Ah
¿Se acuerdan de cuando este blog empezó como análisis del mundo
automovilístico por parte de una persona que no tenía ni idea de
coches? Yo tampoco.
Y mira que es una pena que no hayamos hablado del C5 |
Una
de mis gilipolleces favoritas sobre “La elegancia” es cuando los
expertos sobre el tema – por lo general, gente digna de ser
contertulios de mesa camilla en un programa de María Teresa Campos –
dicen aquello de “la elegancia no puede comprarse”.
Bueno,
a tenor de cómo decora sus casas Donald Trump – ya estaba tardando
en caerle una hostia en este bitácora al futurible presidente del
mundo libre -, podemos decir que desde luego, el buen gusto no puede
comprarse. Como mucho puedes alquilar el gusto de otra persona para
que te ayude a que tu casa no parezca una absurda condensación de
elementos yuxtapuestos tales como el pan de oro o el hule de los
chinos cubriendo la mesa de la cocina. O en otras palabras, una
mierda abyecta, cateta y chabacana.
Y
esto se lo dice una persona cuyos padres no tardaron en transformar
un flamante piso nuevo en una copia casi exacta a la vivienda en la
que habitaban antes de mudarse. Ahí estaban todos los elementos
imprescindibles: la lampara cuyos pequeños cristales hacen que
limpiarla sea una odisea semanal, la mesa de comedor rodeada de
sillas elegantes en las que nunca nadie se sienta para comer – ni
para nada, mucha bronca me cae ya por poner el portátil encima
cuando paso por allí -, y la vitrina en la que la vajilla buena
se puede exponer para... ser
expuesta, básicamente, mientras compite por un poco de espacio por
los recuerdos de los viajes hechos por los hijos y los realizados por
los padres con el Imserso. Por supuesto, eso implica a los perritos
de Cristal de Murano y las máscaras de Carnaval veneciano. Por
supuesto.
¡Ay los perretes! |
Aunque
a diferencia de Jordi Costa, no considero a la revista Wallpaper el
enemigo público Nº 1 – me parece que básicamente Costa
necesitaba un enemigo, cuando aún no se había inventado polémicas
de baratillo con los compañeros de “Vicisitud y Sordidez” - lo
que sí me pregunto es a qué se dedica la gente que vive en esas
casas, por otro lado, perfectamente ordenadas y que dan gusto ver en
foto.
Porque,
vale, mi estudio es un caos enorme en el que si le pidiera a alguien
que me buscara algo, dicha persona acabaría en posición fetal
después de investigar durante cinco minutos entre papelotes,
revistas, libros y discos. Sí, hay que tener mucho cuidado por dónde
se pisa porque en cualquier momento uno puede pisar una pandereta,
enrollarse el tobillo con los cables de los altavoces o darse de
bruces contra el atril en el que están las letras de las canciones.
En serio ¿Quién coño vive ahí??? |
Aún
así, yo me pregunto ¿A qué se dedica los propietarios de esos
inmuebles que llenan las páginas de las revistas sobre decoración
de interiores? ¿Dónde guardan el café? ¿Dónde ven las películas?
¿Dónde escuchan sus vinilos de Jazz? Da la impresión que la gente
que vive en esas casas sólo se dedican a... bueno, a vivir...Lo cual
tampoco me parece tan mala idea... O lo mismo lo hacen todo fuera de
casa, lo cual tampoco me parece mucho peor.
Estoy bastante seguro de que esto es una imagen generada por ordenador |
Yo,
particularmente, creo que podría vivir en cualquier sitio con
abundante luz natural, en el que pudiera poner la música lo bastante
alta como para hacer que los cristales de la ventana vibrasen como si
se vieran amenazados por un terremoto de magnitud 7,3. Opcional sería
la ausencia de vecinos cerca, tan aterrorizables como para llamar a
los bomberos, la policía y a Batman (no necesariamente en ese orden)
para ver qué coño está haciendo el pirado con ínfulas de artista
de la casa de al lado.
Por
supuesto, también me gustaría tener una casa con su parte “bonita
y arreglada”, pero al mismo tiempo estoy bastante convencido de que
siempre habría unos cuantos metros cuadrados de “orden caótico”.
Igualmente,
y pasando al tema de la ropa, está ese tópico de “(inserte
futbolista / actor / músico) es elegante hasta con un chándal”.
Albergo mis dudas al respecto porque en muchas ocasiones se hace
trampa con dicha afirmación, con la que realmente se quiere decir
que cuando un tipo tiene una fisionomía parecida a una estatua de
mármol, y sin pelos al final de la espalda, puede ir en pantalón
pirata por la calle, que todo el mundo se girará para mirarlo.
Pues
muy bien que me parece. Yo escribo esto vestido por mi diseñador
favorito; la tienda Tipo. Bueno, tampoco del todo, los calzoncillos,
las zapatillas deportivas, y la camiseta son de otros diseñadores de
gran prestigio como Puma, Zara o Abanderado. Pero llevo un pantalón
de chándal súper pirata con el viejo logotipo de Marillion
decorando la pernera, además de una sudadera – aún más pirata si
cabe -, con la portada del “Oxygene” de Jean-Michel Jarre. Todo
pirata porque no creo que la buena gente de Tipo haya pagado sus
derechos de imagen a los propietarios intelectuales del logotipo y de
la pintura. Aunque quiero equivocarme.
¿Merchandising oficial? Me da que no... |
Todo
esto para decir que, con toda seguridad, soy el menos indicado para
hablar de elegancia. Pero también me sirve para argumentar ese viejo
adagio de “me gusta vestir de forma que me sienta cómodo” y a la
pregunta de “¿Me siento cómodo con mi conjunto deportivo
ligeramente ilegal?” Pues sí, más que un gatito en brazos.
Empero,
tampoco me presentaría de esta guisa en una cena de empresa. Todo
tiene su momento y su lugar, hoy aprovecho la mañana para ir al
gimnasio porque entro en el curro por la tarde, además, me gusta
llegar a casa con la sensación de estar totalmente agotado, física
y mentalmente. Así uno se queda dormido mucho más rápido.
Y
cuando me duermo ¿Me pongo uno de esos pantalones de pijama y esas
camisetas tan chulas que salen en las series americanas? Pues depende
del frío que haga. Pero lo que ha conseguido esa imagen importada
del cine y de la publicidad es que creamos que realmente uno puede
seguir siendo super chic hasta en la cama. Recordad niños, muchos de
vuestros más dulces sueños se han visto interrumpidos por la
traición de la cena de la noche anterior y la visión del fondo del
water. Ahí os dejo esa imagen.
Además,
os recuerdo que yo soy de Sevilla, una ciudad en la que ya no se
entiende una casa sin aire acondicionado pero en la cual podemos
vivir sin calefacción en nuestros domicilios porque “total, para
el poco tiempo que aquí pasamos frío...” Lo cual, cada vez que
viene un temporal consigue dejar un reguero de resfriados y gripes
que no se lo salta un caballo. No serán muy eróticos-festivos, pero
los batínes de guatiné, las babuchas más gruesas que el kevlar y
los calcetines ovejeros son la mejor vacuna contra estar todo el día
con un goteo incesante en la nariz.
Ahí está un servidor, con la expresión facial de todo cámara cuando está grabando: sí, de estreñimiento |
Y
de mocos va el final de este magna entrada centenaria en el bitácora,
porque así celebramos las cosas por estos lares: hace años se
jugaba un partido amistoso entre Inglaterra y España ¿A quién lo
tocó grabar los calentamientos en el Ramón Sanchez Pizjuan? A mí,
claro. Allí estaba David Beckham, el hombre elegante por
antonomasia, el futbolista en el que (según mucha gente) nadie se
habría fijado de no ser primero pareja y después esposo la Posh
Spice. El mismo señor que hace un anuncio de Whisky que se lleva en
botella de Varón Dandy (vale, es un whisky, pero seguro que sabe igual) rodeado de representaciones correctamente
políticas de minorías étnicas – antes que os echéis encima mía
por racismo, os señalo que lo realmente racista es el lenguaje
publicitario -, el tipo que marca el estilismo del hombre actual,
moderno y ¿Comprometido?
Pues
bien, ese onvre, después de hacer varios estiramientos puso
cara de estar un poco contrariado, tapó uno de sus orificios nasales
y concentró toda su energía británica en desplazar una cosa blanca
de un tamaño considerable desde el interior de su nariz al césped.
Sí, ese césped por el que después rodaría mientras jugaba. Porque
el bueno de David ha amansado fama y fortuna a base de darle patadas
a un balón llevando unos pantalones cortos en los que no se pueden
guardar ni unos putos cleenex.
Piensen
en ello.
PS:
Habrá secuela de este artículo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario