miércoles, 14 de noviembre de 2012

CULTURA INÉDITA: ERIC CLAPTON AND HIS ROLLING HOTEL



Lo siento muchachos, hoy no hay absenta


Ya sé que hace varias entradas en el blog avisé de que me estaba quedando sin nuevas secciones para éste. Pero como un político en elecciones o un pringado que liga en una discoteca diciendo que trabaja como ingeniero: prometer hasta meter... O en otras palabras, este es mi bitácora y le pongo la peluca afro que más me gusta.

En este caso, ya ni siquiera analizamos una obra musical / literaria / cinematográfica cuyo precio es menos de 12 euros, ¡es que es totalmente gratis! Y lo es porque pertenece a esa farragosa área de los lanzamientos que se quedan en un limbo legal por los motivos que sean: que el artista no quiso dar permiso para su lanzamiento (como el recientemente re-estrenado “Bird on a wire” de Tony Palmer que documenta la gira en 1972 de Leonard Cohen), porque el productor decidió quedarse con los derechos de distribución (el directo de Queen en Montreal del 82) o porque era básicamente una mierda (o eso debe pensar David Bowie de “Cracked Actor”)

Ergo, la única manera de conseguir algunas de estas obras es a través de métodos alegales, y es que hay una buena cantidad de retransmisiones televisivas, radiofónicas o de cualquier otro tipo cuya calidad igualan (si no superan) la de algunos lanzamientos oficiales. Incluso hoy sigue habiendo fans que opinan que la cobertura que realizó la BBC de los conciertos de Pink Floyd en 1994 supera al posterior DVD de “Pulse”...¡y es prácticamente lo mismo!

Ahora bien, si la ley prohíbe tajantemente compartir archivos de música extraídos de un CD musical, así como películas cuyo origen es un DVD/Blu-Ray comprado en unos grandes almacenes: ¿qué pasa con los conciertos de Radio 3 o con algunos de esos especiales de música que Tele5 echaba a las tantas de la madrugada de los sábados? Pues que en un momento dado no hay demasiado problema en compartirlo con otros fans hardcore de algún artista en particular. Un ejemplo mas claro aunque no sea musical; durante años los fans de “Star Wars” se han quejado de que George Lucas no hace más que sacar en alta definición versiones modificadas de su obra, dejando la trilogía original relegada al segundo DVD de sus ediciones de definición standard. Y encima fueron extraídas de un Laserdisc... No obstante, algunos fans decididos han llegado a grabar emisiones en HD (de nuevo, para TV) de dichos films, sin retoques estúpidos ni añadidos sacados de la chistera de ILM. Triste consuelo, que solo puede llegar a otros fans a través del file-sharing. Por supuesto, de “El especial Navideño de Star Wars”, ni palabra, y casi mejor que sea así...

El Dios de la Nieve

Lo que nos ocupa hoy es el material sobre el que se cimentó “This is Spinal Tap”, aunque por tratarse de una grabación no dramatizada, se acercaría más a “The story of Anvil” o “Some kind of monster”, en otras palabras, el género que todo fan de la música devora con la misma pasión que un chef de alta gama se metería en la boca una pizza después de una travesía por el desierto (con gusto pero con algunas dosis de asco), redoble de tambores....¡¡¡EL ROCKUMENTAL!!

Si amigos, el género en el cual los astros de la música escriben cartas de amor cuyo destinatario suelen ser su propia persona, en el que (inevitablemente) se nos cuenta la dura rutina del equipo técnico sin el cual “nada de esto sería posible”, el mismo en el que se nos narra que la vida en las giras es dura, pero que todo queda compensado por el aplauso del público. O eso era así hasta los dos films mencionados en el párrafo anterior, en los que se nos permitió comprobar que nuestros ídolos tenían permiso para ser unos capullos redomados, o, aún peor, que vivir el sueño de la música se puede tornar una triste pesadilla de conciertos frente a públicos cuyo número va disminuyendo amargamente hasta encontrarte en un bar-sótano de Europa del Este, amenazando al dueño del local con darle una paliza para que te pague.

Eric Clapton and his rolling hotel” entra en una categoría, no obstante, mucho mas divertida: en la del músico tan pagado de si mismo que se permite lanzar los mas absurdos discursos dentro de un contexto que (dentro de su cabeza) hacen que suenen como verdades absolutas. Y para colmo, dirán ustedes, el músico en cuestión es Eric Clapton.

Como ya comentamos en nuestro “Especial Sting”, Clapton pertenece a esa clase de artistas como Elton John, Rod Stewart o Mark Knopfler cuyas credenciales han sido tan desgastadas por algunos de sus lanzamientos – o las críticas vertidas hacia ellos – que les dan la apariencia de ser unos mínimos comunes divisores: música para gente que no le gusta la música, carne de KissFM o M80, la antítesis de lo que suena en Radio 3. La perspectiva habitual es que, en un momento dado (sobre todo al principio de sus carreras), estos músicos realizaron algunos lanzamientos verdaderamente rompedores, que son por los que se hicieron famosos, pero que, tras alguna cura de desintoxicación, perdieron ese riesgo y prefirieron vivir de las rentas, con discos a medio gas perfectos para ponerse en los ascensores, pero que tienen poco que aportar al avance de la música.

Esta visión de los hechos es muy divertida por varios motivos: Elton John, por ejemplo, grabó álbumes geniales hasta arriba de cocaína, y otros innecesarios bajo los efectos de la misma droga, asimismo, algunos de sus últimas grabaciones “sobrias” no palidecen frente a sus clásicos. Rod Stewart nunca ocultó que la innovación musical se la traía al pairo y que lo que él quería era ser una estrella del Rock y casarse con una rubia detrás de otra, por amor, claro (y sí, meterse coca por el recto). Sin duda, a mi también me gustan Arctic Monkeys, Jet y cualquier otro grupo que ocupe la portada de Mondo Sonoro, pero al final todos tocamos los mismos acordes.

En este sentido, y después de su “Unplugged”, es fácil que muchos vean en Clapton un objetivo fácil: entre su versión shuffle de “Layla” y lo que algunos podrían definir como “pornografía sentimental” en la forma de la canción “Tears in Heaven” (dedicada a su fallecido hijo Conor), muchos podrían pensar que el ex-miembro de Blind Faith ha dedicado buena parte de su trayectoria a hacer música para cuarentones que no quieren nada especialmente estridente saliendo de los altavoces de su coche. Craso error, por supuesto. Cualquier ser que haya tenido una mano en componer “Layla” o “Badge” merece un respeto, de hecho yo incluiría hasta “My father's eyes”, ea, ya lo he dicho.

La primera vez que tuve constancia de la existencia del documental que nos ocupa, fue leyendo la autobiogafia de Clapton (por una vez, un regalo). Tengo que reconocer que, como una vulgar maruja del Rock, lo primero que leí antes de las largas disertaciones sobre su infancia en Ripley, fueron los detalles del fallecimiento del pobre Conor, puede que por un interés puramente morboso, pero la explicación de su muerte “tras una caída por una ventana” siempre me había extrañado. Como pueden ustedes suponer, fue un absurdo accidente mientras jugaba lo que llevó al hijo del músico a tan triste final.

El Eric Clapton de la época en las que se grabó este largometraje es muy diferente al que registraría un disco “desenchufado” años después, se trata, sin duda, del periodo en la cual “Manolenta” estaba viviendo, one more time, la absurda vida del músico que pasa buena parte del calendario en la carretera, en algún estudio de grabación embarazando a alguna ayudante a espaldas de su mujer, o luciendo sin problemas la camiseta “No snow, no show” (sin nieve/coca, no hay espectáculo). 

Así se las gastaba...
 

Un amasijo de contradicciones

Una tesis que mantengo sobre las biografías en general, mas allá de la forma en que representen a sus protagonistas, es que todas, TODAS, terminan con algún tipo de disertación en plan: “a pesar de sus logros y sus virtudes, sus fallos y fracasos (inserte nombre) era un cúmulo de contradicciones, en otras palabras, un ser humano”. Un párrafo de ese tipo se lo pueden encontrar ustedes en cualquier opúsculo que intente resumir la existencia vital de cualquiera, desde Michael Jackson hasta Hitler, pasando por Nixon y Tolkien.

Ustedes no necesitan gastarse los buenos dineros que cuesta un tocho de biografía para saber eso, porque lo que queremos, parafraseando a Julien Temple, es la filfa y la furia. Pero igualmente y antes de desmenuzar el rockumentary que nos ocupa, es necesario indagar – aunque sea por un momento - en las contradicciones del hombre que lo protagoniza.

Por un lado está el amante del blues acústico de raza (un amor presente de forma parcial en “From the cradle” o en “Me and Mr. Johnson”), el purista que abandonó los primeros Yardbirds en cuanto consiguieron un single de éxito y que pensaba que podía sacar “Layla and other assorted love songs” sin publicidad alguna porque la calidad intrínseca del álbum lo catapultaría al éxito. Por si se lo preguntan, sí, en aquella época Clapton ya le daba a la heroína cosa fina. El hombre cuya poca confianza en sus habilidades compositivas le ha hecho recurrir mas de una vez a versiones de contemporáneos, el ex-estudiante de arte con articuladas opiniones sobre el diseño.

Por otro, está el músico capaz de poner sus manos sobre cualquier género musical si así consigue rascar otro hit, el que se acojona cuando Warner echa a Van Morrison de su plantilla y confía ciegamente en los productores impuestos por la discográfica, el dandy mod capaz de gastarse cantidades absurdas en la ropa que va a llevar en escena o al salir a la calle. Un fantoche capaz de liarla parda en un hotel por hacerse el gracioso durante una borrachera. En definitiva, un conductor de Ferraris sin carnet.

Es que esta tapicería no parece ir con mis zapatos...


Todo eso (o buena parte) está incluido en este “Eric Clapton y su hotel rodante”, una hora y cuarto en la que se mezclan las entrevistas, las bromas de colegial, algunas buenas actuaciones y una sensación de no saber si uno está contemplando a un artista en la cúspide de sus capacidades o a un gilipollas al que hay que darle dos hostias bien dadas.

Un tren nazi

El documental nació con la idea de describir las vicisitudes del grupo de Clapton durante la gira europea del álbum “Backless”, editado en 1977 (un tropiezo en lo comercial y hasta cierto punto en lo artístico dentro de su carrera, pero que le dio la excusa para realizar otra largo periplo). Durante este tramo del tour, la banda y buena parte de su personal viajaban en un tren que anteriormente había servido como transporte privado del dirigente nazi Hermann Goering, continuando la estela de estrellas del Rock setentero con alguna relación absurda con el filonazismo (siendo las otras Jimmy Page y Lemmy).

Clapton explica en su autobiografia, de forma más prosaica, la necesidad de semejante modo de transporte, su manager, Roger Forrester, pensaba que así evitaría que el cantante se pusiera en evidencia delante del mundo mientras que al mismo tiempo protegía al paciente personal que trabajaba en los hoteles de las habituales trastadas de niñato – perpetradas por un tipo en la treintena – que protagonizaba Clapton durante sus diversos estados de embriaguez.

Ah, el arte...


Porque ese es el principal motivo de que “Rolling Hotel” no haya salido a la venta nunca (y probablemente siga así), en palabras, de nuevo, del guitarrista: “no me ponía bajo una luz muy favorable, además se me ve la mayor parte del tiempo borracho y desquiciado”. De hecho, Clapton abre el documental cantando una canción - ataviado con un chalequito abierto y un bufanda, dejándonos ver que no está muy en forma - que nos recuerda que a pesar de todo hay que sonreír en la vida, mientras sujeta el micro y se dirige a la cámara con el mismo rostro que el pesado de tu colega en la fiesta de Fin de Año a las cinco de la mañana mientras te dice (agarrándote el codo, no falla): “¡tío, te quierrrrrooooooooO!”

A renglón seguido, el sempiterno riff de “Layla” sirve como fondo de las diversas imágenes que van a permear los siguientes setenta y cinco minutos: trenes, ensayos, pruebas de sonido, cocina, gente sirviendo platos, Pattie Boyd...

No se pueden mover las mesas, qué flipe tio...


Si ya la canción dedicada a su hijo les podía parecer a algunos segmentos del público pornogafía sentimental, la explicación que hacen tanto Pattie como Eric del significado del tema de Derek and the Dominoes es ya carnaza del papel couché. He aquí una pareja tan estupendamente pagada de si misma, que cuentan sin tapujos sus sentimientos alrededor del tema y el cuento árabe en el que se basa. Como ustedes ya sabrán, Boyd dejó a George Harrison para estar con Eric Clapton, o esa ha sido la versión que siempre se ha dado de esta, en teoría, “comedía de los errores” shakesperiana.

Tras leer el libro de Clapton o ver el documental de Scorsese (o quizás, siendo mas finos, del equipo de Scorsese), “Living in the material world”, uno podría suponer que en realidad Harrison era tan sátiro y tóxico en sus relaciones personales como el resto de los Beatles. Especialmente revelador es cuando su viuda, Olivia, declara que el secreto para que un matrimonio perdure es “no divorciarse”, en lo que se puede leer que es mejor ser una cornuda que vive en un estado palaciego que una divorciada sin tener a donde ir. En otro momento de “Living in...” se escuchan las declaraciones de Harrison en una rueda de prensa en las que afirma que prefiere que Pattie se haya ido con su colega que con “cualquier otro capullo”. En otras palabras, que George nunca fue la víctima pringada de esta historia, sino que era un alegre infiel según le convenía, llegando incluso a proponer intercambios de pareja a su amigo Clapton o a declararse en público a la mujer del bueno de Ringo Starr.

Los antiguos usuarios


Volviendo a “Rolling Hotel”: Boyd y Eric hablan de la pena y el marasmo de emociones que les han producido su tiempo filtreando, las canciones dedicadas y su reencuentro “final”, después de que Eric saliese de su “retiro” (léase “ponerse de heroína hasta las cejas con Alice Ormsby-Gore durante casi tres años). Al poco, Clapton pasa a explicar cómo se formo la banda – lamentablemente, dos de sus miembros ya no se encuentran en este mundo – y se sigue con diversos relatos por parte de los músicos y del manager, sobre las experiencias de las giras.

A partir de aquí, las declaraciones de los involucrados en la gira se turnan con mas ensayos, tomas en directo y momentos en los que Clapton se confiesa frente en la cámara, mas que desquiciado, en modo de decir sandeces que probablemente a él le parezcan pura poesía emanando de su boca, pero sobre eso profundizaremos mas adelante.

¡CON MUDDY WATERS, GEORGE HARRISON Y ELTON JOHN!

Sin duda, las actuaciones son de lo mejor que tiene el documental, aunque las anunciadas aportaciones del Beatle y del autor de “Your Song” se limitan a un solo tema al final del metraje (una jam en la que todos parecen recién salidos de ver un partido de fútbol en el pub local, Clapton lleva incluso una camiseta de jugador), la del veterano bluesman Muddy Waters es tremendamente divertida, demostrando un control envidiable sobre el público mientras versiona “Got my mojo working / Hoochie Coochie Man”. Impagable. Después vemos un poco de su grupo y el de EC departiendo tras la actuación. Las propias tomas en directo de la banda de Clapton son muy buenas, si bien su calidad es variable, “Cocaine” (adecuada ¿eh?) sufre de un leve despiste por parte del líder que responde con una sonrisa en plan de “aquí no ha pasado nada” mientras que “Wonderful tonight” se mezcla con un montaje altamente cursi de Pattie haciéndole carantoñas al cantante mientras suena la canción dedicada a ella. Aunque previamente el guitarrista haya declarado que sus canciones se crean pensando en “cómo me siento acerca de una mujer particular durante un momento en particular”. Reventando de romanticismo, ¿eh, Eric?

Dándolo todo


Un momento curioso es cómo el grupo empieza a ensayar el clásico de los Five Tops “Loving you is sweeter than ever” durante las pruebas de sonido, si bien se saben los acordes (o eso aseguran, aunque yo no lo tengo tan claro y probablemente, Phil Collins tampoco opinaría igual), sus conocimientos de la letra se reducen al estribillo, así que tiene que llamar a alguien en Inglaterra para que les dicte los textos de la canción. Aquí, un servidor de dio cuenta del carácter de espectador del siglo XXI, preguntándose por qué, simplemente, no las buscaban en Google. Supongo que por eso no me extraña que en algunos clones de combate de Conan, los guerreros luzcan relojes-calculadora de Casio...

Sin duda, otro momento recomendable es cuando la gira recala en París y el antiguo manager de Cream, Robert Stigwood, se deja caer para ser grabado mientras departe con Clapton y su pandilla. Recomendable porque Clapton recuerda este momento de forma mucho mas tensa en su biografía de lo que aquí vemos. Incluso su antiguo colega, pianista y tour manager Ben Palmer (otro que define a su jefe/amigo como “un par de personas”) tiene una versión mas extrema de los hechos que lo que se nos permite ver. Me explico: Eric siempre había tenido la desagradable sospecha de que buena parte del dinero ganado por el grupo que formó con Jack Bruce y Ginger Baker había permitido a Stigwood traerse a los Bee Gees de su Australia natal (de donde también era el manager) y promocionar su carrera en el Reino Unido... y así perpetrar años después ese desastre que fue “Sargeant Pepper's lonely heart club band”.

The face that launched a thousand guitars...


Según el libro del guitarrista, Stigwood esquiva las molestas insinuaciones hasta desembocar en un elegante “no es momento para hablar de eso” que provocan a un Clapton enfurecido gritando “¡Es mi película y lo quiero dentro!” Aunque Palmer echa aún mas gasolina al fuego en el DVD de la serie “Classic Artists” dedicado a Cream – en el que aparecen fragmentos de este “Rolling Hotel” - afirmando que el cabreo de Eric le lleva a lanzar improperios del estilo “Where's the money, Stingwood???!!!!”(¿¡¡¡Donde está la pasta, Stingwood!!!????).

Eso debe estar en algún imaginario “Director's cut”, ya que lo aquí vemos es a Clapton y a su séquito porfiando sobre estas cuestiones económicas - “si no hubiera sido por Ginger, Jack y mi, no te podrías haber traído a los Bee Gees ¿verdad” - mientras que el manager, en su permanente postura de bon vivant se dedica a bostezar en tono burlesco frente al sopor que le produce hablar de sus inicios y sigue en esa línea irónica afirmando “le debo mi vida a Eric Clapton, que me ha hecho tan rico, por lo cual mi vida ahora es tan desgraciada, y en cuanto apagues la cámara puede que intente estrangularlo”. Todos le ríen la gracia y pasamos a mas música.

Desquiciado y bromista

Por si alguien no se creía que alguien capaz de parecer tan articulado en algunas de sus declaraciones a lo largo de los años era igualmente responsable de gastar bromas especialmente tontas, en este documental tenemos un buen ejemplo: un pobre periodista francés es engañado por el equipo de Clapton y termina entrevistado a uno de sus ayudantes – con un convincente parecido, hay que admitir, aunque si hubiera conocido a “Munchie” del equipo de Genesis, estaría aún mas despistado – que le da respuestas absurdas a sus preguntas: “¿Cuando formó la banda?” “En 1987”, mientras que el líder del grupo hace amago de estrangular al periodista por detrás. 

 

Mas vergüenza ajena produce el momento en el que el pipa le da ordenes a Clapton frente a los ligeramente confusos ojos del reportero galo, sobre todo cuando Eric, momentos antes, se ha dirigido a la cámara para decir “¿Para qué me enfocas a mi, estás grabando al tío equivocado”, ¡y la gente le ríe la gracia!. Pero la joya de la corona en lo que se refiere a tonterías por segundo son los minutos en los que Manolenta, cigarro en mano, se confiesa frente la cámara.

La auténtica trastienda del Rock.


Después de una sobria y sentida interpretación a voz y guitarra de esa rareza que es “To make somebody happy”, Clapton desgrana cómo a veces el meterse en el estudio “mata una canción” y explica que tiene cajas y cajas de cintas llenas de canciones. Después habla de las decisiones que ha ido tomando a lo largo de los últimos años y que lo han llevado a la situación actual, es decir, dejar la Escuela de Arte y aprender a tocar blues como Dios manda (correcto), abandonar su trabajo en la construcción porque “era simplemente ridículo” (correcto, nadie querría un tabique levantado por este hombre), que si tomarse más en serio cantar (correcto, de nuevo), pero la cosa se empieza a torcer cuando Clapton afirma que estar de gira nueve meses al año le viene muy bien, porque si no, sería un alcohólico. Esto no deja de ser especialmente tragicómico porque, como ya ha admitido el propio artista, buena parte de las giras de aquella época se las pasaba borracho como una cuba, y probablemente a la hora de hacer estas declaraciones tampoco estuviera del todo sobrio. Para echar mas sal en la herida, Eric le cuenta a la cámara que cerca de su casa tiene un Pub, y que si no fuera porque tiene que trabajar, estaría allí todo el día, departiendo como un Barney cualquiera. ¡Y según su propio opúsculo, eso es justamente lo que hacía al volver de la carretera y durante buena parte de su matrimonio con Pattie! (A la que por cierto también le puso los cuernos en varias ocasiones, a pesar de tanta canción dedicada).

No tienes ni idea de lo duro que es esto...


Igualmente, EC asegura que no lee los periódicos mas allá de la contraportada (“sobre todo los deportes”, dice, ¿se referirá a la chica del AS??), porque para él, la prensa no refleja la realidad en absoluto, ya que para él, todo “es romance”. ¿¿¿¿????? Aunque teniendo en cuenta ciertas cosas, tampoco se le puede culpar.

El punto de vista del artista


Mas serio se pone a la hora de hablar de la muerte de Jimi Hendrix, sobre todo cuando recuerda que había comprado una Fender Stratocaster para zurdos que nunca pudo regalarle ya que falleció antes de poder encontrarse con él tranquilamente. Hablando de guitarras, una de las primeras declaraciones de Forrester al principio del documental hacen referencia a una cantidad indecente que costó un instrumento para Clapton, ¿se referirá a la Gibson que se supone le compró a Andy Summers, futuro guitarrista de The Police y de la que hablaba en su “El tren que no perdí?”

EC también se pone intenso cuando toca hablar de su admirado Robert Johnson y del impacto que aún tiene en él, no en vano, tardaría más de dos décadas en grabar su disco de versiones del mítico bluesman.



¿Una obra maestra perdida?

Rolling Hotel” es demasiado crudo para el aficionado que no sepa gran cosa del artista, demasiado vergonzante para el fan (a pesar de que el público de los conciertos tiene su momento de gloria para alabar a los músicos) y, finalmente, pone al artista, no ya bajo “un foco poco favorable”, sino en evidencia de una forma que el peor columnista de cotilleos no podría lograr ni aposta.

No es una obra maestra perdida ni tan escandaloso como para prohibir su emisión, la copia que yo he podido ver es un mísero Divx que parece extraído de una cinta VHS, a tenor de la clase de drops (o dropeos en lenguaje audiovisual castizo) que tiene en algunos momentos. Pero parece haberse grabado en su día en 16 mm (formato 4:3) y la verdad es que en lo que se refiere a la calidad de imagen no está del todo mal, aunque los colores andan un poco disparatados – los negros son mas bien un azul marino, por ejemplo – y las tomas de los conciertos podrían estar un poco mejor iluminadas.

Al igual que “Cocksucker blues” (este sobre The Rolling Stones), dudo mucho que este documental aparezca algún día en Blu-Ray, no creo que a su mujer actual – Melia - le hiciera mucha gracia ver a su esposo haciendo el ganso de tal manera, y probablemente el propio Clapton tampoco esté especialmente orgulloso de la persona que era en aquel momento. Sobre todo cuando una confirma la teoría de que si uno tiene la manía de intentar ir siempre a la moda, acaba pareciendo siempre un payaso en las fotos viejas.

En lo que se refiere a los momentos en los que Clapton habla, creo que servirían de mucho al entrevistador medio para darse cuenta de que a veces la gente te puede mentir en toda la cara sin ningún tipo de problema... o hacerlo sin ser conscientes porque están demasiado sumidos en su propia realidad. Viendo a Clapton decir algunas tonterías no he podido dejar de pensar en el, primero admirado, después denostado y mas tarde aceptado como “esperable”, documental de Martin Bashir sobre Michael Jackson, “Living with...”, mas que nada porque si la persona que hace preguntas a Clapton le hubiera dicho algo en plan “bueno Eric, ¿qué estuviste haciendo exactamente durante esos tres años de “retiro”, dudo mucho el músico hubiera respondido “vegetar y meterme heroína a cucharadas todo el tiempo”. Igualmente, es muy probable que si alguien le dijera a EC que quizás su consumo de alcohol es un poco... exagerado, éste respondiera con algún exabrupto de los que, aparentemente, tanta gala hacía en aquella época. En otras palabras, “Rolling Hotel” es la oportunidad perfecta para ver el típico biopic sobre una estrella de la música, viviendo en su particular burbuja, rodeado de gente que desea agradarle, con el plus de ser verdad. La versión reality. Como Gandia Shore, pero sin canis y mejor música.

Got my Mojo working...


¿Recomendable? Bueno, si usted (como yo) comparte la opinión de Tom McGuiness de que oír tocar a EC es como el sexo - “Cuando está bien, esta muy muy bien. Cuando está mal, todavía está bien” - entonces no duden en echarle un vistazo. Si es de los que piensan, como aquella mítica pintada que “Eric Clapton is God”, pues lo mismo, aunque quizás deberían recordar el par de frases ingeniosas que le dedicó el Ruta 66 cuando tuvieron la oportunidad de entrevistarlo mientras promocionaba “Pilgrim”: “Todo el mundo debería saber que Dios no existe” o “I've got the Giorgio Armani Blues”.

El resto del universo debería abstenerse. Ya que probablemente lo encontrará bastante aburrido.


PD: La próxima entrada tiene pinta de que va a ser GIGANTESCA, solo voy a dar las siguientes pistas: Rand, Moore y Dilbert...