jueves, 10 de mayo de 2012

HISTÓRIAS VERÍDICAS: LA LEYENDA DEL SKODA NEGRO


Cual Antonio Reguera (pero sin Agustina a los teclados, por una vez), ubiquemos la acción: Sevilla en los primeros envites del otoño, Domingo al mediodía, circulo por una avenida sevillana conocida por dos factores importantes: tiene a mano todos los desvíos principales y la limitación de 50 km/h se lleva a rajatabla debido a la instalación de radares bastante visibles. Aunque muchos crean que ya no funcionan y no reparen en ponerlos a prueba. Porque hay gente a la que le gusta jugar a que le desaparezcan cientos de euros de la cuenta corriente sin explicación alguna.

Conduzco respetando el límite de velocidad por el carril izquierdo, porque es el que mas me conviene, ya que la avenida desemboca en una rotonda de varias salidas, a cual mas traicionera si los demás conductores se comportan como niños pequeños, es decir, como siempre. Noto a un Skoda Fabia negro detrás mía. Como estamos en una AVENIDA, dentro de CIUDAD, y con muchos semáforos y – probablemente – un radar, no me preocupo en exceso. A fin de cuentas, voy a comer con mis padres y voy sobrado de tiempo.

Aún así, mi cerebro revierte de forma automática a las tácticas habituales para ver cómo de cerca tengo el coche: miro por los retrovisores para ver hasta dónde me puede engañar el sentido de profundidad, no sea que el Skoda esté manteniendo la distancia de seguridad y yo me esté volviendo un paranoico. Ni rastro de él por el derecho, visión generosa del conductor por el espejo interior y un pico de su morro por el izquierdo. Como prueba definitiva, freno un poco según nos acercamos a la luz roja y a un paso de cebra. Veo muy bien el reflejo de mis luces de frenado en lo poco que veo de su capó. Está jodidamente cerca, “comiéndome el culo”, o como diría una campaña de la DGT, el conductor del Fabia debe “sentirse poderoso”.

Ni me inmuto, en un episodio de personalidad obtusa muy mío, arranco lentamente (muy muy muy leeeeeeeentaaaaamente, léase con voz de zombie) y el señor decide adelantarme una vez que se da cuenta de que me planteo continuar circulando a 50. Por supuesto, estoy esperando su perlita, eso que hacemos muchas veces en una demostración palpable de que el carné de conducir es tan complicado de conseguir – aunque mas caro - que el permiso de armas en EEUU. Sí, estoy hablando de la mirada recriminatoria que lanzamos los conductores cuando la actitud del que llevamos delante nos ha entorpecido la circulación. Como me la espero, giro un poco la cabeza mientras mis ojos intentan mantenerse en la vía. Ahí está, detrás de esas gafas de sol puedo sentir la expresión que pretende gritar “¡tortuga!”. Y, por supuesto, yo pongo cara de pan, entre una sonrisa idiotizada y expresión de no enterarme de lo que está sucediendo.

Los coches que tengo detrás sí que circulan respetando el límite y la distancia. El Skoda se queda en el carril central, y me percato de que delante suya va circulando un Jaguar (XF si no me equivoco) también negro. Si, lo han adivinado, me adelantó solo para ponerse detrás de otro coche que va a 50 por hora. Tanto es así que en algunos momentos me pongo a su altura, pero antes de eso puedo ver la “táctica” del conductor, se acerca tanto que una frenada involuntaria desembocaría en un golpe de lo más molesto. Hay una mujer conduciendo el vehículo inglés, como es lógico, no deja de mirar su retrovisor, repitiendo la táctica de un servidor minutos antes.

Finalmente, el Fabia se sitúa en el carril derecho e inicia otra maniobra de adelantamiento, pero, ah, el semáforo lo detiene antes de que pueda ponerse por delante del Jaguar, e incluso de mi. Entonces, parado, veo que en el asiento de copiloto del Jaguar hay un niño de, probablemente, 11 años, que juguetea con el ipod touch/iphone de su, supongo, madre. El Jaguar baja el cristal de la puerta derecha, el conductor del Skoda tiene el codo sobre la suya. Veo cómo la mujer habla con el tono alterado, no logro escuchar lo que dice pero me lo imagino. El dueño de las gafas de sol ni se inmuta, pero eligiendo la acción mas elegante hasta el momento – aunque unas sinceras disculpas habrían sido aún mas elegantes que lo que viene ahora -, sube su cristal y adelanta un poco el coche al paso de peatones.

En este punto del relato me gustaría contarles que la señora se volvió a poner a la altura del Fabia y siguió increpando al conductor temerario, para después ponerse un chaleco reflectante – hay que respetar la ley -, sacar una sierra mecánica de su maletero y cortar el Fabia en dos para después propinarle una patada voladora a su dueño. Pero no, la cosa quedó ahí. No es muy emocionante pero me da pie una minúscula arenga.

Todos nos podemos desesperar ante la tranquilidad de otros conductores, sin ir mas lejos, hace unos días estuve a punto de hacer un adelantamiento ilegal – línea continua – ya que estaba circulando por una zona prácticamente desierta de otros vehículos o peatones, pero en la cual el límite era de 30 km/h. Y el Fiat Panda azul lo estaba respetando escrupulosamente. Ahora bien, si hay una cosa que se me quedó de las normas de circulación cuando estaba en la autoescuela, es que en CIUDAD, uno no está forzado a circular siempre por el carril derecho, sino por aquel que le mejor le venga para llegar a su destino. Igualmente, adelantar por la derecha a otro coche no es un “adelantamiento indebido” porque lo mas probable es que el otro vehículo simplemente vaya a otro sitio. Y, por supuesto, circular por el lado izquierdo no da derecho a acelerar a 20 km por encima del límite.

Ergo, ¿Por qué, oh hados, el señor del Fabia decidió ser tan tontoelculo? ¿Entendía que pasarse la distancia de seguridad por el escroto estaba “bien” pero adelantarme por el carril que más le convenía estaba “mal”? ¿Realmente pensaba que iba a convencerme de me jugase los dineros porque mantenía su morro pegado a mi maletero? ¿Estaba forzando un choque, se le había olvidado también que el golpea es el que paga? ¿Por que repitió la jugada con la señora? ¿Era un escenario de lucha de clases? O puede que tuviese mas dinero que la señora del Jaguar, pero prefiere tener un coche mas práctico, con recambios mas fáciles de encontrar, ¿o era su ex-marido? ¿O le gusta conducir como un niñato farlopero a la vuelta de una macrodiscoteca de autovía? Porque les puedo asegurar que el señor de las gafas del sol había superado los cuarenta.

En realidad, ya digo que nadie está libre de portarse así, ya me han escuchado un par de veces decir cosas poco agradables del conductor medio de un BMW o un Audi, así que ante la “desesperación” natural de este señor, no me extrañaría una cierta desconfianza ante personas que conducen coches de alta gama a velocidad de turismo hindú - ¡un momento! ¡es que Jaguar es hindú!-, sin saber que lo manejaba una madre con su hijo de copiloto. Pero esto, por supuesto, no es excusa, si uno tiene tanta prisa como para saltase algunas normas, lo último que tiene que hacer son maniobras que pongan en peligro la integridad de otros, y que terminen retrasandote aún mas, teniendo que rellenar partes y aguantando gritos. Aunque una parte de mi deseaba que el Jaguar frenara en seco y dejara al otro hecho un acordeón, pero sin infringir heridas a su ocupante, claro.

Porque ya digo que todos somos niños chicos al volante. 


PD: La próxima entrada será sobre un grupo de neoprogresivo... ya pueden empezar a temblar....

lunes, 7 de mayo de 2012

DEPORTIVOS VS. VIDA REAL = SUVs DE LUJO (ERGO, TODOS PERDEMOS)


Ya hemos dicho que en este blog somos mas de “ideas prácticas” que de “grandes ideas”. Me explico, un Aston Martin DBS es una gran idea, buen motor, interior lujoso, diseño apasionante y pragmatismo nulo. Quiero decir, se trata de un coche que no está  a salvo ni en Puerto Banús, con un seguro que requiere varias quinielas con el pleno al 15 seguidas para pagarse cómodamente y con recambios tan fáciles de encontrar como una solución a la crisis que no implique asfixiar al contribuyente.

Bueno, quizás me he pasado


Por otro lado, los Toyota IQ, los Smart o incluso el Fiat 500 son ideas prácticas, o lo serían si costasen lo mismo que un Volvo de tercera mano y tuvieran un maletero de verdad. Pero supongo que se entiende que son coches diseñados para la “vida moderna”. Demonios, hasta un Ypsilon de hace 10 años es más práctico que un Aston Martin de hace 40. Personalmente yo abogo por el A1 deportivo.

Dicho lo cual, no podemos apartar la mirada – yo no, al menos – cuando vemos pasar un Ferrari, un Lambo, o un R8 por nuestro lateral. Obviamente, son vehículos que conducirán personas con un capital de obtención dudosa, con poco respeto por los límites de velocidad, la seguridad de otros conductores o tu novia. La vieja excusa “¡le he levantado la falda a tu novia porque tengo un Jag!” resuena en nuestra mente... ¿solo en la mía? Está claro que no ven lo suficiente Top Gear, EL programa sobre coches de la BBC.

Bonito... y tan práctico como un martillazo en el dedo gordo del pie derecho


Pero como diría James May, eso se debe a que, probablemente, tampoco podríamos apartar la vista si alguien andara por ahí con un Rembrandt a sus espaldas. Por supuesto, no pocos se tomaran como un insulto la comparación – y no sin motivo -, pero tomemos como base la excusa de que en ambos casos, la existencia del cuadro y del superdeportivo se basa en la capacidad de crearlo, no en ningún sentido práctico mas allá del inherente placer que producen.

Antes de que esta entrada se transforme en carne de “Cultureta Watch”, reflexionemos sobre lo que implica la conducción típica de un deportivo: tener el culo a pocos centímetros del suelo, dos plazas en la mayor parte de los modelos (para ti y la prostituta de lujo), suspensión mas incomoda que dormir en el suelo, maletero casi inexistente (para el bolso de la señora salida del lupanar), y una velocidad máxima cuya utilización implicaría multa o cárcel, dependiendo de las consecuencias.

Pere Navarro – no, el del Missisipi no, el ex-director de la DGT, el que no le teme a los micrófonos -, en una entrevista para “Salvados”, explicaba su queja ante los fabricantes de turismos que eran capaces de desarrollar velocidades muy por encima del límite legal establecido. No, no fue una las intervenciones mas aplaudidas de este hombre, pero al igual que un arbitro en un Barça-Madrid, o una Esperanza Aguirre con peajes en las autovías, ya empezaba perdiendo. En cualquier caso, la capacidad motora es una cuestión muy complicada de resolver, ¿a quién beneficia? ¿quién puede aprovecharse de ella? Mi primer pensamiento va hacia los conductores de vehículos en los servicios de emergencia: ambulancias, coches de policía, bomberos...

Y este es el de Jaguar...


Ahora bien, me cuesta imaginarme a un policía poniendo multas al salir de su Quattroporte – aunque hay casos parecidos – o a un 911 reformado para que quepa una camilla en su interior. En un deportivo, los caballos de vapor no sirven para que el coche pueda “tirar” mejor con el maletero a tope, sobre todo cuando eso implica que lleva, como mucho, dos bolsas del super (para que la señora de la vida pueda comer durante un par de días). No, implican que, probablemente, Adrien Brody le saque una nariz – redoble de tambor y golpe al platillo – al cani de extrarradio en su próxima carrera alegal nocturna.

A pesar de lo bien que lucen, de su belleza intrínseca, de sus miles de detalles que los transforman en el súmmum de la vida tras el volante, es difícil justificar las prestaciones de los superdeportivos. Si nuestras ciudades estuvieran diseñadas como departamentos estancos – sección de viviendas, sección de comercios, sección de estadios deportivos – con anchas autopistas diseñadas en una continua línea recta y amplios aparcamientos, en una suerte de distópia / utopía futurista, entonces... incluso entonces la existencia de estos coches seguiría sin justificarse.



Pero son geniales, quién lo pone en duda, aunque si uno ya maldice su suerte con un coche “normal”, imagínense cómo sería su vida diaria pasada la emoción inicial de verse “subyugado por la belleza”. Cuando el miedo a los rayones, los escupitajos o el robo superan a todas las ventajas, que puestas en perspectiva, no son muchas.

La gente se ha dado cuenta de esto... de aquella manera. Las ventas en la gama alta siguen en la línea de años anteriores, si bien algo rezagadas o con extraños impulsos desde China, pero las marcas especializadas en este sector del mercado ya le han visto las orejas al lobo (a fin de cuentas, la mayoría pertenecen a conglomerados con marcas titulares de menos glamour) y han decidido tirar por “la calle de en medio”.

¡Sí amigos! ¡Uno de los temas fetiches de este bitácora ha vuelto! Pero prometo que será la última vez... en bastante tiempo. Visto el ejemplo del Cayenne, otras marcas como Lamborghini, Bentley o Maserati (Jaguar deshoja la margarita) han decidido que si lo de ser una marca exclusiva está muy bien, puede llegar el día en el que los biplaza con mas sed de combustible que una presidenta argentina no gocen del favor de su reducido público, o que este haya menguado a niveles insostenibles.

Si en economía, cuando se habla de “los mercados” uno no puede mas que sacar la metafórica hacha en busca de unos terribles criminales, en lo que se refiere a lo automovilístico, las demandas del público parecen ser el equivalente a una negociación sindical. Por ejemplo, Nissan se descuelga con una versión deportiva de su Todocamino, Juke - el ejemplo contrario a las marcas de lujo con sus SUVs – que gusta, y mucho, a la prensa del sector, indicando una nueva posible veta a explotar. Y entonces deciden que solo van a fabricar 20 unidades. ¿¡Me lo explica?!

A lo que nos enfrentamos, entonces, es a una nueva generación de coches que solo sirven para dificultarnos el aparcamiento – nadando a contracorriente de lo que vendría a ser la tendencia a dimensiones mas efectivas y compatibles con la vida diaria, incluso en poblaciones pequeñas -, sin mas justificación que lucir el logotipo de una marca cuyos precios serían incompatibles en otros modelos... un momento... ¿De verdad creemos que estos coches, incluso en sus posibles versiones híbridas, son el futuro? ¿Tanto nos importa conducir un Maserati, cuando ni siquiera sus prestaciones lo colocan por encima de ningún coche del mercado? (de la misma, gama, quiero decir) ¿No será que en este absurdo ejercicio por mantenerse de ciertas marcas, los que salimos perdiendo somos nosotros, el público? ¿No sería mejor dejarse de monsergas y devolver a la vida a Saab?

La solución


Si no cree que estas preguntas son relevantes, entonces planteo que lo mejor es que todos nos vayamos a comprar los sedientos Rolls Royce Phantoms y demos la despedida que se merece al motor de gasolina (y a nuestro futuro económico) hasta que todos conduzcamos el Renault eléctrico de David Guetta, porque nos mereceremos quedarnos sin combustible. Mas rápido de lo que usted pueda decir “YPF”.

Para la próxima entrada, prometo no poner ni hiperenlances ni fotos, será como un relato corto, será... una anécdota verídica. Ya pueden plantearse la música a escuchar mientras lo leen.

viernes, 4 de mayo de 2012

ESPECTACULAR REGRESO TRAS UNA PROLOGADA AUSENCIA, SUPERMEGAESPECIAL MONOGRÁFICO DE CULTURA BARATA; ¡¡¡STING!!!!


Sí amigos, después de diversas vicisitudes de la vida y otros vericuetos, el blog vuelve con un especial mas largo que un día sin pan, Internet o agua fresquita en agosto, y su primer apartado se llama:

EL HIJO DEL LECHERO

Ya sabemos que ustedes son mas de Kings of Leon, Love of Lesbian, u otros grupos modernos y respetables con la preposición “de” en medio de todo el nombre. Por estos lares sabemos que los nombres que molan de verdad para un artista de la música pop son monosílabos incipientes: Fish, Pink o el señor que nos ocupa, Sting.

Sting+David Lynch=Esto


Vaya por delante que para un servidor, el concepto de “placer culpable” no existe, ya hablé en el artículo anterior de cómo combino “EMI” con “You are my heart, you are my soul” en las listas de reproducciones de cualquier artilugio multimedia. Lo mas interesante no es que yo lo haga, sino que cualquiera con un ipod – o su equivalente chino no sindicado – mezcla el Trash metal con algún recopilatorio de Bryan Ferry, lo que pasa es que nos gusta poner esa postura de cara a la galería como diciendo que tenemos unos gustos musicales muy definidos que a la vez nos explican como persona, porque si escucho a Sonic Youth es que soy muy profundo, ¿o eso es con The Cure?

Tanto da, la cuestión es que uno en un momento dado descubre que los gustos musicales existen fuera de la personalidad de las buenas gentes de este mundo, ahí está la choni de extrarradio que se sabe una de Iron Maiden, el indie con discos de Genesis o el siniestro con singles de Parchís. Ah, la ironía...

Una vez dicho esto, solo me queda afirmar que el artista conocido como Sting es uno de mis favoritos. Soy consciente de que muchos sacarán los cuchillos por el mero hecho de que parece pertenecer a ese grupo nada selecto de músicos que hacen discos como el McDonalds hace hamburguesas: en serie y sin ponerle mucha pasión. ¿Acaso no son Sting, Phil Collins, Rod Stewart y otros una “mierda sobrevalorada”? ¿No le están extrayendo a la MÚSICA toda su razón de ser con sus temas repletos de lugares comunes, ramalazos de estilos “cultos” y valores de producción exagerados?

En realidad no, todos los grupos se pelean por dinero, novias o “miinstrumentonoestálobastantealtoasíquecojolapuertaymevoy”, así como los artistas en solitario se pelean con sus productores, sus futuras ex-mujeres o sus managers, sí David Bowie, te estoy apuntando a ti. En realidad, a última hora, lo importante son las canciones, y este señor ha compuesto algunas de las mejores.

O puede que no, pero hagamos un poco de historia.

Sting” nació como Gordon Sumner en 1951, en la localidad inglesa de Newcastle. A partir de este punto, todo lo demás es carne de biografía oficial, notas de prensa y otros mentideros. Cuando empecé a comprarme la discografía de este hombre a mediados de los 90, como cualquiera que descubre a un artista nuevo, me pareció que lo que había hecho era flipante. De igual forma, su biografía tenía puntos de mucho interés, el reflejo de una lucha por salir de la mediocridad de la ciudad que le vio nacer... hasta que con el tiempo comprendí que llegar al fondo de la verdad en las historias de los grandes artistas es como resolver el asesinato de JFK: hay una versión oficial, pero las teorías conspiparanoicas no dejan de tener un pinta interesante.

Molo mas que tu, y lo sabes


Durante años, se vendió la burra de que Sting había vivido una infancia de estrecheces, confrontando las dificultades de su humilde clase social, con el embarazo de su primera mujer y otras problemáticas acuciando al joven profesor de una escuela de señoritas que los fines de semana intentaba desahogar sus frustraciones con los bolos de su banda “Nos gustaría ser como Return to Forever pero con canciones”, también conocida por Last Exit.

Pero la fortuna del joven Gordon cambia cuando el batería de Curved Air se cruza en su camino. Sting renuncia a la seguridad de la escuela, se marcha a Londres y... el resto es historia. Como la anécdota de cómo consiguió el apodo que se ha convertido en su nombre artístico: cuentan los bardos que para un ensayo de la Big Band de Newcastle, Gordon se llevó un chaleco de rayas negras y amarillas, lo que le confería el aspecto de una abeja con aguijón, que es lo que significa “Sting” en inglés. Por lo visto también ayudó su afilada e irónica lengua.

James Berryman, amigo de la infancia del interfecto y autor de la biografía “A Sting in the tale” recuerda comentarle a su colega: “¡menos mal que no te pusiste el chaleco marrón oscuro, tu nombre podría haber sido “Shite”! (“el mierda”, en inglés cazurro). Porque, sí, yo tengo un par de biografías sobre Sting, incluida la que se supone que él mismo escribió, “Broken Music”. No tanto por una pasión en concreto (que también) sino porque me gusta leer sobre música. Y tengo que decir que ésta última está muy bien hecha, ya sea por Sting o por el negro contratado para la ocasión.

Entonces... ¿fue Gordon un señor solitario y triste que llevaba años con una angustia vital que decidió devolver el golpe componiendo algunas de las canciones de amor mas desesperadas de la historia? ¿El humilde hijo del lechero que tuvo que aguantar durante años la doble vida de su madre (que acabo fugándose con su pareja extramarital)? ¿Un niñato de clase media que aprovechó el trasfondo del que provenía para simular una nueva versión de la lucha de clases? ¿Un compositor en franca decadencia? A tenor de algunos gestos públicos y cosillas en sus lanzamientos discográficos, se desprende que un poco de cada cosa.

Ya hemos hablado de cómo en su primera avanzadilla, salvo contadas excepciones, el Punk no logró convencer al público mayoritario, lo que vino después y que se llamó “New Wave”, - por llamarlo de alguna manera -, buscaba también un sonido que aunara sencillez y frescura pero sin cagarse en los muertos de nadie. Entran en escena grupos como Blondie, Police o Talking Heads. En realidad las líneas de conexión entre todos ellos son muy tenues y por edad no andan muy alejados de los grandes popes del progresivo, pero consiguen vender lo mas grande.

También sé reírme de mi mismo


En el caso concreto de Police, su mezcla de rock clásico, efectos, sobriedad o la influencia del reggae y el punk en su versión mas digerible los transforman en una bestia comercial, el propio guitarrista Andy Summers afirma que fueron “los Beatles de los ochenta” y puede que no falte razón. Si hacemos caso a las historias que circulan sobre el grupo en aquella época, también se transformaron en unos individuos insoportables, egoístas y divorciados de sus respectivas esposas, que no aguantaban tanto despropósito.

Da igual, solo por los cinco discos de Police, los tres músicos (y Sting en particular, compositor de casi todo) ya tienen su puesto en el Olimpo del Ruack asegurado. Corrijo, por los cuatro discos, porque “Zenyattá Mondatta” es un zurullo de dimensiones importantes a pesar de algunos temas magníficos. Y pensar que Sting tenía preparada “I Burn for you” para ese vinilo y el grupo se la rechazó, no me extraña que quisiera una carrera en solitario...

Ademas, cualquiera que haya compuesto “Every breath you take” (y reciba cómodamente sus royalties) puede reírse con toda la tranquilidad del mundo de los críticos, haciendo extender su dedo medio mientras dice “¡Soy el puto Sting, troncos!”

Pero él no hace eso, no. Sting es un firme defensor de los derechos humanos, del Amazonas y de casi cualquier causa que se le ponga por delante. Eso, junto con su forma física permanentemente envidiable, sus historias de sexo tántrico, y sus devaneos con el jazz, lo hacen un blanco fácil para sus críticos. En parte porque a Gordon ya le han pillado en mas de un renuncio, saliendo de un burdel germano durante la gira de reunión de Police (con lo que tu dices que quieres a tu mujer...), quedándose casi sin habla cuando le acusan de joder el medio ambiente como el que más o intentando reinventarse con duetos francamente dudosos, hasta le cayó una colleja de tito Phil por estas cosas, qué digo, hasta Rod Stewart parece tenersela jurada. Algo así como la “amistad enemiga” que parecen mantener Yulio, Raphael y Camilo Sesto.

Insisto, todo eso da igual, si quieren ustedes alguien que “desmonte” de verdad al cantante y bajista, vean cualquier entrevista con Stewart Copeland, batería de los Police y digno sucesor de Ginger Baker en el puesto de “bocazas con baquetas en la mano”. Si tuviera el mismo talento para componer como para menospreciar a Sting,otro gallo le cantaría a su carrera en solitario, que llegó a desembocar en denuncias a los Doors of the 21st Century, Riders of the Storm o como coño se llamara aquel engendro. Volviendo a nuestro rubio de bote particular, hoy analizamos cinco obras, cinco, sin ningún otro motivo mas allá que me las encontré de oferta y decidí hacerme un autoregalo las pasadas Navidades. Explicaremos un poco de lo que sucedió antes y después, para que así se hagan ustedes una idea de cómo se las gasta este hombre, comenzamos con...

NOTHING LIKE THE SUN (1987)
Precio; 5,99 euros
Formato: 1 CD remasterizado y vídeo cutre en formato Quicktime, por si tu ordenador aún lo puede leer.
Lugar: Media Markt Alcalá de Guadaíra (Sevilla)

Esta es la pinta que tiene, sin la absenta, claro


el temido segundo disco de un cantante que viene de un grupo de éxito. Por lo general, si el primero no se come nada, el segundo provoca patetismo en el publico general y admiración contenida entre los fans acerrimos; “es un clásico menor”, “apunta maneras”, “necesita mejorar”. Pero Sting no es Roger Waters ni Greg Lake (por hablar de dos bajistas/cantantes que las pasaron canutas en los ochenta) y decide marcarse un doble vinilo en el que desglosa todos los estilos que le interesan. A fin de cuentas, el primero, “The Dream of the blue turtles” había funcionado mas que bien, a pesar de que la gira promovió uno de los ejemplos mas peripatéticos de “carta de amor de un músico hacia si mismo”, la sonrojante película “Bring on the night” y su directo negando todos los temas de Police que le era posible.

Porque ya en este momento, Gordon ya no se ve como un músico, un compositor o un cantante. No, aquí ya es un ARTISTA y no solo firma las cuatro caras de su nuevo obra casi en solitario, sino que ademas explica a su estúpido público por qué usa una línea del soneto 130 de Shakespeare para titular su plástico. Con anécdota de borrachos incluida, ¿nos lo creemos? Por si no fuera suficiente, también escribe algunas líneas en las que desgrana el significado de sus letras o por qué grabo una canción u otra.

No sé, que esto lo haga Steve Hackett me parece bien porque a veces no habría manera de saber a qué se refieren sus letras, pero en el caso de Gordon no deja de haber un tufillo condescendiente. En fin, como en el caso de “Tusk”, “Nothing...” no es una compleja obra conceptual en la que el oyente se enfrente a un viaje sónico de sensaciones extrañas, no, Sting es un tipo de canciones, aunque en ellas trata temas tan superficiales como el amor, la muerte, las torturas del régimen pinochetista (hasta nombra al propio general, toma ya Garzón), vamos, que comparada con la aparente parálisis creativa que sufre este hombre hoy en día, el de Newcastle estaba dándolo todo tras dejar de ser parte de un trío. Hasta los singles tenían caras B inéditas.

Pero hablemos del contenido en si, abriendo con “The Lazarus heart”, imágenes bíblicas en sus letras, pero con música que algunos definirían como “soft jazz” y otros como “mierda blandita”. Se ve que 5 discos con el rock mas directo de Police dejó a Sting con ganas de probar cosas con menos testosterona y mas sutileza. El único handicap que tiene esto es que se queda en una especie de pop a medio gas, agradable pero que a uno le trae imágenes de estar escuchando la radio después de comer mientras te quedas sopa en la mesa camilla.

Mucho mejor – y atormentada - es “Be Still my beating heart”, aquí ya las imágenes de amor torturado, de la constricción de las emociones, casan mucho mejor con los saxos, a pesar de que da la impresión de que en ningún momento hay una banda de verdad tocando al unisono, uno de esos casos en los que parece que un tema se forja “usando el estudio como un instrumento” que diría Brian Eno. Con todo, el vídeo le dio la oportunidad a Sting de mostrar todas sus posturas de intelectual meditabundo que también ilustran las fotos de la carpeta. Qué hombre.

Y después de esto, una demostración de cómo se hace POP; “Englishman in New York”, dedicada al escritor (y ocasional actor) Quentin Crisp, quien aparece de forma profusa en el videoclip. Si se preguntan por su opción sexual después de ver sus dejes es que deben operarse la vista con un sable láser. ¿Qué puedo decir de uno de los estribillos mas irresistibles de la HISTORIA? Temazo lo mires por donde lo mires, encima parece que suena una cuchara golpeando una inglesísima taza de té, ¿qué mas queréis? ¿Podéis dejar de dar el coñazo con el “be yourself no matter what they say”? ¡Porque yo no puedo! Recuerdo el agotar la paciencia a un amigo durante el viaje de vuelta desde Cádiz cantando este tema (y otros de Sting) en plan realmente arrastrado. Desde entonces hubo un distanciamiento, pero el Facebook nos volvió a reunir, aunque sin pasar a quedadas en persona, claro.

Vuelta al “reggae para blanquitos” que tan bien le ha ido siempre en “History will teach us nothing”, donde Gordon se las apaña para meter la letra “Conoce tus derechos humanos”. A estas alturas Sting ya se había enrolado en las giras para la promoción de Amnistia Internacional y le quedaba poco para la hacer lo mismo con el Amazonas. “History” es un buen tema, movidito y convincente, tras el cual viene “They dance alone”.

Aquí no podemos dejar pasar un poco la polémica: me parece muy bien cuando la comunidad artística se une para denunciar un hecho terrible, tanto U2 como Peter Gabriel tienen temas que tratan la violación de derechos humanos durante las dictaduras sudamericanas, ahora bien, creo que PG gana por ámplia goleada en lo que se refiere a “calidad objetiva”. Quiero decir, mientras que “Wallflower” consigue transmitir algo de empatía por el torturado, “They dance alone”, consigue que arqueemos la ceja preguntándonos si a este hombre realmente le importan la causa o es todo postura. Además, la melodía tocada con los teclados no acaba de cuajar, la parte que recita Ruben Blades es un poco... chirriante, y cuando Sting canta “hey Mr Pinochet, ha sembrado una cosecha amarga, un día el dinero extranjero que le ayuda va a parar, sin sueldos para sus torturadores ni monedas para sus pistolas”, no deja de ser emotivo, pero es la misma clase de actitud que se criticaba en ese éxito de la parodia que fue “African child”.

Mucho mejor y definitiva en sus revindicaciones es “Fragile”, una balada con ritmos de bossa nova lentita (aunque inspirada por el “Concierto de Aranjuez”) en la que todos los elementos confluyen para emocionar, así sí, Sting, así sí. Durante años ha cerrado los conciertos, dándole a Gordon la oportunidad de demostrar que los bajistas no son “tipos que tocan mal la guitarra” y se plante con sus seis cuerdas de nylon para tocar desde la primera hasta su última nota, dedicada a las muertes que se producen en las misiones humanitarias.

Dice la Wikipedia que al autor nunca le entusiasmo “We'll be together”, y el propio cantante, en una de sus “frases del día” que incluye el inicio de su página web (yo siempre las leo al comenzar la jornada para automotivarme... o algo así) lo explica: “Siempre estaban haciendo remezclas de mis canciones para las discotecas, así que pensé ¿por qué no componer algo directamente para las pistas de baile?” No son pocos los que apuntaron que aquí estaba de nuevo el factor “Peter Gabriel”, ya que no solo Sting había reclutado a su flamante batería (el galo Manu Katché), sino que encima intentaba emular los ritmos bailongos de “Sledgehammer”. La jugada le sale bien, la canción es divertida y en el videoclip apuesta nuevamente por el blanco y negro en una trama que sonrojaría a un autor de libros infantiles: Trudie – la pareja de Sting y posteriormente su mujer – aparece en lo que podría ser un restaurante parisino, allí se encuentra con dos versiones del vocalista. Si amigos, al igual que otros grandes de la interpretación como Paco Martinez Soria o Jean Claude Van Damme, Gordon se desdobla en dos personajes. Uno es el sátrapa vestido de negro de arriba a abajo, sin afeitar, maleducado y borrachín, mientras que el otro es el bohemio soñador que escribe sus partituras, chaleco que muestra la efigie de Tintín (hubiera sido mas gracioso que pusiera por debajo “colaboracionista con el régimen de Vichy”) y que, como mandan los cánones, se llevará a la chica, no sin antes citar una línea de “If you love somebody set them free”, porque este hombre es muy de poner frases de canciones antiguas en sus nuevos temas. Un juego intelectual y autorreferencial, ustedes que no son artistas no lo entienden.

Straight to my heart” es la última de las tres canciones que tienen la palabra “corazón” en su título, el de Newcastle explica en la carpeta que es su forma de articular la fascinación que tenemos por localizar las pasiones amorosas en ese lugar de nuestro pecho. Otra forma de interpretarlo sería pensar que Sting vio que no tenía mas vocabulario para sus letras y que para cuando se dio cuenta de que había usado tantas veces “heart”, pues decidió presentarlo como una “trilogía de canciones”.

De nuevo, “Straight” es una muestra de pop en estado puro, con una melodía convincente en la que las percusiones toman el sitio de la tradicional batería. En unos versos en apariencia intrascendentes , Gordon contradice las teorías que intentan explicar el enamoramiento mediante cálculos estadísticos, esporas y otras historias científicas. Bonito es, pero uno no deja de cuestionarse el romanticismo de frases como “cruza mi puerta, nunca tendrás que fregar el suelo”, er...

Un tanto mas intrascendente – a pesar de sus prolongadas letras- es “Rock Steady”, una canción en la que se nos parece narrar la historia de unos personajes en busca de algún tipo de viaje iniciático en el que se dan cuenta de que no necesitan de los bienes materiales, pues mira que bien. El estribillo se te acaba pegando, eso si. A veces parece que la música (algo raro en Sting) es más un vehículo para que el cantante nos cuente su parábola que otra cosa, uno de los temas, a mi entender, menos celebrables del doble vinilo.

De nuevo con el casi omnipresente saxo soprano de Branford Marsalis, se nos presenta “Sister Moon”, otra de las mejores baladas del de Newcastle, preciosista y llena de atmósfera con muy poquito, ¿ves Gordon como es cierto aquello de “menos es mas”? Si es que... Frente al amor desesperado de los temas de Police, y quizás influenciado por la muerte de su madre, Sting presenta en este disco unas canciones de amor mas llenas de empatía, y menos de “ella me dejó, estoy fatal, vaya plan”.

¿Se puede versionar a Hendrix o a Dylan sin que te insulten de mala manera? Probablemente no, pero conviene recordar que el hacerse famoso con un “cover” no es tan raro, incluso el “Eloise” de Tino Casal es una versión. Pero a estas alturas, Sting ya era una estrella, así que suponemos que si se decidió por el “Little Wing” de Jimi Hendrix fue porque, sencillamente, le gustaba el tema y porque vio una oportunidad única para colaborar con Gil Evans, uno de los arreglistas mas famosos de Miles Davis. Hubo una época en la que algunas voces criticaron a Davis por tener a un blanquito haciéndole los arreglos, a lo que el de la trompeta respondió “me da igual que un tío sea blanco o verde con tal de que sea capaz de tocar”.

Pues con el combo de Evans acompañando, Sting se marca un “Little Wing” en formato balada casi épica, que después los Corrs decidieron copiar de mala manera para su “Unplugged”, casi ná. Muy buena, en todo caso.

Terminamos con “The secret marriage”, una melodía de piano inspirada por Eisler a la que Gordon le puso letra, repitiendo de alguna manera la jugada de “Russians” en “The dream...”. Otro momento tranquilo e intimista, de cuando el orden de los temas parecía tener importancia...

Nothing” consiguió ser el gran disco de este hombre para los ochenta, la obra con la que terminó por disipar el fantasma de Police y confirmar que lo de la carrera en solitario iba muy en serio. Aún así, y a pesar de la concentración de hit singles, no consigue ser, desde mi punto de vista, el disco definitivo de este hombre, para eso pasarían cuatro años, la muerte de su padre, algunas intentonas horribles en el celuloide y un bloqueo de escritor que desembocarían en el casi-conceptual “The Soul Cages”.

Al igual que en “The Joshua Tree”, o “So”, la amalgama de éxitos hace que en las escuchas posteriores (como, por ejemplo, para este artículo), las canciones mas escondidas ganen con los años, y uno se da cuenta de que la “artesanía” o la “maestría” es un valor que incluso en esta “basura blanca sobrevalorada que hace pop blandito” debe respetarse. Una cosa es hacer temas en apariencia facilónes para triunfar en las listas y otra es mantener el tipo con las piezas “invisibles” mas de veinte años después. Muy bueno.

Ahora bien, tampoco hay que ocultar sus defectos, a Sting le gusta utilizar sus descubrimientos hasta la nausea, quiero decir, si de repente se nos descuelga con una fascinación por el laúd, él no se dedica a componer un solo tema en uno de sus discos, no, él hace un LP entero con temas de John Dowland - “Songs from the labyrinth (2006) -. Igualmente, si la trompeta de Chris Botti le suena bien, lo transforma en la estrella de la gira “Brand New Day” (1999), y así hasta llegar a este disco, en el que el saxo de Branford Marsalis permea casi todo, por no hablar del sonido “flauta de pan” que sale de los teclados en buena parte de los temas.

My preciousssss.....


Otro punto negativo es la aparente falta de cohesión que parecen arrastrar algunas canciones, quiero decir, el uso de varios baterías y las colaboraciones estelares – Andy Summers, Mark Knopfler, Eric Clapton – permiten darle colorido y variedad a algunas partes, pero da la impresión de que no hay un grupo “de verdad” tocando a veces, lo cual es una lastima, en “Englishman in New York”, por ejemplo, esto juega a su favor, pero, quizás defecto mío, uno no puede dejar de pensar que temas como “Still my beating heart”, por muy buenos y emotivos que sean, van a ser casi imposibles de reproducir convenientemente en directo.

Coda: Nada como el sol y las caras B

Próximamente edición en esperanto.


En una entrevista para la web “Stingoo” (una de las variantes de su nombre artístico), el cantante se quejaba de que muchas veces la discográfica le pedía cualquier cosa para poder rellenar las caras B de los singles y así darles un valor comercial. No voy a hablar en profundidad de estos temas porque solo recuerdo haberlos escuchado una vez y Dios sabe en qué carpeta o disco duro están guardados (¿de verdad esperan que tenga por aquí los singles en vinilo?) pero si la memoria no me falla “If you there” si era una canción mas de pasar el rato, mientras que el resto, como “Ghost in the strand” producian esa sensación de “vaya, por qué no habrá incluido esto en el álbum...”

Mucho peor es el innegable (e innecesario) “Nada como el Sol”, en el que.... sí, en el que Sting se atreve a cantar en español y portugués. Nunca he tenido el valor y/o estómago para una escucha completa de cabo a rabo, pero ya se pueden imaginar que un “minidisco” en el que “Little Wing” se transforma en “Mariposa libre”, la cosa no puede terminar bien. Aquellos que tuvieron los cojones de transitar por toda la obra en la búsqueda de nuevos arreglos u otras posibles novedades, se dieron de bruces con el acento chungo de Newcastle, por mi parte solo referirles al artículo de “Vicisitud y Sordidez” sobre otros discos de similar ralea. No, yo tampoco me explico cómo fue posible que las baladas en español de Roxette tuviesen tanto éxito.

Mercury Falling (1996)
Precio; 5,99 euros
Lugar: Media Markt de Alcalá de Guadaíra (Sevilla)
Formato: Otro CD remasterizado y otro clip en cd-rom con menos resolución que los primeros clips de youtube.

Bla bla bla... sin la absenta, claro


En un especial de “The South Bank show”, (uno de los mejores programas culturales de la televisión británica), sobre la grabación de este disco, Sting cuenta que en los tiempos que corren (en el 96, es decir), “ya nadie sabe quien es el número uno de las listas de ventas y ya a nadie parece importarle”... ¡todo esto antes de que explotara Internet!. Comentarios de este tipo son los que querían hacer pensar a su público que a Gordon lo de la comercialidad ya se la soplaba y que solo hacía discos de la forma que le venía en gana. Sobre esto último dudo no albergo dudas, pero los posteriores duetos con, insisto, todo Díos (incluyendo a los Backstreet boys y a Graig David) hacen suponer que lo mismo, LO MISMO, a Sting si que le preocupaba tener éxito.

De hecho, tras el “batacazo” de “The Soul Cages”, (a fin de cuentas fue número 1 en varios países), el bueno de Gordon se desmarcó con un disco de brillante pop optimista y finas baladas, “Ten Summoner's tales” (1993), que, a pesar del título, eran 12 canciones. Aquel vinilo fue la consecuencia de una larga gira con su, desde mi punto de vista, mejor banda, Vinnie Colaiuta a la batería, David Sancious a los teclados y Dominic Miller a las guitarras, este último, desde 1991, se transformó en la “mano derecha e izquierda” del cantante, tal y como explica Sting en todas las entrevistas que se lo permiten. Ah, y en este intermedio también publicó su primer recopilatorio, conteniendo esa joya que es “When we dance”. Por cierto, lo que me suena el sítio en el que se grabó el videoclip...

Un día dedicaremos un artículo un poco mas serio a esa OBRA DE ARTE que es “Soul Cages”, de mientras, sigamos con este “Mercurio en descenso”. Tras un par de discos en los que el de Newcastle “volvía al Rock”, da la impresión de que, ciertamente, decidió desmarcarse con un álbum en el que hace y deshace a su gusto. Hay gente que no le pilla el punto las obras tan heterogéneas, en las que cada canción toma un estilo diferente, lo entiendo, cuando uno coge carrerilla con un rock potente, no quiere un tema country a continuación, pero... es lo que hay.

Obviamente, la cámara llevaba un espejo colgando


De nuevo, en el “South bank show” vemos los pasos de la grabación – este programa le da sopa con ondas a buena parte de los “making of” de sus discos con los que Stingoo nos martiriza de vez en cuando, -, y uno no puede hacer otra cosa que quitarse el sombrero ante el mimo en los arreglos. Pero eso no quita para que “Mercury” sea probablemente un disco “otoñal” (ya verán mas adelante el por qué de este término), en otras palabras, algo parido por un señor de 45 años que reflexiona sobre diferentes momentos de su vida usando el estilo musical que le parezca mas adecuado en cada momento.

Esto está muy bien, pero a Gordon le costó otro susto comercial (entiéndase que vende 3 o 4 millones en vez de los acostumbrados 6 o 7), los tonos gospel de “Let your soul be your pilot” - probablemente el sencillo que menos ha durado en el repertorio de los conciertos de este hombre – o el soul de “You still touch me” no consiguieron levantar el interés del público lo suficiente para llevar a “Mercury” a las antiguas cotas de éxito.

En los tiempos pre-Internet, y cuando uno tenía que comprarse los Cds con los ahorros de la paga semanal, una tienda puso un servicio (muy caro) de escucha por teléfono, no por modem, sino por el auricular, y yo estaba tan desesperado por escuchar este disco, que siempre recordaré el principio de “The hounds of winter” con una compresión y distorsiones brutales, me gusta, compartir en mi muro.

De hecho, el majestuoso principio y “Twenty five to midnight”,son lo único que se podría llamar “Pop/Rock”, de todo este Long Play. “I hung my head”, con su atrevido compás (7/4?) es un medio tiempo que narra una trágica historia de un accidente absurdo con un rifle en el lejano oeste. Sting siente una extraña fascinación por las historias de vaqueros y el country, de hecho, hay un tema 100% americano en “I'm so happy I can't stop crying” (una reflexión sobre el divorcio) que se transformó en un éxito tras cantarlo a dúo con una estrella genuina del estilo, Toby Keith. Por otro lado, “I hung my head” se revalorizó enormemente cuando Johnny Cash fue convencido por Rick Rubin para que la versionara en uno de sus “American recordings”. Al igual que su cover de “Hurt”, la toma de Cash es intensa y oscura, robándole el tema a Sting.

Estas son la clase de cosas que hacen que “Mercury” se transforme, a la larga, en un disco a recuperar porque contiene muchas claves de lo mejor y lo peor de Sting. Esto es, su talento como compositor como muestra de la primero, y su innecesario perfeccionismo como muestra de lo otro. El principio casi medieval de “I was brought to my senses” nos presenta mas que nunca el espectro de John Dowland (dicho así parece un poco malo ¿no?) y su cambio a balada con tempo engañoso nos da unos grandes temas ocultos de su discografía, una joya que servidor pudo disfrutar en el concierto que Gordon dió en... Benidorm.

Sintiendo cada nota, sí, mas que tú.


Menos destacable es la relajada “All four seasons”, con la línea de enganche de “esa es mi nena, puede ser las cuatro estaciones en un día” y totalmente brasileña es “La belle dame sans regrets” en la que el cantante vuelve a intentarlo con el idioma galo – ya había firmado un tema en francés durante la etapa Police -, con el que parece llevarse un poco mejor que con el nuestro o el luso. El uso de loops de percusión y la inspiración para el título pueden ser una de las pocas conexiones que haya entre Sting y Durruti Column.

Lo celta hace aparición en “Valparaiso” (si, Pinochet nació allí), con esa coda final en la que los músicos parecen soltarse un poco y ofrecernos algunos detalles de una jam, probablemente lo último que uno suele asociar con Stingo, pero al mismo tiempo de lo mejor, ah, esta vez la referencia a una canción “antigua” es para “Shape of my heart”. Vuelta a lo relajado y casi acústico con un tema sobre la “medicina natural” que supuestamente son los últimos rayos de sol, “Lithium sunset”.

A pesar de la variedad de estilos, “Mercury” está, de lejos, mucho mas cohesionado que “Nothing like the sun”, en la carpeta del disco se deja muy claro que la base para esta obra es “El grupo”, casi el mismo que en el anterior “Sumnomer”, esto es: Miller a las guitarras con su capacidad para adaptarse a cualquier estilo (a fin de cuentas, le va la paga en ello). El tecnificado Sancious es sustituido por Kenny Kirkland, quién ya había hecho acto de presencia en los dos lanzamientos iniciales de Sting como artista en solitario. Un jazzman auténtico y un genio a las teclas (sin desmerecer a Sancious, todo hay que decirlo) pero cuyas adicciones jugaron siempre en su contra. Lamentablemente, la gira de “Mercury” sería la última en la que participaría, pero deja un buen testamento con algunas aportaciones increíbles al piano. No es, no obstante, el colaborador de lujo de una estrella del pop que ha sufrido una de las muertes mas trágicas de la historia.



El tercero en discordia es Vinnie Colaiuta, batería formado en la escuela de Frank Zappa – donde también destacó por su capacidad para imitar el grito de un bebé morsa, no digo que sea bonito, sólo que puede hacerlo-, quién, a pesar de sus pintas de profe de matemáticas con un más que probable desorden emocional, es junto con Keith Carlock el que mejor ha interpretado la música del de Newclastle. Éste último, por cierto, se dedica exclusivamente a la voz y al bajo, y eso, aunque suene raro, se deja notar. En el apartado de colaboraciones vuelve Branford Marsalis a dejar su magia en un par de temas, Gerry Richardson (antiguo coleguita de Sting en Last Exit), pone un poco de órgano Hammond, y B.J. Cole se encarga de la pedal steel aquí y allá.

El honor de ser el “hallazgo que se usa hasta la saciedad” en este caso recae en la sección de viento compuesta por Andrew Love y Wayne Jackson – The Memphis horns – veteranos de cientos de sesiones de soul y rock. Participan en 5 de los 11 temas, pero de una forma muy contenida, aunque Sting debió quedarse tan contento que decidió utilizar una sección de vientos en la gira, y así recuperar algunos temas de Police como “Demolition Man”, que quedan como que mas graciosos con el saxo y la trompeta... sobre todo cuando los tipos que los tocan se ponen a correr por el escenario...

Mercury”, probablemente, no será el disco que muchos cataloguen como un clásico en la carrera del cantante, pero visto en perspectiva, ha crecido mucho en comparación con el resto del corpus creativo en solitario. A pesar de la presentación reposada y tranquila – o la vergüenza ajena que produce el vídeo de “I'm so happy I can't stop crying” - no es un disco de temas superficiales, tras un título tan “new age” como “Let your soul be your pilot” se esconde el lamento por un amigo que se muere de SIDA – por cierto, creo que es el primer vídeo que usa el “tiempo bala” que después popularizaría “The Matrix” (1999) -, por no hablar de la tristeza por las relaciones rotas (aunque esto ya es más típico de Gordon) y las miradas a los inicios en el negocio musical en “Twenty five to midnight”.

En las fotos que acompañan al disco, Sting insiste en enseñarnos mas miradas reflexivas y melancólicas, no vaya a ser que nos olvidemos de su profundidad como ser humano. Pfff...
En definitiva, “Mercury” es un disco a recuperar, con una producción discreta – sería la última colaboración con el mítico Hugh Padgham – pero solvente. Altamente recomendable.

A winter's night... live from Durham Cathedral (2009)
Precio; 11,99
Formato: Doble DVD
Lugar: Media Markt Alcalá de Guadaíra (Sevilla)

In English: This is how it looks like, without the absenta, obviously


Si ya pasan cosas en seis años dentro del mundo de Sting, imagínense en 13... Casi nada, reencuentro con la comercialidad, gracias a un productor con nombre aún mas ridículo que el artista – Kipper – con el que sacó “Brand New Day” (1999), lúgubre celebración de sus éxitos en formato casi acústico con “All this time” (2001, lamentablemente una de las grabaciones coincidió con el ataque a las torres gemelas), nuevo batacazo comercial con el mas bien desangelado “Sacred Love” (2003), un montón de giras en diversos formatos y la llegada del laúd a nuestras vidas con “Songs from the labyrinth” (2006).

Y en giro inesperado de los acontecimientos... ¡reunión con Police! Incapacidad absoluta de limar las rencillas mas allá de ofrecer un buen espectáculo (nada del propuesto unplugged, ni de los dos nuevos temas, ni de hacer una versión lenta de “Truth hits everybody”), y después cada mochuelo a su olivo.

Visto lo cual, Gordon se pregunta; ¿qué hago ahora? Pues cuando un artista de la talla de este hombre empieza a buscar sugerencias exteriores para realizar su trabajo, mal, cuando la sugerencia es hacer “un disco navideño”, peor, y cuando el artista decide que es mejor “hacer un disco de invierno”, la comedia involuntaria está servida.

No por nada, sino porque Maraya Carey ya ha perpetrado el disco sordido-vicisitúdico-navideño en el que todos los cantantes mainstream deberían mirarse antes de intentar si quiera entonar un villancico en la intimidad de sus lavabos. Así que el ex-vocalista de Police decide presentarlo como un disco “dedicado al invierno, porque es la época en la que le gente se queda en casa para contarse historias, la época de los fantasmas”. ¡¡¡¡Uyyyyyyy Sting!!!!! ¡Qué miedito! ¡Qué pavor!

Postura melancólica número 345


Parafraseando el título de una novela de Italo Calvino, “If on a winter's night” se tradujo en buenas ventas, pero es difícilmente un punto álgido en su discografía, si bien a estas alturas, Sting ya no es un artista de “Rock”, sino casi un músico “clásico”, ya que sus obras ya no se lanzan bajo el paraguas de A&M Records (su apoyo desde la etapa de Police) sino bajo los auspicios de uno de esos extraños conglomerados empresariales Universal-Deutschegrammophon-Cherry Records.

Esta crítica no se dedica al disco en cuestión, sino al doble DVD que recoge la experiencia de su preparación y el concierto celebrado en la catedral de Durham. Ni siquiera tengo una copia de la obra en estudio, quizás me molestó sobremanera las distintas ediciones (que si la normal, que si la limitada, que si la japonesa...), quizás escuché algunos temas y el asunto no me hiciera especial gracia. No importa, con este pack creo que se resume bastante bien esta nueva “experiencia artística” dividida en dos partes, el documental y el show. Vamos a verlo con detalle,oye.

El documental

Si yo fuera el personaje de Cameron Diaz en “The Holiday” 2006 podría hacer un trailer sobre este reportaje cuya voz en off diría algo tal que así: “Una estrella de rock en horas bajas que vuelve a su pueblo natal, un loco productor que quiere devolverle al estrellato y un discreto guitarrista que solo quiere encontrar la felicidad ¡vaya lío!” No es una recreación fidedigna de lo que sucede en los 52 minutos de entrevistas, ensayos y paseos por Newcastle que llenan este DVD, pero tampoco dista mucho.

Mas animado que el profe de pintura de Marge Simpson


Con una estética cuidada, apagando algunos colores y encuadres un poco rebuscados, Gordon nos explica que, afortunadamente, rechazó algunos temas típicos como “Silent Night” - no sé, a mi me hubiera hecho bastante gracia – y que prefirió elegir canciones “navideñas” poco agradables como “The burning babe” o temas para pedir limosna como “Soul cake” - lo mas pegadizo de la obra, se lo digo yo – añadiendo además, nuevos arreglos a algunos de sus temas mas “invernales”, como “The hounds of winter”, proveniente de...¡sí, “Mercury Falling”! Y eso que yo lo definí como “otoñal”.

Por lo demás, vemos como Sting se lo pasa pipa grabando con la banda que se ha preparado para la ocasión. Se nos cuenta que el productor Rober Sadin es un tipo excéntrico pero maravilloso, con su boina y sus gritos durante la grabación, que este es un proyecto muy enriquecedor y que los músicos elegidos son todos unos maquinas en sus respectivos instrumentos. Son presentados con unas tomas muy cuidadas, hacen algunas declaraciones sobre cómo es trabajar con Sting – bueno, quizás habría que señalar “para Sting” y que, obviamente, nadie mea fuera del tiesto diciendo cosas como “es un caprichoso de cojones y no hay Dios que lo aguante”- e incluso algunas de sus sugerencias son escuchadas a la hora de buscar nuevos arreglos para los temas tradicionales.

Ha sido horrible, prefiero volver a tocar en la calle, por lo menos no me ponen filtros raros en las imágenes


Tras algunas sesiones en el hogar italiano de Gordon, la acción se traslada a Newcastle, donde el cantante y el productor recorren calles, mercadillos (donde Sting halla ¡oh sorpresa! Una copia de “A Sting in the tale”) y locales en los que se agolpan los recuerdos de la estrella del pop. Sadin le ríe los chistes y las anécdotas como si le fuera una cheque en ello - ¡un momento! ¡es que le va un cheque en ello! - y escucha pacientemente mientras Sting desgrana la herencia romana de la ciudad, incluyendo la zona en la que se erguía la casa en la que creció.

- Este parking contiene tantos recuerdos...
- Y yo tengo tantas ganas de morir...


También vemos a Gordon “reunirse” con Gerry Richardson y el resto de la troupe de músicos locales, dejando claro que el yoga, el dinero y la fama le han permitido envejecer de forma mucho mas atractiva que a sus coetáneos. Esto de todas formas es algo injusto, Sting tiene mejor cara y cuerpo que la mayor parte de cuasi sexagenarios del mundo, ¿será la dieta vegetariana?

De todas formas lo de “reunión” o “reencuentro” no es tanto, mas que nada porque el cantante ya había visitado muchas veces su ciudad por algún u otro motivo en los años anteriores, entre ellos presentar su biografía y recoger un galardón en plan “hijo predilecto”, dando un discurso muy emotivo y admitiendo su orgullo de “ser un Gordie”, que es como si uno de Los Palacios y Villafranca recogiera un premio por cualquier motivo reconociéndose como un “moñiguero” o alguien de Huelva autodenominádose “un choquero”. Es decir, gentilicios oficiosos. Gentilicio del que, hay que recordar, Gordon huyó como de la peste en sus inicios como estrella del pop mundial.

- Y entonces va Bono y le dice a Alberto de Mónaco...
- Todo el mundo en el pueblo sabía lo de tu madre, Gordon.


Aunque hay momentos genuinamente graciosos, como cuando se nos cuenta la vez que Sting consiguió meter su Mini (alguna referencia a coches había que tener) en la playa hasta no poder sacarlo sin la ayuda de la camioneta con la que repartía la leche su padre, aunque éste se dedicó a observar mientras daba buena cuenta de un cigarro con la novia – que mutaría en próxima ex - del cantante, mientras Gordon hacía todo el trabajo sucio de enganchar por su cuenta.

- Los micros están muy caros, chavales.


A pesar de que a uno le gustaría creer que todo es tan genial y tan guay como sale, hay un cierto tono forzado en buena parte de lo que vemos en cámara, incluyendo la “improvisada” actuación en un pub local - ¿por qué Sting es el único que tiene un micrófono y los demás tienen que salir al paso a viva voz? - o la conversación con el músico que le dio el apodo que se ha transformado en su nombre artístico.

- Esta parte de la catedral es muy interesante...
- Y yo tengo tantas ganas de salir corriendo...


El recorrido por la catedral que va a servir como “marco incomparable” para el segundo DVD tampoco es que sea de un naturalidad tremenda, pero Sting aparenta genuino interés con la señora mayor que le hace de guía. En el documental vemos algunos trozos de los ensayos, que incluyen al coro infantil y esos discursos motivadores que se marca la gente momentos antes de salir a escena. Todo esto en Dolby 5.1 y un formato 16x9, de fácil visionado y entretenido, pero al igual que sucede con la música, uno no deja de preguntarse en qué momento emocionarse. Aunque para ahondar en esta cuestión, pasemos a la segunda parte...

El concierto

He visto a Sting 3 veces en vivo y a los Police en su concierto del Rock in Rio Madrid – una ocasión que narraré con mas detalle un día de estos -, salvo uno de los shows, (y yo lo achaco al uso de una orquesta, aunque parezca contradictorio), siempre ha puesto en escena un espectáculo impresionante a nivel musical, en lo referente a lo escenográfico siempre ha sido mas correcto que otra cosa pero raramente espectacular. En cualquier caso, por algún motivo, los vídeos y DVDs en directo nunca han sido capaces de captar en toda su gloria las dimensiones de sus shows. Esto es algo que el propio bajista explicó en sus motivaciones para hacer los conciertos que conformaron “All this time”, y no uno no puede mas que darle la razón, y también quitársela un poco, porque probablemente si no fuera por su obsesión por un sonido limpio e inmaculado, quizás sus muestras audiovisuales en directo ganarían.

Planaco


En fin, para compensar, algunos han sido grabados en recintos curiosos, y una catedral parece ser el lugar idóneo para este “disco de invierno”, aunque no conozco a muchos técnicos de sonido cuyo sueño sea grabar un disco en un lugar de techos altos y reverberación natural suficiente para dejar sordo a una legión de heavys. A estas alturas de la película, creo que será mejor no desgranar tema a tema porque creo que el contenido es lo bastante homogéneo.

De nuevo, la factura técnica y la realización es impecable, luces cuidadas, movimientos de cámara que permiten captar las maniobras de los músicos y las expresiones de los asistentes al recital, incluyendo, como no, a Trudie Styler. Tampoco se nos priva de ver a Sting mirando su pantallita de teleprompter cada dos por tres, dejándonos claro que el de Newcastle no va a aprenderse ni las descripciones de los temas y que todo esto es una cosa que no se va a repetir. Las funciones del bajo recaen en Ira Coleman, ya que Gordon prefiera concentrarse en las guitarras como la mini de Martin diseñada bajo las demandas del propio cantante o en el laúd, y eso desemboca en algunos momentos en los que el toque es menos fino de lo deseable, pero supongo que añade ese “riesgo” que los grandes artistas necesitan de vez en cuando en lo que hacen.

Hablando de la música, mi principal problema con este proyecto es la clase de problema grave que uno puede tener con uno de sus artistas favoritos; no produce mucha emoción. Quiero decir, si este fuera un disco de esos que algunos cantantes suelen sacar, en los que se salen de su estilo de toda la vida, que después de muchas risas se recuperan como “disco de culto”, pues todavía. Pero el tema acústico, tradicional, clásico y celta ya lleva un tiempo presente en su trayectoria, así que hasta cierto punto no es muy sorprendente. Ahora bien, tanto arreglo preciosista no me llega, no hay nada que suene mal, ninguna nota extraña o progresión de acordes que parezca estar forzando los límites de una composición o de algún riff, ni siquiera en la “oscura” canción de cuna que es “Balulalow”... es un poco “que viene el coco”.

Coristas dándolo todo


Por supuesto, también hay que destacar el cambio en la voz de Sting, poco hay de la aguda y chillona que cantaba “Roxanne” en 1978, el principio de “There is no rose of such virtue” con su barítono casi gregoriano es efectivo y una buena demostración del dominio de la técnica vocal, pero no parece destacar por emotivo.

Hay tres temas que pertenecen al corpus previo del cantante y uno que ya había interpretado anteriormente. Éste último se trata del villancico “Gabriel's message”, que ya había contado en los ochenta, con una versión tremenda para “The Christmas album” (un disco navideño en toda regla), que deja bastante desangelada la toma del concierto y del dísco, ya que a fin de cuentas comparten repertorio. “Ghost Story” proviene de “Brand New Day” y gana mucho, dando a pensar que, probablemente, éste hubiera sido el contexto adecuado para su interpretación desde un primer momento. No se puede decir lo mismo de “The hounds of winter”, que suena... apagada. En lo referente a los temas propios de Stingo, lo mejor es la rareza / cara B que compuso a medias con Dominic Miller, “Lullaby for an anxious child”, un tema precioso que se merecía una toma en directo como esta. Lástima que se prolongue para presentar a los miembros de la banda.

Otro tema que se podría adjudicar a Sting, y que cierra el concierto, es “You only cross my mind in winter”, una pieza de Bach a la que el cantante le ha añadido letras y se dedica a interpretar con el laúd, mientras el bueno de Dominic pone cara de palo, como si pensara “¿no debería haberme bajado del escenario y tomarme un vinito antes de quedarme sopa?” Aunque puede que esté disfrutando profundamente de las evoluciones de su jefe con el instrumento que el propio Miller le regaló por su cumpleaños (hecho verídico).



Si bien no hay “Silent night”, obtenemos una alegre interpretación de “I saw three ships”, con baile tradicional de zapateado brillante a cargo de una jovencita, me encanta la mini cámara que se usa para captar sus pies. No entiendo que Gordon prefiriera un villancico tradicional desechando otro, pero estas son las cosas que tiene los grandes artistas. En fin, siguiendo con la línea de “usar hallazgos hasta hartar”, en “Christmas at sea” (originalmente un poema de Robert Louis Stevenson), Mary Macmaster introduce un canto galéico entre los versos. Al principio suena de muerte, pero tras varias repeticiones, uno se plantea acortar la canción de forma traumática.

Otro planaco


Mientras que el documental insistía en una estética “invernal” (va por ti, Stingoo), de colores apagados, la fotografía del concierto tiene tonos saturados, brillantes y la imagen está captada con una finura de concierto clásico, que supongo que es lo que se pretende. Luces estáticas iluminan convenientemente a los músicos, mientras el fondo de la catedral se llena de foco giratorios, varilites y otros aparatos lumínicos que casi la hacen parecer una discoteca.

Planaco que explica cómo se consiguió el planaco anterior


Conviene destacar en las voces adicionales, la aparición de Lisa Fischer, vocalista habitual de los Rolling Stones y que aquí aparece mucho mas modosita que en sus intercambios calentorros con Jagger durante “Miss you”. Ésta es también la primera aparición de Jo Lawry, quien no solo canta sino que también toca el violín (aunque no tengamos muestra de ello en este concierto) y que en los siguientes proyectos de Sting se ha vuelto una presencia recurrente.

Como ya he dicho, se trata de un proyecto en el cual el sonido no varía demasiado, hay momentos que emocionan, pero en general, y después de hora y media de escucha es difícil quedarse con un solo momento en especial. Y hasta cierto punto, eso es lo peor que se puede decir, no es ni excepcionalmente malo ni increíblemente bueno. Normalito, es agradable tener un DVD en directo de Sting que no contenga “Every breath you take”, aunque pensándolo bien, lo mismo un arreglo con panderetas y zambombas hubiera sido agradable, o no.

Symphonicities (2010)
Formato: 1CD y pegatina con el careto de Sting en la portada (miren la entrada en la Wikipedia y sabrán por qué lo digo)
Precio: 5,99 euros
Lugar: El patio de mi casa... ¿cual creen?

Ahora con dislexia; Pinta la esta es absenta tiene que la claro, pero sin


Bien, bien, veamos, ya has sacado tu plaza en el Olimpo del Rock con tu grupo, has tenido una interesante – aunque con ventas menguantes – carrera en solitario, has tenido tu capricho con el laúd, te has reunido con tu antigua banda, has grabado un LP navideño, ¡INVERNAL! Perdón, perdón, quería decir invernal. ¿Qué haces ahora? ¡Un disco con orquesta repasando tus viejos temas! ¡Por supuesto!

La idea de un cantante repasando su repertorio con el acompañamiento de una orquesta y una guitarra acústica es tan viejo como Spinal Tap...¡y era una parodia! Sting ya ha expresado varias veces que lo de enfrentarse a un folio en blanco le va dando mas miedo según pasan los años y que siente sus mejores años como compositor algo superado. ¿Es esto excusa para “regalarnos” un disco que encima tiene la desfachatez de parafrasear al título del disco mas exitoso de Police??? Un título que a su vez tomaba prestado un término de Jung...

Como no podía ser de otra manera, Stingoo realizó un concierto que tenía que ser, como dicen los ingleses, un “one-off”, es decir, como el disco navi... invernal, una cosa de un día, ensayar varias veces con la orquesta de Chicago y después seguir con sus cosas. Pero claro, al igual que el formato acústico, el laúd y el saxo soprano, al cantante le gustó tanto este nuevo acercamiento que pensó, “qué demonios, vamos a grabar y hacer una gira”.

Por motivos que desconozco, el principio de esta década ha estado salpicado por discos orquestales por parte de artistas pop/rock; Peter Gabriel, George Michael, ¡hasta el cantante de System of a Down! Por supuesto, cada uno con su propio idiosincrasia, como se podrán suponer el que tiene todos mis favores es el de Pedro Gabriel, quizás porque su propuesta inicial se alejaba de usar sus propios temas – aunque mas tarde caería en la tentación de grabar parte de su repertorio – o por la innovación en los arreglos, alejados de las intentonas de grabar un “sinfonía pop” en cada pista, o porque se concentraba en el uso de la orquesta, sin guitarras ni baterías de por medio.

Rockero, comprometido, reflexivo, melancólico y sinfónico


En el caso que nos ocupa, en cuanto escuché la versión de “Englishman in New York”, me eché a temblar, porque era... ¡música de ascensor! Droga dura, se lo digo yo. La cuestión es que yo no tengo nada en contra de la música clásica u orquestal, muy al contrario, buena parte de mis discos favoritos son obras sinfónicas o bandas sonoras. Incluso muchos de mis primeros recuerdos musicales tiene que ver con lo clásico. Ahora bien, ¿es esto necesario para la música de Sting? Pues, ya les digo yo que a medias.

Para bien o para mal, también hay arreglos de algunas canciones de Police, como la inicial “Next to you”, que cerraba los conciertos de reunión del trío. ¿Han escuchado alguna vez un disco de “La filarmónica de Londres interpreta clásicos del pop”? (Esto no tendría por qué ser algo malo de por si). Pues a eso suena, con una percusión absurda, arreglos de cuerda que harían enrojecer a Luis Cobos y las voces de Gordon y Jo Lawry intentando enmendar la plana. Ya he dicho que “Englishman in New York” suena a música de eleveitor, aunque para esta toma suena al final que suele tener en directo y la original del 87, una versión prácticamente innecesaria.

Una de las quejas de sus compañeros de Police sobre “Every little thing she does is magic” en su versión original, es que no había manera de que el trío la interpretara de forma convincente en el estudio sin algún tipo de apoyo, claudicando a grabar con la maqueta de Sting sonando en el fondo. Bien, el problema persiste tantos años después, no hay necesidad de hacer una versión que parece banda sonora de una comedia romántica de venta directa en DVD.

No obstante, el atractivo de este CD podría ser tomar canciones mas “oscuras” o menos conocidas del catálogo, y una de las elegidas es “I hung my head”, sigue sin ser mejor que la versión de Cash pero se agradece el detalle. De la banda sonora de “Cold Mountain” viene “You will be my ain true love”, corta mini épica e hipnótica, aquí es donde la cosa empieza a funcionar... aunque solo para caer por la borda one more time con una edulcorada “Roxanne”. Ouch.

When we dance” retoma el vuelo, pero solo porque vuelve a calcar la versión original, aquí los teclados son sustituidos por la orquesta, el recurso fácil, vamos. Subimos el nivel con uno de los temas mas extraños pero al mismo tiempo mejores de su carrera, “The end of game”, el cual, por motivos que nadie entiende, se vio reducido a un intermedio instrumental en “Brand new day”. Había que comprarse el single para escucharlo en su totalidad, se trata de una canción que narra la historia de unos zorros en los campos ingleses, a punto de ser cazados. Ya digo que es extrañamente emotiva, y una de las pocas justificaciones para comprar este disco. Si, de nuevo, la original era mejor.

Pero se mantiene la consistencia con una de las composiciones mas antiguas, “I burn for you”, aunque carece de la fuerza de la versión de “Bring on the night”, es otra bocanada de aire fresco, otra rareza que gana en escuchas. Lo mismo sucede con “We work the black seam”, que SÍ es mejor que la original de 1985, muy muy buena, genial, una toma respetuosa pero con nuevos matices... Hasta que el fantasma de los arreglos horteras vuelve con “She's too good for me”, uno de los mejores temas de “Ten Sumnomer's tales” y que guarda mas de un parecido razonable con “Ain't good enough for you” de Bruce Springsteen, ¿se habrán intercambiado maquetas estos dos durante las giras con Amnistía Internacional?

Terminamos con otra rareza, “The pirate's bride”, con algunas líneas cantadas por Lawry. Gracias a sus aires de jazz, representa una ocasión de lucimiento para la voz que Sting usa sin vergüenza, a pesar de los precedentes, consigue emocionar, me gustaría utilizar la expresión “broche de oro”, pero visto lo visto, lo dejo en “cierre correcto”.

¿Puntación final? Pues me la reservo para lo siguiente, porque, claro, una vez que uno se ha gastado los cuartos en una orquesta sinfónica, en grabar y salir de gira, no pasa nada por añadir un poco al presupuesto, preparar una cámaras y sacar un DVD+CD llamado...

LIVE IN BERLIN (2010)
Precio: 7,99 euros
Formato: 1 CD y 1 DVD
Lugar: Como si no lo supieran ya...

¿¡Ahora todos juntos??!!! (léase con risa nerviosa tipo Joker)


Pues si, poco tardó Sting en tener otro lanzamiento preparado para la siguiente temporada de lanzamientos del año. Al igual que Yes, Emerson Lake & Palmer, los Moody Blues o Barón Rojo, la oportunidad de tener arreglos orquestales en vivo era demasiado buena como para no filmar la ocasión. Así que aprovechando el paso de la gira por Berlín, podemos disfrutar, hasta sus últimas consecuencias en 5.1 – mezclado por Elliot Scheiner, un veterano del sorround, quien consigue un sonido apabullante – y formato panorámico, de un show completo de la gira “Symphonicity”.

Antes de comentar el contenido en si, me gustaría señalar algunas incongruencias; Si bien el combo CD/DVD es fácil de encontrar a precio rebajado, no sucede lo mismo con la versión Blu-Ray (si usted tiene reproductor del formato o Play 3), que solo se puede conseguir pidiéndola on-line... a Estados Unidos, o en la propia web del cantante, por un precio absurdo en comparación a su homologa en definición standard. Uno entiende que el los otros formatos son mas fáciles de fabricar, tienen un público mayor, etc.... Pero, ¿de verdad es necesario sangrar al resto que le interesa el HD?

Entre las sombras nocturnaaaaaaaaas


La otra incongruencia es que en el CD están incluidas tres pistas que no entran en su contrapartida audiovisual... ¿por qué? ¿Se grabaron en otros conciertos? ¿Fallaron las cámaras? ¿Falta de espacio en el disco? ¿No era mejor para eso olvidarse de la absurda entrevista que viene como “extra”? ¿Por qué Sting lleva 30 años quedándose calvo y le sigue saliendo pelo?

Vaya usted a saber, hablemos por ahora del DVD: tras una apertura grandilocuente que no guarda especial relación con nada, Gordon aparece tocando con la Stratocaster MIDI la línea de sintetizador de “A thousand years” - otro de los mejores temas de “Brand New Day” - mientras la orquesta sirve de apoyo. Otro caso en el que básicamente se han sustituido los teclados por una sección de cuerda. Sting – o Steven Mercurio, que dirige con su batuta – no renuncia a una banda que le sirva de apoyo, por eso Dominic Miller aparece con su guitarra, sentado la mayor parte del tiempo, concentrado y a lo suyo. La vaporosa y elegante Jo Lawry a las voces, Ira Coleman al bajo – Stingo se va a “concentrar” en su voz solista y guitarras ocasionales – y dos percusionistas; Rhani Krija – un veterano de los directos de Gordon a estas alturas – y David Crossin. De todos los elementos utilizados, la doble percusión es el mas molesto ya que empaña los arreglos orquestales. ¿No hubiera sido mejor traer de vuelta a Colaiuta y darnos una buena ración de batería contundente en vez de este “ni chica ni limoná”?

Y conmigo a la pandereta, somos 3 percusionistas


Lo mismo que escuchamos en el CD de estudio se replica con “Every little thing she does is magic” y aquí nos damos cuenta de un detalle que hasta los fans mas acérrimos del de Newcastle comentan; este hombre sin un bajo o una guitarra no sabe qué hacer con las manos. Vestido elegantemente pero con pantalón subido casi a la altura del ombligo, Sting se dedica a aporrear la pandereta o a dejar caer el brazo sobre el soporte del micro vintage mientras canta. Aprovechando que los alemanes dominan el inglés o que se está filmando el recital, Gordon desglosa el contexto y los orígenes de algunos temas, parrafadas que cuando no actúa frente angloparlantes no se dan. Branford Marsalis aparece en escena para repetir sus notas al saxo en “Englishman in New York”. “Roxanne” y “When we dance” siguen a continuación, los cuadrados que cuelgan del techo se infrautilizan para cambiar de colores y servir de cuando en cuando como pantallas gigantes de TV, aunque a veces muestran imágenes interesantes y otras, texturas de esas que sirven un poco para todo... ¿Visualizador de Windows Media Player?

Después de esto, viene una de las canciones que mejor suenan en sinfónico, “Russians” rescatada del primer disco en solitario. Ahora bien, la jugada tiene trampa ya que la inspiración original de la música provenía de una pieza de Prokofiev, aún así, suena genial, no todo va a ser echar por tierra este DVD. Tras “I hung my head”, viene “Why should I cry for you?”, de “Soul cages”, aquí la licencia artística viene de usar algunas melodías de “Island of Souls/Soul Cages” para la introducción aunque después pase a una toma bastante respetuosa del original, imitando el loop percusivo y todo. Insisto, ¿para qué usar la orquesta entonces?


No rompas más, mi pobre corasón...


Un poco de lo mismo sucede con “Whenever I say your name”, que disfruta de un solo de violín espectacular y dramático que abre y cierra la canción además de algunas líneas al saxo por parte de Marsalis, pero por lo demás no dista demasiado de tal y como aparecía en “Sacred Love”. El otro tema inédito del primer recopilatorio de Sting, “This cowboy song”, es lo siguiente en hacer acto de presencia, con algunos arreglos que lo hacen sonar como una composición de Aaron Copland – a fin de cuentas es una historia de vaqueros -, y con la banda imitando el vergonzoso baile del video original. Divertido, pero... Gordon se afana en explicar que “Tomorrow we'll see” cuenta las vicisitudes de una prostituta transexual. Tampoco hacía mucha falta, porque la letra es bastante explicita, pero la canción nunca ha estado mal.

Para “Moon over Bourbon Street”, - inspirada en “Entrevista con el vampiro” de Ann Rice -, Gordon se calza una levita y hacía el final se acerca a un Theremín – decorado con muñequitos, a lo Rush, un día les contaré mi propia experiencia con el Theremín - para generar sonidos aullantes mientras en las pantallas se proyectan imágenes ralentizadas del “Nosferatu” (1922) de Mornau. Dicho así suena mejor de lo que es, créanme. Con todo, se agradecen tantas molestias en introducir algunas variaciones, por poco justificadas. Entiendanme, “Moon...” siempre intentaba captar mas el patetismo y la tristeza de la vida del vampiro que ser una pieza agobiante. De nuevo, la interpretación del voyeur en la versión orquestal de “Intruder” - si, estoy hablando de Peter Gabriel de nuevo – queda mucho mejor.

You will be my aim true love” no cambia y después nos toca una cara B de “Sacred Love”, “All would envy”, que Sting presenta como “la historia de un hombre mayor y una mujer joven, trágico”. Aparte de una línea de trompeta, tampoco ofrece muchos cambios con respecto al original, es una bocanada de aire fresco, pero la canción nunca me ha vuelto loco. Volvemos a “Soul Cages” con “Mad about you”, otro auténtico clásico y que aquí vuelve a sonar genial, mientras que con “King of Pain” y la inevitable “Every breth you take”, rescatamos los temas de su antiguo grupo.

Estrella del pop con detalle de pipa haciendo lo que él debería estar haciendo en vez de responder obviedades


Ninguna presenta cambios radicales, además, siempre he pensado que “Every breath...” la podría tocar Sting chocando dos piedras y seguiría sonando bien, a fin de cuentas, ¿no son los mismos acordes que “Stand by me” pero tocados de forma diferente? Pero la cosa no termina aquí, a Gordon todavía le queda munición, y se planta con “Desert Rose”, el tema que sirvió como fondo para un anuncio de Jaguar - ¡otra referencia automovilística! ¡esto es un no parar! - y que produjo no pocas críticas entre los ecologistas. La canta en solitario, sin la estrella argenila del Rai, Cheb Mabi quien era la segunda voz en el single primigenio, puede que influyera el hecho de que Cheb estuviese en prisión en aquel momento.

Gordon agarra la electroacústica para “She's too good for me”, mientras parte de la orquesta se lanza a “bailar” - en realidad, casi que se limitan a mover los instrumentos mientras están de pie – y vuelve a la acústica para interpretar “Fragile”, mas parecida a su versión en “...All this time”, mientras parte de la Filarmónica se saca unas luces que los descalificarían de un concurso de bandas en los Simpons.

- Y entonces Alberto de Mónaco responde...
- Por favor, quiero volver a un sucio club de jazz...


¿Es este el final? ¡No! ¡Claro que no! Sting vuelve para cantar a capella (y con mucho mas volumen que en “Mercury Falling”) el principio de “I was brought to my senses”. Y ahora sí que acaba el concierto, aunque todavía podemos hablar de los extras; una entrevista grabada en lo que parece que son las preparaciones del concierto el mismo día – me encanta el pipa con gorrito que se queda mirando desde atrás a cámara mientras pone las sillas – y en la que participa brevemente Marsalis para contradecir al cantante sobre cómo fue su primer encuentro. Por lo demás, se nos cuenta, como en casi todas estas entrevistas de este tipo, que este proyecto es super ilusionante, que está encantado, que Mercurio empezó como guitarrista de rock, que si el tipo se mueve genial – yo creo que pasa -, que si la unión de orquesta y pop...

Total,que yo creo que las tres canciones que no tiene representación visual - “If I ever lose my faith in you”, “Fields of Gold” y “Shape of my heart” - podrían haber tenido cabida sin este pegote que es más carne de video web que otra cosa. Por cierto, que estos tres temas tampoco son especialmente diferentes de su toma en “Summoner” y entran, de nuevo, en la liga de “sección de cuerda toma el lugar de los teclados”.

A decir verdad, ese es el principal problema de este proyecto, exactamente... ¿para qué usar la orquesta? Yo, mas allá de garantizar una nueva gira con el repertorio de siempre, le veo poca justificación, cierto es que todo suena de fabula, probablemente sea el mejor DVD en directo de este hombre. Quizás se podría echar en falta uno de los temas que tocó en su concierto granadino, “Straight to my heart”, pero... poco mas.

A la hora de escribir estas líneas, parece que Sting ha superado un poco su miedo al folio en blanco, componiendo nuevos temas para un musical llamado “The last ship”, basado en “The Soul Cages”. Soy un poco alérgico a los musicales, pero si en realidad tiene que ver con ese disco, probablemente iría a verlo, por no mencionar su nueva “canción de cuna” para “Los juegos del hambre”. Por supuesto, el bueno de Gordon ha encontrado una nueva excusa para salir a la carretera con el título “Back to bass”, o sea, dejarse de grandes filarmónicas, volviendo a tocar el bajo y cantar... Si es que es lo mejor que sabe hacer.



En fin, después de este empacho stingniano naniano, quizás ustedes se esperen que haga un balance de la carrera de este hombre, pues... no puedo decir gran cosa, si uno sigue a alguien es porque le gusta, porque pasada la impresión inicial, lo siguiente es divertirse con las subidas y bajadas – siempre y cuando no tengan consecuencias verdaderamente dramáticas, claro está – y porque ya digo que con algunas de las cosas que hizo hace 30 años, Gordon Mathew Sumner ya se podría haber retirado unas cuantas veces.

A partir de ahora, prometo que el blog tendrá un ritmo de actualización mas “normalito” y que los posts volverán a tratar del tema automovilístico... a mi manera, y seguirán alternando con cualquier otra cosa. Han acertado, llevando los conceptos de “blog de sastre” y “Pan con chocolate” hasta sus ultimas consecuencias. Avisados están. O no.