martes, 2 de abril de 2013

EL COCHE EN SEMANA SANTA






Después de una semana en la cual se ha concentrado toda la actividad laboral que no he tenido en meses anteriores – como suele pasar -, yo sabía que esta Semana Santa no iba a ir a ninguna parte y que me iba a dedicar al noble arte de tumbarme a la bartola, ver películas y pasar tiempo con mi hermana, que iba a estar de visita. De hecho, no quería ni pensar en el blog ni meterme en otro largo artículo musical de 30 páginas (según la cuenta realizada por el procesador de textos).

Pero... ¿a quién quiero engañar? Ya estoy otra vez escribiendo una perorata sobre un grupo prácticamente desconocido (UK, en este caso) y tengo varios artículos mas cortos preparados para el bitácora, pero lo que motiva éste en particular, aparte del deseo de retomar el tema “automovilístico” que se supone que tiene esta página, es por supuesto, uno de los trances del conductor medio: Dónde me meto mi vehículo de cuatro ruedas motorizadas en vacaciones.

Y para complicar la ecuación, qué tal si introducimos una segunda incógnita con la guisa de fiestas tradicionales. Porque salvo que se vaya usted al extranjero (en cuyo caso estará celebrando La Pascua a secas, sin Pasión ni nada), o directamente a la playa – si el tiempo lo permite -, lo más probable es que tenga usted que vérselas con cascos antiguos y centros de ciudad con zonas aun más restringidas para el aparcamiento, o en casos como el de Sevilla, con barrios residenciales en cuya calzada no puede estacionar el coche durante un día concreto, por unas horas concretas, debido al paso de una procesión.


Un caso en particular motiva este artículo, el miércoles Santo sale La Sed, paso emblemático del hispalense barrio de Nervión. Su recorrido se inicia en la propia calle Cristo de la Sed – otrora Padre Coloma -, lo cual implica que no se puede aparcar en la misma durante las horas en las que se proyecta, pasarán los nazarenos y las imágenes. Yo recomiendo, no obstante, retirar el vehiculo desde la noche anterior hasta la mañana del día después de que la procesión haya hecho su recorrido.


El caso que nos ocupa es especialmente sangrante, como ustedes ya sabrán, el clima ha sido, one more time, especialmente cruel con la Semana Santa, lo cual ha sido tomado por aquellos que odian estas fiestas como prueba de que, lo mismo, a Dios no le hacen gracia estas celebraciones y que las lluvias se envían como castigo, como en el caso del Becerro de Oro. Servidor siempre ha sido más de Vellocino, pero en fin...

Ergo, algunas personas aparcaron sus coches el miércoles en la calle que recibe el mismo nombre que el Cristo cuya procesión pasa por ella. ¿Despiste? ¿No vieron los carteles que avisaban de la prohibición? ¿Acaso alguien los arrancó para putear? (Va a ser que no, como se puede ver en una de las fotos) ¿Excesiva confianza en el pronostico de las lluvias?

Si fue este último caso, lo que sigue es especialmente triste: la mañana del miércoles santo amaneció con mas nubes que claros, pero los nazarenos acudieron a la parroquia de la Inmaculada Concepción / Cristo de la Sed, así como los costaleros y la banda. Los satélites anunciaban chubascos cortos, y no se equivocaron, tres cuartos de hora antes de la salida de la procesión, los paraguas se desplegaron ante un incesante e incómodo chispeo. Pero, oh Fortuna, para entonces, la Policía Local, con la asistencia de las grúas, ya había mandado un par de coches al depósito municipal. La Sed, al final, no salió, pero para entonces puede que al menos dos conductores se encontraran con una desagradable sorpresa al volver del lugar en el que estuviesen.

Conviene aclarar una cosa: a pesar de la fama de “cuerpo recaudatorio” que tiene la Policía Local, lo cierto es que hicieron todo lo posible para evitar el disgusto a los propietarios de los vehículos: llamando a los porteros electrónicos y a los portales cercanos intentando averiguar de quién eran los coches para avisar de lo conveniente de su retirada.

Si usted quiere buscar una definición de la coloquial frase “quedarse to loco”, serviría como muy gráfica prueba la cara de ese conductor que intenta coger su coche y encontrarse con que, no solo no está, sino que encima, hay otro vehículo en su plaza. Porque, por supuesto, una vez retirado el público y los miembros de la hermandad – la mayor parte del dramatis personae ingresó en los bares cercanos -, la ya de por si estrecha calzada de Cristo de la Sed se vio con sus plazas de aparcamiento repletas.

El coche, esa sangría económica continua, tiene en los periodos vacacionales a un enemigo mortal: en Navidades, utilizarlo para llevar los regalos - se compren a última hora o no - se traduce en pasar muchos minutos en la cola de un parking (gratuito, se entiende) de un centro comercial o en dar muchas vueltas por el casco antiguo en la desesperada búsqueda de un hueco en el que quepa nuestro medio de transporte favorito. Eso, obviamente, si el acceso a dicho Casco Antiguo no deja de estar operativo durante las fiestas, como en el caso de Sevilla.

Por supuesto, eso no sucede en verano, periodo durante el cual nadie quiere acercarse al centro, y, puestos a decir, tampoco quiere andar muy cerca de la capital hispalense, no vaya a ser que se derrita andando por la calle. Empero, por la crisis o por lo que sea, Agosto de 2012 fue un mes con bastante presencia ciudadana por las calles. Eso sí, en Agosto el drama se trasladaría a las primeras líneas de playa para aquellos que tuvieran la posibilidad de acudir a ellas: Chipiona, Coníl, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Mazagón, Cabo de Gata, Algeciras, Marbella, Motril ... busque usted un sitio que no implique una graciosa procesión de un cuarto de hora andando con la sombrilla y demás accesorios playeros.


Ah... el extraño placer de ir con tu pareja y con los niños (si se tienen), a la caza de un aparcamiento, con ese aire acondicionado que ese estropea, esas discusiones por no haber venido antes, por tener un coche demasiado grande, por tener que andar largos minutos bajo el sol para ir a la playa, que si para esto hubiéramos venido en bus o andando desde el hotel... Y lo mejor no es ser uno de los miembros de la pareja / familia, sino el incómodo invitado de la misma, observando por qué, tal y como anuncian los relajados titulares de Agosto, se gestan tantos divorcios durante el periodo estival.

Dicho esto, puede dar la impresión de que abogo por no usar el coche en absoluto durante las vacaciones, y esto no es así. El problema, para variar, no son las cuatro ruedas, sino el efecto tromba que se produce cada vez que al español medio le dan un par de días libres, porque yo les podría decir que todo esto se arreglaría si nos construyeran un complejo de parkings con cinco plantas de altura y otros tantos niveles de sótanos, de los que prácticamente colindan con el Infierno. Cuando aquellos de ustedes que son promotores inmobiliarios con algo de dinero en la cuenta (y contactos en algún ayuntamiento) dejen de babear ante la idea, escuchen bien lo que digo, no servirá de nada, construyan lo que quieran, en cualquier emplazamiento, incluso en la propia arena de la playa, todas esas plazas acabarán siendo ocupadas y aún así, seguirá sin poderse aparcar por las calles.


Si creen que estoy siendo víctima de las típicas hipérboles a las que solemos tender los blogueros (soy andaluz, así que de todas formas lo llevo en el ADN), deberían haber visto la cola de coches que llevaban desde la entrada del Parking subterráneo de El Corte Inglés de la Plaza del Duque hasta la Avenida de Torneo. Aunque ustedes no sean de Sevilla, observen cualquier plano de la ciudad en Internet y tracen una línea que lleve desde la Plaza del Duque, rodee la Plaza de la Gavidia, siga por la estrecha Baños y termine en Torneo, no me refiero a que “prácticamente” llegara a esa avenida, sino que había una larga procesión de turismos varados en una de las pocas arterias libres de acceso al Casco Antiguo.

Esta es otra demostración práctica de que el problema no es en sí ni la Semana Santa ni el coche, sino el pensar en masa y el no reparar en los detalles. Cuidado, que yo mismo fui víctima de este defecto, solo fui a ver una procesión ex profeso e, inocente de mi, empecé a andar hacia el centro “solo” un par de horas antes de su salida. Aunque el peatón es el niño bonito de la Semana Santa (a fin de cuentas, es una fiesta basada en andar, ya sea con un cirio en la mano, una cruz a cuestas, debajo de una imagen o incluso a quedarse de pie con una cerveza en la mano), también se las ve y se las desea ante las calles cortadas por los asientos privados para ver las procesiones.

En este sentido, a cualquier pronóstico de llegada, basado en lo que se suele tardar un día cualquiera, se le enseña convenientemente la puerta de “muerte”, porque el “zusto” se lo lleva el que ve que llega un punto en que las concentraciones humanas impiden el avance a varios metros de la puerta de la parroquia / Iglesia / Catedral en cuestión. Y que sean metros ya es una suerte.

Obviamente, el otro error de cálculo por mi parte fue no contar con la mezcla de población oriunda y turística que se había quedado sin Semana Santa hispalense propiamente dicha durante varias jornadas, por lo que se iba a tirar a la calle sí o sí en cuanto pararan las lluvias ¿Conclusión? Pues que más me habría valido llevarme un bocata que cenar con la familia. O comprarme un montadito (el otro mimado de estas fiestas en Sevilla), en algún bar cercano.

Así que ahí tienen mi recomendación final: ser mas listos. No les digo ni que inviertan en cómodas sillas para ver pasos, ni turismo alternativo, ni quedarse en casa, sino, simplemente, calcular mejor los desplazamientos, no empecinarse en ir a todas partes en coche, sopesar aquello en lo que NADIE ha pensado (no, coger el metro no va incluido en esa categoría) y actuar en consecuencia. A menos, por supuesto, que usted crea que el reto de buscar una plaza de aparcamiento y después quedarse empapado en un soportal con su pareja mientras ven como la lluvia les frena al paso, es uno de los encantos de salir en estas fiestas con el clima revuelto. Encima, para hacer esas cosas que hacen las parejas en los soportales lluviosos... ¡Demonios! ¡Sí!

PD: Aunque si eligen quedarse en casa, lo mismo es más cómodo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario