Después
de una semana en la cual se ha concentrado toda la actividad laboral
que no he tenido en meses anteriores – como suele pasar -, yo sabía
que esta Semana Santa no iba a ir a ninguna parte y que me iba a
dedicar al noble arte de tumbarme a la bartola, ver películas y
pasar tiempo con mi hermana, que iba a estar de visita. De hecho, no
quería ni pensar en el blog ni meterme en otro largo artículo
musical de 30 páginas (según la cuenta realizada por el procesador
de textos).
Pero...
¿a quién quiero engañar? Ya estoy otra vez escribiendo una
perorata sobre un grupo prácticamente desconocido (UK,
en este caso) y tengo varios artículos mas cortos preparados para el
bitácora, pero lo que motiva éste en particular, aparte del deseo
de retomar el tema “automovilístico” que se supone que tiene
esta página, es por supuesto, uno de los trances del conductor
medio: Dónde me meto mi vehículo de cuatro ruedas motorizadas en
vacaciones.
Y
para complicar la ecuación, qué tal si introducimos una segunda
incógnita con la guisa de fiestas tradicionales. Porque salvo que se
vaya usted al extranjero (en cuyo caso estará celebrando La Pascua a
secas, sin Pasión ni nada), o directamente a la playa – si el
tiempo lo permite -, lo más probable es que tenga usted que vérselas
con cascos antiguos y centros de ciudad con zonas aun más
restringidas para el aparcamiento, o en casos como el de Sevilla, con
barrios residenciales en cuya calzada no puede estacionar el coche
durante un día concreto, por unas horas concretas, debido al paso de
una procesión.
Un
caso en particular motiva este artículo, el miércoles Santo sale La
Sed, paso emblemático del hispalense barrio de Nervión. Su
recorrido se inicia en la propia calle Cristo de la Sed – otrora
Padre
Coloma -, lo cual implica que no se puede aparcar en la misma
durante las horas en las que se proyecta, pasarán los nazarenos y
las imágenes. Yo recomiendo, no obstante, retirar el vehiculo desde
la noche anterior hasta la mañana del día después de que la
procesión haya hecho su recorrido.
El
caso que nos ocupa es especialmente sangrante, como ustedes ya
sabrán, el clima ha sido, one more time, especialmente cruel con la
Semana Santa, lo cual ha sido tomado por aquellos que odian estas
fiestas como prueba de que, lo mismo, a Dios no le hacen gracia estas
celebraciones y que las lluvias se envían como castigo, como en el
caso del Becerro de Oro. Servidor siempre ha sido más de Vellocino,
pero en fin...
Ergo,
algunas personas aparcaron sus coches el miércoles en la calle que
recibe el mismo nombre que el Cristo cuya procesión pasa por ella.
¿Despiste? ¿No vieron los carteles que avisaban de la prohibición?
¿Acaso alguien los arrancó para putear? (Va a ser que no, como se
puede ver en una de las fotos) ¿Excesiva confianza en el pronostico
de las lluvias?
Si
fue este último caso, lo que sigue es especialmente triste: la
mañana del miércoles santo amaneció con mas nubes que claros, pero
los nazarenos acudieron a la parroquia de la Inmaculada Concepción /
Cristo de la Sed, así como los costaleros y la banda. Los satélites
anunciaban chubascos cortos, y no se equivocaron, tres cuartos de
hora antes de la salida de la procesión, los paraguas se desplegaron
ante un incesante e incómodo chispeo. Pero, oh
Fortuna, para entonces, la Policía Local, con la asistencia de
las grúas, ya había mandado un par de coches al depósito
municipal. La Sed, al final, no salió, pero para entonces puede que
al menos dos conductores se encontraran con una desagradable sorpresa
al volver del lugar en el que estuviesen.
Conviene
aclarar una cosa: a pesar de la fama de “cuerpo recaudatorio” que
tiene la Policía Local, lo cierto es que hicieron todo lo posible
para evitar el disgusto a los propietarios de los vehículos:
llamando a los porteros electrónicos y a los portales cercanos
intentando averiguar de quién eran los coches para avisar de lo
conveniente de su retirada.
Si
usted quiere buscar una definición de la coloquial frase “quedarse
to loco”, serviría como muy gráfica prueba la cara de ese
conductor que intenta coger su coche y encontrarse con que, no solo
no está, sino que encima, hay otro vehículo en su plaza. Porque,
por supuesto, una vez retirado el público y los miembros de la
hermandad – la mayor parte del dramatis personae ingresó en los
bares cercanos -, la ya de por si estrecha calzada de Cristo de la
Sed se vio con sus plazas de aparcamiento repletas.
El
coche, esa sangría económica continua, tiene en los periodos
vacacionales a un enemigo mortal: en Navidades, utilizarlo para
llevar los regalos - se compren a última hora o no - se traduce en
pasar muchos minutos en la cola de un parking (gratuito, se entiende)
de un centro comercial o en dar muchas vueltas por el casco antiguo
en la desesperada búsqueda de un hueco en el que quepa nuestro medio
de transporte favorito. Eso, obviamente, si el acceso a dicho Casco
Antiguo no deja de estar operativo durante las fiestas, como en el
caso de Sevilla.
Por
supuesto, eso no sucede en verano, periodo durante el cual nadie
quiere acercarse al centro, y, puestos a decir, tampoco quiere andar
muy cerca de la capital hispalense, no vaya a ser que se derrita
andando por la calle. Empero, por la crisis o por lo que sea, Agosto
de 2012 fue un mes con bastante presencia ciudadana por las calles.
Eso sí, en Agosto el drama se trasladaría a las primeras líneas de
playa para aquellos que tuvieran la posibilidad de acudir a ellas:
Chipiona, Coníl, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda,
Mazagón, Cabo de Gata, Algeciras, Marbella, Motril ... busque usted
un sitio que no implique una graciosa procesión de un cuarto de hora
andando con la sombrilla y demás accesorios playeros.
Ah...
el extraño placer de ir con tu pareja y con los niños (si se
tienen), a la caza de un aparcamiento, con ese aire acondicionado que
ese estropea, esas discusiones por no haber venido antes, por tener
un coche demasiado grande, por tener que andar largos minutos bajo el
sol para ir a la playa, que si para esto hubiéramos venido en bus o
andando desde el hotel... Y lo mejor no es ser uno de los miembros de
la pareja / familia, sino el incómodo invitado de la misma,
observando por qué, tal y como anuncian los relajados titulares de
Agosto, se gestan tantos divorcios
durante el periodo estival.
Dicho
esto, puede dar la impresión de que abogo por no usar el coche en
absoluto durante las vacaciones, y esto no es así. El problema, para
variar, no son las cuatro ruedas, sino el efecto tromba que se
produce cada vez que al español medio le dan un par de días libres,
porque yo les podría decir que todo esto se arreglaría si nos
construyeran un complejo de parkings con cinco plantas de altura y
otros tantos niveles de sótanos, de los que prácticamente colindan
con el Infierno. Cuando aquellos de ustedes que son promotores
inmobiliarios con algo de dinero en la cuenta (y contactos en algún
ayuntamiento) dejen de babear ante la idea, escuchen bien lo que
digo, no servirá de nada, construyan lo que quieran, en cualquier
emplazamiento, incluso en la propia arena de la playa, todas esas
plazas acabarán siendo ocupadas y aún así, seguirá sin poderse
aparcar por las calles.
Si
creen que estoy siendo víctima de las típicas hipérboles a las que
solemos tender los blogueros (soy andaluz, así que de todas formas
lo llevo en el ADN), deberían haber visto la cola de coches que
llevaban desde la entrada del Parking subterráneo de El Corte Inglés
de la Plaza del Duque hasta la Avenida de Torneo. Aunque ustedes no
sean de Sevilla, observen cualquier plano de la ciudad en Internet
y tracen una línea que lleve desde la Plaza del Duque, rodee la
Plaza de la Gavidia, siga por la estrecha Baños y termine en Torneo,
no me refiero a que “prácticamente” llegara a esa avenida, sino
que había una larga procesión de turismos varados en una de las
pocas arterias libres de acceso al Casco Antiguo.
Esta
es otra demostración práctica de que el problema no es en sí ni la
Semana Santa ni el coche, sino el pensar en masa y el no reparar en
los detalles. Cuidado, que yo mismo fui víctima de este defecto,
solo fui a ver una procesión ex profeso e, inocente de mi, empecé a
andar hacia el centro “solo” un par de horas antes de su salida.
Aunque el peatón es el niño bonito de la Semana Santa (a fin de
cuentas, es una fiesta basada en andar, ya sea con un cirio en la
mano, una cruz a cuestas, debajo de una imagen o incluso a quedarse
de pie con una cerveza en la mano), también se las ve y se las desea
ante las calles cortadas por los asientos privados para ver las
procesiones.
En
este sentido, a cualquier pronóstico de llegada, basado en lo que se
suele tardar un día cualquiera, se le enseña convenientemente la
puerta de “muerte”, porque el “zusto” se lo lleva el que ve
que llega un punto en que las concentraciones humanas impiden el
avance a varios metros de la puerta de la parroquia / Iglesia /
Catedral en cuestión. Y que sean metros ya es una suerte.
Obviamente,
el otro error de cálculo por mi parte fue no contar con la mezcla de
población oriunda y turística que se había quedado sin Semana
Santa hispalense propiamente dicha durante varias jornadas, por lo
que se iba a tirar a la calle sí o sí en cuanto pararan las lluvias
¿Conclusión? Pues que más me habría valido llevarme un bocata que
cenar con la familia. O comprarme un montadito (el otro mimado de
estas fiestas en Sevilla), en algún bar cercano.
Así
que ahí tienen mi recomendación final: ser mas listos. No les digo
ni que inviertan en cómodas sillas para ver pasos, ni turismo
alternativo, ni quedarse en casa, sino, simplemente, calcular mejor
los desplazamientos, no empecinarse en ir a todas partes en coche,
sopesar aquello en lo que NADIE ha pensado (no, coger el metro no va
incluido en esa categoría) y actuar en consecuencia. A menos, por
supuesto, que usted crea que el reto de buscar una plaza de
aparcamiento y después quedarse empapado en un soportal con su
pareja mientras ven como la lluvia les frena al paso, es uno de los
encantos de salir en estas fiestas con el clima revuelto. Encima,
para hacer esas cosas que hacen las parejas en los soportales
lluviosos... ¡Demonios! ¡Sí!
PD:
Aunque si eligen quedarse en casa, lo mismo es más cómodo...
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