martes, 1 de julio de 2014

MÜNCHAUSEN: LOS AÑOS REMENDADOS







Como ustedes ya saben, en este blog no tenemos problemas en reconocer que se hacen cosas por puro amiguismo, que es una cosa que funciona muy mal en las instituciones públicas (y no tanto en las empresas privadas, pero se hace más o menos igual). En todo caso, y al igual que sucedió con Doppler, también hay un genuino interés por mi parte con respecto a lo que hace la banda. Así que hoy nos ocupamos del segundo disco del grupo: “Los años remendados”

¿Quienes son? ¿A qué suenan?

Münchausen son, básicamente, un cuarteto formado por veteranos de la escena del Rock andaluz: Antonio Navarro (guitarra solista, coros), Alex Maroto (bajo), Juanma Silva (batería) y David Cala (voz, guitarra rítmica). Cantan en castellano y practican un estilo que a mi me recuerda mucho a los primeros M-Clan, con vestigios de Héroes del Silencio y otros referentes del Rock'n'Roll patrio. Con sus diez temas, “Los años remendados”, conforman un compacto repertorio que suena más variado y efectivo que el anterior “Hoc Voluerunt” (2011).

Con el tiempo que nos queda” es un principio bastante dramático, una canción con diversos parones, subidas y bajadas, “somos polvo, sangre, barro” se canta con bastante convencimiento hacia el final de un tema que ya marca los principales aspectos del grupo: ejecución al servicio de la música y no al revés, así como una producción de altos vuelos. Muy buena mezcla y masterización de la mano de Marco A. Rondán, de Infërno Productions.


Ulises” se empieza con un eficiente (si bien no muy largo) solo de guitarra, como también corta es la canción, más que nada que un vehículo para un estribillo que amenaza con quedarse en la cabeza del oyente. Hay un efecto interesante en la voz en la coda del segundo estribillo, en el que se imita el efecto de cantar a través de un megáfono al que sigue otro solo de guitarra en los que el músico se dedica a exprimir el pedal del wah-wah, muy bueno.

Con todo, era algo más que inevitable que el optimismo de “Que nadie borre tu sonrisa” se transformara en una de las cartas de presentación de “Los años remedados”. Puede que sea uno de los momentos más conservadores de todo el disco, pero consigue conjurar ese optimismo al que antes hacíamos referencia sin caer en ñoñerías.

Por algún motivo, se me antoja “Patente de corso” como un tema que desentona en el disco. Quizás porque tiene el sonido de un montón de buenas ideas que, una vez unidas en una sola composición, no acaban de cuajar, eso no quita para que me encante esa línea de guitarra que parece sacada del “All the young dudes” the Bowie / Mott the hopple.


No llega a los cuarenta segundos el “entreacto” un corte para voz y guitarra acústica que sirve como fuerte contraste con respecto a “Nadando contra el aguacero”. Probablemente la letra más peleona de todo el álbum, con no pocas referencias bastante envenenadas para el que las sepa leer: “el mayor pecado es pensar, tu regresa pronto al rebaño / los mercaderes tomaron el templo y la curia se dejó acariciar...” El grupo saca su lado más rockero y además de sacar brillo a las guitarras, hay unos platos bastante explosivos en la sección rítmica. Ah, y un pequeño intermedio electrónico, un diminuto aviso de lo que viene después.

Pero antes, un preciosista dueto con Priscila Gago (de Naked Nana) es el protagonista de “Ángeles”, para mí, el momento más pop de todo el disco, ojo, no lo digo como algo negativo, pero sin duda es lo más suave que van a encontrarse nuestros oídos durante la escucha.

Vuelve la energía en “Por el ojo de una aguja”, y unos textos que, a pesar del romanticismo que despliegan, son en realidad mucho más descarnados si se analizan cuidadosamente. Lo que más me gusta de esta canción son los pequeños quiebros que sirven de puente entre las distintas secciones y ese momento de guitarra a lo Andy Summers después del segundo estribillo, lo cual es sólo un pequeño detalle en el canal derecho que una mente tan enferma como la mía podría señalar.

Otro tipo de empaque tienen los seis minutos de “A barlovento”, un tema que se va desplegando poco a poco, con un efectivo riff de guitarra que empieza con las cuerdas muteadas pero que da paso a un medio tiempo con aires de balada de estadio. Atención a las líneas de Hammond de Pedro Dominguez (invitado de lujo), canela fina.




La electrónica de la que habíamos hablado antes se deja ver de modo mucho más obvio en “Caracola”. Los ritmos programados y los sintes dominan el paisaje sonoro, algo que puede chocar después de los ambientes más orgánicos de las temas que le han precedido, pero sobre todo los pequeños toques de piano funcionan muy bien. Aparte de como fuerte contraste, (y cierre) también le da a la producción una oportunidad para jugar con los espacios, probablemente lo más minimalísta de todo el cancionero, con un pequeño texto recitado a modo de despedida.

¿Balance? Pues no es la primera vez – ni será la última, me temo -, que me encuentro con un álbum auto producido que suena tan bien como esos lanzamientos en los que se invierten miles – decenas de miles, cientos de miles - de euros. La clave del asunto es ¿De qué es esto realmente señal? ¿De que el futuro está en la independencia más absoluta o de que la industria discográfica prefiere rechazar ciertas propuestas en favor de A) Nombres ya establecidos o B) sólo posibles ídolos de jovencitas cuya edad no suele sobrepasar la media de sus propias fans?

Vaya usted a saber, lo cierto es que “Los años remendados” es la confirmación del talento de una maquinaria bien engrasada, un buen disco de Pop / Rock español. Lo cual no es algo que se diga muy a menudo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario