De lo que estamos hablando... |
Hoy
el blog se pliega sobre su propio friquismo en una pirueta sin red
sobre las estalactitas de la vergüenza, propia y ajena.
Orgullosamente.
Tengan
en cuenta una cosa: la base de esta entrada es un comentario que me
realizó un amigo sobre este mismo tema en otro blog, pero como no he
sido capaz de encontrar dicho articulo, he decidido realizar mi
propia versión de los hechos, porque yo lo valgo. Aunque si el hecho
de plagiar otro bitácora no fuera lo bastante malo, encima se centra
en uno de los temas mas queridos por los foreros, bloggers y
post-humoristas: ¡los ochenta! Sí amigos, la década del Equipo A,
McGyver y V.
Dentro de nada me pondré a hacer chistes privados sobre lo difícil
que es programar un vídeo. VHS
o Betamax, quiero decir.
Por
supuesto, como suele ser habitual, el punto de partida / central, no
es más que una excusa para desarrollar otro montón de temas
paralelos, así que mientras se retrotraen lentamente a los bocatas
de Nocilla, los Phoskitos, o a Barrio Sésamo, déjenme explicarles
los orígenes de los seres malvados cuyos nombres encabezan esta
entrada.
Muñequitos
violentos
Hoy
en día, y desde hace muchos años, existe un debate mas bien vacuo
sobre la violencia y los menores. Mas concretamente, de la violencia
y los videojuegos, o los videojuegos y los menores, o el cine y la
violencia, o el batir de las alas de una mariposa en Taiwan que
provocan la muerte de una oruga en Plutón.
Por
algún extraño motivo, la exposición de los menores al lenguaje
soez, la sangre, y otros elementos de la vida real ha sido siempre un
elemento de preocupación para padres o tutores con demasiado tiempo
para sumar dos y dos, pero también con la capacidad de obtener casi
siempre cinco coma tres periódico.
Cuidado, no es que aquí aboguemos porque los niños se pongan a ver
tetas y disparos a quemarropa desde la cuna, sino que se respeten las
edades recomendadas para según qué obra, que para algo pedagogos y
otros expertos se devanan las neuronas para ajustar sus
clasificaciones.
De
igual forma, estamos de acuerdo con la “tolerancia cero” a que
los niños se pongan delante de una pantalla durante sus dos primeros
años de vida, aunque eso les quite dos años de leer las glorias de
este blog al que probablemente quedarán enganchados de por vida... o
no. Y no me importa que no sepan leer, que por lo menos en este
artículo hay fotos de muñecos... necesito público
desesperadamente.
Como
es normal, lo que los padres y tutores desean es que los niños vivan
libres de traumas y problemas: sin acoso escolar, cicatrices por
hacer el gorila en el patio de la escuela o depresión
post-vacacional. Hasta donde yo llego a entender, probablemente los
niños quieran lo mismo, aunque su terminología sea un poco mas
cruda a la hora de describir lo que les sucede. Y supongo que a los
adultos nos gustaría vivir sin mobbing, accidentes de tráfico o
hipotecas estranguladoras.
Ergo,
todos queremos cosas que son muy difíciles de conseguir, pero lo que
parece quitar una piedra en el camino para los padres es prohibir el
acceso de los menores a todo contenido violento, erótico-festivo o
incluso pagano. Esto no me parece mal, cada padre tiene derecho a
criar a sus hijos como desee, y evitar exponerlos a imágenes que los
puedan traumatizar es una opción tan buena como cualquier otra. Un
ejemplo de lo que se puede conseguir con esta actitud es que en
grandes cadenas de comercio como Media-Markt, las películas
clasificadas X tengan la portada cubierta, avisando únicamente de
que, quien compre esa caja, se está llevando contenido para adultos.
Teniendo en cuenta el diseño gráfico de algunos DVDs del género,es
una medida que beneficia no solo a los menores, sino a buena parte de
la humanidad.
Pero,
como con casi todas las formas de censura (sin utilizarla como
término peyorativo): ¿donde se pone el límite? ¿Qué pasa con las
también escabrosas fotos que a veces adornan los films de terror? ¿Y
los peligrosos escotes que anuncian mucha mas picardía (parezco
sacado de un NO-DO) en largometrajes de corte “loca comedia juvenil
americana”? Pues lo dicho, clasificación por edades y rezar porque
los niños no se fijen.
Y ustedes dirán: "no es el padrino, pero...." |
El
problema con lo pornográfico y lo violento es que si está ahí
fuera, alguien encontrará la forma de conseguirlo. Como muestra un
botón: en la papelería cercana a mi instituto, - les hablo e
mediados de los 90 - se vendían también revistas pornográficas.
¿Las podíamos comprar? No, pero tampoco era tan difícil que un día
cualquiera, mientras los demás comprábamos chucherías, alguien
robara un ejemplar de esas publicaciones. Y después fuera pasando
entre los que habían ayudado en este peligroso crimen, merecedor de
pena capital.
Igualmente,
con Internet la cosa se ha complicado exponencialmente para los
padres, ya que con una búsqueda en Google, cualquiera puede acceder
a una buena cantidad de contenido para adultos. Y una buena cantidad
de virus que se manifiestan como ventanas-anuncio imposibles de
cerrar en las que te explican las bondades del Viagra (¿¿¿¿¿?????)
Estampa habitual |
Finalmente,
al igual que el alcohol, las drogas o el juego (por incluir una
tercera posibilidad), los contenidos para mayores de 18 años están
ahí fuera y eliminarlos no tiene mucho sentido porque hay gente que
los demanda, muchos mayores de 18 años, por ejemplo. Tampoco podemos
estar todo el día viendo “Sonrisas y Lagrimas”. Y ni siquiera
eso tiene mucho sentido, porque hay nazis, monjas de moral raruna y
un señor viudo.
Ahora
bien, y a esto es a lo que quería llegar con esta parte: ¿Qué
sucede con el material que se supone es para niños?
Hasbro
y Mattel, dos compañías jugueteras estadounidenses, entendieron que
al público infantil se les podía vender otra cosa, aparte de sets
de química o juegos de mesa. Se les podían vender muñecos para que
lucharan entre si. ¿Qué gracia tiene esto? Pues mucha, otra cosa
no, pero ver violencia puede tener un efecto catártico sobre la
gente, de la edad que sea. Pero la cuestión que se plantean no pocos
es si ese efecto catártico no impulsa también su uso en la vida
real.
La de casas que han explotado por hacer el tonto con esto... o no |
Esto
tiene sentido si nos atenemos al “aprendizaje vicario”, es decir,
imitar una rutina o adoptar un hábito tras contemplarlo
repetidamente. Siguiendo esa lógica, si vemos mucha violencia en la
televisión, leemos cómics en los que la gente se dispara y golpea,
o jugamos con figuras articuladas de soldados, lo mas probable es que
acabemos siendo aspirantes a expresar nuestra desidia cual miembro de
“El Club de la Lucha” (“Fight club”, David Fincher, 1999).
No
le falta validez a este argumento, pero se desinfla en cuanto vemos
que, teniendo en cuenta la clase de sociedad en la que vivimos, la
gente no sale a la calle con un hacha entre las manos para dirimir
sus diferencias. Igual que alguien fuma una vez y se pone tan malo
que jura no probar el tabaco nunca mas, algunas personas no sienten
ningún placer en meterse en tremebundas peleas de bar. Aunque
también hay gente que se emborracha, se caga y mea encima, tras lo
cual decide que tiene que hacerlo otra vez lo antes posible. Si,
hablamos de Eric Clapton.
Si
quieren mi opinión (y se la voy a dar de todas formas, puesto que
este es mi bitácora), creo que lo mejor que puede hacer es observar
a sus chavalines y advertirles de que las cosas no son así en la
vida real, que los problemas no se solucionan con disparos (bueno,
salvo aquellos que tienen que ver con zombies u otra gente de mal
vivir) y que muchas de las cosas que ven en las películas de terror
son ocurrencias de algún guionista flojo. Salvo cuando un grupo de
amiguetes se va de camping y alguien se ausenta, no se sabe nada de
él durante un tiempo y cuando vuelve, no parece el mismo. Eso pasa
con bastante frecuencia.
Tanto
Hasbro como Mattel terminaron con diseños en sus figuras que
provocan un arqueamiento de cejas bastante pronunciado, visto con la
perspectiva de los años. Aunque buena parte de la información que
vamos a dar está diseminada en muchos artículos de blogs
nostálgico-freak-ochenteros y en la wikipedia, vamos a intentar dar
un repaso somero a las tres líneas que nos ocupan y cuya filosofía,
una vez trasladada a las series de animación – y también en sus
cómics, pero ya hablaremos de eso mas adelante – han sido el
germen de esta entrada.
G.I.
JOE
Con
lo militar es muy fácil tener una relación ambivalente. Cuando
somos pequeños nos impresiona la disciplina, el manejo de las armas
y la decisión con la que acometen sus misiones. Cuando crecemos un
poco y vemos cosas como “La chaqueta metálica”, nos asquea el
lavado de cerebro por el que tienen que pasar los reclutas, las
humillaciones y la robotización de la consciencia que los
transforman en poco más que cáscaras de gran fortaleza física que
cumplen las mas horrendas de las órdenes. Y nos gusta escribir en
nuestras carpetas cosas como “¿Te imaginas que hay una guerra y no
va nadie?”
Crecemos
un poco más y vemos que también existen las misiones de paz, y que,
al igual que los romanos en “La
vida de Brian”, los militares son los únicos que pueden ir a
algún lugar recóndito y abastecerlos de agua, comida y herramientas
para crear infraestructuras, sin morir en el intento. O muriendo.
En
otras palabras, entendemos que deben existir los ejércitos, pero
desearíamos que no fueran necesarios.
En
el caso de los Joe, pertenecen a la clase de fuerza militar que mas
mola: un comando ultrasecreto , con una base aún más ultrasecreta
que combate a un enemigo...¡si! ¡ultrasecreto! ¡Y cuyo principal
apoyo es la ciudad de Springfield!
Como
el Joker de “El caballero oscuro” (“The Dark Knight”,
Cristopher Nolan, 2008), los buenos existen, prácticamente como
contrapartida de sus contrarios, ya que su enfrentamiento habitual
consiste en derrocar los planes para dominar el mundo de el Comando
Cobra. No nos vamos a detener mucho en los buenos, porque, tal y como
reza el título de esta entrada, queremos hablar de los
“lugartenientes malvados”. Así que expliquemos un par de cosas,
que, además se pueden aplicar a las otras series de figuras que
vamos a nombrar mas adelante.
El
hecho de elegir una serpiente como símbolo del mal es un recurso muy
conveniente, ya que hunde sus raíces en la educación cristiana de
buena parte de la población mundial. Por si esto no fuera
suficiente, las cobras inoculan veneno en la victima cuando la
muerden, entonces ¿Cómo de chungo debe ser un comando con ese
nombre?
Pues
very, very, pero
que very chungo. Ahora bien, casi todos los datos que tenemos,
tanto de los Joe como de los Cobra vienen de las interesantes fichas
que se situaban en el reverso de la caja de cada figura. Por si esto
no fuera suficiente, tanto Hasbro como Mattel entendían el concepto
de marketing “360 grados”, mucho antes que los popes de la web
2.0. Las figuras no solo se venderían a través de dinámicos
anuncios de televisión, sino también a través de series animadas,
comics, e incluso...¡largometrajes de estreno en cines!
Del
dramatis personae, y por gusto propio, me gustaría destacar a los
siguientes:
Ojos
de serpiente: El pistolero
solitario, el Hogun, el torvo, el Lobezno, el Batman, ¡el ninja! El
típico personaje silencioso del que no se sabe casi nada, con la
graduación de comandante y capacidad de hacerlo casi todo por su
cuenta. Sobra decir que era el favorito de muchos de nosotros cuando
eramos pequeños.
Este muñeco mola más que tú, y lo sabes |
Sombra:
Ojos de serpiente era de los
Joe y vestía de negro, Sombra iba de blanco y servia a Cobra. Toma
ya contradicción para dejar a los chavales locuelos. El otro ninja
de esta historia compartió adiestramiento con Ojos de Serpiente y
guardan una serie de enfrentamientos personales del cual nadie tiene
demasiada idea salvo el...
Permanente enfadado |
Comandante
Cobra: El jefe de los malos,
resguardado detrás de una capucha o un casco con máscara traslúcida
– o suponemos que hecha del mismo material que los ojos del traje
de Spiderman, sino uno no comprende que no esté dándose de ostias
cada dos por tres cuando se lo pone -, un hombre hecho a si mismo. El
responsable de que la ciudad de Springfield haya recobrado la
prosperidad – la línea político comercial que utiliza nunca se
explica, lástima porque nos vendría muy bien en estos tiempos, o no
-, y cuyo principal objetivo es dominar el mundo.
Así se las gasta |
Doctor
Comecocos: (no creo que hubiese
mejores formas de traducir “Doctor Mindbender”, pero es que la
adaptación española da a entender que el nombre original podría
haber sido “Doctor Pacman”). Palabras mayores, atención, aquí
el diseño de la figura tiene mas recursos que un juicio por
desfalco: monóculo, bigotón y gabán recortado para dejar ver la
musculatura (¿¿¿¿¿???) del personaje. Dentista que ha perdido la
cabeza (¿¿¿???x2), vende sus conocimientos para el triunfo de
Cobra y es...UN LUGARTENIENTE MALVADO.
Un científico loco prolífico y dentrífico |
Destro:
El hombre de la mascara de
hierro (otro), el auténtico LUGARTENIENTE MALVADO por excelencia.
Oculta su rostro por una tradición de la familia, la otra tradición
de su clan ha sido siempre vender armas al mejor postor.
Profundizarémos en su actitud mas adelante, al igual que con la...
En pose digna |
Baronesa
Cobra: Mantiene un tenso
triángulo amoroso (o algo así) con el Comandante y Destro. Es,
obviamente, otra LUGARTENIENTE MALVADA.
¿Siena Miller? No, no me suena...¿debería preocuparme? No, yo tampoco lo creo.... |
Crimson
Guard: Ahh, permitame
explayarme porque esta serie de soldados son de traca. Si los Joe
molan por su secretismo (aunque en sus operaciones tengan la misma
discreción que un globo aeroestático haciendo un aterrizaje forzoso
en el Bernabeu), la “Guardía Carmesi” molan, no solo por tener
un color tan progresivo.
Sino porque su misión principal es la de instalarse en un vecindario
normal, mientras se preparan para el día en que Cobra los reclame y
hacer alguna de las suyas.
Si
el uso de la cobra como imagen del mal era un recurso con fundamentos
casi religiosos, el hecho de que cualquier vecino pueda ser miembro
de una “guardia de color casi rojo” podría describirse como
herencia de la paranoia anti-comunista de los años 50. Si a esto le
sumamos el miedo – justificado, según algunas noticias – de que
nuestro vecino pueda ser un monstruo sanguinario, entonces tenemos
todos los ingredientes para crear al conspirador por excelencia.
Tu colega podría ser uno de ellos |
Eso
es, precisamente, lo que mas gracia me ha hecho siempre de la ficha
de los Crimson,
en la cual se afirmaba que, cualquier día, uno se podía encontrar
con un uniforme carmesí en el armario de ese tipo tan simpático que
vive en el chalé de enfrente. Por qué ibas a mirar en su armario es
una cosa que prefiero dejar en el aire. ¿Alguien ha visto “Arlington
Road”?
Uno
de los capítulos mas – involuntariamente – graciosos a este
respecto sucede en la adaptación al cómic de G.I. Joe, en la cual
un Crimson Guard muere durante una misión y es sustituido por otro
guardia, sustituido de la forma mas literal posible, ya que se
instala en la misma casa, con la misma mujer y el mismo hijo del
soldado muerto. Aquí es donde nos damos cuenta de que Cobra es una
organización realmente terrible y que su departamento de Recursos
Humanos es una especie de cruce entre el partido nazi y un comité
stalinista. Lo que resulta aún mas epatante es que el “nuevo”
padre de familia tiene la misma cara que su predecesor, pero su
familia se da cuenta del engaño nada mas verlo, pero en la última
viñeta de ese número, el guardia carmesí los introduce en la
vivienda, en plan “no os preocupéis, no va a pasar nada, vamos a
ser muy felices...”
Miedito.
Finalizando
con los Joe, conviene recordar otro capítulo de capital importancia,
a pesar de lo ridículo de la propuesta: Comecocos decide que hay que
buscar los ADN de algunos de los mejores soldados-estrategas de la
historia para crear al ejemplar Cobra definitivo, ¿quizás hubiera
sido mejor clonar a alguna figuríta de “Imperio Cobra”? Si su
plan no tuviera bastante con dejar “Parque Jurásico” a la altura
de un experimento de colegio, la lista de “estrategas” es para
mear y no echar gota, ya que se elijen personalidades lo bastante
alejadas en el tiempo para no causar preguntas incómodas en los
niños, a saber: Atila el Huno, Napoleón Bonaparte y Julio Cesar.
Imagínense que hubieran buscado el ADN de Hitler, Franco y Vlad
Tepes.
Al blog le queda muy poco para reventar de puro ochenterismo |
El
resultado final se llama “Serpentor” y, como es de esperar, está
como una regadera, lucha a brazo partido con el Comandante Cobra por
la supremacía dentro de la organización, como un político durante
las primarias de su partido. Dando lugar a que, en cierto punto, el
propio Comandante se transforma en un... LUGARTENIENTE MALVADO.
Sí, lo sé, podría haber escogido una imagen mas seria y amenazante, pero... |
Transformers
Los
robots gigantes molan, sobre todo porque le pueden plantar cara a
Godzilla, King Kong o Gamera. En Japón lo saben muy bien, pero
cuando se trata de vendérselos a los americanos – y por ende, al
resto del mundo – combinarlos con la posible transformación en
vehículos con ruedas es ya una solución infalible. Como ustedes ya
sabrán, nuestros robots favoritos vienen del planeta Cybertron –
donde, nos imaginamos, la gente se saluda con un buenrollista “¿Qué
pasa tron”? -, el cual, arrasado por la guerra de los Autobots
(los buenos) contra los Decepticons (los malos) es abandonado por
ambas fuerzas, las cuales acaban recalando en nuestra tercera roca,
contando desde el Sol.
Para
pasar desapercibidos (¡¡¡jajajajajajajajaj!!!!!), los Transformers
deciden transformarse en objetos propios de nuestro planeta... o eso
dicen en la película de Michael Bay, porque ya me dirán ustedes lo
discreto que es el caza en el que se transforma nuestro inefable
Starscream... Realmente, la motivación por la cual estos mechas
cambian su forma a la de un
trailer, un escarabajo - ¿ven? ¡el blog sigue justificando su
nombre! - o a un radiocassette importa poco, lo que hay que destacar
es con los muñecos, los niños podían jugar a que los robots se
daban hasta en el cielo de la boca, pero que a los cinco segundos (o
lo que se tardase en “transformarlos”) podrían estar haciendo
carreras de coches.
En
el caso de los robots solo me voy a detener en tres personajes
principales para explicar la dinámica de lo que viene después:
Optimus
Prime: No
confundir con “primus inter pares”, porque Optimus no tiene nada
de “primero entre los iguales”, sino que es el jefe supremo de
los Autobots, sus colores son el blanco, azul y rojo – bandera USA
– y es el que se transforma, como ya hemos dejado caer antes, en un
camión de esos que podría haber trasladado a Kit en cualquier
capitulo de “El coche fantástico” - y ahora cruzo referencias
ochenteras ¡qué virtuosismo! - una de las máximas señales del
americano trabajador medio que transporta mercancías vitales a
través de los desiertos de Colorado. O algo así. Es bueno, justo y
nunca se equivoca. Es decir, cero carisma.
"¡Yo también tengo un lado oscuro"! Parece querer decír |
Megatron:
El
tron que parte la pana entre los Decepticons, que para algo es Mega,
como la consola de Sonic. Al igual que el Comandante Cobra, su misión
en la vida es dominar el mundo. Ahora bien: ¿Qué mundo? ¿Cybertron?
¿La Tierra? ¿Krypton? Dependiendo de la fuente consultada – film,
comic, serie animada – uno puede sacar sus propias conclusiones.
Puede que quiera aprovechar los recursos de la tierra para volver a
Cybertron, o puede que Cybertron ya no exista y quiera dominarnos a
nosotros y así aprovechar los recursos de la tierra. O puede que a
base de utilizar los recursos de Kryton, éste reventara, y por eso
ahora quiere gastar los nuestros. Esto último probablemente no se
corresponda con ninguna versión de la historia Transfomer.
Loser, pero digno |
Starscream:
El
segundo de a bordo de los Decepticons, cuya principal misión es...
dar por saco a Megatron. Ya ampliaremos su vida y obra en los
párrafos referidos a la actitud general de los LUGARTENIENTES
MALVADOS.
Encantado de apuñalarte por la espalda |
Interludio:
ROM
Antes
de proseguir con la siguiente linea de muñecos, no puedo dejar de
mencionar a un personaje que sirvió como complemento del comic, en
su versión española, de los Transformers. Un “complemento” era
una serie que no se consideraba con suficiente tirón individual como
para lanzarla por su cuenta, y como los tebeos que se editaban aquí
tenían 36 páginas – en contraste de las 24 que tenían en su
edición americana original – servía como “relleno” en otra
serie con mas ventas, o puede que para impulsar las mismas. Caso
paradigmatico fue el de “La Masa / El increible Hulk” que durante
una época sirvió de complemento para los superhéroes de Canadá,
Alpha Flight.
Asimismo,
Rom también era originalmente un muñeco, pero la línea argumental
que se desarrolló para el mundo viñeteado era más trágica que la
suma de Candy Candy, Love Story y el final de David el gnomo: La raza
de “Los fantasmas”, ataca el planeta Galador – donde suponemos,
manda Jose Luís Moreno – y diezma la población. Se les derrota
pero huyen por un error de Rom, nuestro protagonista decide pasar su
consciencia a un cuerpo Cyborg, dejando su “cascara humana” en
animación suspendida hasta que regrese y poder ser humano
(galardoniano) de nuevo, una vez que haya librado al universo de la
amenaza de estas impías criaturas.
Sí, el dibujo es muy dramático, heroico y tal, pero en el fondo es un pupas y un llorica |
Rom
acaba, como no podía ser de otra manera, en suelo terráqueo, donde
la lía parda nada mas llegar, ya que los fantasmas se han camuflado
en nuestro planeta como seres humanos. El héroe cyborg hace pasar a
muchas familias por el trauma de descubrir que algunos de sus
miembros han sido suplantados por fantasmas espaciales, aunque no
todo el mundo se le convence con la misma seguridad y ven en Rom un
asesino. Al igual que los “Crimson guard”, el miedo a que
cualquiera pueda ser un monstruo camuflado se podría ver como un
resquemor de la paranoia anti-comunista, aunque teniendo en cuenta el
rollo extraterrestre se podría enlazar aquí con el del argumento de
la clásica “La invasión de los ultracuerpos”. (“Invasion of
body snatchers”, Don Siegel, 1956)
La
concatenación de catastróficas desdichas no se hace esperar, Rom ve
cómo la gente es raptada por sus enemigos, los cuales eligen cada
vez a víctimas más y más grimosas. Entre ellas un pobre niño cuyo
secuestro y desaparición provoca tal ira en el héroe que en vez de
mandarlos a la dimensión del Limbo – como solía hacer con su arma
“El neutralizador” - decide matar a sus contrincantes... ¡a
menos desnudas!
No
solo eso, la que era su chica en Galador y que también optó por
transformarse en cyborg justiciero, “Starshine”, muere en la
tierra tras seguir la pista de su amado. Brandy Clark, humana que ha
caído ante los encantos del caballero espacial (¿¿¿¿¿¿?????x10),
se fusiona con el espiritu de “Starshine” tras visitar su tumba
(dejen de reírse, coño, que esto es trágico) y se transforma en
otro cyborg peleón.
Desconocemos
si los guionistas de la serie disfrutaban de estos giros a lo Corín
Tellado, o si la madre de Rom decidió pasar por debajo de una
escalera mientras rompía un espejo con el tacón y con la otra
pierna le pisaba la cola a un gato negro. La cuestión es que el
Galardoniano pasa de penuria en penuria hasta su victoria final,
volviendo a su planeta y dejando a Brandy a su suerte en el nuestro.
Mediante ese deus ex machina que fue el personaje del Todopoderoso
(nunca mejor dicho), la ex-guerrera consigue ir a Galador, suponemos
que coge un rodillo de cocina, le canta las cuarenta a su... ¿ex? Y
viven felices... mas o menos.
No
podía dejar de mencionar a Rom porque su colección era el típico
serial desesperante, ya que si Spiderman o el Capitán América
podían en cualquier momento enfrentarse a cualquier cosa y sus
aventuras impresas solo podían verse detenidas por escasas ventas,
el de Galador solo debía – y podía – enfrentarse a sus
fantasmas, aunque de vez en cuando aparecieran algunos personajes del
universo Marvel – que prácticamente monopolizó las adaptaciones
comiqueras de muñecos -, su objetivo final era el que era. Y uno no
podía más que rezar porque fuera pronto, porque la cuenta de
cadáveres, tristezas y melancolía agotaba la paciencia de cualquier
aficionado.
Fin
del interludio
He-man
y los Masters del Universo
Famosa
es la anécdota de que, originalmente, “He-man and the masters of
the universe” iba a ser una línea de figuras basada en el universo
de “Conan el bárbaro”, pero que en cierto punto, los de Mattel
se dieron cuenta de que el cimmeriano era un poco putero y un poco
asesino sin escrúpulos, así que se decidieron por un registro un
poco más aseado. Aunque Roger Sweet - máximo responsable del diseño
de estas figuras - dejó esa historia como una mera leyenda urbana,
sobre todo después del éxito de la adaptación cinematográfica de
John Milius, lo cierto es que tuvo que admitir que las imágenes del
gigantesco Frank Franzetta sobre las historias de Ron E. Howard
habían sido una fuerte influencia para crear al héroe de Greyskull.
Esto
resulta aún mas interesante si tenemos en cuenta que el film
dirigido por Ralph Bakshi, “Tigra, hielo y fuego” (Fire and Ice,
1983), a mayor gloria de los diseños de Franzetta, presentaba a un
héroe principal cuyo aspecto no distaba mucho del creado por Mattel.
De
todos los muñecos de los que aquí hablo, la línea de los Masters
era la que me tenía mas encandilado, de la que poseía mas
ejemplares (sobre todo teniendo en cuenta que nunca tuve un
Transformer) e incluso me apunté al club, con carnet y todo, que
organizaba su distribuidora. Ahora resulta un poco triste recordar
que con mis 875 pesetas se pagase el sueldo del pobre maquetador de
la revista y la impresión de un plastiquito rectangular con mi
nombre, con el logo de los Masters encima, claro.
No es mi formulario, pero yo también rellené uno de estos... |
… Y
todavía tengo los comics editados por Zinco, qué dolor.
En
fin, el argumento de “Los amos/maestros del universo” es un poco
raro: Estamos en el planeta Eternia – nombre también de una
discoteca en Isla Cristina de aciago recuerdo, cualquier día les
explico... -, en el que la más alta tecnología, los hechizos y la
lucha a espada conviven alegremente. El rey tiene un hijo, llamado
Adam, al cual todos tienen por un mentecato cobarde, lo cual no deja
de ser irónico porque tiene toda la cara del aguerrido campeón del
reino, yes, He-man, el-hombre. O los Eternios tienen mas problemas de
vista que el habitante medio de Metropolis – Clark Kent por lo
menos tenía gafas cuando no era Superman – o algo pasa cuando, ya
se habrán supuesto, el apocado Adam coge su espada, dice aquello de
“¡Por el poder de Greyskull, yo tengo el podeeeeeer!” y se
transforma en He-man. Lo mismo es que la magia produce algún tipo de
cambio a los ojos de sus compatriotas, imperceptible para nuestra
visión humana. No sé, ¿He-man es un poco mas moreno de piel y no
lleva unas ajustadisimas mallas?
El modernizado y aún completamente heterosexual Príncipe Adam |
La
misión principal de nuestro héroe es defender los secretos del
castillo de Greyskull frente los envites de Skeletor, el malo de la
historia. Que el malo tenga una calavera por rostro mientras el resto
del cuerpo está musculado produce interrogantes, pero aún más
produce el hecho de que el castillo del cual extrae su fuerza el
héroe tenga una canina monstruosa en toda la puerta. Ahora bien, el malo también tiene su propio castillo, con, sí amigos, una serpiente incluida. Así es él.
Insisto,
el trasfondo de esta historia se puede hallar fácilmente en la
wikipedia, y como ya hemos hablado de dos protagonistas, hablemos
ahora de un par de secundarios:
Evil-Lyn:
La mujer con el mal dentro
(¿¿¿energía
negativa???), la LUGARTENIENTE MALVADA de Skeletor, con quien, de
nuevo, mantiene una relación que no se acaba de entender. El de la
canina parece mantener una actitud de “¡ay! ¡el día que te
pille, jamona!”, con ella, mientras que nuestra bruja particular
parece la típica empleada que le ríe sus gracias al jefe hasta que
llega el momento de pegarle un codazo y ocupar ella el sillón.
¿A punto de echar a volar? |
Hordak:
Skeletor no se lo debía de
creer mucho, cuando, después de diversos enfrentamientos con He-man,
se añadió a la ecuación su antiguo maestro. Porque al señor de la
calavera, cuando le crecen los enanos, lo hacen a base de bien, y el
caballero que le enseñó todo lo que sabe, acompañado de su horda –
unas criaturas de aspecto aún mas bestial que los enemigos
habituales de Eternia – decide que ya está bien de que el
monopolio del mal lo ocupe el antiguo empollón de la clase. Como
tener un LUGARTENIENTE MALVADO, pero que encima no pertenece a tu
organización y se puede permitir ínfulas de jefecíllo.
¿Así que los apuntes se los comió tu pantera? |
Comics,
series de TV y películas... ¡el mundo es nuestro!
Todo
el trasfondo de estos muñecos viene, no solo de las descripciones
impresas en el reverso de sus propias cajas, sino de los mini-comics
que acompañaban, por ejemplo, a las figuras de los “Masters del
Universo”. Pero como esto no parecía saciar las ansias de
dominación de Hasbro y Mattel, se decidieron a expandir sus
universos por todos los medios a su alcance.
Como
dijimos antes, en los ochenta no existían ni Facebooks, ni vídeos
virales para youtube ni listas de correo – si, si, incluso hubo una
época en la que los móviles solo existían en los coches de altos
ejecutivos -, así que la industria juguetera tenía que recurrir a
medios mas caros para completar la promoción de sus productos. Como
recordarán del nombre de este articulo - ¿se acuerdan? -, es de
hecho la actitud de los LUGARTENIENTES MALVADOS en la versión
televisiva, lo que motivó esta entrada en el blog. A ello pasaremos
en breve, pero antes, unas pequeñas aclaraciones.
Sin
olvidar que el espíritu de todo esto era publicitar muñecos, la
ficción creada alrededor de estos productos consiguió – en
ocasiones contadas, eso sí – alcanzar unas interesantes cotas de
mérito artístico. Empezando por lo peor, yo diría que los cómics
editados por Zinco (pero creados en la factoría Marvel),
aprovechando la licencia de los Masters, eran un poco horribles. Rara
vez unos guiones se han afanado tan poco en ocultar que su motivación
era presentar nuevas figuras, aunque de vez en cuando se permitían
el lujo de meter personajes que no tenían equivalente en las
jugueterías, y es ahí dónde la cosa ganaba enteros.
El
dibujo tampoco rayaba un gran nivel, y la sensación de ser un
catálogo se confirmaba con la oscura foto de los nuevos muñecos
lanzados que decoraba la contraportada de la edición española. La
serie de animación, por otro lado, a mi me tenía loco cuando era
pequeño, más por la calidad de los movimientos que por las tramas.
Éstas, no nos engañemos, giraban en torno a los típicos consejos
para la vida que algún personaje de la serie te transmitía al final
de cada capítulo, cargándose la cuarta pared en el proceso. Ya
saben: “Niños, no mintáis, robar está mal y manteneos alejados
de las malas compañías”. Como muy bien apuntan en viruete.com, el
doblaje de las cintas que se podían adquirir en videoclubs con los
capítulos (dos por cinta), era castellano español, pero cuando las
cadenas privadas decidieron adquirir los derechos de emisión optaron
por el doblaje “neutro” que aparece en toda su gloria en muchas
producciones clásicas de Disney. Éste se realizaba con un acento
entre el argentino y el dominicano, lo que permitía abaratar los
costes, ya que se consideraba lo bastante comprensible como para
exportarlo a todos los países de habla hispana. Por eso La bella
Durmiente siempre cantaba tan raro aquello del
príncipe azul...
La
serie de He-man pertenecía al tandem Mattel-Filmation, que también
produjo la serie dedicada a la prima del héroe eternio: “She-ra,
princess of power”. Lo de crear una heroína pariente de un
personaje masculino fuerte ha sido una ocurrencia muy habitual en
esto del imaginario freak: Hulka era la prima de Bruce Banner, al
igual que Supergirl lo era de Kal-el. En fin, a She-ra le caería el
marrón de tener a Hordak como archienemigo (por lo menos en la
versión animada) mientras que Filmation se descolgaría con otra
serie de factura musical pero sin la base de una línea juguetera:
“Jem y los hologramas”, con la intención de embaucar a la
emergente audiencia juvenil de la MTV. Cuando la MTV emitía música,
¿se acuerdan?
Al
igual que con el resto de las series, (y con esto incluyo G.I. Joe y
Transformers) yo esto me lo tragaba religiosamente.
Terminando
con las aventuras fílmicas de He-man, fueron los únicos muñecos
cuya primera aventura en el largometraje no era animada, sino que se
rodó una película de verdad... por decirlo de algún modo.
No
me voy a detener mucho en la producción de Cannon, más que nada
porque en Internet hay una ingente cantidad de literatura,
videocomentarios
y parodias que explotan lo absurdo de la trama, los múltiples
agujeros en el guión y la cutrez generalizada. Y sí, la protagoniza
Dolph Lundgren, y también sale Courteney Cox. Solo puedo decir que
cuando la vi en su día, me emocioné con el final y me sigue
haciendo gracia el plano sorpresa de Skeletor diciendo “¡volveré!”
Solo comparable con el de otra producción masivamente catastrófica:
“Flash
Gordon”. El equivalente actual es que salga Nick Furia y
reclute a un personaje para Los Vengadores.
Desde luego, esta NO es "El padrino" |
Tanto
Transformers como G.I Joe corrieron una suerte un poco mejor con los
tebeos, ya que Marvel decidió asimilarlos – tangencialmente, al
menos – dentro de su continuidad y universo. Eso provocó algunas
apariciones estelares de gente como Spiderman, pero la verdad es que
el nivel de los argumentos era irregular. A veces parecía que los
personajes evolucionaban, pero era difícil que Optimus Prime dejara
de ser el líder inmaculado o que Megatron olvidase su modus operandi
habitual de “¡estoy muy loco!”
Los
Joe, quizás por tratarse de “humanos”, y no robots
extraterrestres, se permitieron un trasfondo mas elaborado, con
motivaciones explicadas de forma mas detenida. En este sentido era
chocante el primer ejemplar, en el que una pacifista que
prácticamente deseaba erradicar los comandos como el propio G.I.,
era rescatada de las garras de Cobra por los buenos, pero aún así
no cambiaba una coma de su discurso.
En
el caso de los films, los de Cybertron tuvieron la suerte de ver su
largometraje animado en las pantallas de los cines. Esta primera
incursión de los Transformers en el celuloide es famosa por varios
motivos, por un lado Optimus Prime muere en los primeros compases de
la trama (¿he oido un “¡por fin!” al fondo del aula?), por otro
Eric Idle de los Monty Python presta su voz, al igual que Leonard
“Spock” Nimoy y Orson Welles, en su última participación
cinematográfica, como el devorador de planteas Galactus, digooooo
Unicron.
La
escasa repercusión en taquilla de este film devino en que los Joe
tuvieron que conformarse con que su aventura en el cine se redujera a
una cosa “directa a vídeo/TV”. Sin llegar a las cotas de
dramatismo de los Transformers, había suficientes momentos de
tensión para entretener al fan medio.
Por
supuesto, Michael Bay y Stephen Sommers, han dirigido sendas
adaptaciones al lenguaje superproducción de estas franquicias, con
dispares resultados. Bay consiguió inocular un bienvenido espíritu
“spielbergeniano” a la primera película, por mucho que eso
implicase infrautilizar a John Turturro. Lamentablemente, el director
– o la huelga de guionistas – decidió que para la secuela, todo
se volviera terriblemente estúpido, con lo que a servidor se le
quitaron las ganas de ver la tercera y la cuarta (si se llega a
estrenar).
En
lo referente a la obra de Sommers, no fueron pocos los que alzaron su
voz en protesta por masacrar la “mitología G.I. Joe”. Ésta es
una actitud muy habitual cuando se adapta algo – libro, cómic,
serie de televisión – con un fandom radicalmente acerrimo. Es
decir, cualquier cosa, porque hoy en día todo es reivindicable en
aras de los kistch y lo vintage. Por regla general, ni las historias
de los Joe, los Masters o los Transformers eran de una elaboración
exquisita, de lo que se trata es de echar de menos las sensaciones
asociadas con leer/ver aquellas tramas cuando eras un moco que no
levantaba un palmo del suelo. Por esta razón, por mucho que las
superproducciones de Hollywood consiguiesen respetar el “espíritu
original” de las series, siempre perderían por comparación. Así
que aunque la nueva de los Joe – con Bruce Willis – resulte una
cosa monumental como “El caballero oscuro” de Nolan (poco
probable), seguirá habiendo gente protestando porque “se
han cargado mi infancia”.
Y
ahora sí...
LUGARTENIENTES
MALVADOS ( y ahora voy y lo despacho en cinco líneas)
En
el post del que me habló mi amigo, al cual hay que echarle la culpa
de esta entrada ÉPICA, la gracia residía en que tanto los
Decepticons, como Cobra y la pandilla de Skeletor eran organizaciones
en las cuales todo el mundo se dedicaba a ponerse zancadillas de
forma interna, con lo cual, todo esquema, todo plan diseñado para
vencer a los buenos acababa en completo desastre.
La
dinámica habitual era la siguiente: el jefe de los malos propone un
plan, el cual avanza hasta poner en aprietos a sus contrarios, a
veces incluyendo algún tipo de dilema moral para alguno de ellos –
el caso de Orko en los Masters es de manual – porque la estratagema
funciona en base a algún error (desconfianza, confiar demasiado,
torpeza...) de los buenos. Cuando parece que la victoria del mal es
ineludible, la ambición o la estupidez del número dos consigue
fastidiar el plan a última hora, y los buenos vencen. De nuevo.
- Tengo un hechizo para que por una vez le puedas partir la cara a Skeletor en cámara - Mmm. mejor déjalo... |
Salvo
en el caso de los Transformers, en las series animadas todo esto se
conseguía sin que nadie se golpeara de una forma especialmente
violenta, solucionándose casi todo con forcegeos un tanto ridículos,
rayos que salían de las espadas y vehículos que explotan cuando
todo el mundo ya ha saltado de ellos. Todo esto producía una
sensación muy extraña, como de una violencia que no acababa de
explotar, por eso no es extraño que cuando vimos algunos animes en
los cuales los puñetazos, patadas y sangre se podían mostrar sin
tapujos, nos quedamos embelesados, tal fue el caso de “Bola de
Dragón”.
Aquí hay mas sangre que en todas las series generadas por Mattel y Hasbro juntas |
La
cuestión básica de este artículo (aunque no lo parezca) es
preguntarse, ¿por qué los segundos de a bordo de los malos eran tan
ineptos para la victoria o tan eficaces a la hora de aguarle la
fiesta a sus superiores? ¿Habría un mensaje detrás de todo esto?
Ni
siquiera una industria a la que se le supone cierta inocencia como la
dedicada a los juguetes se libra de cuidar mucho cada paso que da.
Tanto Hasbro como Mattel eran ya grandes corporaciones en los 80 y no
se podían permitir el lujo de equivocarse, ni siquiera cuando ya
estaban cabalgando en la cresta del éxito. A fin de cuentas, Mattel
poseía los derechos de Barbie, con la cual habían conseguido
traumatizar a niñas de todo el mundo con la figura imposible de una
rubia delgada con grandes pechos, así que sus personajes tenían que
trazar unas líneas de conducta que pudieran ser imitables... hasta
cierto punto.
He-Man,
por ejemplo, es un paradigma del estilo, rubio de cejas oscuras y
musculado, un fiel reflejo del héroe de acción muy de moda en la
época, como Stallone o Chuache. Pero sin ninguna de las fisuras
morales de los personajes que interpretaban, el hecho de que el
principe Adam oculte su poderoso alter ego nos dice que todos podemos
ser un héroe, y cuando Orko mete la pata pero a última hora
consigue colaborar en la derrota de Skeletor, se nos dice que incluso
el más poderoso necesita ayuda de unas manos pequeñas de vez en
cuando.
Skeletor
y Evil-Lyn, por su parte, muestran una relación en la cual se
reconocen su objetivo común: el poder. Aunque nunca tenemos
especialmente claro qué significa eso. La escasa vestimenta de
Skeletor nos permite observar una musculatura tan exultante como la
de campeón eternio – el por qué se dejaba ver tanta carne de los
personajes masculinos es para pensárselo -, pero en lugar de una
“noble” espada, el hombre del rostro cadavérico utiliza un
báculo con la cabeza de un macho cabrio en un extremo. Si, damas y
caballeros ¡satanismo en los Masters del Universo!
Tanto
Evil-Lyn como Teela – su equivalente femenino en el bando de los
buenos, y supuesto objetivo amoroso del héroe - son mujeres
diseñadas en base al estereotipo de una “Barbie guerrera”, si
bien en el caso de Lyn, el referente principal de su diseño parece
ser la madrastra de Blancanieves: hermosa pero cruel y mortífera.
Nunca se fía demasiado de Skeletor y más de una vez parece que
tiene planes secundarios para derrocarlo en cuanto obtenga la
victoria, que obviamente nunca llega. En la adaptación de imagen
real, la relación extrañamente sádica de Skeletor –
inconmensurable el histrionismo de Frank Langella – con su
subordinada queda un poco más expuesta, mientras se dedica a
burlarse de la hechicera de Greyskull, quien, por cierto, se supone
es la madre de Teela, cuyo progenitor es el fiel escudero de
He-Man/Adam, Man-at-arms. Ah, el dulce aroma de culebrón... por mucho que me pongan la excusa del "clon".
Referente |
El
“caso Evil-lyn” se refleja en el de la Baronesa Cobra en G.I.
Joe. Que dos lugartenientes malvados con planes propios para triunfar
sobre sus jefes sean mujer produce otras interrogantes. Por mucho
que estas series quisieran tener un mensaje conciliador e
igualitario, las mujeres casi siempre son meros comparsas de los
fuertes personajes masculinos. En el caso del bando de los buenos,
estos preferían en muchas ocasiones fiarse de sus propios segundos
de abordo, los cuales casi nunca fallaban, porque los buenos SI se
cubren las espaldas mutuamente. En los comics, la manipulación y
tonteo de la Baronesa con Destro y el Comandante Cobra tienen
resultados desiguales, dependiendo del guionista: a veces parecen
tontos enamorados, otras, desprecian las obvias tácticas de la mujer
con gafas para obtener sus objetivos.
Ya le gustaría al Comandante... |
En
los Transformers, la aparición de personajes femeninos fue una
adición tardía, una especie de maniobra de cara a la galería. En
su lugar, Megatron tenía al sidekick con
la voz mas molesta y estridente que uno se podía echar a la cara, no
en vano su nombre es “grito estelar”. Starscream es el epítome
del lugarteniente malvado que quiere destacar sobre su superior
cueste lo que cueste. En el largometraje animado no pestañea en
librarse de su jefe, una vez que la batalla con Optimus lo ha dejado
para el arrastre. Por supuesto, Megatron vuelve tras ser tuneado por
un mal aún mayor y su primera decisión electoral es cargarse a su
recalcitrante subordinado.
Uno
de los mejores aciertos, a mi parecer, de la primera adaptación de
Bay es realizar un pequeño guiño a esta relación casi al final del
film, la clase de detalle que tanto gusta a los fans y que los deja
tranquilos en lo referente al “respeto por la franquicia”.
Megatron se limita a decir algo en plan de “siempre eres igual de
inepto, Starscream”, pero decide no ahondar mas en esa vertiente,
es su film a fin de cuentas y el sabrá lo que se hace. O eso
pensábamos.
El
mensaje que nos dan las tres series – y muchas otras para el
público infantil -, es que el mal solo sabe destruirse a si mismo y
que el bien siempre acaba triunfando. El problema, por supuesto, es
que en la calle y en la vida real de adulto, las cosas son muy
diferentes, no solo porque el mal a veces triunfa, sino que la
definición del “mal” se vuelve cada vez mas difusa. En este
sentido, la identificación de los malos era muy sencilla: Skeletor
es una calavera, es decir, muerte, y cualquiera cosa relacionada con
la parca tiene que ser, por fuerza, negativa. Ya hemos hablado de la
simbología que esconde el estandarte Cobra, y en el caso de los
Transformers es aún mas sencillo: los malos son Decepticons, en
inglés, “To deceive” es un sinónimo de “mentir”, así que
los Autobots – robots autónomos, ¿querrá eso decir que nunca
enferman? - tiene que ser los buenos por eliminación.
En
el caso concreto de Starscream, su frustración parece venir, no solo
de los continuos fracasos de su líder. Sino también de que la mayor
parte de los planes de Megatron consisten, mas tarde o mas temprano,
en una pelea frontal con Optimus y los suyos. Uno no puede abandonar
la sensación de que Starscream no busca la eliminación de los
Autobots y que estaría mucho mas contento con que su gente tuvieran
una parcelíta en Cybertron en la que no molestar ni ser molestados.
Lamentablemente,
eso se refuta en una de las líneas argumentales de los tebeos, en la
cual Starscream absorbe parcialmente las energías de “La base”
(o “el arca”, dependiendo de la traducción) - una estructura que
concentra una gran cantidad de...¿poder? -, con lo que planea mandar
sobre todo y todos. De hecho, mientras se dedica a hacerle mucha
pupita tanto a los Autobots como a sus, ya ex-compañeros, una de sus
frases es “voy a liquidar Tokyo”, así, alegremente. Pero cuando
absorbe la totalidad de “La base”, Starscream se ve sobrepasado y
sobrecargado, reventando en el proceso.
No
deja de ser interesante otro aspecto que hemos apuntado
anteriormente: en un momento dado, todos los personajes malignos
principales ven su autoridad socavada por la aparición de alguien
aún más terrible. En los Masters, Hordak se nos presenta como el
maestro de Skeletor y tanto su apariencia como su modelo de
organización nos dicen que su antiguo padawan
no prestaba toda la atención posible.
Mientras
que Skeletor debería llevar ojos en el cogote para que alguno de sus
soldados no le apuñale por la espalda o derroque sus planes por
plena ineptitud, su maestro no solo tiene una “Horda” de
guerreros fieles con pintas aún mas aterradoras que lo que venía
siendo habitual en Eternia, sino que tiene un pequeño ejercito de
robots armados con el conveniente logotipo del murciélago deforme en
sus pechos. Por organización e imagen corporativa, Hordak gana por
un amplio y cómodo margen.
No eres un malo de verdad hasta que no tienes tu imagen definida |
Tres
cuartos de lo mismo se podría decir de Serpentor en el caso de
Cobra. Lo mas interesante en el caso de los G.I. Joe es que la mayor
parte de los malos cubren su rostro de una mera u otra. Aparte del
Comandante, Destro y Sombra, el maestro de los disfraces Zartan
también oculta sus facciones detrás de una especie de maquillaje
camuflado. En otras palabras: el mal es cobarde y siempre que puede
se oculta.
Pero
todo esto... ¿para qué?
La
victoria será mía
Siempre
que un personaje dice “voy a dominar el mundo” y no tiene un
compañero llamado Pinky,
me acuerdo del cómic “Emperador Muerte” (“Emperor Doom” en
el original). “Muerte” es, por supuesto, el Doctor Victor Von
Doom, archienemigo de los cuatro Fantásticos y esta historia de
Marvel es uno de esos especiales estivales que servidor compró
cuando era pequeño y cuya lectura me dejo el culo bastante torcido.
Tengan en cuenta que durante los ochenta se publicaron obras que
prácticamente finiquitaban el género superheroico, como ustedes ya
están suponiendo me refiero a los Watchmen de Moore/Gibbons y al
“Regreso del Caballero Oscuro” de Frank Miller.
De
mientras, uno intentaba consumir los tebeos de toda la vida con los
tópicos de siempre: que si Lois Lane no se cosca de nada, la Tia May
a punto de morirse de un disgusto y La Visión perdiendo los
tornillos por la Bruja Escarlata. Si ha entendido todas las
referencias de la frase anterior, les aconsejo que dejen de leer este
blog, cierren su cuenta en Facebook y salgan a la calle a conocer
gente de verdad. Ya mismo.
“Emperador
Muerte” no planteaba dilemas tan quejumbrosos como una pelea a
brazo partido y con mucha mala leche entre Batman y Superman. Pero sí
presentaba una idea muy interesante, ¿qué ocurriría si el jefe de
los malos por antonomasia consiguiera su objetivo? Pues en
realidad... que todo iría de puta madre, bajo el mandato de Muerte
(“Doom” se podría haber traducido como “Maldición”, pero ya
es muy tarde para cambiar algunas cosas, como “Estela
Plateada”), se consigue la paz mundial y todo el mundo es
relativamente feliz. Lo mas interesante es que no consigue su
objetivo tras una destrucción masiva ni nada por el estilo, sino que
utilizando una maquina que amplifica los poderes del Hombre
Purpura – personaje cuya principal habilidad es hacer que la
gente haga lo que dice, como si fuera un canciller alemán -,
consigue imponer su voluntad.
Irremediablemente,
la cosa se tuerce, pero cuando el buen doctor de Latveria ve cómo un
pequeño grupo de héroes le echa cojones, en lugar de maldecir,
siente un cierto alivio ante la tensión de la batalla. Así es libre
de hacer lo que mas le gustaba en el fondo: partirse la cara con
otros, porque (¡oh! ¡sorpresa!), le cansa dirigir entre tanto rollo
ejecutivo y parlamentario. Al final de la historia, los buenos echan
la vista atrás y se preguntan si derrotar a Muerte ha sido tan buena
idea. Lo dicho, para mear y no echar gota.
En
el caso de las series que nos ocupan, los objetivos del Mal no están
nada claros y como nunca vencen, tampoco se sabe cual sería el
siguiente paso tras matar a sus oponentes. A mucha gente le disgusta
el supuesto prestigio conseguido por Nolan con las historias de
Batman, pero uno de sus aciertos es poner en boca del Joker que en
realidad no quiere matar el hombre murciélago, ya que “le
completa”. Igualmente, Megatron tampoco sabe qué hacer una vez que
ha asesinado a Optimus y se ve ofuscado entre pesadillas paranoicas.
Por
si esto no fuera suficiente, Megatron y su versión mejorada,
Galvatron, solo pueden transformarse en armas de asalto, mientras que
buena parte de sus subordinados y oponentes se pueden convertir en
objetos hasta cierto punto útiles. El drama del malvado es que solo
está hecho para la guerra. Obviamente, podríamos decir, llegados a
este punto “¡pero si son solo muñecos!” Bueno, si usted opina
que la industria juguetera la llevan unas damas mayores que se
dedican a hacer pastelitos entre diseño de personaje y diseño de
castillo, entonces el inocente no soy yo...
El
aspecto más y más agresivo de los muñecos “de acción”, causó
no pocas preocupaciones en muchos padres, sobre todo, obviamente, en
EEUU, donde el manejo de armas de fuego, el sistema sanitario
clasista y la preocupación por el lenguaje soez en la música se dan
la mano. Cosas de la vida.
Pero
probablemente nadie se preguntó qué es lo que impulsaba a Cobra,
los Decepticons, a la pandilla de Skeletor o a la Horda de Hordak –
¿notan la musicalidad del maestro de Skeletor? - a intentar dominar
el mundo. Son personajes de opereta, de los de “me encanta ser
malo”, aspecto efectivamente parodiado en “Austin
Powers”, así
como la vida diaria de un soldado de un ejercito maligno. Grandioso.
El
gran final: todos contra la lectura y el estudio
En
1983, la emergente industria del videojuego estadounidense se hundió
en una profunda crisis, producida por la excesiva producción y la
escasa calidad de muchas de sus propuestas, la cual queda
personificada en el famoso traspiés comercial de la adaptación del
film “E.T”. En Europa, esto apenas se notó, ya que aquí dábamos
nuestros primeros pasos con los Amstrads, Spectrums y similares,
alejados de las consolas Atari y sus imitadores.
A punto de cargarse la industria con un manotazo abierto |
Fue
precisamente en ese momento cuando las ventas de muchos juguetes
“tradicionales” como los que nos ocupan escalaron ventas
millonarias. El éxito de sus series de animación y todo el
merchandising relacionado fueron unas guindas inesperadas, pero bien
recibidas. Entonces, a finales de la década, las consolas de 8 bits
como la Master System de Sega o la NES de Nintendo empezaron a
despegar y se añuedaron de las carteras de muchos padres.
La
industria juguetera tradicional, como era esperable, se sumó a los
padres que clamaban contra aquella nueva forma de entretenimiento,
que les usurpaba la imaginación a los niños, los situaba
interminables horas delante del televisor y, lo mas importante, les
robaba clientes a ritmo galopante. Por supuesto, los señores de
Mattel y Hasbro harían tratos bajo cuerda para licenciar sus
productos al nuevo rey del ocio, pero eso tardaría en llegar. De
mientras, se olvidaban alegremente de las acusaciones de acercar a
los niños a la violencia y al ocultismo....¡como Harry Potter! De
todas las acusaciones a los videojuegos, la mas risible tenía que
ser la de afectar a su imaginación, ¡pero si entre los cómics, las
fichas y las series de TV, los productos de estas compañías nos
entregaban un mundo perfectamente diseñado, con argumentos
mascaditos y preparados para el consumo!
Y
eso que la mayor preocupación de muchos padres es que los niños
pasen demasiado tiempo tonteando en lugar de hacer cosas productivas
como estudiar. La culpa, empero, no es de los chavales, lo raro es
que con una “Cultura del Ocio” tan bestial, todavía vivamos en
una sociedad capaz de producir médicos, ingenieros en
telecomunicaciones y matemáticos. Pensemos en esto unos segundos: a
finales del siglo XIX la propuesta para pasar el rato mas radical a
la que podía acceder un niño era un palo y una piedra, por no
haber, no existía ni una mísera liga de fútbol. Ahora entre
Internet, el cine (por favor, ya esta bien de reírse ¿no?), los
videojuegos, Internet, la música, Internet y la televisión, lo
difícil es encontrar tiempo para estudiar. Ah, y se me olvidaba
Internet.
Lo
mismo es que ahora vivimos en una sociedad hedonista que para colmo
está en crisis, lo cual, si es cierto, implica que estamos
doblemente jodidos. Y lo digo yo que llevo más de 10 páginas de
articulo sobre un asunto tan freak como este.
Pero
no se alarmen, a lo tonto hemos hablado de un montón de cosas: que
si la censura, que si la clasificación por edades, un poco de cine
ultracomercial, un poco de muñecos, un poco de marketing, ah y
toneladas de nostalgia. ¿No está mal, no?
Por
supuesto, esta clase de entradas en el blog solo pueden llamar la
atención a nerds treintañeros como el que suscribe, y el mero hecho
de prestarle tantas palabras al tema sería descrito como una muestra
de inmadurez para gente como el periodista Carlos
Colón. Discrepo, no creo que el interés en cosas como los
muñecos a los que uno jugaba de pequeño y situarlos en su justo
contexto sea exclusivamente un ejercicio de nostalgia – aunque algo
de eso hay, pero le echo la culpa a que me ronda la fecha de mi
cumpleaños -, sino mas bien todo lo contrario. No es un “¡Dios
mío! ¿¡En qué estaba pensando para jugar con esas figuritas!?”
sino un “vaya, me lo pasé de puta madre, pero... ¿no eran unos
muñecos un poco raros?”
Sigo
disfrutando de los videojuegos, del cine y de la música, no con la
misma perspectiva que antes, pero hay cosas que siguen resonando haga
lo que haga. Para escribir este artículo me he visto no pocas webs
dedicadas a estos juguetes, repasado algunos viejos cómics y echado
un vistazo a algunos documentales sobre el tema. Lo cierto es que
todavía me produce una extraña alegría ver algunos de estos
personajes en sus cajas originales, coleccionadas con un interés
enfermizo por otros treintañeros (o mayores) alrededor del mundo.
¿Es porque tienen una valía intrínseca o por aferrarnos a una
época en la que todo era mucho mas sencillo? Hagan sus puestos.
Lo
mas probable, de todas formas, es que si algún día soy padre,
miraré este artículo con sus indicaciones sobre lo que se debe
dejar ver a los niños y pensaré: ¡Vaya sarta de gilipolleces!
O
no.
Bufff,
prometo que la próxima entrada será mas corta, de mientras,
dediquemos ésta a todos los freaks horteras y salidos de este mundo
que soñaban con camelar a Teela, a Evil-Lyn o a la Baronesa. Seguid
persiguiendo ese arco iris, muchachos.
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