viernes, 28 de diciembre de 2012

CULTURA BARATA QUE SALE CARA: LA REBELIÓN DE ATLAS (por Ayn Rand)

Precio: 19,80 euros
Lugar: Casa del libro


Esta es la pinta que tiene, sin la absenta, el teclado y el monitor, claro...




2012


Salvo que las cosas cambien drásticamente de aquí al 31 de Diciembre, creo que puedo decir sin tapujos que 2012 ha sido un año particularmente desastroso para un servidor por diversos factores que no vienen al caso (recuerden, esto no es “Fran nos cuenta su vida”). Al final, va a ser que los cacareadas profecías mayas tenían razón y que este es el final de algo que va a provocar un nuevo y mejor futuro. O, si son ustedes seguidores de Lars Von Trier, se pueden ustedes consolar en la interpretación mas radical del asunto y pensar que en la fecha señalada va a empezar un desastre que va a dejar el film de Roland Emmerich y sus efectos CGI a la altura de una demo del 3D Studio. De mientras, pueden ustedes hacer falsa apología del nazismo para obtener notoriedad. Aún así, ahí estamos, intentando remontar y defendiéndonos de los infortunios cual gato panza arriba...



Chiste fácil: "¡Mi carrera! ¡Nooooooooo!" Parece querer decir el hermano de Joan Cusack




No me tiembla la mano al asegurar que leer “La rebelión de Atlas” se puede incluir tranquilamente en la lista de infortunios que me han sucedido en este 2012, libro sobre el que había oído hablar de una forma u otra anteriormente pero que nunca me había animado a adquirir. Por cierto, y antes de continuar, si piensan que este es un articulo poniendo a parir con diversas gracias la obra que nos ocupa y la señora que la perpetró, les recomiendo entonces que se lean el artículo de Vicisitud y Sordidez, que probablemente sea mas divertido que éste. Ahora bien, que yo haya sido capaz de sacar algunos aspectos positivos de este opúsculo (una tarea aún mas titánica que terminar de leerlo), tampoco significa que lo vaya a poner bien. Ni mucho menos, avisados quedan. Igualmente, también les aviso de que encontrarán numerosos puntos en común entre este artículo y el citado, hasta haremos un “copia-pega”, para que ustedes no piensen que de forma inadvertida, me ha poseído un espíritu Lucia Quintanil.

De hecho,fue un comentario de José Ramón (V. Vicisitud, si no me equivoco), en un programa de Formula 1 sobre estar leyendo este libro lo que me impulsó a echarle un vistazo. A fin de cuentas, un libro que parecía haber inspirado a Frank Miller, Alan Moore, Steve Ditko o algunas películas como “Iron Man” y “Los Increibles” según los argumentos de JR, no podía ser malo... hasta que me dí cuenta de que lo quería decir con esas afirmaciones es que a cada uno lo había inspirado de forma ligeramente diferente. Podría haber sido mas listo y esperarme al articulo en su blog o limitarme a leer la entrada que le dedica la Wikipedia a la obra. Llegados a este punto, quizás podrían pensar que le hecho la culpa a uno de los responsables de VyS por haber introducido este volumen en mi vida, pero no, prefiero echársela a Plaza & Janés por no haber editado mas libros de Terry Pratchett este año, ya que “La rebelión...” me lo he leído en los huecos que me dejaban los relatos del creador de Mundodisco.

Y ha sido una lectura larga, no solo por las sesiones en paralelo con las novelas del autor inglés,sino también por las 1252 páginas de la obra de Ayn Rand (incluida la introducción de Leonard Peikoff), consumidas en esos momentos de prolongado ocio por obligación (léase “paro”) que en este 2012, creo que buena parte de la población española ha sufrido. Pero antes de introducirnos en tan “magna obra”, repasemos algunos detalles de su autora...

Suite de Ondas Lunares

Al igual que muchos aficionados al progresivo, yo sé quién es Ayn Rand por culpa de Rush, más exactamente por una serie de artículos sobre la banda canadiense aparecidos en el fanzine “Lunar Waves” (anteriormente “Lunar Suite”), perteneciente a la caterva de publicaciones hechas por aficionados al progresivo, y es que servidor alucinaba con que alguien pudiera editar algo en papel que hablara sobre mi género musical favorito, teniendo en cuenta la sequía en las revistas musicales del momento (aunque las de Heavy siempre le dedicaban un huequito). Aún guardo con cariño mis ejemplares del Mellotron, Atropos y el Bright Light que devoré con avaricia en su época.


Igualito que leer el Rock de Lux...


En fin, en un aparte de esos artículos se hablaba de Ayn Rand y de cómo había servido de inspiración para las letras del batería Neil Peart, lector empedernido y autor de casi todos los textos de la banda. Nacida Alisa Zino'yvna Rosenbaum (en San Petersburgo, 1905), autora de este “La rebelión de Atlas”, pero que probablemente sonará al público en general por haber escrito la novela “El Manantial”, (sobre todo después de que King Vidor dirigiera su adaptación cinematográfica, con Gary Cooper como protagonista), Ayn Rand representa un pensamiento en el que la fuerza del individuo emprendedor debe primar sobre la de la sociedad, tanto en cuanto esta impida el desarrollo de las ideas de dicho individuo. O mas bien, esa es la versión bonita.

En el – por otro lado altamente recomendable -, documental sobre Rush, “Beyond the lighted stage”, se habla de que durante muchos años, el grupo se ha visto ninguneado por parte del establishment musical encarnados en la revista Rolling Stone o la institución del Rock'n'Roll Hall of Fame, (que son mas o menos lo mismo) por motivos inexplicables. A los directores se les olvida, o parecen querer olvidar (pero al artículo del Lunar Waves no) que durante muchos años a Rush se le hacía referencia con frases tan ingeniosas como “los amigos reaccionarios de Ayn Rand”. Aunque tampoco tocan el tema de la fiesta de Fin de Año en la que el guitarrista Alex Lifeson en la que se supone que él y su hijo la liaron tan parda que tuvo que intervenir la policía... es lo que pasa con los biopics “oficialmente sancionados”.


En cualquier caso, después de inspirar muchas canciones del grupo, (“Anthem” comparte título e intenciones con la novela corta de Rand), en una entrevista para Qtv, Geddy Lee y Alex ponen los puntos sobre las íes y cuentan que si bien comulgan con la independencia que promovía su manifiesto artístico, no lo tienen tan claro con sus inclinaciones políticas. Lamentablemente, Peart no se hallaba presente en dicha entrevista y hubiera sido interesante saber su punto de vista al respecto, pero después de la muerte de su hija en un lamentable accidente automovilístico camino de la universidad y de perder a su esposa al año siguiente por un cáncer, es muy difícil que el batería realice entrevistas en las que no tenga garantía de que no se van a tocar temas tan delicados. Aún así, ha dejado caer en algunas declaraciones que su interés por lo randiano fue mas bien pasajero, que no se considera “discípulo de nadie” y que su ideología está mas cercana a un “liberalismo de izquierdas”.


Con todo, si bien muchos temas del grupo están influenciados por Rand (nuevamente, les remito al artículo de VyS), no parece nunca que lleguen a expresar que aceptan del todo el cacareado espíritu ultraliberal de esta mujer (vale, a lo mejor “The Trees” es una excepción), Rush se ha concentrado muchas mas veces en la parte de la valía del individuo frente una sociedad opresora. Lo cual probablemente motiva la aparición de tanto nerd en el citado documental, alternados con miembros de Pantera, Primus, Dream Theater... Así que no tengan miedo de que los temas del trío canadiense les den sermones políticos, tengan mas miedo de los solos de batería de Peart, la guitarra esquizofrénica de Lifeson, de la aguda voz de Lee y de su maníaco toque al bajo. Porque son la polla.


Deberían temer mas a su estilismo, sobre todo durante la etapa de 2112 (otro tema de raíces randianas), que motivó el acoso de un fan inglés, que pensaba que Geddy era una mujer guapísima... bueno, yo siempre le he encontrado cierto parecido con mi tía Encarna...



Puro Prog-Rock


Volviendo a lo que nos ocupa ¿tan chunga era Ayn Rand para que el hecho de que te relacionaran con ella supusiera un descrédito? Y si lo era...¿por qué? Bueno, háganse una idea: la familia de Matrishka vivía una existencia bastante acomodada en su Rusia natal, ya que el padre de familia era un farmacéutico cuyo negocio la había reportado suficiente ganancias como para comprar el edificio en el que se hallaba su local. Todo eso se vino abajo con la revolución comunista, que despojó a la familia de su acomodada existencia (adiós al negocio, que suponemos fue nacionalizado).

Como es esperable, Rand incubó un odio envenenado hacia el régimen estalinista que motivó el que se quedara en los EEUU a la primera oportunidad. Se casa, consigue la ciudadanía estadounidense, cambia de nombre y decide trabajar en la industria del cine. El American Dream in Action. A estas alturas,quizás ustedes podrían suponer que Ayn, en algún momento de su vida podría haber sido perseguida por su pasado ruso y por el “Comité de Actividades Anti Americanas” de Joseph McCarthy. Ni mucho menos, de hecho sirvió como “testigo simpatizante” (signifique lo que signifique eso), en algunas auditorias de dicho comité, explicando la cruda realidad de la Rusia comunista. Si el político republicano llegó a leer algunas de sus obras, sería extraño que no le pidiera dirigir personalmente algunos de los interrogatorios.

Pero antes de editar nada en los USA, viene la anécdota extraída de la Wikipedia, a mi parecer, mas graciosa de la trayectoria de esta mujer: fue extra en el film bíblico “Rey de Reyes” (“The King of Kings”, Cecil B. DeMille, 1927). Este detalle no tendría especial significación si no fuera porque el discurso del pensamiento randiano es radicalmente ateo, pero, claro, uno tiene que comer...

Rand avanza poco a poco, publica sus novelas cortas, consigue que una de sus obras de teatro sea llevada a Broadway y después de sortear las reticencias de muchos editores consigue el suficiente éxito para animar la publicación de “El Manantial” que la consagra frente al público. Aunque no he leído las obras anteriores a “La rebelión...”, - y creo que ni falta me hace -, esa chivata descarada que es Internet me sopla que la mayor parte de ellas giran en torno a la lucha del individuo frente a la masa descerebrada de la sociedad que con sus acciones pensadas por la consecución del bien común va a mandar el mundo a la porra. Ya sé lo que están pensando, que Rand se parece a Alan Moore en que los dos siempre están todo el rato con sus temas particulares escriban lo que escriban, eso me parecería muy injusto, porque eso es básicamente lo que hacen todos los autores, lo que pasa es que algunos lo ocultan mejor que otros.

Tras el éxito de su obra de ficción, Rand se lanza al ruedo político – apoyando a los republicanos, obviamente – pero al tiempo decide concentrarse en la creación de su Puta Obra Maestra, el libro que va a resumir a la perfección su pensamiento, llevando al máximo sus capacidades narrativas y estirando todo lo posible una trama presumiblemente épica. El resultado se publicó en 1957.

Pero...¿de qué va exactamente “La Rebelión de Atlas”? (Contiene spoilers)

En la realidad que nos presenta la obra, la sociedad estadounidense y el mundo en general se está yendo a freír espárragos de forma mas bien progresiva (no, no voy a hacer un ingenioso comentario sobre el prog-rock), sobre todo porque la mayor parte de los países se han transformado en repúblicas populares con la consiguiente nacionalización de los servicios, camino por el que van los Estados Unidos. La existencia de un pirata (si, han leído bien, un pirata) llamado Ragnar Danneskjöld, que se va cargando los transatlánticos que portan ayudas materiales para las distintas naciones tampoco ayuda. Aún mas raro: poco a poco, las mentes de la ciencia, la industria y las artes van desapareciendo...

Atlas is everywhere


La trama va a ir avanzando a través de las evoluciones – es un decir -, de tres personajes, con abundantes secundarios apareciendo ocasionalmente, los cuales protagonizan pequeños capítulos en solitario, quizás por una intención de dotar a la novela de un supuesto tono coral. Estos personajes son:

James Taggart: Por su condición de hombre, quizás debería ser el heredero del emporio ferroviario Taggart Transcontinental, pero su condición de petimetre lo transforma en poco más que el contacto de la empresa con los “Hombres de Washington”. Y la empresa no mantendría en pie si no fuera por su hedmana...

Dagny Taggart: Aunque se nos presenta como una marimacho al principio, con la gestión de sus trenes como único objetivo en la vida, es la que más moja en todo libro. De hecho, Rand no tarda más de 100 páginas en dar cuenta de su estreno sexual – en un libro de esta longitud es de agradecer - con su amigo de la infancia y magnate Francisco D'Anconia (a partir de ahora puede que lo llame “Francesco”, “mi tocayo” o “Francisco De Coña”, esto último, no por hacerme el gracioso, sino porque me da pereza teclear el apostrofe), quien no tardará en mutar en un despreciable playboy de laxa moral y vida disipada. El progreso de Dagny de empresaria a mujer pasional – pero aún obsesionada por sus trenes -, marca el progreso de la novela.

Hank Rearden: Industrial metalúrgico, cuya invención de un nuevo metal – ingeniosamente llamado “Metal Rearden”, Adamantium, vamos – le va a provocar múltiples disgustos. Primero, nadie se fía de que esta nueva aleación sea realmente mejor que el acero, después, cuando Dagny confía lo suficiente en él para hacer una nueva línea ferroviaria a base de dicho material, los dos acaban siendo amantes. Esto no sería inconveniente si no fuera porque Rearden está casado. Después, el gobierno intenta hacerse con la patente y la fabricación del dichoso metal, previo paso de chantajearle con hacer pública por su relación con la Taggart...

Si tan solo hubiera estado hecho de metal Rearden...

Si usted ha leído la obra, se estará preguntando “¿Qué pasa con John Galt?” Eso mismo se preguntan los personajes de la novela, siendo mas exactos, se preguntan “¿Quien es John Galt?”, probablemente el latiguillo mas forzado de la historia de la literatura. La frase que cuestiona quién cojones es el puto Galt se transforma en el vocabulario de la novela en un equivalente al “qué sabemos”, un “qué sabe nadie”, un “qué sera sera...” Tal es la importancia que toma ese nombre a lo largo de la historia que la línea creada con el metal Rearden, es bautizada como “línea John Galt”, pero el dichoso propietario de ese nombre no aparece hasta el tercer acto. Para entonces, uno espera que JG cague bombones y parta nueces con el nabo. Y de hecho es así.

El hecho de que no considere a Galt un personaje principal de la novela no se reduce a que su presencia explicita quede reservada para el último tramo del libro, sino a que básicamente no hace gran cosa excepto ser la personificación del ideal de hombre de Ayn Rand. A eso se reduce su participación, a ser guay, sufrir por ser guay y después seguir siendo más guay aún.

Para cuando descubrimos quién es este señor, el resto de los personajes han pasado por diversas vicisitudes: Dagny y Rearden hallan los restos de un motor en una fábrica abandonada que podría revolucionar el mundo – por sus bajos costes de mantenimiento y consumo -, pero la búsqueda de un ingeniero que pueda continuar la obra lleva a Dagny a pedirle ayuda al antiguo profesor que compartieron el pirata, Francesco y un tercer caballero cuyo nombre el bueno de su ex-tutor no quiere revelar (¿Adivinan?), el doctor Robert Stadler. Éste se nos describe como alguien que ha traicionado sus ideales de mejorar la humanidad a través de la tecnología y se ha vendido a “los saqueadores”.

Porque sí, en un punto dado nos damos cuenta de que Rand divide a la humanidad en dos grupos, los productores (aunque nunca utiliza exactamente esa palabra) y los saqueadores. Dicho de otro modo, los buenos y los malos, respectivamente. Los buenos serían gente como Dagny y Hank: emprendedores que inventan, que hacen cosas gracias a las cuales la humanidad avanza, que asumen riesgos, que contratan a obreros que no alcanzan su genialidad pero que les sirven para los objetivos que se marcan. Los saqueadores son aquellos que piensan que el bien común está por encima de todo y que el estado debe regular lo que hagan los empresarios, los que viven de su debilidad y de la lástima. Una visión muy misericordiosa de la humanidad, ¿no creen?

Por cierto, ¿nunca han pensado que la humanidad en realidad se divide en dos grupos: los que dividen la humanidad en dos bandos y los que no? Mmm, eso me ha quedado muy hippie...




Da igual, James Taggart se casa con una dependienta que lo tiene por un ídolo de los negocios, mientras se nos revelan pequeños detalles de un supuesto “Proyecto X” gubernamental (¿será la creación de un supersoldado?). Eddie Willers, oficinista de Taggart Transcontinental y segundo de abordo de Dagny departe ocasionalmente con un obrero de la empresa que le escucha atentamente mientras Eddie se lamenta por los diversos percances de la empresa...

Poco antes del tercer acto, las tramas confluyen: después de un gran desastre ferroviario, la señora Taggart está decidida a evitar que el mundo se destruya frente a sus ojos, descubre que el ingeniero al que había encomendado la reconstrucción del motor milagroso está a punto de ser abducído por el “agente misterioso” que ha hecho desaparecer al resto de hombres insignes de la faz de la tierra, dejando tras de si el único rastro de unos cigarrillos con el signo del dólar impreso. Se sube a un avión – ella es una superwoman y puede con todo – y persigue al ingeniero “secuestrado” y a su supuesto captor. Para cuando se quiere dar cuenta, por poco se mata en la persecución, acabando en un valle oculto por lo que sería el equivalente del holograma que protege la Batcueva.

En ese valle, Dagny conoce finalmente a Galt, que es...¡tachan tachan! ¡El obrero con el que Willers había estado departiendo en la garita de la empresa durante todo el libro! ¡Qué sorpresa! ¡Qué giro mas inesperado! (Sarcasmo). No solo eso, Galt también ideó el motor que todo lo puede, y, lógicamente, es el que ha captado a las mentes mas preclaras del mundo y las ha concentrado en “la quebrada de Galt”, que es el nombre recibido por el valle. Pero ¿cual es el pérfido plan de este fibroso inventor / empresario / piloto / todopoderoso? Átense los cinturones porque la curva de aprendizaje se comba en diversas eses: lo que John propone es “La Huelga” de las personas (no todos son hombres) mas inteligentes y de sus cerebros, a fin de paralizar el mundo hasta que éste se dé cuenta de que no puede vivir sin ellos, que no pueden seguir maltratándolos con sus férreas leyes fiscales, sus sindicatos de pacotilla o sus exigencias de justicia social.

Ni una suma de Skeletor, Megatrón y Liberace podrían haber ideado algo tan maléfico.

Durante la visita de Dagny a “La quebrada” se le revela la verdad sobre Francisco de Coña: que se ha mostrado como un playboy todo este tiempo porque eso era lo más conveniente para que los gobiernos lo dejaran en paz, a él y a sus empresas familiares (sobre esta teoría del auto descrédito como protección volveremos más adelante), pero que en realidad sigue tan comprometido por el amor de la Taggart como desde el primer día.

Ah, pero Cupido es muy cabrón y nada mas verle la cara al bueno de John, Dagny queda prendada de su genio y de su físico exultante, aunque tampoco puede negar que le hace tilín el bueno de Ragnar, pero éste ya está cogido por una dramaturga que escribe obras ignorando las estrecheces de miras del mundo exterior, como Rand, vamos.

Durante su estancia en el valle, Dagny trabaja, como todos, por una cifra simbólica, y su cometido es básicamente el de ser la criada de John, mientras descubre detalles tan increíbles como el símbolo del dólar gigantesco que preside esta nueva Atlántida. A Galt y a Francesco se les llena la boca al alabar la grandeza de los EEUU y del estandarte definitivo de su gloria... sí, todo el rato se refieren a $.

Aunque todos los empresarios, científicos y artistas que pueblan La Quebrada la animan a quedarse, Taggart decide que no puede dejar al mundo degenerar en el caos mas absoluto, aunque entiende las motivaciones de los prohombres. A su regreso, se nos muestra, finalmente, de qué se trata el Proyecto X, y es... un rayo de la muerte. En serio, ni Lovecraft, ni Howard, ni Matheson habrían utilizado un recurso mas tonto para un gobierno conspirador. Ya sé que no se llama exactamente así en el libro, pero “rayo sónico” no queda tan guay, así que quédense con esa idea, Rand se saca de la manga un recurso que ni un cómic hecho con bolígrafo por un adolescente pajero tendría presente.

En fin, Dagny vuelve al mundo, los “hombres de Washington” - incluido su hermano James, que se posiciona pronto junto a “los saqueadores” - intentan repetir la jugada del chantaje con ella para que muestre su apoyo a las nuevas y agobiantes medidas del gobierno. Pero el tiro les sale por la culata porque esta mujer decide salir con la verdad por delante y confiesa su relación por antena. Curiosamente, Rearden, que hasta entonces había estado llorando por las esquinas al creer que se amante había muerto, se reúne con la Taggart, y no solo entiende su ausencia, sino que también comprende que ha encontrado a otro porque en su discurso radiofónico ha usado el pretérito imperfecto al hablar de su affaire. Qué hombre.

Las cosas se van a torcer rápidamente, a estas alturas el gobierno ya ha prohibido las innovaciones, se obliga a todo el mundo – especialmente a los altos mandos - a seguir en sus puestos de trabajo y ya no se pueden escribir mas libros. En serio, una parte de las medidas gubernamentales es que no se pueden escribir libros nuevos, casi como en Fahrenheit 451 pero con estupidez y falta de cohesión argumental añadida. Argentina y Chile, en convenio con los EEUU, deciden nacionalizar las empresas de mi tocayo, pero el día que se va a hacer efectiva, todas sus propiedades, oficinas, fabricas y minas vuelan por los aires, sin ninguna víctima humana, no obstante.

Así las cosas, los transportes (y por supuesto, en especial los trenes) empiezan a fallar miserablemente, una malvada señora que pregona las bondades de la soja sobre el horrible trigo – de verdad que no me lo invento y que la novela no intenta ser auto paródica – provoca que las reservas del cereal limpio se echen a perder, con lo que el descontento generalizado se aposenta (más que asentarse) en la población, que empieza a rebelarse de malas maneras. Ah, y la mujer de James Taggart se da cuenta del cerdo que es su marido y después de descubrir que se la ha pegado con la mujer de Rearden (dejen de reírse, coño, que ahora viene algo serio), se suicida tirándose al río...





Los mandamases deciden que van a dar otro golpe de timón para solucionar los problemas, pero antes de poder decir una palabra a la nación a través de la radio o la televisión, la imponente voz de Galt llena las ondas y da su celebérrimo discurso de casi 70 páginas, más exactamente de la 1083 hasta la 1147 en mi edición. La Virgen.

Este discurso, es básicamente el resumen (por decirlo de alguna forma), del pensamiento randiano, también conocido como “objetivismo”, o, se lo voy a comprimir en una frase: usted existe.

Ya está, se lo podría prolongar en muchos mas detalles, le podría decir que si “A es A”, que si es una suma de Nietzsche, Berkeley y las teorías económicas liberales mas desatadas. Pero, básicamente lo que dice Galt a lo largo de su laaaaaaaaaaaaaaaaarga disertación es que yo existo, tu existes y todo el mundo existe en base a nuestra voluntad de existir. Más tarde volveremos al pensamiento randiano, pero aún nos quedan unos cuantos golpes de gracia en la historia.

Rearden se suma a los “huelguistas” y desaparece, Dagny se obsesiona con encontrar a Galt en Nueva York, pero el gobierno la ha estado vigilando y la siguen, deteniendo al guapo ingeniero, aunque, como él se las sabe todas, apremia a su amada (si, Taggart y John ya se han transformado en pareja oficiosa a estas alturas) para que dé la impresión de haberlo hecho a posta para atraparlo. JG es aprisionado en el lujoso hotel en el que sucede buena parte de la trama y día tras día va despachando a los distintos consejeros, presidentes y demás “hombres de Washington” a los que va desquiciando poco a poco. Hasta su antiguo tutor, el doctor Ferris no puede soportar su imponente presencia, su “rostro sin culpa” y se marcha de la habitación trastornado.

Los dirigentes del país pierden la paciencia e intentan que Galt dé otro discurso de la nación, pero esta vez apoyando las medidas del gobierno. Esto es especialmente gracioso, mas que nada por el momento en el que John dice “ya dí un discurso” y su oponente le responde “ya, pero ese duró tres horas (probablemente el tiempo que yo mismo tardé en leerlo, así de farragoso es), esta vez será mas sencillo”.

Huelga decir que Galt sale del entuerto con estilo, aunque no consigue escapar, con lo que la cosa se va a poner especialmente fea para él a partir de este momento ya que lo van a someter a una tortura a base de descargas eléctricas en un base oculta del Instituto Científico. Sí, yo también esperaba que Jonny Quest o La Sombra hicieran un guest starring en cualquier momento. Dagny pide ayuda a los hombres de La Quebrada para realizar un rescate de emergencia, mientras el antiguo maestro de Galt decide que se va a apropiar del Rayo de la Muerte. Pero un burócrata se ha hecho fuerte en las instalaciones del otrora Proyecto X, ambos están fuera de sí, pero es el funcionario el que acaba por tirar de la palanca errónea y provoca un cataclismo que se cepilla todo a lo que hay en decenas de kilómetros a la redonda. Incluyendo las propias instalaciones.

El pirata, Rearden, De Coña y Dagny llegan a la base del Instituto y se transforman en un implacable escuadrón rápidamente. De un tipo que es un pirata profesional te puedes esperar que dispare a troche y moche, incluso Francisco ha demostrado buena puntería anteriormente en la novela, pero que tanto Taggart como Rearden sean capaces de disparar a quemarropa a un militar resulta, cuando menos, chocante.

Para cuando el rescate se ha hecho efectivo, los torturadores han salido por patas al comprobar la inquebrantable voluntad de Galt. Atención, que lo que viene es de traca: después de provocarle diversas convulsiones con los electrodos, la maquina se estropea y nadie sabe cómo arreglarla, ¡excepto el propio Galt, que les explica, paso por paso, lo que tienen que hacer para que vuelva a funcionar! James Taggart, que toma partido en la tortura, queda tan impresionado por la magnificencia del ingeniero que se hunde en el miserable descubrimiento de su ponzoñosa existencia, quedando catatónico.

El avión con los habitantes de La Quebrada de Galt vuelve a casa tranquilamente, mientras John tranquiliza a uno de sus paisanos, ya que no hay por qué preocuparse ya que, según su eslogan “A es A”. La Huelga sigue su curso natural, el mundo retrocede (suponemos) a un estado casi medieval y finalmente, abrazado a su amada Dagny, John decide que seguramente el mundo ha aprendido la lección de que no puede vivir sin ellos y que a partir de ahora aceptarán sus normas que promueven la libre empresa. Dibujando el símbolo del dólar en el aire, dice “es el momento”. Los hombres de La Quebrada están dispuestos a volver. Fin.

Para ir a mear y no echar gota.

Discusión

Voy a dejar clara una cosa, “La rebelión de Atlas” no me parece un buen... libro. Y en este apartado voy a explicar por qué. Mas adelante, y de forma mas pormenorizada – incluyendo unos “versus” que creo la obra demanda – intentaré explicar lo poco aplicables al mundo real que son algunos de los principios filosóficos / económicos que se exponen en la novela. Pero aún así encontraré cosas buenas que decir sobre este... libro.

Para empezar, el opúsculo está bien escrito: en el sentido de que no tiene falta de ortografía, que los tiempos gramaticales se corresponden y que los personajes no cambian de sexo o de raza sin razón aparente a lo largo de la trama. Ahora bien, la cosa empieza a fallar en el diseño de los propios personajes, en su forma de hablar y en las descripciones de la autora. No está mal como principio de la crítica ¿no?

El principal problema con los protagonistas es que en realidad no evolucionan, en otras palabras, Rand se empeña en mostrarnos que el principal motivo del sufrimiento de Rearden o los hermanos Taggart es que no asumen su auténtica esencia: Hank y Dagny pertenecen a la clase social admirable, a los que aportan ideas, los que hacen que las “ruedas giren” - como cantaba Grace Jones -, pero en su día a día tienen que lidiar con seres mediocres y limitados como James Taggart. Éste es otro que tarda las 1200 paginas y pico de la novela en aceptar su malvada naturaleza (suponemos que el suicidio de su esposa no era suficiente pista), y cuando llega a ese descubrimiento, poco puede hacer salvo hundirse en su propia mierda.

Ergo, todas las personalidades que construye Rand a lo largo de la historia son prácticamente bidimensionales, cuando no unidimensionales. Puede que Rearden albergue dudas sobre la moral de su relación con Dagny, puede que los “hombres de Washington” piensen que están obrando mal y que el giro comunista que le están dando a “a esta gran nación” que son los Estados Unidos les va a llevar a la ruina mas absoluta, pero no hacen gran cosa al respecto. Simplemente, siguen el curso de sus destino hasta que, por ejemplo, el industrial asume su destino de Santo Varón y de ser un pilar de la sociedad.

Lo malo es que las conclusiones a las que llega Rearden, Francisco, o cualquier otro, no se expresan de una forma especialmente tajante o breve. Todos los personajes con un mínimo de enjundia (es decir, nada de “saqueadores”), se expresan en largos monólogos internos o amplias disertaciones frente a otro colega igualmente insigne. Para cuando Galt suelta su discurso radiofónico, el lector está ya mas que cansado de tantas “verdades del barquero”, sobre todo porque lo que hace este hombre es resumir todo lo que han dicho el resto de personajes “buenos” de la novela. Eso y describir la personalidad de los “saqueadores”.

Pero el principal problema de toda la historia no es el diseño de personajes, sino uno mucho mayor: estamos ante uno de los más claros ejemplo de la ideología del autor imponiéndose al argumento.

Eso no tendría por qué tener una especial relevancia, si la propia Rand no se obsesionase con meter sus pequeñas puyas de forma más que habitual en los diálogos, en las descripciones y en el propio transcurrir de la obra. Una amiga escritora me afirma que al final, todos los personajes de una obra son el propio autor, yo especificaría que cada personaje suele ser una suma de las facetas que vemos en nosotros y en otras personas que no nos gustan – normalmente, aplicadas a “los malos” - o de aquellos aspectos de nuestra personalidad y de las de otros que nos hacen enorgullecernos – aplicables a “los buenos”-. La grandeza, creo yo, de un buen escritor, es la capacidad de crear protagonistas – y antagonistas, y deuteragonistas – que sumen todas esas cosas, es decir, creíbles, hasta cierto punto reales. Con ojos, cara y piernas reconocibles. Rand no hace eso.

Para ella, dejar claro que los malos son execrables y que los buenos son inmensamente superiores en base a su curso de acción es mucho mas importante. Tanto es así, que cuando Rearden y Taggart mantiene su relación, la autora les concede como única salida a la redención admitir su “culpa” y cuando lo hacen, se erigen como vencedores morales frente a las oscuras maniobras del gobierno.

Igualmente, la escritora no se obceca mucho en ocultar su denuncia de la manipulación de los medios. Un ejemplo que ya produce patadas en el estómago es la narración del estreno de la “Línea John Galt”, en el que uno de los periodistas exclama, frente al cinismo rampante “¡Deseo poder escribir verdaderas noticias!” Como si fuera una niña que corretea por el campo con una cestita llena de frutas mientras le dice a los animalitos lo mucho que le gustaría ser cantante en la orquesta del pueblo.

No tarda uno mucho tiempo en darse cuenta de que “La rebelión de Atlas” es, básicamente, un panfleto político novelado, torpemente novelado. Puede que Ayn se viese a si misma como una artista incomprendida frente a un mundo bobalicón, alguien a quién las generaciones futuras le acabarían dando un merecido reconocimiento, una visionaria excesivamente adelantada a su tiempo. Bueno, todo podría ser, yo mismo soy fan de algunos artistas bastante desconocidos, pero hay ALGO que me dice que lo mismo Rand tenía en sus manos algo más parecido a la receta para el desastre que para la salvación del mundo. ¿Por qué lo digo? Mmm...¿han oído hablar de la crisis económica?

Si ustedes han visto “Enron” o “Inside Job” y después se han comido las páginas de esta novela, quizás hayan notado un paralelismo un tanto irónico. Por un lado, que la élite bancaria e industrial ha actuado como “saqueadores” en cuanto le ha visto las orejas al lobo – tomando medidas extremas o haciendo tratos reguleros para asegurarse la manteca – y por otro, que la progresiva desregulación de LOS MERCADOS genera, como el sueño de la razón, grandes monstruos. La clave está en que uno de las mas insignes discípulos de Rand es Alan Greespan, quién, al igual que otros popes de la economía americana despreciaba cualquier intento de legislar las transacciones económicas entre los CEOs de grandes entidades, porque, a fin de cuentas, “ellos lo saben todo”.

Ouch.

Una amiga me cuenta que, a su vez, un amigo suyo le ha comentado que “La rebelión...” es el libro de cabecera de muchos liberales económicos. Dos cosas:

Primero: Si este...libro, pretende representar el liberalismo en todo su esplendor, le hace un muy flaco favor, ya que reduce esta doctrina en una triste papeleta de niño chico a base de deformar la realidad como en una galería de espejos de la feria cutre de tu pueblo. La posible crítica al socialismo / comunismo se desinfla rápidamente en base a la infantiloide forma que tiene Rand de arremeter contra esas ideologías. Al final, uno se queda con la sensación de que los grandes industriales son meros poseedores de un Scattergoris, “¡las grandes empresas son mías y si no aceptáis barco como animal acuático me las llevo!”. Adolescentes malcriados que no quieren aceptar las reglas del juego y se plantan enfadados.

Segundo: ¿Soy el único que piensa que utilizar la palabra “liberal” para describir lo que, de toda la vida, se ha llamado “reaccionario” es una de las perversiones del lenguaje? Bueno, supongo que ya es muy tarde para cambiar...

Pero para aclarar otros aspectos de esta... novela, y para contradecir algunos de los argumentos del articulo de VyS (yo soy así), pasemos a uno de nuestros primeros “Versus”...

Round One: John Galt vs Dilbert....¡fight!



En la esquina azul está el hombre que lo mismo te pilota un avión, que trabaja por una mísera paga en una empresa ferroviaria o que sabe lo que tiene que hacer para arreglar la economía... ¡John Galt! En la esquina roja se sitúa el ingeniero meapilas, el oficinista de cubículo por antonomasia, el hombre que, probablemente, no solo está soltero, sino que seguirá así el resto de la vida si su creador no es un poco magnánimo... ¡Dilbert!

Si John Galt es la personificación de los ideales de Rand, Dilbert es... un trasunto excesivamente realista de su autor, Scott Adams. Como suelen enunciar las sinopsis de sus libros, una vez que los lees, las expresiones como “comisión de calidad, objetivos trimestrales y stock-options” son mucho más difíciles de tomar en serio. Y como el propio Adams cuenta en una de sus obras, antes de crear la tira cómica que narra las andanzas del pobre Dilbert, vivía “como un perdedor”, echando horas en una oficina bancaria – llegó a citarse en tres bancos diferentes para hacer una entrevista de trabajo en el mismo día y hora -, mientras en su reducida vivienda, la posición de su cuerpo dictaminaba si su televisor se veía de un color – uno o dos- u otro. Ah, y algunas noches se dedicaba a fracasar en sus intentos de hacerse el gracioso con la camarera de un bar cercano, o se reía de los fracasos de otros parroquianos.

Dilbert es, básicamente, una sátira muy interesante y divertida sobre el mundo empresarial, con malvados jefes del departamento de Recursos Humanos – papel que a veces toman las propias mascotas de Dilbert, Dogbert y Catbert -, jefes que solo buscan el beneficio propio, compañeros de trabajo que compiten por ver quién rinde menos y becarios de minoría étnica lo suficientemente ingenuos como para pensar que si son agradables con todo el mundo, van a medrar en la empresa.



Galt podría estar en cualquier parte...

Por si esto no fuera suficiente, al pobre Dilbert (sí, hay más de un parecido con el “Jon” de Garfield), le ningunea su madre cuando le enseña algunos de los productos en cuyo diseño ha tenido alguna mano, hasta sus propios colegas lanzan OPAs hostiles a sus estilizadas presentaciones en PowerPoint...

Galt no permitiría nada de esto, ya que probablemente se levanta a las cinco de la mañana, toma un desayuno bajo en grasas, entrena durante varias horas en su equipo casero de gimnasia, estudia durante otras tantas en su laboratorio particular, diseñado para autodestruirse si alguien no deseado intenta tener acceso a él (esto sí que pertenece a la novela, a diferencia de las líneas anteriores) y después se va a currar a Taggart Transcontinental, donde sigue con su labor rutinaria mientras espera toparse por accidente con Dagny. Corrijo, Galt es tan molón que probablemente sepa con exactitud dónde y cuándo va a estar la jefa oficiosa de la empresa, y si no lo sabe, seguramente se lo dirá el bueno de Eddie. De hecho, es por él que se entera de la relación que mantiene con Rearden. Va a ser que Galt no es tan certero como nos quiere hacer creer, ya que se le queda bastante cara de boniato cuando se lo soplan...






El motivo de enfrentar a un héroe randiano y a un antihéroe del universo de los cubículos es muy sencilla: Dilbert está mucho mas cerca a la realidad.

Hay muchos errores de base en el discurso de Galt / Rand, que probablemente el personaje de Adams podría rebatir con suma facilidad, para empezar, la buena de Ayn nos hace entender que todos los liberales operan en base a una cierta buena voluntad con la que persiguen, sin ningún tipo de complejo, el beneficio propio. Pero ese beneficio producirá bienes comunes por el mero hecho de que el empresario hace cosas tan arriesgadas como “pedir un gran préstamo al banco” o “comprar un solar grande”, los cuales implican un compromiso con el futuro y con la comunidad. En otras palabras, déjennos hacer las cosas a nuestra manera porque “Daddy knows best”.

A lo que Dilbert respondería: “eso es una tontería, no puede usar la baza de que es el propietario de este terreno o de que tiene un gigantesco préstamo pendiente para convencernos de que va a pagar nuestros seguros médicos, las nóminas y los coches de empresa, porque en cualquier momento las ventas pueden ir mal y nosotros quedarnos con una mano delante y otra detrás...¿por qué la gente de marketing me está señalando con sus punteros láser?”




Probablemente, mientras Galt intenta explicarle al bueno de Dilbert los pingües beneficios de la libre empresa y la libre competencia, Dogbert aprovechara el momento de trance para mear en los efectivos zapatos del idealizado ingeniero, eso si Catbert no está dejándole el regazo hecho una pena. Además, a Dilbert no le preocupa tanto el motor que funciona con una energía limpia y reutilizable, no tanto al menos como plantearse por qué sus compañeros mas incompetentes (los que se van de farra con el presidente de la compañía), ascienden sin problema mientras él sigue viendo pasar los días en su triste cubículo. Eso o por qué la secretaria de su jefe sigue sin aceptarle como amigo en Facebook.

A esto último, probablemente John le respondería que no tiene por qué preocuparse, ya que las grandes mentes están destinadas a encontrarse tarde temprano, pero sobre las teorías amatorias de Rand profundizaremos más adelante...

Aunque hace años que Adams dejó de ser oficinista - gracias a las ganancias de su tira cómica – y se pudo permitir el mudarse a una urbanización de clase alta en la que la gente se queja de su “codo de tenista” (y no se refieren a empinar el codo), sigue dando en el clavo en muchas problemáticas gracias a los correos que le mandan muchos de sus admiradores. Me imagino que de vez en cuando le caerá algún “voy a matarte, maldito hijo de puta”, pero el bueno de Scott mantiene la suficiente cercanía con el mundo real para saber cuándo los mails contienen prácticas tan inverosímiles para incentivar a los trabajadores, que a la fuerza tienen que ser verdad. Por supuesto, no falta quien cree que Adams frivoliza en exceso sobre ciertas cuestiones como “los ajustes de plantilla” (=despidos) o la labor del departamento de RRHH. Probablemente no les falta algo de razón, pero no dudo que el autor es consciente que lo suyo es una tira cómica, no una canción protesta, intentando quitarle todo el hierro que puede al asunto, además, como quien dice, el ya estuvo en las trincheras y ha pasado a una vida mejor.

El propio Adams sufrió la “libre competencia” en sus propias carnes: creó una empresa de comida sana – efectivamente, en el mundo real, Scott es la mujer de la soja – que rápidamente se vio barrida de los supermercados por la presión de otras marcas cuyos alimentos se hacían “con serrín”(aquí me temo que Adams exagera en aras del chiste, pero captan la idea), que consiguieron que los productos del creador de Dilbert se vieran relegados a las esquinas más tristes en las estanterías de los supermercados, cuando no cubiertos por las bolsas de la competencia.

Puede que aquí el escritor esté ejerciendo su papel de víctima potenciado por su capacidad para la hipérbole graciosa, pero en contraste con la visión que tiene Rand de la competencia, no deja de ser llamativo: Ayn parece visionar los mercados como una especie de circo romano en cuya arena, los emprendedores se enfrentan en igualdad de condiciones, y que, simplemente, ganará el mejor. Lo único que no se puede permitir es la intervención del gobierno, porque eso es abrir una puerta al intervencionismo económico, y una vez abierta la caja de Pandora, es más que probable que algún saqueador prefiera buscar prebendas en sus amigos de la política que utilizar su tiempo haciendo un producto mejor. Producto que por el mero hecho de ser mejor, tendría que barrer de la faz de la tierra a sus competidores.

Quizás Rand no tuviese en cuenta factores como el Markteting, que es capaz de hacer que un producto no tan bueno sea número 1 en ventas (“convencer a la gente de que nuestra mierda peor es un poco mejor que la mierda de otros”, como diría Adams), o, ni siquiera hay que referirse a la crisis actual para ver que un mercado 100% libre trae consecuencias atroces. ¿Recuerda alguien el 29? Obviamente, la buena de Ayn piensa, como muchos neoliberales – o neoconservadores – que el mercado se autoregula y que después de desastres tan gordos la gente toma las medidas adecuadas para que eso no vuelva a ocurrir. Si siguen riéndose es mucho más difícil continuar...

Por supuesto, yo creo que con todos sus conocimientos sobre ciencia, sociedad, psicología y todo lo que se ponga por delante, Galt perdería por el KO más absoluto frente a Dilbert, no porque le fuera a atacar con un gancho de derecha especialmente fulminante, sino porque le bastaría con dejarle caer sobre su cabeza todo el peso de la realidad, traducido en balances de cuentas dudosos, gastos personales cargados a la cuenta de la empresa, el lastimoso aspecto presupuestario de los departamentos I+D. Galt puede con los saqueadores y apoya a las grandes mentes, pero... ¿qué puede hacer con gente que son un poco de ambos, ni chicha ni limoná que pueblan los organigramas de buena parte de las grandes empresas?


Probablemente el libre mercado se parezca a esto en muchas ocasiones...


Yo se lo digo, no gran cosa, salvo intentar enervárlos lo más posible con sus interminables discursos a lo Fidel Castro, hasta que, llevados a la locura decidan atacar físicamente a John y entonces él, tal y como dice en su largo soliloquio, pueda usar la violencia como respuesta justificada a la violencia. ¿Qué diría Gandhi?

Dagny

Antes de pasar al siguiente “versus”, detengámonos un momento en la buena de Dagny Taggart. De hecho, yo diría que un nombre alternativo para esta obra podría muy bien ser “el despertar sexual de una ejecutiva ferroviaria en apuros”. Ya puestos, conviene recordar que el título “La rebelión de Atlas” no se corresponde exactamente con el original (“Atlas Shrugged”), siendo mas correcto “Atlas se encogió de hombros” - “se encogió de hombros” es , probablemente, junto con “frunció el ceño” una de las descripciones mas utilizadas en cualquier novela -, dejando claro que el gigante (las mentes preclaras, esto es) decide dejar de cargar con el peso del mundo con una pose de “¡paso de tu rollo!”


Esta suripanta le quitó el papel de Dagny a Angelina Jolie, o eso dice FoxNews, jajajajajajaj

Como ya señalamos anteriormente, la Taggart empieza el libro siendo el retrato típico de una mujer cuya obsesión por el trabajo bien hecho le obliga a renunciar prácticamente a su condición de fémina. Cuando su madre intenta que se vista como una señorita para su puesta de largo, Dagny se siente hueca ante las festividades y, peor aún, nota el vacío en los rostros del resto de los asistentes. En otras palabras, si fuera la protagonista de un capítulo de “Súper Dulces 16”, acabaría pegándole una hostia a la cámara. Y al operador, ya que estamos.

Vistiendo casi siempre con útiles monos de trabajo, y nunca expresando interés alguno en otros hombres – salvo la afinidad que no todos conocen que tiene con Francesco -, Dagny no tarda en alzarse sobre las circunstancias. Su duro físico, trazado por las largas horas en la empresa familiar y su capacidad para la organización, la hacen oscuro objeto del deseo para varios hombres de la trama, que en la intimidad se descubren embelesados por su imagen.

No solo Francisco, Hank Rearden recuerda en otro laaaaaaargo flashback la primera vez que vio a la “jefa de operaciones” de TT, y cómo se encontró, finalmente, con un espíritu afín. Y, supuesto, John Galt también rememora la elegante figura de su amada, paseando por los pasillos de la empresa como si fuera la jefa de todo aquello. Un segundo, ¡es que lo es!

El que no podía esperarse uno es que el pobre de Eddie Willers fuera también uno de los enamorados de esta mujer, a pesar de ser el primer personaje que conocemos en el libro, en realidad es un poco el Dilbert de esta historia. Para añadir mas patetismo, descubre la oculta relación de su jefa con el metalúrgico cuando su jefa le dicta algunas notas haciendo el equipaje y nota un albornoz colgado con las iniciales HR bordadas, el pobre...

En fin, uno no tarda en notar un cierto patrón en las relaciones que Dagny va manteniendo a lo largo del libro: pasa de un santo varón a otro santo varón sin mirar atrás y con la absoluta aceptación por parte de sus compañeros anteriores. Me explico: antes de utilizar la cobertura de ser un playboy superficial, Francisco ya despuntaba como alguien con un gran talento, capaz de duplicar la fortuna de su ya por si rica familia. Pero cuando decide que la mejor forma de que el gobierno no intente expropiar sus empresas es cultivar una fama a lo Ernesto de Hannover, pierde el favor de Dagny. No problemo, ahí está Hank Rearden para ser su paño de lágrimas. Cuando De Coña descubre que su amiga de la infancia ha encontrado a otro, se come su orgullo a lo grande, provocando además un triangulo amoroso que sin duda vertebra el interés marujíl (por decir algo) de este... libro.

Esto no deja de ser curioso por dos motivos: primero, Francesco había lanzado una larga (¡sorpresa!) perorata a Rearden en su despacho sobre el tema romántico y el sexo, lo cual, por ende, refleja el sentir de Ayn Rand sobre estos temas. ¿Conclusión? Pues que la gente que es igualmente brillante acaba junta por el mero hecho de ser igualmente brillante. En otras palabras, si ustedes son una de esas parejas de las que se dice “no pegan ni con cola” o “ella vale mucho más que él”, entonces son ustedes unos seres mediocres que no se merecen consideración alguna porque han elegido una vida que les va a llevar a la mas absoluta infelicidad. Por si esto no fuera suficiente, el sexo no puede ser otra cosa que la expresión última de toda la pasión que dos seres tan excepcionales pueden generar... Esta forma de hablar, que casi roza la eugenesia, pone mas de dos mil años de tradición romántica mirando a Atapuerca, transformando las relaciones personales en una ecuación matemática de segundo grado. (Con tres incógnitas).

El tema sexual ya casi merecería un artículo por si solo. Cuando vi que en mi ejemplar de “La rebelión...” rezaba la etiqueta “sin censura”, pensé “¿censura” ¿Será por el tema político? ¿Tan polémico es este volumen?” (nótese mis optimistas previsiones sobre este... libro, antes de leerlo). ¡Pero no! Aunque no he hecho un profundo trabajo de investigación al respecto (ni ganas), me juego los dedos pequeños del pie derecho de cualquier lector a que la parte a censurar probablemente caiga en las extremas relaciones sexuales que mantienen Rearden y Taggart. Aunque Rand no se regodea especialmente en ello, nos deja pistas en los arañones que se dejan en espaldas o cuellos y en las ropas hechas harapos después de consumar.


Rand Herself


No seré yo quien critique estas practicas, porque me parecería especialmente mojigato, pero lo más gracioso es cuando Rearden se mortifica delante de la propia Dagny, aduciendo que le duele pensar que haya habido otro hombre al que “hayas dejado hacerte lo que yo te hago”. Obviamente, a estas alturas, el bueno de Hank no sabe que su predecesor ha sido el señor D`Anconia.

Esto entronca con lo segundo: A lo largo de la... novela, el empresario del metal deja caer que en su vida solo ha querido a dos personas. Entendemos que una es Dagny, y la otra... ¿Será su padre que apenas se nombra en toda la historia? (Quizás HR sea como Anakin Skywalker y Jesucristo) ¿Será su hermano, al que quiere sobre todas las cosas a pesar de ser un “saqueador” y un chupoptero que está a la sopa boba en la gran mansión de Hank? ¿Será su madre, que siempre le dice que debe cuidar de los mas débiles? ¿Será su mujer? ¡No! El otro ser al que probablemente haya amado jamás Rearden es el propio Francisco, uno de los pocos hombres que comprende sus ambiciones y su deseo egoísta de prosperar frente una sociedad que quiere imponer el bien común.

No deja de ser curioso que una señora como Rand, tan homófoba, dejara caer un aprecio con connotaciones que probablemente ella misma consideraría dudosas si no hubiera escrito ella misma la historia. Imagínense cuando Francesco se la juega en cierta ocasión por temas industriales, y no hablemos ya cuando descubre que el que antes le “bailaba el agua a su santa” (por usar una expresión fina) era el propio latin-lover.

Por supuesto, uno podría trazar algunos paralelismos con la vida privada de la propia autora, pero en el articulo de VyS ya tienen ustedes los enlaces necesarios sobre este respecto. Lo que no deja de ser curioso es cuando la mujer de Rearden decide visitar a Dagny para jugar, one more time, la baza del chantaje, cogiendo el toro los cuernos, los suyos propios, de hecho. En una “conversación” sin desperdicio, la futura ex-mujer del empresario le pone las cosas claras a la ejecutiva con una frase tan definitiva como “su opinión vale tanto como la de una puta”. “Si no os cojo por la parte filosófica, os pillaré por la trama folletinesca, cabrones”, debió de pensar Ayn al escribir esa línea.

Lo mas chanante pasa unas páginas después. Como ya hemos contado, el hecho de que Dagny utilice el tiempo pasado para referirse a su relación indecorosa con Rearden durante su intervención en la radio, ya le vale a Hank como confirmación de que lo suyo ha terminado. Después de una charranada gubernamental, Rearden pone tierra de por medio, recalando – como no – en la Quebrada de Galt. Desde allí le escribe una misiva a su ex-amante, en la que cual le explica, básicamente, que no le extraña que cayera rendida ante Galt. Tan solo le faltaba añadir “al igual que en el caso de Francisco, nunca podré saber lo bien que folla, pero seguro que hasta es mejor en la cama que yo, ay, si tan solo pudiera hace que me arañara un poquito”.

Por supuesto, llegados a este punto, Dagny remata su poco común vida amorosa estrenándose con Galt en los sucios pasillos de su empresa, ¡¡¡¡vestida de noche y cuando están en medio de una emergencia ferroviaria!!!

En el último tramo de la novela, cualquier intento de desenmarañar el simbolismo de algunas acciones le deja a uno con el culo bastante torcido. Por un lado, es el propio hermano de Dagny el que presiona por torturar a un desnudo Galt para doblegar su espíritu. Aunque James no sabe que su hermana y John son amantes, ¿qué conclusiones extremas podemos sacar de que un señor disfrute maltratando el cuerpo que ha intimado con su hermana? (Afortunadamente, los hermanos nunca a llegan a cruzarse en esta circunstancia) Y tal y como hemos descrito anteriormente, a la hora de rescatar a su amado, a Dagny no le tiembla el pulso lo más mínimo para cargarse al que sea. Solo faltaba, a modo de alivio cómico, que el militar soltase mientras se desploma “¡mierda! ¡solo me faltaban dos días para jubilarme!”

La escena en la que los hombres de La Quebrada + Dagny intentan convencer al jefe de los soldados para que suelten al prisionero es ya de juzgado de guardia, a Rearden le cae un disparo en el brazo mientras el resto se dedican a un lucha más dialéctica que física. Lo cual, teniendo en cuenta la escabechina que se estaba mascando, no deja de ser curioso.

A mi no me cabe duda que si Galt era la personificación del hombre ideal para Rand, Dagny era una conveniente trasunta de la propia escritora. Al igual que Taggart, Ayn era una señora de facciones muy masculinas: pelo corto y ropa más cómoda que insinuante, con una moral a veces mas cercana a Alesteir Crowley (por su “haz tu voluntad, que así sea” más que por otra cosa) que a una creencia cristiana. Algo que para una un país tan pretendídamente religioso como los EEUU debía resultar chocante.

Ahora, que Rand se viera como una especie de sex-symbol para grandes intelectuales no deja de ser una noción un tanto extraña. ¿Les he dicho ya que Alan Greenspan fue discipulo personal suyo? Reflexionemos por un momento al respecto...

Tag team: Tony Stark y Bruce Wayne vs Francisco D`Anconia y Hank Rearden... Round Two: Fight!

Hace unos años, en una circunstancia que no merece recordarse (de acuerdo, lo contaré, ya que insisten: estaba haciendo guardia a Julian Muñoz en la cárcel de Jaén, mientras curraba para una agencia de noticias), “discutí” con un redactor acerca de la personalidad del Batman de Nolan (Las guardias daban para eso y más). Mas concretamente, del Bruce Wayne de “Batman Begins” y del resto de la trilogía del “Darnai”. El impertérrito periodista (ahora funcionario, chico listo) me cuestionaba que en los cómics, Wayne nunca había sido un playboy tan exageradamente superficial como en la (entonces) nueva película.

La respuesta adecuada ante esta clase de afirmaciones es, por supuesto: “Cómo se nota que ahora te consideras un freak porque las pelis de superhéroes se han puesto de moda y que sólo has leído las cuatro recomendaciones culturetas de Moore, Miller y cosas así, pero en el fondo no tienes criterio alguno, tu no has estado en las trincheras chaval, no sabes lo que son las fotocopias de los mangas de Bola de Dragón, las dudosas traducciones de la editorial Vértice, las convulsas publicaciones de Spiderman perpetradas por Bruguera o la miniserie de “La visión y la Bruja Escarlata”. ¡No tienes ni puta idea! ¿Tu? ¡Tu no has tenido infancia!”


Tu intenta autojustificarte para comprar esto mes tras mes tras mes...


Pero teniendo en cuenta que mi primera peli de Batman fue la de Tim Burton, que a renglón seguido me compré el tomo de “Las mejores historias de Batman jamas contadas”, y que yo tampoco me había metido en el negocio de las fotocopias dragonboleras, decidí introducirme la lengua un poco en el culo y recapacitar, antes de pasar a una respuesta más meditada: “hombre, en realidad eso es un recurso que aparece desde los tiempos de Neal Adams, en los 70, me refiero a los 70 en Estados Unidos, aquí... vete a saber”. Conciso y conciliador.

Si han leído el post de VyS, ya habrán adivinado que estos párrafos son una respuesta a su sección “Aunque el randiano sea un putero... randiano se queda”. Bien, la cuestión es que Francisco D`Anconia, como ya hemos explicado anteriormente, se finge un VivalaVirgen para evitar que los ojos de los inquisidores gobiernos se posen en sus empresas. Como también deja claro el artículo vicisitúdico, autores tan magnos – aunque un poco bocachanclas – como Steve Dikto o Frank Miller comulgan de buena manera con las ideas randianas. De hecho, tanto el Peter Parker primigenio como el Wayne de los ochenta, podrían ser buenos trasuntos de Galt y De Coña: ambos se posicionan en personalidades que no tienen nada que ver con sus alter egos. Spiderman se conforma con seguir siendo un cuatro ojos capitán de los piojos en el instituto mientras se burla de sus enemigos en plan bestia cuando lleva el disfraz de lanzarredes. Igualmente, Galt está la mar de contento realizando un trabajo monótono en Taggart Transcontinental, mientras da forma a su particular Atlantida en La Quebrada.

Rearden, por su parte, se nos retrata como el hombre que sufre el mayor drama: a pesar de ir siempre con la cara descubierta, él también sufre los reveses de la hipócrita moral que consigue hacer que entregue su metal a los “malvados hombres de Washington”. Sus bajas pasiones – bajas para aquellos que no comprenden que las grandes personalidades como la suya y la de Dagny tenían que estar juntas de un modo u otro -, se acaban transformando en su otra vida, frente a la humildad de John o la opulencia de Francesco.

Por supuesto, todas estas tapaderas son bastante gilipollas, y en realidad nos recuerdan a la vieja duda de por qué la gente no se da cuenta de que Clark Kent se parece bastante a Superman cuando se quita las gafas. Aunque entiendo que a mucha gente le disguste el pretendido “tratamiento realista de Batman” (¿una contradicción intrínseca?) de Nolan, no hay enemigo en las tres partes de la saga “Darnai” que no se dé cuenta de que Wayne y Batman son la misma persona. De la última de Spiderman, en la que el trepamuros se pasa más tiempo sin la mascara que con ella, ni hablamos.

A fin de cuentas, ¿de verdad que una voz distorsionada (elemento primordial en los films de Nolan) iba a ser suficiente despiste para los malos? ¿A nadie le extraña que Batman aparezca al poco de volver Wayne a Gotham? ¿Quién coño iba a poder permitirse esos juguetes para luchar contra el crimen? ¿Por qué Jack Nicolson no hizo un cameo en “El caballero oscuro”?

Tony Stark / Iron Man, es otra historia: si bien durante una época – en los tebeos - le da por poner excusas tan ridículas como que “Iron Man es mi guardaespaldas”, el hecho de que sea el Hombre de Hierro no tarda en volverse insustancial, transformándose en mucho mas importante sus problemas con el alcohol. En otras palabras, Stark (que se parece mucho a la descripción física de Francisco) vive al igual que Rearden a cara descubierta, pero sus vicios privados transforman su vida en una careta como la que se tiene que poner Galt y mi tocayo para sobrevivir.

Quizás el presidente de Repsol / Ypf debería haber hecho lo mismo para evitar la nacionalización de las instalaciones argentinas (un peligroso parecido con los hechos de esta... novela, por cierto), y haber ido de fiesta en fiesta para que Kirchner no metiera baza en sus negocios. Aunque lo mismo, no hubiera dado resultado, en realidad, es otro de los mensajes de Rand: como la sociedad es envidiosa de aquellos con talento, lo mas probable es que acaben siendo defenestrados por los mediocres de una manera u otra, por eso es preferible que se oculten detrás de una máscara ridícula.

Y este es el punto en el que me doy cuenta de que Ayn Rand ha escrito una historia desde el punto de vista de lo que, en el 90% de la narración universal, sería el de “el malo”.

Me explico, incluso reducidos a su estado mas amargamente básico, Batman (un psicópata huérfano que se dedica a pegar a criminales vestido con un pijama oscuro) o Iron Man (un borracho que usa sus cachivaches para limpiar un cargo de conciencia), siguen teniendo un trasfondo positivo, a fin de cuentas, pelean para defender a los inocentes y tal. La... novela de Rand es el equivalente a videojuegos como Overlord o Dugeon Keeper, como si “El señor de los Anillos” se contara desde el punto de vista de Sauron, como si el matón del colegio se creyera Goku (algo mas habitual de lo que creen) como si los “Cobra Kai” de Karate Kid narrasen la cruel historia de cómo un chaval nuevo y su malvado maestro oriental destrozaron la vida a su pobre sensei después de realizar crueles maniobras psicológicas en el torneo de artes marciales.
Posible público potencial de la obra



Aunque Rearden, Francisco y Galt intentan ser representados como epítomes de los “capitalistas buenos”, y aunque la autora pone en boca su hombre ideal frases tan grandilocuentes como “Juro por mi vida, y mi amor por ella, que jamás viviré para nadie, ni exigiré que nadie viva para mi”, en el fondo uno tarda en darse cuenta de que su representación de “los buenos” hace aguas por el lado más sencillo: los adversarios.

Es una frase muy habitual, cuando se habla de cómics, decir que un héroe se “define por la calidad de sus enemigos”, con personajes como el Joker, el Duende Verde o Obadiah Stane (mucho más tóxico en la colección original que en el primer film de El Hombre de Hierro), los protagonistas se las ven y se las desean para derrotar a sus enemigos, ya que estos son tan o más inteligentes que ellos. Además, todos persiguen un objetivo, aunque sean tan peregrinos como generar un caos social porque sí, la venganza, o controlar la empresa de su adversario. En “Atlas”, los “saqueadores” son retratados de forma tan ridículamente contraria a Galt, Rearden o Francisco, que uno no siente ni rechazo, ni asco ni nada por ellos.

Por ejemplo, Hank es un hombre maduro que mantiene una excelente forma física porque a pesar de ser un buen magnate, sigue bajando a sus hornos cuando la ocasión lo requiere, mientras que mi tocayo y John son listos, guapos y atléticos... porque Ayn Rand los ha “dibujado así”. Pero todos los burócratas que intentan chafarles la vida son gordos e ignorantes, gente que cree en el bien común como si fuera una superchería. Y para colmo, la autora no ceja en dejarnos claro que todo lo que van a hacer “los hombres de Washington” va a llevar al país a una situación insostenible, ¡y no hacen nada para evitarlo porque, básicamente, son demasiado estúpidos!

Obviamente, este es otro caso en el que a la autora se le fue la mano a la hora de ejercer paralelismos entre el malvado comunismo y los antagonistas de su... novela. Hay momentos en los que Rand expone imágenes que evocan algunas de las injusticias de la Rusia de Stalin que podrían haber sumado muchos puntos para que nos involucráramos en su historia. Pero el discurso maniqueo de los superhombres nietzschianos que protagonizan la trama, e incluso las propias descripciones exageradas de la autora – todo lo que hacen los saqueadores se describe con sinónimos de “malo” - hacen que al final uno claudique ante la realidad y no se crea nada.

Y ahora viene la parte en la que contradigo a Jose Ramón, defendiendo que los guiones de “Los Increibles” y “Iron Man 2” no son una mierda. Aquí parece que me desligo un poco del tema principal del artículo, pero... ¿desde cuando escribo yo artículos sobre un solo tema?

El principal “problema” con esos guiones parece ser su regambre 100% randiana: Stark no quiere ceder la tecnología de la armadura Iron Man al gobierno por miedo a que se utilice para fines militares dudosos (como en el primer film sobre El Hombre de Hierro), y en la película de Pixar, los héroes son relegados a un segundo plano, a una vida alejada de su épico pasado, como si una nueva “acta Keene” se hubiera impuesto.

Obviamente, es muy fácil trazar una línea Rearden-Stark-Francisco-Invencibles-Galt, incluso incluyendo a Steve Jobs en el paquete (y teniendo en cuenta que todavía me gustaría optar a un trabajo en Apple, quizás debería cortarme un poco al escribir esto). Pero aquí creo que Vicisitud intenta, “un tiro largo” como dicen los ingleses. No es que yo no crea que Jobs tuviera algunas características randianas en su modus operandi (no en vano, en su biografía oficial aparecen orgullosamente nombres como Greenspan y Larry Summers), pero ¿donde deja uno el budismo que también practicaba en su juventud?

Por otro lado, a mi siempre me ha parecido que “Los invencibles” era una especie de versión con final feliz de “Watchmen” (y antes de la adaptación de Zack Snyder, pensaba que sería lo mas cercano que llegaríamos a tener), y que diálogos como “todo el mundo es especial/entonces nadie lo es”, en realidad, solo eran una forma de rebatir el sentimentalismo bobalicón del que a veces hacen gala muchos films infantiles.

Quizás lo mas interesante para una hipotética “Iron Man 4” sería adaptar la saga “Stark Wars” (¡esos juegos de palabras freak con los que nos obsequiaba Marvel!), en la que Tony descubre que después de ayudar a SHIELD a crear algunas armaduras, sus descubrimientos son utilizados indistintamente por criminales y agentes al servicio de la ley. A pesar de que consigue interponer una demanda legal, la lentitud del sistema jurídico le “obliga” a hacer lo que haría cualquier viyilante y decide tomarse la justicia por su mano, inutilizando los equipos de todo fantoche con armadura que se encuentra. Es una trama muy buena, y que después del alcoholismo de Stark, sirve para llevar al personaje a un nuevo punto de patetismo, así que léanla en cuanto puedan.


Sus vais a cagar metalúrgicos...


Tanto en el intervencionismo gubernamental en Iron Man como en la opresión por parte de la infame masa “normal” en “Los increibles”, Jose Ramón ve rastros de la moral randiana. Yo no. ¿Por qué? Muy sencillo: en la película dirigida por Jon Favreau el principal enemigo no es el gobierno, sino una unión de malos con una serie de objetivos muy dispares, en parte la codicia, en parte la simple venganza. Y no olvidemos que todo lo que sucede en el film consigue llevar a Tony a incorporarse a “Los Vengadores” otro equipo de superhéroes que trabaja para el gobierno.

En el caso de la familia con poderes, el mundo no se ve amenazado por su propia ineptitud ni por el hecho de prohibir las actividades superheróicas, sino que es precisamente un fan alocado de esas épocas lo que obliga a “Los increíbles” a ponerse en acción. Puede que el padre de familia sienta nostalgia de su pasado en mallas, pero a mi parecer la intrahistoria familiar y el drama doméstico copa la atención de los espectadores mucho más que cualquier rastro de la filosofía de Ayn.

No obstante, para algunos será de traca el parecido que hay entre el juicio al que se somete Rearden en “Atlas” y la auditoria en la que tiene que testificar Tony al principio de “Iron Man 2”. En el caso del primero, unos jueces comandados por el gobierno intentan que Hank eche un poco el freno en sus actividades comerciales y ceda un poquito espacio a sus competidores. El metalúrgico, después de una apasionada digresión (qué iba a ser si no...), consigue darle la vuelta a la opinión pública, que había empezado en contra del egoísta empresario. Stark solo consigue quedar como un gracioso y funky playboy. Pero igualmente se salen los dos con la suya, quizás Rand tenga mucha confianza en los comerciales a puerta fria.

Ayn Rand vs JRR Tolkien, round three...¡fight!

Ahora no es que hagamos referencia al articulo de VyS, ¡es que directamente hacemos un copia-pega!

Hay dos novelas que pueden cambiar la vida de un chaval de catorce años que se dedique a devorar libros: ‘El señor de los anillos’ y ‘La rebelión de Atlas’. Una es una fantasía infantil que, normalmente, suele engendrar una obsesión enfermiza con héroes increíbles que termina degenerando en una madurez emocionalmente dañada y socialmente inválida, creando un ser incapaz de relacionarse con el mundo real. En la otra novela, por supuesto, hay orcos.”

Después de leer el blog de Paul Krugman puedo confirmar que se trata de uno de los mejores analistas de la situación económica actual, no solo porque defienda que tanta austeridad en los presupuestos de Europa vaya a ser un tanto contraproducente a la larga, sino porque da los datos sin dejar rastro alguno de ideología. Esto es lo que hay, será más bonito o mas feo, lo podrá interpretar como usted desee, pero las cifras son estas. Y lo mejor es que uno se siente un poco más listo después de leer sus artículos, tanto es así que uno intenta escribir algo al nivel... pero rápidamente te das cuenta de que por algo él tiene un premio con el nombre de un “insigne dinamitero” (Juan Manuel de Prada dixit ¡ouch!) y tu no.

¿Tiene razón a la hora de describir la épica tolkeniana y el voluminoso volumen de Rand como una de las peores influencias literarias que puede tener un adolescente? Mmm... podríamos hacer un experimento con dos chavales, si uno termina como Tom Hanks en “Mazes and Monsters” y el otro como tertuliano en Intereconomía, entonces le daré la razón.

No creo que Rand haya “transformado a los freaks en una cuadrilla de gilipollas”. Desde que Shakespeare pusiese en boca de Hamlet “lástima de haber nacido en unos tiempos tan torcidos, para tener que rectificarlos”, el complejo de Salvador o incluso de Observador Incólume de la realidad ha pasado por muchos libros, así a bote pronto se me ocurren “El lobo estepario” o “El guardián entre el centeno”. En estos, sí que creo que el freak medio puede sentirse un Uatau de la vida (y hay que ser freak de verdad para pillar esta referencia).

De hecho, me molesta mucho la comparación entre “Atlas” y “El señor de los Anillos”, no tanto como para trollear en el blog de Krugman, pero sí lo bastante como para dedicarle algunas líneas.


¿Cómo? ¿Que este no es Sean Bean?


Mientras que Rand se obsesiona tanto en transmitir sus ideas mediante sus personajes hasta que consigue asfixiar la trama, Tolkien siempre estuvo en contra de que su gran contribución a la épica británica se viera como algo más que un cuento de hadas salido de madre. Con razón, Aragorn y compañía fueron vistos como personajes de cartón piedra frente a la revolución del dialogo interno que habían supuesto las obras de gente como Virgina Woolf, novelas en las que los sentimientos y su descripción primaban sobre las acciones.

Aún así, las motivaciones de Bilbo, Frodo, Legolas o Boromir no son simplemente combatir un gran mal y se acabó. No se trata sólo de ir (andando, casi siempre) de A (La Comarca) a B (Mordor), sino que “Los viajes de los héroes” les llevan por caminos que el lector medio de fantasía no espera. O por lo menos en el caso de Tolkien, porque sus imitadores sí que transitan por territorios comunes...

Tampoco quiero caer en la típica defensa a ultranza que hacen los freaks del maestro JRR, si a la aristocracia intelectual le parece escandaloso y deprimente que “El señor...” sea la novela mejor valorada del siglo XX, es su problema, no el mio. A diferencia de muchos lectores de su obra puedo decir que el viejo profesor de Oxford tenía sus claroscuros personales (según su biógrafo, a pesar de odiar a Hitler, admiraba lo que “Franco había hecho con España”) y que sus descripciones, por detalladas, son un coñazo. “El hobbit” fue mi primera lectura sin dibujos y la verdad es que me daba la sensación de haber escalado una montaña después de acabar cada capítulo; la vista es espectacular, pero no veas lo que se sufre para llegar hasta aquí...

Eso sí, al igual que los personajes de la obra tolkeniana, los Rearden y Galt de “Atlas” son hombres hechos de otra pasta, se acercan, de hecho, a lo que Frederic Nietzsche (un proto-freak, aunque él no fuera consciente) hubiera descrito como “Super hombres”, el lógico paso evolutivo del ser humano, una vez que se ha quitado las múltiples limitaciones de la moral y la religión convencionales: el científico y el hombre de acción en un solo paquete.

Tanto es así que el “objetivismo” del que hace gala John en su largo discurso es, sobre todo, un batiburrillo de las ideas de diferentes autores, de hecho, Rand casi copia algunas líneas del autor de “Asi habló Zaratustra” cuando describe la problemática del hombre que tiene que ponerse a la altura de un ideal (Dios) inalcanzable, con lo que termina lamentablemente – aunque no usa el término – alienado. También se podría añadir a la mezcla algo de Hegel, del solipsismo de Berkeley o de algunos filósofos clásicos – conocida es la pasión de Rand por Sócrates -, pero nada de esto sirve para “desacreditar” a Ayn, ya que no existe en el mundo ninguna idea filosófica pura. No deja de ser interesante que Rand use algunas influencias tan aparentemente contrarias a la suya para explicar su “A es A”. Lo que afecta a la... novela, es que, ya que los personajes que representan estos ideales no pueden fallar, sus andanzas carecen casi por completo de suspense o tensión. En “El señor de los Anillos”, los buenos se traicionan, dudan, fallan en el último momento, y la verdad es que luchan contra un mal poco claro (mas allá de su “oscuridad absoluta”), hasta cierto punto no tienen una idea precisa de qué es lo que les ha llevado a esta situación, salvo que se remonta a un error humano de tiempo atrás. Muchas veces se ha querido ver en la obra de Tolkien una especie de representación de la amenaza nuclear, pero teniendo en cuenta que JRR fue veterano de la Primera Guerra Mundial, ¿no sería mas correcto encontrar las raíces en ese conflicto, en el que una serie de naciones sin apenas relaciones ideológicas se vieron envueltas en una sangría contra un enemigo que tampoco tenía unos motivos muy claros para ponerse en pie de guerra?

Por supuesto, y volviendo al tema del frikismo, es muy fácil marcar una línea entre los autores “fanáticos” de la moral randiana (Ditko, Miller) y encontrar un hilo conductor. Pero creo que eso a la larga es contraproducente: por ejemplo, el Spiderman primigenio no surge sólo de la mente del dibujante afincado en Nueva York (por mucho que éste lo reclame), y por lo tanto, sus motivaciones no son el deseo de triunfar sobre una sociedad mediocre, sino la culpa por la muerte del Tio Ben y cuidar de la pobre Tia May (probablemente el personaje “a punto de morir” mas longevo de la Historia). Es muy posible que, si hubiese sido por Ditko, cuando el Trepamuros se balanceaba sobre una manifestación estudiantil en protesta por al intervención en Vietnam de los EEUU, el bocadillo de pensamiento hubiera rezado “maldita escoria desagradecida” en vez del mas comprensivo “esos chavales luchan por lo que creen que es justo”. Pero ni siquiera el bueno de Steve podía ejercer tanta ponzoña sobre un cómic para adolescentes.


¡Si hombre! ¡Y yo me lo creo, a estas alturas!!!


El caso de Miller es un poco más triste porque él mismo se ha movido en sus historias a lo largo de muchas zonas grises, tanto en Sin City como en Daredevil, por eso algunas instantáneas de “El regreso del Señor de la Noche”, resultan chocantes a años vista. Hacia el final de la historia uno siente algo de pena por Batman / Wayne (por cierto, en la obra también se hace una jocosa referencia a la etapa de “divertido playboy”) pero no por lo que sucede, sino por su forma de ser, después de tantos traumas y dificultades, sortear enemigos de los mas diversos pelajes, Batman sigue siendo el mismo psicópata del que tantas veces se nos ha avisado. A un milímetro de Rosarch.

No obstante, la publicación de algo como “Holy Terror”, da las claves de la evolución filosófica de un señor que ya ha decidido que el mundo se debe regir por absolutos. Por mucho que en la portada rece “¡El Batman Vs Al quaeda que DC no quiso publicar” (un testamento más hacia el control de calidad de la propia compañía que a la censura), “Terror sagrado” es la respuesta visceral y poco recapacitada frente a un ataque terrorista, utilizando los mecanismos bien enseñados por Rand como el héroe incomprendido o la extraña trama romántica. Sí, después de tantos años, Miller ha creado su propia “Rebelión de Atlas”, afortunadamente más corta, quizás demasiado para lo que vale el volumen...

¿Qué tiene todo este que ver con Tolkien y el frikismo? Bueno, aquí es donde rebato totalmente la teoría de VyS sobre que la escritora rusa sea la culpable de haber transformado a la comunidad amante de Juego de Tronos y afines en un atajo de imbéciles.

Hace bastantes años, cuando Zinco publicaba los cómics de DC (sí, ya hace MUCHO de eso), se llevó a cabo una encuesta sobre los personajes que gozaban de mayor popularidad entre los aficionados. Aquellos tiempos de cartas a los correos y dibujos a tinta china... Total, por sorpresa o no, el que apareció como número uno fue Lobezno. No Hugh Jackman, Lobezno, ya saben: “soy el mejor en mi trabajo pero mi trabajo no es agradable, tengo mis huesos forrados de Adamantium, nadie sabe quién lo hizo,soy un mutante, me curo yo solo, envejezco lentamente...”. El número dos lo ocupaba Batman.

Aquellos tiempos...

Que estos dos personajes fuesen en su día – y me consta que su popularidad no ha bajado mucho en este tiempo – tan queridos, es mucho mas preocupante que cualquier estudio de tres al cuarto que intente culpar a los videojuegos o al rol de las masacres en institutos. Entre otras cosas porque el individualismo de Lobezno es muy del palo del “tipo duro contra el mundo” que tanto chana entre los freaks. Y créanme, sé del tema.




Browning, viendo lo que se le viene encima


El “sentir freak” (término horrible, ¡horrible!) no es tanto el sentirse mejor que el mundo exterior, sino sentirse diferente, y la diferencia, el no sentirse parte de nada, o aún peor, ser parte pero estar aparte – como dicen los ingleses “A part and yet apart” -, no tiene una traducción fácil. La literatura en general, como los libros mencionados anteriormente, tiene una solución sencilla y reconfortante: “eres diferente pero eres mejor”. Lo cual no deja de ser un triste consuelo, en el caso de “Atlas”, Ayn Rand ofrece a los desdichados del mundo la opción de crear una ciudad alejada del mundo en la que los próceres de la sociedad pueden crear a su antojo sin los cortapisas legales y éticos de la masa ignorante. Ahora bien, creo que ella estaba pensando más en personajes como Bernard Madoff que en un adolescente adicto al chocolate que se masturba pensando en Gillian Anderson o en Natalie Portman... o en Carrie Fisher, cuando no se “parecía a Elton John”.


Ella también fue adicta al chocolate



Se podría interpretar, entonces, que Rand dice “no te preocupes, la gente te desprecia porque eres mejor, pero tu sigue tu camino porque la gente tarde o temprano te necesitará y tu, como un Titán que sostiene el mundo sobre su espalda, podrás encogerte de hombros o no”. Ya sé qué estarán pensando: que el freak medio esta condenado, en base a esa línea de pensamiento, a ser como el propietario de la tienda de cómics de Los Simpson, diciendo frases como “la cerveza es el néctar de los perdedores” a los parroquianos del bar de Moe, mientras sortea como puede sus problemas con los carbohidratos (léase dónuts y hamburguesas).

Por supuesto, como ustedes ya sabrán (y si no, se lo recuerdo) el término “Freak” evoluciona desde el film de Todd Browning, traducido aquí como “La parada de los monstruos” (1932), protagonizada por auténticos “fenómenos de feria”. Si aquello era una fábula sobre cómo uno se acaba trasformando en un monstruo por fuera después de ser un monstruo por dentro, la evolución del lenguaje en los años 70 provocó que gente que no eran realmente “monstruitos” usaran el término para desligarse de las corrientes en boga, tal y como hacía el gran (aunque a veces cargante) Frank Zappa.
Para frikear a gusto

En los últimos años, debido a la popularización de los films de fantasía, las adaptaciones al celuloide de diversos cómics y la confesa admiración por parte de muchas figuras públicas de según qué escritor de ciencia-ficción, lo “freak” (o “friqui”) se ha puesto mas de moda, llevando a un amigo mío a afirmar que los de nuestra calaña somos los nuevos “Cool-Hunter”. Dios nos libre... Aparte, todo el mundo ha decidido adueñarse del término, tanto es así que hasta tu colega aficionado al mundo cofrade (digan todos conmigo ¡CAPILLITA!) es descrito como un “friqui de la Semana Santa”.

Lo bueno y lo malo de ser freak es que nadie tiene la potestad para expedir carnés.

Ergo, puede que Rand susurre al oído del adolescente que está leyendo su obra que el altruismo es para los papanatas, pero está claro que Tolkien sugiere que uno siempre puede sobreponerse a los desafíos por muy pequeño que se sea. Teniendo en cuenta la cantidad de salones, grupos y asociaciones que acuden a foros de divertimento “subcultural”, hemos de suponer que la escritora rusa quizás consiguió permear con algo de prepotencia el mundo freak, pero este asalto lo gana por KO Tolkien (sí, Jose Ramón, y Star Trek).


Caricatura del freak medio


Para terminar: eso no quita que alguien con 13 años al que le gustan los tebeos, al que miran raro por saberse los nombres de los personajes, que comenta videojuegos en una revista/blog del ramo, que escucha rock progresivo, que espera con una conjunción de miedo y esperanza el estreno de una nueva adaptación cinematográfica de una obra de Alan Moore y al que no le gusta el fútbol (sabéis perfectamente de lo que hablo, ¿verdad), de vez en cuando se rebote ante la ignorancia o el desprecio que algunos muestran ante esas cosas que para él son tan importantes. Puede que a veces se sienta aislado, ignorado y lleno de rabia, puede que el mundo quizás debiera ser un poco más comprensivo, puede que él tenga también que ser un poco menos cabezota, que aprenda a dominar su estrés (en términos psicológicos, es decir, cómo le sientan las cosas que le suceden) y a reírse de si mismo, al tiempo que gasta bromas sobre las aficiones de otros. En un bar donde trasmiten la final de la Champions. Con la bufanda del equipo extranjero puesta.

O también puede buscarse un grupo de colegas para jugar al Rol y dar un golpe a la mesa mientras dice “¡Los cojones me vas a invadir mi reino!”

Cualquiera de esas opciones es mejor que leer “La Rebelión de Atlas” y creérselo, o llevar una pistola / navaja al patio. Lo de mandar un sobre lleno de mierda anda ahí ahí...

Tag Team: La Quebrada de Galt y Eurovegas VS Marilaneda y Lepe, round four...¡fight!

Tengo que reconocer que este versus en realidad iba a ser “La quebrada” contra “Eurovegas”, pero teniendo en cuenta que iba a ser un enfrentamiento un poco ridículo (sería como comparar “La gaceta de los negocios” e “Intereconomía”) y como poner a Sanchez Gordillo contra Galt iba a estar un poco descompensado por tratarse uno de ellos de un personaje de ficción (me refiero a John, malpensados), pues mejor este contubernio coyuntural. Además, Dilbert ya se había enfrentado al guapo ingeniero anteriormente.

Tanto en La Quebrada como en (aparentemente) Eurovegas, parece ser que el hombre puede prosperar en base únicamente a sus esfuerzos, si bien en el caso del paraíso en la tierra de Galt, las cantidades que uno recibe por sus trabajos son más que nada simbólicas, en base a la nueva economía que promueven las grandes mentes de nuestra civilización. Una economía en la que, obviamente, no existen esas cosas tan molestas como los impuestos ni los sindicatos, probable fuente de todos los males y que sirven como fuente de poder para los saqueadores.

Puede que el señor Jose Maria Gay – si, ese economista con tantos títulos que parece que esté siempre a punto de soltar una burrada muy gorda aunque solo “beba Coca-cola” - tenga razón al aconsejar al gobierno que libre de algunas imposiciones fiscales a las PYMEs durante un par de años si contratan a personas en el paro. Ahora, las exigencias leoninas de Sheldon Adelson son tan exageradas que casi parecen de chiste. Es el clásico ejemplo de una buena idea que alguien aumenta hasta límites insospechados hasta transformarla en una obscenidad.

Sheldon y su Penny

¿Será Adelson alumno de Rand? Me arriesgo a suponer que, desde luego, no le disgustan sus principios filosóficos. Ayn no es precisamente amiga de los sindicatos, ciertamente, en los EEUU, la historia de los representantes de los trabajadores ha sido un tanto convulsa, pero de ahí a eliminar de un plumazo un sistema que ha permitido mejorar las condiciones laborales de tantos, hay un buen trecho.

Al igual que al hablar de Pixar / Jobs me andaba con cuidado porque todavía quiero trabajar un día de estos en Apple, quizás debería cortarme un poco a la hora de hablar de Eurovegas, quizás algún día tenga que mandar el currículo... Bueno, da igual, para la gente que va a leer esto...

Cuando Esperanza Aguirre, aka “La lideresa” (hay que ver qué boca mas sucia tienen los niñatos sociatas) abandonó su puesto en la primera línea política, aduciendo querer una vida personal un poco mejor, no fueron pocos los que vieron en esa maniobra un receso para tomar impulso antes de entrar en la directiva del futuro Megacasino. De verdad, estos comunistas... en cualquier caso, Eurovegas, en su papel de páramo en el que construir un nuevo parque de ocio temático con influencias benderianas (con furcias), dista un poco de La Quebrada, ya que en esa moderna Atlantis, de lo que se trataba era de la concentración de las grandes mentes que hacían que el mundo se mantuviera en funcionamiento. En Eurovegas puede que también necesiten de eso, pero parece ser que sobre todo lo que se hace falta es mano de obra fácilmente sustituible.

¿Generará pingües beneficios en lo social y en lo económico? El tiempo lo dirá, la cuestión es que casos como el de montar un Parque al Ocio de la Ruleta no es tan fatídico como montar un centro para la manipulación de residuos nucleares, algo que, teniendo en cuenta la situación actual, se ve con la perspectiva de ser una forma de liquidar el paro más que como un riesgo para la salud. Y lo peor es que no se puede culpar a la gente por considerarlo de esa manera.

En la esquina roja (of course) se sitúa Juan Manuel Sánchez Gordillo: no creo que haya tenido unas conversaciones tan encendidas sobre política con mis amigos sobre ningún otro tema desde el día que el alcalde de Marilaneda decidiera apoyar la “apropiación” de un par de carros para la compra. Y si lee estas líneas, probablemente usted acabará también queriendo discutir seriamente conmigo, vamos al lío.


Fina estampa


En su largo discurso, Galt dice que no se debe utilizar la violencia a menos que otra persona la use contra ti, en ese caso, tienes rienda suelta para responder con una fuerza equivalente al daño recibido o lo que haga falta hasta solucionar el problema. Afortunadamente, el “incidente Mercadona” se decidió con unas denuncias y poco más, aunque tener cámaras delante no implica que todo se vaya a solucionar de forma tan pacífica ¿cierto?

Para mi, no cabe duda alguna de que lo que ha logrado Gordillo con su pueblo tiene muchos puntos positivos, pero eso no implica que este hombre tenga siempre razón, y ya más de una vez se le ha notado una tendencia a “montar el número” mas que de realizar reivindicaciones serias. Y sí, lo de Mercadona pertenece a la primera clasificación.

¿Por qué opino así? Bueno, tomemos como punto de inicio una de las conversaciones que mantuve con un amigo, el cual estaba a favor de dicha maniobra, su razonamiento: “con cosas como esta, la gente fuera de España sabe lo que está pasando aquí, yo no he visto ninguna mención de España en la prensa extranjera hasta que Gordillo se llevó los carros”. Esto tiene un problema de base, cualquiera que haya consultado la prensa internacional en los últimos 12 meses (especialmente desde la entrada de Rajoy en la presidencia del gobierno), se habrá dado cuenta de las numerosas referencias que se han dado sobre nuestra situación económica, sobre todo en relación a ser la siguiente nación a rescatar, después de Grecia y Portugal. Y no hace falta ser un desocupado con conexión a Internet para darse cuenta de esto, bastaba con ver “Los desayunos de la 1”, presentados por Ana Pastor. ¿Os acordáis de Ana Pastor?

Igualmente, nosotros hemos sabido de la difícil situación de Grecia sin que los partidos de extrema derecha o los ciudadanos medios de a pie la liaran parda por las calles del país heleno. Que la nación creadora de la mitología – y la filosofía – clásica pasa por tiempos oscuros es algo que llevamos escuchando cinco años, y la solución ha sido un rescate económico. Lo cual, como ustedes ya saben, significa perder el control sobre la gestión económica de un país a cambio de dinero, para así poder devolver esa pasta lo antes posible.

Como se pueden suponer ustedes, Rand, en uno de sus accesos visionarios, ya pronosticó esta clase de maniobras en “La rebelión...”, propias de una población desesperada a la cual no le llega el trigo porque las vías ferroviarias no funcionan, transformando a la gente en una masa saqueadora.

Razonamiento de otro colega mío: “De las revoluciones no se recuerdan la violencia, sino los resultados, la gente no se acuerda de que Che Guevara matara a gente, solo de la gente que liberó” ¿Perdón? Yo SI recuerdo que el médico se cargase a más de uno y más de dos. No en vano, me comí ese coñazo que fue “Diarios de motocicleta” (Walter Salles, 2004), en la que un joven Ernesto contempla un revolver como mecanismo para llevar a buen puerto sus ideas. Por esa clase de cosas, siempre me he negado a comprar camisetas del Che – habiendo de Genesis o Pink Floyd ¿para qué? -, no por no coincidir con algunos de sus puntos – a fin de cuentas, una Sudamérica unida y mas justa no le causaría ningún mal a casi nadie – sino porque dichas camisetas se venden en el mismo sitio en el que se pueden adquirir las que tienen a Sid Vicious en su anverso. Un tipo cuya única contribución a la música fue cantar cómicamente mal “My way”, picarse heroína y muy probablemente, asesinar a su novia. Eso no tiene ninguna gracia.

Nada de esto quita méritos a los logros de Guevara, pero tampoco puede uno olvidar que no lo consiguió con las manos limpias de sangre. Curiosamente, y para redondear las figuras revolucionarias, Lord Byron murió en Grecia, luchando por la libertad de sus ciudadanos, y no veo camisetas suyas en las tiendas...

Aparte, cada vez que alguien aboga por la revolución y la violencia como protesta contra la situación actual, lo que me entran ganas es de usar esa misma violencia y todo el peso revolucionario contra sus cabezas. ¿Por qué? Pues porque me recuerdan al tipo que arenga en las turbas descontroladas con antorchas para después decir “¿yo? Yo pasaba por allí...”. Incluso alguien que apoyaba la idea de Anarquía en “V de Vendetta” como Alan Moore, ha relajado su visión de las cosas y prefiere dejarlo en que, más que una clase política, lo que necesitamos son buenos gestores. A esa idea, mas allá de ideologías, yo también me apunto. Con la esperanza de que “buenos gestores” no signifique “tecnocratas”, como los que hemos tenido hasta ahora.




Eso probablemente disgustaría mucho a Rand, enemiga acérrima de cualquier tipo de regulación. Ayn probablemente vería con ojos de sospecha cosas como la americana ley anti-monopolio (bueno, yo también lo vería con extrañeza si hubiese empresas que abrieran un nuevo mercado, transformándolo automáticamente en un monopolio), pero, insistimos, ella vive en un mundo en el que los empresarios buscan los mejores materiales, los mejores empleados y estos últimos deberían agradecer a los emprendedores que los contraten.


En contrapartida, Gordillo sigue utilizando racionamientos tan anticuados (como su cartelería) como que los terratenientes utilizan sus tierras, no para sembrar, sino para recoger subvenciones del gobierno. Bueno, no conozco muchos terratenientes, pero tengo claro que Cayetanos de Alba solo existe uno (y si existiera otro, no sé si sería tan torpe como Relaciones Públicas) y sé de bastante gente que trabaja en el campo, cuyo principal problema no es el uso de las tierras, sino que los productos con base agrícola que vienen de otros países son mucho mas baratos que los nuestros. Pura oferta y demanda.

Va a ser cierto que, a última hora, lo que necesitamos son gente que hagan buenos balances, que le den lo que necesitan a los ciudadanos para seguir adelante, que recorte en tonterías y no en educación y sanidad. En eso, Marilaneda es un ejemplo y me quito, pisoteo y me como el sombrero. Ante el alcalde y el concejal del PP que salió elegido en las elecciones municipales del 99, tío, si tu partido promociona internamente la lealtad, tu tienes que estar muy alto en esa lista.

La discusión sobre Gordillo se encendió un poco cuando, en broma, sugerí que para detener ese temido avance del gigante chino – que todo el mundo opina que nos obligará a todos a aprender mandarín o cantonés a lo largo de este siglo -, deberíamos mandar al prócer al país de la Gran Muralla, así podría instalar los sindicatos y frenar en seco su desarrollo. “Claro, porque tu opinas que hay que mandar fuera al que te molesta ¿no?” ¿Perdón? ¿Me he transformado en un reaccionario de tomo y lomo sin darme cuenta? No, mas bien esto demuestra que, incluso entre los freaks, el iconoclasta sentido del humor que siempre se nos supone debe de tener unos límites. Supongo.

Llegados a este punto, quizás tengan la muy razonable duda de por qué esta incluido el pueblo de los chistes en este epígrafe. Bueno, la verdad es que Lepe siempre ha tenido fama de tener un paro cero, y la verdad es nunca he logrado encontrar una explicación clara al respecto: ¿Será la recogida de la fresa? ¿Será su envidiable situación geográfica? ¿Será el humor local? Pues algo me dice que lo mismo todo se debe a una muy buena gestión interna. Y sin tener que llevarse carrítos de ningún supermercado.

Me queda un último “pero” que ponerle a este acto tan simbólico. El efecto llamada, o el “Copycat”: al poco de liarse parda en Mercadona, en sitios tan distantes como Valencia, algunos que se autoidentificaron como simpatizantes del “S.A.T” - es decir, Sindicato Andaluz de Trabajadores, cuya marcha por Andalucía fue promocionada por el “tema carritos”- decidieron hacer pintadas y cargarse la cristalera de un establecimiento de la cadena.

Cuando apunté ese hecho a mi amigo, este me respondió que si había algo más a lo que echarle la culpa a Gordillo. Iba a hacer algún comentario jocoso sobre Kennedy, pero viendo que eso no iba a ir a buen puerto decidí explicar que si ya nos indignan los comentarios de los políticos cuando creen tener el micrófono del parlamento cerrado, ¿Qué deberíamos sentir cuando hacen cosas como esta? Su respuesta fue que al presidente de Mercadona ya le valía por llamar “flojos” a los españoles”. Puede que este señor sea tan bocachanclas como Diaz Ferrán (y espero que ahí se acaben los parecidos), pero no creo que esa sea excusa para putear a sus empleados – que para mi son los auténticos perjudicados por todo este asunto -, además a Juan Roig nunca le he escuchado ese comentario en particular, ya que tiene fama justamente de todo lo contrario: hablar poco pero claro...

Neil Peart vs Robert Wyatt... final round: ¡Fight!

Cómo son las cosas, en el número de Noviembre de la retro rockera publicación inglesa “Mojo”, aparte de una voluminosa entrevista con Led Zeppelin, hay un reportaje sobre el primer disco de los Manic Street Preachers. A la hora de hablar de sus influencias, Nicky Wire (bajo y textos) explica que si bien son fans de Rush, nunca estuvieron muy cómodos con las letras “ultraliberales” de Peart. No deja de ser chocante, porque tanto él como James Dean Bradfield (guitarras y voces) no podían haber perdido más el culo para entrevistar a Geddy Lee y a Alex Lifeson para la publicación hermana de “Mojo”, “Classic Rock”.

Neil Peart

Si bien temas como “2112” o“The Trees” estaban fuertemente influenciados por la lectura de las obras de Ayn Rand, es muy probable que Peart se quedara, sobre todo, en la esencia de que un hombre es sobre todo dueño de su destino, tal y como expresan en canciones como “Freewill” o “Driven”.

Curiosamente, en “Ghost Rider” no hay mención a la escritora rusa. En este libro, un cruce entre el diario de viaje y la autobiografía, Peart va desgranando la lenta curación a la que se fue sometiendo después de sufrir la traumática muerte de su hija y el lento, pero terrible fallecimiento de su esposa a manos de un cáncer. Preguntando a su esposa qué iba a ser después de su muerte, ella simplemente respondió “¡Oh! Tu simplemente te montarás en esa moto tuya”. Y eso es efectivamente lo que hizo, intentando encontrar respuestas en las largas autopistas.

Por otro lado, Robert Wyatt es otro batería, en cierta forma clasificable dentro del Rock Progresivo, aunque sea por su paso por Soft Machine y los posteriores Matching Mole (“Topos correspondientes”, aunque el nombre viene, por lo visto, de la traducción al francés de su grupo anterior). Tengo que aclarar que un corto clip de vídeo de Wyatt rugiendo mientras toca la batería con los MM, es sin duda una de las cosas mas inquietantes que he visto nunca. Marilyn Manson, vete a tu casa.

Robert siempre tuvo grandes problemas con el alcohol, tanto es así que durante una fiesta, terriblemente borracho, sufrió un accidente, cayendo desde una ventana y quedando inmovilizado de cintura para abajo. Hay diversas versiones sobre lo sucedido realmente en aquella fiesta, como es lógico, el propio Wyatt no recuerda de forma muy exacta los acontecimientos, la cuestión es que estaba como una cuba y que se cayó desde la suficiente altura para causarse graves daños corporales, el hecho de que estuviera o no tonteando llega a ser un poco irrelevante.

Aunque para entonces Robert estaba ya grabando su primer vinilo como cantante y cada vez se sentía menos cómodo únicamente como batería, el accidente supuso un giro importante en su carrera, dejó el jazz-rock-progresivo y se volcó en una variante de canción de autor. No obstante, uno de sus primeros éxitos fue su versión del tema hecho famoso inicialmente por los Monkees (pero compuesto por Neil Diamond), “I'm a believer”. Si ver a Wyatt haciendo ruidos raros con los Mole ya era una visión inquietante, el verlo con su cara de colgadura en silla de ruedas durante su actuación para el “Top of the pops” de la BBC, resulta una estampa bastante incómoda para algunas personas. Entre ellas, probablemente, la propia dirección de la compañía británica, que quiso sentar al ex-batería en una silla “normal” para la actuación. Tal y como expresa el propio Robert en una entrevista “hasta entonces no había sentido ninguna afiliación a la gente discapacitada, pero en cuanto este gilipollas me prohibió salir en cámara con la silla de ruedas, un furor reivindicativo salió de mi”.

Robert Wyatt


En el famoso clip se puede ver al batería de Pink Floyd, Nick Mason (que produjo el tema), a un Andy Summers pre-Police y escuchar un magnifico solo de violín tocado al revés (o sea, la cinta va marcha atrás, no es que al instrumento le den la vuelta, cosa que por cierto sí que hace Summers con su guitarra) cortesía de Henry Cow. Al igual que Cow, Wyatt siempre tuvo una cierta afiliación de izquierdas, pero hacía finales de los setenta, su ideología se fue radicalizando.

Tanto es así que se hizo miembro del partido comunista y no era raro verlo luciendo una gorra militar con su correspondiente estrella (sí, a lo Che Guevara), aunque, a diferencia de otros artistas que se agarran a un partido político como una garrapata sin ningún tipo de perspectiva – como les pasó a los Oasis con Tony Blair -, Wyatt siempre tuvo presente con quién se jugaba los cuartos. “Escuchabas Radio Moscú y te dabas cuenta de la más absoluta manipulación que hacían de los temas, era delicioso, aunque era la clase de manipulación que te gustaba”.

Aunque Robert pronto se dio cuenta de que no podría ser tan prolífico como le gustaría y que en varias ocasiones tendría que recurrir a versiones de temas ajenos para seguir sacando obras con cierta regularidad, preciosidades como “Sea Song” justifican una trayectoria un tanto irregular. Aunque es esperable que su lánguida voz - “la única persona que conozco que cante con el mismo tono con el que habla”, según Mike Oldfield – eche un poco para atrás a mas de uno, su versión del “Biko” de Peter Gabriel o la canción compuesta ex-profeso para él por Elvis Costello - “Shipbuilding”, sobre el conflicto de Las Malvinas - son muestras de su extraña pero innegable calidad como interprete.

Sus temas propios, como es de esperar, expresan algunas de sus inquietudes ideológicas, pero con mucha mas sutileza que los habituales grupos de “rock urbano”. O como explicó Brian Eno: “Es una de las pocas personas que ha expresado algo de compasión por la gente que fabrica las cosas que vestimos o comemos”.

Ya habrán adivinado que en realidad buscaba una excusa para hablar de Robert Wyatt y que a estas alturas el versus me la suda big time. No obstante, los dos baterías no podrían ser mas diferentes y más iguales, ambos son virtuosos de su instrumento – o al menos, Robert lo era durante el tiempo que podía mover las piernas – y los dos han tenido que sobreponerse a sus demonios personales. Peart ha vuelto a casarse y a ser padre, creando “pequeñas victorias” a cada paso, consiguiendo reactivar a Rush, componiendo nuevos temas y haciendo un “comeback” en toda regla que deja todas esas salidas de las clínicas de rehabilitación de las Lohans y los Sheens en pañales. Wyatt, con el apoyo de su esposa, ha dejado atrás muchas de sus obsesiones más oscuras (su sobriedad es relativamente reciente) y ha conseguido un público especialmente fiel.

Puede que uno estuviera durante muchos años contento como narrador de la vida en los suburbios canadienses, y el otro un reivindicativo cantante de izquierdas, pero los dos han tenido que sobreponerse a unas desgracias que podrían haber destrozado a muchos de nosotros. No sé qué habría hecho John Galt en estos casos, quizás responder con una alarmante frialdad, o a lo mejor es que hay los mas conveniente que puede hacer uno con las ideologías es metérselas por el culo, en aras de seguir adelante.

Epílogo: Fuego sagrado y El Club de la Lucha

Sentado en la cocina de mis padres, intentado leer un poco de “La rebelión de Atlas”, mi hermana alcanzó a ver el nombre de la editorial que edita este... libro en España, la argentina “Fuego Sagrado”. El arqueo de ceja de mi hermana fue tan pronunciado que con él se podía levantar un saco de patatas, así que tuve que invertir unos minutos en explicarle que no iba a unirme a ninguna secta raruna...

No hace mucho hablé con un arquitecto (sí, tocamos el tema de edificios satánicos y Le Corbusier), y me contó uno de sus viajes por Sudamérica. Que salga tanto la parte austral del continente americano no es casualidad, también se la nombra mucho en la... novela de Rand. Que alguien que viviese en los EEUU mirase tanto a Argentina, Chile y demás no deja de ser importante, sobre todo en una época en la que los dirigentes políticos estadounidenses miraban a estos países como una zona fácil de influenciar para poder extraer sus recursos naturales. La cosa no ha cambiado mucho en estos años.

Siguiendo con la conversación, concluimos que a Sudamérica le había tocado, desde siempre, bailar con la más fea. Con una tradición indígena propia casi masacrada por la colonización, estos países (e incluyo a México, y a Centroamérica) han pasado por tantas etapas convulsas en su política, tantas crisis económicas, tantos conflictos internos, y han acogido tantos movimientos migratorios, que lo raro es que no hayan desarrollado un armamento nuclear para cagarse en todos nosotros. Un momento...

Eso implica que, por ejemplo, el psicoanalisis, lo paranormal, el comunismo y un montón de tendencias más hayan causado un impacto importante. Y eso incluye al objetivismo, por eso “La rebelión de Atlas” solo conoce una edición argentina como muestra de Rand en español. ¿Es porque los editores no quieren ganar dinero? ¿Será por su pobre valor literario? Bueno, eso explica por qué los apartamentos son “departamentos” y los railes son “rieles” a lo largo del texto.

Vaya usted a saber, en este último apartado, y ahora que ya tenemos dos partes de “Atlas” traducidas al lenguaje cinematográfico,- sí, ya lo sé, cada una con un equipo más serie B o Z que la anterior...- me gustaría repasar una película (basada en una novela), que para muchos representaba el zeitgeist (“espiritu de los tiempos”, para que vean que no soy tan pedante como para no traducirlo) de finales de los 90, “El club de la lucha”.En uno de los comentarios del DVD, Edward Norton argumentaba que la película basada en la novela de Chuck Palahniuk (y a su vez, ésta misma), representaba esa necesidad del hombre de rebelarse contra el entorno, aunque no hubiera un motivo claro. Parafraseando un dialogo de “Salvaje” (“The Wild one” 1953) con Marlon Brando - ¡y los Beetles! - “¿Contra qué te rebelas?” a lo que el personaje de Brando responde;“¿Qué hay disponible?”.


En clase de fotografía, con la cámara de gran formato, éste fue uno de mis intentos de copiar un anuncio de la revista de Canal +, como no tenía jabón rosa a mano, robé uno de Heno de Pravia en el domicilio familiar...


En “El club”, un treintañero con un buen trabajo y un vacío existencial por el que cabe el Titanic de canto, se rebela contra la felicidad prefabricada, los Bang & Olufsen (menos mal que no contra los Bower & Wilkins), IKEA, los lofts... En otras palabras, el nihilismo contra el consumismo. La violencia pura como la que mencionábamos hace un par de epígrafes y el terrorismo situacionista (es decir, gracioso) como protesta ante el aborregamiento generalizado.

Ya hemos dicho que en el título original, Atlas no se rebela contra nada, simplemente se encoge de hombros y deja que la humanidad se caiga por el agujero creado por su propia ineptitud. Como hemos dicho también anteriormente, el hecho de que alguien como Rand ponga en manos de los emprendedores un mecanismo de reivindicación como la huelga – que solemos asociar a la clase trabajadora -, pervierte su propio significado, como pasaba con los impuestos para las PYMES y Eurovegas.

Por supuesto, a Rand no se le ocurrió pensar que sería mucho más gracioso utilizar una maniobra de su paisano Stajanov – quien sin saberlo, promovió la huelga por exceso de trabajo, que tanto gusta en Japón – y dejar a todo el mundo con el culo aún mas torcido: ¿Qué pasaría si las grandes mentes no dejaran de darnos nuevas ideas y nuevas oportunidades para que la sociedad avanzara? ¿Acabaríamos agobiados ante tanta magnificencia?

En cualquier caso, en un mundo como el actual, con rescates económicos, recesiones con efecto dominó y movimientos políticos casi de risa, las preocupaciones sobre si las mentes mas preclaras se dedican o no a innovar son un tanto irrelevantes. Si acaso, de lo que habría que preocuparse es de que los equipos de investigación tengan presupuesto para llevar a cabo sus ideas. Igualmente, rebelarse contra el aburguesamiento tampoco tiene mucho sentido porque todo apunta a que la clase media va a desaparecer (¿tremendista? ¡solo un poco!).

Aunque en su día “El club de la Lucha” me mantuvo clavado en el sillón, y la tengo o DVD (o la tenía, hasta que se la presté a mi amado primo tras lo cual, nunca más se supo), creo que las circunstancias actuales la han mantenido un poco fuera de lugar. Aunque no me cabe duda de que algún día volverá a tener una gran relevancia y se reivindicará como una obra de culto generacional. Que eso hable bien o mal de la generación que representa, es ya otra historia.

Por otro lado, me terminé “La rebelión de Atlas” en parte por el tipo de interés morboso de “no quiero mirar, ¡pero tampoco puedo apartar los ojos!”. Con fuego sagrado o no, es una novela (ya está bien de la bromíta con los puntos suspensivos) que avanza a un ritmo de trompicones, el diseño de los personajes es lamentable, los discursos son de juzgado de guardia porque saltan de un raciocinio espectacular (brevemente) a un infantilismo que es de traca. Rand nos podría haber ahorrado muchas páginas escribiendo solo “A es A, comunismo=malo, capitalismo=bueno, folle usted con gente tan lista como usted mismo”. Cualquier libro de los aquí mencionados – incluso un folio en blanco firmado por Terry Pratchett - les hará mas bien que leer la rebelión de Atlas, que no solo se salta nuestra limitación de 12 euros de cultura barata, sino que ofrece mucho menos que otras obras aquí reseñadas. Quiero decir, ¡hasta con “Fantasmas de Marte” te puedes reír lo mala que es!

Para terminar, ya indiqué anteriormente que el tema ideológico no tiene gran importancia a estas alturas, como sucede en la democracia, puede que no sea el sistema que funcione mejor, pero es el menos malo. ¿Una economía ultraliberal? Provoca grandes diferencias sociales ¿Una economía 100% comunista? Todos acabamos igual... de pobres. Y ni siquiera es una opinión personal, los diversos experimentos de gestión social a lo largo de los siglos han dejado claro que los impuestos son necesarios porque con ellos cubrimos necesidades básicas como la SANIDAD o la EDUCACIÓN. Hablando con una amiga médico, me explicó que eso no era suficiente, y entonces yo salté con el tema de la gestión, y vuelta a empezar...

Lo mas preocupante de “Atlas” no es su ideología en sí, sino el hecho de que Rand busca paralelismos y maldad haciendo oídos sordos de lo que sucede en la calle. Cualquier preocupación que pueda mostrar de vez en cuando sobre “la gente normal”, no es más que un ejercicio artificioso, Rand se ve a si misma como un pibón, como una mujer de un gran intelecto y una revolucionaria del mundo de las ideas. Pero no en el fondo no es mas que una conspiradora paranoica que responde con su propia conspiración, al igual que Miller, tiene motivos de sobra para haberse radicalizado. Pero no puede esperar que todos nos lo tomemos igual de en serio que sus discípulos.

Y Fran marcó el signo del Dracma en el aire y se echó a llorar.... 
¿Volveré?
















Bonustrack: Chiste MUY privado