Esta es la pinta que tiene, sin el libro y la absenta, claro. |
Londres,
Amsterdam, Sevilla
“¿Pues
sabes que la película favorita de Hitler era King
kong?”.
El que me hace esa pregunta es Billy Kulke, cantante de Letz Zep, una
de las principales – si no la principal – bandas que recorren el
mundo interpretando el repertorio de la banda que otrora conformasen
Jimmy Page, Robert Plant, John Bonham y John Paul Jones. Ante su
interrogativa (horas antes de su concierto sevillano) yo le contesto
que probablemente Adolf se viera un poco como el simio gigante, una
especie de. monstruo incomprendido, aunque la realidad fuese que era
un monstruo y punto (y ni siquiera voy a sacar el racismo o El
Holocausto a relucir, cualquiera que manda NIÑOS a la guerra es un
monstruo). La conversación – como muchas de las mías - ha
devenido en comentarios sobre films de ciencia ficción en blanco y
negro, más que nada porque mi entrevista “oficial” ya había
terminado (pueden verla en su totalidad, aquí
y aquí),
con lo que Billy ya había respondido a varias de mis dudas sobre el
concierto cuya publicación oficial tratamos en este post. Concierto,
que como ustedes ya saben, implicó la reunión de los tres miembros
originales de Zep y el hijo de Bonham a las baquetas, ya que su padre
había muerto en 1980, por las consecuencias de una masiva ingesta de
alcohol.
Kulke
y su banda fueron de los pocos que no tuvieron que pasar por el
trauma de la “lotería de tickets” para ir a esta reunión
histórica, tampoco tuvieron que pagar cifras millonarias en Ebay,
no, el vocalista había sido telonero de Plant, y Letz Zep había
tocado para la fundación benéfica de Page. Así que tienen una
relación con aquellos a los que imitan que ya quisieran para sí la
mayor parte de bandas tributo del planeta, para añadir más épica
al relato, el grupo llegaba a Londres con el tiempo justo
(provenientes de una gira, se bajaron del avión apenas unas horas
antes del concierto), y un colega les esperaba con sus motos, a las
que se subieron para conducir directamente al O2 Arena. ¿Se puede
ser más cool?
Mientras
Kulke y su panda veían a los originales Zeppelin, en aquel 10 de
Diciembre de 2007, un servidor se encontraba en Amsterdam, para,
entre otras cosas, entrevistar al día siguiente a Pete Trewavas, de
Marillion, horas antes también, del show “navideño” del grupo
en la Paradiso. Aunque dicho así suena como un affaire
muchos
más sofisticado de lo que fue en realidad, ésta es otra entrevista
que pueden ver
en su totalidad
en Youtube.
Y como habrán notado, Pete y yo también hablamos de la reunión de
Page, Plant, Johnes y Bonham, si es que la sombra del zepelín es
demasiado alargada, pero antes, recapitulemos...
El
martillo de los dioses está roto
Algún
tiempo después de mi conversación con Trewavas, yo estaba leyendo
“Hammer of the gods” de Stephen Davis, la alucinante y
alucinógena biografía sobre Led Zeppelin, famosa por contener buena
parte del anecdotario que jalona la leyenda negra de los cuatro
ingleses: que si pactos demoníacos para conseguir el éxito,
penetraciones con una cría de tiburón, bajistas que se llevan
travéstis a la cama pensando que son mujeres (algo por lo visto muy
habitual entre los bajistas), y declaraciones de un cantante que
afirma ser un “dios dorado” desde la terraza de un hotel. Leer
esta obra, que contiene más elementos de fantasía
que la novela típica publicada por Timun
Mas, me hizo mucho bien en un momento de bajona – joder, parece
que solo leo cuando estoy triste
o si no me pongo a escuchar “discos
de divorcio” - ya que, el fan medio del Rock no se preocupa
mucho de la veracidad de según qué historias, prefiriendo creer que
todo ha ocurrido de verdad, como decía Noel Gallagher sobre el
incidente de Keith Moon (de los Who) metiendo un Rolls Royce en la
piscina de un Holiday Inn. No obstante, la historia del tiburón y
otras supuestas andanzas sexuales del grupo ya no me apasionan tanto,
por no decir nada.
Aunque
Davis pasó realmente un tiempo acompañado a la banda, buena parte
de sus historias provienen de Richard Cole, tour
manager y
“conseguidor” oficial de los cuatro ingleses. Para cuando
colaboró en la elaboración de “El Martillo de los Dioses”, Cole
había sido una figura empujada al exilio de la órbita de los Zep,
sus tejemanejes con la droga lo habían hecho recalar en prisión y
su difícil situación económica le impulsó a colaborar en la
escritura del opúsculo de Davis. Puede que el autor magnificase
algunas de las aportaciones del antiguo colega de los músicos, pero
huelga decir que ni a Plant ni a Page (los más perjudicados en el
libro, además de la memoria del batería) les apasionó leer
semejante colección de actividades limítrofes con la criminalidad,
cuando no la abrazaban directamente.
Pero
incluso sin las aportaciones de Cole, la historia de Zeppelin sin
aditivos ya contenía suficientes acicates para mostrar su atractivo:
dos experimentados músicos de sesión que se unen a dos catetos cuya
común querencia por el blues les sirve de nexo para crear una banda
que alcanza el éxito, un traumático accidente en coche que paraliza
a la banda, la inesperada muerte del hijo del cantante por una
infección estomacal, las prácticas casi mafiosas del manager Peter
Grant, y el triste fallecimiento de John Bonham en la propia casa de
Page después de demasiados vodkas...
Bonham, con su uniforme de "La Naranja Mecánica" |
Por
supuesto, los extraños símbolos que ilustraban el cuarto álbum de
la banda, el interés del guitarrista Jimmy Page en la polémica
figura de Aleister Crowley, y su colaboración en la banda sonora del
film “Lucifer Rising”, de Kenneth Anger, tampoco se quedan atrás,
y fueron justamente estos aspectos los que motivaron buena parte de
la rumorología más esotérica alrededor de los Zeppelin.
Pero
con todo, cuando el grupo se separó en 1980, dejando como único
testamento una exigua nota de prensa lamentando la muerte del Bonham,
las cosas para uno de los “dinosaurios del Rock” estaban en pleno
declive: las ventas de los discos seguían siendo respetables, y de
hecho, “In through the out door” (1979) llegó a tener efectos de
revulsivo sobre la adormilada industria discográfica (tras el
varapalo comercial de buena parte de las bandas punk), pero lejos
quedaban los millonarios pedidos en la preventa de otras obras.
Igualmente, los dos conciertos en Knebworth (mítico emplazamiento de
grandes festivales durante los setenta), se saldaron con una
asistencia decepcionante para lo que era Zeppelin, aunque la calidad
del grupo estaba fuera de toda duda, la comparación con el fuego
de
sus actuaciones pasadas hacía palidecer el resultado final de
aquellos bolos. Curiosamente, Kulke estuvo en uno de esos shows y
aunque Plant era “una figura pequeña en la distancia”, para los
asistentes, ver a los Zep en directo era como “Dioses andando sobre
la tierra”.
Porque
todavía (o quizás, sobre todo ahora) escuchar a Percy
cantar con una especie de deje flamenco/árabe aquello the “In the
eveniiiiiiiing” sobre una gruesa capa de teclados al principio de
“In through...” sigue resultando escalofriante, aunque lo cierto
es que lo derivativo parecía estar instalándose en el modus
operandi de la banda. Cuando en los noventa se lanzó el disco
tributo “Incommunion”, la mayor parte de las bandas coincidían
en que el peor tema de la discografía de los ingleses era “All my
love”, el largo tema dedicado al fallecido Karac Plant, hijo de
Robert. Lástima, porque el vocalista había puesto en él mucho de
sus heridos sentimientos.
Quizás
como una extraña profecía, cuando Bonham se bajó de su asiento
durante las pruebas de sonido para los shows en Knebworth, su hijo
adolescente tomó las baquetas – con las que llevaba practicando
casi desde la cuna – y se enzarzó en una jam
con
los amigos de su padre. Éste declaró: “por primera vez pude ver
tocar a Led Zeppelin”.
Por
supuesto, a estas alturas, los LZ ya habían grabado sus mejores
temas, no solo ese himno casi indescifrable que es “Stairway to
Heaven” (¿Será la cocaína? ¿Será un “dulce Satán”? ¿Será
tu guaraná?) sino “Black Dog”, “Kashmir”, “Nobody's fault
but mine”, “Thank you”, “The rain song”... y así podía
seguir hasta el fin del articulo. Pero...¿Qué pasó durante los
casi treinta años entre la disolución oficial de la banda y el
directo que tenemos aquí?
Page,
Plant y.... ¿Jones?
Como
se suele apuntar, el traumático fin del grupo tuvo efectos muy
diferentes sobre los restantes miembros del grupo: Plant y Page en
particular se sentían bastante culpables, el primero había animado
el fichaje de su viejo amigo en la nueva banda de Jimmy y éste había
sido el arquitecto de buena parte de su éxito, permitiéndole los
excesos que acabaron por minar su salud.
Robert
no tardó en acompañar a la familia de Bonham para intentar pasar
con ellos el trago de su muerte, mientras que el guitarrista,
aparentemente, se hundió en su particular burbuja depresiva,
acuciado según dicen, por sus particulares demonios: la conciencia y
la heroína. Aún así, siguió trabajando, grabó la banda sonora
para uno de los films de Charles Bronson en los que repartía
justicia
callejera, pero no se animaba a montar otro grupo. Ni siquiera
una colaboración con lo que quedaba en ese momento de Yes (su
sección rítmica: Chris
Squire y Alan White), conseguiría agitarlo lo suficiente.
Últimos coletazos del dinosaurio |
¿Y
Jones? Pues como también se suele decir, no tuvo muchos reparos en
volver a ser John Baldwin, discreto músico de acompañamiento que
vive con su familia en una tranquila mansión en la campiña inglesa.
A pesar de las resonancias históricas de su nombre (al menos para
los ciudadanos
angloparlantes),
Jonsey,
siempre
fue el más razonable - “incidente travelo” aparte - de los
Zeppelin. Su sardónico sentido del humor y su actitud de “todo
este rollo de la fama me importa un carajo” también lo hizo el mas
inmanejable para Page. Para el bajista, el éxito significaba que
nunca más tendría que estar a las diez de la mañana en un estudio,
supervisando los arreglos de cuerda para algún asqueroso jingle.
Eso y poder tener un órgano – musical, se entiende - en el jet
privado del grupo.
Plant,
por su parte, no había dejado de cantar con su grupo de amigos –
The honeydrippers-, los temas rockabilly y R'n'B que habían marcado
su juventud, pero eligió a un grupo mas profesional para su primer
lanzamiento en vinílo: “Pictures at eleven”. Con el
enlistamiento de Phil Collins (¿Cómo? ¿Tito Phil en este
blog?
¿Es eso posible?) y Cozy Powell tras los timbales, Robert abrió una
década cuyos lanzamientos variaban en intenciones, y probablemente
calidad. Al no ser un músico tan versado y consistente como Page o
Jones, Plant dependía muchas veces de la elección de sus
colaboradores para grabar sus obras, en ocasiones intentando
acercarse a la experimentación de Peter Gabriel – referente para
Percy
en más de un aspecto -, y a principios de los 90 gravitando
peligrosamente (sobre todo en “Manic Nirvana”) , hacia la postura
de Cock
Rocker.
Lo
cual sería un poco como si John Lennon (en el caso de seguir vivo)
se pusiera las manos detrás de la espalda y se pusiera a cantar a lo
Liam Gallagher. Por qué Plant pretendía imitar a sus imitadores es
un misterio, explicable quizás porque después de los ochenta (que
además habían visto dos fallidas reuniones de Zeppelin sobre las
que hablaremos más adelante), el cantante vislumbraba un importante
declive comercial y artístico cernirse sobre él. Hacer de telonero
para Lenny Kravitz tampoco pudo ser bueno para su orgullo.
Todo
el mundo coincide en que Page fue el que (después de Bonham,
lógicamente) salió peor parado de la separación. A fin de cuentas,
la banda había sido su concepto, su criatura, aunque las
aportaciones de los otros músicos conformaban lo que había sido
grupo, sin la guía de Page y Grant, esta particular unión de
talentos nunca se hubiera producido. Con su amigo y manager también
sumido en su particular estado catatónico (aunque la droga elegida
por el orondo representante fue la cocaína), el guitarra pasó de un
proyecto a otro con dispar suerte, formó The Firm con Paul Rodgers
(Swam Song, el sello creado por lo propios Zep había editado los
álbumes de Bad Company, donde militó Rodgers tras disolverse Free),
se fue de gira con otras dos leyendas de la guitarra - Clapton y Beck
– con el objetivo de recaudar dinero para el tratamiento de su
viejo colega de los Small Faces, Ronnie Lane, quien sufría
esclerosis múltiple. Gira en la que el público le recordó lo
grande que había sido y era, cantando cada noche “Stairway to
heaven” sobre la base instrumental del propio Jimmy. Incluso tocó
en los bises durante uno de los conciertos, dentro de la gira
“90125”,
de Yes y se permitió algunas apariciones shows y álbumes de muchos
de sus colegas. Grabó el obligatorio disco de guitarrista con
insignes invitados y, finalmente, hizo un disco con un notable y
auténtico cock
rocker,
David
Coverdale
(Deep Purple, Whitesnake). Se dice que al escuchar esta colaboración,
Percy decidió alargarle una llamada a su viejo amigo y proponerle
algo un poco más sustancial. (El disco está bastante
bien,
todo sea dicho).
La
relación entre Robert y Jimmy es la típica historia de
acercamientos y tensiones varias entre cantantes y guitarristas: como
Mick Jagger con Keith Richards, Steven Tyler con Joe Perry, Jon Bon
Jovi con Richie Sambora, Roger Daltrey con Pete Townshend... Aunque
nunca han llegado a los niveles de odio en público de algunos de los
ejemplos anteriores, lo cierto es que su relación ha sufrido severos
altibajos. Si hay una anécdota de “Hammer of the Gods” que me
creo a pies juntíllas, más allá de los excesos narcosexuales, es
una ocasión en la que Page y Cole (durante una de sus primeras giras
americanas) mandaron al joven cantante a comprarles lo que sería hoy
en día “el lote para la botellona”, en otras palabras, que lo
tenían de chico de los recados mientras se tumbaban a la bartola. Y
yo me creo que eso es algo que Plant nunca olvidaría. Igualmente,
Grant, una vez recuperado de sus adicciones, declaró en una
entrevista que Robert siempre había aspirado a ser “el jefe” del
grupo. Eso no fue óbice para algunas apariciones conjuntas, no solo
bajo el nombre de Zeppelin, sino para, por ejemplo, un festival
benéfico en Knebworth
(dónde si no), en el que Page acompañó a la guitarra durante un
par de canciones a la banda de Percy.
El
hecho de ser el cantante y, casi por pura inercia, ser el que tenía
el mayor éxito individual de los Zeppelin, le permitió coger el
toro por los cuernos (o mas bien por las pelotas) en este sentido, y
en 1994, en lugar de grabar el típico
unplugged que
tanto se estilaban en aquello época, y sin usar el sagrado nombre de
Led Zeppelin, Page & Plant sacaron “No quarter. Unledded”
(juego de palabras con el nombre de la banda y la serie de álbumes
grabados sin electrónica de por medio). El álbum, grabado en parte
en estudio y parte en directo, demostraba la admiración e interés
por parte de los dos músicos hacia la música árabe, aplicando esa
“deconstrucción acústica” que a veces a los artistas les
gustaba aplicar sobre sus antiguos temas, a ver si conseguían un hit
como el “Layla” de Eric Clapton. De cualquier forma, las nuevas
piezas que se incluyeron sufrían bastante en comparación con los
clásicos del viejo grupo – aunque yo creo que “Wonderful
one”
es magnifica - , y en el siguiente lanzamiento del dúo “Walking
into Clarksdale”, el público y la crítica decidieron darle la
espalda a sus nuevas composiciones, lo cual no deja de ser un poco
lamentable porque había algunos grandes temas como “When
the world was young”.
¿Y
Jones? Pues para entonces seguía haciendo colaboraciones estelares
como en el “Everybody hurts” de los REM, o con la frenopática
diva Diamanda
Galás (esta tronca da más miedo que la mayor parte de los
supuestos “grupos satánicos”), aunque los periodistas
congregados en la rueda de prensa para promocionar el lanzamiento de
“No Quarter”, también se preguntaron por qué el bajo / teclísta
no había sido invitado. Plant respondió con una broma
innecesariamente cruel sobre “id a ver si está trabajando como
aparcacoches”, y aunque Jonsey mantuvo un perfil bajo sobre el
tema, lo poco que ha dejado caer al respecto no revela que le hiciera
especial gracia. Sobre todo teniendo en cuenta que la propia canción
que daba nombre al proyecto era de sus composiciones. La inclusión
de Led Zeppelin en el Rock and Roll Hall of Fame, sirvió para reunir
a los tres supervivientes de la banda, ocasión aprovechada por el
bajista para agradecer a sus compañeros “el haber recordado su
número de teléfono”.
Si
leemos algunas de las entrevistas que Plant concedió para
promocionar su primer disco por su cuenta, vemos cómo el cantante
dejaba bastante claro que cada vez se la había hecho más y más
difícil colaborar con JPJ en la recta final del grupo. El bajista
parecía usar todavía el acercamiento de un músico analítico,
desconocedor de las canciones por su título, mientras que Robert era
el cantante emocional, el que no sabía en qué clave estaba cada
tema. Puede que Page echara de menos precisamente ese análisis
meditado sobre los arreglos, pero lo cierto es que parecía estar
disfrutando de la reunión con su viejo cantante, aunque los rumores
indican que las antiguas tensiones no tardaron en reaparecer.
Tras
la decepción del segundo disco, y a pesar de la buena acogida de su
directo (que permitieron la visita de lo más cerca que ha estado
suelo español de ver a Led Zeppelin en vivo), tras enfilar los
últimos shows, el cantante tenía claro que iba a abandonar a su
compañero bajo la excusa de “no saber cuantos inviernos (¿o
serían otoños? ¿o primaveras? Porque lo que son “veranos”...)
ingleses le quedaban por ver”. Compuesto y sin novio, a Jimmy no se
le ocurrió otra cosa que aceptar la invitación de tocar con los
Black Crowes – grupo cuyos vídeos en directo podrían pasar
perfectamente por antiguas filmaciones de Zeppelin -, con los que
tocó buena parte del repertorio de su antigua banda. El doble CD
pirata extraído de la actuación en el Greek Theater de Los Angeles
tuvo tanto éxito que para no perder la oportunidad de ganar algunos
dolares, la discográfica decidió lanzarlo de forma oficial.
Para
entonces, Jones había iniciado una corta carrera en solitario en la
que exploraba más su capacidad como instrumentista que como creador
de canciones – aunque alguna caería, y hasta se atrevió a cantar
-, que tuvieron una recibimiento aceptable. En cualquier caso, la
especulación sobre una gira que contase con los tres miembros de
Zeppelin aparecía cada vez que se lanzaba algún material de
archivo, ya fuera “Live at the BBC”, “How the west was won” o
su DVD recopilando las filmaciones del grupo a lo largo de su
historia. Para evitar molestias, cuando se lanzó “Nine Lives”,
la caja que resumía la trayectoria en solitario de RP, los
representantes de Percy pedían “encarecidamente” que no se
hicieran preguntas sobre su viejo grupo.
A
la tercera va a la vencida, o no
Como
ya hemos indicado anteriormente, lo cierto es que por muchas
tensiones y asuntos sin solucionar que hubiera entre los
supervivientes de Zeppelin, en al menos dos ocasiones habían
aceptado tocar bajo el nombre sagrado de la banda. A cual peor.
La
primera fue bajo el manto del
megafestivalbeneficoquetecagasenlabragas “Live Aid” (Junio de
1985), organizado por el pragmático cantante Bob Geldof, con dos
conciertos en sendas partes del globo, uno en el estadio Wembley
londinense y otro en el JKF de Philadelphia. Fue en este último en
el que Page, Plant y Jones decidieron juntarse, con la ayuda del
bajista de la banda de Percy y el añadido de Collins y el batería
Tony Thopmson, de Power Station a las baquetas (Phil también se
ocupó de presentar el grupo al respetable), eso sí, sin apenas
ensayar. Desde el arranque con “Rock `n roll”, se veía que el
grupo las estaba pasando tan canutas como muchos de los otros
artistas durante aquella jornada: a Simon Le Bon (de Duran Duran) le
había salido un gallo horrible mientras cantaba “A
view to a kill”, Eric Clapton sufrió un calambre en la boca
cuando intentó acercarse a su micrófono, la retrasmisión
televisiva se cortó durante el segmento de los Who y por Paul
McCartney las pasaría canutas mientras cantaba en la oscuridad (con
el micro no funcionado del todo) durante “Let it be ”. En el caso
de los LZ, los monitores no estaban muy afinados, Plant se
desgallitaba para hacerse oír al mismo tiempo que intentaba evitar
acoples. Pero lo que se quedó en la retina (o mas bien en los
tímpanos) de muchos fue la interpretación de “Stairway
to heaven”
En
realidad, si uno analiza la ejecución del tema, no es que sea
especialmente desastrosa, simplemente carece de gracia, Plant intenta
revivir su frase “Does anybody remember laughter?” (¿Alguien se
acuerda de la risa?), antes de que el supuesto desastre durante la
“parte rápida” haga aparición. Lo cierto es que el grupo encara
la canción como si estuviera cumpliendo el expediente, lo cual no
fue óbice para que el público se emocionara y empezase el circo de
especulaciones sobre una próxima reunión. Como si estuviera
intentando auto afirmarse, Plant declaró en su entrevista para la
MTV que era “una persona de los 80”. La prensa no fue tan
permisiva, y tildaron la actuación de Zeppelin de decepcionante,
Page, en una de sus habituales jugadas de escurrir el bulto le echó
la culpa a Phil Collins, quién, según el guitarrista, no se había
tomado la molestia de aprenderse el tema como Dios manda.
Probablemente, tito Phil estaba ya bastante reventado después de
actuar por su cuenta y con Sting en Londres, para a renglón seguido
atravesar el Atlántico en Concorde, hacer otro bolo en solitario y
tocar con ellos y, posteriormente, con Clapton. Con todo, se
lo tomó con su habitual sorna, puede que fuera capaz de leer en
los comentarios de Page un mensaje de disculpas por una versión de
Zeppelin muy por debajo de los viejos estándares. Tanto es así, que
cuando muchos años después Live Aid se editó en DVD, los Zep (así
como el “View to a kill” de Duran Duran) pidieron que no se
incluyera su actuación, prefiriendo ceder algunos de los royalties
del remasterizado Disco Versatil Digital “Unledded”, a la
organización de Live Aid que seguía luchando por acabar con el
hambre en África. Probablemente no fuera una buena maniobra de
Relaciones Públicas el privar de uno de sus mayores atractivos a la
colección de actuaciones (aunque fuera para ver el desastre en toda
su magnitud), así que, como se suele decir, los Zeppelin optaron por
un “lo comido por lo servido”
Fuera
como fuese, los supervivientes de LZ llegaron a tomarse la idea de
reunirse tan en serio como para proponer fechas de ensayos y todo,
pero el habitual desánimo de Plant por revivir al dinosaurio frenó
el proyecto. La segunda intentona llegaría en 1989, durante el
concierto para celebrar el 40 aniversario de su discográfica
Atlantic, y ésta
sí que es de traca. Para empezar, buena parte de las
intervenciones fueron un poco erráticas – aunque Genesis
ofreció un curioso popurrí con temas de la banda y otros de algunos
de sus proyectos en solitario -, ni Cream ni los Rolling Stones (que
para entonces ya estaban en Virgin) ni Emerson, Lake and Palmer se
pusieron de acuerdo para reunirse – Palmer
y Emerson aparecieron acompañados por Robert Berry, su compañero
en “3”, pero fue obviado de la presentación – y la actuación
de los Zep se retrasó por la logística lo bastante como para que
Page, según sus palabras “lo perdiera”. Una forma menos críptica
de leer ese comentario es que el viejo guitarrista estaba
“preparándose” químicamente para la actuación y que para
cuando le tocó subir al escenario, estaba ya en la pendiente hacía
abajo en lugar de en la cima.
Contando
por primera vez con Jason Bonham tras la batería, el grupo parece
perdido, en un sentido musical y estético (uff, esa difícil
transición entre los 80 y 90 con un ancho estilismo complicado,
hasta en el caso de Jones), no solo Plant parece no recordar la letra
de “Stairway to heaven”, sino que suda la gota gorda para cantar
la parte de “And as we go walking down the road...”, así que
tira por la calle de en medio y baja el tono, cuando termina la
canción, una especie de alivio forzado parece recorrer el rostro del
vocalista. Page tampoco se queda atrás, y su solo tiene un sonido
seco y desangelado, quizás fuera la falta de efectos (¿fallo en la
pedalera?) pero el propio guitarrista admite que aquella no era su
noche.
Cualquier
esperanza de que esta unión de músicos volviera a probar suerte de
forma conjunta parecía disolverse en el aire, como mucho, tocarían
desenfadadamente en la boda de Jason (aunque éste se encontrara
durmiendo la mona durante la ocurrencia) y después, por supuesto, se
creó el dúo del cantante y el guitarrista, pero muchos esperaban
una reunión de la banda madre al completo, mas allá de
recopilatorios, remasterizaciones y discos en directo. Entre esos
fans estaba Jon Bon Jovi, que en un intento de presionar medio en
broma, medio en serio a Plant le espetó que solo necesitaba un par
de sillas en el desierto de Mojave, y aún así, Led Zeppelin lo
llenaría. (Una de las confesadas ambiciones del cantante de New
Jersey es vender todas las entradas para DOS conciertos en una zona
desértica... ¿broma?)
La
primera década del siglo XXI había sido testigo de un curioso
renacimiento para el viejo cantante, después de una sequía creativa
paliada por el disco de versiones “Dreamland”, y el recopilatorio
de rarezas, con algunos hits, “Sixty Six to Timbuktu”, Plant
atacó con “Mighty ReArranger” (que le valió un par de
nominaciones a los Grammy), y, sobre todo con esa joya que es
“Raising Sand”. Firmado a medias con la estrella del country
Alison Krauss y con el apadranimiento de T-Bone Burnett, el álbum
permite al vocalista inglés sumergirse en la música americana de
raíces, mas allá del Rock'n'roll. Aunque es la clase de disco que
puede provocarle rechazo o alergia a algunos por su pátina de
“proyecto musical”, lo cierto es que los involucrados consiguen
firmar un disco que consigue aunar lo viejo y lo nuevo con una
elegancia aplastante. Y esta vez sí acabarían ganando un Grammy. En
2009.
Pero
antes de ese momento tan dulce para el vocalista, a finales del 2006,
sucedió una tragedia que le unió a sus antiguos compañeros.
Durante uno de los shows de los Rolling Stones en Nueva York (los
usados, de hecho, para el film “Shine a light”), el antiguo
presidente de Atlantic, Ahmet Ertegun sufre una aparatosa caída, la
cual termina en un coma y su muerte días después. Los viejos
espadas de Atlantic rindieron tributo al maestro y mentor. Quizás
porque incluso en el documental de “Nine Lives”, Ertegun,
insistía que el grupo podría haber continuado hasta sin Bonham, los
Zeppelin decidieron hacer lo que nadie se esperaba ya, reunirse para
dar un concierto en el 02 londinense cuyos beneficios irían a parar
a la fundación del mítico presidente de su discográfica.
El
grupo actuó con su habitual secretismo, reuniéndose en Junio para
discutir la logística del show/homenaje a su viejo amigo, pero sin
anunciarla formalmente hasta Septiembre, un par de meses antes de la
propuesta fecha del bolo. Por supuesto, no iban a ser los propios LZ
los que se fueran a someter al escrutinio de la prensa para el
anuncio, el veterano promotor Harvey Goldsmith fue al que le tocó la
patata caliente de explicar el sistema de sorteo para vender los algo
más de 18.000 tickets de aforo, con un precio de 250 dolares (!!!).
Como era de esperar, las entradas se agotaron en un parpadeo y la
limitación de ser residente del Reino Unido para poder optar a
alguna de ellas se rompió más o menos en ese mismo tiempo gracias a
Ebay (por mucho sistema basado en el número de carnet, que se
implantara). Fans de todos los rincones del mundo volarían para ver
al Martillo de los Dioses, a veces pagando más por la entrada que
por el billete de avión.
Conviene
aclarar que Zeppelin no serían los únicos en actuar esa propuesta
noche de Noviembre, apareciendo también los Rythmn Kings de Bill
Wyman (ex-Rolling Stone), una orquesta sinfónica a la que se sumaría
Chris Squire, Keith Emerson y Rick Wakeman (teclísta de Yes unos
cuantos millones de veces) interpretando la “Fanfare for the Common
Man”, que había sido un single inesperado para ELP en 1977, una
versión mínima de Foreigner completarían el elenco. Si el cartel
del homenaje era un poco... esquizofrénico, las cosas tomarían un
cariz dramático unas semanas antes de la fecha propuesta, Page
sufría un desafortunado accidente en casa, doblándose un dedo, con
lo que anunciaba que tenía que retrasar la fecha del show. Por lo
visto el problema fue que andando por su jardín en la oscuridad (por
qué un rico sexagenario andaría por su mansión con la luces
apagadas es todo un misterio), Jimmy agarró un objeto decorativo que
resultó ser mucho mas pesado de lo que esperaba, provocando que al
parar la caída se fracturara el meñique. Los que se habían
comprado un billete en una aerolínea sin seguro de reembolso en caso
de cancelación debían estar quemando sus vinilos de Zeppelin en
aquel momento o tirando dardos a sus fotos de Page.
Ahmet Ertegun, el hombre que construyó una casa atlántica |
Por
supuesto, buena parte de los que leyeron semejante noticia, empezaron
a arquear la ceja. Aunque el guitarrista comentaba que el hecho de
retrasar la cita con sus fans se debía al deseo de la banda de
ofrecer un concierto con los mas altos niveles de calidad (léase “no
queremos repetir un Live Aid y similares”), lo cierto es que
durante las pocas entrevistas que el músico concedió en esos días
previos a la actuación, no hubo plano de dedo vendado ni nada por el
estilo. Chris Squire, durante la promoción de su navideño “Swiss
Choir” en el programa de radio de Rick Wakeman señalaba ese hecho
con una broma que bien podía apuntar un poco más de verdad ya que
el cambio de día imposibilitó la asistencia del mítico teclísta
de Yes, el bajista comentó: “Tuvimos que cambiarte por una sección
de vientos porque el médico le recomendó a Jimmy un par de semanas
más de ensayos, ¡ejem! (risas) perdón, quería decir un par de
semanas de descanso, por supuesto...”
Decir
que las apuestas estaban altas para esta enésima resurrección de
Zeppelin es quedarse corto, todo el mundo era consciente de las
preguntas que rodeaban la idea: sobre Jones apenas había dudas,
siempre había sido un discreto y eficiente acompañante a los
teclados y al bajo, además, sus últimos años en la carretera
tocando música del alto virtuosismo garantizaba que sus músculos y
tendones estaban más que preparados. A pesar de ser un guitar
hero,
buena parte del público admitiría que las pequeñas imperfecciones
a la hora de ejecutar su música en directo era parte de la gracia de
oír a Page, un poco como le pasa a Brian May, esa cuerda que cercea
un poco, esa nota que no se sostiene tanto como debería... Por
supuesto, ya le gustaría tener al guitarrista de
dormitorio
medio, las capacidades de Jimmy, aún así, llevaba bastante tiempo
sin tocar con tanta presión encima, ¿Podría soportarlo? Por su
parte, Jason Bonham, al igual que Zak Starkey (hijo de Ringo Starr),
era como cualquier batería curtido en cien mil bolos, con la
salvedad de que ambos habían tenido unos mentores de lujo, por lo
tanto, sus capacidades estaban, hasta cierto punto, fuera de todo
duda. Pero... ¿era el mejor batería para tocar la música de Led
Zeppelin? La lógica y la genética dictaminan que sí, pero
seguramente Dave Grohl o Mike Portnoy hubieran deseado que el retoño
de Bonzo
hubiese
sido (en lugar de Page) la víctima de un desgraciado accidente
doméstico que le imposibilitara acudir a la cita. Finalmente, ¿y
Plant? Como muchos cantantes que al principio de su carrera cantan en
los registros mas altos que pueden, había cambiado su estilo vocal a
algo un poco mas relajado. ¿Podría atacar de forma convincente sus
viejos aullidos?
Por
si fuera poco, con los años, sus reservas sobre el repertorio de su
vieja banda se habían acrecentado, no solo le había costado incluir
algunas de aquellas canciones en sus giras en solitario, sino que se
mostraba abiertamente crítico con “la
mejor canción de todos los tiempos” (Stairway
to heaven), de cuyas letras afirmaba sentirse muy alejado. Las
interpretaciones en directo de su obra más popular se habían
reducido a las desastrosas reuniones y a una corta rendición
acústica
con Page durante una entrevista promocional de su “Unledded” en
Japón (quizás pensando que nunca la verían en occidente, como los
anuncios de Woody Allen).
Como mucho, durante la segunda gira del dúo, el guitarrista se
permitió el “lujo” de tocar la introducción al final de “Baby,
I'm gonna leave you”.
Por supuesto, esa era la duda final ¿Qué tocarían?
El
02 arena es un recinto con una historia un poco disparatada. Creado
como parte de los fastos por el fin del milenio, el “London Dome”
(la estructura es un domo con vistosas columnas alrededor de su
circunferencia ovalada), albergó durante un año el espectáculo
“Ovo/Millenium
Show" de Peter Gabriel. Si bien tuvo una acogida cálida por
parte de la prensa musical (la banda sonora sería el primer
lanzamiento de Gabriel después de un largo silencio), el público no
acudió en masa y algunos vieron un despilfarro de dinero público.
Tras el habitual baile de compradores por el que suelen pasar las
estructuras que salen a subasta pública, 02 (lo que viene siendo
Telefónica/Movistar en el Reino Unido) decidieron adoptar el
edificio como arena multifuncional,
Situado
en la zona de las Docklands
(los muelles) de la ciudad de Londres, este domo sería elegido por
los promotores del espectáculo “This is it” para que Michael
Jackson diera sus 50 espectáculos de despedida, que, debido a su
muerte, no pudo cumplir. Así que un muy poco tiempo, este recinto ya
ha acumulado bastante historia, después de haber visto desfilar por
su interior a Bruce Springsteen, Keane, Paul McCartney... ¿Cómo le
iría a Led Zeppelin?
El O2 Arena |
No
recuerdo si iba a ducharme o a lavarme los dientes, desde luego
estaba a punto de entrar en el habitáculo de la higiene cuando, al
día siguiente del concierto en Londres, una voz en mi televisor
holandés dijo “Led Zeppelin” (tampoco recuerdo si era un canal
autóctono o la BBC), me giré con el instinto natural de un fanático
y durante unos segundos, lo que parecía una realización profesional
multi cámara y con sonido de mesa de mezclas, me ofreció “Black
Dog”.
“Mmm,
así que nada de cámaras de cadenas de TV...” recuerdo haber
pensando. Y el hecho de que existiera una edición profesional abría
la puerta a un futuro DVD, pero mientras esas deducciones pasaban por
mi cabeza a la velocidad de la luz y comprobaba lo bien que estaba
sonando el grupo, se coló el sonido mas horripilante para un
ex-pipa: un acople. “¡Dios! ¡Un acople! ¡Ahora tardarán siglos
en
sacarlo!” Eso es lo que pensé, conociendo el perfeccionismo
absurdo de Page (que más de una vez ha jugado en su contra),
eliminar cualquier resto de mácula sonora iba a ser tomado muy en
serio por el veterano guitarrista y productor de la banda.
Pero
esa era una conjetura a la que había llegado después de una corta
pieza televisiva. ¿Cual era la opinión de los asistentes? ¿Habían
reventado los mentideros de Internet? ¿Se habrían cebado los
críticos mas escépticos? Ni mucho menos, el consenso general es que
Led Zeppelin habían vuelto por la puerta grande, que habían dejado
claro por qué eran un leyenda y que el público se fue a casa más
que contento. Resultado: al igual que la reunión de Pink Floyd un
par de años antes, todo fan, periodista y promotor se hicieron la
misma pregunta ¿Se sentirían tan bien con ellos mismos como para
realizar una última gira mundial? Cualquiera aparato que se hubiera
usado durante aquellas navidades para medir los rumores habría
sufrido una espectacular explosión por sobrecarga.
Probablemente,
el artículo que mejor narró los acontecimientos y sensaciones del
concierto de LZ fue el escrito para The
New Yorker,
y no es que esté suscrito ni ninguna pedantería que se le parezca,
es que por casualidad estaba en la estantería de publicaciones
gratuitas del Instituto de Idiomas. En apenas dos páginas (y otra
dedicada a tamaño completo a una fotografía), el cronista consiguió
resumir todo lo que se podía sobre las rendiciones del grupo, además
de su historia y pareceres. Ya sé lo que están pensado, que dos
páginas son la antítesis de este blog, aún así, me niego a
aceptar que nunca podré escribir para TNY... Un aspecto importante
que señaló este artículo es que a pesar de usar el sagrado nombre,
aquello no era Led Zeppelin, pero era lo mas parecido a lo que el
público podía aspirar.
Desde
luego, era mejor que una banda tributo, pero al igual que lo que
queda ahora de Pink Floyd (y sobre todo después de la muerte de Rick
Wright), nunca podrá ser lo mismo que la banda de hace equis años,
como tampoco Daltrey y Townshend pueden ser estrictamente los Who,
aunque usen el nombre. Con todo, un vistazo a los montajes realizados
por fans a través de sus cámaras domésticas demuestran que el
Zeppelin voló alto y orgulloso aquella noche. La típica moral
alcoyana de los aficionados a la hora de hacer los DVDs del evento es
especialmente admirable, no solo sincronizaron múltiples tiros desde
diversas fuentes (miniDV, móviles...) sino que además consiguieron
sumar los apenas treinta segundos de realización profesional “Black
Dog” aparecidos en TV.
En
parte, semejante locura acelerada por tener de alguna forma el
concierto
del año
(Page afirma que un fan japones no tardó ni un día en colgar en
Internet el show completo) fue uno de las factores que frenó al
grupo para empezar la laboriosa preparación del lanzamiento, sobre
todo teniendo en cuenta que la nueva edición en HD de su famosa
(pero hasta cierto punto malograda) película / concierto
“The
song remains the same” estaba en ciernes. Pero... ¿Qué pasaba de
mientras por las cabezas de los músicos? Por lo visto, el ambiente
en el 02 había sido tan amigable y optimista que hasta Richard Cole
fue visto entre bambalinas, saludando a sus viejos colegas, los
cuatro miembros de este nuevo
Led Zeppelin habían quedado muy contentos con su actuación. ¿Ergo?
Con energías renovadas, Jones y Page empezaron a componer nuevo
material, con un Bonham probablemente ilusionado y con Plant... con
un Plant tan dubitativo como siempre.
Las
cosas no tardaron en salirse de madre, en un programa promocionando
“Raising Sand”, Percy intentó echar balones fuera con una de las
declaraciones mas abstractas y graciosas de toda su carrera: “Sí,
fue magnifico, pero para mi la cuestión es cómo conseguir que eso
sea increíble y creible noche tras noche, además, recordad que
tengo una chica al otro lado del Atlántico, pinchándome con una
arco de violín (referencia a Krauss), que me grita ¡Venga! ¡Venga!
¡Diles lo que vas a hacer!”. Al poco se disparan las historias de
que Steve Tyler (de Aerosmith) ha sido llamado para ser el nuevo
vocalista de Zeppelin ante la negativa de Robert de volver a ensayar
con sus colegas, en realidad el cantante de Alter Bridge, Myles
Kennedy es quién había estado mas cerca de conseguir la plaza.
Aunque el escaso material grabado por Jones y Page, en palabras del
bajista, “nunca será oído”... añadan ruido de truenos de
fondo.
Resultado
final: Jones y Bonham deciden integrarse en sendos supergrupos, el
primero en “Them crooked vultures” (con Dave Grohl y Josh Homme)
y el segundo en “Black country communion” (con Joe Bonamassa,
Glenn Hughes y Derek Sherinian ), aunque el pequeño Bonham también
se decidiría a montar su particular tributo
a Zeppelin, aunque casi nadie entendiera el por qué. Plant
decide revivir el nombre de la “Band of Joy” (el primer grupo en
el que coincidió con John Bonham) y lanza otro disco en el que se
sumerge aún más en la música americana... ¿y Page? Pues al pobre
lo vuelven a retratar como el genio en la sombra, el arquitecto del
sonido Led Zep que vuelve a quedarse más solo que la una tras la
indecisión y negativa de su cantante. Resulta especialmente raro
verle en la rueda de prensa del Festival de Cine de Toronto, para
presentar el documental “It might get loud” - en el que desgrana
historias de guitarristas con The Edge y Jack White – en la que al
menos tres veces los periodistas congregados le preguntan sobre el
futuro de Zeppelin. Page parece un hombre que va perdiendo poco a
poco la paciencia para esquivar una respuesta clara sin perder las
formas, mientras que una creciente incomodidad se cierne sobre sus
compañeros de reparto.
Aclarado
que la mítica banda no se iba a reunir, la siguiente pregunta lógica
era... ¿Saldrá, y si es así, cuándo, el DVD del concierto en el
02?
Se
acerca el día de la celebración...
En
diversas declaraciones tras el evento, Page había afirmado que sí,
que probablemente habría un DVD o incluso un Blu-Ray del evento,
pero que no lo iban a sacar “de cara a las navidades ni nada por el
estilo”. Teniendo en cuenta que al final se lanzó en Noviembre del
2012, suponemos que el guitarrista quería decir que no se iba a
poner a la venta para ESAS navidades (las del 2007, quiero decir) en
concreto. En cualquier caso, tras leer en algunas revistas dedicadas
al sonido e iluminación profesional lo gigantesco del despliegue (no
solo cámaras de Alta Definición, sino también una de cine, una
impresionante pantalla LED, los cuidados efectos de vídeo en ésta,
el despliegue de luces...) y tras ver algunos de los montajes
realizados por fans – ahh , esas producciones de “Third Eye”
que nos alegran la vida, incluso con sus DVDs de Page/Plant – se
hacía muy raro el mutismo sobre el tema.
En
este tiempo, el hecho de que el guitarrista estrenara su propio
dominio web – otro proyecto que se ha llevado años en poner en pie
– tampoco presagiaba ninguna novedad sobre el lanzamiento del
dichoso DVD. Pero en Noviembre, una emisora de radio noruega soltó
la liebre anunciando que para las navidades del 2012 íbamos a tener
el lanzamiento oficial en nuestras manos. El hecho de que fuera
precisamente
una radio noruega a la que se le “escapara” la noticia tiene unas
resonancias curiosas: los primeros conciertos de Led Zeppelin –
sustituyendo al defenestrado ex-grupo de Page, The Yardbirds –
fueron precisamente una pequeña gira en los países del Norte de
Europa. Con todo, los aficionados acogieron la noticia con cierta
incredulidad, cada año desde el concierto y sobre las mismas fechas,
circulaban rumores parecidos, “ya va a salir, ya va a salir...”
pensábamos.
En
el inimitable estilo Zeppelin, una cuenta atrás en el perfil de
Facebook de la banda sirvió para poner a hervir las cabezas (las
dos) de los fans medios del grupo. Terminada la cuenta atrás, se
reveló el diseño de la portada, muy vintage,
usando una paleta de colores y estilo que parece inspirada en la
cartelería de los años veinte, ¿es Led Zeppelin o Franz Ferdinand?
Sí, “Celebration Day” iba a ser su nombre, y sí, nos lo
sacarían en una miríada de formatos.
Esta
vez, Page, Plant y Jones no tuvieron problemas en conceder ruedas de
prensa en Londres y Nueva York (en ésta última también estuvo
presente Bonham), en las que, tengo que decir, estuvieron bastante
inmensos, a pesar de que más de uno quiso ver algún más mal rollo
del palpable (que tampoco era del todo escaso), lo cierto es que la
banda consiguió esquivar con algo de elegancia las típicas
preguntas sobre posibles giras y reuniones adicionales. Si bien, uno
no podía evitar imaginarse a Page perdiendo los papeles, agarrando a
Plant de la coleta mientras se dirigía a los medios, echando espuma
por la boca y gritando “¡Si queréis saber por qué no hubo mas
conciertos, preguntadle a este cabrón que tiene toda la culpa!!!”
Lo que sí es raro es que, con los tiempos que corren, algún
salidorro no haya hecho un grupo de fans en Facebook de la azafata
que se encargó de llevar el micrófono a los periodistas en Londres.
Aunque
casi mejor que esas intervenciones fue la entrevista que le hizo la
Popular 1 a Jones, en la cual el periodista tuvo los santos cojones
de preguntar por el incidente del travesti, con el bajista
lógicamente incómodo intentando explicar que Cole había fusionado
historias de varias personas y negando la mayor. Quedémonos
entonces, como titular, con que la primera gira de Zeppelin sobre
suelo americano fue en un destartalado turismo, que para algo esto es
un blog “sobre coches”.
Finalmente,
a los cinco años -“cinco minutos para Led Zeppelin” como convino
en apostillar Jones- ya podíamos tener en nuestras manos
“Celebration Day”, ¿qué incluye? ¿En qué formatos se puede
adquirir? ¿Está bien?
In
the days of my youth.... (la crítica)
Bien,
sobre el tema de los formatos, los hay de todos los gustos y colores,
desde el muy básico doble CD, hasta la edición “de lujo” que me
regalaron mis padres, (a su manera, o sea, me dieron el dinero para
comprarmela cual quinceañero), la cual incluye un Blu-Ray, un DVD y
los dos discos compactos. Como no se trata de un lanzamiento
precisamente barato (casi ninguno de Zep lo es), no tengo la moral de
incluirlo dentro de esos lanzamientos que se suelen reseñar bajo el
epígrafe de “Cultura Barata”. Pero eso no me a frenar para
escribir un post sobre los Zep...
Las
otras formas de conseguir este “Celebration Day” son como triple
vinilo (ya son ganas), como doble CD y doble DVD, la lógica descarga
digital y, finalmente, como un Blu-Ray de solo audio, formato al que
le auguro la misma carrera que al Laserdisc o el DCC. Este último,
no obstante, aunque probablemente sea el que provea de la mejor
calidad de sonido, algo que me dice que, no solo carezco del equipo
necesario para sacarle el mejor partido posible, sino que aunque lo
tuviera, al ponerlo al volumen que se merece, probablemente echara
abajo algún tabique.
A
mi parecer, la edición que yo he escogido es la más completa, los
Cds acabarán en el coche (y los mp3s ripeados en el móvil o en el
notebook en el que estoy escribiendo esta entrada), el Blu-Ray en la
PS3 y el DVD...¿Qué hay en el DVD? Con la habitual habilidad de
Page para soltar puyas, éste había declarado que tenía la
sensación de que algunos de los ensayos habían salido hasta mejor
que el concierto en sí, (incluso hasta un par de años de sacar este
“Celebration Day”), así que, eso es lo que tenemos, un ensayo
del show en su totalidad con “todos sus avíos” de luces y
pantalla.
Todos
los formatos, tanto los Cds, como el BR como el DVD comparten el
mismo repertorio, en los compactos se eliminan algunos segmentos de
presentación, y, lógicamente, solo disponemos del sonido en
estéreo. Aunque me voy a centrar en el Blu-Ray, no me gustaría
pasar por alto el buen sonido del audio de los Cds, ni un rastro de
excesiva “normalización” ni otros procesos a la hora de
masterizar que endurecen el sonido.
En
lo que se refiere a “la película” (como la llaman los miembros
de Zeppelin, a fin de cuentas es una producción de “las tres
Pes”=¿Page Paul Plant?), el inicio es muy sugerente, los créditos
sobre negro dan paso a planos del O2, para después fijarse en la
pantalla que va a servir como fondo de todo el concierto. En la
misma, los asistentes pueden ver una pieza de noticiario de 1973,
cuando el grupo batió el record de asistencia a un concierto de Rock
(o a cualquier otro evento, como aseguran los locutores) durante uno
de sus shows en Tampa. En cuanto el presentador dice “Led Zeppelin”
un rumor se torna rugido entre los asistentes, igual que cuando va
desgranando los nombres de los miembros de la banda. A uno le cuesta
aguantarse la risa cuando el hombre sentencia “Robert, John y
Jimmy, no engancha tanto como John, Paul, George y Ringo ¿verdad?”
Entonces,
un plano no demasiado estable tomado desde el fondo del pabellón,
recoge cómo las luces responden a los golpes de batería que abren
el concierto: y entramos con “Good times bad times”, primer tema
de la cara A del debut de Zeppelin, tal y como declararía Page, era
su forma de decir “aquí estamos, y no vamos a hacer el tonto”.
Aunque es respetuosa con la original, la energía con la que el grupo
ataca esta canción deja claro que la máquina ha sido engrasada,
además no es una elección precisamente fácil de tocar.
Compenetrados, la voz de Plant y los coros de Jason suenan
convincentes, el bajo de Jones tan efectivo como se podría esperar y
cualquier duda sobre Page se disipa en cuanto se oye su primer solo.
También
somos testigos de las curiosas elecciones estéticas de cada miembro,
¿de verdad, Robert, llevas cremalleras en las aberturas de los
bolsillos, y de verdad era necesario combinar negro y azul oscuro?
¿Por qué las camisas del batería y de Jones tienen brillantitos,
tan fuertes son las luces que Page tiene que llevar gafas de sol con
su largo abrigo negro, su chalequíllo y su camisa blanca?
En
fin, lo importante es que suenan genial, sin fisuras, las líneas “En
los días de mi juventud, intentaba averiguar con todas mis fuerzas
qué hacia falta para ser un hombre” contienen una cierta ironía
que probablemente no se pierde entre el público. Atacan después con
otra rareza como es “Ramble' on”, que conjunta momentos lentos y
relajados, con, se supone, algunas referencias a “What it is and
what should never be”, contrastando con la energía del estribillo.
Aquí es donde se nota el estilo que va a adoptar el director Dick
Carruthers con la realización, alternando los planos más estáticos
y lentos cuando la música lo exige, usando los zooms y tomas más
cortas para los momentos más activos, me recuerda un poco al “Haarp”
de Muse. También vemos cómo el despliegue de la gran pantalla LED
se va a hacer poco a poco, primero sin usarla al completo y con la
imagen en monocromo. Para “Ramble' on” aparecen las primeras
texturas (mejores que un “visualizador” de cualquier multimedia
player), con las luces también desplegándose con mas
espectacularidad según pasan los temas. El ultimo acorde de la
canción proveniente del segundo álbum de Zep deja el tono para el
primer tema de “IV”, nada menos que “Black Dog”, eso sí, el
acople no asoma la cabeza, cinco años dan para mucho, supongo. No
obstante, hay otros momentos del disco en los que sí hay algunas
deficiencias en el sonido de Robert, lo cual significa que no ha
habido tanto retoque en el estudio como uno podría suponer... o que
hay cosas muy difíciles de borrar, en algunas entrevistas el grupo
ha expresado sus quejas de unos monitores no demasiado eficientes
durante el concierto. Plant no llega a todas las excentricidades
vocales de sus años mozos, ni falta que hace, ya que el público
(especialmente el masculino, en contraste con otros directos) las
suple con ganas. Soy consciente de que hay muchas personas a las que
le molestan que el público esté especialmente presente en un disco
en directo, “porque yo me lo compro para oír al artista”, como
se suele decir. Pero, cojones, no todos los días se ve a Zeppelin en
directo, y creo que estos detalles aumentan la emotividad de la
grabación.
A
estas alturas ya percibimos los roles que adopta cada miembro de la
banda a la hora de enfilar el concierto: Jones atento y efectivo, sin
perder apenas de vista los pies de Bonham en el pedal del bombo, pero
aún así disfrutando de lo que hace. Jason parece que se ha subido a
su atracción favorita y cual niño aporrea los timbales como si no
hubiera un mañana. Page parece un viejo profesor que acaba de
retomar su plaza, toda su flema británica desaparece en cuanto
enfila sus solos, apareciendo sus famosas muecas y gestos de
hechicero
del Rock.
Plant, por su parte, parece disfrutar de las evoluciones de sus
compañeros y de estar en medio del asalto sonoro, pero es obvio que
se encuentra en una posición comprometida, con muchos momentos en
los que resulta muy complicado meter siquiera algún “yeah!!!”, o
un “Ouhhh!”. Acostumbrado a cantar canciones arregladas para su
voz y ceder brevemente la batuta de sus shows a algún compañero, no
parece que las tenga todas consigo en los largos interludios
instrumentales.
Page
toma el slide para tocar su semiacústica para arrancar la larga y
llena de cambios “In my time of dying”, Jones agarra el bajo sin
trastes y los once minutos dejan al oyente extasiado, rara vez el
vocabulario del blues se ha llevado a tantos extremos. Los
desarrollos y las cadencias de la canción suenan con una
sorprendente naturalidad, con la energía de un grupo joven, o como
dice John Paul Jones en el libreto, “sonaba como la primera noche
de una gira”. Si alguien dudaba de si Jason era el batería
indicado para este bolo, ya puede dejarse de tonterías.
Tal
y como nos avisa Plant, “esta es la primera vez que esta canción
es tocada en público”: y el grupo deja caer el recio riff de “For
your life” de aquel álbum con un obelisco en la portada,
“Presence”, - en realidad, era un hueco recortado con esa forma,
sugiriendo una “ausencia” en lugar de la “presencia” del
título -, la pantalla se llena de un blanco cuyo resplandor exageran
los probablemente más que abiertos diafragmas de las lentes. Por
cierto, los planos que supuestamente vienen de la “cámara de cine”
están exageradamente granulados, como si estuvieran extraídos de
una filmación de 16 o incluso 8 mm. Hay quien ha sugerido que en
realidad son tomas de vídeo en HD envejecidas digitalmente, en
cualquier caso, son un buen contraste con respecto a las nítidas y
resplandecientes imágenes que jalonan casi todo el metraje. Casi
parecen una referencia a las grabaciones piratas que se tuvieron que
usar en el DVD de grandes conciertos del grupo, para suplir la falta
de imágenes tomadas profesionalmente. Con todo, mis planos favoritos
tienen que ser, por un lado, los que vienen de la mini cámara que,
juzgando por el tiro, parece instalada en la delantera de la batería,
a pesar de su inferior calidad, tiene su encanto ver “el punto de
vista del artista” . Y por otro, aquellos que toma la steadycam
desde el lado derecho (visto desde el público) desde el escenario,
añadiendo mucho dinamismo y elegancia al montaje.
Page
le saca todo el partido que puede a su Gibson negra y Plant canta con
una convicción inusitada esta rareza (parezco G.
Sanz), cuya inclusión en el repertorio, según el propio
vocalista, “era importante para mi”. En la genial entrevista para
la británica Mojo
afirma
que si bien estaba en un momento de baja forma cuando se grabó –
aún recuperándose de su accidente de coche – estaba “mejor que
el resto del grupo”. El solo de Page suena tan fresco como...bueno,
como si no lo hubiera tocado nunca. El repertorio va tomando una
extraña forma de narrativa: tres rarezas y un tema insignia, y no
llevamos más de un cuarto del concierto, vamos bien... Otro recurso
que se nota en esta canción es cómo, acompañando los breaks
de la música, los planos se congelan o se ralentizan, la clase de
cosa que probablemente volverá locos a los que preferían tomas más
“limpias” y libres de efectismos, pero la verdad es que funciona
muy bien.
Plant
aprovecha para aleccionar un poco al público sobre Robert Johnson, y
su “Terraplane Blues”, aclarando que ahora van a atacar con su
propia versión del clásico del blues. La pantalla se divide en
pequeñas secciones, se llena de formas y texturas que parecen una
versión premeditadamente exagerada de un programa de variedades
televisivo de los 70 y lo que en realidad llega, es “Trampled under
foot”, con Jones sentándose por primera vez a los teclados sobre
su enorme banqueta, llevando ese ritmo funky con el sonido del clave.
Percy mete sus “uuuuuuuuh” después de que Page haya estado un
buen rato maltratando su wah-wah. Aunque la presencia del cantante se
aleja mucho de aquel muchacho de camisas abiertas y pantalones
ajustados que dejaban muy poco a la imaginación, la música sigue
siendo sexy,
y cuando el vocalista canta “Love!”, es difícil pensar que, más
que un venerable abuelo, lo que tenemos en pantalla es un viejo
granuja intentando colarnósla una vez más.
En
el Blu-Ray, Robert sigue referenciando a maestros del blues, dejando
caer que “todo el mundo robaba a todo el mundo” musicalmente
(¿una fina respuesta a las acusaciones de plagio
que a veces se lanzaban a Led Zeppelin?) pero en el CD se ataca
directamente la historia de arrepentimiento que es “Nobody's fault
but mine”, Jones ahora saca de su arsenal el bajo de ocho cuerdas,
que con su grueso sonido sirve como fondo perfecto para el riff
asesino de guitarra. Por su parte, Bonham resuelve los ritmos
sincopados del tema, mientras que en mitad de la canción, Plant se
descuelga con su particular solo de armónica. Su voz, no obstante, a
veces está a punto de perderse entre las capas de instrumentación,
y aunque los Zeppelin son unos grandes músicos, en este tema en
particular siempre me ha dado la impresión de que estaban estirando
demasiado una buena idea principal hasta agotarla. En este sentido,
creo que el público en general – y un servidor en particular –
agradece que la banda no decidiera resucitar sus largas jams que se
transformaron en habituales durante mediados de los 70, estirando
temas de cinco minutos hasta el cuarto de hora mientras referenciaban
alguna canción hecha famosa por Elvis Presley.
La
“araña” que sirve como techo para la iluminación desciende, el
hielo seco hace acto de presencia y unas brumas generadas por
ordenador llenan la pantalla. “Cierra la puerta, apaga la luz, hoy
no vendrán a casa...”, es el momento de la misteriosa “No
quarter”, la historia de guerreros y soldados que no ofrecen ni
piden cuartel, mientras se nombra el demonio y a Thor, la clase de
letras que han generado una legión de aspirantes heavys que tan poca
gracia le han hecho siempre a Plant. Aunque tampoco faltan críticos
que ya encontraban risibles las letras de Zeppelin. A pesar de que
Jones toca el piano desde la cara workstation
Oasys
de Korg, para generar su sonido clásico de piano con trémolo (no
muy diferente del que abría el “Echoes” de Pink Floyd, aunque
aquello era un altavoz Leslie), tiene un pedazo de pedal encima de
tan caro artilugio. Esos pequeños detalles, como los planos de los
pies de Bonham cuando acciona el pedal del bombo, me parecen
geniales, como una pequeño guiño a los fans de la banda que también
son músicos y están empeñados en saber de forma fidedigna cómo se
generan todos y cada uno de los sonidos “zeppelianos”.
JPJ
vuelve a girar el pedal para darle el sonido limpio que requiere su
solo de piano, a veces parece que vacila, ¿error o improvisación?
Poco importa, con un par de minutos de duración extra con respecto a
la original, y con la particular intervención de Page al Theremin,
resulta en una toma magnifica. Uno de los temas mas maltratados por
el proyecto “Page/Plant” fue la siguiente canción, la triste
balada blues “Since I've been loving you”, pero no pasa nada, los
Zeppelin están aquí para corregirlo. Jones ahora adopta la postura
de organista, y los pedales de bajo toman más presencia que en los
otros temas que requieren de las capacidades de JPJ a las teclas,
gracias a los espacios que deja la música.
Plant
canta con un convencimiento casi adolescente esta historia de
desengaño amoroso mientras Page parece tardar un poco en encontrar
su sitio a la guitarra, pero cuando lo consigue, su instrumento
brilla, triste y lánguido. Por su parte, la batería de Bonham se
modula con las particulares cadencias de la canción, siempre a punto
de romperse, siempre manteniendo un pie en el blues por mucho que el
maltrato a la caja haga suponer a veces lo contrario.
Plant
le cuenta al público que “no sé cuántas canciones habremos
grabado, pero para un show como éste, nos preguntábamos qué
tocar...”, ¿ha llegado el momento “Stairway”? No, John Paul
Jones vuelve a coger el bajo y de hecho, con uno de sus riffs
mas
conocidos se abre “Dazed and Confused”, otro de esos temas
adaptados
por
Zeppelin (originalmente compuesto por el cantautor Jack Holmes) que
se han hecho mucho mas famosos gracias a la energía y las
modificaciones del cuarteto. Las partes calmadas contrastan con los
asaltos de ruidosos riffs de guitarra con el pedal de wah-wah a punto
de reventar, Plant intenta meter sus quejios
durante
los momentos en los que la banda explora las posibilidades del tema
(y la profundidad de su voz contrasta con la de aquellas primeras
intervenciones televisivas del grupo), y entonces Page coge su arco
de violín. Bajo un cono dibujado por rayos laser (¡como suena!),
Jimmy extrae esos sonidos limítrofes con el ruido blanco, y el
público responde extasiado ante las ráfagas, dejándolos,
probablemente, “desorientados y confundidos durante tanto tiempo
que, simplemente, no es verdad”. Un elegante plano desde la parte
de atrás de los amplificadores Orange nos descubre que, durante unos
segundos, el misterioso hechicero del Rock ha vuelto... el mismo
tiempo que conseguía mantener su aura de misticismo en la pelicula
“The song remains the same”, antes que el cutrerio de los efectos
especiales acabara con ese halo al poco...
Cuando
el grupo pisa el acelerador, Page aprovecha para otra demostración
de maestría a las seis cuerdas, y finalmente, la banda retoma su
inicio engañosamente calmado para cerrar el tema con Plant llamando,
“Come on! Come on! Come on! Come on! Give it! Give it give it!”,
a un definitivo exabrupto de los instrumentistas. A mi parecer no es
su mejor tema largo, pero sigue siendo genial, tanto es así, que a
su conclusión, Robert anuncia “¡Guitarra, Jimmy Page!”.
Y...
ahora, sí, llega “Stairway to Heaven”, con un mar de móviles y
cámaras haciendo de mosaico para el O2, con todos sus dueños
pensando que tienen que recoger personalmente el momento. Hablando
con Kulke tras ver las grabaciones no oficiales del evento, le
comenté que, por alguna razón, a pesar de que esta toma del tema
más famoso de Zeppelin era bastante buena, no conseguía levantar al
público tanto como hubiera debido. A Billy también le extrañó,
como si, por una vez, las otras canciones o el propio evento le
hubieran robando protagonista al épico tema. Jimmy coge su Gibson de
doble mastil (6 y 12 cuerdas), y a pesar de los acoples en el micro
de Plant, la canción fluye sin problemas. Casi se pude notar el
estrés en los dedos de Page en los trastes, luchando por clavar cada
nota.
Tanto
Jones como Bonham están impecables, y en el momento en el que
“Stairway” adopta sus acordes épicos, al realizador de la
pantalla LED le parece buena idea retomar el efecto de “espejo”
durante el solo de Page, una idea que puede que fuera experimental e
innovadora en 1973, pero que hoy en día, con los Movie Makers y los
iMovies, más que un guiño al pasado, parece un poco barato. Aunque
la interpretación se realiza con una pulcritud preocupante, este es
el tema que, curiosamente, mejor aguanta las repetidas escuchas de
todo el disco, el público acompaña al cantante cuando termina con
el verso “...and she's buying a stairway... to... heaven”. Puede
que no haya sido tan mágico como todo el mundo esperara, puede que
Percy no haya ni intentado acercarse a las agudas notas de la
original, pero ha sido bueno, muy bueno. El vocalista mira al
infinito y con una actitud entre desafiante y aliviada dice “¡Hey
Ahmet, lo hicimos!”
Jimmy
no suelta los dos mástiles para interpretar otro tema de contrastes,
“The song remains the same”, la apertura de “Houses of the
Holy”. Los efectos en la voz de Robert suenan mucho más “reales”
que en la grabación original, pero aún así consiguen darle ese
toque artificioso, casi irreal que requiere la música. Percy sigue
lanzando sus arengas, como si animara al grupo a darlo todo, en
realidad no puede hacer mucho mas, mientras la sección rítmica
expone todo su virtuosismo para que Page puede lucirse.
Al
final, es Jason Bonham el anunciado por el cantante, y el grupo
enfila sin problemas la recta final del repertorio. Antes de la
siguiente canción, Plant recuerda cómo Jason era un más que digno
imitador de Jimmy Hendrix, “Misty mountain hop”, con sus
imaginería hippie llena el escenario, Jones consigue sonar, de nuevo
y a pesar de sus pintas, como un maestro del funk blanco, mientras se
posiciona detrás del Oasys, para extraerle el sonido de piano
eléctrico. El grupo entero se acoge a su melodía para cerrar un
tema más divertido e intrascendente, después de los temas mas
complejos que lo han precedido.
Se
pierde la introducción de Plant anunciando que ahora viene el
enésimo país asistente al concierto, pero uno podría decir que es
un detalle casi sin importancia cuando llega, como un mazazo,
“Kashmir”. El clip de adelanto que se publicó en Youtube de este
tema (de hecho, la canción en su totalidad) despejó cualquier duda
sobre lo que íbamos a tener en nuestras manos cuando se lanzase
oficialmente. Aunque los samplers de cuerda suenan un poco demasiado
limpios en comparación con el vetusto Yamaha GX1 de la grabación
original (otro megateclado de finales de los setenta favorecido por
Keith Emerson), consiguen su efecto de llevarnos a Cachemira. De
hecho, cuando en el majestuoso final, Plant canta a pleno pulmón
“¡Puedo llevarte allí, déjame llevarte allí!” es difícil
dudar de la sincero de sus intenciones.
La
elección de “la canción más corta de ocho minutos jamás
escrita” (como la definió The
New Yorker)
para cerrar el repertorio principal es indudablemente acertada, con
las columnas generadas por ordenador, alzándose en la pantalla
mientras la banda alcanza ese clímax faraónico. Si esto no está
ensayado al milímetro, que baje Dios y lo vea. Jones se apoya en el
otro teclado controlador (un X50, creo) situado sobre el Oasys para
extraer aún más sonidos, hasta que la nota de Re no puede ser usada
con más efectividad, y se cierra el tema con toda la energía que
uno podría esperarse.
Los
Zeppelin abandonan el escenario, ¡pero no se vayan que aún hay más!
Como no podría ser de otra manera (aunque muchos hubieran esperado
que fuera el cierre definitivo), el single más conocido que Zep sacó
en su carrera, con ese riff prestado
de
Willie Dixon y su “You need love”, la gigantésca “Whola lotta
love” con es estribillo que no te puedes sacar de la cabeza, cae
sobre los asistentes, que replican a Plant sin dificultades.
Jimmy
parece que se va a romper entre muecas y posturas de Guitar
God
durante el break
de la parte intermedia, Plant, en su momento a capella parece que
vaya a quedarse sin voz, entonces emite un aullido y vuelve a cantar
con una convicción inesperada, el fantasma del 45 revoluciones
original es desterrado, aunque sea por unos momentos, a estos
sexagerianos no se les puede pedir mucho más.
Al
terminar, Plant agradece al público su asistencia, a los que tocaron
antes que ellos, a los que han hecho posible el concierto y recuerda
los tiempos en los que Atlantic “era la mejor compañía de discos
del mundo”. ¿Fin? No, el grupo todavía tiene que tocar un bis más
que nos recuerde por qué estamos aquí, el endiablado - y acelerado
– ritmo de batería nos anuncia “Rock and Roll” y eso es lo que
tenemos, con imágenes de archivo desplegándose en el fondo (¿de
verdad no las había sin códigos de tiempo insertados?), los Zep
echan el resto. Aunque se podría echar en falta un poco el piano
adicional del casi
Rolling Stone,
Ian Stewart, es una magnifica interpretación, en los últimos
“lonely, lonely, lonely... tiiiiiiiiiiiiiime”, Plant ya no
contiene ningún trazo de la postura cock
rocker de
antaño y parece un cruce entre el “sindrome
Pertegaz” y el Ecce
Homo de Borja. Pero ahí esta Bonham para darlo todo en un
eficiente y nada exasperante solo de batería. Formando un pequeño
circulo entre ellos, el grupo se sonríe ante los golpes finales,
orgullosos quizás del “jovenzuelo” y conscientes, sin duda, de
que han dejado al público en el mismo estado que decía una máxima
de los montajes de Queen: “Ciegos, sordos y con ganas de más”.
No solo han hecho un buen trabajo, y el hecho de que al abandonar el
escenario, en la pantalla aparezca en grandes letras LED ZEPPELIN no
hace más que confirmar que, sea lo que sea, el “espíritu” de un
grupo de Rock disuelto hace décadas ha sido conjurado esa noche.
(No, no me sonrojo al escribir estas cosas... aunque puede que un
poco al leerlas).
Aunque
pueda parecer que toda esta reseña no es más que un ditirambo
salido de madre, también hay algunos “peros”: para empezar, el
repertorio. Por un lado, es incontestable, es un buen resumen de la
carrera del grupo y consigue el equilibrio entre los temas mas
conocidos y las auténticas rarezas. Por supuesto, ahora que se ha
puesto tan de moda tocar
un álbum en su totalidad, cualquiera se hubiera ido más que
contento a casa si sólo hubieran decidido tocar “IV” (o Zoso, o
“The band's untittled fourth album” como dice el libreto, o como
usted lo quiera llamar) y un par de bises. Si ese hubiera sido el
caso, al menos podríamos tener un “Going to California” o algún
otro tema acústico, porque el lado folk de Zeppelin no es cualquiera
cosa, por mucho que a veces (las tristes ventas de “III” en
comparación con otros álbumes) no jugara a su favor.
Otra
cuestión son las elecciones visuales, ciertamente, cuando los
miembros de LZ se refieren al DVD del concierto como “the film”,
no les falta razón, porque los momentos a cámara lenta, los
efectismos en la pantalla, así como la imagen con colores muy
saturados y luces exageradas subrayan el dramatismo de la música...
quizás demasiado. Como ustedes ya saben, el vídeo, aunque sea en HD
(o el ojo humano, ya que estamos) no se lleva muy bien con las
frecuencia de colores “por debajo” del rojo o “por encima”
del violeta. Ergo, cuando el escenario se llena de luces con esos
tonos, y si encima se manipula la imagen, pues los músicos pierden
definición.
Finalmente,
por mucho que Page o Alan Moulder, se hayan afanado con las mezclas y
con limpiar el sonido, sigue habiendo algunos fallos, pero eso es
algo inherente a la interpretación de esa noche y es hasta cierto
punto admirable que el grupo haya decidido (aparentemente) no volver
a grabar algunas de sus partes en el estudio. Aunque, siendo
sinceros, me costaría imaginar a Page convenciendo a Plant de que se
pasara por el estudio para reemplazar algunas voces, y en cualquier
caso, no hay mucha escapatoria. Con tantas grabaciones de esta noche
pululando por ahí, los Zep son conscientes de que cualquier retoque
iba a ser obvio para el escrutinio de los fans más acérrimos. Pero
obviamente, los pequeños baches son ampliamente superados por las
virtudes.
Aunque
mi home cinema no llega a decodificar el DTS-HD (me quedo en un
“proletario” dts estándar), el sorround está bastante bien
usado, sobre todo para la batería y algunos efectos, y, obviamente,
la presencia del público. Pocas novedades en ese sentido, entonces,
pero desde luego es mejor que el típico uso de los tres altavoces
frontales (y el subwoofer) para la música y dejando los traseros
para los efectos de audiencia. En cualquier caso, los graves están
perfectamente afinados, al final mis tabiques sufrieron y todo.
¡Y
aún me queda otro disco!
Quizás
Jimmy sea, en el fondo, un genio del marketing, y cuando dejaba caer
que durante los ensayos la banda había conseguido sonar mejor que
durante el propio concierto, nos estaba insinuando los posibles
extras del futuro DVD. O haciendo ese tipo de declaraciones en
público estaba forzando a sus compañeros a que le dejaran incluirlo
en el paquete.
Sea
como sea, el principal “Extra” del segundo disco es un ensayo
completo del show, grabado desde una cámara en su trípode y con
sonido de la mesa de mezclas, aunque en este caso solo tenemos
estéreo, aunque eso sí, en PCM (sin compresión). La calidad de
imagen dista mucho de la del concierto, tiene aspecto de ser DV,
aunque por lo menos es en 16x9, así que parece un “pirata
oficial”. Con las luces de los estudios Shepperton encendidas solo
vemos un largo telón negro y al grupo preparándose para lo que
tiene toda la pinta de ser un ensayo general. Es especialmente
gracioso pensar que esa misma disposición es la que se encontraron
los 18.000 asistentes del show en el 02, pensando “venimos a ver a
Led Zeppelin ¿y todo lo que tenemos es un fondo negro y algunas
luces?” Por supuesto, cuando se apagan la iluminación del estudio,
lo mas probable es que se abra el telón, es entonces cuando podemos
ver el noticiario de Tampa y se sigue la misma secuencia de canciones
que en el concierto que tenemos en el BR.
Curiosamente,
en verano de 2012 conseguí una grabación de estos mismos ensayos
(aunque algunas diferencias en el sonido me hacen pensar que no es
exactamente
de
este ensayo en concreto, del 6 de Diciembre, cuatro días antes del
concierto) con sonido también proveniente de la mesa de mezclas, y
llegué a pensar que dichos Mp3s descargados de un Torrent sería lo
mas cerca que estaríamos de tener una grabación del 02, ah, la
vida...
¿Diferencias?
Bueno, aparte de que todo transcurre en un plano fijo, no muchas. Da
la impresión de que el grupo (y en especial Page) querían incluir
estos ensayos para que los fans pudieran ver al grupo sin el
efectismo visual del otro disco, así como poder apreciar el cuidado
montaje escénico en su totalidad, sin tener que recurrir cada equis
tiempo a un primer plano de alguno de los músicos. En este sentido,
el DVD se ve sin problemas ya que en la pantalla abundan los tomas
cercanas a las manos y las caras de los integrantes de Zep, incluso
si te has comprado la edición “Deluxe” por inercia, te
encontrarás reproduciendo este disco más de un par de veces. Ah, y
podéis apreciar el inevitable retraso de microsegundos entre el
sonido en directo y lo que aparece en la pantalla LED...
Aunque
es cierto que algunos solos (sobre todo de guitarra) son algo
diferentes, no hay cambios radicales, eso sí, mi momento favorito es
durante “Stairway”, cuando el siempre pulcro John Paul Jones
parece perderse en el teclado y en la gigantesca pantalla LED podemos
ver a Page sonriéndole, como diciendo “sí, Jonsey, estas metiendo
la pata hasta el fondo y me estoy dando cuenta”. El grupo salva el
tema al final, y se escucha a alguien decir “I think you've nailed
it” (creo que la habéis clavado), lo cual a mi me suena bastante a
peloteo. También tiene su gracia ver a Percy saltándose a la torera
algunos versos de las canciones, verle repetir otros o escucharle
durante uno de los descansos entre canción y canción, “You can
never get a blowjob in time”, o sea, “nunca puedes conseguir una
mamada a tiempo”, ay, Percy, Percy...
Sin
ser tan espectacular como el concierto en sí, este ensayo vale su
peso en oro, ya que los Zeppelin siempre han sido rácanos a la hora
de sacar tomas alternativas de sus temas, pruebas de sonido o
maquetas, ya saben, ese material que hace el fan medio salive cual
perro de Pavlov ante una colección de llaveros. Tanto es así, que
ni siquiera existe un lanzamiento oficial de los celebérrimos
espectáculos de Knebworth en su totalidad, en el “DVD” solo
tenemos el tramo final porque, según Page, en su libro “Light and
Shade”, “no quería darle las mismas canciones una y otra vez al
público” ¡Pero Jimmy, si es lo que queremos, para ver hasta dónde
erais capaces de alargar los temas! Así que ver cómo estos temas
están todavía desarrollándose con respecto a la versión que vemos
en el Blu-Ray es muy, muy interesante, a pesar de no ser tomas
radicalmente diferentes.
Si
esto fuera cualquier otro grupo, también tendríamos un bonito
reportaje tan aburrido como cualquier “making of” de pelicula
made
in Hollywood,
con todo el mundo hablando de lo maravilloso que ha sido volver a
trabajar juntos, que qué bonito es sentirse como una banda de nuevo
y que esperamos poder trabajar juntos de nuevo. Pero esto no es ni
los Eagles, ni Metallica, esto es Zeppelin y lo que tenemos es un
montaje con las diversas piezas realizadas por los informativos
ingleses sobre la reunión en el 02, incluyendo el trozo de “Black
Dog”, ¡con el ya mítico acople incluido! Sin duda, el
siempre polémico pero divertido Jeremy Paxman, da en el clavo
cuando dice que “estas han sido las noticias, pero el sitio en el
que estar esta noche era el 02, con Led Zeppelin”.
Entre
redactores y recursos de los fans hablando maravillas del concierto
(uno de ellos se niega a confesar lo que ha pagado por la entrada)
vemos aalgunos de los músicos famosos que asistieron a la
resurreción de Zeppelin. Aunque en el DVD solo podemos ver a Noel
Gallagher (¿se está negando a firmarle un disco a un fan?) a The
Edge y a Jamie Cullum lo cierto es que hubo una cantidad importante
de artistas que no se lo querían perder: Peter Gabriel, Dave Grohl,
Paul McCartney... Este último, de hecho, fue el que criticó la
actitud de Plant por no querer darle un gusto a sus fans y salir de
gira con Zeppelin. Siempre el “adicto al trabajo” (como suele
decir Ringo Starr), Macca no entiende que un músico no quiera
complacer a su público. Por lo visto también asistió Paris Hilton,
pero es una presencia sin la que creo, podemos vivir.
Finalmente,
también se incluye el segmento de noticias de Tampa que sirve para
abrir el concierto, aunque éste ya estaba como extra en la nueva
edición del film “The song remains the same”. Cabe preguntarse,
llegados a este punto, por qué no pasarse de completista e incluir
una versión multi cámara de los ensayos (que probablemente exista),
pero me imagino que hasta para Page hay límites.
El
paquete se completa con algunas fotos del evento viradas al amarillo
y con textos en los que cada miembro explica sus sentimientos sobre
la reunión. Cada uno toma la postura que cabría esperar: Jones
conciso y reservado, Bonham exultante y alegre, Page meditado y
profundo y, finalmente, Plant, intentado ser objetivo al mismo tiempo
que fastuoso, en otras palabras, lo que viene siendo un cantante. Un
detalle que me molesta del libreto es que no se hayan incluido más
fotos de los ensayos del inefable Ross
Halfin (su diario online
no tiene desperdicio, sobre todo si quieren ver a un fotógrafo que
no tiene problemas en llamar “capullo” a alguno de los famosos a
los que retrata con el objetivo o sus comentarios) y que se haya
decidido por poner todas las imágenes de un tono, lo cual me parece
un desperdicio, sobre todo para la versión en LP.
Y
ahora... ¿qué?
Durante
las entrevistas promocionales para “Celebration Day”, Page
declaró que 2013 sería un año de actividad, no solo sacaría su
nuevo disco en solitario (así lleva AÑOS, y siempre declarando que
“ya tiene la parte instrumental grabada”) sino que el catálogo
de Zeppelin saldría de nuevo a la calle con numerosos extras, o
sea... ¡¿a comprar otra vez los mismos discos?!! ¿Tan problemático
es sacar una caja con solo las rarezas???
Para
redondear la jugada, Plant ha dicho en unas recientes entrevistas que
en realidad, la culpa de que no hubiese gira con Zeppelin no fue en
realidad suya, insinuando que Jones y Page son los que mantienen el
grupo en el limbo, y que él no tiene nada que hacer en 2014....
¿perdón?
¡Sin efecto "espejo" durante el ensayo! ¿No era mejor dejarlo así? |
En
cualquier caso, si “Celebration Day” fuera el último testimonio
grabado que llevase el nombre de Led Zeppelin, me cuesta imaginar uno
mejor, a pesar de los fallos (o quizás por ellos), me parece un gran
testimonio, honesto, de una de las mejores bandas del mundo. Ah, si
pensaban que me iba a arrugar a la hora de escribir lo siguiente, se
equivoca: esa noche de Diciembre, el martillo de los dioses sacó
truenos del yunque del metal. Fuck yeah.
No hay comentarios:
Publicar un comentario