticons, a la pandilla de Skeletor o a la Horda de Hordak – ¿notan la musicalidad del maestro de Skeletor? - a intentar dominar el mundo. Son personajes de opereta, de los de “me encanta ser malo”, aspecto efectivamente parodiado en “Austin Powers”, así como la vida diaria de un soldado de un ejercito maligno. Grandioso.

El gran final: todos contra la lectura y el estudio

En 1983, la emergente industria del videojuego estadounidense se hundió en una profunda crisis, producida por la excesiva producción y la escasa calidad de muchas de sus propuestas, la cual queda personificada en el famoso traspiés comercial de la adaptación del film “E.T”. En Europa, esto apenas se notó, ya que aquí dábamos nuestros primeros pasos con los Amstrads, Spectrums y similares, alejados de las consolas Atari y sus imitadores.

A punto de cargarse la industria con un manotazo abierto


Fue precisamente en ese momento cuando las ventas de muchos juguetes “tradicionales” como los que nos ocupan escalaron ventas millonarias. El éxito de sus series de animación y todo el merchandising relacionado fueron unas guindas inesperadas, pero bien recibidas. Entonces, a finales de la década, las consolas de 8 bits como la Master System de Sega o la NES de Nintendo empezaron a despegar y se añuedaron de las carteras de muchos padres.

La industria juguetera tradicional, como era esperable, se sumó a los padres que clamaban contra aquella nueva forma de entretenimiento, que les usurpaba la imaginación a los niños, los situaba interminables horas delante del televisor y, lo mas importante, les robaba clientes a ritmo galopante. Por supuesto, los señores de Mattel y Hasbro harían tratos bajo cuerda para licenciar sus productos al nuevo rey del ocio, pero eso tardaría en llegar. De mientras, se olvidaban alegremente de las acusaciones de acercar a los niños a la violencia y al ocultismo....¡como Harry Potter! De todas las acusaciones a los videojuegos, la mas risible tenía que ser la de afectar a su imaginación, ¡pero si entre los cómics, las fichas y las series de TV, los productos de estas compañías nos entregaban un mundo perfectamente diseñado, con argumentos mascaditos y preparados para el consumo!

Y eso que la mayor preocupación de muchos padres es que los niños pasen demasiado tiempo tonteando en lugar de hacer cosas productivas como estudiar. La culpa, empero, no es de los chavales, lo raro es que con una “Cultura del Ocio” tan bestial, todavía vivamos en una sociedad capaz de producir médicos, ingenieros en telecomunicaciones y matemáticos. Pensemos en esto unos segundos: a finales del siglo XIX la propuesta para pasar el rato mas radical a la que podía acceder un niño era un palo y una piedra, por no haber, no existía ni una mísera liga de fútbol. Ahora entre Internet, el cine (por favor, ya esta bien de reírse ¿no?), los videojuegos, Internet, la música, Internet y la televisión, lo difícil es encontrar tiempo para estudiar. Ah, y se me olvidaba Internet.

Lo mismo es que ahora vivimos en una sociedad hedonista que para colmo está en crisis, lo cual, si es cierto, implica que estamos doblemente jodidos. Y lo digo yo que llevo más de 10 páginas de articulo sobre un asunto tan freak como este.

Pero no se alarmen, a lo tonto hemos hablado de un montón de cosas: que si la censura, que si la clasificación por edades, un poco de cine ultracomercial, un poco de muñecos, un poco de marketing, ah y toneladas de nostalgia. ¿No está mal, no?

Por supuesto, esta clase de entradas en el blog solo pueden llamar la atención a nerds treintañeros como el que suscribe, y el mero hecho de prestarle tantas palabras al tema sería descrito como una muestra de inmadurez para gente como el periodista Carlos Colón. Discrepo, no creo que el interés en cosas como los muñecos a los que uno jugaba de pequeño y situarlos en su justo contexto sea exclusivamente un ejercicio de nostalgia – aunque algo de eso hay, pero le echo la culpa a que me ronda la fecha de mi cumpleaños -, sino mas bien todo lo contrario. No es un “¡Dios mío! ¿¡En qué estaba pensando para jugar con esas figuritas!?” sino un “vaya, me lo pasé de puta madre, pero... ¿no eran unos muñecos un poco raros?”

Sigo disfrutando de los videojuegos, del cine y de la música, no con la misma perspectiva que antes, pero hay cosas que siguen resonando haga lo que haga. Para escribir este artículo me he visto no pocas webs dedicadas a estos juguetes, repasado algunos viejos cómics y echado un vistazo a algunos documentales sobre el tema. Lo cierto es que todavía me produce una extraña alegría ver algunos de estos personajes en sus cajas originales, coleccionadas con un interés enfermizo por otros treintañeros (o mayores) alrededor del mundo. ¿Es porque tienen una valía intrínseca o por aferrarnos a una época en la que todo era mucho mas sencillo? Hagan sus puestos.

Lo mas probable, de todas formas, es que si algún día soy padre, miraré este artículo con sus indicaciones sobre lo que se debe dejar ver a los niños y pensaré: ¡Vaya sarta de gilipolleces!

O no.

Bufff, prometo que la próxima entrada será mas corta, de mientras, dediquemos ésta a todos los freaks horteras y salidos de este mundo que soñaban con camelar a Teela, a Evil-Lyn o a la Baronesa. Seguid persiguiendo ese arco iris, muchachos.

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