martes, 1 de octubre de 2013

BEHIND THE CANDELABRA: EL TELEFILME, EL PIANISTA Y SU AMANTE






En este blog ya hemos mencionado un par de veces a Liberace, en ambos casos, con objeto de hacer mofa, befa y escarnio de su nombre. Lo cual está muy feo, ya que los muertos no pueden presentar queja, aunque por otro lado, nos viene bien, porque así tampoco nos pueden denunciar. Pero, ¿quién fue Valentino Liberace (nombre completo real... ¡Búsquenlo en la Wikipedia, so flojos!) para que le dedique Steven Soderbergh una película protagonizada por Michael Douglas junto a Matt Damon y para que nosotros le dediquemos una entrada en el blog?

Básicamente, Liberace - "Lee" para los amigos - fue un pianista (y ocasionalmente, crooner normalito ) que alcanzó la fama y uno de los mejores sueldos de la industria del entretenimiento por diversos motivos: Por un lado, su impecable forma de conjugar en un sólo popurrí algunas piezas clásicas con los éxitos pop del momento, mientras conseguía colar algunos temas tradicionales, aderezado, todo esto, por incursiones ocasionales en ritmos caribeños. Siempre, eso sí, mostrando un virtuosismo casi circense en sus interpretaciones.


Pero en realidad, eso sólo explica parte de su fama. Ciertamente, el principal atractivo de su fama residía en su arte como músico, pero la forma que tenía de destacar sobre los demás pianistas no eran únicamente sus modos a la hora de fagocitar todo género que se le pusiera por delante y hacerlo digerible frente al Gran Público (¡chúpate esa, Bowie!). No, los abrigos de tamaños absurdos, los anillos con piedras imposibles, las plumas, el coche que lo recogía del escenario, los vuelos sobre el vehículo, los trajes que reflejaban las luces... todo eso era Liberace. Como dice un documental de la BBC dedicado a su figura, "un espectáculo repleto de campiness para un público que no conocía el término".


Parece un muñeco... por algún motivo ese comentario no suena bien, cuando se refiere a un adulto


Siguiendo en esa línea de palabras casi intraducibles, conviene aclarar que Lee no se puede definir meramente como un artista, más que nada porque ese término en español pone al mismo nivel a Francisco de Goya y a Moncho Borrajo. No, el pianista era un entertainer, un "entretenedor" en el sentido más absoluto que pudiera tener semejante vocablo. Puede que todo el oropel extravagante que cubría sus actuaciones (y su modo de vida) fuese una extensión de su personalidad, pero también era su modo de hacer que el público, durante el rato que estuviera con él, olvidase sus preocupaciones. Por el cómodo precio de una entrada, claro.

Pero, llegados a este punto, eso sólo explica por qué Liberace tuvo éxito. Vale, como antiguo protegido de otro maestro de las teclas - Paderewski -, Liberace había salido un poco rana, tanto es así que los críticos odiaban la falta de sutileza en sus interpretaciones y su forma de comerciar con Strauss o Gerswhin al ponerlos al lado del Tico-Tico. ¿Eso le hace materia para un largometraje? Como mucho para un documental, pero, claro, son los sucios detalles de su vida privada los que dan para un film.

La cuestión con Valentino es que era un ejemplo bastante clásico de la farándula en los tiempos en los que vivir “fuera del armario” podía suponer la muerte clínica de tu carrera, con lo que el interesado decidía negar la mayor y dar explicaciones muy creativas sobre sus intimidades. Puede que alguno de ustedes esté pensando en ejemplos nacionales como Camilo Sesto o José Luis Moreno, y si esto es así, les recomiendo que abandonen inmediatamente esta página porque me parece una absoluta falta de respeto que siquiera se atrevan a pensar de ese modo. Guiño, guiño, codazo, codazo.

Lo extraño es que, los amanerados modos del pianista, la vicisitúdica gaycidad de sus shows o su tendencia a vestirse como una señora mayor en las sesiones de fotos para la prensa, nunca aflojaron, sino que parecieron exagerarse incluso en su temprana vejez. Liberace llegó a denunciar a un periódico inglés por atreverse a insinuar que era gay, renegó de su homosexualidad delante de un juez - "lo considero algo repulsivo porque erosiona los cimientos de la sociedad" - y ganó el juicio. Sin despeinarse, prosiguió con el desfile de amantes con pinta de efebos, haciendo cruising como una loca (tal cual) pero, aún así, llegando a practicar el viejo truco de anunciar su compromiso con una mujer - su vecina de enfrente -, para después cancelarlo al considerar que aquello iba a tener un efecto muy negativo sobre sus fans.

Ah, sus fans. El grueso de sus admiradoras estaba formado por señoras mayores cuya vida sexual probablemente se limitaba a una sola postura en la cama con sus maridos y que, inexplicablemente, veían en Liberace al cuñado soñado, al perfecto caballero, al amigo un poco picantón y gay (en el sentido de "alegre") que embelesaba a las señoritas con sus refinados modales. Semejante fachada se fue resquebrajando en los últimos años de vida del músico, y recibió un golpe de gracia tras su fallecimiento cuando un juez pidió una autopsia, al no considerar creíble la versión dada por el entorno del artista aduciendo como causa de la muerte "complicaciones pulmonares". El publicista de Liberace, consciente de la verdad, intentó vender la moto de que era una jugada del magistrado para ganar puntos de cara a una carrera política, pero eso no borraba el hecho de que el pianista murió por sus afecciones relacionadas con su condición de seropositivo.

Ahí lo tienen, un músico extravagante con una trágica doble vida, cuyo espectáculo era carne de Las Vegas, donde su paga era mayor que la de sus colegas Sinatra o Dean Martin y, probablemente, con el mismo apetito carnal de los cantantes, solo que en otra vertiente, que después de una vida de engaños para con la opinión pública, muere de SIDA en 1987, en plena paranoia sobre la enfermedad. Si no se puede hacer un guión competente con esto, yo me lo haría mirar. O incluiría algún Alien, algún Predator, o a Paul Rodgers. Y la sumaría "Electric Boogaloo" al título. Y les prometo que este bitácora no es un spin-off de "Vicisitud y Sordidez". Solo una copia mala.

Enter the Zoidberg, I mean, The Sodebergh

¡¡¡¡Que no soy yo!!!


Obviamente, ahora que tenemos una película protagonizada por dos grandes estrellas y un director de renombre - que, para colmo, anuncia su retirada de la realización de largometrajes tras este proyecto - es fácil encontrar expertos en la figura de Liberace por doquier. Expertos que habrán visitado las mismas webs que yo o habrán visto los mismos vídeos en Youtube. No se lo voy a negar, para Liberace siempre ha sido un nombre que salía a relucir de vez en cuando en alguna referencia - también paródica, por regla general - de la cultura pop y no fue hasta que se anunció el proyecto de "Behind the Candelabra" que empecé a estudiar el "fenómeno".

La cuestión es que, ver cualquiera de los especiales televisivos dedicados al hombre, - con su piscina con forma de piano y los azulejos de la misma conformados como teclas blancas y negras -, alguna de sus intervenciones con su instrumento (musical) o incluso su interacción con el público de jubilados que solían anegar los recintos en los que actuaba tiene el mismo efecto que pasar cerca de un accidente de tráfico: no puedes apartar la mirada, pero tampoco quieres mantenerla fija. Casi resulta mejor cerrar los ojos y concentrarse en su florido manejo del teclado.

Probablemente, la sensación de secuestro mental era compartida por los maridos de las fans de Liberace que acompañaban a sus esposas - aunque puede que alguno estuviera fascinado por otros aspectos del músico -, o por buena parte de la audiencia televisiva estadounidense que durante la década de los cincuenta vieron cómo el pianista era capaz de interpretar a Listz, hacer una pequeña cuña publicitaria para una entidad bancaria y rematar con alguna canción corta a la que prestaba sus limitadas cuerdas vocales.

No se engañen, si Valentino siguiera con vida, habría cruzado la línea de la posmodernidad posirónica, con lo cual, Mario y Olvido, además de alguna que otra petarda hipster llenarían el Instagram con fotos hechas con el ídolo de las ancianítas. Etiquetando, de paso, a todos sus colegas en la versión para Facebook de la imagen.

Sir Elton


En mi caso particular, lo llamativo de Liberace es que fue lo que Keith Emerson o Rick Wakeman hubieran sido si no hubieran contestado a la llamada del Rock, - de hecho, Carl Palmer, colega de Emerson en ELP confesó haber ido a uno de los shows de Liberace "lo cual no dice mucho sobre mis gustos musicales, me temo" - o si no hubieran sido hetero. En lo que se hubiera transformado Richard Clayderman o Luis Cobos si no hubieran optado por la versión realmente creíble del cuñado perfecto. Aquello a lo que Freddie Mercury a Elton John les faltó muy poco para llegar a ser, o lo que Lady Gaga sería si no fuera una fábrica de hits llenapistas.

Er...¿no había una mejor?


Probablemente Soderbergh fue consciente de lo poliédrico del personaje a la hora de acometer el film. Según una entrevista con Michael Douglas, la primera propuesta del director de "Sexo, mentiras y cintas de vídeo" para que interpretara al músico llegó durante el rodaje de "Traffic" (2000). Varios problemas acuciarían a la producción, el más grave sin duda, el cáncer de garganta que amenazó la vida del intérprete, a lo cual hay que añadir la negativa de varias productoras a poner el dinero por considerar la idea para el film “demasiado gay”.

Otro obstáculo fue que Soderbergh se las vio y deseó para encontrar un enfoque que no resultara en el "típico biopic". Finalmente, el material base para la producción sería el volumen "Behind the candelabra", escrito por uno de los amantes más significativos del pianista, Scott Thorson, otrora preparador de perros para películas. Como es de suponer, el libro es un recuento de la relación de Thornson y Liberace, quienes se conocieron cuando contaban con 16 y 60 años, respectivamente. Yo no me lo he leído, pero después de ver una intervención del autor en el programa de Howard Stern se me quitaron bastante las ganas.

Ahora sí que sí

Veamos, Stern es un polémico locutor de radio al que, por regla general, no le cuesta mucho sacar lo peor de sus invitados, pero en el caso de Thornson no tiene que esforzarse demasiado. El ex-amante del pianista no tiene problemas en contar los detalles más escabrosos de sus relaciones, así como incluir en la mezcla revelaciones sobre Michael Jackson ¿Nos está iluminando o simplemente hace el panoli a cambio de notoriedad? El problema, tal y como explicamos al principio, es que los interesados ya no están en este mundo, pero ahí va otra hostia con la mano abierta para la pobre Paris.

Tras la recuperación de Douglas, Soderberg conseguiría que Matt Damon firmara para interpretar a Thornson, aunque seguía sin conseguir el interés de ninguna productora para su proyección en las pantallas de los cines. Sería la televisiva HBO la que compraría el producto para la caja tonta, y una producción de este calibre suele hacerse con la pasta equivalente a varios filmes europeos de neorrealismo recalcitrante así que... ¿Cuál es el resultado?



Tras el candelabro (la película)

Hay quien considera a Sordenberg un auteur y hay quién cree que es un tontaina, esto, creo yo, se debe a que no saben quién es el "autentico Soderberg": ¿Es el efectivo director de cosas tan convencionales como "Erin Brockovich" (2000) y la saga "Ocean's..." o el gélido intelectual que convence a la actriz porno Sasha Grey para que protagonice su seca "The Girlfriend Experience"? (2009) Desde mi punto de vista, poco importa, Steven siempre tendrá un lugar en mi corazón por haber dirigido uno de los mejores directos de Yes para el formato vídeo, "9012 live", aunque, en un ataque de modernitis le diera por incluir trozos de películas antiguas coloreadas y cretácicos efectos digitales para "amplificar" la experiencia progresiva, ouch.

Hoooooold on!


En lo que se refiere a "Behind the candelabra", no deja de ser curioso que, para no querer tomar la ruta del biopic rutinario, el director acabe haciendo un largometraje harto sencillo en su planteamiento y desarrollo. A partir de aquí spoilers como... bueno, como un piano. Graciosamente, se empieza con una adaptación setentera del logo de la HBO, para dar paso a un bar de ambiente - con "I feel love" de fondo - gay en el que Thorson (Damon) y Bob (¡Scott Bakula con bigotón!) se encuentran. Bob pertenece al entorno de Liberace y se lleva a su nuevo amigo a un concierto del pianista, en el que vemos por primera vez la recreación que hace Douglas del músico. Es en este momento en el que nos damos cuenta de la táctica que va a emprender la realización del film para dejarnos caer buena parte de la información: pequeños comentarios aquí y allá que, se confía, sean lo bastante explícitos para el espectador, aunque más tarde se incidirá en ellos de forma más completa, no sea que nos perdamos durante las dos horas de metraje.


Familia de spoilers monoparental


Bob lleva a Thorson a los camerinos, donde Liberace queda prácticamente prendado del joven y empiezan una interacción en la que Scott parece pretender una cierta normalidad, que en el caso de Valentino es puro coqueteo. Mientras esto sucede, el protegido de Liberace (a quien hemos visto brevemente compartir escenario con su patrón minutos antes) devora su cena mientras intenta ignorar lo que sucede a su alrededor, al tiempo que hace gestos burlones.

Es en esta actitud en la que vemos el drama que se avecina, él ya lo ha oído todo antes, y así lo deja bastante claro mientras parodia la complaciente verborrea de su jefe. Probablemente, su vida como clon de Liberace (lleva las mismas ropas y un peinado que se nos antoja humillantes para él), empezó de un modo muy similar.

Al día siguiente, la pareja de amigos visita la opulenta (y profundamente kitsch) casa de Valentino. En estos planos, Soderbergh se recrea en la voluptuosidad del ambiente, mientras el protegido del músico deambula con una exigua toalla, se nos muestra un primer plano del torso del mayordomo, con incipiente barriguita, eso sí. De nuevo, un pequeño detalle para avisarnos de lo que viene después: la seca negativa de Scott a coger uno de los aperitivos de la bandeja es el prólogo de la poco simpática relación que va a mantener con el trabajador del hogar.



Tras asegurarle que puede curar una afección ocular de una de las perritas del músico, Scott vuelve a casa. Aunque más adelante se nos explica que el joven ha crecido en un ambiente bastante desestructurado la pareja con la que vive, Joe y Rose, parecen el arquetipo de "buena gente". El preparador de perros llama a Lee y avisa de que puede enviar por correo la medicina para la perra, pero Liberace quiere verlo en persona y se ofrece a pagarle el pasaje de avión.

Aunque Scott se muestra un tanto reticente, al final pasa la noche con el pianista, aunque se muestra algo incómodo en algunos momentos, como cuando comparte bañera con el músico. Allí Liberace le confiesa la beligerante actitud de su protegido, quién por lo visto está casado, bebe más de la cuenta y se da unos buenos puñetazos de vez en cuando con quien crea conveniente. Valentino le confiesa a Scott que necesita a alguien como él para que este a su lado, en calidad de asistente / chófer / amigo.... Pasan la noche en la misma cama sin mayor trascendencia, pero al llegar la mañana, el pianista seduce a Thornson con un nada sutil "Vaya, mira quién se ha levantado también", tras echar una mirada a su entrepierna. Eso es clase.

A partir de aquí, las cosas suceden con un cierto aroma de dèjá vu, el protegido de Liberace abandona la casa tras entregar sus anillos al manager del artista (Dan Aykroiyd), quién recibe a Scott con una mano firme si bien es difícil no darse cuenta de que, seguramente, este hombre se ha visto en circunstancias parecidas anteriormente. Los intercambios sexuales entre la nueva pareja se nos muestran, aunque no de forma especialmente explícita, así que no se me asusten, nada de penes y muchos calzoncillos o toallas. Pero bastantes besos en la boca. Ahora, si hubo lengua ya no lo tengo tan claro.



Durante los momentos de intimidad, Liberace confiesa algunos de sus secretos: sus operaciones y medicamentos para mantener erecciones, su creencia de que Dios le ha perdonado su vida a pesar de su condición de homosexual a cambio de su entrega a su arte y su nula atracción hacia las mujeres. Algo que lo diferencia de Scott, quien se declara bisexual. No obstante, el pianista asegura que le hubiera encantado tener hijos, otro pequeño detalle que se revelará más adelante como casi obsesivo.

Scott asciende en el escalafón de la vida de su enamorado, por mucho que el mayordomo le comente que es mejor que no se haga demasiadas ilusiones porque ya ha visto a muchos como él. Thornson consigue que Liberace se libre del trabajador, aunque se nos regala un plano del manager expidiendo un (probablemente) suntuoso cheque al ya ex-empleado. Ah, y también se nos permite ver que loca pelambrera del músico es un peluquín.



Durante una curiosamente tierna imagen de dicha doméstica entre los enamorados, ven una intervención televisiva del músico, éste se da cuenta de lo envejecido de su aspecto, así que decide pasar por el quirófano, no siendo la primera vez en la vida del músico. Un monstruosamente maquillado Rob Lowe encarna al cirujano que va a estirar la piel del pianista, pero éste tiene una petición extra: que el médico también ponga algo de bisturí en la piel de Scott para que parezca un joven Liberace. Scott se queda perplejo ante la posibilidad, más aún cuando el personaje del doctor le avisa de que, antes, tendrá que bajar algo de peso.

A continuación, el amante del entertainer mantiene un dialogo con Bob, quien no ve qué tiene de malo que quiera "hacerlo más joven, más delgado y además se lo pague". El mensaje es claro, si quiere seguir con el pianista, deberá acceder a sus deseos, porque el físico, "sobre todo en el mundo gay" tiene una fecha de caducidad muy temprana para las estrellas. Thornson y su colega se ríen un poco de sí mismos al darse cuenta de que, después de la conversación, tienen que elegir entre alguno de los lujosos coches - regalo o propiedad de Valentino - que tiene en el garaje para dar una vuelta. Una escena con una candidez que se antoja excesiva.

Aunque Scott accede, el primero en pasar por el quirófano es Liberace. Ya saben ustedes que con la sexualidad - homo o hetero -, hay que tener cuidado con lo que se enseña, ahora, para que en un film se presente la manipulación de una piel con intenciones estéticas, no hay cortapisas. Tras ver la auténtica carnicería que se lleva a cabo para rejuvenecer al músico, somos testigos de la sospechosa dieta que se le impone a Thorson para adelgazar: ¡pastillas y champán! Y ustedes se quejaban de la Dunkan.

Aunque uno de los efectos de la operación tiene una consecuencia un poco inquietante - Liberace duerme con los ojos abiertos -, Scott decide pedirle el favor extra al cirujano para que la haga un hoyuelo en la barbilla. A partir de aquí, las cosas no tardarán mucho en torcerse, Thorson se ve agobiado por la vida en común con el músico que parece quererlo solo para él. Mientras atiende a algunas fans, vestido como el chófer de lujo que lleva el vehículo con el que el pianista aborda el escenario, una de ellas le pregunta si es "el hijo de Liberace". Detrás de un comentario en apariencia tan inocente (y tan equivocado, por varias razones) se esconde un motivo de agobio para el joven y uno de orgullo para Valentino.




Las pastillas del pos operatorio y de la dieta de Scott empiezan a tener un efecto negativo en sus ánimos, pero hay un periodo de calma aparente cuando la madre del músico decide pasar un tiempo con ellos. Aficionada a la máquina tragaperras que su hijo le ha instalado en casa, su presencia proporciona un poco de alivio cómico para la historia.

Alivio que desaparece cuando una llamada telefónica nos confirma que la pobre, ya de vuelta a su domicilio, ha muerto. En un diálogo bastante revelador, Scott le pregunta a su amante cómo se siente, a lo que Lee responde "he sido liberado". A esto le sigue una secuencia de tonos fluorescentes en la que, después de un paseo en limusina, la pareja acaba en un sex-shop. Los extraños colores acentúan lo casi irreal del momento, Liberace parece pasárselo pipa en una cabina de vídeo mientras Thornson deambula medio borracho entre los pasillos de la instalación hasta derrumbarse.

Aunque hay una fuerte discusión entre los dos durante la resaca y todo parece arreglarse, las cosas van a ir a peor. Los cuatro años de relación - entre 1977 y 1981 - se van erosionando a la par que Scott se vuelve más dependiente de las sustancias ilícitas y se vuelve más y más amigo de su camello. Lee tampoco se queda atrás y, como un niño con un juguete del que se ha hartado, empieza a prestar más atención a uno de los jóvenes del cuerpo de baile de uno de los recintos en los que toca. Thornson quizás empieza a darse cuenta de que le va a ocurrir lo mismo que al anterior protegido, con el agravante de que él solo tiene unas titubeantes aspiraciones como compositor de canciones a las que agarrarse.


El golpe de gracia llega con la muerte de Rose, a la vuelta, Scott descubre que Lee se ha acostado con el bailarín - escena imaginada por el personaje de Damon como una narración a cámara lenta - y estalla en una explosión de violencia. Lo que sigue es la lucha del entorno del músico para sacarlo de la casa, las escandalosas declaraciones de un Thornson podrido por el rencor y que presenta una demanda para sacarle todo el dinero posible a Lee. A fin de cuentas, el pianista estuvo cerca de "adoptarlo"... (de forma legal, sí).

Tras conseguir una indemnización que considera "una miseria", el ya ex-amante sigue con su vida, consigue un trabajo como dependiente, vive en un discreto piso, viste de un modo más normal y tiene que aguantar la publicación de la muy heterosexual auto biografía de Liberace. Un plano se detiene en los titulares que anuncian que la antigua estrella del cine, Rock Hudson, ha muerto de SIDA. Casi a renglón seguido, Scott recibe una llamada del pianista, su renqueante voz y sus continuas indagaciones sobre si Thorson ha comprobado "si se encuentra realmente bien" nos avisan de lo que va a suceder a continuación.

El antiguo chófer de Liberace va a su casa, donde se lo encuentra postrado en su catre, sin su peluquín y demacrado. Valentino le confiesa que nunca ha sido tan feliz al lado de nadie como cuando estaban juntos y le pide a Scott que nunca cuente el estado en el que lo ha visto...¡Ops!



Lo siguiente son un par de escenas que sirven para narrar la polémica sobre la autopsia del músico y como prólogo al funeral. Mientras escuchamos el panegírico, vemos cómo el personaje de Damon se imagina a Liberace, tal y como lo vio por primera vez, volando sobre el escenario y diciendo la final frase que muchos relacionan con el artista. "Creo que demasiado de algo bueno es maravilloso". Créditos con planos detalle de miniaturas de piano y fin.

Corta , pega, pinta y colorea (la crítica)

Aunque uno tiene la sensación de que Sorderbergh ha sido mucho más sincero en este adaptación de la historia entre Liberace y Thorson, de lo que se suele esperar de un biopic (que suelen acabar en hagiografía o en continuo desmembramiento público), el director y su equipo alteran algunos detalles, quizás para darle una mayor carga emocional, quizás porque simplemente quedaban mejor en cámara.



Para empezar, Thornson no lucía el aspecto de rubiales perfectamente afeitado y musculoso que se nos muestra, prefiriendo el “look Castro” que tan famoso hicieron Freddie Mercury y el camarero de “La ostra azul” durante los ochenta. Ya saben, bigotito perfectamente afeitado y pelo corto, por cierto, el nombre no tiene nada que ver con cierto comandante cubano, sino con el barrio de San Francisco en el que se popularizó. Por otro lado, la madre del pianista no era tan aficionada a las tragaperras como a la cleptomanía a lo Winona Ryder.

Con todo y con ello, tampoco es que los responsables del film se dediquen a cortar, pegar, pintar y colorear a su antojo, ahora bien, hay detalles que chirrían por excesivamente crudos: que Liberace aproveche el funeral de la persona que, a todos los efectos, ejercía de madre de Scott, para echar un polvo, parece excepcionalmente cruel. Además, si Bob pertenece a al esfera de Valentino, ¿Por qué es el que le cuenta lo que ha pasado en cuanto vuelve a la mansión?

Hay veces, en ese sentido, que Soderbergh parece querer contarnos la historia de un inocente corrompido por los excesos que le rodean, cuando es fácil saber que la realidad es un poco diferente. A fin de cuentas, la historia y reacciones de Liberace no distan mucho de la típica trágica historia – como diría nuestro amigo Sting - de un hombre rico y mayor que se enamora de una joven. Al principio, todo son regalos y jijijijaja, pero al tiempo, la chica quiere salir de fiesta, ver a otra gente, mientras que el otro se va volviendo más y más posesivo. Y en un giro casi inesperado, va y le pone los cuernos con otra más joven aún.

En este sentido, “Behind the candelabra” tiene un poco para todo el mundo, si no le engancha el morboso interés por conocer los entresijos de una relación rayano en lo enfermizo (por lo posesivo), quizás disfrute de la singular recreación de la época, de las referencias que ya se antojan lejanas pero no demasiado – se menciona a Vangelis porque Liberace tocará “Carros de Fuego” en la ceremonia de los Oscars, por ejemplo – o simplemente, se verá arrastrado por la propia construcción de los personajes.



Dicho esto, resulta especialmente difícil no sentir genuina lástima por Scott cuando intenta comunicarle al músico la muerte de Rose, en contrapartida, el Liberace que vemos en estado terminal produce unos sentimientos encontrados ¿sentimos lástima? ¿nos da igual? ¿El maquillaje y los efectos no quedan un poco...raro?

Quizás lo mejor del film es la forma en que los personajes van dejando pequeñas pizcas de información para que nosotros las tengamos en cuenta, no porque sean especialmente importantes para la trama, sino porque se confía lo bastante en el espectador para que les pille el sentido. Un buen ejemplo es el dialogo entre Liberace y su señora madre, ella quiere irse a vivir con su opulento retoño, él se resiste, ella no quiere ver siempre las mismas caras, él accede a regañadientes y cuando se quiere encender un cigarrillo...su madre se lo quita de los labios.

Igualmente, Valentino desgrana en pocas frases lo caradura que fue su padre al abandonar a la familia por una colega músico, la desvergüenza de su hermano (violinista) que anuncia sus conciertos usando el apellido familiar. También resume magistralmente la actitud de la crítica musical de la época cuando presume de haber leído que “dicen que Liberace no es Rubinstein pero que Rubistein no es tampoco ningún Liberace”.

Otro detalle del tipo no tiene importancia pero sí que la tiene, es la aparición al fondo del personaje de Gladys Luckie, el ama de llaves del músico, personaje habitual de muchas entrevistas y reportajes sobre la vida de su antiguo patrón, que siempre mantuvo la boca bien cerrada sobre sus actividades privadas. Hasta después de su muerte, claro. Lo más gracioso es que mientras veía el largometraje, yo me extrañaba que esa mujer que no se le diese mayor protagonismo, pero en realidad, tanta discreción es el mejor retrato que se puede hacer a la señora.

A nivel de actuación, la película está bastante bien, Douglas no exagera lo amanerado del personaje hasta transformarlo en una parodia, agudiza su voz, pero no resulta especialmente chirriante, pero tampoco es una recreación excepcionalmente fiel. Por supuesto, hay quien opina que una buena imitación equivale a un buen nivel interpretativo, pero si eso fuera así, Carlos Latre tendría las estanterías llenas de Goyas (va a ser que no es el caso), o la actuación de Meryl Streep en “La dama de hierro” habría salvado un film mediocre que se salta a la torera los desayunos de la lideresa con Pinochet (“¿Qué tal van las torturas? Oh, genial querida, por cierto, muy bien jugado lo de las Malvinas, así no se dan cuenta de que te estás cargando la economía rural”).

Por su parte, Damon está muy contenido (eso es bueno), aunque de vez en cuando, al hacerse el indignado o el sorprendido recurre a su postura y gestos en plan “¡Ey! ¿Qué pasa tío?” que tanto le salen cuando comparte película con su colega Ben Affleck. Y no voy a hacer ninguna coña sobre Batman ni Daredevil, que os recuerdo que yo me crié con Beetlejuice siendo El Caballero Oscuro.



No les digo ná...


Hay algo de ironía – de la que es muy complicado que el director no fuera consciente -, en elegir a estos dos actores para interpretar a tales personajes. En el caso de Douglas, porque se supone que fue tratado por su adicción al sexo (con mujeres, entendemos), y digo “se supone” porque después algunos mentideros han asegurado que en realidad lo que se trataba el protagonista de “Tras el corazón verde” eran adicciones a sustancias ilícitas, pero que se consideró menos polémico disfrazarlas de exagerado apetito carnal (¿¿¿?????). Por su parte, Damon goza de una estupenda imagen como enamorado y fiel esposo, así como de ser un estupendo padre de familia. Sin olvidar que, durante un vacío de poder en las listas de hombres más sexys, consiguió temporalmente alzarse con la primera posición.

Ver como los dos actores se comen el boquino y simulan sexo es chocante... o al menos tanto como ver a Frank Langella haciendo de Skeletor en la película de la Cannon como si aquello fuera “Macbeth visto por detrás”. Aunque entre sus interacciones, la que probablemente produce mas vicisitud en Liberace (y en el espectador) es cuando Scott / Damon le dice que no está dispuesto a ser pasivo en sus relaciones íntimas porque “le parece asqueroso”. Un detalle sobre la vida privada de esta pareja sin el cual, estoy seguro, muchos podrían pasar.

El resto del reparto es una fiesta de caras conocidas para el aficionado medio al cine o a la ficción televisiva de alto copete, destacando Debbie Reynolds como madre del pianista, más que nada porque fue amiga personal de Liberace. Pero el mejor secundario tiene que ser el ex-ídolo de jovencítas (y buen actor, aunque no se lo crean) Rob Lowe. Su papel de cirujano con una peligrosa afición por las pastillas, cuyo rostro ha conocido demasiadas operaciones que le dotan de una eterna juventud casi deforme, es tan exagerado que uno casi duda de que una persona así haya existido realmente. Como en el caso de la pareja protagonista, el elegir a un guapo de toda la vida tiene algo de ironía, a fin de cuentas, si hay alguien que parece que no vaya a necesitar nunca de ningún tipo de retoque es el propio Lowe.

A nivel técnico, el film es irreprochable, Soderberg fuerza la composición de los planos, pero no con el ánimo de epatar o hacerse el listo (o no lo parece, al menos), sino porque quedan muy bien. Juega con el montaje, sobre todo con el sonido en una escena en la que escuchamos a Scott respondiendo a una llamada de Liberace, pero que no es lo que nos podemos pensar en un principio. Son cosas como estas las que hacen que este largometraje suba el listón en las producciones de este tipo. Lo único que despista un poco es ese tono dorado de las pieles en las escenas de interior, no sé si es una cuestión del HD que se utiliza en los films para televisión o una textura que se ha puesto de moda, ya que aparece incluso en ejemplos patrios como “23-F, la película”.

Otra curiosidad es el uso del enfoque selectivo en los primerísimos primeros planos y en los planos detalles, ¿Influencia del uso de las cámaras réflex para la grabación de vídeo? Vaya usted a saber, lo cierto es que también resulta muy efectivo y es como otro toque de calidad con el que se dota al metraje.

Dicho todo esto, se podría suponer que “Behind the candelabra” es un film formidable. Bueno, ciertamente es mucho mejor que el típico telefilme, pero sigue siendo un telefilme, con recursos propios del género y con una narración típica. Puede que por la arriesgada temática y por los involucrados se haya dado una patina de credibilidad al proyecto, sin duda es tan gay como temían las productoras que desdeñaron anteriormente la idea, pero una vez que se obvia ese detalle, resulta una historia de lo más convencional, narrada de un modo muy convencional.

Tanto el arco dramático (primer encuentro-ilusión-decepción-redención final) como la forma de ilustrar un flashback de Liberace – virando la imagen a azul – son poco sorprendentes. Sin duda, hay grandes momentos en escenas tan a principio sencillas como cuando la pareja está viendo la televisión engordando juntos (algo que hacen TODAS las parejas del mundo, heterosexuales o no), que el propio Damon ha señalado como una de las mas complicadas de hacer de un modo convincente.

Pero aún así, el género de los largometrajes para la caja tonta tiene limitaciones, con “Behind the candelabra” se estiran, pero no se rompen, es una construcción más inteligente y arriesgada que otras, un trabajo artesanal, pero no especialmente rompedor, incluso hay recursos de manual, como cuando Scott está a tope de drogas y se usa la inestable cámara al hombro para sugerir el propio nerviosismo del personaje. Loable pero no alucinante.

Le freak (vamos concluyendo)

Se dice que un escritor es bueno, no solo por contar lo extraordinario, sino también por hacer “extra” lo “ordinario”. Puede que “si no es cierto, esté bien contado”, si bien, muchos prefieren que algo sea auténtico, y además se lo cuenten de una manera agradable, comprensible o, en su defecto, espectacular.

Películas como “Ed Wood” o “Ghandi” son muy buenas – en mi opinión, al menos -, porque el material de partida era muy interesante, ahora bien, ¿Habrían sido igual de excepcionales en manos de otros? Tampoco hay que olvidar un detalle, hablamos de cintas para el cine, en un caso se optó por narrar la experiencia vital de una persona a través de las vivencias (principalmente) de sus rodajes, optando por una duración soportable para el espectador medio. En el segundo caso, al tratarse de una figura histórica, el realizador podía ser todo lo expansivo que quisiera en el metraje, porque es la clase de historia a la que se permite sus tres horazas.

En televisión, uno puede ser todo lo expansivo que quiera, de las tres a las seis horas (en capítulos separados, conviene aclarar) pero sufre limitaciones de presupuesto. Si usted ha visto algunas producciones biográficas sobre Napoleón o Einstein, ya sabrán a lo que me refiero: muchas escenas de interiores, ritmo de narración desesperadamente lento y caracterizaciones que por un estrecho margen son un poco mejores que las de los “Celebrities” de Muchachada Nui.

Ergo, no se trata solo del material de partida, hay que saber hacer las cosas, tener a un personaje poco habitual – cuando no directamente un freak, aunque eso es lo que somos todos en la intimidad -, no garantiza de por sí una trama interesante.

Pongamonos en el otro extremo: las historias de la Biblia que por un motivo que no logramos entender nos regalan las televisiones en Semana Santa (cuando el propósito de las procesiones es, precisamente, ilustrar dichas historias), no importa lo religioso que se sea, he visto pintura secarse con más emoción y efectos especiales que algunas de esas producciones.

Muy probablemente, lo que ha hecho Soderbergh con Liberace es una forma de contar su historia de una manera mucho mas adecuada que lo que hubiera sido una realización videoclipera a lo Tony Scott, pero tampoco ha reinventado la rueda. Pero es jodidamente entretenido de ver. Y esto, como cita para la promoción de un film, creo que es bastante buena.