Fotos
malas de mi móvil, crítica del concierto en el Estadio Olimpico de
Sevilla (13 de Mayo de 2012) y disertaciones varias... muchas
disertaciones varias
La cola nada más llegar |
En el libro “El
auténtico Springsteen” (una biografía al uso, prologada por,
quién si no, Manuel Fuentes), Eric Alterman termina su periplo por
las andanzas de Bruce con su descripción de un concierto en París.
En su narración de los espectáculos comenta que “a pesar del
anti-americanismo de este continente, la capital francesa podría
haber sido cualquier ciudad estadounidense durante esta actuación”.
Aquí creo que Alterman erra el tiro fulminantemente, si algo tiene
un artista de la talla de Springsteen – incluso mas allá de sus
méritos creativos – es la capacidad de exportar la experiencia de
su show a cualquier recinto del mundo.
Siguiendo esta lógica,
Oslo, Copenhaguen o Sevilla podrían haber sido cualquier ciudad del
medio oeste americano durante los últimos años de giras de
Springsteen. No es un dato que tomar a la ligera, si se ven los
vídeos que habitan en Youtube, se podrá ver la complicidad que
consigue el de New Jersey con los públicos de diferentes países, es
muy parecida. Especial mención se podría hacer del concierto de
Barcelona durante la gira de “Tunnel of love”, en la que la
audiencia parece entregada desde el minuto cero. (Si lo encuentra,
porque de cara a este articulo lo quise ver de nuevo y parece haber
desaparecido del Inter-Universo).
No es para menos, creo
yo, Springsteen representa – o parece querer representar – el
rockero definitivo, el espíritu del entertainer,
del cantautor protesta, del maestro de las baladas con suficientes
dosis de atrevimiento para que el crítico con experiencia no se
llegue a sentirlo como un placer culpable por escucharlo, pero
siempre con todo el respeto posible por la tradición folk y soul.
Pizcas y elementos de Roy Orbison, Bob Dylan, Elvis Presley, Joe
Strummer y Peter Gabriel: todo en uno, con musculatura añadida y
vaqueros sudados.
Esa clase de actitud le
ha valido no pocas críticas, aún a día de hoy no tengo claro si
los Traveling Wilburys – supergrupo formado por George Harrison,
Tom Petty, Jeff Layne con los propios Orbison y Dylan – estaban
rindiéndole homenaje o cachondeándose de él en el tema “Tweeter
and the monkey man”, o cuando David Letterman bromeaba sobre cúal
de las siguientes cosas no aparecerían en las letras de Bruce: a)
Alguien conduciendo por una carretera, b) alguien conduciendo por New
Jersey, c) alguien conduciendo con una chica a su lado, d) Chopsuey.
Es comprensible, incluso yo a veces he llegado a pensar que si volvía
a escuchar la expresión “union card” (carné de sindicato) en
una letra de este hombre, iba a vomitar.
Los fanzines siguen vivos... |
Siguiendo con la
literatura musical, en su libro “David Bowie, una extraña
obsesión”, David Buckley afirma que el autor de “Space Oddity”
miraba con cierta envidia la capacidad de Springsteen de presentarse
tal y como era frente a su público, mientras que Bowie tenía que
recurrir al artificio, a las excusas artísticas pretenciosas, a los
excesivos recursos escénicos para conectar con la gente. Buckley, al
igual que Alterman es un fan convencido del objeto de su opúsculo y
podría poner las cosas en su sítio argumentando que las camisetas
ajustadas y los vaqueros lavados a la piedra de Springsteen son tan
artificiosos como los mil y un modelitos de Bowie. El arte, pop o no,
siempre es artificio, ya sea Donovan, Lady Gaga, Marilyn Manson o
Pearl Jam, los cantantes, los actores, los artistas en general,
tienden a presentar una imagen que en parte nos da trazos de su
personalidad, pero también es aquello que los asesores de imagen
creen que va a resultar mas atractivo a los posibles fans.
En este sentido, la
actitud de Springsteen de hacer música para “el hombre de la
calle”, parece haberle funcionado. De forma casi universal. ¿Cómo
se hace eso? ¿Cómo alguien de un país con unas coordenadas
culturales y sociales tan diferentes (o eso parece) del nuestro puede
hacer que 35.000 personas se gasten una media de 70 euros para ver a
este sexagenario desgranar su repertorio durante cerca de 3 horas? La
explicación es muy sencilla, al igual que U2 o Madonna – por
nombrar otros dos grandes nombres que han pasado por el Olímpico
hispalense -, Bruce apela a aquellas partes de nuestro cerebro que
aceptamos universales, pero dándoles un giro propio, evitando el
síndrome del “mínimo común divisor”. Cuando se trata de
Springsteen siempre pongo el mismo ejemplo: al cantar sobre un chico
que “trabaja toda la noche para comprar un vestido/anillo de
diamantes/inserte regalo a su chica”, el Boss pone en solfa algo
por lo que hemos pasado muchos mortales, quiero decir, ¿Quién no ha
cogido un trabajo de mierda para comprarle algo bonito a su novia?
¡Por Dios!
Ahora, ese giro propio,
que a muchos les podría - y me consta que a veces es así –
alienar, es el de un hombre que, efectivamente, coge la carretera
(esté viva o no) y recorre las ciudades americanas con sus desiertos
repletos de cactus para retratar las obsesiones, los sueños y
pesadillas de una nación, la suya, que gracias a la industria del
cine y toneladas de referencias en la cultura, es casi también la
nuestra. Jordi Sierra i Fabra, escritor todoterreno, ya retrató en
un par de ocasiones, de forma mas bien paródica, la obsesión de
Bruce por cogerse un camión, la guitarra y la grabadora para buscar
nuevos temas para sus canciones. Eso tendría que ser lo excluyente
para nosotros, en un país en el que los camioneros van con imágenes
de Camarón y escuchando a Camela, Bruce tendría que ser una suerte
de dibujo animado, una versión en tebeo del pistolero fuera de su
época que lucha por integrarse por una realidad que no entiende.
Nada de eso, quizás por
el hecho de cantar en inglés, Springsteen gusta por igual a todas
las clases sociales en España, quizás porque muchos no saben qué
es lo que dice realmente. Por otro lado, su compromiso con la clase
obrera sigue siendo lo bastante fuerte (por lo menos de cara a la
prensa), como para seguir situándose lo mas a la izquierda que se
puede posicionar uno en los Estados Unidos sin recibir una visita de
los Hombres de Negro. Y no solo eso, todavía se le puede ver en
cualquier playa,
exhibiendo un físico indecente para su edad y cantando su clásico
“Born to run” enchufado a una guitarra y ampli baratos. Él es
así, accesible y enérgico, un genio de andar por casa.. Obviamente,
eso no le libra de tener sus propias sombras, al igual que a Paul
McCartney, el obsesionarse en ser representado como “un tipo normal
que compone canciones” es un tiro que te puede salir por la culata.
Si Macca cometió el
error de creer que el amor de su público le iba a dar una visible
victoria moral en su divorcio con Heather Mills, Springsteen cometió
todos lo errores de libro que se puede permitir una estrella a la que
le acaban de dar la llave del paraíso comercial: se peleó con su
manager, grabó un disco diseñado para no vender (“Nebraska”, el
primero de varias aventuras depresivo-acústicas), se casó con una
actriz y modelo para divorciarse al poco (cuernos con Patti Scialfa
de por medio, cuernos fotografiados y tras el divorcio, boda con
Patti), y se mudó a Los Angeles (a tomar por culo la clase obrera)
para firmar lo que muchos consideran sus dos peores discos: “Human
Touch” y “Lucky Town”.
Es aquí donde entronca
mi relato personal con la música de Springsteen. Como mucha gente,
me veo tentado de escribir un articulo en plan “Bruce y yo”,
sobre cómo su música me ha influido, cómo me ayuda a levantarme
por la mañana y lo mucho que significa para mi. Pero no soy un
fanático del Boss, aunque es cierto que “Human Touch” fue la
primera canción que escuché siendo consciente de a quién estaba
oyendo. Entrar en contacto con un artista mediante su peor época u
obra no es raro. De nuevo, es muy probable que Bowie reciba muchos
halagos de parte de adultos que cuentan lo mucho que les gustó
“Dentro del
laberinto” cuando eran niños, olvidando que en ese momento,
David había firmado el deshaucio artístico con álbumes en los que
parecía querer imitar sin gracia a Phil Collins o Mark Knopfler.
Otro clásico de los conciertos... |
Nunca me compré “Human
touch”, ni la otra obra que apareció simultáneamente, ya
había empezado a engancharme al progresivo y, para empezar, las
portadas de Bruce me echaban para atrás. Comparadas con los diseños
de Hipgnosis o Roger
Dean, me parecían retratos chapuceros. Pero me gustaba todo lo
que iba saliendo por la radio escrito por este hombre, incluso la
canción que no parecía gustarle a nadie en mi instituto, “Streets
of Philadelphia” me parecía grande, quizás porque para
entonces yo entendía ya que el de New Jersey era un maestro y hay
que respetar a los maestros porque a veces sus obras mas discretas y
menos musculosas ofrecen mas que el enésimo desgaste de adrenalina.
Mas tarde vino una canción que, esta sí, me hacia pegar botes cada
vez que la escuchaba, “Murder Incorporated”, uno de los inéditos
de su “Grandes Éxitos”. Aún no entendía por qué era tan
importante que se tocara con la E Street Band o cómo era posible que
Scorsese dirigiera un documental sobre él, pero poco importaba.
David Bowie consiguió
rechazar su papel como estrella del pop al uso, de trajes caros y
música blanda a través de una serie de discos cada vez mas
arriesgados y vanguardistas, hasta hacer daño a sus ventas. Por su
parte, el Boss dejó Los Angeles y volvió a apostar por la formula
de la introspección acústica, “The ghost of Tom Joad” lo
representó bajo una luz que pocos habían visto, con una apariencia
física y una forma de entregar sus composiciones que enlazaban, de
nuevo, con Pete Seeger, Dylan o Woody Guthrie, aunque con una
espalda mucho más ancha, que para algo tiene personal trainer .
Pero en este caso, lo que lo hacía mas significativo, quizás hasta
siniestro, es que se trataba de un cantante al borde de ser un has
been (una estrella desgastada, un poco mejor que ser un wannabe,
un imitador que nunca llega al nivel de las estrellas de verdad),
Springsteen parecía estar suicidando al Dios del Rock.
Momento de reflexión artística |
Y en estas, se volvió a
reunir de forma permanente – salvo pequeños escarceos eventuales -
con la E Street Band, lanzó su caja de 4 Cds “Tracks” e inició
una nueva gira internacional cuya manga europea arrancó en Barcelona
(que se ha transformado más veces en una ciudad del medio oeste
americano en más ocasiones de lo que uno puede recordar), para
recordar a todo el mundo quién es “el jefe”. Servidor no pudo
asistir a nada de esa gira, en parte por un tema económico, en parte
porque las entradas tardaron un parpadeo en agotarse, pero lo que
acabó por convencerme (por si hubiera necesidad) de que la música
de este hombre me gusta de verdad, aunque nunca me haya planteado
comprar TODO lo suyo, fue ver en la biblioteca pública (de aquí, de
Sevilla) el DVD de sus conciertos en el Madison Square Garden.
No sé de quién fue la
idea de poner DVDs de conciertos usando el proyector y los altavoces
del salón de actos, ni sé lo que pintábamos los cuatro gatos (cada
uno separado por varias sillas de distancia) sentados como público,
viendo como 10.000 neoyorquinos – más los probables adosados de
otros rincones del mundo - vitoreaban el nombre de Springsteen en
algo que se parecía mas a un abucheo
(¡¡¡Bruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuce!!) que en las ganas locas de
unos fans por ver a su ídolo. Como no podía ser de otra manera, la
crítica musical del momento trató buena parte de aquel reencuentro
del Bruce bombástico y rockero con el desdén que se merecen estas
reuniones: que si ya no es lo mismo, que si se han transformado en
una parodia... Yo solo podía ver un despliegue de buenas canciones,
entregadas con energía y convencimiento, vale, lo de lanzar la
guitarra al aire para que el técnico la coja es un detalle un tanto
chorra e innecesariamente arriesgado, pero hizo que un compañero de
“concierto virtual” y servidor nos miráramos para comentar “¡la
madre que lo parió!”. Aunque Mike Rutherford, de Genesis, también
puso a prueba a su técnico de guitarras con esta maniobra en su día.
Aquí estamos... |
Desde entonces supe que
tenía que comprar ese DVD y que tenía que intentar ver a Bruce en
directo un día de estos. El problema es el mismo que se suele tener
en estos casos, como dice la
señora de este crítico, Springsteen se ha transformado en un
punto en la distancia, salvo que uno esté dispuesto a echar horas y
horas en la puerta del recinto en el que va a tocar. Llegados a este
punto, podría decir que los fans del de New Jersey son muy hardcore,
que viven la música de su ídolo como nadie y bla, bla, bla... Para
ser sinceros, conozco especímenes muy sacrificados por los artistas
mas diversos, hasta yo he ido a otro país – en tres ocasiones –
para ver a un grupo en particular. Cierto es que los fans de
Springsteen tienen una conexión muy especial con el cantante, en
parte por la propia cercanía de los temas que trata, en parte porque
el propio cantante ha intentado siempre tener la mayor conexión
posible con su público, dentro y fuera de los recintos en los que
toca.
Básicamente, es difícil
verlo de cerca porque tiene muchos fans, que estos sean mas agonía
que los admiradores de otros artistas se puede dejar abierto a
debate porque también es complicado ver a Lenny Kravitz o a Bono en
primera fila. Si uno suele actuar frente una media de 10.000
personas, ponerse el primero siempre va a ser complicado.
Afortunadamente, incluso para esto, Bruce tiene una política
especial, pero ya me extenderé sobre ello mas adelante.
Tras un par de giras con
la E Street Band, Springsteen recaló en el sur para tocar los temas
de su tributo a Pete Seeger, “We shall overcome”, una propuesta
folkie y alejada de su vertiente mas rockera. Me planteé ir de forma
muy breve, a fin de cuentas no era la clase de espectáculo que
quería ver de parte de este hombre, así que lo dejé correr.
Obviamente, no fui el único que pensó así, la venta de entradas en
toda la gira se resintió y por una vez, uno podía verlo de forma
más relajada. Puede que el error fuera contratar grandes recintos y
algún estadio para lo que parecía ser, básicamente, un
divertimento de artista consagrado. En contraste, cuando realizó su
tercera incursión en el terreno de cantautor oscuro, “Devil and
Dust”, los pequeños teatros vendieron todo el papel a la velocidad
de la luz. Todavía me acuerdo de la sonrisa condescendiente de una
azafata del londinense Royal Albert Hall – yo estaba allí por
otro concierto y su aparición acústica era apenas unos días
después – cuando le pregunté si quedaban entradas para el show de
Bruce, como diciendo “llegas muuuuuuy tarde”.
Aquí estamos, toma 2 |
¿Llegaría a ver al
Bruce rockero antes de que tuviera que hacer sus rutinas escénicas
sobre una silla de ruedas? Lo mas cerca que estuve, antes de volver
de Madrid en una ocasión, fue pasar cerca del Palacio de Deportes,
momentos antes de que empezara un concierto de la gira “Magic”.
Por suerte o por
desgracia, el ayuntamiento de mi ciudad, Sevilla, llevaba años con
la táctica de traer grandes artistas internacionales al Estadio
Olímpico, en una maniobra que se asemeja al pretérito presidente
del Sevilla FC, Luis Cuervas, cuando traía a una gran nombre del
fútbol por temporada, dejando las
arcas del club tiritando. El estadio pertenece a esa época en la
que soñamos con ser sede de unos Juegos Olímpicos, una estructura
que se propuso hasta para albergar a los dos equipos de fútbol de la
ciudad, y por supuesto, con los años se ha intentado darle todas las
salidas posibles, con ,a veces, resultados exiguos. Sevilla puede que
tenga un color especial, pero su querencia por la música es un poco
extraña. Los continuos “pinchazos” de los mas diversos artistas
– el concierto de los Guns'n'Roses del 92 tiene tintes de desastre
épico, por tratarse de una banda en su mejor momento comercial –
en la capital hispalense han provocado la alergia de muchos grupos a
la hora de visitarnos.
Si está leyendo este
artículo, ya sabrá que Springsteen no llenó en esta, su última
visita, tal y como han relatado muchas reseñas. Ahora, tampoco
agotaron el papel ni U2 ni Madonna, ni el propio Bruce hace 3 años.
Ergo, no
entiendo la sorpresa de este articulo, ni la de un tal “Lester
Bongs” - ah, el fino humor – en una charla
digital con el mítico Diego Manrique. Le tengo mucho cariño a
Manrique, la suya fue una de sus voces que narraron el primer
concierto que vi de Genesis en su totalidad – por televisión – y
me gusta mucho el tono ácido que le pone a todo lo que escribe,
aunque a veces exagere. A él le tocó poner los puntos sobre las ies
al respecto a lo que sucede en Sevilla, recordando una discusión con
Richard Branson sobre la apertura de un Virgin Megastore y el
batacazo posterior. Yo no sabía que se nos conoce como “la
excepción sevillana”, pero está claro que en el grueso de la
población hispalense no entra el gastarse los dineros en música.
Incluso yo, que tenía
tan claro ir en el 2009, dudaba de si repetir la experiencia, pero
después me acordé que me pongo un tema de Springsteen todos los
días, que semanalmente veo el Blu-Ray de Hyde Park o los incluidos
en la caja con la remasterización de “Darkness at the edge of
town”. “¿Qué dices Fran?” “¡Claro que tienes que ir!” Y
por supuesto que me acabé comprando la entrada, aunque solo fuera
por la cantidad de cosas que han pasado en mi vida desde la última
visita de la E Street Band.
Este blog, insisto, no es
“Fran os cuenta su vida”, y es absurdo acotar la existencia de
uno en base a los conciertos de un artista, puestos así, podría
haber escrito otra crítica sobre el concierto de U2 que se titulara
“U2, 13 años después” (asistí a un concierto de la gira
“Popmart” en Madrid), y no es que el cuarteto irlandés no me
resulte significativo – me gustan, y mucho – pero por algún
motivo, las circunstancias en las que se han producido estos dos
shows de Bruce son tan parecidas y al mismo tiempo tan diferentes,
que supongo que era inevitable realizar un paralelismo.
Y en tres años pasan
muchas cosas. En el caso particular de Springsteen (nótese como
evito hablar de mis cosas), una de las mas grandes fue perder a
Clarence Clemons, el saxofonista que posaba junto a él para la
portada de “Born to Run”, y uno de sus amistades mas duraderas.
Cuando tocaron aquí, dentro de la gira de “Working on a Dream”,
Clarence ya tenía síntomas de hombre mayor y hasta cierto punto
cansado. Se pasó buena parte del concierto en su sillón – hacía
ya tiempo que se había operado las piernas - seguía repartiendo
sus líneas de saxo, o haciendo coros mientras aporreaba una
pandereta, pero estaba lejos de la energía destilada en otras
actuaciones. Aunque la amistad entre el cantante y el saxofonista fue
una piedra angular durante muchos años de la banda, no pocos podrían
resaltar el hecho de que Springsteen, al menos en dos ocasiones,
asumió la decisión de romper los lazos con el grupo. Incluso las
grandes historias de amistad tienen bajones. Por eso no son pocos que
ven forzado el compañerismo, las chanzas de muchachitos traviesos o
la ira que parece atravesar la garganta del Boss cuando declama
algunas de sus letras mientras lanza miradas furtivas al
teleprompter.
Pero por algunas de sus declaraciones, se deja ver que Bruce es
consciente de esa parte artificiosa de su propuesta, no es tanto lo
que vende, es lo que le gustaría vender, la E Street band es ese
grupo de corsarios con corazón que salen en las películas a los que
gustaría unirte.
La muerte de Clemons
llegó en una tesitura, sin duda, extraña. Acababa de estrenar una
película-documental
en la que narraba su experiencia de búsqueda de su identidad,
alejado de su fama, preguntándose quién era realmente, aparte del
gigantón que tocaba el saxo sobre un escenario. Para cuando vi a
Bruce en aquel concierto, también faltaba sobre el escenario Danny
Federici, otra de las columnas de la E Street Band. Aquejado de un
melanoma, Federici tuvo la oportunidad de despedirse de su público
tocando un último concierto cuando su dolencia estaba en una fase
terminal conocida por muchos e incluso, como Clemons, grabar sus
entrevistas para el documental sobre “Darkness at the edge of
town”. Queda ya muy poco, entonces, de la primigenia E Street Band,
ni siquiera el teclísta cuya casa (la de David Sancious, cuenta la
leyenda) se situaba precisamente en la calle E de Nueva Jersey es
parte del grupo desde hace décadas. Básicamente, aparte del
“núcleo” de Weinberg, Bittan, Van Zandt, Logfren y Talent, la “E
Street band” casi significa “los músicos que acompañan a
Springsteen”, sobre todo ahora que tienen añadidos un violín,
coros y una sección de vientos.
En cualquier caso, todos
ellos conformaron un “muro de sonido” - término que se acuñó
para definir el sonido del adorado productor tarado, Phil Spector,
admirado por Springsteen y a cuya ex-mujer el Boss cosió a preguntas
sobre técnicas de grabación -, que arrancó el segundo concierto
hispalense de Bruce tras un poco de banda sonora de Morricone con...
Malas tierras
...la misma canción con
la que arrancó en su anterior visita, la misma con la que empieza
“Darkness at the edge of town”... “Badlands” (que comparte
título con un film de Terence Mallick) es uno de esos puntales de
energía de su repertorio y uno de mis temas favoritos, aunque tengo
que reconocer que en ese momento servidor se encontraba un poco de
bajona. Tras hora y media en la cola para entrar – yendo con la
hora justa para llegar cuando se había prometido la apertura de
puertas – resistiendo los cambios de sol-nube-chispeo de
lluvia-bochorno, aguantando al club de fans italiano “used cars”
- divertidos durante los primeros cinco minutos cuando cantaban
“Thunder Road”, desesperantes cuando repasaron el repertorio de
canciones italianas de borrachos – y con una cerveza aguada en el
cuerpo, me tuve que ir a la barra y pedirme una coca-cola de tres
euros (¡ouch!) para venirme arriba de nuevo.
Desventajas de irse solo
a un concierto, supongo. En cualquier caso, no tardé en volver a mi
posición original, cerquita de la primera fila detrás de la zona
VIP. Ya he dicho que Springsteen tiene fama de cuidar muy bien a sus
fans, cuentan los rumores que el mismo día del concierto, a las
nueve de la mañana se repartieron los brazaletes para dicho sector
(imposible para mi, por estar en a grabación de un cortometraje),
que no tiene barra privada ni un pase para la prueba de sonido como
otras jugadas sacacuartos. La zona VIP da derecho a ver a la banda
más de cerca con la facilidad añadida de entrar y salir cuando uno
quiera, simple y llanamente, la prensa se sitúa detrás de su
barrera, al lado de uno de los cámaras que captan lo que vemos en
las pantallas gigantes.
Nice job if you can get it |
Bruce no quiere que los
fotógrafos estropeen la experiencia musical de los asistentes, por
mucho que estos se pasen buena parte del concierto con los móviles
en alto, produciendo mas material de vídeo en una noche que el grupo
en sus primeros años. De igual forma, nada de emisoras televisivas,
el Boss – o mas bien, su gente -, cede una pieza con la realización
extraída de las pantallas. En el concierto anterior fui acompañado
por un colega cámara a quién le comenté dicha jugada, al rato me
respondió: “no me extraña que prefiera mandar una pieza él,
porque la realización es de puta madre”.
Efectivamente, uno podría
quedarse mirando a las televisiones gigantes y quedarse extasiado la
elegancia los planos, los fundidos, la calidad de imagen... Pero no
estamos aquí para considerar lo oportuno de unas pantallas en
formato “ficha de Tetris”, sino para escuchar música. Y ver cómo
el grupo la ejecuta en vivo.
Mi parte favorita de
“Badlands” (aparte de cuando el público corea una melodía del
piano en la parte intermedia) sigue siendo “el pobre sueña con ser
rico, el rico con ser rey, y el rey no estará satisfecho hasta
dominarlo todo”, incluso en el corazón del humilde se esconde la
semilla de la ambición. El nivel no baja después de esta descarga
de adrenalina, la nueva “We take care of our own”, con su ritmo
casi marcial se impone como una demostración – mas adelante habrá
varias – de que el Boss no es un autotributo nostálgico, que los
discos de estudio no son una excusa para tocar los grandes éxitos
una y otra vez, como sucede, por ejemplo, con los Rolling Stones.
Springsteen siempre ha tenido material en la guantera para regalar, y
“Wrecking Ball”, el tema-título de la nueva obra ya apareció
como “extra” en el DVD de Hyde Park – gira “Working on a
dream” - aunque, ahora suena mucho mas compacta y menos monótona.
El público, que ya estaba entregado desde el minuto cero – o el
-10 - ahora parece incluso darle un mayor apoyo al cantante, desde
luego mucho más que en su anterior visita.
Si, la cámara tiene un muñeco de Glenn Quagmire... |
Una bandera
estadounidense y otra española flanquean al grupo, colgadas de las
torres de TV. Un buen juego de luces y otra pantalla en formato 16:9
ocupan el fondo del escenario, desde luego un montaje de estadio, que
contrasta con la presentación tan espartana de los vídeos en
directo de este hombre, que ahora salta con “Death to me hometown”,
casi celta. La sección de vientos toma su posición y después llega
“My city of ruins”, muy lejos del lamento que pudiera sugerir su
título. “Trapped”, con sus subidas y bajadas contrasta con el
nivel festivo de “Out in the Street”, en la que parece que el de
New Jersey conjuga los espectros de las tardes y noches de su barrio,
de todos los barrios. A continuación decidió dedicar “Jack of all
trades” a los miembros del 15-M.
Bruce ya había
chapurreado español anteriormente, para saludar – esta vez no
señaló el “mucho calor” que hacía, quizás porque la visita
estaba siendo durante un mes con una temperatura algo mas benevolente
– y para hablarnos de los ausentes, que no solo incluían a Clemons
y Federici, sino también a Patti Scialfa, que estaba “en casa,
cuidando de los niños”. Otro miembro de la E Street Band al que
parece que nunca veré en directo. En fin, con la presentación de
“Jack” hubo una aprobación casi generalizada por parte del
público con aplausos, con alguna tímida pitada de fondo. No creo
que si a uno le gusta la música de un artista tenga que comulgar con
su espíritu ideológico, (si lo hubiera), pero ya digo que
Springsteen no oculta sus simpatías por las vertientes mas
progresistas de su tierra, dentro de lo que cabe. Por supuesto, se le
podría acusar de “abuelete progre”, pero desde mi punto de
vista, sería mucho mas incómodo que un músico de este perfil no
dijera nada a este respecto cuando se le pregunta, como sucedió en
la prueba de sonido / rueda de prensa, del día anterior.
Quizás por su forma de
componer, quizás por lo inmediato de su propuesta, los discos del de
New Jersey siempre han parecido responder al espíritu del momento,
salvo sus lapsus de AOR a principios de los noventa y sobre todo
después de su reunión con la banda de la calle E. “The Rising”
era una respuesta a la herida que habían supuesto los ataques (o lo
que fuera aquello) del 11-S, “Devil and Dust” y “Magic”
parecían ilustrar la decepción de un nuevo conflicto bélico y
sobre la forma de manejar al público americano que tuvo el gobierno
de Bush, mientras que “Working on a dream” quería ensalzar las
posibilidades de una nueva época.
Por supuesto, ser
“demócrata” en Estados Unidos no significa lo mismo que aquí,
pero algo del espíritu de “romper lo antiguo para crear algo
nuevo” parece permear en los temas del álbum “Wrecking Ball”,
y “Jack of all trades” parece ser un buen ejemplo. Quizás Bruce,
como buena parte de los ciudadanos mundiales, mira con mas desprecio
o ira que con resquemor a las causas de esta actual recesión
económica. No está mal algo de escepticismo en un hombre que parece
creerse tanto o mas que sus fans, frases como “yo creo en la tierra
prometida”.
Después, un ritmo de
hi-hat, o como lo quieran llamar, avisa la llegada de un tema que me
pilla por sorpresa. ¡”Candy's Room”!, suelto mi primer
“¡hostia!” de la noche en voz alta. Uno de mis temas favoritos
de “Darkness at the edge of town”, con sus cambios y su épica
romántica desgarrada, con ese mini solo de Steve Van Zandt en medio
que paraliza toda la canción durante unos segundos. Genial. Por si
el precio de la entrada no hubiera sido ya compensado, este tema
termina por convencerme de que TENIA que venir a este concierto.
Petición ignorada... :( |
Tras este grito primario
por intentar ser el chico de Candy, viene uno de los momentos mas
celebrados de “Born to run”, la mas directamente romántica
“She's the one”, que tiene de nuevo al público dando botes y
soltando “Yeahs!” en los momentos que toca. “Darlington County”
y “Shackled and Drown” pasan con cierta discreción antes de
regresar a la festividad con “Waiting on a sunny day”. Como si ya
no lo hubiera hecho antes, Bruce se pasea por las pasarelas del
escenario, choca sus cinco con las primeras filas, invita de nuevo a
niños a cantar sus canciones y al resto del público a corear en
consecuencia. “The promised land” llega y ya digo que resulta
difícil no creer en que de verdad lo vive, al menos durante los
minutos que dura la canción.
El “Apollo Medley” te
deja como si una apisonadora gospel hubiera pasado por encima tuya, y
entonces Roy Bittan empieza a tocar unas notas al piano. Mi cabeza
rechaza que de verdad esté a punto de atacar “Because the night”,
pero así es. Lo que fue un tema rechazado del “Darkness” y que
se transformo en el “único éxito” de Patti Smith – según las
propias palabras de la cantante en el documental “The promise” -
es interpretado por Bruce con menos delicadeza que su paisana, pero
igualmente arrastra al público a cantar el estribillo. Segunda
sorpresa de la noche para mi, segundo “¡hostia!” y cada vez mas
contento por haber venido.
Como si dijera “no se
vayan todavía amigos, aún hay mas”, se saca de la chistera “The
Rising” y “Lonesome day”, que deja al público más que
contento y probablemente más cansado que al cantante. Yo no me dí
cuenta hasta que días después vi los vídeos en televisión, pero
aparte de la camisa remangada y el chalequillo de cantante de
orquesta, Bruce también lucía una pequeña corbata, con sus
vaqueros de azul oscuro, en claro contraste con el estilo bucanero de
Little Steven y mas armonizado con las ropas oscuras del resto de la
banda.
El sobrino de Clarence,
Jake Clemons, acapara los solos de saxo de forma más que respetable,
mientras que “We're alive” y “Land of hope and dreams”
cerraron el set principal. Con “Rocky Ground”, la cantante
Michelle Moore pudo brillar de forma fulminante, aunque fue uno de
esos momentos que, en disco, supongo que pudo hacer a mas de uno
arquear una ceja, preguntándose si esto de meter un rap era una de
esas jugadas de artistas veteranos para mantenerse “al día”. En
cualquier caso, queda bien, y despeja algunas dudas sobre ese
supuesto disco de Hip-hop que se supone Bruce grabó alrededor de la
etapa de “Human touch / Lucky town”. Aunque dejando aparte el
tema rap, “Rocky ground” aúna otras influencias de la música
negra, ya decimos que James Brown es tan importante como Elvis en el
Boss.
La siguiente sorpresa,
previa petición del público – los fans suelen ir con carteles
pidiendo canciones, que a veces son tocadas por la banda, por muy
oscuras que puedan llegan a ser – fue el último single de “Born
in the USA”, “I'm going down”. Tras la tranquilidad del tema
anterior, el público estaba más que contento por tener otra excusa
para bailar y saltar. La épica regresa, como no, con “Born to
Run”, con todos nosotros lanzando, una vez mas, “Yeah” y
alzando los brazos cuando tocaba. Que para algo nos sabemos la
canción, coño. Y por supuesto, durante ese parón dramático que
tiene la versión en vivo de este tema, Springsteen dejo que sus fans
toquetearan su Telecaster. Un clásico que a Bruce le costaría mucho
eludir y que nunca defrauda. Para entonces, las luces del estadio ya
estaban encendidas, señal de que nos acercábamos a la conclusión
pero también de que a Bruce no le hace falta grandes despliegues
luminotécnicos dramáticos para subrayar lo gigantesco de su
propuesta.
Sí, lo que lleva en la mano el fan NO es una mirinda |
Otro tema repetido con
respecto a la visita anterior fue “Dancing in the Dark”, otro
tema de “Born in the USA” que aparte de ser una gran canción
tiene el detalle de un vídeo musical protagonizado por Courteney
Cox. Springsteen podría haber quedado como un viejo verde si
hubiese sacado del público a una chica explosiva para bailar de
entre el público – otra de sus rutinas habituales -, pero quizás
consciente de este hecho, o porque no quiere que Patti le espere con
un rodillo detrás de la puerta al volver a casa, - que con Internet
todo se sabe - , Bruce sacó a una niña para compartir pasos de
baile en la oscuridad.
Ni una mano de un fan puede ocultar del todo al Boss, la fuerza es muy intensa en él |
Desde luego el público
estaba menos perdido que cuando en el concierto de hace tres años
cantaba el “Hungry Heart”, con un respetable incapaz de corear
algo que no fuera el estribillo principal cuando el cantante dejaba
el micro al aire para que nosotros rellenáramos los huecos. Un
“Bobby Jean” standard dio paso a otro tema que me alucinó en su
día durante el visionado del concierto en la biblioteca pública,
“Tenth avenue freeze out”, con esa intro de piano que podría
haber salido de una serie policiaca. Yo ya sabía que en este tema se
hacía un homenaje a Clarence Clemons, a fin de cuentas contiene la
línea “el grandullón se unió a la banda”, en referencia al
saxofonista. Lo que yo no sabía era que ese tributo consistía en
parar la canción durante unos minutos mientras en las pantallas se
mostraban imágenes de Clarence en sus diversas etapas, con el
público coreando un futbolístico “¡oeoeooeoe,oeee,oeeee!”.
Pude reconocer la procedencia de bastantes filmaciones –
Glastobury, Madison Square Garden, Ashbury Park... - pero aparte de
lo emotivo del momento me hizo pensar: “¡joder, lo que hay no
publicado oficialmente de este hombre!”
Final del concierto, el
Boss va dando la mano a sus músicos que van abandonando el
escenario, el jefe se despide y nosotros nos vamos yendo, no hubo
“Born in the USA”, ni “Thunder Road”, ni “Glory Days”,
pero tocar lo que todo deseamos le llevaría al grupo un concierto de
cuatro horas, mínimo. En el “chiringuito” que contiene la mesa
de mezclas para la PA y la realización de vídeo, veo algunos flight
cases con la etiqueta “Las Palmas”, siguiente parada de la gira.
La organización... y
pensamientos finales
Está muy bien que se
escalone la entrada al concierto mediante pequeños grupos de gente y
que al entrar en el recinto, unos señores te digan por donde ir para
no congestionar la pista, y para que no corramos, porque total, ya se
han entregado los pases a la zona VIP. Ahora, si esto es así, ¿por
qué solo tenemos una salida por un túnel en la que todo el mundo se
junta en plan marabunta? ¿Por qué se nos echa tan rápido si
desmontar el escenario es una tarea que se lleva a cabo desde la otra
esquina del recinto? La gente en las gradas tenía algunas opciones,
pero los que elegimos estar de pie nos comimos una vuelta la mar de
interesante. Era un poco como si la organización nos quisiera cuidar
mucho hasta que el precio de la entrada parecía haber sido
justificado y ya nos podían abandonar a nuestra suerte. Este no es
un problema de Springsteen, sino la historia de toda la vida en los
grandes conciertos de estadio, porque en los pequeños la prisa suele
estar en transformar la sala en discoteca. Servidor no es Roger
Waters, pero entiendo perfectamente la frustración que trae un
espectáculo en el que solo una fracción de los asistentes han
venido porque son realmente fans del artista, mientras que el resto
viene a apoyarse en la barra, tararean algunas de las canciones que
mas les suenan y comentan la jugada en un tono de voz mas apropiado
para una discoteca que para un concierto en el que buena parte del
atractivo – sino todo – es escuchar la música.
Eso por no olvidar a los
listillos que pegan codazos para colarse en las primeras filas – de
nuevo, un comportamiento que justifica el mimo con el que Bruce trata
a sus fans – o se mueven a alguna posición privilegiada, cerveza
en mano, aduciendo que “se la llevan a su colega”. Pero insisto,
esa es la rutina de los grandes acontecimientos de este tipo, nada
que ver con el Boss en particular. Como tampoco la actitud de la
gente de seguridad: como pasa con la Policía, a nadie le gusta
recurrir a los “seguratas” salvo cuando está en un aprieto, pero
entiende que deben de ser necesarios cuando alguien los pone ahí.
Ahora bien, tras cerca de tres horas desgañitándose, pegando botes
y pagando precios absurdos por la bebida, la comida o merchandising,
es más que probable que los fans quieran llevarse un poco de líquido
a la boca. Bajo la barrera había una caja con botellitas de agua,
probablemente a estas alturas mas calientes que el puchero de mi
madre a las dos de la tarde un domingo, pero agua al fin y al cabo.
Uno de los miembros del staff de seguridad repartió el
contenido de la caja entre las personas que lo pedían... hasta que
un compañero le increpó y le dijo que se dejara de tonterías.
Entiendo que los
musculosos colegas no tienen por qué hacer de camareros, pero la
seguridad no solo consiste en decirle a las chicas que se bajen de
los hombros de sus novios cuando se vienen – literalmente –
arriba, sino también en cuidar de que a la gente no le dé una
lipotimia y sobrecargar a los sanitarios con un trabajo que se puede
evitar con unas medidas la mar de sencillas, no creo que un poco de
agua vaya a hacer un gran agujero en las cuentas de un concierto de
70 euros x 35.000 asistentes = 2.450.000 euros.
Eso concluye el tema de
la organización, de vuelta a Bruce Springsteen, me gustaría decir
que el concierto tuvo un sonido denso y sólido, algo que a mi me
gusta mucho, aunque entiendo que haya gente a la que le pueda cansar
tanto despliegue instrumental: 2 teclistas, tres guitarras, violín,
coros, sección de vientos... solo tuvimos a un bajista, pero Talent
rezuma discreción y apellido para tener esa posición
“privilegiada”. Esta vez Nils no empezó el show tocando “Sevilla
tiene un color especial”, Weiberg toco la batería durante todas
las canciones – en la gira anterior, su hijo tomaba el sillín
durante algunos temas – y Little Steven siguió con su papel de
comparsa perfecto con una sencillez pasmosa, puede que impostada,
pero sencillez. No está mal para el tipo de “Los Soprano”.
No obstante, durante los
momentos mas tranquilos de guitarra acústica y voz – que los hubo
-, se podía advertir que las columnas posteriores de PA, las que
llevaban el sonido a las gradas, tenían un poco de retardo con
respecto a las principales, o quizás su cercanía es lo que provocó
esa sensación, en otras palabras, que aquello no sonaba tan bien
como uno sabe que era posible. Pero eso solo significa un 9 sobre 10,
en lugar de una matricula de honor.
Para terminar, me
gustaría recordar algo: en el libro de Alterman se recurre un par de
veces al discurso de Bono / Paul Hewson, para la introducción de
Bruce en el “Rock and Roll Hall of Fame”, para explicar la
idiosincrasia de este hombre mas allá de su propio arte. Es cierto
que el Boss ha sabido moverse en el negocio de la música y la fama
sin “La colección de cuadros” (¡hola Lars Ulrich!) y otras
excentricidades que solemos asociar al “show bussines”. Pero hay
otro discurso del cantante de U2 (a fin de cuentas, él es muy de
discursos), sobre Frank Sinatra en una gala de los Grammys que creo
se puede aplicar muy bien al de New Jersey: “Conoces su historia
porque también es la tuya”. Probablemente esa frase sea una gran
mentira, no creo que las biografías de Bruce o de Sinatra se
parezcan mucho a las nuestras, tanto en cuanto ellos han llevado una
trayectoria muy definida por su arte. Pero han conseguido transformar
su trayectoria en historias que podemos interpretar a nuestra manera,
porque no se llega a donde han llegado estos hombres sin inventarse o
reinventarse algunas veces, para poder subirse a un tren que lleva
santos y pecadores, porque, nena, vagabundos como tu y yo, nacimos
para huir.
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