Un
bache personal
Recientemente,
pasando por un bache personal, decidí releerme esta novela de Howard
Phillips Lovecraft (no, la HP no era de Hewlett Packard), si ustedes
saben quién es, o era, este señor, entonces, se estarán
preguntando si no hubiera sido mejor ponerme con algún volumen de
Paulo Coelho u otro gurú de los secretos vitales o de mis zonas
erróneas.
Definitivamente,
algo de razón no les faltaría, aunque después de asistir a la
presentación de un libro como “Happiness”
(cualquier día de estos me lo leo y todo, lo prometo, aunque primero
habrá que comprarlo), se me hace un poco cuesta arriba leer
cualquier cosa del género, aunque parece que “El
poder del ahora” tiene bastante buena pinta. En cualquier caso,
para decirme que las respuestas a mis atribuladas tribulaciones están
en mi interior, tampoco hace falta hacerme pasar por tantas páginas
¿no?
Además,
como los personajes HP – natural de la estadounidense Providence -,
a mi me gusta culpar de mis desdichas a algún mal innombrable – y
prácticamente impronunciable – que se esconde en los recovecos mas
inhóspitos de nuestro mundo o en, como diría Terry Pratchett,
“Dimensiones
Mazmorra”. Pero no se asusten, no voy a hacerme de ninguna
secta rara que invoque a Gozer
el gozeriano desde la terraza de un edificio malrollista,
precipitando el fin del mundo. El mundo no tiene la culpa de mis
desgracias, al menos no de todas.
Aún
así, ¿por qué volver a este libro en particular? Y ya que estamos,
¿por qué releer ningún libro? A fin de cuentas, la literatura no
es como la música, no es tan sencillo como meter el CD (¡ja, poner
el CD! Me refería por supuesto a acercar la aguja al vinílo, ¿Cómo?
¿Mp3? ¿Eso qué es?) y esperar a que llegue tu momento favorito de
una pieza en particular, un solo, una melodía, un estribillo...
Aunque los libros contienen grandes frases, uno tiende a apreciar la
obra en su totalidad, por mucho que pueda diferenciar algún capitulo
como el momento clave, además, el “calentamiento” antes del
clímax suele ser imprescindible.
En
una serie de artículos cortos sobre el acto de escribir (distribuido
solo entre amigos y que el día que el blog entre en dique seco
publicaré aquí), declaré que leer es una parte imprescindible y
curativa – en el caso de haber heridas - del proceso. Leer es un
acto hasta cierto punto absurdo: aquí están las opiniones mezcladas
con narrativa, diálogos, descripciones... todo salido de una mente
que no es la nuestra, sazonada con un uso del idioma que poco, o
nada, tiene que ver con el que utilizamos para hablar con los amigos
en la barra de un bar. Pero, a última hora, como cualquier forma de
expresión artística, es esa parte de la comunicación que dice “de
esto no hablamos en público, pero yo me siento así, ¿tu también?”
Pero
nada de esto explica por qué “revisito” la única historia
mínimamente larga de un escritor de literatura “Pulp”
que incluso aquellos que lo aprecian – como se puede ver en el
recomendable documental “Lovecraft:
Fear of the unknown” - parecen reírse de muchos elementos de
su estilo o de la construcción de sus historias.
One
hit wonder
El
término inglés “one hit wonder” hace referencia a los artistas
que tienen una canción de éxito pero no se vuelve a saber de ellos
nunca más, salvo que han hecho una nueva versión de su tema mas
conocido en una patético intento de comeback, o
que ha muerto en siniestras circunstancias. Se puede utilizar la
expresión para escritores – recordemos que después de “Nada”,
Carmen Laforet no volvió a tener el mismo éxito con las novelas
publicadas posteriormente -, cineastas – Dennis Hopper, una vez
digerido el éxito de “Easy Rider” y pegarse el batacazo con “The
last movie” no volvería a dirigir una película de gran éxito
comercial - o incluso nosotros mismos, “qué pena del trabajo de tu
vida en la multinacional que quebró a los dos días de tu entrar”.
Curiosamente,
Lovecraft no fue nada de esto, su biografía es una sucesión de
calamidades que, una tras otra, fueron minando su salud, hasta sufrir
una dolorosa muerte de un imprevisto cáncer intestinal. En realidad,
esto no es justo, hubo grandes momentos en su vida, pero muchos de
ellos los ensombreció alguna circunstancia que pareció arrebatarle
el sentido de la victoria. Desde su complicada infancia, con un padre
ausente – enfermedad mental y muerte prematura – una madre no muy
estable y una fortuna familiar menguante. Su madurez, empero, no iba
a ser un proceso bonito, viéndose atrapado entre las disyuntivas de
su poca formación reglada, su visión anticuada del mundo cual
caballero victoriano – famosa es su denominación de la
independencia estadounidense como “el cisma de 1776” - y un mundo
que cambiaba mas rápido de lo que él quería entender.
De
sus últimas cartas – Lovecraft era un apasionado de lo epistolar,
lo que no pocas veces ahogó su producción literaria - se desprende
que el escritor entendía que muchos aspectos de su vida no habían
funcionado por culpa de su propia cabezonería. Su matrimonio y su
posterior mudanza a Nueva York, hechos que en otras personas podrían
haber traído un cambio radical de perspectiva y un giro en sus
aspiraciones, solo le añadieron mas angustias, oscureciendo su
opinión sobre el desarrollo de la gran urbe del siglo XX, y sobre
los que la habitaban, terminando en su vuelta al pueblo que le vio
nacer y en divorcio.
No
es necesario excusarle, que Picasso o Miles Davis eran genios es algo
ineludible, pero que su forma de tratar a las mujeres rozaba – y
eso cuando no era adoptado en su totalidad - el maltrato en todas sus
“modalidades” es otra verdad difícil de discutir. En su caso
particular, Lovecraft mostraba un lacerado racismo que,
probablemente, le hubiera transformado en un promotor de la eugenesia
y otras teorías sobre el conveniente desarrollo de la raza humana
que acaban con experimentos repugnantes en un laboratorio nazi.
Pero
curiosamente, HP despreciaba a Hitler y mostraba recelo ante su
ascensión al poder en Alemania, una de esas extrañas
contradicciones, como JRR Tolkien dando opiniones complacientes sobre
Francisco Franco o dejar la herencia de su obra al Estado Español
por parte de Salvador Dalí, bueno, esto último no es tan
contradictorio, visto en perspectiva...
Pero
ya digo que tampoco es necesario justificar a un artista, por mucho
que nos guste, y sus devaneos con el lado menos agradable de la
psique. Sus escritos de la etapa neoyorquina están salpicados de
miedos y desconfianza con respecto a la inmigración, a la que poco
le falta por incluir entre esos terrores cósmicos que planean
cargarse a la humanidad de un plumazo.
A
pesar de que buena parte de su obra encontró su vía de publicación
en las revistas baratas de relato que tanta fama tuvieron durante la
década de los 20, no fue hasta que sus amigos escritores fundaron la
editorial Arkham, que Howard Phillips fue descubierto paulatinamente
por el una parte del público. La suerte, por supuesto, fue que esa
parte del público decidió transformarse en artistas de renombre en
algún que otro campo y no les dolieron prendas en expresar la
influencia de cierto delgaducho de Providence. Es como se suele decir
del primer disco de la Velvet Underground, no mucha gente lo compró,
pero muchos de ellos se animaron a fundar grupos inspirados por Lou
Reed y compañía.
Curiosamente,
a pesar de su fama de poco amigable, Lovecraft era un escritor
“social”, animando a otros aficionados a la literatura a seguir
con sus intentos, creando un círculo de escritores que utilizaban
elementos comunes para crear una mitología propia. En otras
palabras, si viviera ahora, HP habría pasado por foros de Internet y
grupos de Facebook llamados “Los mitos de Cthulhu”, en los que se
hablaría en profundidad del Necronomicón, Dagon, y el término
“Troll”, solo se usaría en su sentido
original... o no.
Entre
los escritores mas conocidos del “circulo lovecraftiano” están,
por supuesto, Robert Bloch – autor de la novela “Psycho”, que
inspiró a Alfred Hitchcock – y August Derleth, quién decidió
terminar algunos de los escritos de Howard Phillips, y uno de los
responsables de Arkham House, con la esperanza de difundir la palabra
de su colega.
Aunque
una comparación con Kafka podría parecer una exageración, lo
cierto es que la novela corta que nos ocupa – y de hecho, ya digo
que es la historia mas larga que escribió nunca – no fue publicada
hasta después de su muerte. Y me sorprendió. Mucho. Hasta entonces,
había deambulado por la obra del de Providence con una admiración
combinada con algunas decepciones. Mi inicio fue con la edición en
“Alianza
Cien” (ahora sería “Alianza seis”) de “El horror de
Dunwich”. Poco a poco, le iba “cogiendo el tranquillo” y
pensaba que ya me las veía venir en cada nueva entrega de sus
escritos que adquiría. Pero entonces llegó esto, su mejor obra,
despreciada por el propio autor – de nuevo, la sombra de Kafka –
y se me cayeron los palos del sombrajo.
Si
Lovecraft hubiera tenido un solo gran éxito en su carrera como
escritor, hubiera sido este. Este es su hit single. Si hubiese
vendido a espuertas, se podría haber retirado con Sonia
a cualquier rincón del Brooklyn, dedicarse a ser “negro” - o
ghost writer si lo prefieren – de cualquier plumillas de
tres al cuarto, o proseguir sus labores de corrector de estilo. Esta
la culminación de sus mitos, y lo peor es que ni siquiera él se dio
cuenta. Pero antes de contar un poco de la trama, quiero hacer un
último alto en el camino.
INADAPTABLE
Estoy
sentado en un salón de actos en el que se proyecta “El día de la
bestia” de Alex de la Iglesia, nos han prometido que vendría el
director a hablarnos del proceso creativo, pero el guionista Jorge
Guerricaecheverría nos explica que el director está ahora mismo
liado con “el manual de niños” y que, como padre primerizo –
ya se pueden ustedes hacer una idea del año en que estamos -,
intenta alejarse lo mínimo posible de su familia. En un momento
dado, nos explica que la intención inicial, antes de recorrer la
ruta del “Anticristo por Madrid” - cuando vi la primera foto en
“El Vibora” ya me pareció una idea tan burra que tenía que
funcionar por cojones – era la de hacer una película de horrores
lovecraftianos, pero se tuvo abandonar esa línea por las
complicaciones que implicaba.
Mi
acompañante no lo nota, pero en cuanto escucho esto, algo en mi
cabeza hace “¡click!”, y cuando llega el turno de preguntas, soy
“un hombre con una misión”, y esta no es otra que preguntarle a
una persona que trabaja en la industria del cine, por qué es tan
difícil adaptar a Lovecraft al celuloide. La respuesta se me graba
porque casi no puedo coincidir más con ella: “El problema
principal es que, en las historias de HPL, la gente va a un sitio, se
encuentran con Lo Innombrable, y después echan a correr, es muy
difícil hacer un film con eso”.
La
historia en concreto a la que hace referencia con esta explicación
es “En las montañas de la locura”, aunque la trama es algo mas
complicado que eso, lo importante del relato es la atmósfera, las
descripciones y cómo establece buena parte de la mitología que
servirá de base para el círculo de escritores amigos de Lovecraft.
Curiosamente, tras el éxito de “El laberinto del fauno” - y el
ligero traspiés de “Hellboy, el ejercito dorado” -, Guillermo
del Toro intentó sacar adelante su particular versión de esta
historia, pero Warner cortó pronto el grifo presupuestario al darse
cuenta de que, según el mexicano, “es muy difícil sacar adelante
una historia sin romance, sin sexo y sin final feliz”. Ni siquiera
el apoyo de un Cameron recién salido de “Avatar”, con su
insistencia de rodar el proyecto en 3D pudieron llevarlo adelante.
Ya
estuvimos reflexionando sobre “The thing”, de John Carpenter,
y sobre cómo fue un intento mas que digno de adaptar algunos
elementos de Lovecraft, si bien, ni siquiera el propio director
difiere mucho a la hora de explicar las vicisitudes de los
protagonistas típicos de los relatos de HP: “Se trata normalmente
de personajes que al principio de la trama están aterrorizados y
cuando acaba la historia siguen aterrorizados”. Si bien creo que
aquí exagera, no le falta cierta razón al afirmar que los esquemas
narrativos del de Providence no suelen variar mucho.
Y
Dexter Ward es una clara excepción.
EL
PASADO LLAMA
El
otro problema es que muchas adaptaciones, oficiosas u oficiales del
corpus lovecraftiano le han hecho un flaco favor a su fama,
recurriendo al gore o a los trucos fáciles de sustos... no es que no
sean bienvenidos, pero eso ha hecho pensar a muchos que Lovecraft es
una especie de broma pesada de cuerpos gelatinosos y mutilaciones
varias. Mejores resultados han tenido las obras que han utilizado
parte de sus hallazgos – el terror cósmico que espera agazapado
para destruir la humanidad – para sus relatos, como el “Hellboy”
de Mike Mignola o incluso en el tono de comedia de “Los
Cazafantasmas”.
Si
bien Stuart Gordon enmendó parcialmente la plana con “Re-animator”
- al menos en términos comerciales – y consiguió captar una
ambientación casi perfecta con “Dagon, la secta del mar” - del
MAR no del MAL, ésa es la peli “Operación Triunfo” de Plaza y
Balagueró -, el resto de films que se han inspirado de forma mas
directa en la obra de Lovecraft no han terminado de funcionar. Esto
deja el tufillo desagradable de que HPL era muy efectivo a la hora de
crear una cosmología, pero poco capaz de dotarla de un sentido de la
narración efectivo.
Por
supuesto, Roger Corman dirigió una adaptación “oficiosa” del
libro que nos ocupa, con sus recursos marca de la casa – maquillaje
chungo, Vincent Price, límite presupuestario, trama confusa –
pero... tomando el nombre de un poema de Edgar Allan Poe. Y tampoco
falta la versión con aires de telefilme que traslada la acción al
siglo XX... pero es un poco más digna que otro film “Lovecraftiano”
protagonizado por Tori
Spelling... Si de verdad quieren ver algo hecho con cariño, vean
“The Call of
Cthulhu”.
Llegados
a este punto, quizás (o no) se pregunten “¿De qué va “El
extraño caso de Charles Dexter Ward”? Sencillamente, podrían
ustedes hacer la búsqueda en la wikipedia y descubrir no solo un
sucinto resumen de la trama, sino también algunos detalles que a uno
se le pueden escapar tras una primera lectura. No se preocupen, la
cosa es bastante sencilla: Un joven de una familia adinerada de
Nueva Inglaterra se deja llevar por su fascinación hacia un
antepasado suyo, a quién todo el mundo acabó temiendo u odiando por
su más que probables prácticas de brujería... o algo peor.
Mientras crece su obsesión, el chico parece ir perdiendo
paulatinamente la cabeza hasta que un médico, amigo de sus padres
decide investigar el asunto, descubriendo que el pasado está
entrometiéndose de forma preocupante en el presente.
Ya
lo sé, no les he aclarado gran cosa -o quizás les he contado
demasiado -, pero lo que quiero es que se lean el puto libro, no la
entrada de la Wiki. Además, la cuestión principal no reside en la
trama en si, créanme, sino en cómo está contada. Ya saben ustedes
que la mayoría de las buenas historias o giros argumentales los
agotaron los griegos o Shakespeare, así que hay poco en esta trama
que pueda sorprenderles.
Aún
así, a pesar de que el lector avezado vea venir el resultado final
de la historia, lo interesante es como el escritor atrae con pequeños
detalles sin importancia, dando a pensar que probablemente el relato
no avanza hacia ningún lugar en concreto. Somos avisados de que el
joven Charles Dexter sufre de una enfermedad mental y en las primeras
líneas se nos comenta su huida de una institución mental.
Y
si no quieren saber nada mas de la trama, lean el libro o retomen
este artículo cuando vuelvan las negritas. Este
principio encadena, curiosamente, con una forma de reconstruir la
narración que fue muy del gusto de algunos films de principio del
siglo XXI, esto es, empezando la historia desde el final, con un
impacto certero cuyas consecuencias se van desgranando poco a poco a
lo largo de la descripción de lo que acecha al joven Ward.
Como
es habitual en Lovecraft, el reparto de personajes es corto y de
hecho hablan muy poquito, al igual que en el “Drácula” de Bram
Stoker, buena parte de las cosas que vamos sabiendo se nos comunican
a través de cartas, postales, lecturas de diarios o recortes de
prensa. En estos tiempos sin Internet, con la telefonía en pañales
(es decir, los Estados Unidos de los años 20), la comunicación no
tenía otros medios para llegar. Y, por supuesto, ya le habría
valido al joven Charles que esto no fuera así.
Joseph
Curwen, un hombre sin apenas pasado que vivió en el siglo XIX –
aunque nadie sabe si las raíces de su existencia se sembraron mucho
más atrás – es el antepasado que fascina a Dexter Ward. Un
caballero oscuro, de aficiones siniestras al que nadie puede culpar
de ninguna de las misteriosas desapariciones que se suceden en Rhode
Island, pero al que todas las sospechas señalan. Ni siquiera su
matrimonio con una joven dama de la alta sociedad local hacen que las
rumores se disipen del todo. Su vida encontrará un traumático fin,
del que los hombres del pueblo no hablarán en voz alta, aunque
lamentablemente, no borrarán todo el rastro de los acontecimientos.
Lamentablemente
sobre todo para Charles, que pondrá todo su empeño en descubrir los
motivos que llevaron a su familia a borrar todo rastro de tan
misterioso personaje en los registros de la ciudad. Por supuesto, HPL
no duda a la hora de presentar a Curwen como un cúmulo de todos los
aspectos sobrenaturales negativos que se puedan sumar en una sola
persona: su posible inclusión en los aquelarres de Salem y los
posteriores “juicios” – o Lovecraft se ríe de si mismo con
este recurso o de verdad piensa que aquello no tenía tintes de
trifulca vecinal salida de madre -, sus prácticas de “ritos
innombrables”... ¿vampirismo?
El
hecho de que tantas malas artes se concentren en un solo ser sería
motivo de cachondeo sino fuera porque Howard Philips se lo toma tan
en serio como para dotarle el papel de ser un importante mecanismo
dentro de una complicada trama de hombres impíos que intentan
alcanzar los grandes conocimientos de la humanidad, pasando por la
necromancia y otros rituales anti natura. Para cuando Dexter Ward se
quiere dar cuenta de este hecho va a ser muy tarde, y el pasado habrá
tomado el lugar del presente.
Si
en los tiempos de Curwen fueron las autoridades del pueblo las que
tuvieron que dar por terminadas, tras largas investigaciones, las
fechorías del brujo, en los tiempos del joven estudioso le toca a un
médico – siempre una figura razonable -, amigo del chaval y sus
padres, el acabar con la pesadilla en la que se han transformado sus
vidas por culpa de la mala influencia del desagradable antepasado.
No
deja de ser curioso que si Lovecraft imaginó una mitología propia
para no recurrir a los demonios cuya existencia hundía sus raices en
las tradiciones e imaginería cristiana, buena parte de sus relatos
están relacionados con la búsqueda indebida del “fruto
prohibido”. En este caso, conseguir elementos que ayuden a crear
una humanidad mas próspera, pero que se revela una rosa con espinas
envenenadas. Pero, curiosamente, es un hombre de ciencia el que tiene
que resolver el entuerto, aunque sea utilizando los mismos
sortilegios que aquellos que intentan someter a los hombres y
ponerlos a sus pies o a los tentáculos de alguna amenaza tan antigua
como nuestro planeta.
Aún
así, a pesar de la insistente seriedad que utiliza HPL en sus
narraciones, es harto complicado no pensar que hay un cierto tono
burlón en lo que se nos ofrece, o quizás – y esa es la grandeza
de la literatura “pulp” - los recursos argumentales tan chorra no
necesitan de ninguna justificación porque no aspira a ningún podio
literario, a fin de cuentas, es una historia de hechizos,
reencarnaciones y “sales esenciales”.
A
pesar de que “parodia” o “humor” son términos que nadie
asociaría normalmente a este hombre, tras leer su magnifico ensayo
“El horror en la literatura”, se me hace difícil creer que HPL
no era perfectamente consciente de las herramientas tan parcas que
estaba utilizando para mantener al lector examinando los
acontecimientos. Es un poco como la manera en que el director de cine
Mel Brooks definió su sentido del humor: una especie de disparo con
trabuco, con la gravilla saltando por todas partes con la esperanza
de, en el algún momento, dar en la diana. Igualmente, tal
batiburrillo de reencarnaciones, vampirismo y hechizos para invocar
criaturas innombrables tenía que funcionar de alguna manera en un
momento dado.
Fin
de las negritas
Lo
importante es la historia
A
HPL los sentimientos y motivaciones del dramatis personae le importan
mas bien poco. Los malos son malos, los esbirros de los malos son
esbirros y los buenos no tienen mas opción que combatir el mal
porque la alternativa es inaceptable. No obstante, en “Dexter Ward”
hay una buena dosis de preocupaciones que van mas allá de un posible
MAL INNOMBRABLE, como el impacto que puede tener en una familia la
disfunción de uno de sus miembros.
Igualmente,
no era Howard Phillips un gran escritor de los diálogos internos de
sus personajes, de hecho, es muy complicado, sino imposible, destacar
alguno. Lo importante es cómo avanza la historia, cómo se despliega
el mecanismo argumental que nos lleva a sacar ciertas conclusiones,
que de todas formas se nos explican en el propio texto por si nos
hemos despistado. No hay grandes cambios estilísticos en esta novela
corta que lo hagan destacar sobre otras, y aún así, siempre le ha
rondado una polémica por la “colaboración” de Derleth, a quién
no pocos acusaron de trastocar en demasía los textos de su difunto
colega con la intención de mejorarlos. Aunque se supone que este en
particular era un primer borrador...
A
última hora, da igual. “El extraño caso de Charles Dexter Ward”
es una gran obra, una de mis lecturas favoritas, y ni siquiera por su
“calidad literaria” o sus giros en la trama. Ciertamente, me
gusta mucho cómo está escrita y lo que cuenta, pero lo que más me
gusta es lo mucho que consigue sorprender, y porque significa una
cosa muy sencilla: que los quieroynopuedo, los medianías,
podemos aspirar a algún tipo de gloria. Puede que no sea una gloria
con mayúsculas, y puede que sea una gloria “asistida”. Pero al
igual que en “El extraño”, consigue girar una tuerca extraña
dentro de nuestra cabeza, y las cenizas en las que un día nos
transformaremos no pueden mas que quitarse el sombrero.
PD:
Prometo que el bitácora no se acabará transformando en un “Fran
nos cuenta su vida” y ya sé que mi idea era alternar los artículos
de cultura con los de conducción. Pero como dice la sabiduría
popular, “el blog es mío y le pongo los pantalones campana que
quiero”.
Genial artículo. Yo, como fan irredento que soy del huraño escriba de Providence, disfruté muchísimo con la lectura de Dexter Ward, aunque no llega a la cumbre de su obra que es "en las montañas de la locura".
ResponderEliminarPor cierto, en breve apunte acerca de las adaptaciones cinematográficas echo en falta la genial aproximación de Carpenter "en la boca del miedo" con un alucinante -y alucinado- Sam Neill. Excelsior!
Muchas gracias por sus amables palabras, ciudadano, me he olvidado de la peli de Carpenter porque ya hablé de ella en el articulo sobre sus tres films en pack, es probablemente lo mejor de JC, pero es más una cosa de metalenguaje cinematográfico (¡cultureta!) que una peli de terror al uso o adaptación cinematográfica, pero grande es un rato. Por cierto Ciudadano, a ver si nos vemos en un bareto de mala muerte como suele ser habitual
EliminarLo único que no me quedó claro es quién escribió aquella nota que apareció en el bolsillo del doctor Willet hacia el final de la historia. ¿Me perdí algo?
ResponderEliminarVaya hombre, Blogger vuelve a hacer de las suyas, pensaba que se había quedado "grabada" mi respuesta. Confieso que he tenido que mirar la entrada en la Wikipedia, pero se supone que la entidad que el doctor invoca casi sin querer es la que le deja la nota. Creo recordar que en la narración tampoco se deja del todo claro, pero... recordemos que es un relato que se supone es un primer borrador corregido después por otro señor, así que imagino que cabos sueltos le debieron quedar....
EliminarEnorme articulo. Ahora me estoy leyendo "La casa en el confín de la Tierra, de W.H. Hodgson, y junto con la lectura de este escrito me entran ganas de desempolvar toda la obra de Lovecraft y de pedir a Amazon el Necromicón versión bolsillo para que lo Cósmico nos engulla de una puñetera vez....
ResponderEliminar¡Muchas gracias! La verdad es que ahora repaso el articulo y me doy cuenta de todos los errores, pero... paso de editarlo, así me recuerdo las cagadas. Aunque Lovecraft me sigue apasionando reconozco que no es para todo el mundo, como bien me recuerda El Tipo de La Brocha - cuyo blog es muy recomendable - hay veces que sus descripciones o la resolución de las tramas pueden resultar un poco desesperantes. Ah, y recuerda: https://onsizzle.com/i/hey-cthulhu-can-you-grant-me-a-wish-i-wish-2229457
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