Hace
cosa de un par de meses le comenté en broma al director de la
revista que si incluyese todo el material escrito por mí en el mismo
número, tendría que cambiar el nombre de la publicación por “This
is Fran”. Sí, yo también me di cuenta de que a lo mejor no es la
mejor broma que se puede gastar al director de una revista. Pero se
rió, que es lo importante.
Lo
cierto es que, si bien en el número 139 hay muy poquito firmado por
un servidor – una entrevista a Eric Baule y algunas reseñas -, la
cosa cambia radicalmente para el número 140. Para empezar, el
musculoso y barbudo guitarrista de los Dream Theater, John Petrucci,
tuvo a bien hablar con un servidor durante un rato (no muy largo, me
temo) sobre el nuevo disco doble de su banda, “The astonishing”,
el cual analizo en un destacado hacia el final de revista. Donde
están las reseñas, vaya.
Como
ya he comentado alguna vez en este blog, no hay reglas sobre las
entrevistas. Cierto es que la gente más famosa suele ser más
precavida a la hora de hacer declaraciones, hay otros músicos que se
las toman con una profesionalidad que asusta, si tienes programada
media hora, usan esa media hora hasta el final y no tienen problemas
en responder todas tus preguntas, por peliagudas que sean.
En
el caso de los miembros de Dream Theater (ya llevo 3 miembros
entrevistados, aunque Portnoy estuviese ya fuera de la banda cuando
habláramos), siempre me ha dado la impresión de que, o esperan que
el periodista vaya a por todas, conociendo todos y cada uno de los
detalles de su nueva obra, o no esperan gran cosa en absoluto.
Supongo que por eso nuestras charlas suelen ser más bien cortas, eso
o que la discográfica no nos quiere dar mucha cancha, les doy a
elegir.
En
todo caso, les adelanto que la nueva Opera-Rock de los reyes del
Metal Progresivo me parece un poco bastante coñazo, y puedo asegurar
sin problemas que no es una cuestión de que Petrucci sea más o
menos simpático lo que afecta a este juicio. Porque por cierto, lo
es un rato.
Quienes
sí nos dieron cancha fue la buena gente de Kscope cuando les
propusimos unos 40 minutos para hablar con Steven Wilson. De nuevo,
un artista que me encanta y que respeto aunque en varios casos no
esté en absoluto de acuerdo con su forma de hacer las cosas.
Por
ejemplo, me encantó su concierto de Barcelona en el teatro BARTS,
fue una de esas ocasiones en las que ni me molesté en pelear (o que
la revista peleara por mí) una acreditación. Pagué religiosamente
mi entrada y reserve el tema fotográfico al móvil – lo cual no
deja de ser una pena porque es un show del que se podían sacar fotos
bastante espectaculares -, lo cual, supongo, les explicará por qué
no hubo cobertura de sus shows españoles (siendo el otro en Madrid,
en La Riviera, un recinto a todas luces nada apropiado para un
concierto como el de Wilson). No se trata de que nos den entradas
gratis, sino que hoy en día, en un mundo tan visual como el nuestro,
el hecho de que una crónica no pueda ir acompañada de fotos del
concierto (no se acreditó a ningún medio por deseo del artista), la
deja bastante sosa.
Son
actitudes que puedo entender, y hasta cierto punto están
justificadas a la hora de proteger los bienes activos de un artista,
como puede ser su imagen. Pero al mismo tiempo cabe la posibilidad de
acercarse fácilmente a posturas ridículas: en la cuenta oficial de
Twitter de Wilson, se enlazó un vídeo grabado por un fan de uno de
los conciertos que Steven puso en pie en el londinense Royal Albert
Hall, unos shows que el propio músico admite en la entrevista, están
entre los puntos álgidos de su carrera. El vídeo en cuestión
implicaba a Steven y Ninet tocando en directo “Routine”” (de su
flipante “Hand. Cannot. Erase”). Aunque el tweet
aún está disponible en la cuenta del músico, el vídeo fue
“tumbado” - esto es, borrado – porque “Porcupine Tree Ltd”
(la representación legal de Wilson en temas editoriales) había
realizado una reclamación por cuestiones de Copyright.
Absurdo.
No
fue un tema que tocara en mi conversación con el actual pope del
Progresivo porque se me ocurrían muchos otras preguntas antes que
eso, pero, claro, como soy un malvado plumilla, no pude evitar hacer
una velada mención en los párrafos previos. Y aquí, que es mi blog
y me lo follo como quiero. Por lo general, con amor y cariño. Y al
día siguiente le llamo para saber cómo está, que uno es un
caballero.
Como
habrán comprobado aquellos que hayan leído la entrevista, hacia el
final de ella nombramos a Bowie a la sazón de su nuevo y rompedor
video “Blackstar”, adelanto de su casi póstumo nuevo disco. Por
supuesto, yo no tenía ni idea de que El Delgado Duque Blanco
estuviera tan enfermo y, a tenor de las declaraciones que hizo
Wilson, él tampoco, así que hablamos de su nueva obra con la
ligereza de gente que cree estar ante la enésima demostración de la
increíble creatividad de un genio. Yo aún no me lo creo.
Por
lo demás, creo que ha salido una entrevista muy resultona, en la
cual Steven cuenta algunas cosas con las que me da la impresión la
mayor parte de los músicos se pueden identificar la mayor parte de
los músicos del planeta. Digo yo que cuando uno recibe
felicitaciones por parte del director de la revista y de
la persona que mejor escribe en ella, será porque algo habré
hecho bien.
¡TITO
PHIL!
Nunca,
repito, nunca entenderé la repulsión automática que algunas –
muchas – personas sienten por el bueno de Phil Collins. Y no hablo
solamente desde la perspectiva de fan ciego, como algunos recordarán,
en mi post sobre “Discos
de divorcio” no se le dejaba precisamente bien ni a él ni a su
colega de parranda, el no obstante genial John Martyn. Puedo entender
que los fans más recalcitrantes del Progresivo tengan un cierto
sentimiento de “traición” por el hombre que prefería cantar
“Misunderstanding” en lugar de “Watcher of the skies” (tema
que, por cierto, nunca a llego a cantar en Genesis al sustituir a
Gabriel). E indudablemente, realizó el camino inverso a, por
ejemplo, The Beatles – quienes pasaron de “I wanna hold your
hand” a “Tomorrow never knows” en apenas 2 años – cuando
decidió cambiar las composiciones de más de 10 minutos por temas
pop “sencillos”. (Intentad tocar “Turn it on again”, que os
vais a cagar).
¿Y?
¿Esto te desacredita como músico y compositor para toda la vida? A
ver, yo todavía me estoy recuperando de lo que hizo Rod Stewart con
“The downtown lights” pero eso no quita para que respete al tipo
como artista... Y os lo dice alguien que se leyó pacientemente su
auto biografía. (Nota: Es increíble como el bueno de Rod consiguió
que me cayera rematadamente mal después de leer su opúsculo).
Menos
mal, MENOS MAL, que estoy yo para enderezar las cosas. Con un límite
de 4500 palabras (el dire propuso 4000, pero conseguí echarme
suficiente mierda encima como para ampliar a 500, simplemente porque
me gusta escribir y porque a Brand X había que dedicarle ALGO), un
servidor desgrana los primeros años de la carrera en solitario de
uno de los mejores cantantes, músicos y compositores del mundo... y
sí, eso es más frase de fan ciego, pero también estoy dispuesto a
admitir que las cosas han ido un poco cuesta abajo desde “Dance
into the light”.
¿Habrá
más artículos sobre Phil en la revista? Pues a juzgar por algunos
comentarios en el perfil de Facebook de la This is Rock, lo dudo
mucho, algo que no deja de ser una lástima, pero al menos sirvió
como base para un programa especial bastante entretenido por parte de
Los Garcia en Candil
Radio, aunque insisten en al teoría de que fue Collins el que
cambió las fortunas progresivas de Genesis por las más comerciales,
aunque yo sigo defendiendo que fue una transición más orgánica por
parte de todos los miembros del grupo.
Los
dioses siguen sin responder
Cuando
suceden ciertas cosas horribles, no hay mucho que se pueda hacer o
decir. Digamos
que hacerse selfies delante de las velas y flores dedicadas a las
víctimas de una matanza a manos de terroristas islámicos no ayuda.
Tampoco creo que ayude mucho el dejar que
te graben las cámaras de televisión mientras observas con gesto
taciturno esos mismos recordatorios, ni siquiera creo que reanudar el
concierto que tenías planificado dar antes de las desgracias (o
incluso que estabas dando durante) sirva para aplacar un poco la
sensación de estar indefensos ante tales horrores.
Pero
quizás esto último, el tocar encima de un escenario, o simplemente
estar haciendo lo que se supone que tienes que estar haciendo, sea la
forma más efectiva de no dejarse derrumbar por los acontecimientos.
Lo que sucedió en Le Bataclan y en otros puntos de Paris es un día
particularmente negro para todos los que hemos pisado suelo galo
alguna vez y para la humanidad en general.
¿Más
negro que todo lo que sucede a diario en Birmania,
Fran? ¿Más negro que la forma en que se ven obligadas a vivir mucha
gente en las zonas más desfavorecidas de tu propia ciudad? ¿Más
negro que lo que ocurre en las cientos de guerras sobre las que
ningún medio de comunicación se ha dignado en informar?
No
puedo responder a ninguna de esas preguntas porque, simplemente, no
creo que una vida valga más que otra y todos los que argumentáis en
las redes sociales como si creyerais lo contrario, no hacéis más
que darle la razón al reciente fallecido maestro Umberto
Eco.
Cierto,
buena parte de la tristeza global que generaron los ataques de Paris
se debió a que “pasó cerca de casa”, y en el caso de la
comunidad musical – incluyo a los fans en esto – el golpe fue
especialmente sentido porque, simplemente, cualquiera de nosotros
podría haber estado allí, mierda, una de las víctimas era “uno
de los nuestros”, por así decirlo. Un
tipo que estaba allí porque su pasión por la música le había
llevado a ayudar a las bandas, a estar en medio de la locura
promocional, mano a mano con el merchandising. Probablemente mal
pagado y haciendo todo lo posible para que las cosas saliesen bien.
Un perfil que nos suena a más de uno, creo.
Saco
a relucir todo esto, ahora que aún nos queda bastante para llegar al
primer aniversario de los sucesos (que es cuando TODO el mundo se
pondrá a recordarlo), porque su sombra se proyectaron sobre las
otras dos entrevistas que aparecen en la revista. De hecho, el nombre
de una las bandas guarda una fuerte relación con la locura que
desató los ataques.
“The
mute gods” (los dioses callados) es el nombre del nuevo proyecto de
Nick Beggs, a su vez Dios del Bajo quien, como algunos de ustedes
recordaran, me
ofreció una bandeja de Doritos hace unos años, cuando lo
entreviste en los camerinos del Hotel Auditorium, horas antes de su
concierto con Steven
Wilson. El nombre de la “banda” - como explicamos en la
entrevista, es más “Nick Beggs lo hace todo y sus colegas le
ayudan” - hace referencia precisamente a los callados que se
mantienen los dioses frente a todas las tonterías que hacemos los
seres humanos en su nombre.
Al
igual que la otra entrevista, esta fue una conversación que se vio
retrasada por todo tipo de vicisitudes – no os podéis ni imaginar
una de las ubicaciones desde la que intenté hablar con Beggs-, pero
al final nos echamos un buen rato de charleta y hablamos de Pat
Metheny, lo cual es siempre bueno. Muy bueno. Recomiendo
encarecidamente “Do nothing 'til you hear from me” y si os mola
el dueto final que se marca el señor Beggs con su hija Lula,
entonces no dudéis en echar un vistazo a la carrera en solitario de
la chica. Diametralmente opuesta a lo que hace el padre, pero
igualmente interesante.
En
el caso de Devin Townsend – un habitual ya en este blog y yo casi
diría que en mi vida -, lo acontecido en Le Bataclan fue nombrado
por el canadiense como una de las peores cosas que le habían
sucedido nunca porque él mismo había estado por los pasillos de la
sala probando equipos, además de, lógicamente, tocando en la misma.
Una
ventisca muy horripilante en Vancouver dejó totalmente incomunicado
al simpático Devin el día que iba a tener lugar nuestra charla
telefónica, pero 7 días y después de varias disculpas por parte
tanto de la buena gente de Inside Out como del propio Townsend, pues
pudimos hablar con cierta calma durante buenos 30 minutos sobre su
directo en el Albert Hall (habrá que buscarle un certificado de
recinto progresivo al lugar o algo) con las aventuras de Ziltoid –
el extraterrestre adicto al café -, y sobre “Casualties of Cool”,
una de las mejoras cosas (más sutil y calmada, todo que hay que
decirlo) que este hombre ha hecho en su carrera.
Antes
de terminar esta entrada, me gustaría decir una cosa más sobre los
sucesos de Le Bataclan; tengo sentimientos encontrados sobre todo lo
que han hecho los Eagles of Death Metal después de los ataques. Por
mi parte, había un cierto interés por saber qué se les pasaba por
la cabeza después de lo acontecido. Quiero pensar que dicho interés
era más por el poco instinto periodístico que me pueda quedar a
estar alturas que por el puro morbo.
Del
mismo modo, que las declaraciones se efectuaran en una exclusiva para
la nueva “bíblia de lo cool” que es Vice
(¿En serio??? ¿¿¿En serio????) resulta un poco extraño, aunque
reconozco que tiene un cierto sentido que fuera la plataforma elegida
para una labor tan desagradable. Igualmente, el triunfalismo de la
vuelta a escena del grupo – en
este caso en el Olympia – resulta al mismo tiempo inspirador y
preocupante, sobre todo después de las declaraciones del vocalista
sobre el
control de armas. En fin, es un mundo complicado, y supongo que
cada uno reacciona al horror como puede.
Prometo
más risas la próxima vez.
O
no. En todo caso, menos mal que existe Rosendo.
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