….bueno,
vale, a lo mejor me estoy pasando de romántico. Lo cierto es que en
Junio de 2009 yo me encontraba en el bar / cafetería del hotel AC de
Las Palmas de Gran Canaria, y sentados delante de mí, un señor con
un ron con cola sobre la mesita que tenía al lado, y no muy lejos, andaba su (por aquel entonces) futura esposa, Jo.
- Entonces va Peter y nos dice "He visto El Topo de Jodorowsky y creo que podríamos a hacer lo mismo pero con música, se va a cagar la perra". |
El
señor respondía el nombre de Steve Hackett, y es, en mi humilde
opinión, el mejor guitarrista de la HISTORIA. A ver, sí, están
Vai, Beck, Zappa, Holdsworth, Howe, Clapton... todos son increíbles,
pero aquí hablamos de cómo nos transmite, de formar personal lo que
hace un señor en particular con su música.
Como
comenté en una “Megacrónica” que escribí sobre aquel viaje (y
que sólo han leído algunos alegados, por aquello de proteger a la
humanidad de tanta sensiblería), yo salí de aquella charla – una
de mis primeras colaboraciones con This is Rock, por cierto -,
sintiéndome más alto, o, más bien, con los pies a unos centímetros
del suelo. Háganse a la idea, no sólo tuve 45 minutos de pura
entrevista y otros 30 de simple conversación con el músico que me
impulsó a coger una guitarra (tal y como le hice saber). Sino que
también me firmó los dos vinilos de sendas obras maestras y, como
propina, me dijo a la cara que debía subirme a un escenario. Copón,
si todavía al escribir esto y recordarlo me entra un escalofrío.
Después se preguntarán por qué ADORO a Steve Hackett.
'Cos this is how I FUCKING roll |
Aquella
fue la primera vez que entrevisté a un miembro de Genesis y...
pensaba que ahí quedaría la cosa, la verdad. Poco podía adivinar
yo que, acabaría por hablar con casi todos los que han formado parte
del grupo... salvo los dos calvos que, casualmente, cantan. Y créanme, se ha
intentado, pero hay tantísimas capas de representación por
atravesar que resulta casi imposible... ¡Pero aún no he tirado latoalla! En todo caso, aún quedan también músicos que les han
acompañado en muchas giras como Chester Thompson, Daryl Stuermer u
otros colaboradores que seguro también tienen una buena entrevista.
En
todo caso, tengo que admitir otra pequeña derrota, aunque hay gente
que me ha llegado a llamar “el mayor fan de Genesis” (afirmación
absurda, porque siempre hay gente que te va a ganar por la mano esa supuesta competición), incluso a mí se me pasó destacar la carrera en
solitario de Anthony Phillips durante el especial de RadioSubterranea. Imperdonable.
Pero
en los numerosos documentales – incluido el último “Sum of the
parts”, reseñado en la revista de este mes – también se obvia
su corpus creativo, algo que también me parece del todo
imperdonable. Pero me exime de algo de culpa.
Para
solucionarlo, en cuanto supe que una remezcla en 5.1 de su primer
álbum – el INCREÍBLE “The geese and the ghost” (1977) –
estaba preparándose, empecé a dar la tabarra al dire con que había
que entrevistar a Phillips. Lo que no me esperaba es que la buena
gente de Esoteric además enviasen una copia de la lujosa antología
“Harvest of the heart”. Ou yeah.
Y
qué puedo decir, a través de la pantallita de mi móvil – en ese
momento, mi único dispositivo con Skype – podía ver a Phillips,
desde su estudio, rodeado por sus innumerables guitarras, desgranando
sus aventuras en el negocio musical e ignorante de que yo estaba al
borde del colapso.
Lamentablemente,
no era por la emoción. Aunque he de decir que en mi cabeza se
repetían las mismas frases que cuando tenía a Hackett delante mía
- “es él, el tipo que tantas veces has visto hablando por
televisión en tus uvehacheses y deuvedéles ¡Y está hablando
contigo!” - lo cierto es que esta conversación fue la primera que
se produjo el día del pasado verano que fui víctima de un
absurdo... ¿Resfriado? Niños, NO os vayáis a la siesta con el aire
acondicionado puesto. Uno de esos consejos de Francisco Roldán que
no os van a costar dinero pero que valen mucho.
Lo
peor es que, a base de no cuidarme, aquel día había llegado a un
estado físico deplorable, de hecho, durante la charla, llegué a
sentir ciertas nauseas. Y ahí es donde una voz dentro de mí entonó
una plegaria “Por favor, Señor, no permitas que vomite mientras
hablo con Anthony Phillips, sobre todo cuando él puede verme (creo)
a través de la cámara”. Y mis plegarias fueron escuchadas.
También
fui afortunado porque algunos colegas, más expertos en la magnifica
carrera de Phillips que yo – entre ellos, la gente de Vicisitud ySordidez -, mandaron preguntas muy interesantes. Aunque aún estoy
intentando asimilar qué quería decir Ant (como le gusta que le
llamen) cuando, al terminar, me dijo “Thank you so much Francisco
for the interview, you're a darling”. Y como dice en la entrevista,
me invita a un té por si alguna vez estoy por Londres, pobrecito, no
sabe a lo que se expone...
Como
ya he dicho algunas veces, 6 páginas en una revista de tirada
nacional y 400 palabras para reseñar la nueva caja: más no puedo
hacer para promocionar la música de este hombre en mi país, salvo
un espacio en prime time televisivo. Y si pudiese, lo haría ¿Qué
es eso de que quitan un programa en Tele5?
Mis
problemas con Ian Anderson
En
este blog hemos hablado mucho, MUCHO, del flautista y de la banda que
ha liderado durante décadas. Soy ventilador (como diría
Supersantiego) de lo que ha hecho, hace y, probablemente, hará.
Pero, tal y como cuento en la entrevista, Anderson no es fácil como
entrevistado.
Hasta
cierto punto, es algo que puedo entender. Ian, durante buena parte de
su carrera, ha sido vilipendiado por la prensa musical de su país.
De hecho, en “Warchild” (1974, y cuya reedición en formato de
lujo fue el motivo de la entrevista) llegó a responder, a través de
una de sus canciones, al severo ataque de un periodista.
Entiendo
que eso le ha ayudado a desarrollar un caparazón bastante denso para
protegerse de cualquier incidencia. Y no es que sea borde ni nada por
el estilo (de hecho, me cuesta pensar en un músico más educado a la
hora de hablar), sino que opta por una solución mucho más
salomónica: habla por los cuatro costados. En serio, un montón.
Para cuando te quieres dar cuenta, ya ha pasado la mitad del tiempo
designado para la entrevista y no has hecho más que una pregunta.
Como era algo que ya me esperaba después de nuestra cita telefónica
para discutir sobre “Homo Erraticus” (2014), he de reconocer que,
en esta ocasión, no me preparé más de 5 preguntas. En claro
contraste con las 20 que suelo tener en al recámara.
Nada
de esto quiere decir que lo que cuenta Anderson no sea interesante,
muy al contrario, y siempre es estimulante escuchar a una leyenda de
la música... por mucho que no te deje meter baza en la conversación.
Pero bueno, yo soy de los que piensan que una conversación en la que
se nombra a los Monty Python es siempre una conversación molona. Ah,
y también pueden leer (en la revista) mi reseña destacada del
“cofre” (como dicen en Fnac) de “Warchild”. Otro lanzamiento
altamente recomendable.
Within
Temptation
Si
no me equivoco, segunda ocasión en la que entrevisto a una mujer
para la revista, lo cual, teniendo en cuenta los géneros por los que
me muevo... es una proeza. Tal y como cuento en la revista, Sharon
den Adel (vocalista de WT) es increíblemente simpática y fue un
auténtico placer hablar de ella del papel de las mujeres en el Rock,
su visión sobre la escenografía, la evolución musical del grupo...
de hecho, antes de colgar, Sharon me agradeció la entrevista porque
habíamos cubierto muchos temas muy variados. Demonios, alguna vez me
tendré que poner alguna medalla ¿No?
Además,
durante los primeros minutos de conversación la pobre tuvo
auténticos problemas para encontrar el programa de actos
promocionales del día, con lo que se retrasó mi turno de preguntas,
el cual ella no tuvo problemas en ampliar. Lo dicho, una mujer con
clase, casi no daba la impresión de que estuviese promocionando el
nuevo CD/DVD/BR en vivo “Let us burn”. Como ya dije en mi reseña
de “Hydra”, los Within Temptation nunca van a destacar por ser
sutiles. Pero si son habituales del blog, ya sabrán que aquí somos
más de la épica descontrolada.
Kaipa
Y
si usted está leyendo estas lineas, puede que, como yo, fuese lector
habitual de fanzines de Progresivo a finales de los 90 / principios
del siglo XXI (ah, como me gusta poder escribir esa clase de
oraciones, es tan Ciencia-Ficción....), si es así, le acompaño en
el sentimiento. Tonterías aparte, si usted leía cosas como “El
Mellotron”, “Lunar Suite / Waves” o “Atropos”, lo más
probable es que acabara con la sospecha de que los países del Norte
y Este de Europa se estaban transformando en una especie de reserva
espiritual del género, por la cantidad y calidad de bandas que
surgían de Suecia, Polonia, Noruega u Holanda.
Eso
era antes de darnos cuenta de que, en muchos casos, la pasión por un
sonido retro y la estructuración clásica de los temas (por
“clásica” léase “como lo harían Genesis, Yes o King Crimson
en los 70”) acababa pesando mucho en estas formaciones.
Independientemente
de este hecho, lo cierto es que los nórdicos han desarrollado su
propio sonido, que podrá gustar o no. A mí me gusta, mucho, pero
también es cierto que veo venir el desarrollo de las canciones a una
milla de distancia. Lo más gracioso es que Hans Lundin (teclísta y
cerebro de Kaipa) entró en el Rock casi a la vez que la bandas que
conformarían el particular podio del Progresivo. La historia de
Kaipa se remonta a los primeros 70, siendo uno de los primeros grupos
del género del país y contado a la guitarra por aquel entonces con
un señor llamado Roine Stolt que a lo mejor le suena a alguien...
“Sattyg”
es el nuevo lanzamiento del grupo y pude hablar con Lundin sobre el
tema. Escuchándole, y sobre todo a la hora de transcribir sus
palabras, recordé la definición que algunas personas han hecho de
Jon Anderson en el pasado “el hippie con guante de hierro”. No
creo que Lundin llegue a esos niveles, pero desde luego da la
impresión de ser una persona que, si bien pone toda la pasión en lo
que hace, tiene los pies en el suelo.
Tú
dices potato (AC/DC), yo digo poteito (Big Elf + Jolly + Bend
Sinister)
Además
de mis diversas críticas en la revista, también podrán encontrar
fotos y mi reseña del concierto que dieron el triple cartel de Big
Elf, Jolly y Bend Sinister en la madrileña Copernico, del cual aquí
tienen algunos descartes fotográficos que no han terminado en las
páginas.
No
voy a hablar del concierto en sí, pero hay un par de ideas que me
surgieron durante el mismo. Primero, cuando hace cosa de un año
estaba flipando (literalmente) con “The Audio Guide to Happiness
part 2” de los Jolly, poco me podía imaginar que iba a acabar
coreando – a la vez que los otro cuatro locos que nos gusta este
grupo – cosas como “Dust nation bleak”. Aunque me gusta mucho
Big Elf (y sobre todo su último “Into the maelstrom”), la
inclusión de los neoyorquinos en el paquete de la gira fue lo que me
hizo decidirme para pedir la acreditación. Más aún que la
presencia de Mike Portnoy o John Wesley (en este gira, al menos) en
el grupo comandado por Damon Fox.
El bajista de Bend Sinister, estirando los límites del recinto |
Segundo,
hace algunos años vi a Jon Anderson en la misma sala, con su show en
solitario. Era un auténtico lujo ver a alguien así en una entorno
tan íntimo, a escasos centímetros de ti. En cierta forma era
normal, acompañado sólo por una guitarra, un piano y algunos
samplers – amén de proyecciones varias -, Copernico era un entorno
más o menos aceptable para un concierto de ese tipo, aunque unas
sillas tampoco hubieran estado mal.
En
el caso de estas tres bandas, no es que el entorno estuviese mal, de
hecho, diría que funcionaron bastante bien. Para mí lo ridículo de
la situación era otra cosa. Ahí estábamos, viendo a una serie de
artistas de un calibre impresionante, tocando en un escenario
minúsculo mientras que propuestas mucho más convencionales –
Bunbury, Fito & Fitipaldis o Extremoduro son los primeros
ejemplos que se me vienen a la cabeza – llenan polideportivos.
Cuidado, no desmerezco la calidad de esos nombres, y uno no puede
obligar a la gente a que le gusten ciertos estilos por el mero hecho
de que uno los considere más desafiantes.
Pero
después pasan cosas como las de AC/DC.
De
nuevo, yo no osaría afirmar que los australianos no son una gran
banda, joder, si yo también creo que cualquier película mejoraría
con su música de fondo, pero estoy bastante seguro de que un alto
porcentaje de las personas que han agotado las entradas para su bolo
en Madrid (y el añadido por el éxito de ventas) no tienen ni un
sólo disco suyo en casa. Vamos, ni en casa, ni en el portátil ni en
el móvil ni siquiera creo que hayan escrito su nombre en el motor de
búsqueda de Spotify. Tal y como se cuenta en un artículo (lo siento
tío, sigo sin poder encontrarlo, si ves esto, mándame un link a tu
blog, por favor), son la clase de personas que sólo tienen un
interés tangencial en la música, que lo mismo van a un concierto de
AC/DC como a uno de los Rolling o Melendi por el mero hecho de poder
ponerse la medalla de haber estado, hacerse un selfie y subirlo a
Instagram. Actitud que me parece una mierda.
AC/DC va con todo, TODO.
Pero
los tres sets que se pudieron ver por apenas 20 pavos en la sala sita
en Moncloa fueron la polla. Y este es el tipo de lenguaje que sólo
me permito usar en el blog. Que para algo está. Copón, copín y
copete.
Hasta
la próxima.
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