Ya
hemos dicho que en este blog somos mas de “ideas prácticas” que
de “grandes ideas”. Me explico, un Aston
Martin DBS es una gran idea, buen motor, interior lujoso, diseño
apasionante y pragmatismo nulo. Quiero decir, se trata de un coche
que no está a salvo ni en Puerto Banús, con un seguro que requiere
varias quinielas con el pleno al 15 seguidas para pagarse cómodamente
y con recambios tan fáciles de encontrar como una solución a la
crisis que no implique asfixiar al contribuyente.
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Bueno, quizás me he pasado |
Por
otro lado, los Toyota IQ, los Smart o incluso el Fiat 500 son ideas
prácticas, o lo serían si costasen lo mismo que un Volvo de tercera
mano y tuvieran un maletero de verdad. Pero supongo que se entiende
que son coches diseñados para la “vida moderna”. Demonios, hasta
un Ypsilon de hace 10 años es más práctico que un Aston Martin de
hace 40. Personalmente yo abogo por el A1 deportivo.
Dicho
lo cual, no podemos apartar la mirada – yo no, al menos – cuando
vemos pasar un Ferrari, un Lambo, o un R8 por nuestro lateral.
Obviamente, son vehículos que conducirán personas con un capital de
obtención dudosa, con poco respeto por los límites de velocidad, la
seguridad de otros conductores o tu novia. La vieja excusa “¡le he
levantado la falda a tu novia porque tengo un Jag!” resuena en
nuestra mente... ¿solo en la mía? Está claro que no ven lo
suficiente Top Gear, EL
programa sobre coches de la BBC.
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Bonito... y tan práctico como un martillazo en el dedo gordo del pie derecho |
Pero
como diría James
May, eso se debe a que, probablemente, tampoco podríamos apartar
la vista si alguien andara por ahí con un Rembrandt a sus espaldas.
Por supuesto, no pocos se tomaran como un insulto la comparación –
y no sin motivo -, pero tomemos como base la excusa de que en ambos
casos, la existencia del cuadro y del superdeportivo se basa en la
capacidad de crearlo, no en ningún sentido práctico mas allá del
inherente placer que producen.
Antes
de que esta entrada se transforme en carne de “Cultureta
Watch”, reflexionemos sobre lo que implica la conducción
típica de un deportivo: tener el culo a pocos centímetros del
suelo, dos plazas en la mayor parte de los modelos (para ti y la
prostituta de lujo), suspensión mas incomoda que dormir en el suelo,
maletero casi inexistente (para el bolso de la señora salida del
lupanar), y una velocidad máxima cuya utilización implicaría multa
o cárcel, dependiendo de las consecuencias.
Pere
Navarro – no, el del Missisipi
no, el ex-director de la DGT, el que no le teme a los micrófonos -,
en una entrevista para “Salvados”,
explicaba su queja ante los fabricantes de turismos que eran capaces
de desarrollar velocidades muy por encima del límite legal
establecido. No, no fue una las intervenciones mas aplaudidas de este
hombre, pero al igual que un arbitro en un Barça-Madrid, o una
Esperanza Aguirre con peajes en las autovías, ya empezaba perdiendo.
En cualquier caso, la capacidad motora es una cuestión muy
complicada de resolver, ¿a quién beneficia? ¿quién puede
aprovecharse de ella? Mi primer pensamiento va hacia los conductores
de vehículos en los servicios de emergencia: ambulancias, coches de
policía, bomberos...
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Y este es el de Jaguar... |
Ahora
bien, me cuesta imaginarme a un policía poniendo multas al salir de
su Quattroporte – aunque hay casos
parecidos – o a un 911 reformado para que quepa una camilla en
su interior. En un deportivo, los caballos de vapor no sirven para
que el coche pueda “tirar” mejor con el maletero a tope, sobre
todo cuando eso implica que lleva, como mucho, dos bolsas del super
(para que la señora de la vida pueda comer durante un par de días).
No, implican que, probablemente, Adrien
Brody le saque una nariz – redoble de tambor y golpe al
platillo – al cani de extrarradio en su próxima carrera alegal
nocturna.
A
pesar de lo bien que lucen, de su belleza intrínseca, de sus miles
de detalles que los transforman en el súmmum de la vida tras el
volante, es difícil justificar las prestaciones de los
superdeportivos. Si nuestras ciudades estuvieran diseñadas como
departamentos estancos – sección de viviendas, sección de
comercios, sección de estadios deportivos – con anchas autopistas
diseñadas en una continua línea recta y amplios aparcamientos, en
una suerte de distópia / utopía futurista, entonces... incluso
entonces la existencia de estos coches seguiría sin justificarse.
Pero
son geniales, quién lo pone en duda, aunque si uno ya maldice su
suerte con un coche “normal”, imagínense cómo sería su vida
diaria pasada la emoción inicial de verse “subyugado por la
belleza”. Cuando el miedo a los rayones, los escupitajos o el robo
superan a todas las ventajas, que puestas en perspectiva, no son
muchas.
La
gente se ha dado cuenta de esto... de aquella manera. Las ventas en
la gama alta siguen en la línea de años anteriores, si bien algo
rezagadas o con extraños impulsos desde China, pero las marcas
especializadas en este sector del mercado ya le han visto las orejas
al lobo (a fin de cuentas, la mayoría pertenecen a conglomerados con
marcas titulares de menos glamour) y han decidido tirar por “la
calle de en medio”.
¡Sí
amigos! ¡Uno de los temas fetiches de este bitácora ha vuelto! Pero
prometo que será la última vez... en bastante tiempo. Visto el
ejemplo del Cayenne,
otras marcas como Lamborghini, Bentley o Maserati (Jaguar deshoja la
margarita) han decidido que si lo de ser una marca exclusiva está
muy bien, puede llegar el día en el que los biplaza con mas sed de
combustible que una presidenta argentina no gocen del favor de su
reducido público, o que este haya menguado a niveles insostenibles.
Si
en economía, cuando se habla de “los
mercados” uno no puede mas que sacar la metafórica hacha en
busca de unos terribles criminales, en lo que se refiere a lo
automovilístico, las demandas del público parecen ser el
equivalente a una negociación sindical. Por ejemplo, Nissan se
descuelga con una versión deportiva de su Todocamino, Juke - el
ejemplo contrario a las marcas de lujo con sus SUVs – que gusta, y
mucho, a la prensa del sector, indicando una nueva posible veta a
explotar. Y entonces deciden que solo van a fabricar 20 unidades.
¿¡Me
lo explica?!
A lo
que nos enfrentamos, entonces, es a una nueva generación de coches
que solo sirven para dificultarnos el aparcamiento – nadando a
contracorriente de lo que vendría a ser la tendencia a dimensiones
mas efectivas y compatibles con la vida diaria, incluso en
poblaciones pequeñas -, sin mas justificación que lucir el logotipo
de una marca cuyos precios serían incompatibles en otros modelos...
un momento... ¿De verdad creemos que estos coches, incluso en sus
posibles versiones híbridas, son el futuro? ¿Tanto nos importa
conducir un Maserati, cuando ni siquiera sus prestaciones lo colocan
por encima de ningún coche del mercado? (de la misma, gama, quiero
decir) ¿No será que en este absurdo ejercicio por mantenerse de
ciertas marcas, los que salimos perdiendo somos nosotros, el público?
¿No sería mejor dejarse de monsergas y devolver a la vida a Saab?
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La solución |
Si
no cree que estas preguntas son relevantes, entonces planteo que lo
mejor es que todos nos vayamos a comprar los sedientos Rolls Royce
Phantoms y demos la despedida que se merece al motor de gasolina (y a
nuestro futuro económico) hasta que todos conduzcamos el Renault
eléctrico de David Guetta, porque nos mereceremos quedarnos sin
combustible. Mas rápido de lo que usted pueda decir “YPF”.
Para
la próxima entrada, prometo no poner ni hiperenlances ni fotos, será
como un relato corto, será... una anécdota verídica. Ya pueden
plantearse la música a escuchar mientras lo leen.
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