PRECIO;
11,68 eurodracmas (uff, al límite)
LUGAR:
PLAY.COM
Esta es la pinta que tiene, sin la absenta, los teclados o los dvds de fondo, claro. |
Muchos
podrían suponer que no deja de ser un tanto “pijo” analizar un
libro en su versión original – en inglés -, pero me parece que,
teniendo en cuenta que una traducción a nuestro idioma no está en
el horizonte (a
pesar de la buena voluntad de algunos) y además, para algo
tenían que servir los dineros gastados por mis progenitores en
clases particulares, por no hablar de las tardes ocupadas por las
mismas. Seguro que lo mismo le ha pasado a algún lector de este
blog. Espero.
Así
que hoy, nos toca la autobiografía de Miguel Campoviejo, que seguro
que es superdivertida...o no.
Indefendible
Con
los años, Mike Oldfield se ha vuelto más y más indefendible, ya
sea frente aquellos que le profesan a su obra amor, odio,
indiferencia o les produce cualquier otro tipo de sensación. Los
motivos para esta situación podrían ser:
A)
Sus cambiantes estilos musicales: del rock progresivo instrumental de
sus inicios – “Tubular Bells,” “Ommadawn” - a los regateos
pop, - “Earth Moving”,- pasando por el New Age contemplativo, -
“Songs from a distant earth” -, sin olvidar el Eurotrash – la
canción “Island” o el tema “Shine” - o su breve reconversión
en DJ Oldfield – “Light and Shade”, -.
B)
Por su tendencia a reciclar el riff
de
Tubular Bells (y dicha obra casi en su totalidad) de formas cada vez
más avergonzantes: Tubular Bells II, III, 2003, el principio de
“Music of the spheres” y “Crises”, o el cachondo mash-up
con
la sintonía de “Expediente
X” . O ni siquiera la música, sino solo el nombre, como es
“The Millenium Bell”. Incluso “Songs of distant earth” tenía
un tema llamado “Tubular World”.
C)
Por no temer al autoplagio en sus canciones: “Moonlight Shadow”
pesa mucho y el binomio “voz femenina / medio tiempo acústico”
lo repitió con “Blue Night” y “Man in the Rain”, por no
decir que en “Crime of Passion” casi parece calcar el solo de la
canción originalmente cantada por Maggie Reilly.
D)
Por preferir un teclado y una miríada de plug-ins
a
instrumentos de verdad durante bastantes años.
Esta foto la nombra en el libro, pero no la incluye en la escueta y poco sorprendente sección de fotos, tranquilos que no se le ve ni el tubo ni las campanas. |
Dicho
todo esto, uno podría pensar no solo que Oldfield es indefendible,
sino que es un mentecato que se merece ser colgado por los tobillos
desde el anillo mayor de Saturno, mientras que alguien le obliga a
visionar una y otra vez “Reposeida”.
Nada mas lejos de la realidad, el amor tan profundo que profeso por
la música de este hombre, solo es equiparable al odio sarraceno que
me hacen sentir algunas de sus maniobras. Pero ahora todo tiene una
explicación.
Pasar
por caja
En
los últimos años, más y más músicos han decidido publicar su
autobiografía. Si nos atenemos a la teoría
Manrique, esto se debe a que tras las caídas en las ventas
por las pérfidas descargas ilegales (hasta Nicolas Cage te avisa
contra ellas en la segunda parte del Motorista Fantasma, ¡qué malas
son!), y que con la crisis, la gente tampoco se puede permitir las
carísimas entradas a los conciertos, y aún menos con la subida del
Impuesto sobre el Valor Añadido. Digo yo.
También
se podría añadir que el motivo para esta avalancha de relatos
vitales se debe a que muchos de los músicos que pertenecen a la
quinta de los años cincuenta – ergo, se hicieron famosos la
mayoría en la década de los setenta - han llegado a una edad lo
bastante avanzada para considerar una vista atrás, aunque tal y como
argumenta el ex-locutor de Radio 3, muchas veces el prefijo “auto”
(que debería expresar la autoría del volumen) da lugar a algunos
errores de percepción que no se ajustan del todo a la realidad. En
el caso del libro que nos ocupa, ha sido Jon
Collins, el autor de la entretenida biografía de Marillion
“Separated out”, quién se ha ocupado de “editar” los
pensamientos del de Reading para que quepan convenientemente en tapa
blanda, o dura. Un día hablaremos de lo poco contento que se quedó
Fish ante la forma que tuvo Collins de retratarlo en su opúsculo...
Me
gustan mucho las biografías musicales, pero no por los detalles
escabrosos, sino porque muchas veces son una buena guía para
descubrir colaboraciones y temas raros que de otra forma uno no
sabría de su existencia. Y, qué demonios, dos de las cosas que más
me gustan en este vida son leer y escuchar música, así que
imagínense leer sobre música, aunque, por otro lado, tengo que
admitir que un volumen sobre contrapunto y armonía lo mismo ya no
resulta tan apetecible... Por supuesto, cosas como “El martillo de
los dioses” - sobre Led Zeppelin – no dejan de tener su gracia,
pero más porque se leen casi como una novela en la que se usan
nombres de personas reales, que por la veracidad de los textos,
ahora, creerse lo que cuentan es mejor dejarlo al juicio individual.
Como con cualquier película “basada en hechos reales”, o como
con cualquier periódico, ya puestos.
Como
es comprensible, cada uno cuenta la feria según le haya ido, y eso
da lugar a múltiples interpretaciones de los hechos, a veces con
resultados poco favorables para algunos de los involucrados –
parece ser que a Mick Jagger no le hizo mucha gracia el “Vida” de
Keith Richards -, aunque hay gente como Sting que sorprendió a
propios y a extraños con su “Broken Music”, “no tuvo una mala
palabra contra nadie”, afirmó un impresionado y veterano colega
del ex-cantante de Police.
También
los hay quienes usan sus libros para disertar sobre el estado del
negocio musical, que en casos como en el de Bill Bruford es de
agradecer – sobre todo porque está muy bien escrito -, o les da
por darle apariencias de relatos cortos de desesperante
interpretación (Bob Dylan) pero las mas de las veces, suelen tener
una estructura muy similar con algunas variaciones. Este no es un
problema de quienes escriben – sean ghostwriters o no –
sino porque la trayectoria de un artista musical suele ser la misma:
duros principios, éxito, indigestión del éxito, experiencia
cercana a la muerte, resurgir, ahora estoy mucho mejor. Si el autor
no es el propio músico, esto último se puede cambiar por muerte, o
zusto. O por muerte de nuevo.
Puntos
de inflexión y reflexiones
Yo
soy de los que opinan que Mike Oldfield se merece un tochaco de esos
que se publican sobre Miles Davis o John Coltrane, en los que un
profundo análisis musicológico le sigue un desglose detallando las
sesiones de grabación, los instrumentos utilizados y declaraciones
con los colaboradores se conjugan con elementos de la vida personal
del artista, tanto en cuanto impacten en su obra.
Un libro de una colección que nos ha dado muchas alegrías que al menos trae una discografía bastante completa |
Lamentablemente,
“Changeling” no es ese libro.
Eso
es algo que se podría adivinar por su extensión (no llega a las 300
páginas), o por su estructura. En lugar de una narración ordenada
estrictamente desde un punto de vista cronológico, Mike arranca con
un punto de inflexión – cual variante de una terapia psicoanalista
-, que no es otro que su visita a unos seminarios de Exegesis, uno de
los métodos de auto descubrimiento personal que prosperaron en los
70, como el “Primal Scream” (grito primario, del que fue firme
defensor John Lennon durante una época) o el EST. Allí Oldfield se
enfrentó a los miedos que tantas angustias y ataques de pánico le
habían producido durante buena parte de su vida, momento que
aprovecha para echar la vista atrás y comienza a hablarnos de su
infancia.
Ahora
bien, de vez en cuando esa narración mas organizada se ve
interrumpida por reflexiones personales sobre diversos asuntos más o
menos filosóficos y metafísicos, tales como la fama, el renacer,
etc... No es que resulten especialmente molestas, ya que leer “The
Changeling” es una experiencia bastante frustrante de por sí, sino
que, sorprendentemente, van muy bien con la estructura de la obra.
No
es que lo que cuenta Oldfield no sea interesante, pero el estilo
utilizado no encaja del todo. A fin de cuentas, se nos hablan de
algunas experiencias bastante traumáticas, como el progresivo
deterioro psíquico de su madre tras dar a luz a un niño con
síndrome de Down (al cual, ni Mike ni sus dos hermanos conocerían
nunca, ya que sus padres les explicaron que había muerto al poco de
nacer, cuando en realidad fallecería en una institución tras pasar
un año de su nacimiento) o del aislamiento que el músico siempre ha
sentido con respecto a la gente que le rodeaba.
Pero
no es narración brillante, va un poco a trompicones y no se detiene
en detalles que nos hicieran apreciar mas detenidamente las
sensaciones que nos quiere transmitir. Esta bien redactado, como
quien dice, pero poco más. A eso se debería añadir que cuando
Oldfield intenta ser irónico o divertido, no le sale demasiado bien.
Por ejemplo, habla de su primera entrevista para Melody Maker con un
periodista llamado Karl Dallas. Cuando lo recuerda, dice que “no
tenía cara de Karl, ni era de Dallas, sino que resultó ser un tipo
calvo, bajito, con un acento mas bien normal. Mas tarde descubrí que
Karl Dallas era un nombre falso, un nom de plume.” Er...
gracias por exprimir la anécdota, Miguel.
Eso
no quiere decir que no haya momentos realmente divertidos, como un
viaje en globo con el magnate Richard Branson que casi termina en
tragedia o como éste mismo le “amenazó” para que firmara el
contrato de adhesión a Virgin con un cuchillo de los de untar la
mantequilla. Pero estos momentos quedan descompensados con respecto a
los relatos de su juventud, sus experiencias con las drogas, las
continuas depresiones o la difícil relación familiar.
Fuerza
para vivir
En
las entrevistas
promocionales, Oldfield expresó que uno de sus deseos a cumplir
con este libro era desmitificar el tabú que suele unir
“psicoterapia” con “enfermedad mental”. Como ex-estudiante de
psicología, no puedo mas que aplaudir la idea. Pero que nadie se
piense que esto es un libro de autoayuda, cierto es que Campoviejo
usa bastantes párrafos para contar todo el bien que le ha hecho el
acudir a profesionales de la salud mental. Pero en realidad, buena
parte del relato se centra en las angustias previas, en las
sensaciones que provocaban los ataques de pánico y en cómo el
sorpresivo éxito de “Tubular Bells” no hizo más que rematar esa
desorientación. Si yo fuera un pérfido, le respondería que cuando
yo tenga un disco que venda 20 millones de copias y que prácticamente
sirva de fundación para un género musical, yo sabré perfectamente
cómo reaccionar. Pero... ¿afortunadamente?, no se ha dado el caso y
probablemente tampoco sabría qué hacer.
De
hecho, cuando uno se da cuenta de las alturas a las que Oldfield
habla de su primer álbum, (página 109), queda claro que éste no es
un volumen en el que vaya a entrar en detalle sobre su corpus
artístico. No es que las anécdotas sobre la grabación del álbum
de las campanas tubulares no se agradezcan, pero obras tan
respetables como “Crises”o “Five Miles Out” se quedan un poco
apartadas. De hecho, da la impresión de que Mike solo ha querido
centrarse en las obras de mayor éxito, de ahí que también tengamos
algunos detalles sobre Hergest Ridge, Ommadawn (“el disco para el
que Mike Oldfield fue puesto sobre la tierra” según la “Rough
guide to Rock'n'Roll” y no soy quién para discutirlo) o incluso
“Incantations”. Pero después de esto, Oldfield explica muy
poquito, apenas nombra a sus colaboradores – hubiera sido muy cruel
hablar de Phil Collins y no de Simon Phillips, auténtico pilar de
buena parte de la música de Oldfield en los 80 – y algunos de sus
argumentos resultas descorazonadores.
Si
alguien tenía la ilusión de que las letras de “Moonlight shadow”
tuviesen algún trasfondo profundo, que se vaya olvidando. Resulta
que todo es un batiburrillo de ideas – principalmente, una película
sobre Houdini
protagonizada por Tony Curtis -, salidas de una noche con un una
botella de Whisky y un diccionario de rimas, con Oldfield ya cansado
de no saber qué hacer con una pista de acompañamiento tan buena, a
la que no conseguía encontrarle palabras. Ergo, la máxima de que la
interpretación de uno mismo sobre una obra de arte es tan valida
como la del creador, se cumple aquí con creces.
Igualmente,
si alguien se imaginaba a Campoviejo como una persona espiritual y
estable que componía su música como parte del interés por las
filosofías de corte alternativo de finales de los 60 y principios de
los 70, que se lo replantee. Oldfield explica que intentaba componer
material que creara un mundo musical apartado de las tensiones que
sufría diariamente, ya que considera que el lenguaje hablado no es
una forma de comunicación especialmente elegante. Es como decir que
los Rolling componen música agresiva y gritona porque se sienten muy
bien con ellos mismos, y la música relajante es para aquellos que
están todo el tiempo angustiados. ¿Y qué hacemos a los que nos
gustan ambas?
Hay
momentos en los que uno sospecha que a Mike se le va la pinza que da
gusto, y otros que, sinceramente, no son muy recomendables para la
sana juventud española que desconoce por completo los peligros de la
drogaína (si, estoy siendo sarcástico). Me explico: aunque Oldfield
reconoce que uno de sus “malos viajes” con el LSD tuvo unas
consecuencias terriblemente negativas para su estabilidad psíquica,
no teme en decir que la fuerza y el empaque de música era mucho
mayor cuando estaba “neurótico y paranoico”. Aquí tengo que
discrepar con el autor, creo que buena parte de su música en los 80,
e incluso de los 90 – cuando se supone que estaba mas “estable”
- sigue siendo de una gran calidad y puede mantener el tipo frente a
sus cuatro obras épicas iniciales.
Igualmente,
resulta muy triste que te cuenten que en los primeros envites de la
grabación de su Puta Obra Maestra “Ommadawn”, Oldfield estaba
prácticamente nadando en alcohol, hasta el punto que su estómago
terminaba rechazando todo sólido que entraba por su boca. De aquí
podemos afirmar que aunque Miguel es bastante cruel en algunas de sus
afirmaciones - “a causa de la fama tienes que despedirte de
cualquier tipo de amistad auténtica” - tampoco intenta dar una
imagen maqueada de si mismo, no siempre, al menos. Al igual que en el
caso de Syd Barret, resulta increíble la ceguera de buena parte de
su entorno sobre sus trastornos mentales, lo cual pone de manifiesto
el desconocimiento generalizado de la sociedad sobre el tema durante
aquellos años. Probablemente, Campoviejo tenga razón cuando
argumenta que mientras él estaba intentando cubrir el teléfono con
almohadas para no oírlo sonar – su manager intentaba convencerlo
de hacer promoción y giras -, para Branson, el músico se dedicaba a
pasear su perro por las colinas de Hergest Ridge, “haciéndose el
difícil”.
Ya sé qué le falta a mi estudio casero: un buen reposabrazos para controlar como Dios manda el ratón |
Resulta
divertido, no obstante, que Oldfield se adhiera a la eterna historia
de “músico de éxito que siempre anda corto de pasta”. Ya sea
porque Virgin le hizo un contrato en el que no le pedían su
primogénito porque esa era del todo ilegal, o porque sus fobias le
impedían salir del Reino Unido y evadir impuestos como todo músico
/ deportista / actor de fama que se precie. Mike pasa por una serie
de viviendas desastrosas hasta que consigue establecerse en un cierto
lujo, que normalmente se traduce en tener su propio estudio para
crear música siempre que quiera.
Contradicciones
En
lo que se refiere a su versión de los acontecimientos sobre las
corrientes musicales de la época de mayor éxito, Oldfield tiene una
visión un tanto sesgada, o quizás demasiado íntima; tras sus
inicios con la banda de Kevin Ayers, deja claro un cierto respeto
hacia Soft Machine o Henry Cow, pero no duda en ignorar – a
sabiendas o no, eso es más difícil de saber – a otros adalides de
la música instrumental como Tangerine Dream (que durante una época
también fueron fichados por Virgin), Vangelis o Jean Michel Jarre.
Nunca sabremos si por puro desconocimiento o porque pensaba en ellos
como pobres imitadores, pero la cuestión es que Mike considera, en
toda su humildad (sarcasmo again), que “Tubular Bells” y
“The Darkside of the moon” de Pink Floyd tenían que marcar el
rumbo de la música en el futuro. Esto abriría un largo debate sobre
la evolución – o involución – de la música pop que es mejor
dejar para otro post.
Ergo,
la revolución punk le pilla desprevenido, y le sienta muy mal la
desmedida atención de su discográfica hacia los Sex Pistols, los
cuales ya habían pasado por dos disqueras antes de firmar con
Branson. Tengo que decir una cosa sobre el magnate: cualquiera que
pueda granjearse el odio de TODOS los miembros de la banda punk por
excelencia (incluido su manager), tiene que, por fuerza, estar
haciendo algo bien. Bravo, Richard, bravo.
Aunque
ahora Oldfield entiende que Virgin tenía que buscar el máximo
beneficio y que estaban en el negocio para ganar dinero, admite que
el “nuevo estilo rey” (al menos para la prensa musical de los 70)
nunca fue especialmente de su agrado. La cosa llega tan lejos como
que Mike afirma que “no importa lo mucho que inspeccione al equipo
para las giras, siempre hay alguien que es fan de los Sex Pistols que
intenta armar bronca”. No sé que resulta mas ridículo, que
Oldfield le tenga que preguntar a los pipas qué tipo de música
escuchan (si es que es eso a lo que se refiere) como si fuera un
Simon Cowell / Risto Mejide de la vida, o que un trabajador arriesgue
su sueldo soltándole a su jefe “esta música tuya es una mierda
pinchada en un palo, los Sex Pistols si que molan”, si es que es
eso a lo que se refiere.
Siguiendo
con el tema de las giras, Miguel tuvo que ser prácticamente
arrastrado a los ensayos y bolos de presentación de su primer disco,
no fue hasta que salió del seminario de Exegesis cuando reunió las
fuerzas para montar una banda. Y como era de esperar, como alguien
que sale de un régimen y se prepara una opípara cena, se pasó tres
pueblos, llevándose una banda monstruosa que casi no cabía en el
escenario, lo cual se tradujo en un déficit económico monumental.
Aunque el de Reading culpa a las “circunstancias” y una pobre
gestión de los recursos, lo cierto es que gracias al libro uno puede
deducir que la economía doméstica – o de cualquier tipo – no es
el fuerte del músico. Curiosamente, Oldfield olvida que Branson tuvo
que pararle los pies cuando solicitó un coro de 80 personas y se
tuvo que “conformar” con 12.
Sobre
su vida personal, resulta extraño que a veces de muchos detalles
sobre los problemas de su madre pero en lo que se refiere a sus
parejas mantenga tanta discreción que ni siquiera da nombres, y
hablamos de, por ejemplo, Anita Hegerland, que además cantaba en sus
discos y salía en los videoclips con él, ¿algún acuerdo de
privacidad? Vaya usted a saber. Tampoco da el nombre del músico
rockero que compró la casa en Ibiza de la que Oldfield se quiso
deshacer en cuanto salió de la isla balear, que por cierto, fue
Noel Gallagher. Lo de su etapa ibicenca, según algunos titulares, da
para algunos de los momentos mas incómodos de la biografía de
Oldfield, que aquí, obviamente el músico ignora: como cuando se
supone que estrelló su coche contra el muro de su vivienda con
algunas centésimas de alcohol en la sangre, o cuando (de nuevo,
supuestamente), su hermana Sally puso un anuncio en la sección de
contactos, buscándole pareja a Mike. Asunto este que provocó un
momento muy incómodo en una entrevista para un suplemento dominical.
Ya digo que Campoviejo prefiere dejarlo en que tuvo algunos de los
mejores y peores momentos de su vida en el lugar.
Otra
contradicción es el tema de los vídeos musicales: Mike dice que
nunca le hicieron especial ilusión, pero bien que se le ve hacer el
panoli en algunos, por supuesto, del capitulo “sordido-musical”
de “Don
Alfonso” no dice ni mu. Ni del “videoálbum” “The Wind
Chimes”, que se supone fruto de su obsesión por la tecnología de
vídeo de la época. Ah, y por supuesto pasa de puntillas por el
breve tiempo que fue fichado por la sucursal española de WEA tras
los desiguales resultados en lo comercial que fueron sus discos con
Warner, fuera de España y Alemania, al menos. Admite sin tapujos,
eso si, que su corazón no estaba en álbumes como “Earh Moving”
(el único de su obra en el que todo son canciones, sin ninguna pieza
instrumental), y que la tercera parte de Tubular Bells fue una
exigencia de su discográfica.
En
este respecto, Oldfield no entiende (o se esfuerza por no entender)
que la gente siga prefiriendo el primer disco de las campanas
tubulares frente a sus técnicamente perfectos remakes. Mike no ve
que el momento en el que publicó su primera obra era propicio para
sorprender y que parte del encanto eran las imperfecciones. Puede que
la guitarra estuviera sin afinar, pero esa es la versión de la que
se enamoró el público.
Ah,
tampoco hay ni una mención sobre el supuesto mensaje en código
morse en “Amarok” que debería traducirse como “jódete,
Richard Branson”.
Finalmente,
me cuesta mucho recomendar “Changeling” a alguien que no sea un
completísta de Oldfield, no consigue mantener el interés como libro
más allá de por de quién lo ha escrito. Pero resulta sorprendente
que no haya versión en castellano, si hay un mercado fiel a este
hombre es el español, mientras que gente menos famosa como Andy
Summers sí que han tenido traducciones de sus biografías. Hablando
del guitarrista de Police, al igual que Oldfield estuvo en la banda
de Kevin Ayers, y, curiosidades de la vida, también le toco
interpretar las partes de Mike en la versión orquestal de Tubular
Bells – el autor no tenía nada que ver con algo que era
básicamente un invento de David Bedford y de Branson para poder
sacar el disco a la carretera -, aunque las palabras que le dedica en
“One train later” (traducido en España como “El tren que no
perdí”) no son especialmente amables.
El
título, por cierto, alude a las maniobras de los seres imaginarios
como trolls, trasgos o hadas, - según Oldfield, Jon Anderson cree en
la existencia de alguno de esos seres, lo cual tampoco acaba de ser
una sorpresa - de cambiar un niño humano por uno de los suyos.
Quizás como forma de expresar cómo de excluido se siente con
respecto al mundo, quizás Sally deseó como la protagonista de
“Dentro del
laberinto” que los goblins se llevaran a su hermano y después
no lo pudo recuperar, vaya usted a saber.
Mike Olfield ha compuesto de las mas hermosas canciones que hemos crecido escuchando, que jamas pasan ni pasaran de moda, ni dejeran de provocar en nosotros admiracion, emocion , amor e inspiracion.LO considero de los mas grandes musicos dificiles de categorizar tal vez en un estilo, y si eso fue ademas su salida de una niñez o juventud solitaria y complicada, mejor aun...lo hace todavia mas valioso.
ResponderEliminarY si su libro muestra esos aspectos de su vida, puede ademas ser inspiracion para jovenes similares...
Grande MIke Olfield , no debemos criticar a alguien que hace lo que jamas podriamos hacer!!!!!Cecilia Nicoletti