lunes, 16 de enero de 2017

DISCOS LOCOS

Esto era el siglo XXI

Hace años, intentaba estudiar una carrera  tener uno de esos horripilantes primeros trabajos de repartidor de publicidad con los que costear mis gastos personales (a Dios gracias, mis padres se podían permitir pagarme los estudios) y los sábados, después de comer, cogía un autobús para ir a la pequeña emisora local de la localidad sevillana que tiene por nombre La Algaba.



De hecho, aquella no era ni siquiera LA radio local del pueblo. En la Casa de la Cultura, el PSOE había instalado toda una serie de pasatiempos para los más jóvenes en un intento de ganarse en voto joven, lanzando así un nada despreciable órdago a Izquierda Unida, que por aquel entonces mandaba en el pueblo, no sin alguna que otra polémica de por medio. Aunque si he de recurrir a la memoria de colegas periodistas, estos me cuentan que no recuerdan un momento de la historia de La Algaba en que no existiese alguna “movida” en el ayuntamiento por parte de unos u otros.

Servidor, que como a John Martyn, le gusta definirse como un “socialista, pero de salmón ahumado” - y junto que a los dos nos gusta Phil Collins, ahí acaban mis parecidos con el cantautor escocés -, estas maniobras de corte político en un pueblo en el que no vivía, como que me daban igual. Un amigo de la facultad – gracias Germán -, me dijo que si quería, había una hora libre para mí frente al micrófono y la mesa de mezclas. Todo eso antes de hacer mi curso de FPO en Sonido.

Así que ni corto ni perezoso, con más sueño que un gatito al lado de una estufa, me marchaba al muy hispalense Arco de la Macarena, cogía mi bus, cargado con Cds, un pequeño radiocasete que le tenía que “tomar prestada” a mi hermana si quería grabar mi aterciopelada voz mientras sonaba por la FM de corto alcance y muchas ganas de “hacer radio”.

Esta es una foto encontrada al boleo en Google, pero se pueden hacer una idea aproximada de cómo era mi emisora...


A esas alturas, me había costado un tiempo aficionarme a la radio como oyente. Las Radio Fórmulas nunca me han hecho especial gracia, pero cuando descubrí algunos programas que de verdad me llegaban – no voy a ser aquí un paroxismo de originalidad, “La rosa de los Vientos”, “Diálogos 3”, “El ambigú”, “Gomaespuma” y “Si amanece nos vamos” - costaba despegarme del aparato en la cocina de mis padres.

Mi programa se llamó “Esto es el siglo XXI”, tenía la canción de Marillion como sintonía e intentaba llevar a las ondas con lo mejor del “Progresivo, las Nuevas Músicas y las Bandas Sonoras”. O en otras palabras, ponía en la bandeja del lector quíntuple de discos compactos – qué pasada - una selección de mis álbumes favoritos (cuando no existía ni Spotify ni Youtube y tener una colección de discos tenía algún tipo de valor), amén de algunas de mis nuevas adquisiciones.



Intenté imitar lo mejor posible el formato de “canción seguida de explicación de la música seguido de otra canción”, entretener y divulgar (si es que semejante cosa era posible en mi caso), para mi pequeño (¿Inexistente?) público. Después de mí venía un chaval con un voluminoso estuche de Cds Princo, cargados hasta las manillas de cañera música electrónica – bakalao bastante choni, me temo -, con los que animaba a la juventud que a última hora de la tarde se preparaba para salir... y supongo que para escuchar más música electrónica machacona.

Eso tiene gracia, aunque sea por un detalle tan absurdo como que el chaval en cuestión me dijo poco antes de empezar su programa que le gustaba mucho cómo lo hacía pero que “ponía música muy rara”. Ouch.

Una de las veces que fui a la emisora estaba tan cansado de la semana que terminé quedándome sopa en el bus, tanto es así que el conductor tuve que despertarme al final del trayecto. El camino que había memorizado cuidadosamente desde mi parada habitual no me sirvió de gran cosa. Afortunadamente La Algaba no es muy grande, bordeé la plaza de toros portátil, me encontré con una señora mayor que ante mis preguntas de cómo llegar a la Casa de la Cultura me respondió que la pobre “no sabía leer” - toma ya hostión contra la realidad, Francisco – pero de algún modo mágico (andar hasta los distintos límites del pueblo y dar marcha atrás) conseguí llegar a la radio y hacer el programa.



No fue ese el día que dejé “Este es el siglo XXI” ni tampoco la ocasión en la que me encontré el equipo de emisión apagado sin saber ni cómo o ni siquiera si debía ponerlo en marcha. Pero poco a poco mis ganas de “hacer radio” se erosionaban, total, lo más emocionante que podía ocurrir es que algún conductor despistado pillase a su paso por este “pueblo acogedor” - tal es el recibimiento descriptivo que luce a la entrada, y razón no le falta -, un tema de 20 minutos de duración de Genesis mientras trasteaba en el dial de su radio en el coche. He de reconocer que semejante chorrada era uno de los acicates para seguir castigando mi pobre cuerpo que, al volver, no tenía ganas de beber hasta olvidar, sino de derrumbarme en la cama para después un alegre domingo comatoso.

Grace Morales (No, la escritora no)

Cuando hace cosa de unaño y pico, mi cita con el programa “El legado de Gracita Morales”- dirigido por el sin par Doctor Música Ismael – se vio adelantada por una serie de vicisitudes, vuestro DJ favorito de Radiopolis me espetó que “el programa hoy es tuyo, haz lo que quieras”. Y como no hace falta decirme mucho más para que se me ponga la cara del Joker interpretado por Jack Nicholson, - “esta radio necesita un enema” -, pues en cuanto señalé que bajaran el volumen de la banda sonora de “Sor Citroën”, di la mejor versión del locutor con voz melosa de la que soy capaz.





Terminamos una hora de alegre dialogo, innuendos (algo que con Ismael parece inevitable), vodka con limón (creo recordar) y mis novedades musicales. En el post mortem del programa, Doctor Música me comentó que quizás estaría bien que me montase un programa para la radio. Mmm...

Uno de mis muchos problemas es que si alguien me sugiere algo, se queda en alguna parte de mi cerebro, en un lugar indeterminado a donde mi atención vuelve en esos momentos en los que no hay aparentemente nada con lo que preocuparme / fustigarme. Peor aún, empiezo a construir castillos en el aire que empiezan con un “¿Y si...”

Tenía claro que si me embarcaba en una empresa semejante no podía ser con el formato de entrevistar bandas emergentes – de eso ya se ocupa Ismael, y muy bien, por cierto -, tampoco puedo afrontar la tarea de hacer un magacín matinal diario si quiero seguir dedicándome a otras cosas, ni quiero hacer algo filosófico en lo que se pincha música de cuando en cuando. Sólo hay un Loco de la colina, o un Perro Verde, o lo que sea. Pero mejor que siga habiendo sólo uno, como al final de Los Inmortales.

Otros nombres de la emisora como María Limón, mi “prima” Maribel Roldán o Blanca Izquierdo (aka La Perra de Pavlov) ya tienen ocupado el sitio de la cultura, el activismo social o lo directamente político. Por lo tanto, a base de tachar lo que era imposible me quedé con...¡Los monográficos musicales!



Empero, mi colegas Fran y Ramón Garcia ya repasan el contenido de la This is Rock en su programa – amén de dedicar programas enteros a algún artista o disco -, por lo cual, y en el saturado panorama radiofónico más podcasts. Así que a mí sólo me queda lo que, por otro lado, es lo que yo tenía más ganas de hacer: poner esos discos que me encantan de artistas que no demasiada gente conoce e intentar ponerles un contexto, una explicación, traducir las letras...

Nace así “Discos Locos” - después de desechar “Discos perdidos” por demasiado serio – una serie de programas mensuales en los que destriparé un álbum durante el tercer lunes de cada mes, de 21:00 a 22:00 horas. Siendo el primero...



Ou Yeah.


Os espero.

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