En
este blog ya hemos mencionado
un par de veces a Liberace,
en ambos casos, con objeto de hacer mofa, befa y escarnio de su
nombre. Lo cual está muy feo, ya que los muertos no pueden presentar
queja, aunque por otro lado, nos viene bien, porque así tampoco nos
pueden denunciar. Pero,
¿quién
fue Valentino Liberace (nombre completo real...
¡Búsquenlo
en la Wikipedia, so flojos!) para que le dedique Steven Soderbergh
una película protagonizada por Michael Douglas junto a Matt Damon y
para que nosotros le dediquemos una entrada en el blog?
Básicamente,
Liberace - "Lee" para los amigos - fue un pianista (y
ocasionalmente, crooner
normalito ) que alcanzó la fama y uno de los mejores sueldos de la
industria del entretenimiento por diversos motivos: Por un lado, su
impecable forma de conjugar en un sólo
popurrí algunas piezas clásicas con los éxitos pop del momento,
mientras conseguía colar algunos temas tradicionales, aderezado,
todo esto, por incursiones ocasionales en ritmos caribeños. Siempre,
eso sí, mostrando un virtuosismo casi circense en sus
interpretaciones.
Pero
en realidad, eso sólo
explica parte de su fama.
Ciertamente,
el principal atractivo de su fama residía en su arte como músico,
pero la forma que tenía de destacar sobre los demás pianistas no
eran únicamente sus modos a la hora de fagocitar todo género que se
le pusiera por delante y hacerlo digerible frente al Gran Público
(¡chúpate esa, Bowie!). No, los abrigos de tamaños absurdos, los
anillos con piedras imposibles, las plumas, el coche que lo recogía
del escenario, los vuelos sobre el vehículo, los trajes que
reflejaban las luces... todo eso era Liberace. Como dice un
documental de la BBC
dedicado a su figura, "un espectáculo repleto de campiness
para un público que no conocía el término".
Parece un muñeco... por algún motivo ese comentario no suena bien, cuando se refiere a un adulto |
Siguiendo en esa línea
de palabras casi intraducibles, conviene aclarar que Lee no se puede
definir meramente como un artista, más que nada porque ese
término en español pone al mismo nivel a Francisco de Goya y a
Moncho Borrajo. No, el pianista era un entertainer, un
"entretenedor" en el sentido más absoluto que pudiera
tener semejante vocablo. Puede que todo el oropel extravagante que
cubría sus actuaciones (y su modo de vida) fuese una extensión de
su personalidad, pero también era su modo de hacer que el público,
durante el rato que estuviera con él, olvidase sus preocupaciones.
Por el cómodo precio de una entrada, claro.
Pero,
llegados a este punto, eso sólo explica por qué Liberace tuvo
éxito. Vale,
como antiguo protegido de otro maestro de las teclas - Paderewski
-, Liberace había salido un poco rana, tanto es así que los
críticos odiaban la falta de sutileza en sus interpretaciones y su
forma de comerciar con Strauss o Gerswhin al ponerlos al lado del
Tico-Tico. ¿Eso le hace materia para un largometraje? Como mucho
para un documental, pero,
claro,
son los sucios detalles de su vida privada los que dan para un film.
La
cuestión con Valentino es que era un ejemplo bastante clásico de la
farándula en los tiempos en los que vivir “fuera del armario”
podía suponer la muerte clínica de tu carrera, con lo que el
interesado decidía negar la mayor y dar explicaciones muy
creativas
sobre sus intimidades. Puede que alguno de ustedes esté pensando en
ejemplos nacionales como Camilo Sesto o José Luis Moreno, y si esto
es así, les recomiendo que abandonen inmediatamente esta página
porque me parece una absoluta falta de respeto que siquiera se
atrevan a pensar de ese modo. Guiño,
guiño, codazo, codazo.
Lo
extraño es que, los amanerados modos del pianista, la vicisitúdica
gaycidad
de sus shows o su tendencia a vestirse como una señora mayor en las
sesiones de fotos para la prensa, nunca aflojaron, sino que
parecieron exagerarse incluso en su temprana vejez. Liberace llegó a
denunciar a un periódico inglés por atreverse a insinuar que era
gay, renegó de su homosexualidad delante de un juez - "lo
considero algo repulsivo porque erosiona los cimientos de la
sociedad" - y ganó el juicio. Sin despeinarse, prosiguió con
el desfile de amantes con pinta de efebos, haciendo cruising
como
una loca (tal cual) pero, aún así, llegando a practicar el viejo
truco de anunciar su compromiso con una mujer - su vecina de enfrente
-, para después cancelarlo al considerar que aquello iba a tener un
efecto muy negativo sobre sus fans.
Ah, sus fans. El grueso
de sus admiradoras estaba formado por señoras mayores cuya vida
sexual probablemente se limitaba a una sola postura en la cama con
sus maridos y que, inexplicablemente, veían en Liberace al cuñado
soñado, al perfecto caballero, al amigo un poco picantón y gay (en
el sentido de "alegre") que embelesaba a las señoritas con
sus refinados modales. Semejante fachada se fue resquebrajando en los
últimos años de vida del músico, y recibió un golpe de gracia
tras su fallecimiento cuando un juez pidió una autopsia, al no
considerar creíble la versión dada por el entorno del artista
aduciendo como causa de la muerte "complicaciones pulmonares".
El publicista de Liberace, consciente de la verdad, intentó vender
la moto de que era una jugada del magistrado para ganar puntos de
cara a una carrera política, pero eso no borraba el hecho de que el
pianista murió por sus afecciones
relacionadas con su condición de seropositivo.
Ahí
lo tienen, un músico extravagante con una trágica doble vida, cuyo
espectáculo era carne de Las Vegas, donde su paga era mayor que la
de sus colegas Sinatra o Dean Martin y, probablemente, con el mismo
apetito carnal de los cantantes, solo que en otra vertiente, que
después de una vida de engaños para con la opinión pública, muere
de SIDA en 1987, en plena paranoia sobre la enfermedad. Si no se
puede hacer un guión competente con esto, yo me lo haría mirar. O
incluiría algún Alien, algún Predator, o a Paul
Rodgers.
Y la sumaría "Electric Boogaloo" al título. Y les prometo
que este bitácora no es un spin-off
de
"Vicisitud y Sordidez". Solo una copia mala.
Enter the Zoidberg, I
mean, The Sodebergh
¡¡¡¡Que no soy yo!!! |
Obviamente,
ahora que tenemos una película protagonizada por dos grandes
estrellas y un director de renombre - que, para colmo, anuncia
su retirada
de la realización de largometrajes tras este proyecto - es fácil
encontrar expertos en la figura de Liberace por doquier. Expertos que
habrán visitado las mismas webs que yo o habrán visto los mismos
vídeos en Youtube. No se lo voy a negar, para mí
Liberace siempre ha sido un nombre que salía a relucir de vez en
cuando en alguna referencia - también paródica, por regla general -
de la cultura pop y no fue hasta que se anunció el proyecto de
"Behind the Candelabra" que empecé a estudiar
el
"fenómeno".
La cuestión es que, ver
cualquiera de los especiales televisivos dedicados al hombre, - con
su piscina con forma de piano y los azulejos de la misma conformados
como teclas blancas y negras -, alguna de sus intervenciones con su
instrumento (musical) o incluso su interacción con el público de
jubilados que solían anegar los recintos en los que actuaba tiene el
mismo efecto que pasar cerca de un accidente de tráfico: no puedes
apartar la mirada, pero tampoco quieres mantenerla fija. Casi resulta
mejor cerrar los ojos y concentrarse en su florido manejo del
teclado.
Probablemente, la
sensación de secuestro mental era compartida por los maridos de las
fans de Liberace que acompañaban a sus esposas - aunque puede que
alguno estuviera fascinado por otros aspectos del músico -, o por
buena parte de la audiencia televisiva estadounidense que durante la
década de los cincuenta vieron cómo el
pianista era capaz de interpretar a Listz, hacer una pequeña cuña
publicitaria para una entidad bancaria y rematar con alguna canción
corta a la que prestaba sus limitadas cuerdas vocales.
No se engañen, si
Valentino siguiera con vida, habría cruzado la línea de la
posmodernidad posirónica, con lo cual, Mario y Olvido, además de
alguna que otra petarda hipster llenarían el Instagram con fotos
hechas con el ídolo de las ancianítas. Etiquetando, de paso, a
todos sus colegas en la versión para Facebook de la imagen.
Sir Elton |
En
mi caso particular, lo llamativo de Liberace es que fue lo que Keith
Emerson o Rick Wakeman hubieran sido si no hubieran contestado a la
llamada del Rock, - de hecho, Carl Palmer, colega de Emerson en ELP
confesó haber ido a uno de los shows de Liberace "lo
cual no dice mucho sobre mis gustos musicales, me temo"
- o si no hubieran sido hetero. En lo que se hubiera transformado
Richard Clayderman o Luis Cobos si no hubieran optado por la versión
realmente creíble del cuñado perfecto. Aquello a lo que Freddie
Mercury a Elton
John
les faltó muy poco para llegar a ser, o lo que Lady
Gaga
sería si no fuera una fábrica de hits llenapistas.
Er...¿no había una mejor? |
Probablemente
Soderbergh fue consciente de lo poliédrico del personaje a la hora
de acometer el film. Según una entrevista con Michael Douglas, la
primera propuesta del director de "Sexo,
mentiras y cintas de vídeo"
para que interpretara al músico llegó durante el rodaje de
"Traffic" (2000). Varios problemas acuciarían a la
producción, el más
grave sin duda,
el
cáncer de garganta que amenazó la vida del intérprete,
a
lo cual
hay que añadir la
negativa de varias productoras a poner el dinero por considerar la
idea para el film “demasiado gay”.
Otro
obstáculo fue que Soderbergh se las vio y deseó para encontrar un
enfoque que no resultara en el "típico biopic".
Finalmente, el material base para la producción sería el volumen
"Behind the candelabra", escrito por uno de los amantes más
significativos del pianista, Scott Thorson, otrora preparador de
perros para películas. Como es de suponer, el libro es un recuento
de la relación de Thornson y Liberace, quienes se conocieron cuando
contaban con 16 y 60 años, respectivamente. Yo
no me lo he leído, pero después de ver una intervención del autor
en el programa de Howard
Stern
se me quitaron bastante las ganas.
Ahora sí que sí |
Veamos,
Stern es un polémico locutor de radio al que, por regla general, no
le cuesta mucho sacar lo peor de sus invitados, pero en el caso de
Thornson no tiene que esforzarse demasiado. El ex-amante del pianista
no tiene problemas en contar los detalles más
escabrosos de sus relaciones, así como incluir en la mezcla
revelaciones sobre Michael Jackson ¿Nos está iluminando o
simplemente hace el panoli a cambio de notoriedad? El problema, tal y
como explicamos al principio, es que los interesados ya no están en
este mundo,
pero ahí va otra hostia con la mano abierta para la pobre Paris.
Tras la recuperación de
Douglas, Soderberg conseguiría que Matt Damon firmara para
interpretar a Thornson, aunque seguía
sin conseguir el interés de ninguna productora para su proyección
en las pantallas de los cines. Sería la televisiva HBO la que
compraría el producto para la caja tonta, y una producción de este
calibre suele hacerse con la pasta equivalente a varios filmes
europeos de neorrealismo recalcitrante así que...
¿Cuál es el resultado?
Tras el candelabro (la
película)
Hay
quien considera a Sordenberg un auteur
y
hay quién cree que es un tontaina, esto, creo yo, se debe a que no
saben quién es el "autentico Soderberg": ¿Es el efectivo
director de cosas tan convencionales como "Erin Brockovich"
(2000) y la saga "Ocean's..." o el gélido intelectual que
convence a la actriz porno Sasha Grey para que protagonice su seca
"The Girlfriend Experience"? (2009) Desde mi punto de
vista, poco importa, Steven siempre tendrá un lugar en mi corazón
por haber dirigido uno de los mejores directos de Yes
para el formato vídeo, "9012 live", aunque, en un ataque
de modernitis
le diera por incluir trozos de películas antiguas coloreadas y
cretácicos efectos digitales para "amplificar" la
experiencia progresiva,
ouch.
Hoooooold on! |
En
lo que se refiere a "Behind the candelabra", no deja de ser
curioso que, para no querer tomar la ruta del biopic rutinario, el
director acabe haciendo un largometraje harto sencillo en su
planteamiento y desarrollo. A partir de aquí spoilers
como... bueno, como un piano. Graciosamente,
se empieza con una adaptación setentera del logo de la HBO, para dar
paso a un bar de ambiente - con "I
feel love" de fondo - gay en el que Thorson (Damon) y Bob
(¡Scott Bakula con bigotón!) se encuentran. Bob pertenece al
entorno de Liberace y se lleva a su nuevo amigo a un concierto del
pianista, en el que vemos por primera vez la recreación que hace
Douglas del músico. Es en este momento en el que nos damos cuenta de
la táctica que va a emprender la realización del film para dejarnos
caer buena parte de la información: pequeños comentarios aquí y
allá que, se confía, sean lo bastante explícitos para el
espectador, aunque más tarde se incidirá en ellos de forma más
completa, no sea que nos perdamos durante las dos horas de metraje.
Familia de spoilers monoparental |
Bob lleva a Thorson a los
camerinos, donde Liberace queda prácticamente prendado del joven y
empiezan una interacción en la que Scott parece pretender una cierta
normalidad, que en el caso de Valentino es puro coqueteo. Mientras
esto sucede, el protegido de Liberace (a quien hemos visto brevemente
compartir escenario con su patrón minutos antes) devora su cena
mientras intenta ignorar lo que sucede a su alrededor, al tiempo que
hace gestos burlones.
Es en esta actitud en la
que vemos el drama que se avecina, él ya lo ha oído todo antes, y
así lo deja bastante claro mientras parodia la complaciente
verborrea de su jefe. Probablemente, su vida como clon de Liberace
(lleva las mismas ropas y un peinado que se nos antoja humillantes
para él), empezó de un modo muy similar.
Al día siguiente, la
pareja de amigos visita la opulenta (y profundamente kitsch) casa
de Valentino. En estos planos, Soderbergh se recrea en la
voluptuosidad del ambiente, mientras el protegido del músico
deambula con una exigua toalla, se nos muestra un primer plano del
torso del mayordomo, con incipiente barriguita, eso sí. De nuevo, un
pequeño detalle para avisarnos de lo que viene después: la seca
negativa de Scott a coger uno de los aperitivos de la bandeja es el
prólogo de la poco simpática relación que va a mantener con el
trabajador del hogar.
Tras asegurarle que puede
curar una afección ocular de una de las perritas del músico, Scott
vuelve a casa. Aunque más adelante se
nos explica que el joven ha crecido en un ambiente bastante
desestructurado la pareja con la que
vive, Joe y Rose, parecen el arquetipo
de "buena gente". El preparador de perros llama a Lee y
avisa de que puede enviar por correo la medicina para la perra, pero
Liberace quiere verlo en persona y se ofrece a pagarle el pasaje de
avión.
Aunque Scott se muestra
un tanto reticente, al final pasa la noche con el pianista, aunque se
muestra algo incómodo en algunos momentos, como cuando comparte
bañera con el músico. Allí Liberace le confiesa la beligerante
actitud de su protegido, quién por lo visto está casado, bebe más
de la cuenta y se da unos buenos puñetazos de vez en cuando con
quien crea conveniente. Valentino le confiesa a
Scott que necesita a alguien como él para que este a su lado, en
calidad de asistente / chófer / amigo.... Pasan la noche en la misma
cama sin mayor trascendencia, pero al llegar la mañana, el pianista
seduce a Thornson con un nada sutil "Vaya, mira quién se ha
levantado también", tras echar una mirada a su entrepierna. Eso
es clase.
A
partir de aquí, las cosas suceden con un cierto aroma de dèjá
vu, el protegido de Liberace
abandona la casa tras entregar sus anillos al manager del artista
(Dan Aykroiyd), quién recibe a Scott con una mano firme si bien es
difícil no darse cuenta de que, seguramente, este hombre se ha visto
en circunstancias parecidas anteriormente. Los intercambios
sexuales entre la nueva pareja se nos muestran, aunque no de forma
especialmente explícita, así que no se me asusten, nada de penes y
muchos calzoncillos o toallas. Pero bastantes
besos en la boca. Ahora, si hubo lengua ya no lo tengo tan
claro.
Durante los momentos de
intimidad, Liberace confiesa algunos de sus secretos: sus operaciones
y medicamentos para mantener erecciones, su creencia de que Dios
le ha perdonado su vida a pesar de su condición de homosexual a
cambio de su entrega a su arte y su nula atracción hacia las
mujeres. Algo que lo diferencia de
Scott, quien se declara bisexual. No obstante, el pianista asegura
que le hubiera encantado tener hijos, otro pequeño detalle que se
revelará más adelante como casi obsesivo.
Scott asciende en el
escalafón de la vida de su enamorado, por mucho que el mayordomo le
comente que es mejor que no se haga demasiadas ilusiones porque ya ha
visto a muchos como él. Thornson consigue que Liberace se libre del
trabajador, aunque se nos regala un plano del manager expidiendo un
(probablemente) suntuoso cheque al ya ex-empleado. Ah, y también se
nos permite ver que loca pelambrera del músico es un peluquín.
Durante una curiosamente
tierna imagen de dicha doméstica entre los enamorados, ven una
intervención televisiva del músico, éste se da cuenta de lo
envejecido de su aspecto, así que decide pasar por el quirófano, no
siendo la primera vez en la vida del músico. Un monstruosamente
maquillado Rob Lowe encarna al cirujano que va a estirar la piel del
pianista, pero éste tiene una petición extra: que el médico
también ponga algo de bisturí en la piel de Scott para que parezca
un joven Liberace. Scott se queda perplejo ante la posibilidad, más
aún cuando el personaje del doctor le avisa de que, antes, tendrá
que bajar algo de peso.
A continuación, el
amante del entertainer mantiene un dialogo con Bob,
quien no ve qué tiene de malo que quiera "hacerlo más
joven, más delgado y además se lo pague". El mensaje es claro,
si quiere seguir con el pianista, deberá acceder a sus deseos,
porque el físico, "sobre todo en el mundo gay" tiene una
fecha de caducidad muy temprana para las estrellas. Thornson y su
colega se ríen un poco de sí mismos al darse cuenta de que, después
de la conversación, tienen que elegir entre alguno de los lujosos
coches - regalo o propiedad de Valentino - que tiene en el garaje
para dar una vuelta. Una escena con una candidez que se antoja
excesiva.
Aunque Scott accede, el
primero en pasar por el quirófano es Liberace. Ya saben ustedes que
con la sexualidad - homo o hetero -, hay que tener cuidado con lo que
se enseña, ahora, para que en un film se presente la manipulación
de una piel con intenciones estéticas, no hay cortapisas. Tras ver
la auténtica
carnicería que se lleva a cabo para rejuvenecer al músico,
somos testigos de la sospechosa dieta que se le impone a Thorson para
adelgazar: ¡pastillas y champán! Y ustedes se quejaban de la
Dunkan.
Aunque uno de los efectos
de la operación tiene una consecuencia un poco inquietante -
Liberace duerme con los ojos abiertos -, Scott decide pedirle el
favor extra al cirujano para que la haga un hoyuelo en la barbilla. A
partir de aquí, las cosas no tardarán mucho en torcerse, Thorson se
ve agobiado por la vida en común con el músico que parece quererlo
solo para él. Mientras atiende a algunas fans, vestido como el
chófer de lujo que lleva el vehículo con el que el pianista aborda
el escenario, una de ellas le pregunta si es "el hijo de
Liberace". Detrás de un comentario en apariencia tan inocente
(y tan equivocado, por varias razones) se esconde un motivo de agobio
para el joven y uno de orgullo para Valentino.
Las pastillas del pos
operatorio y de la dieta de Scott empiezan a tener un efecto negativo
en sus ánimos, pero hay un periodo de calma aparente cuando la madre
del músico decide pasar un tiempo con ellos. Aficionada a la máquina
tragaperras que su hijo le ha instalado en casa, su presencia
proporciona un poco de alivio cómico
para la historia.
Alivio que desaparece
cuando una llamada telefónica nos confirma que la pobre, ya de
vuelta a su domicilio, ha muerto. En un diálogo
bastante revelador, Scott le pregunta a su amante cómo se siente, a
lo que Lee responde "he sido liberado". A esto le sigue una
secuencia de tonos fluorescentes en la que, después de un paseo en
limusina, la pareja acaba en un sex-shop. Los extraños colores
acentúan lo casi irreal del momento, Liberace parece pasárselo pipa
en una cabina de vídeo mientras Thornson deambula medio borracho
entre los pasillos de la instalación hasta derrumbarse.
Aunque hay una fuerte
discusión entre los dos durante la resaca y todo parece arreglarse,
las cosas van a ir a peor. Los cuatro años de relación - entre 1977
y 1981 - se van erosionando a la par que Scott se vuelve más
dependiente de las sustancias ilícitas y se vuelve más y más amigo
de su camello. Lee tampoco se queda atrás y,
como un niño con un juguete del que se ha hartado, empieza a
prestar más atención a uno de los jóvenes del cuerpo de baile de
uno de los recintos en los que toca. Thornson quizás empieza a darse
cuenta de que le va a ocurrir lo mismo que al anterior protegido, con
el agravante de que él solo tiene unas titubeantes aspiraciones como
compositor de canciones a las que agarrarse.
El golpe de gracia llega
con la muerte de Rose, a la vuelta, Scott descubre que Lee se ha
acostado con el bailarín - escena imaginada por el personaje de
Damon como una narración a cámara lenta - y estalla en una
explosión de violencia. Lo que sigue es la lucha del entorno del
músico para sacarlo de la casa, las escandalosas declaraciones de un
Thornson podrido por el rencor y que presenta una demanda para
sacarle todo el dinero posible a Lee. A fin de cuentas, el pianista
estuvo cerca de "adoptarlo"... (de forma legal, sí).
Tras conseguir una
indemnización que considera "una miseria", el ya ex-amante
sigue con su vida, consigue un trabajo como dependiente, vive en un
discreto piso, viste de un modo más
normal y tiene que aguantar la publicación de la muy
heterosexual auto biografía de Liberace. Un plano se detiene en los
titulares que anuncian que la antigua estrella del cine, Rock Hudson,
ha muerto de SIDA. Casi a renglón seguido, Scott recibe una llamada
del pianista, su renqueante voz y sus continuas indagaciones sobre si
Thorson ha comprobado "si se encuentra realmente bien" nos
avisan de lo que va a suceder a continuación.
El antiguo chófer de
Liberace va a su casa, donde se lo encuentra postrado en su catre,
sin su peluquín y demacrado. Valentino le confiesa que nunca ha sido
tan feliz al lado de nadie como cuando estaban juntos y le pide a
Scott que nunca cuente el estado en el que lo ha visto...¡Ops!
Lo siguiente son un par
de escenas que sirven para narrar la polémica sobre la autopsia del
músico y como prólogo al funeral. Mientras escuchamos el
panegírico, vemos cómo el personaje de Damon se imagina a Liberace,
tal y como lo vio por primera vez, volando sobre el escenario y
diciendo la final frase que muchos relacionan con el artista. "Creo
que demasiado de algo bueno es maravilloso". Créditos con
planos detalle de miniaturas de piano y fin.
Corta , pega, pinta y
colorea (la crítica)
Aunque uno tiene la
sensación de que Sorderbergh ha sido mucho más sincero en este
adaptación de la historia entre Liberace y Thorson, de lo que se
suele esperar de un biopic (que suelen acabar en hagiografía o en
continuo desmembramiento público), el director y su equipo alteran
algunos detalles, quizás para darle una mayor carga emocional,
quizás porque simplemente quedaban mejor en cámara.
Para
empezar, Thornson no lucía el aspecto de rubiales perfectamente
afeitado y musculoso que se nos muestra, prefiriendo el “look
Castro” que tan famoso hicieron Freddie Mercury y el camarero de
“La ostra
azul” durante los ochenta. Ya saben, bigotito perfectamente
afeitado y pelo corto, por cierto, el nombre no tiene nada que ver
con cierto comandante cubano, sino con el barrio de San Francisco en
el que se popularizó. Por otro lado, la madre del pianista no era
tan aficionada a las tragaperras como a la cleptomanía a lo Winona
Ryder.
Con todo y con ello,
tampoco es que los responsables del film se dediquen a cortar, pegar,
pintar y colorear a su antojo, ahora bien, hay detalles que chirrían
por excesivamente crudos: que Liberace aproveche el funeral de la
persona que, a todos los efectos, ejercía de madre de Scott, para
echar un polvo, parece excepcionalmente cruel. Además, si Bob
pertenece a al esfera de Valentino, ¿Por qué es el que le cuenta lo
que ha pasado en cuanto vuelve a la mansión?
Hay
veces, en ese sentido, que Soderbergh parece querer contarnos la
historia de un inocente corrompido por los excesos que le rodean,
cuando es fácil saber que la realidad es un
poco diferente.
A fin de cuentas, la historia y reacciones de Liberace no distan
mucho de la típica trágica historia – como diría nuestro amigo
Sting - de
un hombre rico y mayor que se enamora de una joven. Al principio,
todo son regalos y jijijijaja, pero al tiempo, la chica quiere salir
de fiesta, ver a otra gente, mientras que el otro se va volviendo más
y más posesivo. Y en un giro casi inesperado, va y le pone los
cuernos con otra más joven aún.
En este sentido, “Behind
the candelabra” tiene un poco para todo el mundo, si no le engancha
el morboso interés por conocer los entresijos de una relación
rayano en lo enfermizo (por lo posesivo), quizás disfrute de la
singular recreación de la época, de las referencias que ya se
antojan lejanas pero no demasiado – se menciona a Vangelis porque
Liberace tocará “Carros de Fuego” en la ceremonia de los Oscars,
por ejemplo – o simplemente, se verá arrastrado por la propia
construcción de los personajes.
Dicho esto, resulta
especialmente difícil no sentir genuina lástima por Scott cuando
intenta comunicarle al músico la muerte de Rose, en contrapartida,
el Liberace que vemos en estado terminal produce unos sentimientos
encontrados ¿sentimos lástima? ¿nos da igual? ¿El maquillaje y
los efectos no quedan un poco...raro?
Quizás lo mejor del film
es la forma en que los personajes van dejando pequeñas pizcas de
información para que nosotros las tengamos en cuenta, no porque sean
especialmente importantes para la trama, sino porque se confía lo
bastante en el espectador para que les pille el sentido. Un buen
ejemplo es el dialogo entre Liberace y su señora madre, ella quiere
irse a vivir con su opulento retoño, él se resiste, ella no quiere
ver siempre las mismas caras, él accede a regañadientes y cuando se
quiere encender un cigarrillo...su madre se lo quita de los labios.
Igualmente, Valentino
desgrana en pocas frases lo caradura que fue su padre al abandonar a
la familia por una colega músico, la desvergüenza de su hermano
(violinista) que anuncia sus conciertos usando el apellido familiar.
También resume magistralmente la actitud de la crítica musical de
la época cuando presume de haber leído que “dicen que Liberace no
es Rubinstein pero que Rubistein no es tampoco ningún Liberace”.
Otro
detalle del tipo no
tiene importancia pero sí que la tiene, es
la aparición al fondo del personaje de Gladys Luckie, el ama de
llaves del músico, personaje habitual de muchas entrevistas
y reportajes sobre la vida de su antiguo patrón, que siempre
mantuvo la boca bien cerrada sobre sus actividades privadas. Hasta
después de su muerte, claro. Lo más gracioso es que mientras veía
el largometraje, yo me extrañaba que esa mujer que no se le diese
mayor protagonismo, pero en realidad, tanta discreción es el mejor
retrato que se puede hacer a la señora.
A
nivel de actuación, la película está bastante bien, Douglas no
exagera lo amanerado del personaje hasta transformarlo en una
parodia, agudiza su voz, pero no resulta especialmente chirriante,
pero tampoco es una recreación excepcionalmente fiel. Por supuesto,
hay quien opina que una buena imitación equivale a un buen nivel
interpretativo, pero si eso fuera así, Carlos Latre tendría las
estanterías llenas de Goyas (va a ser que no es el caso), o la
actuación de Meryl Streep en “La
dama de hierro” habría salvado un film mediocre que se salta a
la torera los desayunos de la lideresa con Pinochet (“¿Qué tal
van las torturas? Oh, genial querida, por cierto, muy bien jugado lo
de las Malvinas, así no se dan cuenta de que te estás cargando la
economía rural”).
Por su parte, Damon está
muy contenido (eso es bueno), aunque de vez en cuando, al hacerse el
indignado o el sorprendido recurre a su postura y gestos en plan
“¡Ey! ¿Qué pasa tío?” que tanto le salen cuando comparte
película con su colega Ben Affleck. Y no voy a hacer ninguna coña
sobre Batman ni Daredevil, que os recuerdo que yo me crié con
Beetlejuice siendo El Caballero Oscuro.
No les digo ná... |
Hay algo de ironía –
de la que es muy complicado que el director no fuera consciente -, en
elegir a estos dos actores para interpretar a tales personajes. En el
caso de Douglas, porque se supone que fue tratado por su adicción al
sexo (con mujeres, entendemos), y digo “se supone” porque después
algunos mentideros han asegurado que en realidad lo que se trataba el
protagonista de “Tras el corazón verde” eran adicciones a
sustancias ilícitas, pero que se consideró menos polémico
disfrazarlas de exagerado apetito carnal (¿¿¿?????). Por su parte,
Damon goza de una estupenda imagen como enamorado y fiel esposo, así
como de ser un estupendo padre de familia. Sin olvidar que, durante
un vacío de poder en las listas de hombres más sexys, consiguió
temporalmente alzarse con la primera posición.
Ver
como los dos actores se comen el boquino y simulan sexo es
chocante... o al menos tanto como ver a Frank Langella haciendo de
Skeletor en
la película de la Cannon como si aquello fuera “Macbeth
visto por detrás”. Aunque entre sus interacciones, la que
probablemente produce mas vicisitud en Liberace (y en el espectador)
es cuando Scott / Damon le dice que no está dispuesto a ser pasivo
en sus relaciones íntimas porque “le parece asqueroso”. Un
detalle sobre la vida privada de esta pareja sin el cual, estoy
seguro, muchos podrían pasar.
El
resto del reparto es una fiesta de caras conocidas para el aficionado
medio al cine o a la ficción televisiva de alto copete, destacando Debbie
Reynolds como madre del pianista, más que nada porque fue amiga
personal de Liberace. Pero el mejor secundario tiene que ser el
ex-ídolo de jovencítas (y buen actor, aunque no se lo crean) Rob
Lowe. Su papel de cirujano con una peligrosa afición por las
pastillas, cuyo rostro ha conocido demasiadas operaciones que le
dotan de una eterna juventud casi deforme, es tan exagerado que uno
casi duda de que una persona así haya existido realmente. Como en el
caso de la pareja protagonista, el elegir a un guapo
de toda la vida tiene
algo de ironía, a fin de cuentas, si hay alguien que parece que no
vaya a necesitar nunca de ningún tipo de retoque es el propio Lowe.
A
nivel técnico, el film es irreprochable, Soderberg fuerza la
composición de los planos, pero no con el ánimo de epatar o hacerse
el listo (o no lo parece, al menos), sino porque quedan muy bien.
Juega con el montaje, sobre todo con el sonido en una escena en la
que escuchamos a Scott respondiendo a una llamada de Liberace, pero
que no es lo que nos podemos pensar en un principio. Son cosas como
estas las que hacen que este largometraje suba el listón en las
producciones de este tipo. Lo único que despista un poco es ese tono
dorado de las pieles en las escenas de interior, no sé si es una
cuestión del HD que se utiliza en los films para televisión o una
textura que se ha puesto de moda, ya que aparece incluso en ejemplos
patrios como “23-F,
la película”.
Otra curiosidad es el uso
del enfoque selectivo en los primerísimos primeros planos y en los
planos detalles, ¿Influencia del uso de las cámaras réflex para la
grabación de vídeo? Vaya usted a saber, lo cierto es que también
resulta muy efectivo y es como otro toque de calidad con el que se
dota al metraje.
Dicho
todo esto, se podría suponer que “Behind the candelabra” es un
film formidable. Bueno, ciertamente es mucho mejor que el típico
telefilme, pero sigue siendo un telefilme, con recursos propios del
género y con una narración típica. Puede que por la arriesgada
temática y por los involucrados se haya dado una patina de
credibilidad al proyecto, sin duda es tan
gay como
temían las productoras que desdeñaron anteriormente la idea, pero
una vez que se obvia ese detalle, resulta una historia de lo más
convencional, narrada de un modo muy convencional.
Tanto el arco dramático
(primer encuentro-ilusión-decepción-redención final) como la forma
de ilustrar un flashback de Liberace – virando la imagen a azul –
son poco sorprendentes. Sin duda, hay grandes momentos en escenas tan
a principio sencillas como cuando la pareja está viendo la
televisión engordando juntos (algo que hacen TODAS las parejas del
mundo, heterosexuales o no), que el propio Damon ha señalado como
una de las mas complicadas de hacer de un modo convincente.
Pero aún así, el género
de los largometrajes para la caja tonta tiene limitaciones, con
“Behind the candelabra” se estiran, pero no se rompen, es una
construcción más inteligente y arriesgada que otras, un trabajo
artesanal, pero no especialmente rompedor, incluso hay recursos de
manual, como cuando Scott está a tope de drogas y se usa la
inestable cámara al hombro para sugerir el propio nerviosismo del
personaje. Loable pero no alucinante.
Le freak (vamos
concluyendo)
Se dice que un escritor
es bueno, no solo por contar lo extraordinario, sino también por
hacer “extra” lo “ordinario”. Puede que “si no es cierto,
esté bien contado”, si bien, muchos prefieren que algo sea
auténtico, y además se lo cuenten de una manera agradable,
comprensible o, en su defecto, espectacular.
Películas
como “Ed
Wood” o “Ghandi”
son muy buenas – en mi opinión, al menos -, porque el material de
partida era muy interesante, ahora bien, ¿Habrían sido igual de
excepcionales en manos de otros? Tampoco hay que olvidar un detalle,
hablamos de cintas para el cine, en un caso se optó por narrar la
experiencia vital de una persona a través de las vivencias
(principalmente) de sus rodajes, optando por una duración soportable
para el espectador medio. En el segundo caso, al tratarse de una
figura histórica, el realizador podía ser todo lo expansivo que
quisiera en el metraje, porque es la clase de historia a la que se
permite sus tres horazas.
En televisión, uno puede
ser todo lo expansivo que quiera, de las tres a las seis horas (en
capítulos separados, conviene aclarar) pero sufre limitaciones de
presupuesto. Si usted ha visto algunas producciones biográficas
sobre Napoleón o Einstein, ya sabrán a lo que me refiero: muchas
escenas de interiores, ritmo de narración desesperadamente lento y
caracterizaciones que por un estrecho margen son un poco mejores que
las de los “Celebrities”
de Muchachada Nui.
Ergo, no se trata solo
del material de partida, hay que saber hacer las cosas, tener a un
personaje poco habitual – cuando no directamente un freak, aunque
eso es lo que somos todos en la intimidad -, no garantiza de por sí
una trama interesante.
Pongamonos en el otro
extremo: las historias de la Biblia que por un motivo que no logramos
entender nos regalan las televisiones en Semana Santa (cuando el
propósito de las procesiones es, precisamente, ilustrar dichas
historias), no importa lo religioso que se sea, he visto pintura
secarse con más emoción y efectos especiales que algunas de esas
producciones.
Muy probablemente, lo que
ha hecho Soderbergh con Liberace es una forma de contar su historia
de una manera mucho mas adecuada que lo que hubiera sido una
realización videoclipera a lo Tony Scott, pero tampoco ha
reinventado la rueda. Pero es jodidamente entretenido de ver. Y esto,
como cita para la promoción de un film, creo que es bastante buena.
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