jueves, 10 de mayo de 2012

HISTÓRIAS VERÍDICAS: LA LEYENDA DEL SKODA NEGRO


Cual Antonio Reguera (pero sin Agustina a los teclados, por una vez), ubiquemos la acción: Sevilla en los primeros envites del otoño, Domingo al mediodía, circulo por una avenida sevillana conocida por dos factores importantes: tiene a mano todos los desvíos principales y la limitación de 50 km/h se lleva a rajatabla debido a la instalación de radares bastante visibles. Aunque muchos crean que ya no funcionan y no reparen en ponerlos a prueba. Porque hay gente a la que le gusta jugar a que le desaparezcan cientos de euros de la cuenta corriente sin explicación alguna.

Conduzco respetando el límite de velocidad por el carril izquierdo, porque es el que mas me conviene, ya que la avenida desemboca en una rotonda de varias salidas, a cual mas traicionera si los demás conductores se comportan como niños pequeños, es decir, como siempre. Noto a un Skoda Fabia negro detrás mía. Como estamos en una AVENIDA, dentro de CIUDAD, y con muchos semáforos y – probablemente – un radar, no me preocupo en exceso. A fin de cuentas, voy a comer con mis padres y voy sobrado de tiempo.

Aún así, mi cerebro revierte de forma automática a las tácticas habituales para ver cómo de cerca tengo el coche: miro por los retrovisores para ver hasta dónde me puede engañar el sentido de profundidad, no sea que el Skoda esté manteniendo la distancia de seguridad y yo me esté volviendo un paranoico. Ni rastro de él por el derecho, visión generosa del conductor por el espejo interior y un pico de su morro por el izquierdo. Como prueba definitiva, freno un poco según nos acercamos a la luz roja y a un paso de cebra. Veo muy bien el reflejo de mis luces de frenado en lo poco que veo de su capó. Está jodidamente cerca, “comiéndome el culo”, o como diría una campaña de la DGT, el conductor del Fabia debe “sentirse poderoso”.

Ni me inmuto, en un episodio de personalidad obtusa muy mío, arranco lentamente (muy muy muy leeeeeeeentaaaaamente, léase con voz de zombie) y el señor decide adelantarme una vez que se da cuenta de que me planteo continuar circulando a 50. Por supuesto, estoy esperando su perlita, eso que hacemos muchas veces en una demostración palpable de que el carné de conducir es tan complicado de conseguir – aunque mas caro - que el permiso de armas en EEUU. Sí, estoy hablando de la mirada recriminatoria que lanzamos los conductores cuando la actitud del que llevamos delante nos ha entorpecido la circulación. Como me la espero, giro un poco la cabeza mientras mis ojos intentan mantenerse en la vía. Ahí está, detrás de esas gafas de sol puedo sentir la expresión que pretende gritar “¡tortuga!”. Y, por supuesto, yo pongo cara de pan, entre una sonrisa idiotizada y expresión de no enterarme de lo que está sucediendo.

Los coches que tengo detrás sí que circulan respetando el límite y la distancia. El Skoda se queda en el carril central, y me percato de que delante suya va circulando un Jaguar (XF si no me equivoco) también negro. Si, lo han adivinado, me adelantó solo para ponerse detrás de otro coche que va a 50 por hora. Tanto es así que en algunos momentos me pongo a su altura, pero antes de eso puedo ver la “táctica” del conductor, se acerca tanto que una frenada involuntaria desembocaría en un golpe de lo más molesto. Hay una mujer conduciendo el vehículo inglés, como es lógico, no deja de mirar su retrovisor, repitiendo la táctica de un servidor minutos antes.

Finalmente, el Fabia se sitúa en el carril derecho e inicia otra maniobra de adelantamiento, pero, ah, el semáforo lo detiene antes de que pueda ponerse por delante del Jaguar, e incluso de mi. Entonces, parado, veo que en el asiento de copiloto del Jaguar hay un niño de, probablemente, 11 años, que juguetea con el ipod touch/iphone de su, supongo, madre. El Jaguar baja el cristal de la puerta derecha, el conductor del Skoda tiene el codo sobre la suya. Veo cómo la mujer habla con el tono alterado, no logro escuchar lo que dice pero me lo imagino. El dueño de las gafas de sol ni se inmuta, pero eligiendo la acción mas elegante hasta el momento – aunque unas sinceras disculpas habrían sido aún mas elegantes que lo que viene ahora -, sube su cristal y adelanta un poco el coche al paso de peatones.

En este punto del relato me gustaría contarles que la señora se volvió a poner a la altura del Fabia y siguió increpando al conductor temerario, para después ponerse un chaleco reflectante – hay que respetar la ley -, sacar una sierra mecánica de su maletero y cortar el Fabia en dos para después propinarle una patada voladora a su dueño. Pero no, la cosa quedó ahí. No es muy emocionante pero me da pie una minúscula arenga.

Todos nos podemos desesperar ante la tranquilidad de otros conductores, sin ir mas lejos, hace unos días estuve a punto de hacer un adelantamiento ilegal – línea continua – ya que estaba circulando por una zona prácticamente desierta de otros vehículos o peatones, pero en la cual el límite era de 30 km/h. Y el Fiat Panda azul lo estaba respetando escrupulosamente. Ahora bien, si hay una cosa que se me quedó de las normas de circulación cuando estaba en la autoescuela, es que en CIUDAD, uno no está forzado a circular siempre por el carril derecho, sino por aquel que le mejor le venga para llegar a su destino. Igualmente, adelantar por la derecha a otro coche no es un “adelantamiento indebido” porque lo mas probable es que el otro vehículo simplemente vaya a otro sitio. Y, por supuesto, circular por el lado izquierdo no da derecho a acelerar a 20 km por encima del límite.

Ergo, ¿Por qué, oh hados, el señor del Fabia decidió ser tan tontoelculo? ¿Entendía que pasarse la distancia de seguridad por el escroto estaba “bien” pero adelantarme por el carril que más le convenía estaba “mal”? ¿Realmente pensaba que iba a convencerme de me jugase los dineros porque mantenía su morro pegado a mi maletero? ¿Estaba forzando un choque, se le había olvidado también que el golpea es el que paga? ¿Por que repitió la jugada con la señora? ¿Era un escenario de lucha de clases? O puede que tuviese mas dinero que la señora del Jaguar, pero prefiere tener un coche mas práctico, con recambios mas fáciles de encontrar, ¿o era su ex-marido? ¿O le gusta conducir como un niñato farlopero a la vuelta de una macrodiscoteca de autovía? Porque les puedo asegurar que el señor de las gafas del sol había superado los cuarenta.

En realidad, ya digo que nadie está libre de portarse así, ya me han escuchado un par de veces decir cosas poco agradables del conductor medio de un BMW o un Audi, así que ante la “desesperación” natural de este señor, no me extrañaría una cierta desconfianza ante personas que conducen coches de alta gama a velocidad de turismo hindú - ¡un momento! ¡es que Jaguar es hindú!-, sin saber que lo manejaba una madre con su hijo de copiloto. Pero esto, por supuesto, no es excusa, si uno tiene tanta prisa como para saltase algunas normas, lo último que tiene que hacer son maniobras que pongan en peligro la integridad de otros, y que terminen retrasandote aún mas, teniendo que rellenar partes y aguantando gritos. Aunque una parte de mi deseaba que el Jaguar frenara en seco y dejara al otro hecho un acordeón, pero sin infringir heridas a su ocupante, claro.

Porque ya digo que todos somos niños chicos al volante. 


PD: La próxima entrada será sobre un grupo de neoprogresivo... ya pueden empezar a temblar....

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