Sí
amigos, después de diversas vicisitudes de la vida y otros
vericuetos, el blog vuelve con un especial mas largo que un día sin
pan, Internet o agua fresquita en agosto, y su primer apartado se
llama:
EL
HIJO DEL LECHERO
Ya
sabemos que ustedes son mas de Kings
of Leon, Love
of Lesbian, u otros grupos modernos y respetables con la
preposición “de” en medio de todo el nombre. Por estos lares
sabemos que los nombres que molan de verdad para un artista de la
música pop son monosílabos incipientes: Fish,
Pink o el
señor que nos ocupa, Sting.
Sting+David Lynch=Esto |
Vaya
por delante que para un servidor, el concepto de “placer culpable”
no existe, ya hablé en el artículo anterior de cómo combino “EMI”
con “You
are my heart, you are my soul” en las listas de reproducciones
de cualquier artilugio multimedia. Lo mas interesante no es que yo lo
haga, sino que cualquiera con un ipod – o
su equivalente chino no sindicado – mezcla el Trash metal con
algún recopilatorio de Bryan
Ferry, lo que pasa es que nos gusta poner esa postura de cara a
la galería como diciendo que tenemos unos gustos musicales muy
definidos que a la vez nos explican como persona, porque si escucho a
Sonic Youth
es que soy muy profundo, ¿o eso es con The
Cure?
Tanto
da, la cuestión es que uno en un momento dado descubre que los
gustos musicales existen fuera de la personalidad de las buenas
gentes de este mundo, ahí está la choni de extrarradio que se sabe
una de Iron
Maiden, el indie con discos de Genesis
o el siniestro con singles de Parchís.
Ah, la ironía...
Una
vez dicho esto, solo me queda afirmar que el artista conocido como
Sting es uno de mis favoritos. Soy consciente de que muchos sacarán
los cuchillos por el mero hecho de que parece pertenecer a ese grupo
nada selecto de músicos que hacen discos como el McDonalds hace
hamburguesas: en serie y sin ponerle mucha pasión. ¿Acaso no son
Sting, Phil Collins, Rod Stewart y otros una “mierda
sobrevalorada”? ¿No le están extrayendo a la MÚSICA toda su
razón de ser con sus temas repletos de lugares comunes, ramalazos de
estilos “cultos” y valores de producción exagerados?
En
realidad no, todos los grupos se pelean por dinero, novias o
“miinstrumentonoestálobastantealtoasíquecojolapuertaymevoy”,
así como los artistas en solitario se pelean con sus productores,
sus futuras ex-mujeres o sus managers, sí David
Bowie, te estoy apuntando a ti. En realidad, a última hora, lo
importante son las canciones, y este señor ha compuesto algunas de
las mejores.
O
puede que no, pero hagamos un poco de historia.
“Sting”
nació como Gordon Sumner en 1951, en la localidad inglesa de
Newcastle. A partir de este punto, todo lo demás es carne de
biografía oficial, notas de prensa y otros mentideros. Cuando empecé
a comprarme la discografía de este hombre a mediados de los 90, como
cualquiera que descubre a un artista nuevo, me pareció que lo que
había hecho era flipante. De igual forma, su biografía tenía
puntos de mucho interés, el reflejo de una lucha por salir de la
mediocridad de la ciudad que le vio nacer... hasta que con el tiempo
comprendí que llegar al fondo de la verdad en las historias de los
grandes artistas es como resolver el asesinato
de JFK: hay una versión oficial, pero las teorías
conspiparanoicas no dejan de tener un pinta interesante.
Molo mas que tu, y lo sabes |
Durante
años, se vendió la burra de que Sting había vivido una infancia de
estrecheces, confrontando las dificultades de su humilde clase
social, con el embarazo de su primera mujer y otras problemáticas
acuciando al joven profesor de una escuela de señoritas que los
fines de semana intentaba desahogar sus frustraciones con los bolos
de su banda “Nos gustaría ser como Return
to Forever pero con canciones”, también conocida por Last
Exit.
Pero
la fortuna del joven Gordon cambia cuando el batería de Curved
Air se cruza en su camino. Sting renuncia a la seguridad de la
escuela, se marcha a Londres y... el
resto es historia. Como la anécdota de cómo consiguió el apodo
que se ha convertido en su nombre artístico: cuentan los bardos que
para un ensayo de la Big Band de Newcastle, Gordon se llevó un
chaleco de rayas negras y amarillas, lo que le confería el aspecto
de una abeja con aguijón, que es lo que significa “Sting” en
inglés. Por lo visto también ayudó su afilada e irónica lengua.
James
Berryman, amigo de la infancia del interfecto y autor de la biografía
“A Sting in the tale” recuerda comentarle a su colega: “¡menos
mal que no te pusiste el chaleco marrón oscuro, tu nombre podría
haber sido “Shite”! (“el mierda”, en inglés cazurro).
Porque, sí, yo tengo un par de biografías sobre Sting, incluida la
que se supone que él mismo escribió, “Broken Music”. No tanto
por una pasión en concreto (que también) sino porque me gusta leer
sobre música. Y tengo que decir que ésta última está muy bien
hecha, ya sea por Sting o por el negro
contratado para la ocasión.
Entonces...
¿fue Gordon un señor solitario y triste que llevaba años con una
angustia vital que decidió devolver el golpe componiendo algunas de
las canciones de amor mas desesperadas de la historia? ¿El humilde
hijo del lechero que tuvo que aguantar durante años la doble vida de
su madre (que acabo fugándose con su pareja extramarital)? ¿Un
niñato de clase media que aprovechó el trasfondo del que provenía
para simular una nueva versión de la lucha de clases? ¿Un
compositor en franca decadencia? A tenor de algunos gestos públicos
y cosillas en sus lanzamientos discográficos, se desprende que un
poco de cada cosa.
Ya
hemos hablado de cómo en su primera avanzadilla, salvo contadas
excepciones, el Punk no logró convencer al público mayoritario, lo
que vino después y que se llamó “New Wave”, - por llamarlo de
alguna manera -, buscaba también un sonido que aunara sencillez y
frescura pero sin cagarse en los muertos de nadie. Entran en escena
grupos como Blondie, Police o Talking Heads. En realidad las líneas
de conexión entre todos ellos son muy tenues y por edad no andan muy
alejados de los grandes popes del progresivo, pero consiguen vender
lo mas grande.
También sé reírme de mi mismo |
En
el caso concreto de Police, su mezcla de rock clásico, efectos,
sobriedad o la influencia del reggae y el punk en su versión mas
digerible los transforman en una bestia comercial, el propio
guitarrista Andy Summers afirma que fueron “los Beatles de los
ochenta” y puede que no falte razón. Si hacemos caso a las
historias que circulan sobre el grupo en aquella época, también se
transformaron en unos individuos insoportables, egoístas y
divorciados de sus respectivas esposas, que no aguantaban tanto
despropósito.
Da
igual, solo por los cinco discos de Police, los tres músicos (y
Sting en particular, compositor de casi todo) ya tienen su puesto en
el Olimpo del Ruack asegurado. Corrijo, por los cuatro discos, porque
“Zenyattá Mondatta” es un zurullo de dimensiones importantes a
pesar de algunos temas magníficos. Y pensar que Sting tenía
preparada “I
Burn for you” para ese vinilo y el grupo se la rechazó, no me
extraña que quisiera una carrera en solitario...
Ademas,
cualquiera que haya compuesto “Every breath you take” (y reciba
cómodamente sus royalties) puede reírse con toda la tranquilidad
del mundo de los críticos, haciendo extender su dedo medio mientras
dice “¡Soy el puto Sting, troncos!”
Pero
él no hace eso, no. Sting es un firme defensor de los derechos
humanos, del Amazonas y de casi cualquier causa que se le ponga por
delante. Eso, junto con su forma física permanentemente envidiable,
sus historias de sexo tántrico, y sus devaneos con el jazz, lo hacen
un blanco fácil para sus críticos. En parte porque a Gordon ya le
han pillado en mas de un renuncio, saliendo de un burdel
germano durante la gira de reunión de Police (con lo que tu
dices que quieres a tu mujer...), quedándose casi
sin habla cuando le acusan de joder el medio ambiente como el que
más o intentando reinventarse con duetos francamente dudosos, hasta
le cayó una colleja
de tito Phil por estas cosas, qué digo, hasta Rod Stewart parece
tenersela jurada. Algo así como la “amistad enemiga” que parecen
mantener Yulio, Raphael y Camilo Sesto.
Insisto,
todo eso da igual, si quieren ustedes alguien que “desmonte” de
verdad al cantante y bajista, vean cualquier entrevista con Stewart
Copeland, batería de los Police y digno sucesor de Ginger Baker en
el puesto de “bocazas con
baquetas en la mano”. Si tuviera el mismo talento para componer
como para menospreciar a Sting,otro gallo le cantaría a su carrera
en solitario, que llegó a desembocar en denuncias a los Doors of the
21st Century, Riders of the Storm o como coño se llamara
aquel engendro. Volviendo a nuestro rubio de bote particular, hoy
analizamos cinco obras, cinco, sin ningún otro motivo mas allá que
me las encontré de oferta y decidí hacerme un autoregalo las
pasadas Navidades. Explicaremos un poco de lo que sucedió antes y
después, para que así se hagan ustedes una idea de cómo se las
gasta este hombre, comenzamos con...
NOTHING
LIKE THE SUN (1987)
Precio;
5,99 euros
Formato:
1 CD remasterizado y vídeo cutre en formato Quicktime, por si tu
ordenador aún lo puede leer.
Lugar:
Media Markt Alcalá de Guadaíra (Sevilla)
Esta es la pinta que tiene, sin la absenta, claro |
…el
temido segundo disco de un cantante que viene de un grupo de éxito.
Por lo general, si el primero no se come nada, el segundo provoca
patetismo en el publico general y admiración contenida entre los
fans acerrimos; “es un clásico menor”, “apunta maneras”,
“necesita mejorar”. Pero Sting no es Roger Waters ni Greg Lake
(por hablar de dos bajistas/cantantes que las pasaron canutas en los
ochenta) y decide marcarse un doble vinilo en el que desglosa todos
los estilos que le interesan. A fin de cuentas, el primero, “The
Dream of the blue turtles” había funcionado mas que bien, a pesar
de que la gira promovió uno de los ejemplos mas peripatéticos de
“carta de amor de un músico hacia si mismo”, la sonrojante
película “Bring on the night” y su directo negando todos los
temas de Police que le era posible.
Porque
ya en este momento, Gordon ya no se ve como un músico, un compositor
o un cantante. No, aquí ya es un ARTISTA y no solo firma las cuatro
caras de su nuevo obra casi en solitario, sino que ademas explica a
su estúpido público por qué usa una línea del soneto 130 de
Shakespeare para titular su plástico. Con anécdota de borrachos
incluida, ¿nos lo creemos? Por si no fuera suficiente, también
escribe algunas líneas en las que desgrana el significado de sus
letras o por qué grabo una canción u otra.
No
sé, que esto lo haga Steve
Hackett me parece bien porque a veces no habría manera de saber
a qué se refieren sus letras, pero en el caso de Gordon no deja de
haber un tufillo condescendiente. En fin, como en el caso de “Tusk”,
“Nothing...” no es una compleja obra conceptual en la que el
oyente se enfrente a un viaje sónico de sensaciones extrañas, no,
Sting es un tipo de canciones, aunque en ellas trata temas tan
superficiales como el amor, la muerte, las torturas del régimen
pinochetista (hasta nombra al propio general, toma ya Garzón),
vamos, que comparada con la aparente parálisis creativa que sufre
este hombre hoy en día, el de Newcastle estaba dándolo todo tras
dejar de ser parte de un trío. Hasta los singles tenían caras B
inéditas.
Pero
hablemos del contenido en si, abriendo con “The
Lazarus heart”, imágenes bíblicas en sus letras, pero con
música que algunos definirían como “soft jazz” y otros como
“mierda blandita”. Se ve que 5 discos con el rock mas directo de
Police dejó a Sting con ganas de probar cosas con menos testosterona
y mas sutileza. El único handicap que tiene esto es que se queda en
una especie de pop a medio gas, agradable pero que a uno le trae
imágenes de estar escuchando la radio después de comer mientras te
quedas sopa en la mesa camilla.
Mucho
mejor – y atormentada - es “Be
Still my beating heart”, aquí ya las imágenes de amor
torturado, de la constricción de las emociones, casan mucho mejor
con los saxos, a pesar de que da la impresión de que en ningún
momento hay una banda de verdad tocando al unisono, uno de esos casos
en los que parece que un tema se forja “usando el estudio como un
instrumento” que diría Brian Eno. Con todo, el vídeo le dio la
oportunidad a Sting de mostrar todas sus posturas de intelectual
meditabundo que también ilustran las fotos de la carpeta. Qué
hombre.
Y
después de esto, una demostración de cómo se hace POP; “Englishman
in New York”, dedicada al escritor (y ocasional actor) Quentin
Crisp, quien aparece de forma profusa en el videoclip. Si se
preguntan por su opción sexual después de ver sus dejes es que
deben operarse la vista con un sable láser. ¿Qué puedo decir de
uno de los estribillos mas irresistibles de la HISTORIA? Temazo lo
mires por donde lo mires, encima parece que suena una cuchara
golpeando una inglesísima taza de té, ¿qué mas queréis? ¿Podéis
dejar de dar el coñazo con el “be yourself no matter what they
say”? ¡Porque yo no puedo! Recuerdo el agotar la paciencia a un
amigo durante el viaje de vuelta desde Cádiz cantando este tema (y
otros de Sting) en plan realmente arrastrado. Desde entonces hubo un
distanciamiento, pero el Facebook nos volvió a reunir, aunque sin
pasar a quedadas en persona, claro.
Vuelta
al “reggae para blanquitos” que tan bien le ha ido siempre en
“History will teach us nothing”, donde Gordon se las apaña para
meter la letra “Conoce tus derechos humanos”. A estas alturas
Sting ya se había enrolado en las giras para la promoción de
Amnistia Internacional y le quedaba poco para la hacer lo mismo con
el Amazonas. “History” es un buen tema, movidito y convincente,
tras el cual viene “They dance alone”.
Aquí
no podemos dejar pasar un poco la polémica: me parece muy bien
cuando la comunidad artística se une para denunciar un hecho
terrible, tanto U2 como Peter Gabriel tienen temas que tratan la
violación de derechos humanos durante las dictaduras sudamericanas,
ahora bien, creo que PG gana por ámplia goleada en lo que se refiere
a “calidad objetiva”. Quiero decir, mientras que “Wallflower”
consigue transmitir algo de empatía por el torturado, “They dance
alone”, consigue que arqueemos la ceja preguntándonos si a este
hombre realmente le importan la causa o es todo postura. Además, la
melodía tocada con los teclados no acaba de cuajar, la parte que
recita Ruben Blades es un poco... chirriante, y cuando Sting canta
“hey Mr Pinochet, ha sembrado una cosecha amarga, un día el dinero
extranjero que le ayuda va a parar, sin sueldos para sus torturadores
ni monedas para sus pistolas”, no deja de ser emotivo, pero es la
misma clase de actitud que se criticaba en ese éxito de la parodia
que fue “African
child”.
Mucho
mejor y definitiva en sus revindicaciones es “Fragile”, una
balada con ritmos de bossa nova lentita (aunque inspirada por el
“Concierto de Aranjuez”) en la que todos los elementos confluyen
para emocionar, así sí, Sting, así sí. Durante años ha cerrado
los conciertos, dándole a Gordon la oportunidad de demostrar que los
bajistas no son “tipos que tocan mal la guitarra” y se plante con
sus seis cuerdas de nylon para tocar desde la primera hasta su última
nota, dedicada a las muertes que se producen en las misiones
humanitarias.
Dice
la Wikipedia que al autor nunca le entusiasmo “We'll
be together”, y el propio cantante, en una de sus “frases del
día” que incluye el inicio de su página
web (yo siempre las leo al comenzar la jornada para
automotivarme... o algo así) lo explica: “Siempre estaban
haciendo remezclas de mis canciones para las discotecas, así que
pensé ¿por qué no componer algo directamente para las pistas de
baile?” No son pocos los que apuntaron que aquí estaba de nuevo el
factor “Peter Gabriel”, ya que no solo Sting había reclutado a
su flamante batería (el galo Manu Katché), sino que encima
intentaba emular los ritmos bailongos de “Sledgehammer”. La
jugada le sale bien, la canción es divertida y en el videoclip
apuesta nuevamente por el blanco y negro en una trama que sonrojaría
a un autor de libros infantiles: Trudie – la pareja de Sting y
posteriormente su mujer – aparece en lo que podría ser un
restaurante parisino, allí se encuentra con dos versiones del
vocalista. Si amigos, al igual que otros grandes de la interpretación
como Paco
Martinez Soria o Jean
Claude Van Damme, Gordon se desdobla en dos personajes. Uno es el
sátrapa vestido de negro de arriba a abajo, sin afeitar, maleducado
y borrachín, mientras que el otro es el bohemio soñador que escribe
sus partituras, chaleco que muestra la efigie de Tintín (hubiera
sido mas gracioso que pusiera por debajo “colaboracionista
con el régimen de Vichy”) y que, como mandan los cánones, se
llevará a la chica, no sin antes citar una línea de “If you love
somebody set them free”, porque este hombre es muy de poner frases
de canciones antiguas en sus nuevos temas. Un juego intelectual y
autorreferencial, ustedes que no son artistas no lo entienden.
“Straight
to my heart” es la última de las tres canciones que tienen la
palabra “corazón” en su título, el de Newcastle explica en la
carpeta que es su forma de articular la fascinación que tenemos por
localizar las pasiones amorosas en ese lugar de nuestro pecho. Otra
forma de interpretarlo sería pensar que Sting vio que no tenía mas
vocabulario para sus letras y que para cuando se dio cuenta de que
había usado tantas veces “heart”, pues decidió presentarlo como
una “trilogía de canciones”.
De
nuevo, “Straight” es una muestra de pop en estado puro, con una
melodía convincente en la que las percusiones toman el sitio de la
tradicional batería. En unos versos en apariencia intrascendentes ,
Gordon contradice las teorías que intentan explicar el enamoramiento
mediante cálculos estadísticos, esporas y otras historias
científicas. Bonito es, pero uno no deja de cuestionarse el
romanticismo de frases como “cruza mi puerta, nunca tendrás que
fregar el suelo”, er...
Un
tanto mas intrascendente – a pesar de sus prolongadas letras- es
“Rock Steady”, una canción en la que se nos parece narrar la
historia de unos personajes en busca de algún tipo de viaje
iniciático en el que se dan cuenta de que no necesitan de los bienes
materiales, pues mira que bien. El estribillo se te acaba pegando,
eso si. A veces parece que la música (algo raro en Sting) es más un
vehículo para que el cantante nos cuente su parábola que otra cosa,
uno de los temas, a mi entender, menos celebrables del doble vinilo.
De
nuevo con el casi omnipresente saxo soprano de Branford Marsalis, se
nos presenta “Sister Moon”, otra de las mejores baladas del de
Newcastle, preciosista y llena de atmósfera con muy poquito, ¿ves
Gordon como es cierto aquello de “menos es mas”? Si es que...
Frente al amor desesperado de los temas de Police, y quizás
influenciado por la muerte de su madre, Sting presenta en este disco
unas canciones de amor mas llenas de empatía, y menos de “ella me
dejó, estoy fatal, vaya plan”.
¿Se
puede versionar a Hendrix o a Dylan sin que te insulten de mala
manera? Probablemente no, pero conviene recordar que el hacerse
famoso con un “cover” no es tan raro, incluso el “Eloise”
de Tino Casal es una versión. Pero a estas alturas, Sting ya era una
estrella, así que suponemos que si se decidió por el “Little
Wing” de Jimi Hendrix fue porque, sencillamente, le gustaba el tema
y porque vio una oportunidad única para colaborar con Gil Evans, uno
de los arreglistas mas famosos de Miles Davis. Hubo una época en la
que algunas voces criticaron a Davis por tener a un blanquito
haciéndole los arreglos, a lo que el de la trompeta respondió “me
da igual que un tío sea blanco o verde con tal de que sea capaz de
tocar”.
Pues
con el combo de Evans acompañando, Sting se marca un “Little Wing”
en formato balada casi épica, que después los Corrs decidieron
copiar de mala manera para su “Unplugged”,
casi ná. Muy buena, en todo caso.
Terminamos
con “The secret marriage”, una melodía de piano inspirada por
Eisler a la
que Gordon le puso letra, repitiendo de alguna manera la jugada de
“Russians” en “The dream...”. Otro momento tranquilo e
intimista, de cuando el orden de los temas parecía tener
importancia...
“Nothing”
consiguió ser el gran disco de este hombre para los ochenta, la obra
con la que terminó por disipar el fantasma de Police y confirmar que
lo de la carrera en solitario iba muy en serio. Aún así, y a pesar
de la concentración de hit singles,
no consigue ser, desde mi punto de vista, el disco definitivo de este
hombre, para eso pasarían cuatro años, la muerte de su padre,
algunas intentonas horribles en el celuloide y un bloqueo de escritor
que desembocarían en el casi-conceptual “The Soul Cages”.
Al
igual que en “The
Joshua Tree”, o “So”,
la amalgama de éxitos hace que en las escuchas posteriores (como,
por ejemplo, para este artículo), las canciones mas escondidas ganen
con los años, y uno se da cuenta de que la “artesanía” o la
“maestría” es un valor que incluso en esta “basura blanca
sobrevalorada que hace pop blandito” debe respetarse. Una cosa es
hacer temas en apariencia facilónes para triunfar en las listas y
otra es mantener el tipo con las piezas “invisibles” mas de
veinte años después. Muy bueno.
Ahora
bien, tampoco hay que ocultar sus defectos, a Sting le gusta utilizar
sus descubrimientos hasta la nausea, quiero decir, si de repente se
nos descuelga con una fascinación por el laúd, él no se dedica a
componer un solo tema en uno de sus discos, no, él hace un LP entero
con temas de John Dowland - “Songs
from the labyrinth (2006) -. Igualmente, si la trompeta de Chris
Botti le suena bien, lo transforma en la estrella de la gira “Brand
New Day” (1999), y así hasta llegar a este disco, en el que el
saxo de Branford Marsalis permea casi todo, por no hablar del sonido
“flauta de
pan” que sale de los teclados en buena parte de los temas.
My preciousssss..... |
Otro
punto negativo es la aparente falta de cohesión que parecen
arrastrar algunas canciones, quiero decir, el uso de varios baterías
y las colaboraciones estelares – Andy Summers, Mark Knopfler, Eric
Clapton – permiten darle colorido y variedad a algunas partes, pero
da la impresión de que no hay un grupo “de verdad” tocando a
veces, lo cual es una lastima, en “Englishman in New York”, por
ejemplo, esto juega a su favor, pero, quizás defecto mío, uno no
puede dejar de pensar que temas como “Still my beating heart”,
por muy buenos y emotivos que sean, van a ser casi imposibles de
reproducir convenientemente en directo.
Coda:
Nada como el sol y las caras B
Próximamente edición en esperanto. |
En
una entrevista para la web “Stingoo” (una de las variantes de su
nombre artístico), el cantante se quejaba de que muchas veces la
discográfica le pedía cualquier cosa para poder rellenar las caras
B de los singles y así darles un valor comercial. No voy a hablar en
profundidad de estos temas porque solo recuerdo haberlos escuchado
una vez y Dios sabe en qué carpeta o disco duro están guardados
(¿de verdad esperan que tenga por aquí los singles en vinilo?) pero
si la memoria no me falla “If
you there” si era una canción mas de pasar el rato, mientras
que el resto, como “Ghost in the strand” producian esa sensación
de “vaya, por qué no habrá incluido esto en el álbum...”
Mucho
peor es el innegable (e innecesario) “Nada como el Sol”, en el
que.... sí, en el que Sting se atreve a cantar en español y
portugués. Nunca he tenido el valor y/o estómago para una escucha
completa de cabo a rabo, pero ya se pueden imaginar que un
“minidisco” en el que “Little Wing” se transforma en
“Mariposa
libre”, la cosa no puede terminar bien. Aquellos que tuvieron
los cojones de transitar por toda la obra en la búsqueda de nuevos
arreglos u otras posibles novedades, se dieron de bruces con el
acento chungo de Newcastle, por mi parte solo referirles al artículo
de “Vicisitud y Sordidez” sobre otros discos de similar ralea.
No, yo tampoco me explico cómo fue posible que las baladas en
español de Roxette tuviesen tanto éxito.
Mercury
Falling (1996)
Precio;
5,99 euros
Lugar:
Media Markt de Alcalá de Guadaíra (Sevilla)
Formato:
Otro CD remasterizado y otro clip en cd-rom con menos resolución que
los primeros clips de youtube.
Bla bla bla... sin la absenta, claro |
En
un especial de “The South Bank show”, (uno de los mejores
programas culturales de la televisión británica), sobre la
grabación de este disco, Sting cuenta que en los tiempos que corren
(en el 96, es decir), “ya nadie sabe quien es el número uno de las
listas de ventas y ya a nadie parece importarle”... ¡todo esto
antes de que explotara Internet!. Comentarios de este tipo son los
que querían hacer pensar a su público que a Gordon lo de la
comercialidad ya se la soplaba y que solo hacía discos de la forma
que le venía en gana. Sobre esto último dudo no albergo dudas, pero
los posteriores duetos con, insisto, todo Díos (incluyendo a los
Backstreet boys
y a Graig David)
hacen suponer que lo mismo, LO MISMO, a Sting si que le preocupaba
tener éxito.
De
hecho, tras el “batacazo” de “The Soul Cages”, (a fin de
cuentas fue número 1 en varios países), el bueno de Gordon se
desmarcó con un disco de brillante pop optimista y finas baladas,
“Ten Summoner's tales” (1993), que, a pesar del título, eran 12
canciones. Aquel vinilo fue la consecuencia de una larga gira con su,
desde mi punto de vista, mejor banda, Vinnie Colaiuta a la batería,
David Sancious a los teclados y Dominic Miller a las guitarras, este
último, desde 1991, se transformó en la “mano derecha e
izquierda” del cantante, tal y como explica Sting en todas las
entrevistas que se lo permiten. Ah, y en este intermedio también
publicó su primer recopilatorio, conteniendo esa joya que es “When
we dance”. Por cierto, lo que me suena el sítio en el que se
grabó el
videoclip...
Un
día dedicaremos un artículo un poco mas serio a esa OBRA DE ARTE
que es “Soul Cages”, de mientras, sigamos con este “Mercurio en
descenso”. Tras un par de discos en los que el de Newcastle “volvía
al Rock”, da la impresión de que, ciertamente, decidió
desmarcarse con un álbum en el que hace y deshace a su gusto. Hay
gente que no le pilla el punto las obras tan heterogéneas, en las
que cada canción toma un estilo diferente, lo entiendo, cuando uno
coge carrerilla con un rock potente, no quiere un tema country a
continuación, pero... es lo que hay.
Obviamente, la cámara llevaba un espejo colgando |
De
nuevo, en el “South bank show” vemos los pasos de la grabación –
este programa le da sopa con ondas a buena parte de los “making of”
de sus discos con los que Stingoo nos martiriza de vez en cuando, -,
y uno no puede hacer otra cosa que quitarse el sombrero ante el mimo
en los arreglos. Pero eso no quita para que “Mercury” sea
probablemente un disco “otoñal” (ya verán mas adelante el por
qué de este término), en otras palabras, algo parido por un señor
de 45 años que reflexiona sobre diferentes momentos de su vida
usando el estilo musical que le parezca mas adecuado en cada momento.
Esto
está muy bien, pero a Gordon le costó otro susto comercial
(entiéndase que vende 3 o 4 millones en vez de los acostumbrados 6 o
7), los tonos gospel de “Let your soul be your pilot” -
probablemente el sencillo que menos ha durado en el repertorio de los
conciertos de este hombre – o el soul de “You still touch me”
no consiguieron levantar el interés del público lo suficiente para
llevar a “Mercury” a las antiguas cotas de éxito.
En
los tiempos pre-Internet, y cuando uno tenía que comprarse los Cds
con los ahorros de la paga semanal, una tienda puso un servicio (muy
caro) de escucha por teléfono, no por modem, sino por el auricular,
y yo estaba tan desesperado por escuchar este disco, que siempre
recordaré el principio de “The hounds of winter” con una
compresión y distorsiones brutales, me gusta, compartir en mi muro.
De
hecho, el majestuoso principio y “Twenty five to midnight”,son lo
único que se podría llamar “Pop/Rock”, de todo este Long Play.
“I hung my head”, con su atrevido compás (7/4?) es un medio
tiempo que narra una trágica historia de un accidente absurdo con un
rifle en el lejano oeste. Sting siente una extraña fascinación por
las historias de vaqueros y el country, de hecho, hay un tema 100%
americano en “I'm so happy I can't stop crying” (una reflexión
sobre el divorcio) que se transformó en un éxito tras cantarlo a
dúo con una estrella genuina del estilo, Toby
Keith. Por otro lado, “I hung my head” se revalorizó
enormemente cuando Johnny Cash fue convencido por Rick Rubin para que
la versionara en uno de sus “American
recordings”. Al igual que su cover de “Hurt”,
la toma de Cash es intensa y oscura, robándole el tema a Sting.
Estas
son la clase de cosas que hacen que “Mercury” se transforme, a la
larga, en un disco a recuperar porque contiene muchas claves de lo
mejor y lo peor de Sting. Esto es, su talento como compositor como
muestra de la primero, y su innecesario perfeccionismo como muestra
de lo otro. El principio casi medieval de “I was brought to my
senses” nos presenta mas que nunca el espectro de John Dowland
(dicho así parece un poco malo ¿no?) y su cambio a balada con tempo
engañoso nos da unos grandes temas ocultos de su discografía, una
joya que servidor pudo disfrutar en el concierto que Gordon dió
en... Benidorm.
Sintiendo cada nota, sí, mas que tú. |
Menos
destacable es la relajada “All four seasons”, con la línea de
enganche de “esa es mi nena, puede ser las cuatro estaciones en un
día” y totalmente brasileña es “La belle dame sans regrets”
en la que el cantante vuelve a intentarlo con el idioma galo – ya
había firmado un tema en francés durante la etapa Police -, con el
que parece llevarse un poco mejor que con el nuestro o el luso. El
uso de loops de percusión y la inspiración para el título pueden
ser una de las pocas conexiones que haya entre Sting y Durruti
Column.
Lo
celta hace aparición en “Valparaiso” (si, Pinochet nació allí),
con esa coda final en la que los músicos parecen soltarse un poco y
ofrecernos algunos detalles de una jam, probablemente lo último que
uno suele asociar con Stingo, pero al mismo tiempo de lo mejor, ah,
esta vez la referencia a una canción “antigua” es para “Shape
of my heart”. Vuelta a lo relajado y casi acústico con un tema
sobre la “medicina natural” que supuestamente son los últimos
rayos de sol, “Lithium sunset”.
A
pesar de la variedad de estilos, “Mercury” está, de lejos, mucho
mas cohesionado que “Nothing like the sun”, en la carpeta del
disco se deja muy claro que la base para esta obra es “El grupo”,
casi el mismo que en el anterior “Sumnomer”, esto es: Miller a
las guitarras con su capacidad para adaptarse a cualquier estilo (a
fin de cuentas, le va la paga en ello). El tecnificado Sancious es
sustituido por Kenny Kirkland, quién ya había hecho acto de
presencia en los dos lanzamientos iniciales de Sting como artista en
solitario. Un jazzman auténtico y un genio a las teclas (sin
desmerecer a Sancious, todo hay que decirlo) pero cuyas adicciones
jugaron siempre en su contra. Lamentablemente, la gira de “Mercury”
sería la última en la que participaría, pero deja un buen
testamento con algunas aportaciones increíbles al piano. No es, no
obstante, el colaborador de lujo de una estrella del pop que ha
sufrido una de las muertes mas
trágicas de la historia.
El
tercero en discordia es Vinnie Colaiuta, batería formado en la
escuela de Frank Zappa – donde también destacó por su capacidad
para imitar el grito de un bebé morsa, no digo que sea bonito, sólo
que puede hacerlo-, quién, a pesar de sus pintas de profe de
matemáticas con un más que probable desorden emocional, es junto
con Keith
Carlock el que mejor ha interpretado la música del de
Newclastle. Éste último, por cierto, se dedica exclusivamente a la
voz y al bajo, y eso, aunque suene raro, se deja notar. En el
apartado de colaboraciones vuelve Branford Marsalis a dejar su magia
en un par de temas, Gerry Richardson (antiguo coleguita de Sting en
Last Exit), pone un poco de órgano Hammond, y B.J. Cole se encarga
de la pedal steel aquí y allá.
El
honor de ser el “hallazgo que se usa hasta la saciedad” en este
caso recae en la sección de viento compuesta por Andrew Love y Wayne
Jackson – The Memphis horns – veteranos de cientos de sesiones de
soul y rock. Participan en 5 de los 11 temas, pero de una forma muy
contenida, aunque Sting debió quedarse tan contento que decidió
utilizar una sección de vientos en la gira, y así recuperar algunos
temas de Police como “Demolition Man”, que quedan como que mas
graciosos con el saxo y la trompeta... sobre todo cuando los tipos
que los tocan se ponen a correr por el escenario...
“Mercury”,
probablemente, no será el disco que muchos cataloguen como un
clásico en la carrera del cantante, pero visto en perspectiva, ha
crecido mucho en comparación con el resto del corpus creativo en
solitario. A pesar de la presentación reposada y tranquila – o la
vergüenza ajena que produce el vídeo de “I'm
so happy I can't stop crying” - no es un disco de temas
superficiales, tras un título tan “new age” como “Let your
soul be your pilot” se esconde el lamento por un amigo que se muere
de SIDA – por cierto, creo que es el primer
vídeo que usa el “tiempo bala” que después popularizaría
“The Matrix” (1999) -, por no hablar de la tristeza por las
relaciones rotas (aunque esto ya es más típico de Gordon) y las
miradas a los inicios en el negocio musical en “Twenty
five to midnight”.
En
las fotos que acompañan al disco, Sting insiste en enseñarnos mas
miradas reflexivas y melancólicas, no vaya a ser que nos olvidemos
de su profundidad como ser humano. Pfff...
En
definitiva, “Mercury” es un disco a recuperar, con una producción
discreta – sería la última colaboración con el mítico Hugh
Padgham – pero solvente. Altamente recomendable.
A
winter's night... live from Durham Cathedral (2009)
Precio;
11,99
Formato:
Doble DVD
Lugar:
Media Markt Alcalá de Guadaíra (Sevilla)
In English: This is how it looks like, without the absenta, obviously |
Si
ya pasan cosas en seis años dentro del mundo de Sting, imagínense
en 13... Casi nada, reencuentro con la comercialidad, gracias a un
productor
con nombre aún mas ridículo que el artista – Kipper
– con el que sacó “Brand New Day” (1999), lúgubre celebración
de sus éxitos en formato casi acústico con “All this time”
(2001, lamentablemente una de las grabaciones coincidió con el
ataque a las torres gemelas), nuevo batacazo comercial con el mas
bien desangelado “Sacred Love” (2003), un montón de giras en
diversos formatos y la llegada del laúd a nuestras vidas con “Songs
from the labyrinth” (2006).
… Y
en giro inesperado de los acontecimientos... ¡reunión con Police!
Incapacidad absoluta de limar las rencillas mas allá de ofrecer un
buen espectáculo (nada del propuesto unplugged, ni de los dos
nuevos temas, ni de hacer una versión lenta de “Truth hits
everybody”), y después cada mochuelo a su olivo.
Visto
lo cual, Gordon se pregunta; ¿qué hago ahora? Pues cuando un
artista de la talla de este hombre empieza a buscar sugerencias
exteriores para realizar su trabajo, mal, cuando la sugerencia es
hacer “un disco navideño”, peor, y cuando el artista decide que
es mejor “hacer un disco de invierno”, la comedia involuntaria
está servida.
No
por nada, sino porque Maraya Carey ya ha perpetrado el disco
sordido-vicisitúdico-navideño
en el que todos los cantantes mainstream deberían mirarse antes de
intentar si quiera entonar un villancico en la intimidad de sus
lavabos. Así que el ex-vocalista de Police decide presentarlo como
un disco “dedicado al invierno, porque es la época en la que le
gente se queda en casa para contarse historias, la época de los
fantasmas”. ¡¡¡¡Uyyyyyyy Sting!!!!! ¡Qué miedito! ¡Qué
pavor!
Postura melancólica número 345 |
Parafraseando
el título de una novela de Italo Calvino, “If on a winter's night”
se tradujo en buenas ventas, pero es difícilmente un punto álgido
en su discografía, si bien a estas alturas, Sting ya no es un
artista de “Rock”, sino casi un músico “clásico”, ya que
sus obras ya no se lanzan bajo el paraguas de A&M Records (su
apoyo desde la etapa de Police) sino bajo los auspicios de uno de
esos extraños conglomerados empresariales
Universal-Deutschegrammophon-Cherry Records.
Esta
crítica no se dedica al disco en cuestión, sino al doble DVD que
recoge la experiencia de su preparación y el concierto celebrado en
la catedral de Durham. Ni siquiera tengo una copia de la obra en
estudio, quizás me molestó sobremanera las distintas ediciones (que
si la normal, que si la limitada, que si la japonesa...), quizás
escuché algunos temas y el asunto no me hiciera especial gracia. No
importa, con este pack creo que se resume bastante bien esta nueva
“experiencia artística” dividida en dos partes, el documental y
el show. Vamos a verlo con detalle,oye.
El
documental
Si
yo fuera el personaje de Cameron Diaz en “The
Holiday” 2006 podría hacer un trailer sobre este reportaje
cuya voz en off diría algo tal que así: “Una estrella de rock en
horas bajas que vuelve a su pueblo natal, un loco productor que
quiere devolverle al estrellato y un discreto guitarrista que solo
quiere encontrar la felicidad ¡vaya lío!” No es una recreación
fidedigna de lo que sucede en los 52 minutos de entrevistas, ensayos
y paseos por Newcastle que llenan este DVD, pero tampoco dista mucho.
Mas animado que el profe de pintura de Marge Simpson |
Con
una estética cuidada, apagando algunos colores y encuadres un poco
rebuscados, Gordon nos explica que, afortunadamente, rechazó algunos
temas típicos como “Silent Night” - no sé, a mi me hubiera
hecho bastante gracia – y que prefirió elegir canciones
“navideñas” poco agradables como “The burning babe” o temas
para pedir limosna como “Soul cake” - lo mas pegadizo de la obra,
se lo digo yo – añadiendo además, nuevos arreglos a algunos de
sus temas mas “invernales”, como “The hounds of winter”,
proveniente de...¡sí, “Mercury Falling”! Y eso que yo lo definí
como “otoñal”.
Por
lo demás, vemos como Sting se lo pasa pipa grabando con la banda que
se ha preparado para la ocasión. Se nos cuenta que el productor
Rober Sadin es un tipo excéntrico pero maravilloso, con su boina y
sus gritos durante la grabación, que este es un proyecto muy
enriquecedor y que los músicos elegidos son todos unos maquinas en
sus respectivos instrumentos. Son presentados con unas tomas muy
cuidadas, hacen algunas declaraciones sobre cómo es trabajar con
Sting – bueno, quizás habría que señalar “para Sting” y que,
obviamente, nadie mea fuera del tiesto diciendo cosas como “es un
caprichoso de cojones y no hay Dios que lo aguante”- e incluso
algunas de sus sugerencias son escuchadas a la hora de buscar nuevos
arreglos para los temas tradicionales.
Ha sido horrible, prefiero volver a tocar en la calle, por lo menos no me ponen filtros raros en las imágenes |
Tras
algunas sesiones en el hogar italiano de Gordon, la acción se
traslada a Newcastle, donde el cantante y el productor recorren
calles, mercadillos (donde Sting halla ¡oh sorpresa! Una copia de “A
Sting in the tale”) y locales en los que se agolpan los recuerdos
de la estrella del pop. Sadin le ríe los chistes y las anécdotas
como si le fuera una cheque en ello - ¡un momento! ¡es que le va un
cheque en ello! - y escucha pacientemente mientras Sting desgrana la
herencia romana de la ciudad, incluyendo la zona en la que se erguía
la casa en la que creció.
- Este parking contiene tantos recuerdos... - Y yo tengo tantas ganas de morir... |
También
vemos a Gordon “reunirse” con Gerry Richardson y el resto de la
troupe de músicos locales, dejando claro que el yoga, el dinero y la
fama le han permitido envejecer de forma mucho mas atractiva que a
sus coetáneos. Esto de todas formas es algo injusto, Sting tiene
mejor cara y cuerpo que la mayor parte de cuasi sexagenarios del
mundo, ¿será la dieta vegetariana?
De
todas formas lo de “reunión” o “reencuentro” no es tanto,
mas que nada porque el cantante ya había visitado muchas veces su
ciudad por algún u otro motivo en los años anteriores, entre ellos
presentar su biografía y recoger un galardón en plan “hijo
predilecto”, dando un discurso muy emotivo y admitiendo su orgullo
de “ser un Gordie”, que es como si uno de Los Palacios y
Villafranca recogiera un premio por cualquier motivo reconociéndose
como un “moñiguero” o alguien de Huelva autodenominádose “un
choquero”. Es decir, gentilicios oficiosos. Gentilicio del que, hay
que recordar, Gordon huyó como de la peste en sus inicios como
estrella del pop mundial.
- Y entonces va Bono y le dice a Alberto de Mónaco... - Todo el mundo en el pueblo sabía lo de tu madre, Gordon. |
Aunque
hay momentos genuinamente graciosos, como cuando se nos cuenta la vez
que Sting consiguió meter su Mini (alguna referencia a coches había
que tener) en la playa hasta no poder sacarlo sin la ayuda de la
camioneta con la que repartía la leche su padre, aunque éste se
dedicó a observar mientras daba buena cuenta de un cigarro con la
novia – que mutaría en próxima ex - del cantante, mientras Gordon
hacía todo el trabajo sucio de enganchar por su cuenta.
- Los micros están muy caros, chavales. |
A
pesar de que a uno le gustaría creer que todo es tan genial y tan
guay como sale, hay un cierto tono forzado en buena parte de lo que
vemos en cámara, incluyendo la “improvisada” actuación en un
pub local - ¿por qué Sting es el único que tiene un micrófono y
los demás tienen que salir al paso a viva voz? - o la conversación
con el músico que le dio el apodo que se ha transformado en su
nombre artístico.
- Esta parte de la catedral es muy interesante... - Y yo tengo tantas ganas de salir corriendo... |
El
recorrido por la catedral que va a servir como “marco incomparable”
para el segundo DVD tampoco es que sea de un naturalidad tremenda,
pero Sting aparenta genuino interés con la señora mayor que le hace
de guía. En el documental vemos algunos trozos de los ensayos, que
incluyen al coro infantil y esos discursos motivadores que se marca
la gente momentos antes de salir a escena. Todo esto en Dolby 5.1 y
un formato 16x9, de fácil visionado y entretenido, pero al igual que
sucede con la música, uno no deja de preguntarse en qué momento
emocionarse. Aunque para ahondar en esta cuestión, pasemos a la
segunda parte...
El
concierto
He
visto a Sting 3 veces en vivo y a los Police en su concierto del Rock
in Rio Madrid – una ocasión que narraré con mas detalle un día
de estos -, salvo uno de los shows, (y yo lo achaco al uso de una
orquesta, aunque parezca contradictorio), siempre ha puesto en escena
un espectáculo impresionante a nivel musical, en lo referente a lo
escenográfico siempre ha sido mas correcto que otra cosa pero
raramente espectacular. En cualquier caso, por algún motivo, los
vídeos y DVDs en directo nunca han sido capaces de captar en toda su
gloria las dimensiones de sus shows. Esto es algo que el propio
bajista explicó en sus motivaciones para hacer los conciertos que
conformaron “All
this time”, y no uno no puede mas que darle la razón, y
también quitársela un poco, porque probablemente si no fuera por su
obsesión por un sonido limpio e inmaculado, quizás sus muestras
audiovisuales en directo ganarían.
Planaco |
En
fin, para compensar, algunos han sido grabados en recintos
curiosos, y una catedral parece ser el lugar idóneo para este
“disco de invierno”, aunque no conozco a muchos técnicos de
sonido cuyo sueño sea grabar un disco en un lugar de techos altos y
reverberación natural suficiente para dejar sordo a una legión de
heavys. A estas alturas de la película, creo que será mejor no
desgranar tema a tema porque creo que el contenido es lo bastante
homogéneo.
De
nuevo, la factura técnica y la realización es impecable, luces
cuidadas, movimientos de cámara que permiten captar las maniobras de
los músicos y las expresiones de los asistentes al recital,
incluyendo, como no, a Trudie Styler. Tampoco se nos priva de ver a
Sting mirando su pantallita de teleprompter cada dos por tres,
dejándonos claro que el de Newcastle no va a aprenderse ni las
descripciones de los temas y que todo esto es una cosa que no se va a
repetir. Las funciones del bajo recaen en Ira Coleman, ya que Gordon
prefiera concentrarse en las guitarras como la mini de Martin
diseñada bajo las demandas del propio cantante o en el laúd, y eso
desemboca en algunos momentos en los que el toque es menos fino de lo
deseable, pero supongo que añade ese “riesgo” que los grandes
artistas necesitan de vez en cuando en lo que hacen.
Hablando
de la música, mi principal problema con este proyecto es la clase de
problema grave que uno puede tener con uno de sus artistas favoritos;
no produce mucha emoción. Quiero decir, si este fuera un disco de
esos que algunos cantantes suelen sacar, en los que se salen de su
estilo de toda la
vida, que después de muchas risas se recuperan como “disco de
culto”, pues todavía. Pero el tema acústico, tradicional, clásico
y celta ya lleva un tiempo presente en su trayectoria, así que hasta
cierto punto no es muy sorprendente. Ahora bien, tanto arreglo
preciosista no me llega, no hay nada que suene mal, ninguna nota
extraña o progresión de acordes que parezca estar forzando los
límites de una composición o de algún riff, ni siquiera en la
“oscura” canción de cuna que es “Balulalow”... es un poco
“que viene el coco”.
Coristas dándolo todo |
Por
supuesto, también hay que destacar el cambio en la voz de Sting,
poco hay de la aguda y chillona que cantaba “Roxanne” en 1978, el
principio de “There is no rose of such virtue” con su barítono
casi gregoriano es efectivo y una buena demostración del dominio de
la técnica vocal, pero no parece destacar por emotivo.
Hay
tres temas que pertenecen al corpus previo del cantante y uno que ya
había interpretado anteriormente. Éste último se trata del
villancico “Gabriel's message”, que ya había contado en los
ochenta, con una versión tremenda para “The
Christmas album” (un disco navideño en toda regla), que deja
bastante desangelada la toma del concierto y del dísco, ya que a fin
de cuentas comparten repertorio. “Ghost Story” proviene de “Brand
New Day” y gana mucho, dando a pensar que, probablemente, éste
hubiera sido el contexto adecuado para su interpretación desde un
primer momento. No se puede decir lo mismo de “The hounds of
winter”, que suena... apagada. En lo referente a los temas propios
de Stingo, lo mejor es la rareza / cara B que compuso a medias con
Dominic Miller, “Lullaby for an anxious child”, un tema precioso
que se merecía una toma en directo como esta. Lástima que se
prolongue para presentar a los miembros de la banda.
Otro
tema que se podría adjudicar a Sting, y que cierra el concierto, es
“You only cross my mind in winter”, una pieza de Bach a la que el
cantante le ha añadido letras y se dedica a interpretar con el laúd,
mientras el bueno de Dominic pone cara de palo, como si pensara “¿no
debería haberme bajado del escenario y tomarme un vinito antes de quedarme sopa?” Aunque puede que esté disfrutando
profundamente de las evoluciones de su jefe con el instrumento que el
propio Miller le regaló por su cumpleaños (hecho verídico).
Si
bien no hay “Silent night”, obtenemos una alegre interpretación
de “I saw three ships”, con baile tradicional de zapateado
brillante a cargo de una jovencita, me encanta la mini cámara que se
usa para captar sus pies. No entiendo que Gordon prefiriera un
villancico tradicional desechando otro, pero estas son las cosas que
tiene los grandes artistas. En fin, siguiendo con la línea de “usar
hallazgos hasta hartar”, en “Christmas at sea” (originalmente
un poema de Robert Louis Stevenson), Mary Macmaster introduce un
canto galéico entre los versos. Al principio suena de muerte, pero
tras varias repeticiones, uno se plantea acortar la canción de forma
traumática.
Otro planaco |
Mientras
que el documental insistía en una estética “invernal” (va por
ti, Stingoo), de colores apagados, la fotografía del concierto tiene
tonos saturados, brillantes y la imagen está captada con una finura
de concierto clásico, que supongo que es lo que se pretende. Luces
estáticas iluminan convenientemente a los músicos, mientras el
fondo de la catedral se llena de foco giratorios, varilites y otros
aparatos lumínicos que casi la hacen parecer una discoteca.
Planaco que explica cómo se consiguió el planaco anterior |
Conviene
destacar en las voces adicionales, la aparición de Lisa Fischer,
vocalista habitual de los Rolling Stones y que aquí aparece mucho
mas modosita que en sus intercambios calentorros con Jagger durante
“Miss you”.
Ésta es también la primera aparición de Jo Lawry, quien no solo
canta sino que también toca el violín (aunque no tengamos muestra
de ello en este concierto) y que en los siguientes proyectos de Sting
se ha vuelto una presencia recurrente.
Como
ya he dicho, se trata de un proyecto en el cual el sonido no varía
demasiado, hay momentos que emocionan, pero en general, y después de
hora y media de escucha es difícil quedarse con un solo momento en
especial. Y hasta cierto punto, eso es lo peor que se puede decir, no
es ni excepcionalmente malo ni increíblemente bueno. Normalito, es
agradable tener un DVD en directo de Sting que no contenga “Every
breath you take”, aunque pensándolo bien, lo mismo un arreglo con
panderetas y zambombas hubiera sido agradable, o no.
Symphonicities
(2010)
Formato:
1CD y pegatina con el careto de Sting en la portada (miren la entrada
en la Wikipedia y sabrán por qué lo digo)
Precio:
5,99 euros
Lugar:
El patio de mi casa... ¿cual creen?
Ahora con dislexia; Pinta la esta es absenta tiene que la claro, pero sin |
Bien,
bien, veamos, ya has sacado tu plaza en el Olimpo del Rock con tu
grupo, has tenido una interesante – aunque con ventas menguantes –
carrera en solitario, has tenido tu capricho con el laúd, te has
reunido con tu antigua banda, has grabado un LP navideño, ¡INVERNAL!
Perdón, perdón, quería decir invernal. ¿Qué haces ahora? ¡Un
disco con orquesta repasando tus viejos temas! ¡Por supuesto!
La
idea de un cantante repasando su repertorio con el acompañamiento de
una orquesta y una guitarra acústica es tan viejo como Spinal
Tap...¡y era una parodia! Sting ya ha expresado varias veces que
lo de enfrentarse a un folio en blanco le va dando mas miedo según
pasan los años y que siente sus mejores años como compositor algo
superado. ¿Es esto excusa para “regalarnos” un disco que encima
tiene la desfachatez de parafrasear al título del disco mas exitoso
de Police??? Un título que a su vez tomaba prestado un término de
Jung...
Como
no podía ser de otra manera, Stingoo realizó un concierto que tenía
que ser, como dicen los ingleses, un “one-off”, es decir, como el
disco navi... invernal, una cosa de un día, ensayar varias veces con
la orquesta de Chicago y después seguir con sus cosas. Pero claro,
al igual que el formato acústico, el laúd y el saxo soprano, al
cantante le gustó tanto este nuevo acercamiento que pensó, “qué
demonios, vamos a grabar y hacer una gira”.
Por
motivos que desconozco, el principio de esta década ha estado
salpicado por discos orquestales por parte de artistas pop/rock;
Peter Gabriel, George Michael, ¡hasta el cantante de System
of a Down! Por supuesto, cada uno con su propio idiosincrasia,
como se podrán suponer el que tiene todos mis favores es el de Pedro
Gabriel, quizás porque su propuesta inicial se alejaba de usar sus
propios temas – aunque mas tarde caería en la tentación de grabar
parte de su repertorio – o por la innovación en los arreglos,
alejados de las intentonas de grabar un “sinfonía pop” en cada
pista, o porque se concentraba en el uso de la orquesta, sin
guitarras ni baterías de por medio.
Rockero, comprometido, reflexivo, melancólico y sinfónico |
En
el caso que nos ocupa, en cuanto escuché la versión de “Englishman
in New York”, me eché a temblar, porque era... ¡música de
ascensor! Droga dura, se lo digo yo. La cuestión es que yo no tengo
nada en contra de la música clásica u orquestal, muy al contrario,
buena parte de mis discos favoritos son obras sinfónicas o bandas
sonoras. Incluso muchos de mis primeros recuerdos musicales tiene que
ver con lo clásico. Ahora bien, ¿es esto necesario para la música
de Sting? Pues, ya les digo yo que a medias.
Para
bien o para mal, también hay arreglos de algunas canciones de
Police, como la inicial “Next to you”, que cerraba los conciertos
de reunión del trío. ¿Han escuchado alguna vez un disco de “La
filarmónica de Londres interpreta clásicos del pop”? (Esto no
tendría por qué ser algo malo de por si). Pues a eso suena, con una
percusión absurda, arreglos de cuerda que harían enrojecer a Luis
Cobos y las voces de Gordon y Jo Lawry intentando enmendar la plana.
Ya he dicho que “Englishman in New York” suena a música de
eleveitor, aunque para esta toma suena al final que suele
tener en directo y la original del 87, una versión prácticamente
innecesaria.
Una
de las quejas de sus compañeros de Police sobre “Every little
thing she does is magic” en su versión original, es que no había
manera de que el trío la interpretara de forma convincente en el
estudio sin algún tipo de apoyo, claudicando a grabar con la maqueta
de Sting sonando en el fondo. Bien, el problema persiste tantos años
después, no hay necesidad de hacer una versión que parece banda
sonora de una comedia romántica de venta directa en DVD.
No
obstante, el atractivo de este CD podría ser tomar canciones mas
“oscuras” o menos conocidas del catálogo, y una de las elegidas
es “I hung my head”, sigue sin ser mejor que la versión de Cash
pero se agradece el detalle. De la banda sonora de “Cold Mountain”
viene “You will be my ain true love”, corta mini épica e
hipnótica, aquí es donde la cosa empieza a funcionar... aunque solo
para caer por la borda one more time con una edulcorada “Roxanne”.
Ouch.
“When
we dance” retoma el vuelo, pero solo porque vuelve a calcar la
versión original, aquí los teclados son sustituidos por la
orquesta, el recurso fácil, vamos. Subimos el nivel con uno de los
temas mas extraños pero al mismo tiempo mejores de su carrera, “The
end of game”, el cual, por motivos que nadie entiende, se vio
reducido a un intermedio instrumental en “Brand new day”. Había
que comprarse el single para escucharlo en su totalidad, se trata de
una canción que narra la historia de unos zorros en los campos
ingleses, a punto de ser cazados. Ya digo que es extrañamente
emotiva, y una de las pocas justificaciones para comprar este disco.
Si, de nuevo, la original era mejor.
Pero
se mantiene la consistencia con una de las composiciones mas
antiguas, “I burn for you”, aunque carece de la fuerza de la
versión de “Bring on the night”, es otra bocanada de aire
fresco, otra rareza que gana en escuchas. Lo mismo sucede con “We
work the black seam”, que SÍ es mejor que la original de 1985, muy
muy buena, genial, una toma respetuosa pero con nuevos matices...
Hasta que el fantasma de los arreglos horteras vuelve con “She's
too good for me”, uno de los mejores temas de “Ten Sumnomer's
tales” y que guarda mas de un parecido razonable con “Ain't
good enough for you” de Bruce Springsteen, ¿se habrán
intercambiado maquetas estos dos durante las giras con Amnistía
Internacional?
Terminamos
con otra rareza, “The pirate's bride”, con algunas líneas
cantadas por Lawry. Gracias a sus aires de jazz, representa una
ocasión de lucimiento para la voz que Sting usa sin vergüenza, a
pesar de los precedentes, consigue emocionar, me gustaría utilizar
la expresión “broche de oro”, pero visto lo visto, lo dejo en
“cierre correcto”.
¿Puntación
final? Pues me la reservo para lo siguiente, porque, claro, una vez
que uno se ha gastado los cuartos en una orquesta sinfónica, en
grabar y salir de gira, no pasa nada por añadir un poco al
presupuesto, preparar una cámaras y sacar un DVD+CD llamado...
LIVE
IN BERLIN (2010)
Precio:
7,99 euros
Formato:
1 CD y 1 DVD
Lugar:
Como si no lo supieran ya...
¿¡Ahora todos juntos??!!! (léase con risa nerviosa tipo Joker) |
Pues
si, poco tardó Sting en tener otro lanzamiento preparado para la
siguiente temporada de lanzamientos del año. Al igual que Yes,
Emerson Lake & Palmer, los Moody Blues o Barón Rojo, la
oportunidad de tener arreglos orquestales en vivo era demasiado buena
como para no filmar la ocasión. Así que aprovechando el paso de la
gira por Berlín, podemos disfrutar, hasta sus últimas consecuencias
en 5.1 – mezclado por Elliot Scheiner, un veterano del sorround,
quien consigue un sonido apabullante – y formato panorámico, de un
show completo de la gira “Symphonicity”.
Antes
de comentar el contenido en si, me gustaría señalar algunas
incongruencias; Si bien el combo CD/DVD es fácil de encontrar a
precio rebajado, no sucede lo mismo con la versión Blu-Ray (si usted
tiene reproductor del formato o Play 3), que solo se puede conseguir
pidiéndola on-line... a Estados Unidos, o en la propia web del
cantante, por un precio absurdo en comparación a su homologa en
definición standard. Uno entiende que el los otros formatos son mas
fáciles de fabricar, tienen un público mayor, etc.... Pero, ¿de
verdad es necesario sangrar al resto que le interesa el HD?
Entre las sombras nocturnaaaaaaaaas |
La
otra incongruencia es que en el CD están incluidas tres pistas que
no entran en su contrapartida audiovisual... ¿por qué? ¿Se
grabaron en otros conciertos? ¿Fallaron las cámaras? ¿Falta de
espacio en el disco? ¿No era mejor para eso olvidarse de la absurda
entrevista que viene como “extra”? ¿Por qué Sting lleva 30 años
quedándose calvo y le sigue saliendo pelo?
Vaya
usted a saber, hablemos por ahora del DVD: tras una apertura
grandilocuente que no guarda especial relación con nada, Gordon
aparece tocando con la Stratocaster MIDI la línea de sintetizador de
“A thousand years” - otro de los mejores temas de “Brand New
Day” - mientras la orquesta sirve de apoyo. Otro caso en el que
básicamente se han sustituido los teclados por una sección de
cuerda. Sting – o Steven Mercurio, que dirige con su batuta – no
renuncia a una banda que le sirva de apoyo, por eso Dominic Miller
aparece con su guitarra, sentado la mayor parte del tiempo,
concentrado y a lo suyo. La vaporosa y elegante Jo Lawry a las voces,
Ira Coleman al bajo – Stingo se va a “concentrar” en su voz
solista y guitarras ocasionales – y dos percusionistas; Rhani Krija
– un veterano de los directos de Gordon a estas alturas – y David
Crossin. De todos los elementos utilizados, la doble percusión es el
mas molesto ya que empaña los arreglos orquestales. ¿No hubiera
sido mejor traer de vuelta a Colaiuta y darnos una buena ración de
batería contundente en vez de este “ni chica ni limoná”?
Y conmigo a la pandereta, somos 3 percusionistas |
Lo
mismo que escuchamos en el CD de estudio se replica con “Every
little thing she does is magic” y aquí nos damos cuenta de un
detalle que hasta los fans mas acérrimos del de Newcastle comentan;
este hombre sin un bajo o una guitarra no sabe qué hacer con las
manos. Vestido elegantemente pero con pantalón subido casi a la
altura del ombligo, Sting se dedica a aporrear la pandereta o a dejar
caer el brazo sobre el soporte del micro vintage mientras canta.
Aprovechando que los alemanes dominan el inglés o que se está
filmando el recital, Gordon desglosa el contexto y los orígenes de
algunos temas, parrafadas que cuando no actúa frente angloparlantes
no se dan. Branford Marsalis aparece en escena para repetir sus notas
al saxo en “Englishman in New York”. “Roxanne” y “When we
dance” siguen a continuación, los cuadrados que cuelgan del techo
se infrautilizan para cambiar de colores y servir de cuando en cuando
como pantallas gigantes de TV, aunque a veces muestran imágenes
interesantes y otras, texturas de esas que sirven un poco para
todo... ¿Visualizador de Windows Media Player?
Después
de esto, viene una de las canciones que mejor suenan en sinfónico,
“Russians” rescatada del primer disco en solitario. Ahora bien,
la jugada tiene trampa ya que la inspiración original de la música
provenía de una pieza de Prokofiev,
aún así, suena genial, no todo va a ser echar por tierra este DVD.
Tras “I hung my head”, viene “Why should I cry for you?”, de
“Soul cages”, aquí la licencia artística viene de usar algunas
melodías de “Island of Souls/Soul Cages” para la introducción
aunque después pase a una toma bastante respetuosa del original,
imitando el loop percusivo y todo. Insisto, ¿para qué usar la
orquesta entonces?
No rompas más, mi pobre corasón... |
Un
poco de lo mismo sucede con “Whenever I say your name”, que
disfruta de un solo de violín espectacular y dramático que abre y
cierra la canción además de algunas líneas al saxo por parte de
Marsalis, pero por lo demás no dista demasiado de tal y como
aparecía en “Sacred Love”. El otro tema inédito del primer
recopilatorio de Sting, “This cowboy song”, es lo siguiente en
hacer acto de presencia, con algunos arreglos que lo hacen sonar como
una composición de Aaron
Copland – a fin de cuentas es una historia de vaqueros -, y con
la banda imitando el vergonzoso baile del video original. Divertido,
pero... Gordon se afana en explicar que “Tomorrow we'll see”
cuenta las vicisitudes de una prostituta transexual. Tampoco hacía
mucha falta, porque la letra es bastante explicita, pero la canción
nunca ha estado mal.
Para
“Moon over Bourbon Street”, - inspirada en “Entrevista con el
vampiro” de Ann Rice -, Gordon se calza una levita y hacía el
final se acerca a un Theremín – decorado con muñequitos, a lo
Rush, un día les contaré mi propia experiencia con el Theremín -
para generar sonidos aullantes mientras en las pantallas se proyectan
imágenes ralentizadas del “Nosferatu” (1922) de Mornau. Dicho
así suena mejor de lo que es, créanme. Con todo, se agradecen
tantas molestias en introducir algunas variaciones, por poco
justificadas. Entiendanme, “Moon...” siempre intentaba captar mas
el patetismo y la tristeza de la vida del vampiro que ser una pieza
agobiante. De nuevo, la interpretación del voyeur en la
versión orquestal de “Intruder”
- si, estoy hablando de Peter Gabriel de nuevo – queda mucho mejor.
“You
will be my aim true love” no cambia y después nos toca una cara B
de “Sacred Love”, “All would envy”, que Sting presenta como
“la historia de un hombre mayor y una mujer joven, trágico”.
Aparte de una línea de trompeta, tampoco ofrece muchos cambios con
respecto al original, es una bocanada de aire fresco, pero la canción
nunca me ha vuelto loco. Volvemos a “Soul Cages” con “Mad about
you”, otro auténtico clásico y que aquí vuelve a sonar genial,
mientras que con “King of Pain” y la inevitable “Every breth
you take”, rescatamos los temas de su antiguo grupo.
Estrella del pop con detalle de pipa haciendo lo que él debería estar haciendo en vez de responder obviedades |
Ninguna
presenta cambios radicales, además, siempre he pensado que “Every
breath...” la podría tocar Sting chocando dos piedras y seguiría
sonando bien, a fin de cuentas, ¿no son los mismos acordes que
“Stand by me” pero tocados de forma diferente? Pero la cosa no
termina aquí, a Gordon todavía le queda munición, y se planta con
“Desert Rose”, el tema que sirvió como fondo para un anuncio de
Jaguar - ¡otra referencia automovilística! ¡esto es un no parar! -
y que produjo no pocas críticas entre los ecologistas. La canta en
solitario, sin la estrella argenila del Rai, Cheb Mabi quien era la
segunda voz en el single primigenio, puede que influyera el hecho de
que Cheb estuviese en prisión en aquel momento.
Gordon
agarra la electroacústica para “She's too good for me”, mientras
parte de la orquesta se lanza a “bailar” - en realidad, casi que
se limitan a mover los instrumentos mientras están de pie – y
vuelve a la acústica para interpretar “Fragile”, mas parecida a
su versión en “...All this time”, mientras parte de la
Filarmónica se saca unas luces que los descalificarían de un
concurso de bandas en los Simpons.
- Y entonces Alberto de Mónaco responde... - Por favor, quiero volver a un sucio club de jazz... |
¿Es
este el final? ¡No! ¡Claro que no! Sting vuelve para cantar a
capella (y con mucho mas volumen que en “Mercury Falling”) el
principio de “I was brought to my senses”. Y ahora sí que acaba
el concierto, aunque todavía podemos hablar de los extras; una
entrevista grabada en lo que parece que son las preparaciones del
concierto el mismo día – me encanta el pipa con gorrito que se
queda mirando desde atrás a cámara mientras pone las sillas – y
en la que participa brevemente Marsalis para contradecir al cantante
sobre cómo fue su primer encuentro. Por lo demás, se nos cuenta,
como en casi todas estas entrevistas de este tipo, que este proyecto
es super ilusionante, que está encantado, que Mercurio empezó como
guitarrista de rock, que si el tipo se mueve genial – yo creo que
pasa -, que si la unión de orquesta y pop...
Total,que
yo creo que las tres canciones que no tiene representación visual -
“If I ever lose my faith in you”, “Fields of Gold” y “Shape
of my heart” - podrían haber tenido cabida sin este pegote que es
más carne de video web que otra cosa. Por cierto, que estos tres
temas tampoco son especialmente diferentes de su toma en “Summoner”
y entran, de nuevo, en la liga de “sección de cuerda toma el lugar
de los teclados”.
A
decir verdad, ese es el principal problema de este proyecto,
exactamente... ¿para qué usar la orquesta? Yo, mas allá de
garantizar una nueva gira con el repertorio de siempre, le veo poca
justificación, cierto es que todo suena de fabula, probablemente sea
el mejor DVD en directo de este hombre. Quizás se podría echar en
falta uno de los temas que tocó en su concierto granadino, “Straight
to my heart”, pero... poco mas.
A
la hora de escribir estas líneas, parece que Sting ha superado un
poco su miedo al folio en blanco, componiendo nuevos temas para un
musical llamado “The last ship”, basado en “The Soul Cages”.
Soy un poco alérgico a los musicales, pero si en realidad tiene que
ver con ese disco, probablemente iría a verlo, por no
mencionar su nueva “canción de cuna” para “Los juegos del
hambre”. Por supuesto, el bueno de Gordon ha encontrado una nueva
excusa para salir a la carretera con el título “Back to bass”, o
sea, dejarse de grandes filarmónicas, volviendo a tocar el bajo y
cantar... Si es que es lo mejor que sabe hacer.
En
fin, después de este empacho stingniano naniano, quizás ustedes se
esperen que haga un balance de la carrera de este hombre, pues... no
puedo decir gran cosa, si uno sigue a alguien es porque le gusta,
porque pasada la impresión inicial, lo siguiente es divertirse con
las subidas y bajadas – siempre y cuando no tengan consecuencias
verdaderamente dramáticas, claro está – y porque ya digo que con
algunas de las cosas que hizo hace 30 años, Gordon Mathew Sumner ya
se podría haber retirado unas cuantas veces.
A
partir de ahora, prometo que el blog tendrá un ritmo de
actualización mas “normalito” y que los posts volverán a tratar
del tema automovilístico... a mi manera, y seguirán alternando con
cualquier otra cosa. Han acertado, llevando los conceptos de “blog
de sastre” y “Pan con chocolate” hasta sus ultimas
consecuencias. Avisados están. O no.
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