Lo siento muchachos, hoy no hay absenta |
Ya
sé que hace varias entradas en el blog avisé de que me estaba
quedando sin nuevas secciones para éste. Pero como un político en
elecciones o un pringado que liga en una discoteca diciendo que
trabaja como ingeniero: prometer hasta meter... O en otras palabras,
este es mi bitácora y le pongo la peluca afro que más me gusta.
En
este caso, ya ni siquiera analizamos una obra musical / literaria /
cinematográfica cuyo precio es menos de 12 euros, ¡es que es
totalmente gratis! Y lo es porque pertenece a esa farragosa área de
los lanzamientos que se quedan en un limbo legal por los motivos que
sean: que el artista no quiso dar permiso para su lanzamiento (como
el recientemente re-estrenado “Bird on a wire” de Tony Palmer que
documenta la gira en 1972 de Leonard Cohen), porque el productor
decidió quedarse con los derechos de distribución (el directo de
Queen en Montreal del 82) o porque era básicamente una mierda (o eso
debe pensar David Bowie de “Cracked Actor”)
Ergo,
la única manera de conseguir algunas de estas obras es a través de
métodos alegales, y es que
hay una buena cantidad de retransmisiones televisivas, radiofónicas
o de cualquier otro tipo cuya calidad igualan (si no superan) la de
algunos lanzamientos oficiales. Incluso hoy sigue habiendo fans que
opinan que la cobertura que realizó la BBC de los conciertos de Pink
Floyd en 1994 supera al posterior DVD de “Pulse”...¡y es
prácticamente lo mismo!
Ahora
bien, si la ley prohíbe tajantemente compartir archivos de música
extraídos de un CD musical, así como películas cuyo origen es un
DVD/Blu-Ray comprado en unos grandes almacenes: ¿qué pasa con los
conciertos de Radio 3 o con algunos de esos especiales de música que
Tele5 echaba a las tantas de la madrugada de los sábados? Pues que
en un momento dado no hay demasiado problema en compartirlo con otros
fans hardcore de algún
artista en particular. Un ejemplo mas claro aunque no sea musical;
durante años los fans de “Star Wars” se han quejado de que
George Lucas no hace más que sacar en alta definición versiones
modificadas de su obra, dejando la trilogía original relegada al
segundo DVD de sus ediciones de definición standard. Y encima fueron
extraídas de un Laserdisc... No obstante, algunos fans decididos han
llegado a grabar emisiones en HD (de nuevo, para TV) de dichos films,
sin retoques estúpidos ni añadidos sacados de la chistera de ILM.
Triste consuelo, que solo puede llegar a otros fans a través del
file-sharing. Por
supuesto, de “El
especial Navideño de Star Wars”, ni palabra, y casi mejor que
sea así...
El
Dios de la Nieve
Lo
que nos ocupa hoy es el material sobre el que se cimentó “This
is Spinal Tap”, aunque por tratarse de una grabación no
dramatizada, se acercaría más a “The
story of Anvil” o “Some
kind of monster”, en otras palabras, el género que todo fan de
la música devora con la misma pasión que un chef de alta gama se
metería en la boca una pizza después de una travesía por el
desierto (con gusto pero con algunas dosis de asco), redoble de
tambores....¡¡¡EL ROCKUMENTAL!!
Si
amigos, el género en el cual los astros de la música escriben
cartas de amor cuyo destinatario suelen ser su propia persona, en el
que (inevitablemente) se nos cuenta la dura rutina del equipo técnico
sin el cual “nada de esto sería posible”, el mismo en el que se
nos narra que la vida en las giras es dura, pero que todo queda
compensado por el aplauso del público. O eso era así hasta los dos
films mencionados en el párrafo anterior, en los que se nos permitió
comprobar que nuestros ídolos tenían permiso para ser unos capullos
redomados, o, aún peor, que vivir el sueño de la música se puede
tornar una triste pesadilla de conciertos frente a públicos cuyo
número va disminuyendo amargamente hasta encontrarte en un
bar-sótano de Europa del Este, amenazando al dueño del local con
darle una paliza para que te pague.
“Eric
Clapton and his rolling hotel” entra en una categoría, no
obstante, mucho mas divertida: en la del músico tan pagado de si
mismo que se permite lanzar los mas absurdos discursos dentro de un
contexto que (dentro de su cabeza) hacen que suenen como verdades
absolutas. Y para colmo, dirán ustedes, el músico en cuestión es
Eric Clapton.
Como
ya comentamos en nuestro “Especial
Sting”, Clapton pertenece a esa clase de artistas como Elton
John, Rod Stewart o Mark Knopfler cuyas credenciales han sido tan
desgastadas por algunos de sus lanzamientos – o las críticas
vertidas hacia ellos – que les dan la apariencia de ser unos
mínimos comunes divisores: música para gente que no le gusta la
música, carne de KissFM o M80, la antítesis de lo que suena en
Radio 3. La perspectiva habitual es que, en un momento dado (sobre
todo al principio de sus carreras), estos músicos realizaron algunos
lanzamientos verdaderamente rompedores, que son por los que se
hicieron famosos, pero que, tras alguna cura de desintoxicación,
perdieron ese riesgo y prefirieron vivir de las rentas, con discos a
medio gas perfectos para ponerse en los ascensores, pero que tienen
poco que aportar al avance de la música.
Esta
visión de los hechos es muy divertida por varios motivos: Elton
John, por ejemplo, grabó álbumes geniales hasta arriba de cocaína,
y otros innecesarios bajo los efectos de la misma droga, asimismo,
algunos de sus últimas grabaciones “sobrias” no palidecen frente
a sus clásicos. Rod Stewart nunca ocultó que la innovación musical
se la traía al pairo y que lo que él quería era ser una estrella
del Rock y casarse con una rubia detrás de otra, por amor, claro (y
sí, meterse
coca por el recto). Sin duda, a mi también me gustan Arctic
Monkeys, Jet y cualquier otro grupo que ocupe la portada de Mondo
Sonoro, pero al final todos tocamos los mismos acordes.
En
este sentido, y después de su “Unplugged”, es fácil que muchos
vean en Clapton un objetivo fácil: entre su versión shuffle
de “Layla”
y lo que algunos podrían definir como “pornografía sentimental”
en la forma de la canción “Tears
in Heaven” (dedicada a su fallecido hijo Conor), muchos podrían
pensar que el ex-miembro de Blind Faith ha dedicado buena parte de su
trayectoria a hacer música para cuarentones que no quieren nada
especialmente estridente saliendo de los altavoces de su coche. Craso
error, por supuesto. Cualquier ser que haya tenido una mano en
componer “Layla” o “Badge” merece un respeto, de hecho yo
incluiría hasta “My father's eyes”, ea, ya lo he dicho.
La
primera vez que tuve constancia de la existencia del documental que
nos ocupa, fue leyendo la autobiogafia de Clapton (por una vez, un
regalo). Tengo que reconocer que, como una vulgar maruja del Rock, lo
primero que leí antes de las largas disertaciones sobre su infancia
en Ripley, fueron los detalles del fallecimiento del pobre Conor,
puede que por un interés puramente morboso, pero la explicación de
su muerte “tras una caída por una ventana” siempre me había
extrañado. Como pueden ustedes suponer, fue un absurdo accidente
mientras jugaba lo que llevó al hijo del músico a tan triste final.
El
Eric Clapton de la época en las que se grabó este largometraje es
muy diferente al que registraría un disco “desenchufado” años
después, se trata, sin duda, del periodo en la cual “Manolenta”
estaba viviendo, one more time, la absurda vida del músico que pasa
buena parte del calendario en la carretera, en algún estudio de
grabación embarazando a alguna ayudante a espaldas de su mujer, o
luciendo sin problemas la camiseta “No snow, no show” (sin
nieve/coca, no hay espectáculo).
Así se las gastaba... |
Un
amasijo de contradicciones
Una
tesis que mantengo sobre las biografías en general, mas allá de la
forma en que representen a sus protagonistas, es que todas, TODAS,
terminan con algún tipo de disertación en plan: “a pesar de sus
logros y sus virtudes, sus fallos y fracasos (inserte nombre) era un
cúmulo de contradicciones, en otras palabras, un ser humano”. Un
párrafo de ese tipo se lo pueden encontrar ustedes en cualquier
opúsculo que intente resumir la existencia vital de cualquiera,
desde Michael Jackson hasta Hitler, pasando por Nixon y Tolkien.
Ustedes
no necesitan gastarse los buenos dineros que cuesta un tocho de
biografía para saber eso, porque lo que queremos, parafraseando a
Julien Temple,
es la filfa y la furia. Pero igualmente y antes de desmenuzar el
rockumentary que nos ocupa, es necesario indagar – aunque
sea por un momento - en las contradicciones del hombre que lo
protagoniza.
Por
un lado está el amante del blues acústico de raza (un amor presente
de forma parcial en “From the cradle” o en “Me and Mr.
Johnson”), el purista que abandonó los primeros Yardbirds en
cuanto consiguieron un single de éxito y que pensaba que podía
sacar “Layla and other assorted love songs” sin publicidad alguna
porque la calidad intrínseca del álbum lo catapultaría al éxito.
Por si se lo preguntan, sí, en aquella época Clapton ya le daba a
la heroína cosa fina. El hombre cuya poca confianza en sus
habilidades compositivas le ha hecho recurrir mas de una vez a
versiones de contemporáneos, el ex-estudiante de arte con
articuladas opiniones sobre el diseño.
Por
otro, está el músico capaz de poner sus manos sobre cualquier
género musical si así consigue rascar otro hit,
el que se acojona cuando Warner echa a Van Morrison de su plantilla y
confía ciegamente en los productores impuestos por la discográfica,
el dandy mod capaz de gastarse cantidades absurdas en la ropa que va
a llevar en escena o al salir a la calle. Un fantoche capaz de liarla
parda en un hotel por hacerse el gracioso durante una borrachera. En
definitiva, un conductor de Ferraris sin carnet.
Es que esta tapicería no parece ir con mis zapatos... |
Todo
eso (o buena parte) está incluido en este “Eric Clapton y su hotel
rodante”, una hora y cuarto en la que se mezclan las entrevistas,
las bromas de colegial, algunas buenas actuaciones y una sensación
de no saber si uno está contemplando a un artista en la cúspide de
sus capacidades o a un gilipollas al que hay que darle dos hostias
bien dadas.
Un
tren nazi
El
documental nació con la idea de describir las vicisitudes del grupo
de Clapton durante la gira europea del álbum “Backless”, editado
en 1977 (un tropiezo en lo comercial y hasta cierto punto en lo
artístico dentro de su carrera, pero que le dio la excusa para
realizar otra largo periplo). Durante este tramo del tour, la banda y
buena parte de su personal viajaban en un tren que anteriormente
había servido como transporte privado del dirigente nazi Hermann
Goering, continuando la estela de estrellas del Rock setentero con
alguna relación absurda con el filonazismo (siendo las otras Jimmy
Page y Lemmy).
Clapton
explica en su autobiografia, de forma más prosaica, la necesidad de
semejante modo de transporte, su manager, Roger Forrester, pensaba
que así evitaría que el cantante se pusiera en evidencia delante
del mundo mientras que al mismo tiempo protegía al paciente personal
que trabajaba en los hoteles de las habituales trastadas de niñato –
perpetradas por un tipo en la treintena – que protagonizaba Clapton
durante sus diversos estados de embriaguez.
Ah, el arte... |
Porque
ese es el principal motivo de que “Rolling Hotel” no haya salido
a la venta nunca (y probablemente siga así), en palabras, de nuevo,
del guitarrista: “no me ponía bajo una luz muy favorable, además
se me ve la mayor parte del tiempo borracho y desquiciado”. De
hecho, Clapton abre el documental cantando una canción - ataviado
con un chalequito abierto y un bufanda, dejándonos ver que no está
muy en forma - que nos recuerda que a pesar de todo hay que sonreír
en la vida, mientras sujeta el micro y se dirige a la cámara con el
mismo rostro que el pesado de tu colega en la fiesta de Fin de Año
a las cinco de la mañana mientras te dice (agarrándote el codo, no
falla): “¡tío, te quierrrrrooooooooO!”
A
renglón seguido, el sempiterno riff de “Layla” sirve como fondo
de las diversas imágenes que van a permear los siguientes setenta y
cinco minutos: trenes, ensayos, pruebas de sonido, cocina, gente
sirviendo platos, Pattie Boyd...
No se pueden mover las mesas, qué flipe tio... |
Si
ya la canción dedicada a su hijo les podía parecer a algunos
segmentos del público pornogafía sentimental, la explicación que
hacen tanto Pattie como Eric del significado del tema de Derek and
the Dominoes es ya carnaza del papel couché. He aquí una pareja tan
estupendamente pagada de si misma, que cuentan sin tapujos sus
sentimientos alrededor del tema y el cuento árabe en el que se basa.
Como ustedes ya sabrán, Boyd dejó a George Harrison para estar con
Eric Clapton, o esa ha sido la versión que siempre se ha dado de
esta, en teoría, “comedía de los errores” shakesperiana.
Tras
leer el libro de Clapton o ver el documental de Scorsese (o quizás,
siendo mas finos, del equipo de Scorsese), “Living in the material
world”, uno podría suponer que en realidad Harrison era tan sátiro
y tóxico en sus relaciones personales como el resto de los Beatles.
Especialmente revelador es cuando su viuda, Olivia, declara que el
secreto para que un matrimonio perdure es “no divorciarse”, en lo
que se puede leer que es mejor ser una cornuda que vive en un estado
palaciego que una divorciada sin tener a donde ir. En otro momento de
“Living in...” se escuchan las declaraciones de Harrison en una
rueda de prensa en las que afirma que prefiere que Pattie se haya ido
con su colega que con “cualquier otro capullo”. En otras
palabras, que George nunca fue la víctima pringada de esta historia,
sino que era un alegre infiel según le convenía, llegando incluso a
proponer intercambios de pareja a su amigo Clapton o a declararse en
público a la mujer del bueno de Ringo Starr.
Los antiguos usuarios |
Volviendo
a “Rolling Hotel”: Boyd y Eric hablan de la pena y el marasmo de
emociones que les han producido su tiempo filtreando, las canciones
dedicadas y su reencuentro “final”, después de que Eric saliese
de su “retiro” (léase “ponerse de heroína hasta las cejas con
Alice Ormsby-Gore durante casi tres años). Al poco, Clapton pasa a
explicar cómo se formo la banda – lamentablemente, dos de sus
miembros ya
no se encuentran en este
mundo – y se sigue con diversos relatos por parte de los
músicos y del manager, sobre las experiencias de las giras.
A
partir de aquí, las declaraciones de los involucrados en la gira se
turnan con mas ensayos, tomas en directo y momentos en los que
Clapton se confiesa frente en la cámara, mas que desquiciado, en
modo de decir sandeces que probablemente a él le parezcan pura
poesía emanando de su boca, pero sobre eso profundizaremos mas
adelante.
¡CON
MUDDY WATERS, GEORGE HARRISON Y ELTON JOHN!
Sin
duda, las actuaciones son de lo mejor que tiene el documental, aunque
las anunciadas aportaciones del Beatle y del autor de “Your Song”
se limitan a un solo tema al final del metraje (una jam en la que
todos parecen recién salidos de ver un partido de fútbol en el pub
local, Clapton lleva incluso una camiseta de jugador), la del
veterano bluesman Muddy Waters es tremendamente divertida,
demostrando un control envidiable sobre el público mientras versiona
“Got my mojo working / Hoochie Coochie Man”. Impagable. Después
vemos un poco de su grupo y el de EC departiendo tras la actuación.
Las propias tomas en directo de la banda de Clapton son muy buenas,
si bien su calidad es variable, “Cocaine” (adecuada ¿eh?) sufre
de un leve despiste por parte del líder que responde con una
sonrisa en plan de “aquí no ha pasado nada” mientras que
“Wonderful tonight” se mezcla con un montaje altamente cursi de
Pattie haciéndole carantoñas al cantante mientras suena la canción
dedicada a ella. Aunque previamente el guitarrista haya declarado que
sus canciones se crean pensando en “cómo me siento acerca de una
mujer particular durante un momento en particular”. Reventando de
romanticismo, ¿eh, Eric?
Dándolo todo |
Un
momento curioso es cómo el grupo empieza a ensayar el clásico de
los Five Tops “Loving you is sweeter than ever” durante las
pruebas de sonido, si bien se saben los acordes (o eso aseguran,
aunque yo no lo tengo tan claro y probablemente, Phil
Collins tampoco opinaría igual), sus conocimientos de la letra
se reducen al estribillo, así que tiene que llamar a alguien en
Inglaterra para que les dicte los textos de la canción. Aquí, un
servidor de dio cuenta del carácter de espectador del siglo XXI,
preguntándose por qué, simplemente, no las buscaban en Google.
Supongo que por eso no me extraña que en algunos clones
de combate de Conan, los guerreros luzcan relojes-calculadora
de Casio...
Sin
duda, otro momento recomendable es cuando la gira recala en París y
el antiguo manager de Cream, Robert Stigwood, se deja caer para ser
grabado mientras departe con Clapton y su pandilla. Recomendable
porque Clapton recuerda este momento de forma mucho mas tensa en su
biografía de lo que aquí vemos. Incluso su antiguo colega, pianista
y tour manager Ben Palmer (otro que define a su jefe/amigo como “un
par de personas”) tiene una versión mas extrema de los hechos que
lo que se nos permite ver. Me explico: Eric siempre había tenido la
desagradable sospecha de que buena parte del dinero ganado por el
grupo que formó con Jack Bruce y Ginger Baker había permitido a
Stigwood traerse a los Bee Gees de su Australia natal (de donde
también era el manager) y promocionar su carrera en el Reino
Unido... y así perpetrar años después ese desastre que fue
“Sargeant
Pepper's lonely heart club band”.
The face that launched a thousand guitars... |
Según
el libro del guitarrista, Stigwood esquiva las molestas insinuaciones
hasta desembocar en un elegante “no es momento para hablar de eso”
que provocan a un Clapton enfurecido gritando “¡Es mi película y
lo quiero dentro!” Aunque Palmer echa aún mas gasolina al fuego en
el DVD de la serie “Classic Artists” dedicado a Cream – en el
que aparecen fragmentos de este “Rolling Hotel” - afirmando que
el cabreo de Eric le lleva a lanzar improperios del estilo “Where's
the money, Stingwood???!!!!”(¿¡¡¡Donde está la pasta,
Stingwood!!!????).
Eso
debe estar en algún imaginario “Director's cut”, ya que lo aquí
vemos es a Clapton y a su séquito porfiando sobre estas cuestiones
económicas - “si no hubiera sido por Ginger, Jack y mi, no te
podrías haber traído a los Bee Gees ¿verdad” - mientras que el
manager, en su permanente postura de bon vivant se dedica a
bostezar en tono burlesco frente al sopor que le produce hablar de
sus inicios y sigue en esa línea irónica afirmando “le debo mi
vida a Eric Clapton, que me ha hecho tan rico, por lo cual mi vida
ahora es tan desgraciada, y en cuanto apagues la cámara puede que
intente estrangularlo”. Todos le ríen la gracia y pasamos a mas
música.
Desquiciado
y bromista
Por
si alguien no se creía que alguien capaz de parecer tan articulado
en algunas de sus declaraciones a lo largo de los años era
igualmente responsable de gastar bromas especialmente tontas, en este
documental tenemos un buen ejemplo: un pobre periodista francés es
engañado por el equipo de Clapton y termina entrevistado a uno de
sus ayudantes – con un convincente parecido, hay que admitir,
aunque si hubiera conocido a “Munchie”
del equipo de Genesis, estaría aún mas despistado – que le da
respuestas absurdas a sus preguntas: “¿Cuando formó la banda?”
“En 1987”, mientras que el líder del grupo hace amago de
estrangular al periodista por detrás.
Mas
vergüenza ajena produce el momento en el que el pipa le da ordenes a
Clapton frente a los ligeramente confusos ojos del reportero galo,
sobre todo cuando Eric, momentos antes, se ha dirigido a la cámara
para decir “¿Para qué me enfocas a mi, estás grabando al tío
equivocado”, ¡y la gente le ríe la gracia!. Pero la joya de la
corona en lo que se refiere a tonterías por segundo son los minutos
en los que Manolenta, cigarro en mano, se confiesa frente la cámara.
La auténtica trastienda del Rock. |
Después
de una sobria y sentida interpretación a voz y guitarra de esa
rareza que es “To make somebody happy”, Clapton desgrana cómo a
veces el meterse en el estudio “mata una canción” y explica que
tiene cajas y cajas de cintas llenas de canciones. Después habla de
las decisiones que ha ido tomando a lo largo de los últimos años y
que lo han llevado a la situación actual, es decir, dejar la Escuela
de Arte y aprender a tocar blues como Dios manda (correcto),
abandonar su trabajo en la construcción porque “era simplemente
ridículo” (correcto, nadie querría un tabique levantado por este
hombre), que si tomarse más en serio cantar (correcto, de nuevo),
pero la cosa se empieza a torcer cuando Clapton afirma que estar de
gira nueve meses al año le viene muy bien, porque si no, sería un
alcohólico. Esto no deja de ser especialmente tragicómico porque,
como ya ha admitido el propio artista, buena parte de las giras de
aquella época se las pasaba borracho como una cuba, y probablemente
a la hora de hacer estas declaraciones tampoco estuviera del todo
sobrio. Para echar mas sal en la herida, Eric le cuenta a la cámara
que cerca de su casa tiene un Pub, y que si no fuera porque tiene que
trabajar, estaría allí todo el día, departiendo como un Barney
cualquiera. ¡Y según su propio opúsculo, eso es justamente lo que
hacía al volver de la carretera y durante buena parte de su
matrimonio con Pattie! (A la que por cierto también le puso los
cuernos en varias ocasiones, a pesar de tanta canción dedicada).
No tienes ni idea de lo duro que es esto... |
Igualmente,
EC asegura que no lee los periódicos mas allá de la contraportada
(“sobre todo los deportes”, dice, ¿se referirá a la chica del
AS??), porque para él, la prensa no refleja la realidad en absoluto,
ya que para él, todo “es romance”. ¿¿¿¿????? Aunque teniendo
en cuenta ciertas
cosas, tampoco se le puede culpar.
El punto de vista del artista |
Mas
serio se pone a la hora de hablar de la muerte de Jimi Hendrix, sobre
todo cuando recuerda que había comprado una Fender Stratocaster para
zurdos que nunca pudo regalarle ya que falleció antes de poder
encontrarse con él tranquilamente. Hablando de guitarras, una de las
primeras declaraciones de Forrester al principio del documental hacen
referencia a una cantidad indecente que costó un instrumento para
Clapton, ¿se referirá a la Gibson que se supone le compró a Andy
Summers, futuro guitarrista de The Police y de la que hablaba en su
“El
tren que no perdí?”
EC
también se pone intenso cuando toca hablar de su admirado Robert
Johnson y del impacto que aún tiene en él, no en vano, tardaría
más de dos décadas en grabar su disco de versiones del mítico
bluesman.
¿Una
obra maestra perdida?
“Rolling
Hotel” es demasiado crudo para el aficionado que no sepa gran cosa
del artista, demasiado vergonzante para el fan (a pesar de que el
público de los conciertos tiene su momento de gloria para alabar a
los músicos) y, finalmente, pone al artista, no ya bajo “un foco
poco favorable”, sino en evidencia de una forma que el peor
columnista de cotilleos no podría lograr ni aposta.
No
es una obra maestra perdida ni tan escandaloso como para prohibir su
emisión, la copia que yo he podido ver es un mísero Divx que parece
extraído de una cinta VHS, a tenor de la clase de drops (o
dropeos en lenguaje audiovisual castizo) que tiene en algunos
momentos. Pero parece haberse grabado en su día en 16 mm (formato
4:3) y la verdad es que en lo que se refiere a la calidad de imagen
no está del todo mal, aunque los colores andan un poco disparatados
– los negros son mas bien un azul marino, por ejemplo – y las
tomas de los conciertos podrían estar un poco mejor iluminadas.
Al
igual que “Cocksucker blues” (este sobre The Rolling Stones),
dudo mucho que este documental aparezca algún día en Blu-Ray, no
creo que a su mujer actual – Melia - le hiciera mucha gracia ver a
su esposo haciendo el ganso de tal manera, y probablemente el propio
Clapton tampoco esté especialmente orgulloso de la persona que era
en aquel momento. Sobre todo cuando una confirma la teoría de que si
uno tiene la manía de intentar ir siempre a la moda, acaba
pareciendo siempre un payaso en las fotos viejas.
En
lo que se refiere a los momentos en los que Clapton habla, creo que
servirían de mucho al entrevistador medio para darse cuenta de que a
veces la gente te puede mentir en toda la cara sin ningún tipo de
problema... o hacerlo sin ser conscientes porque están demasiado
sumidos en su propia realidad. Viendo a Clapton decir algunas
tonterías no he podido dejar de pensar en el, primero admirado,
después denostado y mas tarde aceptado como “esperable”,
documental de Martin Bashir sobre Michael Jackson, “Living
with...”, mas que nada porque si la persona que hace preguntas
a Clapton le hubiera dicho algo en plan “bueno Eric, ¿qué
estuviste haciendo exactamente durante esos tres años de “retiro”,
dudo mucho el músico hubiera respondido “vegetar y meterme heroína
a cucharadas todo el tiempo”. Igualmente, es muy probable que si
alguien le dijera a EC que quizás su consumo de alcohol es un
poco... exagerado, éste respondiera con algún exabrupto de los que,
aparentemente, tanta gala hacía en aquella época. En otras
palabras, “Rolling Hotel” es la oportunidad perfecta para ver el
típico biopic sobre una estrella de la música, viviendo en
su particular burbuja, rodeado de gente que desea agradarle, con el
plus de ser verdad. La versión reality. Como Gandia Shore,
pero sin canis y mejor música.
Got my Mojo working... |
¿Recomendable?
Bueno, si usted (como yo) comparte la opinión de Tom McGuiness de
que oír tocar a EC es como el sexo - “Cuando está bien, esta muy
muy bien. Cuando está mal, todavía está bien” - entonces no
duden en echarle un vistazo. Si es de los que piensan, como aquella
mítica pintada que “Eric Clapton is God”, pues lo mismo, aunque
quizás deberían recordar el par de frases ingeniosas que le dedicó
el Ruta 66 cuando tuvieron la oportunidad de entrevistarlo mientras
promocionaba “Pilgrim”: “Todo el mundo debería saber que Dios
no existe” o “I've got the Giorgio Armani Blues”.
El
resto del universo debería abstenerse. Ya que probablemente lo
encontrará bastante aburrido.
PD: La próxima entrada tiene pinta de que va a ser GIGANTESCA, solo voy a dar las siguientes pistas: Rand, Moore y Dilbert...
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