“¡Pero
Fran!” - os oigo decir - “con la tirria que le tienes a Ian
Anderson ¿Cómo se te ocurre llamar a una de las entradas de tu blog
con el nombre de uno de sus temas”? Y mi primera reacción es
responderos algo en plan “la vida está llena de estas alegres
contradicciones”. Pero también es verdad que yo tampoco soy Diego
Manrique y jamás he dicho aquello de “nunca me gustará la
zarzuela ni Jethro Tull”. Lo mío con Anderson es antipatía
personal (y tampoco tanto, es más bien una exageración en busca de
un titular), pero su música me sigue pareciendo increíble, hay
gente que le perdona a sus ídolos que sean unos malages, pero como
Anderson nunca ha sido del todo un ídolo mío, pues... Pero “Life
is a long a song” es un temazo se mire por donde se mire.
Esto
también viene a cuento porque el nombre original de este post era
“vuestros problemas con Muse”, a rebufo del articulo en
profundidad que llenó las páginas centrales – y decoró la
portada - del número 131 de This is Rock. Mi colega – y tocayo –
Fran Garcia dio la impresión de ser muy consciente de la que se iba
a montar cuando se publicara la revista porque comienza su pequeña
biografía del grupo con un “mucha gente no considerará a Muse ni
siquiera una banda de Rock”, y, por supuesto, en el muro de
Facebook se lió un poco parda al publicarse la cubierta.
No
sólo en las redes sociales, sino que también algunas personas
cercanas a mí me comentaron cosas como “¿Esto qué es ahora, la
Super Pop?” Lo cual demuestra el viejo adagio según el cual, basta
con tener éxito para que todo el mundo te desprecie. Vamos, como me
pasa a mí con Bon Jovi.
En
realidad es que a mí me cuesta recordar más de dos canciones de Bon
Jovi que no sean una balada. En perfecto castellano, por supuesto.
Ya
no se trata sólo de que muchos pongan en duda las credenciales
rockeras de Matt Bellamy y los suyos, sino que además tenemos a los
que se meten con Muse por el hecho de ser medianamente progresivos.
Lo cual ya es de traca, o sea, los fans del género nerd por
excelencia – Paco Fox dixit y Rush lo confirmó años ha, en el
vídeo de “Subdivisions”- se quejan siempre de la marginalidad
que tiene el estilo en los medios, del maltrato de la crítica,
etc... Y llega un grupo que admite sin problemas las influencias de
los temas épicos de 20 minutos pero, claro, como llenan Wembley (qué
gran entrada con ese “Romeo y Julieta” de Prokofiev sonando por
la PA, tan exageradamente ridícula que sólo puede ser buena) y se
ponen un poco de moda, pues hay que machacarlos ¿No?
Y
la cosa es que ni siquiera una cuestión española, esta reacción
también la suscita Muse en el Reino Unido en los EEUU y, me imagino,
que también por el resto del mundo. Lo cual desencadena las típicas
discusiones entre los aficionados a la música que en realidad no
llevan a ninguna parte, porque la gente que se pone a discutir de
música en las redes sociales (o casi en cualquier parte, ya que nos
ponemos, lo que pasa es que por escrito todo gana en gravedad), no
quiere un “debate sano y abierto”, sino que se confirme que
tienen toda la razón, ergo, todos esto suele terminar en un “¡Tú
no tienes ni puta idea!” Muy habitual entre los aficionados de la
música en general, y del progresivo en particular. Olvidándose todo
el mundo que, hoy en día, deberíamos ser conscientes de que se ha
compuesto y publicado tanta música en este universo, que resulta
imposible abarcarlo todo. Y recordad, las etiquetas están para
ayudar a la hora de describir, no para crear ghettos. La música no
se califica ni siquiera en “buena” o “mala” sino en “me
gusta” o “no me gusta”. O como una vez escribió Robert Fripp
“a veces, sólo se puede decir algo como ¿Te acuerdas de
cómo fue escuchar “Purple Haze” por vez primera?”
Pues eso.
En
todo caso, y como yo también dije en Facebook – antes de que
protestéis , lo puse en mi muro, no me metí en ningún debate -, a
mí – el “a mí” es para dejar patente que fue un testimonio de
primera mano, no por darme importancia -, el señor Steven Wilson me
comentó que consideraba a Muse y a The Mars Volta como bandas con
elementos progresivos ¿Qué más queréis? Si un señor a quién
Robert Fripp o Ian Anderson eligen para remezclar sus trabajos dice
algo así, yo no me veo en la potestad de llevarle la contraria,
sinceramente.
Muy
bien pero creía que esto NO era “vuestros problemas con Muse”.
Muy cierto, la cosa de
llamar a este post “la vida es una canción larga” está
relacionada con el hecho de que escribo cosas en el bitácora con
cierto retraso, algo por lo que me gustaría pedir disculpas, (a los
cuatro gatos que me siguen) como cierto meme que circula por ahí con
la efigie de Willy Toledo.
La cuestión es que llevo
una temporada en la que he pasado por suficientes altibajos como para
transformarme en una maníaco depresivo. “Pero Fran” - os oigo
decir, one more time - “nosotros pensábamos que ya eras un
ciclotímico”, a lo que yo sólo puedo responder:
(que os jodan)
Desde el cariño y el
respeto. Siempre.
Pero la mezcla de cosas
en las que me involucro yo solito y aquellas que se presentan sin
pedir permiso, pues desembocan en que mis actualizaciones sobre lo
que hecho en la This is Rock (que, admitámoslo, es en lo que
prácticamente se ha transformado este bitácora, junto con la
promoción de mis conciertos, de lo cual hablaré en breve), se vayan
a transformar, en este caso, en un 2x1... cercano a un 3x1!
Pero antes...
La
gallina está curada, o eso cree ella.
Pues los vecinos no
vinieron a cortarnos la cabeza ni mandaron a la policía. Y además
he de decir que salí bastante contento de la versión “reducida”
de mis “12 canciones tristes” que se produjo en el nervionense
café cultural “La gallina en el diván”. Así que, para variar,
si está usted leyendo estas líneas y no estuvo presente, pues mal,
muy mal. Pero, por suerte, servidor ha podido rescatar por lo menos
un vídeo de la actuación, así que ya saben, como dicen en una web
que sigo sobre temas freak (sita en Sudamérica), “apliquen play”.
Aunque he de decir que al
final no hubo la sesión de “preguntas y respuestas” de la que
avisé en la entrada anterior, me sentí bastante cómodo y la gente
pareció pasárselo bien.
CUAL
DROMEDARIO EN EL DESIERTO
Puede parecer increíble,
pero los aficionados del progresivo no sólo nos dedicamos a discutir
sobre si Muse encajan o no en el género. Eso sólo es algo que suele
propiciar la desconexión emocional de Internet, generalmente, cuando
nos encontramos, lo primero que se nos ocurre decir es “¿Has oído
a...?” En otras palabras, la recomendación de otros grupos suele
ser la primera bala de nuestro revolver conversacional. Porque al
igual que El Rocio (o eso dicen), “el Progresivo es compartir”.
Bien pensando, casi toda la música es compartir, como bien nos
enseñó en su día Napster, y hemos sido unos alumnos especialmente
aplicados en este tema...
Pero no nos desviemos más
de lo necesario, todo lo anterior viene a cuento porque, cuando yo
empecé a ir a conciertos de Progresivo, los freaks como yo, pero más
experimentados, solían lanzar el nombre de Camel con una reverencia
sorprendente. Sorprendente para mí, puesto que, salvo algunas
menciones en algunas biografías sobre otras bandas del ramo, el
nombre de Camel rara vez salía a relucir en la prensa musical.
El ostracismo reservado a
Andy Latimer – guitarrista / alma del grupo – y a las múltiples
formaciones por las que ha pasado Camel me chocaba mucho. Pero por
otro lado, y reflexionando sobre el tema, puedo entenderlo.
A ver, el mayor
“problema” con Camel es que su música nunca fue tan radical como
la de King Crimson, ni tan virtuosa como Yes, ni tan misteriosa como
Pink Floyd, ni tan teatral como la de Genesis. Podían tener sus
momentos en los que podían rivalizar con todas las características
mencionadas, pero por lo general, el sonido Camel es sobre todo algo
emocional. No son pocas las personas que afirman que el toque a la
guitarra de Latimer les puede producir un buen derramamiento de
lágrimas.
También hay que tener en
cuenta que Camel llegaron a un cierto éxito comercial un poco
después al resto de las bandas clásicas del Progresivo con lo que
la prensa se quedó con el detalle de que, desde cierto punto de
vista, aparecieron un poco tarde y aprovechando el empuje de sus
coetáneos. Para rematar su música era un tanto demasiado
suave, un tanto demasiado gentil como tener cabida en publicaciones
especializadas. Incluso las revistas de Metal (durante años, uno de
los pocos recovecos en los que se podía encontrar Progresivo en
prensa escrita) lo tenían complicado para hablar de Camel sin dar la
impresión de que se trataba de la cerdita Peggy haciendo una visita
guiada a una fábrica de Campofrío.
Objetivamente, por
supuesto, todas estas motivaciones son absurdas ¿Por qué demonios,
el Popu, el Ruta o la (ya extinta) Rolling Stone
no podían dedicar algo más de un párrafo o una furtiva reseña a
lo que muchos consideraban un grupo imprescindible del Progresivo y
de la Historia de la Música en general?
Esto ha cambiado, en
parte porque, como ya he comentado en algunas ocasiones, hay un
cierto impulso en los medios de reconocer las aportaciones de la
música progresiva. Y también por una crueldad muy cierta del mundo
de la música: no hay nada mejor para que la gente te aprecie que el
hecho de estar a punto de morirte. Aunque Scott Adams es menos
clemente con el tema, afirmando que nada le gusta más a un editor
que un escritor que va y se muere. Si el luctuoso suceso se produce
durante una gira promocional, ya ni les digo, sobre todo si le da EL
parraque durante una multitudinaria firma de libros, con cámaras de
televisión grabando y tal.
Con todo, el desorden
sanguíneo y el prolongado – además de exigente – tratamiento
para el mismo que tuvo que sufrir Latimer no es cosa de risa. Tal y
como escribo en el prólogo de mi entrevista con el líder de Camel,
muchos aficionados a la música del inglés recibíamos con una
mezcla de aprensión y esperanza las actualizaciones sobre su estado
de salud.
Pero Camel volvió, y
aunque dicha vuelta fue como una representación de su música –
tranquila pero el mismo tiempo vibrante -, consiguió colgar el
cartel de “entradas agotadas” en no pocos recintos. A la banda le
había llegado el reconocimiento para actuar en cómodos teatros, por
mucho que después algunos se lleguen a cerrar por motivos
un tanto absurdos.
Y no sólo eso, que son
merecida cabeza de cartel de la segunda edición de el festival “Be
Prog!” Si un festival de Progresivo en plena Barcelona no es
suficiente prueba de que algo se mueve en mi género favorito,
pues... ya no sé qué puede serlo.
De hecho, su
participación en dicho festival fue la motivación principal para
nuestra entrevista. Como viene siendo (afortunadamente) habitual con
las leyendas vivientes de la música, Latimer fue un encanto de
persona, transmitiendo la sensación de ser alguien con un optimismo
casi inquebrantable. Lo cual no es poco teniendo en cuenta las
desgracias que han sacudido el mundo – musical y personal – de la
banda.
Además del
fallecimiento, en 2002, del gran teclísta Peter Bardens hay que
sumar que poco antes de nuestra conversación, el cantante Chris
Rainbow también se despedía de este mundo a consecuencia del
Parkinson, o que el también teclísta Guy Leblanc nos decía adiós
por culpa de un cáncer. Qué extraño es ahora ver el vídeo en
directo “In from the cold” en el que Leblanc aparece con un vigor
casi juvenil al tocar las notas de tantos temas memorables. He de
reconocer que esta muerte me cogió por sorpresa y la encontré
especialmente triste. Ni siquiera logro recordar si sucedió después
de que se publicase la entrevista o después de enviársela al
director, pero desde luego es una lástima no haberle podido hacer un
homenaje en dicha entrevista.
Volviendo a Latimer, tan
sólo me queda decir que si hay alguien que se merece un
reconocimiento mayor del que tiene, es él. Una persona capaz de ser
amable conmigo después de escuchar una versión mía de uno de sus
temas a través del teléfono sin montar en cólera merece por lo
menos una estatua en la plaza mayor.
Ah, si no os comprásteis
la entrada para el Be
Prog! No sé qué coño estáis haciendo leyendo este bitácora.
El
disfrute del sonido azul que se sale por la tangente, con el Gran
Elfo escuchando discos en directo.
Tranquilos, que ni me ha
dado por Cristian Castro ni me he comido las setas alucinógenas
caducadas que tenía en la nevera (lo de las setas es BROMA ¿Vale?
BROMA, no manden aún una patrulla a mi casa), pero como ya les
comenté esto iba a ser un 2x1, y qué mejor forma de rematarlo que
juntando el resto de mis colaboraciones en un solo epígrafe. Así
que me he puesto las dos revistas al lado del notebook; según paso
las paginas señalo qué lleva mi firma y añado algún enlace de
reseñas que se pueden encontrar en los números de Mayo y Junio.
Lo primero que me
encuentro es mi rápida entrevista a Anadele, cantante y guitarra de
los magníficos Jolly con quien pude hablar 10 minutos antes
(literalmente) de su actuación en la sala Copérnico. Nunca me
cansaré de defender la dilogía “The audioguide to happiness” y
fue un placer charlar – aunque fuera de forma tan breve – con un
tipo tan simpático como Anadele.
Igualmente, siempre seré
un gran defensor del toque melódico a la guitarra de Phil Manzanera.
He de decir que su nuevo “The sound of blue” me gustó desde la
primera nota y que tenía al músico en mi lista de “artistas a los
que un día me gustaría entrevistar”, y aunque resultó un poco
raro mantener la entrevista en castellano (creo que para Manzanera
también lo tuvo que ser porque de vez en cuando le fallaba el
vocabulario, supongo que son ya muchas décadas acostumbrado a hablar
en inglés casi todo el tiempo), nos las apañamos para repasar
muchos temas, con una inusitada sinceridad, todo sea dicho. Ya sólo
me falta el resto de Roxy Music...
Seguimos para Bingo (o
puede que sólo para Línea, depende de cómo se mire) con Andy
Tillison. Como ustedes ya saben, con músicos como Arjen Lucassen me
encuentro cara a cara con el caso del artista que me encanta como
persona pero no consigo conectar con su música. Al revés que Ian
Anderson (bueno, cada vez me cuesta más conectar con los nuevos
proyectos del líder de Jethro Tull), o, en el caso de The Tangent
(banda que lidera Tillison), pues sucede un 50%
Y es que con Tillison
tengo un serio problema de irregularidad, que con el último disco se
exagera cosa fina. Aunque no firmo la reseña publicada en la
revista, os puedo decir tranquilamente que poco tiene que ver con mi
opinión. Desde mi punto de vista, lo realmente interesante de “A
spark in the aether – The music that died alone Part II” empieza
a partir de la segunda mitad, cuando Andy y sus músicos se empiezan
a desmelenar, dejando aparte la herencia de los Genesis de finales de
los 70 y de UK.
Lo mismo se podría decir
de una conversación con Tillison. Durante un rato hay algo de
tensión, pero después la cosa se relaja. Creo que en parte eso se
debe a que Andy es un tipo un tanto obsesivo (manda cojones que yo
precisamente diga eso de alguien) y hasta que no deja clara la idea
que intenta vender, pues como que no para. Una vez que nos pusimos a
hablar de otras cosas que no eran el disco nuevo, todo fue mucho mas
fluido. Al final fue una conversación muy placentera, y me ha dado
mucha cosa cuando, unos meses después ha tenido que ser ingresado en
un hospital a causa de un infarto, pero parece que todo ha quedado en
un susto.
Y pasamos al número 132,
cuyo principal atractivo fue el MACRO artículo sobre álbumes en
directo, un género que suscita pasiones entre los aficionados a la
música, tantas como recelos. No en vano muchos opinan que buena
parte de los “discos en vivo”, las más de las veces tienen poco
de “en vivo”. Mezclando anécdotas personales, investigación y
numerosas escuchas, creo que el reportaje parido por los
colaboradores de la revista quedó bien digno.
Y por supuesto, no puedo
(ni debo) olvidarme de mi entrevista con el Gran Elfo, el señor
Damon Fox, realizada en las escaleras de la madrileña Sala
Copernico. Este es el glamour del Rock, señores... ¡Y no se me pueden olvidar mis reseñas de los conciertos en Sevilla de Barón Rojo y de Wilko Johnson!
Por cierto, todo parece
indicar que mi próxima entrada sobre mis colaboraciones en This is
Rock va a ser otro 2x1...¡Necesito días de 48 horas!
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